Es mucho lo que se sabe sobre las Guerras Médicas y las invasiones persas de Grecia, pero es menos conocido que años antes, hacia el 519 o el 513 a. C., Darío el Grande invadió el país de los escitas, en la actual Ucrania.
Heródoto, nuestra principal fuente de información sobre la campaña que el Gran Rey aqueménida acaudilló contra los escitas, cuenta que la motivación de Darío era la de castigar a los escitas, ya que este pueblo había invadido Media casi un siglo antes. Sin embargo, podrían existir otras motivaciones, como la de expandir el Imperio persa, asegurar la frontera de su verdadero objetivo, Tracia, o hacerse con las minas de oro de aquella región.
Distintos historiadores ofrecen otras informaciones. Justino dice que Darío quiso casarse con la hija del rey escita Jantiro, pero este se negó, por lo que Darío invadió Escitia. Por su parte, el historiador griego Ctesias narró en su Pérsica que Darío ordenó a Ariaramnes, sátrapa de Capadocia, que con treinta naves navegara hasta Escitia. Allí el sátrapa tomó cautivos, entre ellos al hermano del rey Escitarques. Este, enfurecido, escribió una carta insultante a Darío, el cual le respondió en el mismo tono.
Volviendo a Heródoto, este cuenta que Darío reunió un ejército con tropas y naves de todo su Imperio. También ordenó tender un puente de pontones en el Bósforo Tracio, cerca de la actual Estambul. Artabano, hermano de Darío, le recomendó no atacar a los escitas, pero el rey no le hizo caso y emprendió el camino desde Susa, en la actual Irán. Darío llegó a Calcedonia, donde estaba tendido el puente.
Según Heródoto, allí había reunido un ejército de 600 navíos y 700.000 hombres, u 800.000 según Ctesias, cifras evidentemente exageradas. Tras erigir dos estelas, Darío pasó a Europa y a continuación ordenó a sus vasallos jonios que navegaran por el Ponto, es decir, el Mar Negro, hasta llegar el río Istro, el moderno Danubio, el cual deberían remontar y tender un puente de barcas sobre el río.
Por su parte Darío atravesó Tracia, llamada Skudra por los persas. Antes de llegar al Istro, algunos pueblos tracios se sometieron a Darío sin presentar batalla, mientras que a los getas hubo que reducirlos por las armas y luego se unieron al ejército persa.
Cuando Darío llegó al Istro cruzó el río y ordenó que destruyeran el puente, quizás porqué pensaba regresar a Persia a través del Cáucaso. Sin embargo, le convencieron de que no lo hiciera, ya que este podría ser necesario en el futuro. De este modo, Darío encargó a los jonios que vigilaran el puente durante 60 días, tras lo cual tendrían permiso para regresar a sus hogares, mientras, él seguiría avanzando. Este avance quedaría atestiguado por una inscripción hallada en los años '30 en Transilvania.
Entretanto, al darse cuenta los escitas de que sus fuerzas no sería suficientes para enfrentarse a los persas en una batalla campal, enviaron emisarios a los pueblos vecinos. Los reyes de estos pueblos se encontraban reunidos en asamblea para saber que hacer. Los emisarios escitas dijeron lo siguiente: “vosotros no debéis, bajo ningún concepto, permanecer indiferentes al margen del conflicto y permitir que seamos destruidos”.
Entonces los reyes estudiaron el caso, pero se dividieron a la hora de decidir. Los gelonos, budinos y saurómatas juraron ayudar a los escitas. Por su parte, los agatirsos, neuros, andrófagos, melanclenos y tauros prometieron actuar solo sí se les atacaba.
A continuación, los escitas decidieron no librar batalla campal contra los persas, sino retroceder constantemente, mientras cegaban pozos y fuentes, y destruían los pastos. También se acordó que se dividirían en dos grupos. Uno, dirigido por el rey Escópasis, junto a sus aliados saurómatas, debía retroceder hacia el río Tanais, el actual Don. El otro grupo, dirigido por los reyes Idantirso y Taxacis, junto a sus aliados gelonos y budinos, debían retroceder hasta el territorio de los pueblos que les habían negado su ayuda para así implicarlos en la guerra. Mientras, las mujeres, los niños y el ganado fueron evacuados hacia el norte.
En su avance hacia el este en persecución del ejército de Escópasis, los persas no pudieron saquear nada, hasta que llegaron al país de los budinos, donde encontraron un ciudad de madera que quemaron. Más adelante, los persas llegaron a una región desértica, donde Darío ordenó construir ocho grandes fortines. De esta época dataría una inscripción en persa antiguo hallada cerca del Mar de Azov en 2016.
Mientras tanto, los escitas dieron un rodeo por el norte y regresaron a Escitia. Entonces, Darío, al no encontrar rastro de los escitas, dio la orden de dejar los fortines a medio construir y regresar hacia el oeste. Allí se encontraron con el ejército de Idantirso y de Taxacis, al cual persiguieron, pero los escitas se retiraban continuamente hacia el territorio de aquellos pueblos que les negaron la ayuda. Estos, al ver el avance persa, huían a pesar de lo que habían dicho en la asamblea. Solo los agatirsos defendieron sus fronteras.
Darío, cansado de perseguir a los escitas, les envió un jinete con el mensaje de que presentaran batalla o que por el contrario se sometieran y le ofreciera un tributo de tierra y agua. Idantirso respondió que si de verdad quería una batalla, saquearan las tumbas de sus antepasados, lo único de valor que tenían. Luego envió unos presentes a Darío. Se trataba de un pájaro, un ratón, una rana y cinco flechas. El Rey persa interpretó estos regalos como un gesto de sumisión, pero el noble Gobrias los interpretó como una advertencia.
Mientras, los escitas decidieron atacar a los persas cada vez que estuvieran aprovisionándose de víveres. También comenzaron a hostigar el campamento de Darío, pero cuenta Heródoto, que el rebuzno de los asnos de los persas ahuyentaban a los caballos de los escitas.
Entretanto, el ejército de Escópasis fue enviado al Istro para intentar alcanzar un acuerdo con los jonios. Así, los escitas hicieron prometer a los jonios que una vez acabado el plazo de 60 días fijado por Darío, regresarían a su país.
Al mismo tiempo, en una parte confusa del relato de Heródoto, se dice que el otro ejército escita se presentó frente a los persas, pero el desorden se adueñó de sus filas. Darío, viendo aquel desorden, decidió regresar a su patria antes de que los escitas destruyeran el puente del Istro e impidieran su retirada. El Rey dio orden de encender fogatas aquella noche y de abandonar a los más fatigados para engañar a los escitas mientras que el resto del ejército emprendía la retirada hacia el Istro.
Al llegar el día, aquellos soldados abandonados se rindieron, pero unos 80.000 serían masacrados por los escitas según Justino y Ctesias. A continuación, ambos ejércitos escitas juntos a sus aliados comenzaron a perseguir a los persas. Los escitas consiguieron adelantar a las tropas de Darío, he hicieron prometer a los jonios que no se habían ido acabados los 60 días, que destruirían el puente. Pero algunos de los jefes jonios, sabedores que eran tiranos de sus ciudades gracias a los persas, decidieron engañar a los escitas y fingir que destruían todo el puente, aunque solo lo hacían en parte.
Entonces, los escitas, confiados en la palabra jonia, volvieron en busca de los persas, pero no consiguieron encontrarlos. Al mismo tiempo, los persas consiguieron llegar al Istro, los jonios repararon el puente y el ejército de Darío logró escapar.
El Gran Rey atravesó Tracia, cruzó el Quersoneso y pasó a Asia. Aquí castigó a algunos griegos que se habían rebelado o habían desertado durante la expedición. En Europa quedó el persa Megabazo con algunas tropas para someter Macedonia y consolidar el dominio sobre Tracia.
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