lunes, 2 de mayo de 2022

ISABEL LA CATÓLICA Y SUS ESCLAVOS

Aunque desde hace tiempo, en especial últimamente, se intenta presentar a la reina Isabel la Católica como contraria a la esclavitud por su negativa a la esclavizar a los indios americanos, lo cierto es que ella como reina de Castilla poseyó esclavos, cautivó a miles de personas y ganó dinero con el rescate de cautivos. 

Uno de los momentos en los que la reina Isabel hizo más esclavos fue en 1487, durante la Guerra de Granada, cuando Málaga cayó en manos cristianas. En la crónica de Hernando del Pulgar se dice que cuando los reyes entraron en Málaga cautivaron a miles de moros y ordenaron repartirlos. Un tercio de los cautivos se distribuyó entre los grandes señores del reino, mientras que algunas moras fueron repartidas entre las señoras del reino y otras llevadas a palacio. 

Otro grupo fue enviado al extranjero. 50 doncellas a la reina Juana de Nápoles, hermana de Fernando el Católico, otras 30 a la reina de Portugal y 100 al papa Inocencio VIII, los cuales procesionaron por las calles de Roma. Esto último queda contrastado por varios cronistas pontificios como Johann Burchard. 

A otros de los cautivos se les dio un plazo para comprar su libertad, pero la mayoría no consiguió el dinero y fueron vendidos unos 11.000 según la crónica de Andrés Bernáldez. Distinta suerte corrieron cientos de judíos que también fueron cautivos por los Reyes Católicos en Málaga, estos, como podemos ver en documentos de la época, consiguieron recaudar el dinero para su rescate entre las comunidades judías de Castilla. 

En estos años podemos encontrar otras referencias a esclavos de Isabel la Católica. Así, en las cuentas de Gonzalo de Baeza, Tesorero de la reina, hay continuas menciones a la presencia de esclavos en la Corte, sobre todo esclavas. En las cuentas de Baeza se aprecian anotaciones sobre gastos para ropa de estos esclavos. Por ejemplo, una saya para una “esclava de la infanta”, tela para Juanica, la “negra de la infanta”, “zapatos para un esclavo”, “una manta de cama, para dos esclavas de la infanta”, tocas para “tres esclavas de la infanta”, dos tocas “para dos esclavas de su Alteza”, ropa para diez esclavas o camisas para “dos canarias de la infanta”. 

Esta última anotación deja claro que una de las hijas de la reina poseyó esclavas canarias, lo que contrasta con el especial interés que la soberana puso en liberar a un grupo de esclavos de la Gomera. En 1489 los reyes habían dado permiso para esclavizar a un grupo de gomeros, aunque poco después, al comprobarse que estaban bautizados, fueron declarados horros, es decir, libres, por lo que desde ese año las autoridades pusieron un gran empeño en que esos esclavos regresaran a su isla. 

La siguiente noticia que demuestra la presencia de esclavos en la Corte castellana es el viaje que la infanta Juana emprendió a Flandes en 1496 para reunirse con Felipe el Hermoso. En los documentos del personal que componía la Casa de la Infanta se aprecia la presencia de cuatro esclavas, posiblemente de origen musulmán. 

Otro documento que muestra como la familia de la reina poseyó esclavos es el testamento de la princesa Isabel, reina de Portugal, muerta en 1498. En este documento la princesa  estableció que sus nueve esclavos serían liberados. Así, un año después, sus padres, encargados de cumplir las últimas voluntades de la princesa, liberaron a sus esclavos, que a juzgar por los nombres cristianos que llevaban, es posible que estuvieran bautizados antes de su manumisión. La presencia de esclavos cristianos en la Corte de la reina Isabel no sería una excepción, ya que en las cuentas de Gonzalo de Baeza se menciona a un “esclavo cristiano negro”. 

Poco después, en 1501, podemos ver a la reina Isabel repartiendo esclavos entre los miembros de su Corte. En ese año, tras ser sofocada una rebelión de mudéjares en el antiguo Reino de Granada, fueron tomados cientos de esclavos, así lo cuenta Luis de Mármol Carvajal en su crónica, según la cual todos los pobladores mayores de once años de Níjar y Güevéjar fueron hechos esclavos. 

Estos esclavos, de estas y otras poblaciones, según podemos ver en varios documentos, serían entregados por la reina a distintas personas. Por ejemplo, una esclava fue dada a la abadesa del Monasterio de Rapariegos, otra a Beatriz Galindo, criada de la reina, seis a Juana de la Torre, ama del fallecido príncipe Juan, otros al licenciado Mújica y otro al doctor de la reina. 

En otro documento podemos ver a la reina ordenando a los encargados de vender a los esclavos de Níjar y Huebro que le envíen a varias jóvenes y niños. El texto dice así: “Alonso Vélez de Mendoza, Diego García el Rico y Diego Pérez, que tenéis cargo de vender los esclavos que fueron cautivos de Níjar y Huebro, yo os mando que luego que esta mi cédula vieredes enviéis aquí a Granada 4 esclavas buenas, de edad de 15 a 20 años y otros 5 niños y 5 niñas de los libres, de edad de 7 a 10 años, que son por todas 14 personas,...”. 

Estos ejemplos demuestran que aunque la reina Isabel diera pasos para evitar la esclavitud de sus súbditos del Nuevo Mundo, no fue una abolicionista, ni estuvo nunca en contra de la esclavitud, pues ella misma hizo esclavos, poseyó esclavos y se lucró con la esclavitud.

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miércoles, 27 de abril de 2022

La conversación entre Francis Burdett O'Connor, Gobernador de Tarija, y Andrés de Santa Cruz, Presidente de Bolivia, en 1836.

 


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NEW ERIN, UNA COLONIA IRLANDESA EN BOLIVIA (1827)

En el siglo XIX, tras las guerras de independencia de Hispanoamérica, en las nuevas repúblicas surgieron innumerables proyectos para establecer colonias de europeos en sus territorios, como por ejemplo, la colonia belga de Guatemala o la francesa de Paraguay, pero otros planes son menos conocidos, como el de establecer colonos irlandeses en Tarija, el sur de Bolivia. Pero para hablar de esta colonia es necesario hablar de su promotor, Francis Burdett O'Connor. 

O'Connor había nacido en Irlanda y en su juventud viajó a América donde participó en las Guerras de Independencia de Venezuela y Colombia, luego en la de Perú, donde tomó parte en las batallas de Junín y Ayacucho, para posteriormente llegar junto a Antonio José de Sucre al Alto Perú, hoy Bolivia. En 1825 Sucre envió a O'Connor a Tarija para que se hiciera cargo de la región, donde se instaló definitivamente. En 1827 solicitó a Sucre que le entregara unos terrenos baldíos en la frontera de Tarija, el cual se los concedió. 

El 24 de junio de ese año O'Connor publicó una proclama en la que llamaba a sus compatriotas irlandeses a establecerse en Tarija, en la colonia de “New Erin” o “Nueva Irlanda”. Esta proclama nos ha llegado a través de la obra de Edmond Temple, un viajero que por entonces visitó Tarija y a O'Connor. De esta proclama podemos destacar las siguientes palabras de O'Connor: 

“Mis queridos compatriotas,  después de nueve años (...), he tenido el placer de ver estas hermosas provincias libres del yugo español, y ahora gozando de una forma de gobierno republicano, y de verdadera felicidad e independencia. El país es hermoso: hay una gran abundancia de las mejores tierras del mundo, pero muy pocos hombres y mujeres para ocupar o cultivar la tierra”. 

“He elegido esta provincia para mi residencia. Aquí tengo la intención de fundar la colonia de “Nueva Irlanda”, tan verde, fértil y floreciente como nuestra pobre y vieja tierra natal”. 

“¡Hombres de Irlanda! - Aquí está el hogar de todos aquellos que desean hacer de New Erin su hogar. Los más pobres de mis compatriotas serán recibidos por mí con los brazos abiertos, son de mi carne y sangre”. 

Sin embargo, el proyecto de O'Connor no pudo realizarse. Según cuenta el irlandés en sus memorias, en 1834 el presidente Andrés de Santa Cruz le despojó de los terrenos baldíos que le había asignado Sucre. En cambio, en 1836, mientras Santa Cruz visitaba Tarija comunicó a O'Connor que tenía la intención de enviarlo a comprar buques de guerra y que en ellos podría traer emigrados irlandeses hasta Bolivia, donde se les entregarían terrenos en la frontera. Pero O'Connor se opuso, resentido aún de los impedimentos que Santa Cruz le puso dos años antes. 

Pero esta no sería la última vez que se planificara establecer una colonia de irlandeses en Bolivia. Tenemos alguna noticia vaga al respecto hacia 1842, en época del presidente José Ballivián. Más tarde, en 1845, el cónsul boliviano en Gran Bretaña e Irlanda, Antonio Acosta, firmó un convenio con una Compañía de comerciantes para abrir comunicación desde el Atlántico con Bolivia a través de los grandes ríos de la región y facilitar así la emigración al Beni. Sin embargo, las condiciones exigidas por la Compañía eran tan gravosas, que el Congreso boliviano tuvo que desaprobar el Convenio en 1848. 

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miércoles, 20 de abril de 2022

La usurpación de Magno Máximo según Orosio.

Entretanto, cuando ya Teodosio en Oriente había liberado por fin Tracia del yugo enemigo con el sometimiento de los pueblos bárbaros y había nombrado colega suyo en el poder a su hijo Arcadio, Máximo, hombre sin duda enérgico y honrado y digno también de ser Augusto si no se hubiese levantado como usurpador en contra de la promesa de juramento que había hecho, pasó a las Galias tras haber sido nombrado emperador en Britania por su ejército, en contra casi de su voluntad; allí eliminó por traición al Augusto Graciano, que asustado por el repentino ataque intentaba pasar a Italia; y al hermano de éste, el Augusto Valentiniano, le expulsó de Italia. Valentiniano fue recibido con amor paternal por Teodosio en su huida a Oriente, siendo después restablecido incluso en el poder (Orosio, Historias contra los Paganos, VII, 34, 9-10) 

En el año 1138 de la fundación de la ciudad, tras el asesinato de Graciano a manos de Máximo, consiguió el mando de todo el mundo romano Teodosio, cuadragésimo primer emperador, permaneciendo en él durante once años sin contar los seis años que, en vida de Graciano, había reinado ya en Oriente. Pues bien, empujado a la guerra civil por causas justas y necesarias, ya que, de los dos hermanos que habían sido Augustos, la sangre del asesinado exigía venganza y la desgracia del desterrado reclamaba la reintegración, puso su esperanza en Dios y se lanzó contra el usurpador Máximo, al que superaba sólo en la fe -ya que, si se comparaban los contingentes bélicos, era con mucho inferior. Por entonces Máximo se había asentado en Aquileya, donde estaba disfrutando de su victoria. Su general Andragatio llevaba todo el peso de la guerra: éste, a pesar de haber fortificado increíblemente, con abundantes tropas y con una estrategia que superaba la propia fortaleza de su numerosas tropas, todas las entradas de los Alpes y de los ríos, abandonó espontáneamente, gracias a los inefables designios de Dios, la propia barrera que él había puesto delante y se dispuso a anticiparse y a salir al encuentro del desprevenido enemigo en una expedición naval. De esta forma Teodosio, sin que nadie se diera cuenta, por no decir sin que nadie se le opusiera, pasó los Alpes que estaban desguarnecidos y, llegando de improviso a Aquileya, encerró, capturó y ejecutó, sin traiciones y sin discusiones, a Máximo, aquel gran enemigo, hombre cruel y que conseguía, por el solo miedo a su hombre, tributos e impuestos, incluso de las salvajes tribus germanas. Valentiniano ocupó el recuperado trono de Italia. El general Andragatio, enterado de la muerte de Máximo, se arrojó al mar desde la nave y se ahogó. Teodosio consiguió una victoria sin sangre gracias a la ayuda de Dios (Orosio, Historias contra los Paganos, VII, 35, 1-5).

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MAGNO MÁXIMO, EL EMPERADOR HISPANO (383-388 d. C.)

Allá, a finales del siglo IV d. C., en la remota Britania, se alzó la oscura figura de un hispano que a punto estuvo de conquistar todo el Imperio Romano y al que no se le ha prestado la debida atención. Esta es la desconocida historia de Magno Máximo. 

Los orígenes de Magno Máximo son casi desconocidos. Es posible que el nombre de Magno  lo adoptara tras su usurpación, mientras que por error se le han dado otros nombres, como Maximiano o Magno Clemente Máximo, siendo conocido en la mitología galesa como Macsen Wledig. 

Sócrates Escolástico cuenta que era britano, mientras que Zósimo cuenta que Máximo era ibero, es decir, hispano. Por su parte, Pacato nos cuenta que Máximo había nacido en una familia humilde y pertenecía a la clientela de la familia teodosiana. Este autor también dice que Máximo se vanagloriaba de pertenecer a la familia de Teodosio, quizás a través de su madre o de su mujer. 

Sobre los familiares de Máximo sabemos que tenía una mujer que las leyendas llaman Helena, un hermano llamado Marcelino, varias hijas y un hijo, aunque en las tradiciones galesas se nombran más. Por tradiciones medievales incluso se dice que Máximo fue antepasado del mítico rey Arturo. También se cuenta que Máximo fue el abuelo o bisabuelo del emperador del año 455 Petronio Máximo. 

La carrera militar de Máximo parece que comenzó en Britania hacia el año 367, durante la barbarica conspiratio, bajo las ordenes del Conde Teodosio, padre del emperador homónimo. Posteriormente, existen datos que hacen pensar que Máximo guerreó, entre otros, contra el rebelde Valentinus, contra los alamanes en Raetia y contra Firmo en África. 

A continuación, es posible que Máximo estuviera envuelto en la caída del Conde Teodosio en el año 376 y que luchara contra los godos en Tracia. Algunos historiadores piensan que pudo ayudar al hijo de su antiguo mentor a convertirse en emperador tras la Batalla de Adrianópolis. Más tarde podemos encontrar a Máximo de nuevo en Britania, comandando las tropas que luchaban contra los pictos y escotos del norte. 

Así llegamos al año 383. En aquella época el Imperio romano se repartía entre tres emperadores. Occidente era gobernado por los hermanos Valentiniano II y Graciano el Joven, mientras que en Oriente gobernaba el hispano Teodosio I. Hacia la primavera de aquel año, o quizás algo antes, Máximo se rebeló o fue elegido emperador por sus tropas, algo que le valió el epíteto de tirano en las fuentes antiguas, aunque Orosio lo llamó enérgico, honrado y digno de ser Augusto. 

El motivo de la proclamación no está claro, quizás fue por el resentimiento de Máximo contra Teodosio, quizás por el malestar de las tropas acantonadas en Britania o tal vez la rebelión se debió a motivos nacionalistas o religiosos. Otros autores, por su parte, han señalado un posible complot entre Máximo y Teodosio para gobernar el Imperio juntos y sustituir a la dinastía valentiniana. 

A continuación, el usurpador Máximo cruzó el Canal de la Mancha y desembarcó al norte de la Galia, donde se le unieron las legiones de Germania. Graciano se decidió a plantarle cara y ambos ejércitos se encontraron cerca de la moderna París, donde las escaramuzas se sucedieron durante varios días hasta que Graciano, abandonado por sus tropas, tuvo que huir. Máximo envió tras él a uno de sus generales, Andragacio, el cual consiguió alcanzar y matar a Graciano cerca de la actual Lyon en verano. 

Pronto Máximo, como señalan las fuentes escritas, la numismática y la epigrafía, se hizo con toda la Prefectura de las Galias, que incluía las Diócesis de Britania, la Galia, la Vienensis e Hispania. Mientras, según las fuentes, la muerte de Graciano había llenado de temor al joven Valentiniano, el cual gobernaba por entonces África, el Ilírico e Italia. La madre de este, Justina, entregó la defensa de Italia al franco Bauto, quien fortificó los pasos alpinos e instigó a los bárbaros a que atacaran a Máximo. 

Más adelante, a inicios del año 384, mientras Teodosio se preparaba para intervenir en Occidente, Máximo le envió una embajada para negociar y alcanzar una concordia y alianza con él. Teodosio le reconoció, le envió las insignias imperiales y llegó a acuñar monedas con su nombre en Constantinopla, mientras que secretamente, como señala Zósimo, seguía preparando la guerra contra él. 

También entabló Máximo negociaciones con Valentiniano, para lo cual envió una embajada a Italia, con la intención de tutelar al joven emperador. Tiempo después Valentiniano envió a las Galias al obispo Ambrosio de Milán para negociar con Máximo. Finalmente, Valentiniano, quizás temeroso del ejército de britanos, galos y celtas con el que Máximo amenazaba Italia, le reconoció como emperador, siendo designado cónsul por primera vez ese año. De este modo, se llegó a la concordia entre los tres emperadores en base a un Imperio tripartito, algo que quedó reflejado en inscripciones y monedas. 

Con su posición asegurada en Occidente e instalado en Tréveris, Máximo sustituyó la administración de Graciano por la suya. Primero nombró a su hijo, Flavio Víctor, quizás César en un primer momento y luego Augusto. A esta designación se sumaron otros nombramientos, tanto civiles como militares para las provincias que gobernaba. 

También comenzó Máximo a acuñar monedas en las cecas de Britania y de las Galias y a hacer una reorganización provincial. Así, es posible que Máximo creara, rebautizara o cambiara de rango tres provincias, una en Britania, otra en la Galia y otra en Hispania, donde algunos piensan que creó la Nova Provincia Maxima

En sus territorios Máximo, recientemente bautizado, desarrolló, más por un cálculo político que por fe, una feroz persecución religiosa basada en defender la ortodoxia cristiana contra la herejía priscilianista. En dos sínodos celebrados a instancias de Máximo, el hispano Prisciliano y sus seguidores fueron condenados a penas que iban desde el exilio a la muerte, así como a la confiscación de sus vienes. Pero ahí no quedó la persecución, pues hay noticias de que se extendió hacia las provincias hispanas. A raíz de su despiadada persecusión es posible que Máximo fuera excomulgado, además, los historiadores antiguos le dedicaron los calificativos de ladrón, avaro, cruel y feroz. 

Durante su gobierno Máximo también tuvo que enfrentarse a la amenaza bárbara, así podemos mencionar una campaña contra los sajones. Igualmente, hay noticias sobre enfrentamientos con germanos y francos y también es posible que tuviera que regresar a Britania para luchar contra los pictos y los escotos, por lo que se ganó el título de Britannicus Maximus

Hacia el verano del año 387 Máximo decidió romper el statu quo y mediante engaños penetró en Italia y la ocupó, provocando que Valentiniano tuviera que huir a Oriente. Al mismo tiempo Máximo debió de hacerse con el resto de territorios de Valentiniano, el Ilírico y África, consumando así su dominio sobre todo el Imperio romano de Occidente. 

El control de Máximo sobre Italia queda reflejado en numerosas inscripciones, sobre todo miliarias, usadas para su propaganda. El dominio de Máximo sobre Italia también queda de manifiesto por la acuñación de monedas con su nombre y con el de su hijo en las cecas de Milán, Roma y Aquilea. 

En Italia, según se cree, contó con el apoyo de la comunidad pagana y judía, aunque se encontró con la oposición del obispo Ambrosio. En África es posible que Máximo consiguiera el apoyo del comes Gildón y su dominio queda de manifiesto por varias inscripciones. 

En el año 388, Máximo celebró sus quinquennalia, es decir, su quinto aniversario como emperador, al mismo tiempo que ocupó su segundo consulado. En ese año, instado por la madre de Valentiniano, Teodosio se había propuesto acabar con Máximo. 

Según Zósimo, Teodosio debió combatir en Macedonia contra los godos que Máximo había sobornado para rebelarse. Tras esto, hacia el verano, la flota teodosiana hizo algunos movimientos en el mar que quizás se puedan relacionar con una victoria naval cerca de Sicilia. Mientras, las fuerzas terrestres de Teodosio avanzaban por los Balcanes hacia el norte. 

A su vez, Máximo cruzó los Alpes Julianos y su general Andragacio patrullaba el mar para intentar capturar a Valentiniano y a su madre que se dirigían hacia Roma. Al mismo tiempo, es posible que desde Egipto Teodosio enviara un ejército hacia los territorios africanos de Máximo. Asimismo, tal vez Hispania hubiera abandonado a Máximo, ya que era el lugar de origen de la familia de Teodosio y donde el emperador de Oriente tenía partidarios. 

Por fin, en la región de las actuales Croacia y Eslovenia se produjeron dos enfrentamientos, uno cerca de Siscia y otro en Poetovio, donde las fuerzas de Máximo fueron derrotadas. El usurpador entonces se refugió en Aquilea, donde, ante el avance teodosiano y las deserciones en sus filas, pensó retirarse a sus territorios de Britania, África o Hispania. Sin embargo, finalmente, pensando en la clemencia de Teodosio, se entregó, aunque Zósimo cuenta que la ciudad fue asaltada por los teodosianos y Máximo capturado. 

Máximo, despojado de sus insignias imperiales y encadenado, fue conducido ante Teodosio, el cual quizás le hubiera perdonado si sus tropas no le hubieran decapitado. Posteriormente, su cabeza sería exhibida tal vez en Cartago. A continuación, Andragacio, conocedor de lo sucedido, se quitó la vida. Tiempo después, Flavio Víctor sería asesinado en las Galias por el general teodosiano Arbogastes. 

Por último, Teodosio y Valentiniano celebraron un gran triunfo en Roma y se erigieron monumentos para conmemorar el hecho, incluido un obelisco en Constantinopla. Asimismo, también se instauró una festividad para conmemorar la victoria sobre Máximo y se condenó al usurpador a la damnatio memoriae. Así acabó la historia de Magno Máximo y comenzó su leyenda.

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jueves, 14 de abril de 2022

13 de Mayo de 1933, Chile declara su neutralidad en la Guerra del Chaco.

 


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EL CONFLICTO CHILENO-PARAGUAYO DE 1934

Es mucho lo que se sabe sobre la Guerra del Chaco, el gran conflicto que enfrentó a Bolivia y Paraguay en los años '30, pero es menos conocido que durante esta guerra, y a causa de ella, surgió una disputa entre Chile y Paraguay que a punto estuvo de cambiar el curso del conflicto paraguayo-boliviano. 

En 1932 comenzó la Guerra del Chaco, meses más tarde, en mayo de 1933 Chile se declaró neutral y, como otros países, se esforzó en que ambos contendientes alcanzaran la paz. Sin embargo, esto se puso en duda a mediados de 1934. A finales de mayo el Gobierno paraguayo comunicó al chileno que su embajador en Santiago sería trasladado como protesta “por permitirse el tránsito por territorio chileno de elemento bélicos para Bolivia”, así como por la contratación de obreros chilenos en Bolivia y la entrada de oficiales chilenos en el ejército boliviano. 

El 6 de junio Enrique Gallardo Nieto, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile en Paraguay, escribió a Justo Pastor Benítez, Ministro de Relaciones de Exteriores paraguayo, respecto a la presencia de militares chilenos en el ejército boliviano. Gallardo decía que su gobierno no podía hacer nada para evitar que militares chilenos retirados fueran contratados por Bolivia, aunque estaban preparando una ley para evitarlo. Poco después Gallardo volvió a escribir para desmentir que Bolivia estuviera comprando armas en Chile como había publicado la prensa. 

Por estas fechas el ejército paraguayo tomó una serie de documentos que aumentaron las sospechas de Asunción respecto a la neutralidad chilena. En uno de los documentos se decía que la contratación de oficiales chilenos era un primer paso para conseguir un acercamiento de Chile a Bolivia. 

El 14 de junio Isidro Ramírez, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario paraguayo en Chile, escribió a Miguel Cruchaga, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, para protestar por la contratación por parte de Bolivia de trabajadores chilenos que podrían ser utilizados en trabajos relacionados con la guerra. Asimismo, se señalaba que trabajadores chilenos estarían siendo contratados en la minería boliviana para llenar el hueco dejado por los mineros movilizados por la guerra. Estos hechos, según Ramírez, ponían en entredicho la neutralidad chilena. Cruchaga respondió que, en virtud de la Convención de la Haya, estas contrataciones en ningún caso comprometían la neutralidad chilena. 

El 30 de julio Gallardo envió una protesta a Pastor en referencia a algunas publicaciones aparecidas en la prensa paraguaya que consideraba hostiles a Chile a cuenta de su neutralidad. Ese mismo día Gallardo envió una carta en los mismos términos al director de El Diario. Poco después Cruchaga tuvo que negar, como afirmaba la prensa paraguaya, que poseyera intereses en Bolivia. 

Pastor respondió a la protesta de Gallardo señalando que Chile había permitido el paso de material bélico hacia Bolivia a través de su territorio y usando sus ferrocarriles, así como la contratación de oficiales retirados y de obreros, lo que ponía en duda la neutralidad chilena. Pastor añadió que estos hechos respondían seguramente a una política deliberada. 

A esta nota respondió Gallardo el 7 de agosto. En su escrito protestaba contra las acusaciones de falta de neutralidad, de parcialidad a favor de Bolivia y de ir contra Paraguay. También protestaba contra las “injuriosas imputaciones” que la prensa paraguaya hacía contra el Presidente de Chile y contra los ministros de Hacienda y Relaciones Exteriores. A este último se le acusaba concretamente de tener lazos económicos con Bolivia. Por todo esto, el Gobierno de Chile retiró a Gallardo de la legación en Asunción, comenzando así un conflicto diplomático entre ambas naciones. 

El escrito de Gallardo estaba acompañado de un Memorándum que explicaba las causas del retiro de este. En este documento se señalaba la desconfianza paraguaya hacia las gestiones pacifistas chilenas, la campaña de la prensa paraguaya contra Chile, apoyada, según Gallardo, por el Gobierno de Asunción. 

A esto respondió Pastor recordando nuevamente el uso boliviano de los ferrocarriles chilenos y la contratación de oficiales, suboficiales y obreros. Sobre el tema de los ferrocarriles Chile siempre había justificado su proceder por los tratados con Bolivia, cosa que Pastor desdeñaba. Asimismo, Pastor negaba que su Gobierno apoyara los ataques de la prensa paraguaya a miembros del Gobierno chileno. A continuación, Pastor añadió que “el Gobierno paraguayo ha observado una serie de hechos coincidentes demostrativos de la parcialidad de Chile" (…), y que "manifestaciones de índole especial emanadas de Bolivia, crean la legitima sospecha de que tales actos responden a un plan". Poco después, Paraguay anunció el trasladó de Ramírez a su legación en Lima, dejando vacante la de Santiago, cosa que se materializó en septiembre. 

En esas mismas fechas Argentina se ofreció para mediar entre chilenos y paraguayos. Por su parte, Estados Unidos calificó el conflicto de “incidente en extremo lamentable” y también ofreció su mediación. Poco después, podemos ver en la prensa como España también se ofreció a mediar entre Paraguay y Chile. A pesar de esto, pasados varios días, los países mediadores no consiguieron ningún avance. 

A mediados de agosto la prensa informaba de las conferencias mantenidas entre Sumner Welles, subsecretario de Estado de Estados Unidos, y las autoridades chilenas y paraguayas, aunque el estadounidense no consiguió la reconciliación. Sin embargo, a finales de mes Welles se reunió con el embajador paraguayo, Enrique Bordenave, y con el chileno, Manuel Trucco. 

Pero no sería hasta mediados de septiembre cuando se resolvió el conflicto. Gracias a la intercesión del  Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Carlos Saavedra Lamas, en colaboración con estadounidenses y brasileños, los embajadores en Buenos Aires de Chile, Luis Alberto Cariola, y de Paraguay, Vicente Rivarola, acordaron restablecer las buenas relaciones entre sus países y dieron por zanjado su conflicto diplomático.

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miércoles, 6 de abril de 2022

Decreto de 1941 por el que México incauta los barcos del Eje que hay en sus puertos.

MANUEL AVILA CAMACHO, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus habitantes, sabed: 

Que en uso de las facultades que me concede la fracción X del artículo 89 de la Constitución Política de la República Mexicana y la Ley Orgánica de Secretarías y Departamentos de Estado; y considerando: 

I. Que el estado de guerra existente en la actualidad entre varias naciones europeas ha producido, entre otras lamentables repercusiones, una profunda perturbación del comercio marítimo, que afecta no solamente a los beligerantes sino también a los neutrales y, en general, a todos los Estados del mundo; 

II. Que ese grave trastorno está causando por la destrucción de los transportes, la desarticulación de los centros de producción y de consumo, la restricción excesiva del intercambio comercial y marítimo y, además, por la imposibilidad material de sustituir los barcos con bandera de países beligerantes o al servicio de interés que se hallan actualmente en su poder; 

III. Que tal situación se exacerba por la manera como son conducidas las hostilidades, ya que los derechos tradicionalmente reconocidos por la Ley Internacional de los Estados neutrales, son ignorados y violados por los beligerantes, quienes impiden el comercio marítimo hasta de los propios neutrales entre sí, y privan en esa forma a los países más alejados de la contienda de abastecimientos indispensables para sus necesidades vitales, colocándolos, por tanto, es un estado de cosas a todas luces injusto; 

IV. Que nuestro país es uno de los que más han padecido por el casi completo aniquilamiento del intercambio comercial marítimo, pues sin tener una marina de altura que pueda sostener con sus propios medios el comercio de ultramar, necesita imprescindiblemente del intercambio de productos transportados por navegación; 

V. Que de no tomarse medidas rápidas, eficaces y adecuadas para restaurar, aunque sea en parte, nuestros habituales transportes por mar, la economía nacional sufrirá consecuencias trascendentales y males gravísimos en virtud de su dependencia creciente del comercio exterior marítimo; 

VI. Que ante la alarmante emergencia producida por la falta de medios de comunicación, la Doctrina Internacional, desde remotas épocas concede a los Estados beligerantes el derecho llamado tradicionalmente "de Angaria", de requisar para su propio uso los transportes que estén bajo su jurisdicción y pertenezcan a Estados neutrales, siempre que los propietarios de los mismos sean debidamente compensados por la incautación de su propiedad; 

VII. Que los más elementales principios de justicia y equidad han encauzado a la referida Doctrina Internacional en el sentido de atribuir ese mismo derecho a los Estados neutrales, según lo fundan los últimos precedentes en la materia y lo aceptan los tratadistas contemporáneos de la ciencia jurídica, en atención a que las guerras modernas causan en dichos Estados neutrales situaciones tan críticas de emergencia como las que afronta un Estado beligerante, con la circunstancia de que el país neutral es inocente en lo absoluto del origen de la emergencia; 

VIII. Que reconocer en favor del neutral el "Derecho de Angaria" es, apenas, una pequeña compensación de las restricciones que, en su perjuicio, ha sufrido el Estatuto de Neutralidad: 

IX. Que, por motivos de la más alta justificación, y para evitar actos de sabotaje que hubiesen implicado serios perjuicios para nuestro tráfico marítimo y, a mayor abundamiento, una inaceptable violación de nuestras leyes, el Gobierno de México se ha visto en la necesidad de tomar bajo su custodia a los barcos de bandera beligerante inmovilizados en nuestros puertos; y 

X. Que la devolución de tales barcos a sus respectivas tripulaciones volvería a crear la situación de peligro que trató de evitarse mediante su ocupación, por lo que -de no utilizar México dichas embarcaciones- tampoco podrían hacerlo sus dueños, mientras subsistan las condiciones de guerra que prevalecen, lo cual implicaría una medida negativa que a nadie beneficiaría y que obligaría a las autoridades mexicanas a mantener un costoso servicio de guardias a bordo de los buques, sin ninguna compensación. 

Con fundamento en las consideraciones expuestas, he tenido a bien expedir el siguiente 

DECRETO: 

Artículo 1º La Secretaría de Relaciones Exteriores notificará a los representantes diplomáticos de los Estados beligerantes, cuya bandera enarbolen los barcos que se encuentran inmovilizados en puertos nacionales, que el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos incauta estos barcos para usarlos en el intercambio comercial y marítimo de altura y de cabotaje. 

Artículo 2º La Secretaría de Marina procederá a matricular y a abanderar con la bandera nacional los barcos incautados, y formulará, desde luego un minucioso inventario de los mismos 

Articulo 3º La Secretaría de Gobernación expedirá la documentación necesaria para que la oficialidad y tripulaciones de los barcos incautados permanezcan en el país mientras dura el presente estado de emergencia o se encuentra medio seguro de hacerlas llegar a sus países de origen. Los oficiales y tripulaciones desembarcados recibirán la atención conveniente. 

Artículo 4º La Secretaría de Hacienda y Crédito Público determinará la indemnización que corresponda para cada uno de los barcos incautados, dando a sus propietarios la intervención procedente conforme a nuestras leyes. Las indemnizaciones que se fijen, serán pagadas al finalizar la guerra, con adición del interés que se convenga por el tiempo que transcurra entre la fecha de este decreto y aquella en que el pago se efectúe. 

Comuníquese, publíquese y cúmplase. 

Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo de la Unión, a los ocho días del mes de abril de mil novecientos cuarenta y uno.-El Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, M. Ávila Camacho.-Rúbrica.

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1942, LA ALEMANIA NAZI ATACA LOS BARCOS DE MÉXICO

Aunque durante la Segunda Guerra Mundial podría parecer que México estuvo alejado de los campos de batalla, su riqueza petrolífera y el que los submarinos de la Alemania hitleriana tuvieran como uno de sus principales objetivos los petroleros, hizo que la guerra llegara hasta las costas mexicanas. 

En abril de 1941, considerándose que la guerra perjudicaba el comercio nacional, en virtud del “Derecho de Angaria”, las autoridades mexicanas decidieron incautar varios barcos italianos y alemanes que se encontraban en puertos mexicanos. Algunas de estas naves, una vez rebautizadas y usadas por PEMEX, serían hundidas por los submarinos nazis en el marco de la “Operación Neuland”. 

Ya en marzo de 1942 se produjo algún supuesto avistamiento de un submarino en el Golfo de California y en abril el Tamaulipas, un petrolero mexicano con bandera estadounidense, fue hundido en las costas de Carolina del Norte. Aunque fue a partir de mayo cuando se produjeron los principales ataques de los sumergibles nazis a buques mexicanos. 

El 14 de mayo de 1942, frente a Miami, el U-564 hundió mediante un torpedo el petrolero mexicano Potrero del Llano -el antiguo Lucifero italiano-, cobrándose varias vidas. Este hecho causó un gran impacto en el país y el gobierno de México protestó a través de Suecia ante los los países del Eje. 

Dicha protesta acababa con un ultimátum que decía así: “Sí para el próximo 28 del corriente México no ha recibido satisfacción completa, así como garantías de que le serán debidamente cubiertas las indemnizaciones por los daños y perjuicios sufridos, el gobierno de la República Mexicana adoptará inmediatamente las medidas que exija el honor nacional”, es decir, México declararía le guerra al Eje. En esas fechas se conoció que en los días previos dos petroleros mexicanos ya habían sido perseguidos por un submarino alemán. 

Cuando en la prensa ya de daba por hecho de que Alemania no contestaría a la protesta mexicana, se supo que día 21 el U-106 torpedeó al noroeste de La Habana al petrolero Faja de Oro -el antiguo Genoano italiano-, provocando varias víctimas. Esto no hizo más que acrecentar el descontento popular y acelerar el proceso por el cual se declararía la guerra al Eje. 

Así, las reuniones del gabinete y del Congreso se sucedieron durante aquellas fechas. Mientras, ni Japón ni Italia respondieron a la protesta por el hundimiento del Potrero del Llano y Alemania había rehusado recibirla. Por fin, el día 28 el presidente Manuel Ávila Camacho, ante el Congreso de la República, declaró la guerra al Eje. 

Sin embargo, el Potrero del Llano y el Faja de Oro no serían los únicos barcos hundidos. La madrugada del 27 de junio, al este de Tecolutla, el petrolero Tuxpan -el antiguo Americano italiano- fue torpedeado y cañoneado por el submarino U-129. Debido al ataque, el Tuxpan se incendió y hundió junto a varios de sus marineros. Horas más tarde, en una posición cercana, fue torpedeado el Las Choapas -el antiguo Atlas italiano-, el cual se hundió con algunos de sus marineros. 

Al conocer los ataques, las autoridades mexicanas enviaron una escuadrilla de aviones y un guardacostas para perseguir a los atacantes y socorrer a los náufragos. Aquella noche las autoridades de Veracruz y Tampico, temerosas de que sus ciudades fueran bombardeadas por submarinos alemanes, ordenaron un apagón general. 

Como podemos ver en la prensa de la época este doble ataque causó una gran impresión en todo el país. En los días sucesivos seguirían las labores de rescate de los náufragos. Al mismo tiempo la policía efectuaría detenciones de alemanes acusados de espionaje y de complicidad con el hundimiento de los dos petroleros. 

Días después, el día 5 de julio, una escuadrilla de aviones mexicanos avistó frente a Tampico a dos submarinos, los cuales fueron atacados. Y aunque consiguieron escapar, se creyó que uno, el U-129, pudo ser dañado por las bombas de la aviación mexicana. La siguiente noche, ante el temor de un ataque, hay informaciones de que Tampico se oscureció para evitar ser bombardeado. 

Semanas más tarde, el mercante Oaxaca -el antiguo Hameln alemán- fue torpedeado por el U-171 en las costas texanas. El Oaxaca se hundió y seis tripulantes perdieron la vida. Da la casualidad de que el Oaxaca había participado en el rescate de náufragos de varios barcos atacados por los alemanes en el Golfo de México los meses previos a su hundimiento. 

Según contaría el primer oficial del Oaxaca “observó sobre el agua, a poca distancia de la nave, una lucecilla, y que antes de que pudiera averiguar de que se trataba y dar la voz de alarma, explotaba un torpedo...”. “Los seis marineros que dormían en la escotilla número uno fueron las víctimas, creyéndose que murieron destrozados por el torpedo al explotar”, consiguiendo el resto de la tripulación llegar a los botes salvavidas. 

Tiempo después, sería hundido un último barco mexicano, el petrolero Amatlan -el antiguo Vigor italiano-. El 4 de septiembre, al norte de Tampico, el U-171, el mismo submarino que atacó al Oaxaca, torpedeó el Amatlan y lo hundió junto a varios de sus tripulantes. Al parecer el sumergible alemán disparó varios torpedos que no dieron en el blanco, hasta que alcanzó al Amatlan, que quedó seriamente dañado, y finalmente cañoneó la nave hasta que esta se hundió. 

Según la prensa, aviones estadounidenses comenzaron a buscar al submarino alemán, sin embargo, este consiguió eludir el cerco y dirigirse a su base de Lorient, en la Francia ocupada, cerca de donde fue hundido un mes más tarde por una mina. 

Además del hundimiento de estos barcos, los sumergibles alemanes llevaron la guerra submarina a aguas mexicanas al atacar navíos de otras nacionalidades, como al Lalita de bandera panameña y el Velma Lykes norteamericano, hundido al noreste de Cancún.

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jueves, 31 de marzo de 2022

INTENTO DE MEDIACIÓN DEL REY JUAN CARLOS DURANTE LA GUERRA DE LAS MALVINAS

PALACIO DE LA ZARZUELA, 5 DE MAYO DE 1982. 

Señor secretario general: Ante los acontecimientos que enfrentan a Gran Bretaña y Argentina en los momentos presentes, no me resigno a permanecer en silencio. 

Mi Gobierno ha precisado en sucesivas declaraciones oficiales su posición sobre el fondo del problema. Pero permítame, señor secretario general, que sobre la base de dichas declaraciones, me dirija a usted exponiéndole la angustia que como español, como soldado y como Rey experimento en estas horas. 

No puedo sentirme impasible ante el enfrentamiento de dos pueblos, ni contemplar sin conmoverme profundamente las pérdidas de vidas humanas a que da lugar. 

Pienso que todos los problemas tienen solución justa y honorable mediante conversaciones y medios pacíficos, con espíritu de paz, sin llegar a consecuencias irreparables. 

Mi voz, señor Secretario General, le transmite el ruego de que haga llegar a ambas partes en conflicto la solicitud de un alto el fuego que permita continuar las gestiones de negociación, y formule un llamamiento, tanto a los gobiernos de Europa, a la que por tantas razones pertenecemos, como a los de la Comunidad Iberoamericana, a la que nos sentimos tan vinculados por la sangre y por la historia, a fin de que interpongan todas las posibles acciones conducentes ,a evitar la prolongación de las hostilidades. 

Mi Gobierno ha puesto a la disposición de los países contendientes sus buenos oficios para una solución pacífica del conflicto. 

Por mi parte, ofrezco con el mayor desinterés toda mi buena voluntad y mi ayuda para contribuir, en la forma y medida que se estimen oportunas, a la consecución de la paz y de la justicia. 

Muy cordialmente, Juan Carlos, Rey.

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1982, EL REY DE ESPAÑA INTENTA PARAR LA GUERRA DE LAS MALVINAS

A pocos días de que sea el 40 aniversario del comienzo de la Guerra de las Malvinas, aún hay muchos hechos de aquel conflicto poco conocidos. Uno de ellos es el intento de mediación del Rey de España y el posible boicot de las selecciones británicas al Mundial de Fútbol de España '82. 

En aquella época varios países, como Perú o Canadá, ofrecieron su mediación para alcanzar un alto el fuego entre argentinos y británicos. Este también fue el caso de España a través de su Rey, Juan Carlos I. El 5 de mayo el Rey envió una carta al Secretario General de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, en la que ofrecía con el mayor desinterés toda su buena voluntad y su ayuda para contribuir a la consecución de la paz y de la justicia. Esta misma carta fue entregada por el embajador español en Buenos Aires a la Cancillería argentina. 

En un documento recogido en el Informe Rattenbach, el dictamen fruto de la comisión creada por la Junta Militar para evaluar y analizar las responsabilidades en el conflicto del Atlántico Sur, se conserva la opinión y la respuesta argentina a la propuesta del Rey de España. 

En este documento se hacen varias consideraciones sobre el ofrecimiento del Rey. Se dice que “es más un acto de prestigio que un intento real de intermediar activamente para procurar una solución en el conflicto”. 

Asimismo, se indica que “el monarca español aprovecha la oportunidad para fortalecer su perfil político de árbitro moderado ante Europa, los Estados Unidos y las naciones iberoamericanas”. 

Por último, se señala que “con este acto de presencia diplomática el Rey da satisfacción a los sectores derechistas e izquierdistas de España -que asimilan el caso Malvinas a Gibraltar- sin entrar en colisión con el centrismo y la social-democracia, que tienen firme vocación pro-norteamericana y europeísta...”. 

En este documento también se recogen una serie de conclusiones que desdeñan el ofrecimiento del Rey español. Se dice que “la nota tiene un carácter eminentemente general”. También que “España carece de peso político suficiente como para poder intervenir eficientemente en la solución del conflicto”. Por último, se apunta a que las aspiraciones españolas a la Comunidad Económica Europea y a la OTAN y su alianza con los Estados Unidos le restarían imparcialidad. 

Así, se establece que debe agradecerse el ofrecimiento del Rey, pero de ninguna manera debe ser tomado en cuenta como vía efectiva para solucionar el conflicto. 

Pero aún cabe una última consideración. En el análisis argentino se puso en duda el altruismo del monarca español por razones de geopolítica, pero, ¿y si había otros motivos? 

A finales de abril surgió el rumor de que Gran Bretaña y sus selecciones podrían boicotear el Mundial de Fútbol de España del próximo junio, lo que arruinaría este gran evento de la joven democracia española. Se podría suponer que este rumor, confirmado hace unos años tras la desclasificación de documentos confidenciales del Gobierno británico, podría haber desencadenado el intento de mediación del Rey de España. Aunque esto solo es una conjetura.

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miércoles, 23 de marzo de 2022

1823, Benjamin Morrell en las Islas de Lobos (A Narrative of Four Voyages, 1832)

 




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LOBOS, LAS ISLAS PERUANAS QUE ESTADOS UNIDOS QUISO ROBAR EN 1852

El convulso siglo XIX peruano estuvo plagado de conflictos, tanto internos como externos, pero algunos son poco conocidos, como el desencadenado cuando Estados Unidos intentó usurpar unas islas de Perú y el preciado tesoro que albergaban. 

Desde la década de 1840, la exportación del guano, el excremento de aves y murciélagos usado como fertilizante en la agricultura, experimentó un gran auge, llegando a producirse lo que se llamó como “Guano manía”. Esta fiebre del guano llevó a Estados Unidos a aprobar en 1856 la Guano Islands Act, una ley federal que permitía a los estadounidenses tomar posesión de cualquier isla que poseyera depósitos de guano, siempre y cuando no estuviera aún reclamada por algún país. Sin embargo, antes de la aprobación de esta ley Estados Unidos ya quiso apropiarse en 1852 de las islas peruanas de Lobos de Afuera y Lobos de Tierra. 

Tras algún interés francés y sobre todo británico en Lobos, a principios de mayo de 1852, en plena Era del Guano peruana, el presidente José Rufino Echenique publicó un decreto para proteger las islas guaneras de la república. Eso no impidió que el 2 de junio, James Jewett, capitán del barco Philomela, escribiera a Daniel Webster, Secretario de Estado de los Estados Unidos, para saber si algún tratado le impedía tomar el guano de Lobos, islas, que según él, no pertenecían a ningún país. 

El día 5 Webster respondió que aquellas islas no habían sido descubiertas ni por españoles ni por peruanos, pero sí por el Capitán estadounidense Benjamin Morrell en 1823, por lo que los Estados Unidos tenían el deber de proteger a sus ciudadanos que fueran a obtener guano en ellas. Así, decía Webster que pediría al Secretario de Marina que un buque de guerra fuera a Lobos a proteger a los ciudadanos estadounidenses. 

El día 16 William Graham, Secretario de Marina, escribió al Comodoro McCauley para que enviara uno de los barcos de su escuadrón a Lobos para proteger a los ciudadanos y al comercio estadounidense. Desde entonces, decenas de mercantes armados fueron a Lobos aquel verano para cargar miles de toneladas de guano. 

El 24 de junio John Randolph Clay, Encargado de Negocios estadounidense en Perú, informaba a Webster sobre el interés británico en el guano de las Islas Lobos de Afuera, que según ellos habían visitado a principios de siglo y plantado su bandera. Opinaba Clay que, en vista del interés británico, Estados Unidos podría acordar con Perú explotar el guano de Lobos y de otras islas a cambio de garantizar la soberanía peruana sobre aquellos lugares. 

Un día más tarde, Juan Ignacio de Osma, Ministro Plenipotenciario de Perú en Estados Unidos, escribía a Webster respecto a las ambiciones inglesas sobre Lobos y negaba el supuesto envío de naves de guerra británicas para asegurar su dominio sobre aquellas islas, ya que Gran Bretaña reconocía la soberanía peruana sobre Lobos, aunque señalaba el interés de ciertos aventureros por hacerse con ellas y su guano. 

El 3 de julio Osma volvió a escribir a Webster. En esta ocasión le recordaba la entrevista que ambos tuvieron poco antes en la que reclamó “su atención sobre los preparativos que se hacían para atacar las Islas de Lobos, propiedad del Perú”, a lo que Webster respondió “que el Gobierno de los Estados Unidos no reconoce en el Perú ningún derecho exclusivo sobre dichas Islas de Lobos; que las considera como Islas desiertas, que habían sido descubiertas por el Capitán Morrell del servicio mercante americano y que en consecuencia el Gobierno de los Estados Unidos protegerá a todos sus súbditos que vayan a aquellas Islas con el propósito de tomar el Guano que contiene”. 

El día 24 de ese mismo mes, Osma escribió a William Hunter, Subsecretario de Estado, reprochándole que su Gobierno iba a apoyar a las personas que pretendían despojar al Perú de aquellas islas, a pesar de las repetidas reuniones que ambos habían tenido y de los documentos presentados donde se manifestaban los derechos peruanos sobre Lobos. Osma terminaba su carta advirtiendo que Perú “sabrá defender sus derechos y su dignidad en la medida en que sus recursos y fuerzas se lo permitan”. Durante los siguientes días las relaciones fueron empeorando y comenzaba a vislumbrarse un conflicto armado. 

El 7 de agosto, Clay informaba a Webster sobre una reunión que había mantenido con José Manuel Tirado, Ministro peruano de Relaciones Exteriores. Este le pedía explicaciones sobre las noticias que le habían llegado respecto a que en puertos estadounidenses se preparaban barcos para ir a Lobos a cargar guano y de que estos barcos serían protegidos por naves de guerra de ese país. 

A continuación, Clay adjuntaba un Memorándum que Tirado le había entregado. En este documento se decía que las islas habían sido descubiertas por Francisco Pizarro y aparecían en mapas, obras históricas y tratados. Además, Lobos eran visitadas por indios de la costa y eran objeto de decretos e investigaciones durante los últimos años, por lo tanto, de ninguna manera eran un territorio sin dueño que los Estados Unidos pudiera reclamar. 

Seguidamente, Clay informaba que el tema de Lobos había excitado a la opinión pública y, junto a otras circunstancias, había hecho que el Gobierno peruano pretendiera comprar y armar buques. Finalmente, Clay concluía su carta reconociendo la soberanía peruana sobre Lobos y diciendo: “lamento que así sea, porque permite a este gobierno continuar en el goce ininterrumpido de un monopolio de un artículo tan necesario para el interés agrícola de los Estados Unidos...”. 

Poco después Osma escribía de nuevo a Webster para reafirmar la soberanía peruana sobre Lobos, y para ello le aportaba datos que demostraban que las islas se conocían desde época del Virreinato y que por tanto no habían sido descubiertas por los estadounidenses. Osma terminaba su carta diciendo: “el Perú, apoyándose en sus derechos y leyes, está dispuesto a resistir tan injustificable agresión, sin tener en cuenta la superioridad de la fuerza material sobre la que calculan los autores de la misma”. 

El día 21 Webster respondía a las notas de Osma. Según Webster las islas de Lobos eran visitadas por los estadounidense desde hacía más de medio siglo para cazar lobos marinos y que en ese tiempo el gobierno peruano no se quejó, y solo en 1833, debido a la presencia británica, se decretó que los extranjeros tendrían prohibido pescar en las costas e islas peruanas, a pesar de lo cual, tanto británicos como estadounidenses continuaron visitando Lobos sin permiso. 

Con esto Webster pretendía probar que la soberanía de las islas no era exclusiva de Perú y en su larga argumentación intentaba probar que los derechos estadounidenses sobre las islas eran iguales o superiores a los de los peruanos. Uno de los argumentos esgrimidos por Webster era que las islas no estaban lo suficientemente cerca de la costa peruana como para que el Perú reclamara Lobos. Además, sostenía, que como esas islas no podían ser pobladas por su aridez no podían ser poseídas legalmente, por tanto, ellas y lo que contengan debe ser considerado como de la propiedad común de todos. 

Aún así, Webster comunicaba que el Presidente Millard Fillmore había dado instrucciones a sus fuerzas navales de evitar cualquier colisión hasta que la cuestión fuese mejor examinada, además, no prestarían apoyo a cualquier iniciativa privada para hacerse con el guano de Lobos, actos estos que serían considerados de guerra privada, por lo que sus autores perderían la protección del Gobierno estadounidense. Respecto a esto, Clay escribió a Webster el día 25 sobre la conveniencia de enviar un buque del Escuadrón del Pacífico a Lobos para prevenir choques entre barcos estadounidenses y tropas peruanas que pudieran estar protegiendo las islas. De este modo fue anulada la orden del 16 de junio. 

En septiembre, el buque estadounidense Manlius recaló en Lobos para cargar guano, por lo que Tirado, protestó. A finales de ese mes Clay escribió a Webster y le comunicó que había pedido a las autoridades peruanas que se prohibiera la publicación en prensa de cualquier artículo que pudiera provocar la ira popular contra los ciudadanos estadounidenses. Asimismo, comunicaba que el Manlius estaba en Lobos. Por ello había solicitado al USS Raritan que fuera a Lobos para evitar cualquier incidente que condujera una ruptura entre ambas naciones. 

El 23 de octubre Tirado escribió a Clay una larga exposición en la que fundamentaba los derechos peruanos sobre Lobos. En esta exposición se señalaban a los cronistas y cartógrafos españoles que mencionaban Lobos, así como las visitas hechas por incas y españoles a lo largo de los siglos, lo que demostraba que el Capitán Morrell no había descubierto las islas. Además, Tirado invocaba los derechos españoles sobre las islas, derechos heredados por Perú tras su independencia. 

A continuación, señalaba Tirado que el Gobierno peruano había hecho reconocer las islas en los últimos años, asimismo informaba sobre las protestas dirigidas a Gran Bretaña por la presencia en Lobos de navíos de aquella nación. También negaba que las visitas estadounidenses a Lobos les confirieran cualquier tipo de derecho sobre las islas, como suponía Webster. 

Finalmente, el 16 de noviembre Edward Everett, sucesor de Webster, escribió a Joaquín José de Osma, Ministro peruano en Washington, comunicándole que el Presidente Fillmore, tras estudiar los documentos y las alegaciones aportadas por Perú en las últimas semanas, reconocía la soberanía peruana sobre Lobos y que retiraba la protección a los buques estadounidenses que fueran a aquellas islas a cargar guano sin licencia. Solo un día después Osma expresaba su satisfacción, quedando así concluido este conflicto. Aún así, tiempo después buques como el J. W. Paige y Sarah Chase, este armado, llegaron a Lobos para cargar guano, pese a la advertencia peruana.

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viernes, 18 de marzo de 2022

Los persas castigan a quienes no les ayudaron en la expedición contra los escitas (Heródoto, V, 26-27)

Pues bien, el tal Ótanes, el sujeto que se sentaba en el citado trono, sucedió por aquel entonces a Megabazo en el mando de las tropas, y se apoderó de las ciudades de los bizantinos y de los caícedonios, apoderándose también de Antandro, que se halla situada en la Tróade, así como de Lamponio; y, con unas naves que le proporcionaron los lesbios, se apoderó de Lemnos e Imbros, islas ambas que, por aquellas fechas, todavía se encontraban habitadas por pelasgos. A fe que los lemnios se batieron con verdadero denuedo, pero, a pesar de la resistencia que opusieron, al final fueron aniquilados. Entonces, a los lemnios supervivientes, los persas les impusieron como gobernador a Licareto, el hermano de Meandrio (aquel individuo que había detentado el poder en Samos). El tal Licareto murió en Lemnos en el ejercicio de su cargo * * *.Y por cierto que el móvil de la campaña era el siguiente: iba esclavizando y sometiendo a todos esos pueblos, bajo la acusación de que unos habían desertado durante la expedición contra Escitia, en tanto que otros habían hostigado al ejército de Darío cuando, desde dicho país, volvía de regreso.

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513 a. C., LA INVASIÓN PERSA DE UCRANIA

Es mucho lo que se sabe sobre las Guerras Médicas y las invasiones persas de Grecia, pero es menos conocido que años antes, hacia el 519 o el 513 a. C., Darío el Grande invadió el país de los escitas, en la actual Ucrania. 

Heródoto, nuestra principal fuente de información sobre la campaña que el Gran Rey aqueménida acaudilló contra los escitas, cuenta que la motivación de Darío era la de castigar a los escitas, ya que este pueblo había invadido Media casi un siglo antes. Sin embargo, podrían existir otras motivaciones, como la de expandir el Imperio persa, asegurar la frontera de su verdadero objetivo, Tracia, o hacerse con las minas de oro de aquella región. 

Distintos historiadores ofrecen otras informaciones. Justino dice que Darío quiso casarse con la hija del rey escita Jantiro, pero este se negó, por lo que Darío invadió Escitia. Por su parte, el historiador griego Ctesias narró en su Pérsica que Darío ordenó a Ariaramnes, sátrapa de Capadocia, que con treinta naves navegara hasta Escitia. Allí el sátrapa tomó cautivos, entre ellos al hermano del rey Escitarques. Este, enfurecido, escribió una carta insultante a Darío, el cual le respondió en el mismo tono. 

Volviendo a Heródoto, este cuenta que Darío reunió un ejército con tropas y naves de todo su Imperio. También ordenó tender un puente de pontones en el Bósforo Tracio, cerca de la actual Estambul. Artabano, hermano de Darío, le recomendó no atacar a los escitas, pero el rey no le hizo caso y emprendió el camino desde Susa, en la actual Irán. Darío llegó a Calcedonia, donde estaba tendido el puente. 

Según Heródoto, allí había reunido un ejército de 600 navíos y 700.000 hombres, u 800.000 según Ctesias, cifras evidentemente exageradas. Tras erigir dos estelas, Darío pasó a Europa y a continuación ordenó a sus vasallos jonios que navegaran por el Ponto, es decir, el Mar Negro, hasta llegar el río Istro, el moderno Danubio, el cual deberían remontar y tender un puente de barcas sobre el río. 

Por su parte Darío atravesó Tracia, llamada Skudra por los persas. Antes de llegar al Istro, algunos pueblos tracios se sometieron a Darío sin presentar batalla, mientras que a los getas hubo que reducirlos por las armas y luego se unieron al ejército persa. 

Cuando Darío llegó al Istro cruzó el río y ordenó que destruyeran el puente, quizás porqué pensaba regresar a Persia a través del Cáucaso. Sin embargo, le convencieron de que no lo hiciera, ya que este podría ser necesario en el futuro. De este modo, Darío encargó a los jonios que vigilaran el puente durante 60 días, tras lo cual tendrían permiso para regresar a sus hogares, mientras, él seguiría avanzando. Este avance quedaría atestiguado por una inscripción hallada en los años '30 en Transilvania. 

Entretanto, al darse cuenta los escitas de que sus fuerzas no sería suficientes para enfrentarse a los persas en una batalla campal, enviaron emisarios a los pueblos vecinos. Los reyes de estos pueblos se encontraban reunidos en asamblea para saber que hacer. Los emisarios escitas dijeron lo siguiente: “vosotros no debéis, bajo ningún concepto, permanecer indiferentes al margen del conflicto y permitir que seamos destruidos”. 

Entonces los reyes estudiaron el caso, pero se dividieron a la hora de decidir. Los gelonos, budinos y saurómatas juraron ayudar a los escitas. Por su parte, los agatirsos, neuros, andrófagos, melanclenos y tauros prometieron actuar solo sí se les atacaba. 

A continuación, los escitas decidieron no librar batalla campal contra los persas, sino retroceder constantemente, mientras cegaban pozos y fuentes, y destruían los pastos. También se acordó que se dividirían en dos grupos. Uno, dirigido por el rey Escópasis, junto a sus aliados saurómatas, debía retroceder hacia el río Tanais, el actual Don. El otro grupo, dirigido por los reyes Idantirso y Taxacis, junto a sus aliados gelonos y budinos, debían retroceder hasta el territorio de los pueblos que les habían negado su ayuda para así implicarlos en la guerra. Mientras, las mujeres, los niños y el ganado fueron evacuados hacia el norte. 

En su avance hacia el este en persecución del ejército de Escópasis, los persas no pudieron saquear nada, hasta que llegaron al país de los budinos, donde encontraron un ciudad de madera que quemaron. Más adelante, los persas llegaron a una región desértica, donde Darío ordenó construir ocho grandes fortines. De esta época dataría una inscripción en persa antiguo hallada cerca del Mar de Azov en 2016. 

Mientras tanto, los escitas dieron un rodeo por el norte y regresaron a Escitia. Entonces, Darío, al no encontrar rastro de los escitas, dio la orden de dejar los fortines a medio construir y regresar hacia el oeste. Allí se encontraron con el ejército de Idantirso y de Taxacis, al cual persiguieron, pero los escitas se retiraban continuamente hacia el territorio de aquellos pueblos que les negaron la ayuda. Estos, al ver el avance persa, huían a pesar de lo que habían dicho en la asamblea. Solo los agatirsos defendieron sus fronteras. 

Darío, cansado de perseguir a los escitas, les envió un jinete con el mensaje de que presentaran batalla o que por el contrario se sometieran y le ofreciera un tributo de tierra y agua. Idantirso respondió que si de verdad quería una batalla, saquearan las tumbas de sus antepasados, lo único de valor que tenían. Luego envió unos presentes a Darío. Se trataba de un pájaro, un ratón, una rana y cinco flechas. El Rey persa interpretó estos regalos como un gesto de sumisión, pero el noble Gobrias los interpretó como una advertencia. 

Mientras, los escitas decidieron atacar a los persas cada vez que estuvieran aprovisionándose de víveres. También comenzaron a hostigar el campamento de Darío, pero cuenta Heródoto, que el rebuzno de los asnos de los persas ahuyentaban a los caballos de los escitas. 

Entretanto, el ejército de Escópasis fue enviado al Istro para intentar alcanzar un acuerdo con los jonios. Así, los escitas hicieron prometer a los jonios que una vez acabado el plazo de 60 días fijado por Darío, regresarían a su país. 

Al mismo tiempo, en una parte confusa del relato de Heródoto, se dice que el otro ejército escita se presentó frente a los persas, pero el desorden se adueñó de sus filas. Darío, viendo aquel desorden, decidió regresar a su patria antes de que los escitas destruyeran el puente del Istro e impidieran su retirada. El Rey dio orden de encender fogatas aquella noche y de abandonar a los más fatigados para engañar a los escitas mientras que el resto del ejército emprendía la retirada hacia el Istro. 

Al llegar el día, aquellos soldados abandonados se rindieron, pero unos 80.000 serían masacrados por los escitas según Justino y Ctesias. A continuación, ambos ejércitos escitas juntos a sus aliados comenzaron a perseguir a los persas. Los escitas consiguieron adelantar a las tropas de Darío, he hicieron prometer a los jonios que no se habían ido acabados los 60 días, que destruirían el puente. Pero algunos de los jefes jonios, sabedores que eran tiranos de sus ciudades gracias a los persas, decidieron engañar a los escitas y fingir que destruían todo el puente, aunque solo lo hacían en parte. 

Entonces, los escitas, confiados en la palabra jonia, volvieron en busca de los persas, pero no consiguieron encontrarlos. Al mismo tiempo, los persas consiguieron llegar al Istro, los jonios repararon el puente y el ejército de Darío logró escapar. 

El Gran Rey atravesó Tracia, cruzó el Quersoneso y pasó a Asia. Aquí castigó a algunos griegos que se habían rebelado o habían desertado durante la expedición. En Europa quedó el persa Megabazo con algunas tropas para someter Macedonia y consolidar el dominio sobre Tracia.

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martes, 8 de marzo de 2022

1816-1817, EL PLAN ARGENTINO PARA CONQUISTAR PARAGUAY

De la convulsa historia de los primeros años de existencia de la Argentina y del Paraguay independientes es mucho lo que se ha dicho, pero es poco conocido el plan argentino para invadir el territorio paraguayo. Las ansias porteñas por volver a reunir todos los antiguos territorios del Virreinato del Río de la Plata alcanzaron en 1816, tras la fracasada expedición de Belgrano, un nuevo punto álgido con los planes del Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, para conquistar Paraguay, por entonces bajo la égida de José Gaspar Rodríguez de Francia. 

En algún momento de otoño de 1816 Pueyrredón contactó con el porteño Manuel José de Olavarrieta para obtener información sobre Paraguay. Este Olavarrieta, comerciante de profesión, había residido durante un tiempo en Paraguay, donde había tenido problemas por maltratar a un esclavo negro y donde había conocido a Francia, por lo que podría aportar importante información a Pueyrredón. En cambio, algunos historiadores apunta que fue Olavarrieta el que, por su odio a Francia, se ofreció a Pueyrredón para conspirar contra el Dictador de Paraguay. 

Sea como fuere, a partir de noviembre Olavarrieta comenzó a enviar a Pueyrredón una serie de informes sobre Paraguay y sobre como habría que proceder para tomar aquel país. En la primera de estas cartas decía: “... aquella provincia, en lo general, debe mirarse en su estado actual como una colonia europea y su jefe como uno de los virreyes opresores de la libertad americana”. Además, pintaba a Francia como a un hombre paranoico de ambición desmedida y afecto a españoles y portugueses. Más adelante, Olavarrieta afirmaba que Francia en una ocasión le contó que, en caso de caer en desgracia, tenía preparados barcos con los que huir a territorios portugueses con un millón y medio de pesos. 

A continuación, Olavarrieta proponía algunas medidas para hacer caer a Francia, como “cerrar el puerto y toda comunicación con el Paraguay”, embargar los bienes de los residentes en aquel país que hubiera en las Provincias Unidas o capturar cualquier buque que lleve frutos de Paraguay. Seguidamente decía Olavarrieta: “las circunstancias exigen imperiosamente que se declare la guerra al dictador del Paraguay”. Según la lógica de Olavarrieta, la declaración de guerra unida a las medidas de “embargo económico” harían que Francia perdiera apoyos, lo que desencadenaría, con apoyo porteño, su derrocamiento. 

Pensaba Olavarrieta que, tras la caída de Francia, Paraguay debería ser ocupado por tropas de las Provincias Unidas y colocar un gobierno títere para reducir a la obediencia a los paraguayos que estuvieran poco inclinados a la unión con Buenos Aires. Por último, Olavarrieta comunicaba a Pueyrredón que se trasladaría a Corrientes, desde donde comenzaría a fraguar la conspiración contra Francia. 

Tras algunas cartas más y reuniones con Pueyrredón, Olavarrieta desapareció de escena. La siguiente noticia que tenemos sobre él es sorprendente, pues había sido detenido y condenado a muerte en agosto de 1818 por conspirar contra Pueyrredón. Sin embargo, esta sentencia fue conmutada por el Congreso Nacional en diciembre. 

Pero los planes de Pueyrredón no se limitaron a sus contactos con Olavarrieta. De 1817 data un documento redactado por el mismo Pueyrredón en el que se esbozaban sus propósitos. En este documento, titulado “Proyecto para pacificar Santa Fe, dominar Entre Ríos y Corrientes y subyugar el Paraguay” el Director Supremo ponía de manifiesto sus intenciones. 

Pueyrredón pretendía, primero, mediante propaganda y, segundo, mediante las armas, separar Santa Fe y Entre Ríos de la Liga de los Pueblos Libres. A continuación, pasaría a Corrientes, a cuyas tropas incorporaría a su ejército. Seguidamente, en palabras de Pueyrredón, “aquí pues, es donde se presenta el campo más hermoso y fácil de escoger el mejor fruto de todo el trabajo, subyugando la rebelde provincia del Paraguay”. Según el Director Supremo, con su ejército de 5.000 hombres Paraguay “se sometería sin disparar un tiro”. 

Pueyrredón planeaba penetrar en Paraguay por el río y desembarcar en Villeta o Asunción. De Paraguay pretendía el porteño obtener grandes sumas de dinero de sus arcas, así como incorporar a su ejército 3 o 4.000 paraguayos, para destinarlos, al menos en parte, al ejército de Perú. Además, con esta acción, el Director Supremo pretendía escarmentar a los demás pueblos que disintieran de la política porteña. 

Para llevar a cabo estos planes Pueyrredón envió a Paraguay a un tal Balta Bargas para que preparará el movimiento subversivo en el interior del país. Sin embargo, su misión tuvo poco éxito y fue encarcelado y tal vez fusilado por Francia, que años después escribiría: “anteriormente por medio de Balta Bargas, el porteño Olavarrieta y otros maquinaron una conspiración para destruir el Gobierno...”. 

Así, debido a la caída de Olavarrieta y de Bargas y al contexto político-militar posterior, Pueyrredón abandonó su proyecto de invadir Paraguay y de reincorporar ese territorio a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

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