Aunque desde hace tiempo, en especial últimamente, se intenta presentar a la reina Isabel la Católica como contraria a la esclavitud por su negativa a la esclavizar a los indios americanos, lo cierto es que ella como reina de Castilla poseyó esclavos, cautivó a miles de personas y ganó dinero con el rescate de cautivos.
Uno de los momentos en los que la reina Isabel hizo más esclavos fue en 1487, durante la Guerra de Granada, cuando Málaga cayó en manos cristianas. En la crónica de Hernando del Pulgar se dice que cuando los reyes entraron en Málaga cautivaron a miles de moros y ordenaron repartirlos. Un tercio de los cautivos se distribuyó entre los grandes señores del reino, mientras que algunas moras fueron repartidas entre las señoras del reino y otras llevadas a palacio.
Otro grupo fue enviado al extranjero. 50 doncellas a la reina Juana de Nápoles, hermana de Fernando el Católico, otras 30 a la reina de Portugal y 100 al papa Inocencio VIII, los cuales procesionaron por las calles de Roma. Esto último queda contrastado por varios cronistas pontificios como Johann Burchard.
A otros de los cautivos se les dio un plazo para comprar su libertad, pero la mayoría no consiguió el dinero y fueron vendidos unos 11.000 según la crónica de Andrés Bernáldez. Distinta suerte corrieron cientos de judíos que también fueron cautivos por los Reyes Católicos en Málaga, estos, como podemos ver en documentos de la época, consiguieron recaudar el dinero para su rescate entre las comunidades judías de Castilla.
En estos años podemos encontrar otras referencias a esclavos de Isabel la Católica. Así, en las cuentas de Gonzalo de Baeza, Tesorero de la reina, hay continuas menciones a la presencia de esclavos en la Corte, sobre todo esclavas. En las cuentas de Baeza se aprecian anotaciones sobre gastos para ropa de estos esclavos. Por ejemplo, una saya para una “esclava de la infanta”, tela para Juanica, la “negra de la infanta”, “zapatos para un esclavo”, “una manta de cama, para dos esclavas de la infanta”, tocas para “tres esclavas de la infanta”, dos tocas “para dos esclavas de su Alteza”, ropa para diez esclavas o camisas para “dos canarias de la infanta”.
Esta última anotación deja claro que una de las hijas de la reina poseyó esclavas canarias, lo que contrasta con el especial interés que la soberana puso en liberar a un grupo de esclavos de la Gomera. En 1489 los reyes habían dado permiso para esclavizar a un grupo de gomeros, aunque poco después, al comprobarse que estaban bautizados, fueron declarados horros, es decir, libres, por lo que desde ese año las autoridades pusieron un gran empeño en que esos esclavos regresaran a su isla.
La siguiente noticia que demuestra la presencia de esclavos en la Corte castellana es el viaje que la infanta Juana emprendió a Flandes en 1496 para reunirse con Felipe el Hermoso. En los documentos del personal que componía la Casa de la Infanta se aprecia la presencia de cuatro esclavas, posiblemente de origen musulmán.
Otro documento que muestra como la familia de la reina poseyó esclavos es el testamento de la princesa Isabel, reina de Portugal, muerta en 1498. En este documento la princesa estableció que sus nueve esclavos serían liberados. Así, un año después, sus padres, encargados de cumplir las últimas voluntades de la princesa, liberaron a sus esclavos, que a juzgar por los nombres cristianos que llevaban, es posible que estuvieran bautizados antes de su manumisión. La presencia de esclavos cristianos en la Corte de la reina Isabel no sería una excepción, ya que en las cuentas de Gonzalo de Baeza se menciona a un “esclavo cristiano negro”.
Poco después, en 1501, podemos ver a la reina Isabel repartiendo esclavos entre los miembros de su Corte. En ese año, tras ser sofocada una rebelión de mudéjares en el antiguo Reino de Granada, fueron tomados cientos de esclavos, así lo cuenta Luis de Mármol Carvajal en su crónica, según la cual todos los pobladores mayores de once años de Níjar y Güevéjar fueron hechos esclavos.
Estos esclavos, de estas y otras poblaciones, según podemos ver en varios documentos, serían entregados por la reina a distintas personas. Por ejemplo, una esclava fue dada a la abadesa del Monasterio de Rapariegos, otra a Beatriz Galindo, criada de la reina, seis a Juana de la Torre, ama del fallecido príncipe Juan, otros al licenciado Mújica y otro al doctor de la reina.
En otro documento podemos ver a la reina ordenando a los encargados de vender a los esclavos de Níjar y Huebro que le envíen a varias jóvenes y niños. El texto dice así: “Alonso Vélez de Mendoza, Diego García el Rico y Diego Pérez, que tenéis cargo de vender los esclavos que fueron cautivos de Níjar y Huebro, yo os mando que luego que esta mi cédula vieredes enviéis aquí a Granada 4 esclavas buenas, de edad de 15 a 20 años y otros 5 niños y 5 niñas de los libres, de edad de 7 a 10 años, que son por todas 14 personas,...”.
Estos ejemplos demuestran que aunque la reina Isabel diera pasos para evitar la esclavitud de sus súbditos del Nuevo Mundo, no fue una abolicionista, ni estuvo nunca en contra de la esclavitud, pues ella misma hizo esclavos, poseyó esclavos y se lucró con la esclavitud.
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