miércoles, 6 de abril de 2022

1942, LA ALEMANIA NAZI ATACA LOS BARCOS DE MÉXICO

Aunque durante la Segunda Guerra Mundial podría parecer que México estuvo alejado de los campos de batalla, su riqueza petrolífera y el que los submarinos de la Alemania hitleriana tuvieran como uno de sus principales objetivos los petroleros, hizo que la guerra llegara hasta las costas mexicanas. 

En abril de 1941, considerándose que la guerra perjudicaba el comercio nacional, en virtud del “Derecho de Angaria”, las autoridades mexicanas decidieron incautar varios barcos italianos y alemanes que se encontraban en puertos mexicanos. Algunas de estas naves, una vez rebautizadas y usadas por PEMEX, serían hundidas por los submarinos nazis en el marco de la “Operación Neuland”. 

Ya en marzo de 1942 se produjo algún supuesto avistamiento de un submarino en el Golfo de California y en abril el Tamaulipas, un petrolero mexicano con bandera estadounidense, fue hundido en las costas de Carolina del Norte. Aunque fue a partir de mayo cuando se produjeron los principales ataques de los sumergibles nazis a buques mexicanos. 

El 14 de mayo de 1942, frente a Miami, el U-564 hundió mediante un torpedo el petrolero mexicano Potrero del Llano -el antiguo Lucifero italiano-, cobrándose varias vidas. Este hecho causó un gran impacto en el país y el gobierno de México protestó a través de Suecia ante los los países del Eje. 

Dicha protesta acababa con un ultimátum que decía así: “Sí para el próximo 28 del corriente México no ha recibido satisfacción completa, así como garantías de que le serán debidamente cubiertas las indemnizaciones por los daños y perjuicios sufridos, el gobierno de la República Mexicana adoptará inmediatamente las medidas que exija el honor nacional”, es decir, México declararía le guerra al Eje. En esas fechas se conoció que en los días previos dos petroleros mexicanos ya habían sido perseguidos por un submarino alemán. 

Cuando en la prensa ya de daba por hecho de que Alemania no contestaría a la protesta mexicana, se supo que día 21 el U-106 torpedeó al noroeste de La Habana al petrolero Faja de Oro -el antiguo Genoano italiano-, provocando varias víctimas. Esto no hizo más que acrecentar el descontento popular y acelerar el proceso por el cual se declararía la guerra al Eje. 

Así, las reuniones del gabinete y del Congreso se sucedieron durante aquellas fechas. Mientras, ni Japón ni Italia respondieron a la protesta por el hundimiento del Potrero del Llano y Alemania había rehusado recibirla. Por fin, el día 28 el presidente Manuel Ávila Camacho, ante el Congreso de la República, declaró la guerra al Eje. 

Sin embargo, el Potrero del Llano y el Faja de Oro no serían los únicos barcos hundidos. La madrugada del 27 de junio, al este de Tecolutla, el petrolero Tuxpan -el antiguo Americano italiano- fue torpedeado y cañoneado por el submarino U-129. Debido al ataque, el Tuxpan se incendió y hundió junto a varios de sus marineros. Horas más tarde, en una posición cercana, fue torpedeado el Las Choapas -el antiguo Atlas italiano-, el cual se hundió con algunos de sus marineros. 

Al conocer los ataques, las autoridades mexicanas enviaron una escuadrilla de aviones y un guardacostas para perseguir a los atacantes y socorrer a los náufragos. Aquella noche las autoridades de Veracruz y Tampico, temerosas de que sus ciudades fueran bombardeadas por submarinos alemanes, ordenaron un apagón general. 

Como podemos ver en la prensa de la época este doble ataque causó una gran impresión en todo el país. En los días sucesivos seguirían las labores de rescate de los náufragos. Al mismo tiempo la policía efectuaría detenciones de alemanes acusados de espionaje y de complicidad con el hundimiento de los dos petroleros. 

Días después, el día 5 de julio, una escuadrilla de aviones mexicanos avistó frente a Tampico a dos submarinos, los cuales fueron atacados. Y aunque consiguieron escapar, se creyó que uno, el U-129, pudo ser dañado por las bombas de la aviación mexicana. La siguiente noche, ante el temor de un ataque, hay informaciones de que Tampico se oscureció para evitar ser bombardeado. 

Semanas más tarde, el mercante Oaxaca -el antiguo Hameln alemán- fue torpedeado por el U-171 en las costas texanas. El Oaxaca se hundió y seis tripulantes perdieron la vida. Da la casualidad de que el Oaxaca había participado en el rescate de náufragos de varios barcos atacados por los alemanes en el Golfo de México los meses previos a su hundimiento. 

Según contaría el primer oficial del Oaxaca “observó sobre el agua, a poca distancia de la nave, una lucecilla, y que antes de que pudiera averiguar de que se trataba y dar la voz de alarma, explotaba un torpedo...”. “Los seis marineros que dormían en la escotilla número uno fueron las víctimas, creyéndose que murieron destrozados por el torpedo al explotar”, consiguiendo el resto de la tripulación llegar a los botes salvavidas. 

Tiempo después, sería hundido un último barco mexicano, el petrolero Amatlan -el antiguo Vigor italiano-. El 4 de septiembre, al norte de Tampico, el U-171, el mismo submarino que atacó al Oaxaca, torpedeó el Amatlan y lo hundió junto a varios de sus tripulantes. Al parecer el sumergible alemán disparó varios torpedos que no dieron en el blanco, hasta que alcanzó al Amatlan, que quedó seriamente dañado, y finalmente cañoneó la nave hasta que esta se hundió. 

Según la prensa, aviones estadounidenses comenzaron a buscar al submarino alemán, sin embargo, este consiguió eludir el cerco y dirigirse a su base de Lorient, en la Francia ocupada, cerca de donde fue hundido un mes más tarde por una mina. 

Además del hundimiento de estos barcos, los sumergibles alemanes llevaron la guerra submarina a aguas mexicanas al atacar navíos de otras nacionalidades, como al Lalita de bandera panameña y el Velma Lykes norteamericano, hundido al noreste de Cancún.

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jueves, 31 de marzo de 2022

INTENTO DE MEDIACIÓN DEL REY JUAN CARLOS DURANTE LA GUERRA DE LAS MALVINAS

PALACIO DE LA ZARZUELA, 5 DE MAYO DE 1982. 

Señor secretario general: Ante los acontecimientos que enfrentan a Gran Bretaña y Argentina en los momentos presentes, no me resigno a permanecer en silencio. 

Mi Gobierno ha precisado en sucesivas declaraciones oficiales su posición sobre el fondo del problema. Pero permítame, señor secretario general, que sobre la base de dichas declaraciones, me dirija a usted exponiéndole la angustia que como español, como soldado y como Rey experimento en estas horas. 

No puedo sentirme impasible ante el enfrentamiento de dos pueblos, ni contemplar sin conmoverme profundamente las pérdidas de vidas humanas a que da lugar. 

Pienso que todos los problemas tienen solución justa y honorable mediante conversaciones y medios pacíficos, con espíritu de paz, sin llegar a consecuencias irreparables. 

Mi voz, señor Secretario General, le transmite el ruego de que haga llegar a ambas partes en conflicto la solicitud de un alto el fuego que permita continuar las gestiones de negociación, y formule un llamamiento, tanto a los gobiernos de Europa, a la que por tantas razones pertenecemos, como a los de la Comunidad Iberoamericana, a la que nos sentimos tan vinculados por la sangre y por la historia, a fin de que interpongan todas las posibles acciones conducentes ,a evitar la prolongación de las hostilidades. 

Mi Gobierno ha puesto a la disposición de los países contendientes sus buenos oficios para una solución pacífica del conflicto. 

Por mi parte, ofrezco con el mayor desinterés toda mi buena voluntad y mi ayuda para contribuir, en la forma y medida que se estimen oportunas, a la consecución de la paz y de la justicia. 

Muy cordialmente, Juan Carlos, Rey.

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1982, EL REY DE ESPAÑA INTENTA PARAR LA GUERRA DE LAS MALVINAS

A pocos días de que sea el 40 aniversario del comienzo de la Guerra de las Malvinas, aún hay muchos hechos de aquel conflicto poco conocidos. Uno de ellos es el intento de mediación del Rey de España y el posible boicot de las selecciones británicas al Mundial de Fútbol de España '82. 

En aquella época varios países, como Perú o Canadá, ofrecieron su mediación para alcanzar un alto el fuego entre argentinos y británicos. Este también fue el caso de España a través de su Rey, Juan Carlos I. El 5 de mayo el Rey envió una carta al Secretario General de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, en la que ofrecía con el mayor desinterés toda su buena voluntad y su ayuda para contribuir a la consecución de la paz y de la justicia. Esta misma carta fue entregada por el embajador español en Buenos Aires a la Cancillería argentina. 

En un documento recogido en el Informe Rattenbach, el dictamen fruto de la comisión creada por la Junta Militar para evaluar y analizar las responsabilidades en el conflicto del Atlántico Sur, se conserva la opinión y la respuesta argentina a la propuesta del Rey de España. 

En este documento se hacen varias consideraciones sobre el ofrecimiento del Rey. Se dice que “es más un acto de prestigio que un intento real de intermediar activamente para procurar una solución en el conflicto”. 

Asimismo, se indica que “el monarca español aprovecha la oportunidad para fortalecer su perfil político de árbitro moderado ante Europa, los Estados Unidos y las naciones iberoamericanas”. 

Por último, se señala que “con este acto de presencia diplomática el Rey da satisfacción a los sectores derechistas e izquierdistas de España -que asimilan el caso Malvinas a Gibraltar- sin entrar en colisión con el centrismo y la social-democracia, que tienen firme vocación pro-norteamericana y europeísta...”. 

En este documento también se recogen una serie de conclusiones que desdeñan el ofrecimiento del Rey español. Se dice que “la nota tiene un carácter eminentemente general”. También que “España carece de peso político suficiente como para poder intervenir eficientemente en la solución del conflicto”. Por último, se apunta a que las aspiraciones españolas a la Comunidad Económica Europea y a la OTAN y su alianza con los Estados Unidos le restarían imparcialidad. 

Así, se establece que debe agradecerse el ofrecimiento del Rey, pero de ninguna manera debe ser tomado en cuenta como vía efectiva para solucionar el conflicto. 

Pero aún cabe una última consideración. En el análisis argentino se puso en duda el altruismo del monarca español por razones de geopolítica, pero, ¿y si había otros motivos? 

A finales de abril surgió el rumor de que Gran Bretaña y sus selecciones podrían boicotear el Mundial de Fútbol de España del próximo junio, lo que arruinaría este gran evento de la joven democracia española. Se podría suponer que este rumor, confirmado hace unos años tras la desclasificación de documentos confidenciales del Gobierno británico, podría haber desencadenado el intento de mediación del Rey de España. Aunque esto solo es una conjetura.

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miércoles, 23 de marzo de 2022

1823, Benjamin Morrell en las Islas de Lobos (A Narrative of Four Voyages, 1832)

 




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LOBOS, LAS ISLAS PERUANAS QUE ESTADOS UNIDOS QUISO ROBAR EN 1852

El convulso siglo XIX peruano estuvo plagado de conflictos, tanto internos como externos, pero algunos son poco conocidos, como el desencadenado cuando Estados Unidos intentó usurpar unas islas de Perú y el preciado tesoro que albergaban. 

Desde la década de 1840, la exportación del guano, el excremento de aves y murciélagos usado como fertilizante en la agricultura, experimentó un gran auge, llegando a producirse lo que se llamó como “Guano manía”. Esta fiebre del guano llevó a Estados Unidos a aprobar en 1856 la Guano Islands Act, una ley federal que permitía a los estadounidenses tomar posesión de cualquier isla que poseyera depósitos de guano, siempre y cuando no estuviera aún reclamada por algún país. Sin embargo, antes de la aprobación de esta ley Estados Unidos ya quiso apropiarse en 1852 de las islas peruanas de Lobos de Afuera y Lobos de Tierra. 

Tras algún interés francés y sobre todo británico en Lobos, a principios de mayo de 1852, en plena Era del Guano peruana, el presidente José Rufino Echenique publicó un decreto para proteger las islas guaneras de la república. Eso no impidió que el 2 de junio, James Jewett, capitán del barco Philomela, escribiera a Daniel Webster, Secretario de Estado de los Estados Unidos, para saber si algún tratado le impedía tomar el guano de Lobos, islas, que según él, no pertenecían a ningún país. 

El día 5 Webster respondió que aquellas islas no habían sido descubiertas ni por españoles ni por peruanos, pero sí por el Capitán estadounidense Benjamin Morrell en 1823, por lo que los Estados Unidos tenían el deber de proteger a sus ciudadanos que fueran a obtener guano en ellas. Así, decía Webster que pediría al Secretario de Marina que un buque de guerra fuera a Lobos a proteger a los ciudadanos estadounidenses. 

El día 16 William Graham, Secretario de Marina, escribió al Comodoro McCauley para que enviara uno de los barcos de su escuadrón a Lobos para proteger a los ciudadanos y al comercio estadounidense. Desde entonces, decenas de mercantes armados fueron a Lobos aquel verano para cargar miles de toneladas de guano. 

El 24 de junio John Randolph Clay, Encargado de Negocios estadounidense en Perú, informaba a Webster sobre el interés británico en el guano de las Islas Lobos de Afuera, que según ellos habían visitado a principios de siglo y plantado su bandera. Opinaba Clay que, en vista del interés británico, Estados Unidos podría acordar con Perú explotar el guano de Lobos y de otras islas a cambio de garantizar la soberanía peruana sobre aquellos lugares. 

Un día más tarde, Juan Ignacio de Osma, Ministro Plenipotenciario de Perú en Estados Unidos, escribía a Webster respecto a las ambiciones inglesas sobre Lobos y negaba el supuesto envío de naves de guerra británicas para asegurar su dominio sobre aquellas islas, ya que Gran Bretaña reconocía la soberanía peruana sobre Lobos, aunque señalaba el interés de ciertos aventureros por hacerse con ellas y su guano. 

El 3 de julio Osma volvió a escribir a Webster. En esta ocasión le recordaba la entrevista que ambos tuvieron poco antes en la que reclamó “su atención sobre los preparativos que se hacían para atacar las Islas de Lobos, propiedad del Perú”, a lo que Webster respondió “que el Gobierno de los Estados Unidos no reconoce en el Perú ningún derecho exclusivo sobre dichas Islas de Lobos; que las considera como Islas desiertas, que habían sido descubiertas por el Capitán Morrell del servicio mercante americano y que en consecuencia el Gobierno de los Estados Unidos protegerá a todos sus súbditos que vayan a aquellas Islas con el propósito de tomar el Guano que contiene”. 

El día 24 de ese mismo mes, Osma escribió a William Hunter, Subsecretario de Estado, reprochándole que su Gobierno iba a apoyar a las personas que pretendían despojar al Perú de aquellas islas, a pesar de las repetidas reuniones que ambos habían tenido y de los documentos presentados donde se manifestaban los derechos peruanos sobre Lobos. Osma terminaba su carta advirtiendo que Perú “sabrá defender sus derechos y su dignidad en la medida en que sus recursos y fuerzas se lo permitan”. Durante los siguientes días las relaciones fueron empeorando y comenzaba a vislumbrarse un conflicto armado. 

El 7 de agosto, Clay informaba a Webster sobre una reunión que había mantenido con José Manuel Tirado, Ministro peruano de Relaciones Exteriores. Este le pedía explicaciones sobre las noticias que le habían llegado respecto a que en puertos estadounidenses se preparaban barcos para ir a Lobos a cargar guano y de que estos barcos serían protegidos por naves de guerra de ese país. 

A continuación, Clay adjuntaba un Memorándum que Tirado le había entregado. En este documento se decía que las islas habían sido descubiertas por Francisco Pizarro y aparecían en mapas, obras históricas y tratados. Además, Lobos eran visitadas por indios de la costa y eran objeto de decretos e investigaciones durante los últimos años, por lo tanto, de ninguna manera eran un territorio sin dueño que los Estados Unidos pudiera reclamar. 

Seguidamente, Clay informaba que el tema de Lobos había excitado a la opinión pública y, junto a otras circunstancias, había hecho que el Gobierno peruano pretendiera comprar y armar buques. Finalmente, Clay concluía su carta reconociendo la soberanía peruana sobre Lobos y diciendo: “lamento que así sea, porque permite a este gobierno continuar en el goce ininterrumpido de un monopolio de un artículo tan necesario para el interés agrícola de los Estados Unidos...”. 

Poco después Osma escribía de nuevo a Webster para reafirmar la soberanía peruana sobre Lobos, y para ello le aportaba datos que demostraban que las islas se conocían desde época del Virreinato y que por tanto no habían sido descubiertas por los estadounidenses. Osma terminaba su carta diciendo: “el Perú, apoyándose en sus derechos y leyes, está dispuesto a resistir tan injustificable agresión, sin tener en cuenta la superioridad de la fuerza material sobre la que calculan los autores de la misma”. 

El día 21 Webster respondía a las notas de Osma. Según Webster las islas de Lobos eran visitadas por los estadounidense desde hacía más de medio siglo para cazar lobos marinos y que en ese tiempo el gobierno peruano no se quejó, y solo en 1833, debido a la presencia británica, se decretó que los extranjeros tendrían prohibido pescar en las costas e islas peruanas, a pesar de lo cual, tanto británicos como estadounidenses continuaron visitando Lobos sin permiso. 

Con esto Webster pretendía probar que la soberanía de las islas no era exclusiva de Perú y en su larga argumentación intentaba probar que los derechos estadounidenses sobre las islas eran iguales o superiores a los de los peruanos. Uno de los argumentos esgrimidos por Webster era que las islas no estaban lo suficientemente cerca de la costa peruana como para que el Perú reclamara Lobos. Además, sostenía, que como esas islas no podían ser pobladas por su aridez no podían ser poseídas legalmente, por tanto, ellas y lo que contengan debe ser considerado como de la propiedad común de todos. 

Aún así, Webster comunicaba que el Presidente Millard Fillmore había dado instrucciones a sus fuerzas navales de evitar cualquier colisión hasta que la cuestión fuese mejor examinada, además, no prestarían apoyo a cualquier iniciativa privada para hacerse con el guano de Lobos, actos estos que serían considerados de guerra privada, por lo que sus autores perderían la protección del Gobierno estadounidense. Respecto a esto, Clay escribió a Webster el día 25 sobre la conveniencia de enviar un buque del Escuadrón del Pacífico a Lobos para prevenir choques entre barcos estadounidenses y tropas peruanas que pudieran estar protegiendo las islas. De este modo fue anulada la orden del 16 de junio. 

En septiembre, el buque estadounidense Manlius recaló en Lobos para cargar guano, por lo que Tirado, protestó. A finales de ese mes Clay escribió a Webster y le comunicó que había pedido a las autoridades peruanas que se prohibiera la publicación en prensa de cualquier artículo que pudiera provocar la ira popular contra los ciudadanos estadounidenses. Asimismo, comunicaba que el Manlius estaba en Lobos. Por ello había solicitado al USS Raritan que fuera a Lobos para evitar cualquier incidente que condujera una ruptura entre ambas naciones. 

El 23 de octubre Tirado escribió a Clay una larga exposición en la que fundamentaba los derechos peruanos sobre Lobos. En esta exposición se señalaban a los cronistas y cartógrafos españoles que mencionaban Lobos, así como las visitas hechas por incas y españoles a lo largo de los siglos, lo que demostraba que el Capitán Morrell no había descubierto las islas. Además, Tirado invocaba los derechos españoles sobre las islas, derechos heredados por Perú tras su independencia. 

A continuación, señalaba Tirado que el Gobierno peruano había hecho reconocer las islas en los últimos años, asimismo informaba sobre las protestas dirigidas a Gran Bretaña por la presencia en Lobos de navíos de aquella nación. También negaba que las visitas estadounidenses a Lobos les confirieran cualquier tipo de derecho sobre las islas, como suponía Webster. 

Finalmente, el 16 de noviembre Edward Everett, sucesor de Webster, escribió a Joaquín José de Osma, Ministro peruano en Washington, comunicándole que el Presidente Fillmore, tras estudiar los documentos y las alegaciones aportadas por Perú en las últimas semanas, reconocía la soberanía peruana sobre Lobos y que retiraba la protección a los buques estadounidenses que fueran a aquellas islas a cargar guano sin licencia. Solo un día después Osma expresaba su satisfacción, quedando así concluido este conflicto. Aún así, tiempo después buques como el J. W. Paige y Sarah Chase, este armado, llegaron a Lobos para cargar guano, pese a la advertencia peruana.

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viernes, 18 de marzo de 2022

Los persas castigan a quienes no les ayudaron en la expedición contra los escitas (Heródoto, V, 26-27)

Pues bien, el tal Ótanes, el sujeto que se sentaba en el citado trono, sucedió por aquel entonces a Megabazo en el mando de las tropas, y se apoderó de las ciudades de los bizantinos y de los caícedonios, apoderándose también de Antandro, que se halla situada en la Tróade, así como de Lamponio; y, con unas naves que le proporcionaron los lesbios, se apoderó de Lemnos e Imbros, islas ambas que, por aquellas fechas, todavía se encontraban habitadas por pelasgos. A fe que los lemnios se batieron con verdadero denuedo, pero, a pesar de la resistencia que opusieron, al final fueron aniquilados. Entonces, a los lemnios supervivientes, los persas les impusieron como gobernador a Licareto, el hermano de Meandrio (aquel individuo que había detentado el poder en Samos). El tal Licareto murió en Lemnos en el ejercicio de su cargo * * *.Y por cierto que el móvil de la campaña era el siguiente: iba esclavizando y sometiendo a todos esos pueblos, bajo la acusación de que unos habían desertado durante la expedición contra Escitia, en tanto que otros habían hostigado al ejército de Darío cuando, desde dicho país, volvía de regreso.

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513 a. C., LA INVASIÓN PERSA DE UCRANIA

Es mucho lo que se sabe sobre las Guerras Médicas y las invasiones persas de Grecia, pero es menos conocido que años antes, hacia el 519 o el 513 a. C., Darío el Grande invadió el país de los escitas, en la actual Ucrania. 

Heródoto, nuestra principal fuente de información sobre la campaña que el Gran Rey aqueménida acaudilló contra los escitas, cuenta que la motivación de Darío era la de castigar a los escitas, ya que este pueblo había invadido Media casi un siglo antes. Sin embargo, podrían existir otras motivaciones, como la de expandir el Imperio persa, asegurar la frontera de su verdadero objetivo, Tracia, o hacerse con las minas de oro de aquella región. 

Distintos historiadores ofrecen otras informaciones. Justino dice que Darío quiso casarse con la hija del rey escita Jantiro, pero este se negó, por lo que Darío invadió Escitia. Por su parte, el historiador griego Ctesias narró en su Pérsica que Darío ordenó a Ariaramnes, sátrapa de Capadocia, que con treinta naves navegara hasta Escitia. Allí el sátrapa tomó cautivos, entre ellos al hermano del rey Escitarques. Este, enfurecido, escribió una carta insultante a Darío, el cual le respondió en el mismo tono. 

Volviendo a Heródoto, este cuenta que Darío reunió un ejército con tropas y naves de todo su Imperio. También ordenó tender un puente de pontones en el Bósforo Tracio, cerca de la actual Estambul. Artabano, hermano de Darío, le recomendó no atacar a los escitas, pero el rey no le hizo caso y emprendió el camino desde Susa, en la actual Irán. Darío llegó a Calcedonia, donde estaba tendido el puente. 

Según Heródoto, allí había reunido un ejército de 600 navíos y 700.000 hombres, u 800.000 según Ctesias, cifras evidentemente exageradas. Tras erigir dos estelas, Darío pasó a Europa y a continuación ordenó a sus vasallos jonios que navegaran por el Ponto, es decir, el Mar Negro, hasta llegar el río Istro, el moderno Danubio, el cual deberían remontar y tender un puente de barcas sobre el río. 

Por su parte Darío atravesó Tracia, llamada Skudra por los persas. Antes de llegar al Istro, algunos pueblos tracios se sometieron a Darío sin presentar batalla, mientras que a los getas hubo que reducirlos por las armas y luego se unieron al ejército persa. 

Cuando Darío llegó al Istro cruzó el río y ordenó que destruyeran el puente, quizás porqué pensaba regresar a Persia a través del Cáucaso. Sin embargo, le convencieron de que no lo hiciera, ya que este podría ser necesario en el futuro. De este modo, Darío encargó a los jonios que vigilaran el puente durante 60 días, tras lo cual tendrían permiso para regresar a sus hogares, mientras, él seguiría avanzando. Este avance quedaría atestiguado por una inscripción hallada en los años '30 en Transilvania. 

Entretanto, al darse cuenta los escitas de que sus fuerzas no sería suficientes para enfrentarse a los persas en una batalla campal, enviaron emisarios a los pueblos vecinos. Los reyes de estos pueblos se encontraban reunidos en asamblea para saber que hacer. Los emisarios escitas dijeron lo siguiente: “vosotros no debéis, bajo ningún concepto, permanecer indiferentes al margen del conflicto y permitir que seamos destruidos”. 

Entonces los reyes estudiaron el caso, pero se dividieron a la hora de decidir. Los gelonos, budinos y saurómatas juraron ayudar a los escitas. Por su parte, los agatirsos, neuros, andrófagos, melanclenos y tauros prometieron actuar solo sí se les atacaba. 

A continuación, los escitas decidieron no librar batalla campal contra los persas, sino retroceder constantemente, mientras cegaban pozos y fuentes, y destruían los pastos. También se acordó que se dividirían en dos grupos. Uno, dirigido por el rey Escópasis, junto a sus aliados saurómatas, debía retroceder hacia el río Tanais, el actual Don. El otro grupo, dirigido por los reyes Idantirso y Taxacis, junto a sus aliados gelonos y budinos, debían retroceder hasta el territorio de los pueblos que les habían negado su ayuda para así implicarlos en la guerra. Mientras, las mujeres, los niños y el ganado fueron evacuados hacia el norte. 

En su avance hacia el este en persecución del ejército de Escópasis, los persas no pudieron saquear nada, hasta que llegaron al país de los budinos, donde encontraron un ciudad de madera que quemaron. Más adelante, los persas llegaron a una región desértica, donde Darío ordenó construir ocho grandes fortines. De esta época dataría una inscripción en persa antiguo hallada cerca del Mar de Azov en 2016. 

Mientras tanto, los escitas dieron un rodeo por el norte y regresaron a Escitia. Entonces, Darío, al no encontrar rastro de los escitas, dio la orden de dejar los fortines a medio construir y regresar hacia el oeste. Allí se encontraron con el ejército de Idantirso y de Taxacis, al cual persiguieron, pero los escitas se retiraban continuamente hacia el territorio de aquellos pueblos que les negaron la ayuda. Estos, al ver el avance persa, huían a pesar de lo que habían dicho en la asamblea. Solo los agatirsos defendieron sus fronteras. 

Darío, cansado de perseguir a los escitas, les envió un jinete con el mensaje de que presentaran batalla o que por el contrario se sometieran y le ofreciera un tributo de tierra y agua. Idantirso respondió que si de verdad quería una batalla, saquearan las tumbas de sus antepasados, lo único de valor que tenían. Luego envió unos presentes a Darío. Se trataba de un pájaro, un ratón, una rana y cinco flechas. El Rey persa interpretó estos regalos como un gesto de sumisión, pero el noble Gobrias los interpretó como una advertencia. 

Mientras, los escitas decidieron atacar a los persas cada vez que estuvieran aprovisionándose de víveres. También comenzaron a hostigar el campamento de Darío, pero cuenta Heródoto, que el rebuzno de los asnos de los persas ahuyentaban a los caballos de los escitas. 

Entretanto, el ejército de Escópasis fue enviado al Istro para intentar alcanzar un acuerdo con los jonios. Así, los escitas hicieron prometer a los jonios que una vez acabado el plazo de 60 días fijado por Darío, regresarían a su país. 

Al mismo tiempo, en una parte confusa del relato de Heródoto, se dice que el otro ejército escita se presentó frente a los persas, pero el desorden se adueñó de sus filas. Darío, viendo aquel desorden, decidió regresar a su patria antes de que los escitas destruyeran el puente del Istro e impidieran su retirada. El Rey dio orden de encender fogatas aquella noche y de abandonar a los más fatigados para engañar a los escitas mientras que el resto del ejército emprendía la retirada hacia el Istro. 

Al llegar el día, aquellos soldados abandonados se rindieron, pero unos 80.000 serían masacrados por los escitas según Justino y Ctesias. A continuación, ambos ejércitos escitas juntos a sus aliados comenzaron a perseguir a los persas. Los escitas consiguieron adelantar a las tropas de Darío, he hicieron prometer a los jonios que no se habían ido acabados los 60 días, que destruirían el puente. Pero algunos de los jefes jonios, sabedores que eran tiranos de sus ciudades gracias a los persas, decidieron engañar a los escitas y fingir que destruían todo el puente, aunque solo lo hacían en parte. 

Entonces, los escitas, confiados en la palabra jonia, volvieron en busca de los persas, pero no consiguieron encontrarlos. Al mismo tiempo, los persas consiguieron llegar al Istro, los jonios repararon el puente y el ejército de Darío logró escapar. 

El Gran Rey atravesó Tracia, cruzó el Quersoneso y pasó a Asia. Aquí castigó a algunos griegos que se habían rebelado o habían desertado durante la expedición. En Europa quedó el persa Megabazo con algunas tropas para someter Macedonia y consolidar el dominio sobre Tracia.

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martes, 8 de marzo de 2022

1816-1817, EL PLAN ARGENTINO PARA CONQUISTAR PARAGUAY

De la convulsa historia de los primeros años de existencia de la Argentina y del Paraguay independientes es mucho lo que se ha dicho, pero es poco conocido el plan argentino para invadir el territorio paraguayo. Las ansias porteñas por volver a reunir todos los antiguos territorios del Virreinato del Río de la Plata alcanzaron en 1816, tras la fracasada expedición de Belgrano, un nuevo punto álgido con los planes del Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, para conquistar Paraguay, por entonces bajo la égida de José Gaspar Rodríguez de Francia. 

En algún momento de otoño de 1816 Pueyrredón contactó con el porteño Manuel José de Olavarrieta para obtener información sobre Paraguay. Este Olavarrieta, comerciante de profesión, había residido durante un tiempo en Paraguay, donde había tenido problemas por maltratar a un esclavo negro y donde había conocido a Francia, por lo que podría aportar importante información a Pueyrredón. En cambio, algunos historiadores apunta que fue Olavarrieta el que, por su odio a Francia, se ofreció a Pueyrredón para conspirar contra el Dictador de Paraguay. 

Sea como fuere, a partir de noviembre Olavarrieta comenzó a enviar a Pueyrredón una serie de informes sobre Paraguay y sobre como habría que proceder para tomar aquel país. En la primera de estas cartas decía: “... aquella provincia, en lo general, debe mirarse en su estado actual como una colonia europea y su jefe como uno de los virreyes opresores de la libertad americana”. Además, pintaba a Francia como a un hombre paranoico de ambición desmedida y afecto a españoles y portugueses. Más adelante, Olavarrieta afirmaba que Francia en una ocasión le contó que, en caso de caer en desgracia, tenía preparados barcos con los que huir a territorios portugueses con un millón y medio de pesos. 

A continuación, Olavarrieta proponía algunas medidas para hacer caer a Francia, como “cerrar el puerto y toda comunicación con el Paraguay”, embargar los bienes de los residentes en aquel país que hubiera en las Provincias Unidas o capturar cualquier buque que lleve frutos de Paraguay. Seguidamente decía Olavarrieta: “las circunstancias exigen imperiosamente que se declare la guerra al dictador del Paraguay”. Según la lógica de Olavarrieta, la declaración de guerra unida a las medidas de “embargo económico” harían que Francia perdiera apoyos, lo que desencadenaría, con apoyo porteño, su derrocamiento. 

Pensaba Olavarrieta que, tras la caída de Francia, Paraguay debería ser ocupado por tropas de las Provincias Unidas y colocar un gobierno títere para reducir a la obediencia a los paraguayos que estuvieran poco inclinados a la unión con Buenos Aires. Por último, Olavarrieta comunicaba a Pueyrredón que se trasladaría a Corrientes, desde donde comenzaría a fraguar la conspiración contra Francia. 

Tras algunas cartas más y reuniones con Pueyrredón, Olavarrieta desapareció de escena. La siguiente noticia que tenemos sobre él es sorprendente, pues había sido detenido y condenado a muerte en agosto de 1818 por conspirar contra Pueyrredón. Sin embargo, esta sentencia fue conmutada por el Congreso Nacional en diciembre. 

Pero los planes de Pueyrredón no se limitaron a sus contactos con Olavarrieta. De 1817 data un documento redactado por el mismo Pueyrredón en el que se esbozaban sus propósitos. En este documento, titulado “Proyecto para pacificar Santa Fe, dominar Entre Ríos y Corrientes y subyugar el Paraguay” el Director Supremo ponía de manifiesto sus intenciones. 

Pueyrredón pretendía, primero, mediante propaganda y, segundo, mediante las armas, separar Santa Fe y Entre Ríos de la Liga de los Pueblos Libres. A continuación, pasaría a Corrientes, a cuyas tropas incorporaría a su ejército. Seguidamente, en palabras de Pueyrredón, “aquí pues, es donde se presenta el campo más hermoso y fácil de escoger el mejor fruto de todo el trabajo, subyugando la rebelde provincia del Paraguay”. Según el Director Supremo, con su ejército de 5.000 hombres Paraguay “se sometería sin disparar un tiro”. 

Pueyrredón planeaba penetrar en Paraguay por el río y desembarcar en Villeta o Asunción. De Paraguay pretendía el porteño obtener grandes sumas de dinero de sus arcas, así como incorporar a su ejército 3 o 4.000 paraguayos, para destinarlos, al menos en parte, al ejército de Perú. Además, con esta acción, el Director Supremo pretendía escarmentar a los demás pueblos que disintieran de la política porteña. 

Para llevar a cabo estos planes Pueyrredón envió a Paraguay a un tal Balta Bargas para que preparará el movimiento subversivo en el interior del país. Sin embargo, su misión tuvo poco éxito y fue encarcelado y tal vez fusilado por Francia, que años después escribiría: “anteriormente por medio de Balta Bargas, el porteño Olavarrieta y otros maquinaron una conspiración para destruir el Gobierno...”. 

Así, debido a la caída de Olavarrieta y de Bargas y al contexto político-militar posterior, Pueyrredón abandonó su proyecto de invadir Paraguay y de reincorporar ese territorio a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

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lunes, 28 de febrero de 2022

1574, el gitano portugués Johao de Torres es deportado a Brasil.

 

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1763, EL PLAN PARA DEPORTAR A AMÉRICA A LOS GITANOS ESPAÑOLES

Como vimos en otro video, durante la historia de la América española los gitanos habían tenido, salvo excepciones, prohibido pasar al Nuevo Mundo, pero a mediados del siglo XVIII todo cambió y surgió la idea de deportar a los gitanos peninsulares a remotos territorios americanos. 

Ya desde el siglo XVI conocemos precedentes sobre la deportación de gitanos a América. Portugal llevó pequeños grupos a Brasil, los británicos hicieron lo mismo en sus plantaciones de Virginia, Jamaica y Barbados, e incluso hay noticias de que los suecos llevaron gitanos a su colonia de Delaware. 

En el caso de España, a mediados del siglo XVIII se sopesaron varias propuestas contra los gitanos. El Marqués de la Ensenada había expresado en 1748 sus intenciones respecto a “la extinción de los gitanos”. Poco después se pensó en enviarlos a las Indias, pero se manifestaron varios inconvenientes, entre ellos, que podrían pervertir a los indios o que podrían tiranizar “a los del país”. Sin embargo, se optó por una Prisión General. En julio 1749 tuvo lugar una Gran Redada en la que miles de gitanos fueron detenidos y enviados a presidios. 

Ese mismo año, un funcionario real propuso enviar a los gitanos a América para trabajar en las minas y cultivar las tierras. Poco después, Bernardo Ward, un irlandés asentado en España que llegó a ser Ministro, defendía en su libro “Obra Pía” que había que limpiar de gitanos el Reino y que lo mejor sería crear con ellos una colonia en América. Ward pensó asentarlos lejos del mar, en las riveras del Orinoco, en la actual Venezuela. Allí se podría, según Ward, establecer una pesquería que en poco tiempo podría abastecer a España, además, sin lugar a donde huir, los gitanos se acogerían en lo espiritual a los misioneros. 

Sin embargo, no sería hasta 1763 cuando la idea de deportar a los gitanos españoles a América cobró más fuerza. En junio el ministro Pedro Rodríguez de Campomanes expuso en un Expediente sus ideas sobre como actuar con los gitanos. Con el objetivo de aumentar la población de las Colonias y de desarraigar a una población que era considerada perniciosa, se decía en uno de los puntos de aquel Expediente: 

“Que los Gitanos dispersos por el Reyno se les destine (...) a ser transportados desde luego irremisiblemente a las Colonias de la Luisiana; Isla de Cuba; Santo Domingo; Puerto-Rico; la Margarita; Trinidad; a las orillas del Orinoco; población de la Bahía de San Julián; e islas de Juan Fernandez, en la Mar del Sur, donde se les dé porción de tierra, como a los demás Pobladores, dividiéndolos de modo, que en cada Pueblo residan pocas familias, para evitar todo rezelo en lo sucesivo, y haciéndolos separar, y casar con los habitantes del País, y embiandolos en cortas partidas, siendo ya adultos”. 

Pero la elección de estas colonias no era casual, pues se decía que “sería necesario hacer siempre una distinción, sin embargo, en la remesa de Gitanos a la America: en el Continente no deberían permitirse, y sí reducirles a las Islas, o a aquellas Colonias, tan remotas de los demás Establecimientos del Continente, que por su situación, no les permitiesen vagar,...” 

En otro punto se indicaba lo que había que hacer con los niños gitanos: 


“Los niños, niñas, y jovenes Gitanos, de los que están permitidos en el Reyno, y que en realidad no tenga oficio conocido, y no afectado, se deberían transportar generalmente a las mismas Colonias, e islas de America, en que hai tanta necesidad de población; y como son de tierna edad, casándoles reciprocamente con los naturales del Pais, y no entre sí, con la advertencia de no poner a muchos en cada Pueblo”. 

Sin embargo, Campomanes encontró la oposición del Fiscal Lope de Sierra y su plan quedó en punto muerto durante los siguientes años. Más tarde, en 1772, se aprobaron medidas contra los gitanos, aunque las ideas sobre la deportación quedaron en segundo plano, solo como una alternativa a su utilización en la Marina. 

Años después, José de Gálvez, ministro de Indias, consideró que deportar a los gitanos a América solo trasladaba el problema, no lo solucionaba, con lo que las ideas sobre la deportación parecían quedar desechadas, no obstante, en 1784 se volvió a sugerir la deportación de los gitanos, pero en esta ocasión, solo a la isla de Puerto Rico, si bien, de nuevo el proyecto se abandonó. 

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jueves, 24 de febrero de 2022

Pragmática de 1499 de los Reyes Católicos contra los gitanos.

 


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GITANOS, EL PUEBLO PROHIBIDO EN AMÉRICA

Durante la colonización de América hubo ciertos grupos que, considerados indeseables o peligrosos por las autoridades, tuvieron prohibido emigrar al Nuevo Mundo. Entre estas minorías estaban, como figura en las Instrucciones dadas en 1501 a Nicolás de Ovando, los moros, judíos, herejes, reconciliados y conversos, pero hubo otros grupos a los que también se les quedó vetado pasar a América: los gitanos. 

Aunque los gitanos tuvieron prohibido ir a América durante la mayor parte de la época colonial, en un principio esto no fue así. En 1498, en el tercer viaje de Colón, hubo un grupo de gitanos, los cuales quizás tomaron parte en la expedición colonizadora como parte del indulto concedido a los que viajaran con el genovés a La Española. 

Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, para que se prohibiera a los gitanos pasar a América. De 1568 es una Real Cédula en la que se ordena que los portugueses y los gitanos que estuvieran en América sin licencia fueran embarcados de inmediato rumbo a España. 

Poco después, en 1570, en paralelo a las medidas represivas adoptadas en los reinos peninsulares, el mismo rey publicó otra ley según la cual “no puedan pasar a las Indias ningunos gitanos, ni sus hijos, ni criados,...”. Sin embargo, hubo que esperar a 1581 para encontrar la ley más dura del rey Felipe contra los gitanos, en la que queda de manifiesto la opinión negativa hacia esta minoría. En esta ley se dice: 

“Nos somos informado que encubiertamente han pasado a algunas partes de las nuestras Indias Gitanos, y personas que andan en su trage y lengua usando de sus tratos y desconcertada vivienda, entre los Indios, a los cuales por su simplicidad engañan con facilidad: y porque habiéndose considerado los daños que causan en estos Reynos, se dio orden en recogerlos, y siendo aca en su ida y termino de tratar tan perjudicial, teniéndolos la justicia tan a la mano, se entiende que lo serán allá mucho más, por las grandes distancias que hay de unos pueblos a otros, con que se podrán encubrir y disimular sus hurtos, y no conviene que allá quede ninguno de ellos, os mandamos que con mucho cuidado os informéis y sepáis si en aquellas provincias hay alguno de la dicha nación, o que ande en el dicho trage, y habiéndolos, ordenareís que luego sean enviados a estos Reynos embarcándolos en los primeros navíos que vinieren a ellos con sus mugeres e hijos y criados, sin permitir que por ninguna vía ni causa que aleguen quede ninguno en estas partes, porque esta es nuestra voluntad”. 

Meses más tarde las autoridades americanas comenzaron a responder a esta orden. Juan López de Cepeda, presidente de la Real Audiencia de Charcas, en la actual Bolivia, informaba que en su territorio no había rastro de ningún gitano. Asimismo, Martín Enríquez, Virrey del Perú, y Lorenzo Suárez de Mendoza, Virrey de Nueva España, también informaban que en sus territorios no había ningún gitano, aunque años después, en 1607, sabemos que en Veracruz había una gitana que se dedicaba a la hechicería. 

Sin embargo, a pesar de la prohibición de que los gitanos pasaran a América, en 1587 tenemos noticias de que algunos habían llegado a la Real Audiencia de Quito, y aunque sorpresivamente lo habían hecho con licencia, fueron apresados y enviados a la justicia para que los mandaran a galeras. 

A pesar de que algunos gitanos llegaron a América como “llovidos”, o sea, como polizones, otros lo hicieron con permisos, por así decir, extraordinarios. Así, en 1602 tenemos conocimiento de un gitano que, a pesar de la prohibición, pasó con licencia junto a su familia a La Habana, y esto se debió a que era herrero, profesión muy demandada en el Nuevo Mundo. Otra de las formas que tuvieron los gitanos de viajar a América era sirviendo en la Flota de Indias, ya fuera de forma voluntaria como tambores y pífanos, o siendo forzados a servir en la Marina. 

Sin embargo, como veremos en el siguiente video, todo cambiaría a mediados del siglo XVIII, cuando todos los gitanos españoles a punto estuvieron de ser deportados a América. 

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miércoles, 16 de febrero de 2022

La toma de Candelaria por Andrés Artigas en 1815.

 



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PURIFICACIÓN, EL CAMPAMENTO-CAPITAL DE LA LIGA DE LOS PUEBLOS LIBRES (1815-1818)

A mediados de 1815, en el marco de la Guerra de Independencia de las Provincias del Río de la Plata y de las Guerras Civiles entre federalistas y unitarios nació un pueblo, Purificación, el campamento-capital de la Liga de los Pueblos Libres formada por José Gervasio Artigas, el cual había sido nombrado el 25 de abril de 1815 por el Cabildo de Montevideo “Patrono y Protector de la Libertad de los Pueblos”. 

Desde febrero de 1815 existía el temor a una expedición española que se dirigiera al Río de la Plata con el objetivo de reconquistar aquel territorio, por ello a partir del 2 de mayo el Cabildo de Montevideo tomo varias medidas defensivas, entre ellas confinar en el interior de la provincia a los españoles de la ciudad que no se adhirieran a los ideales de la revolución, y que mejor sitio para vigilar a estos potenciales enemigos que el lugar donde acampaba el ejército patriota. 

Así, el 28 de junio, desde Paysandú Artigas dio una orden, que pronto se extendió a los demás territorios de la Liga, para “tomar providencias sobre los europeos que se hallan en esos destinos, para reunirlos con los demás que están formando un pueblo por mi orden”. 

Este pueblo, situado cerca de la confluencia del Arroyo Hervidero con el río Uruguay, a unos 30 kilómetros al sur de Salto, estaba en un lugar estratégico, junto a una vía de comunicación fluvial, en una situación central, a medio camino entre todos los territorios que estaban bajo la egida de Artigas y desde el que acudir más rápidamente a la defensa de cualquier territorio de la Liga. 

Y aunque su localización exacta aún es dudosa, algún historiador menciona haber visto en la zona un foso que, en época de Artigas, constaba en cada una de sus esquinas con un baluarte artillado. Investigaciones recientes, en base a algunos restos arqueológicos, sitúan Purificación en la conocida como “Tala de Artigas”. 

A mediados de 1815 el peligro de invasión española ya se había disipado, por lo que los desterrados que llegaban a Purificación ya no lo hacían por seguridad, sino más bien para purgar sus crímenes contra la nueva nación, de ahí quizás el nombre del sitio, que en palabras de Artigas “es el lugar destinado para su purificación”. Allí, donde estaba previsto que arraigaran y cultivaran la tierra, fueron conducidos desde finales de mayo sobre todo los más notables, junto a sus bienes y familias, aunque fueron muchos los huidos, excluidos e indultados. 

Sobre Purificación, donde fueron asentados aquellos desafectos al nuevo sistema, surgió una leyenda negra que calificaba al lugar como “de pasados dolores, de pálidas enfermedades, (…) de la harapienta pobreza...”, un lugar donde existían cepos, se degollaba, se azotaba y se enchalecaba. Sin embargo, los expertos en el tema niegan el maltrato a los confinados, aunque esto contrastaría con algunas fugas documentadas. 

Para la construcción de Purificación Artigas solicitó en varias ocasiones materiales y herramientas a Montevideo. Más adelante pidió distintos elementos para crear una escuela y una iglesia. 

Un comerciante inglés contaría que Artigas “tenía alrededor de 1.500 seguidores andrajosos en su campamento que actuaban en la doble capacidad de infantes y jinetes. Eran indios principalmente sacados de los decaídos establecimientos jesuíticos, admirables jinetes y endurecidos en toda clase de privaciones y fatigas”, y añadía que al principio el campamento de Artigas “lo formaban filas de toldos de cuero y ranchos de barro; y éstos, con una media docena de casuchas de mejor aspecto, constituían lo que se llamaba Villa de la Purificación”. 

Sin embargo, gracias al comercio de cuero el lugar fue prosperando poco a poco. Muchas de las ganancias de aquel negocio eran invertidas en comprar armas y municiones, ya que desde el Cuartel General de Purificación se planeaba la resistencia contra el Directorio de Buenos Aires y contra los portugueses. 

Pocas semanas después de la fundación de Purificación se reunió el Congreso de Oriente, también conocido como Congreso de los Pueblos Libres o Congreso de Arroyo de la China, al que acudieron diputados de la Banda Oriental, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe. 

A partir de estas fechas es común que en la correspondencia se llame a Artigas Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, aunque es un título usado desde antes. 

En septiembre, como podemos ver en la correspondencia de Purificación, Andrés Artigas arrebató a los paraguayos el pueblo de Candelaria y semanas más tarde vemos al Protector Artigas, tras los desórdenes ocurridos en Corrientes, poner orden en este territorio desde su Cuartel General, a donde fueron mandados algunos de los insurrectos. 

Ya en 1816 tenemos muchas informaciones sobre como se organizó desde Purificación la defensa de la provincia, por ejemplo, el 26 de enero Artigas ordenó la creación de un Cuerpo de Milicias con vecinos de Santa Lucía y Yí que estaría bajo el mando de su hermano, Manuel Francisco. Un día más tarde solicitó armamento al Gobernador Miguel Barreiro y realizó gestiones ante el Cabildo de Montevideo para crear Escuadrones de Caballería. 

En ese mes el Gobierno de Buenos Aires, con el que había buenas relaciones en ese momento, pidió tropas a Artigas para hacer frente a los españoles en las Provincias Interiores, los cuales habían aplastado al ejército de José Rondeau unas semanas antes en Sipe-Sipe, en la actual Bolivia. Artigas respondió lamentándose que se le considerase amigo en los momentos adversos y enemigo en los de conciliación. 

También en aquella época podemos leer correspondencia entre Purificación y Montevideo sobre la campaña de vacunación contra la viruela que se estaba organizando en los territorios de la Liga. 

Asimismo, en aquellas fechas, junto a muchos de sus hombres, fue enviado preso a Purificación el general porteño Juan José Viamonte, el cual había tomado Santa Fe el año anterior pero había sido derrotado en marzo. Igual suerte corrieron tiempo antes el barón Holmberg y algunos miembros del Cabildo de Montevideo. 

Desde comienzos de verano podemos ver a Artigas preparar a la provincia contra la futura invasión portuguesa. Entre otras medidas, ordenó a Andrés Artigas ir a las Misiones Orientales y al Cabildo de Montevideo demoler las murallas si la ciudad estuviera en peligro de ser tomada. Asimismo, convirtió Purificación en el centro de recursos bélicos para todos los frentes y mandó el decomiso de los bienes de los portugueses de la provincia. 

En junio la población de Purificación creció con la llegada de cientos de indios abipones y en julio Artigas, conocedor de la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas durante el Congreso de Tucumán, escribió al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón para comunicarle que la Banda Oriental hacía más de un año había enarbolado su estandarte tricolor y juró su independencia absoluta. 

En estas fechas ya tenemos noticias de los primeros barcos corsarios armados contra los portugueses y los españoles. Durante los siguientes meses fueron expedidas nuevas patentes de corso, como las dadas en Purificación en septiembre y noviembre de 1817 a Amado Rosignele y al estadounidense John Clark. 

En agosto llegaron desde Buenos Aires auxilios bélicos a Purificación, sin embargo, Artigas reprochó a Pueyrredón el ataque del porteño Eustoquio Díaz Vélez a Santa Fe. Poco después, Viamonte, preso en Purificación, escribió a Pueyrredón sobre la conveniencia de que todas las provincias hicieran causa común contra la invasión portuguesa. 

Mientras tanto los portugueses comenzaron a invadir la Banda Oriental por el norte. Desde Purificación José María Gorgonio Aguiar solicitó caballos a Corrientes e informaba que Artigas, que había decicidio llevar la guerra al territorio brasileño, se encontraba sobre el Ibirapuitã, en Río Grande del Sur. 

A finales de octubre, en Carumbé, Artigas fue duramente derrotado y en noviembre el Protector decidió concentrar en Purificación los mayores recursos para enfrentar la invasión portuguesa, que desde el norte y la costa avanzaban por territorio oriental. 

A principios de enero de 1817, tras la Batalla de Arapey, llegó a Purificación la noticia de la dura derrota del Catalán frente a los portugueses, de la cual Artigas responsabilizó a los correntinos y entrerrianos. Artigas de inmediato comenzó a reunir más fuerzas, aunque nada pudo hacer para evitar la capitulación de Montevideo. La guerra siguió aquel año y los reos, algunos para servir en el ejército artiguista, fueron llegando a Purificación durante esos meses. 

En julio Artigas escribió al Dr. Francia, Dictador de Paraguay, proponiéndole unir fuerzas contra los portugueses. Poco después, se firmó en Purificación un Convenio de Libre Comercio con los ingleses y desde finales de año podemos ver en la correspondencia emanada desde Purificación el inicio del conflicto con Buenos Aires en la provincia de Entre Ríos. 

En las primeras semanas de 1818 Artigas sigue en Purificación planificando la guerra contra los portugueses. Hacia mediados de marzo el Protector evacuó Purificación definitivamente y se trasladó a Guaviyú. A principios de abril el portugués Joaquim Xavier Curado informaba de su llegada a Purificación, donde izó la bandera portuguesa y donde las fuerzas luso-brasileñas permanecieron durante los siguientes meses. Luego, el campamento de Purificación quedó abandonado. La guerra aún duraría dos años más y Artigas acabó por refugiarse en Paraguay.

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miércoles, 9 de febrero de 2022

¿Petróleo venezolano para Hitler?

 


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VENEZUELA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Aunque pudiera pensarse que Venezuela estuvo alejada de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que su riqueza petrolífera hizo que la guerra llegara hasta sus mismísimas fronteras. 

La primera noticia que tenemos sobre Venezuela y la Segunda Guerra Mundial es del 4 de septiembre de 1939, poco después del comienzo del conflicto, cuando el presidente Eleazar López decretó la neutralidad de su país. 

La siguiente noticia destacable sobre Venezuela en este periodo es de junio de 1940, cuando un mercante italiano fue atacado en el Golfo de Venezuela por un buque francés, por lo que el gobierno protestó. Poco después la tripulación de otra nave de la Italia fascista encalló e incendió su propio barco en la Barra de Maracaibo para evitar que fuera capturado. 

Meses más tarde, en marzo de 1941, tres barcos italianos refugiados en Puerto Cabello fueron incendiados por sus tripulaciones ante el temor de que fueran incautados por las autoridades venezolanas. Igual suerte corrió el barco alemán Sesostris internado en aquel puerto, mientras que otros dos barcos, uno italiano y otro alemán, no sufrieron daños. Tiempo después serían incautados, reflotados y vendidos. 

En junio tenemos noticias sobre un barco finlandés que, perseguido por un buque británico, se refugió en Venezuela. 

El 9 de diciembre, tras el ataque japonés a Pearl Harbor del día 7, el nuevo presidente venezolano, Isaías Medina, se dirigió a la nación y condenó el ataque. Asimismo se autorizó el uso del espacio aéreo y de los puertos venezolanos a los aviones y barcos estadounidenses. En este mismo año Estados Unidos creó, dentro del Comando de Defensa del Caribe, el “Sector Trinidad”, en el que se englobaban Venezuela, las Guayanas, Trinidad y las Antillas Holandesas. 

El 31 de diciembre el Gobierno de Venezuela rompió relaciones con los países del Eje. Poco después, en enero de 1942, durante la Conferencia de Río de Janeiro, Venezuela y otros países propusieron que todas las naciones del continente rompieran relaciones con las potencias del Eje. 

Por un Acuerdo firmado el 15 de enero entre Venezuela y Estados Unidos para proteger las instalaciones petroleras se colocaron en Puerto La Cruz y Las Piedras baterías que fueron operadas por tropas estadounidenses de la VELLUM FORCE. También se dio permiso a los estadounidenses para usar ciertos aeródromos venezolanos desde los que sus aviones pudieran perseguir a los submarinos del Eje. Asimismo, hay noticias sobre la colocación de minas entre Venezuela y Trinidad para cerrar la navegación en el Golfo de Paria. 

En estas fechas el Gobierno venezolano comenzó a fiscalizar el movimiento de los fondos pertenecientes a súbditos del Eje; liquidó o expropió empresas comerciales, industriales y de transporte pertenecientes a ellos. Igualmente, ante el peligro de una “Quinta Columna”, se dictaron disposiciones para vigilar y refrenar actividades de personas extranjeras o nacionales que pudiesen poner en peligro la seguridad de cualquier país americano, lo que derivó, como en otros países de la región, en la detención, internación y deportación de ciudadanos alemanes, italianos y japoneses. 

En febrero, pese a las reticencias iniciales venezolanas, Estados Unidos, el gobierno neerlandés en el exilio y Venezuela, llegaron a un acuerdo para la defensa conjunta de Curaçao y Aruba, donde se refinaba el petróleo venezolano. 

En marzo, Venezuela y los Estados Unidos firmaron un Acuerdo de Ayuda Mutua para la Prosecución de la Guerra por el cual los norteamericanos establecían las condiciones de pago del material de defensa que el ejército venezolano adquiriera. Ese mes la revista Life publicó un supuesto plan alemán para invadir Estados Unidos a través de Sudamérica y las costas venezolanas. 

En aquel tiempo, Gran Bretaña transfirió a Venezuela la pequeña Isla de Patos, en el Golfo de Paria, la cual también fue artillada por los Estados Unidos y entró a formar parte del sistema de defensa anti-submarinos. Sin embargo, esto no impidió que entre 1942 y 1944, en varias oleadas, los submarinos nazis hundieran en aguas venezolanas decenas de barcos de varias nacionalidades, sobre todo mercantes y petroleros, vitales estos para los aliados. 

El 16 de febrero, durante la conocida como Operación Neuland, una primera oleada de submarinos nazis llevaron a cabo un ataque a gran escala en aguas venezolanas y de las Antillas Holandesas. Con el objetivo de dañar la industria petrolera fueron atacadas las refinerías de Curaçao y Aruba y varios barcos, entre ellos el petrolero Monagas, de bandera venezolana. Este buque, con una mayoría de tripulación venezolana, fue torpedeado por el U-502 y se hundió frente a la península de Paraguaná con varios marineros. En el rescate de los náufragos participó otro barco venezolano, el cañonero General Urdaneta

Durante la segunda oleada de ataques podemos citar varios hundimientos: el 17 de abril fue hundido el petrolero Heinrich von Riedemann panameño que había salido de La Guaira. Poco después, el 29, el Harry G. Seidel panameño que se dirigía a Caripito fue hundido por el U-66 cerca del archipiélago de Los Testigos. El 14 de mayo el Brabant belga, junto a 21 de sus tripulantes, fue hundido al noreste de Los Testigos. El 9 de junio el Bruxelles belga y el Franklin K. Lane estadounidense fueron hundidos entre Maiquetía y Gran Roque. 

El 19 de agosto, durante la tercera oleada, fue hundido el barco de pasajeros británico Sea Gull D., consiguiendo varios de los supervivientes llegar a Puerto Cabello. 

Durante la cuarta oleada los ataques se concentraron en la zona comprendida entre Trinidad y la Guayana Británica. El 24 de septiembre, al noreste de Isla Corocoro fue hundido el mercante estadounidense Antinous. Poco después, el 28, el Alcoa Mariner fue hundido al noreste de la desembocadura del Orinoco. El 7 de noviembre el mercante británico Lindenhall fue hundido junto 43 de sus tripulantes al noreste de Isla de Margarita. El 27, frente al delta del Orinoco, el ataque al mercante Clan Macfadyen se cobró 82 vidas. 

A partir de esta fecha los ataques se redujeron, pero tenemos noticias de que durante la quinta oleada el petrolero holandés Rosalia que navegaba desde Maracaibo a Curaçao fue hundido por el U-615 el 23 de julio de 1943. Este submarino fue a su vez hundido por aviones estadounidenses en agosto, al norte de la Isla de la Blanquilla, no sin antes abatir una de las aeronaves. 

Más tarde en 1944 todavía se produjeron ataques, como en el que fue hundido el Casandra el 11 de junio, un petrolero que se dirigía de Maracaibo a Curaçao. 

En este año se produjeron dos incidentes entre los Aliados y Venezuela. En mayo el cañonero General Soublette fue atacado por accidente por los estadounidenses. En junio aviones estadounidenses bombardearon la Isla de Patos durante un ejercicio militar. 

Pero no solo en aguas venezolanas la Segunda Guerra Mundial afectó al país sudamericano. El 15 de febrero 1942 el mercante brasileño Buarque, con varias victimas venezolanas, fue hundido frente a las costas de Virginia. Un mes más tarde el petrolero venezolano Catatumbo salvó la vida de varios náufragos norteamericanos cuyo barco había sido hundido frente a las costas de Carolina del Norte. 

Mientras la guerra submarina golpeaba a Venezuela, su actividad diplomática no cesaba. En noviembre de 1942 Venezuela rompió relaciones con la Francia de Vichy, lo que contrasta con el Convenio Comercial firmado en septiembre con la España franquista, país que mantenía estrechos lazos con las potencias del Eje. Tras la firma de este Convenio, comenzó a llegar a España el combustible venezolano, el cual era, según la prensa del exilio español en México, entregado a Hitler en secreto. 

A principios de 1943 Venezuela reconoció al gobierno checoslovaco en el exilio. Durante ese año el gobierno venezolano y el estadounidense firmaron varios acuerdos para abastecer a los Aliados de ciertos suministros esenciales y materias estratégicas para la guerra, como cinchona, diamantes, caucho, café y alimentos. 

En septiembre de 1944 los alemanes fusilaron en el norte de Italia el prelado venezolano Salvador Montes de Oca. Aquel asesinato, junto a las presiones norteamericanas, llevaron a las autoridades venezolanas a declarar a mediados de febrero de 1945 la guerra a la Alemania nazi y al Imperio del Japón. Poco antes, el 10 de febrero, el cónsul honorario de Venezuela en Manila, Alberto Delfino, fue asesinado junto a su familia por las tropas japonesas, lo que provocó la protesta venezolana en abril. 

Finalmente, el 8 de mayo de 1945, un día después de la rendición alemana, el presidente Medina declaró “día de fiesta oficial en todo el territorio de la República”.

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miércoles, 2 de febrero de 2022

LEY de 24 de Mayo DE 1852. SOBRE LA INVASION QUE SE HACE EN LA REPUBLICA DEL ECUADOR, AMENAZA LA PAZ Y LA TRANQUILIDAD DE VENEZUELA Y LA NUEVA GRANADA.

 


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1852, LOS CHILENOS QUE FUERON ENGAÑADOS PARA INVADIR ECUADOR

En 1846 Juan José Flores, expresidente de Ecuador, intentó invadir este país con ayuda española e instaurar una monarquía. El proyectó no se llevó a cabo, pero años después intentaría de nuevo invadir Ecuador pero, esta vez, con la insólita ayuda de cientos de chilenos que fueron engañados para ello. 

Desde febrero del año 1852 se tenían noticias de que el General Flores, con ayuda de Perú, pretendía derrocar al Jefe Supremo de Ecuador, José María Urbina, y para ello estaba preparando una flotilla en el puerto peruano de El Callao para asaltar Guayaquil. Sabido esto, Urbina publicó un decreto el 27 de febrero en el que declaraba piratas a todos los que participasen en la expedición. 

La flotilla de Flores estaba formada por el “Chile”, el “Almirante Blanco”, el “Luna”, el “Esperanza” y otras pequeñas naves. En estos buques fueron embarcados algunos europeos, estadounidenses, emigrados ecuatorianos y un buen número de chilenos que se encontraban en Perú, donde estaban refugiados por motivo de la guerra civil de su país del año anterior. 

También se reclutaron hombres en los puertos chilenos de Copiapó y Valparaíso. En esta ciudad los colaboradores de Flores se encontraban desde principios del año alistando cientos de hombres para la expedición. Muchos de los chilenos reclutados se alistaron para huir de la persecución política desencadenada en su país desde el año anterior a causa de la guerra civil. 

Pero cuando la la nave floreana “Lyons” estaba a punto de zarpar de aquel puerto, la mayoría de los reclutados, viendo la poca preparación de la expedición, decidieron no embarcar. Para solucionar este problema, los hombres de Flores lanzaron el engaño de que el viaje era hacia las minas de oro de California. De este modo, consiguieron reunir hasta 300 hombres y zarparon el 1 de marzo hacia el puerto peruano de Ancón. 

Desde aquí debían dirigirse a las Islas de Lobos, lugar de reunión de la flotilla de Flores, pero por el camino se produjo una insurrección de los chilenos que habían descubierto que iban a combatir a Ecuador y no a California. Los amotinados decidieron ir al puerto más cercano, Lambayeque, pero allí se encontraron con otros barcos de Flores, los que pudieron acabar con el motín. Entonces hizo acto de presencia Flores, el cual, para convencerles, dijo que no tenía intención de hacer la guerra en Ecuador, que solo quería recobrar el poder y que en los chilenos no buscaba soldados, sino hábiles trabajadores. A continuación, las naves se dirigieron a las Islas de Lobos. 

Mientras tanto, otra nave, el “Pájaro”, con nuevos reclutas partió desde Valparaíso hacia el entonces puerto boliviano de Cobija. En este puerto se pretendían reclutar más hombres, pero cuando los chilenos que allí residían avisaron a sus compatriotas de que en realidad iban a luchar a Ecuador, muchos desembarcaron, por lo que la nave tuvo que partir con premura hacia El Callao para evitar nuevas deserciones. En El Callao sucedió lo mismo, por lo cual el barco zarpó hacia las Islas de Lobos. 

En Lobos se procedió a organizar el pequeño ejército formado mayormente por chilenos, por lo que Flores llamó a este batallón “Leones de Chile”. A continuación, la expedición se dirigió a Tumbes, ciudad peruana próxima a Ecuador. En las cercanías de este lugar una de las naves de Flores fue capturada por bandidos ecuatorianos y otra encalló en la costa. 

Después, a principios de abril, la flotilla de Flores apareció frente a la Isla de Puná. Tras desembarcar algunos hombres en esta isla, en los días sucesivos la expedición floreana realizó pequeñas operaciones y desembarcos en distintos puntos del Golfo de Guayaquil. Sin embargo, Flores, no se decidió a atacar la ciudad del mismo nombre y la flotilla permaneció fondeada en Puná. 

Durante este tiempo surgió el descontento entre los expedicionarios, algunos de los cuales comenzaron a desertar en pequeños grupos. Especialmente numeroso fue un grupo de decenas de chilenos que abandonó a Flores en el pueblo de El Morro. A finales de abril Flores había enviado una compañía de chilenos a este lugar. Pero una vez tomado el pueblo, parte de las fuerzas decidieron desertar e ir a Guayaquil, donde informaron que fueron engañados con la promesa de ir a California y que muchos chilenos se encontraban retenidos en el “Lyons”. Poco después, otro grupo de chilenos parece que intentó amotinarse en esta nave, pero fueron reprimidos por los leales a Flores. 

Mientras, durante los casi tres meses en los que Flores esperó a que Guayaquil se pronunciara a su favor, el gobierno de Urbina tuvo tiempo de preparar la defensa de la ciudad. No fue hasta mediados de junio cuando la flotilla de Flores avanzó hacia Guayaquil, donde tuvo lugar un breve intercambio de cañonazos. A finales de mes se repitió el intercambio de disparos y un desembarco de floreanos en la hacienda Josefina. 

El 3 de julio explotó por accidente una de las naves de Flores, la “Providence”, recién llegada de Paita y tripulada por norteamericanos. Un día después Flores se decidió a lanzar el ataque definitivo al sur de Guayaquil, aunque las fuerzas de Urbina consiguieron repeler a los floreanos, que tuvieron que retroceder hasta Puná. Entonces Flores decidió ir al sur y desembarcar de improviso en Machala, donde sus hombres se dedicaron al pillaje. Sin embargo, la victoria no fue completa, pues la población se enfrentó a ellos y les hostigó continuamente. 

El día 18 más de 100 miembros de la tripulación del vapor “Chile”, en su mayoría chilenos, se amotinaron y mandaron a tierra a los que no se les unieron, abandonando así la expedición de Flores. Entonces se dirigieron a Guayaquil con banderas blancas y entregaron la nave a las autoridades ecuatorianas. A continuación, el Gobierno de Ecuador entregó una gratificación a los que entregaron el “Chile”. 

Viéndolo todo perdido, el resto de la flotilla se dispersó y se dirigió a Perú, donde muchos chilenos quedaron abandonados. Flores, abandonado en Machala, decidió entonces huir por tierra a Tumbes, en Perú, siendo perseguido en todo momento por un destacamento ecuatoriano. 

Por último, cabe señalar el destino de los chilenos de la expedición de Flores. Los que quedaron abandonados en Perú fueron conducidos a su país por orden de las autoridades peruanas. De los chilenos que habían quedado en Guayaquil, algunos volvieron a su país y otros finalmente viajaron a la ansiada California, como fue el caso del famoso General Dinamita de la Guerra del Pacífico.

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