En 1846 Juan José Flores, expresidente de Ecuador, intentó invadir este país con ayuda española e instaurar una monarquía. El proyectó no se llevó a cabo, pero años después intentaría de nuevo invadir Ecuador pero, esta vez, con la insólita ayuda de cientos de chilenos que fueron engañados para ello.
Desde febrero del año 1852 se tenían noticias de que el General Flores, con ayuda de Perú, pretendía derrocar al Jefe Supremo de Ecuador, José María Urbina, y para ello estaba preparando una flotilla en el puerto peruano de El Callao para asaltar Guayaquil. Sabido esto, Urbina publicó un decreto el 27 de febrero en el que declaraba piratas a todos los que participasen en la expedición.
La flotilla de Flores estaba formada por el “Chile”, el “Almirante Blanco”, el “Luna”, el “Esperanza” y otras pequeñas naves. En estos buques fueron embarcados algunos europeos, estadounidenses, emigrados ecuatorianos y un buen número de chilenos que se encontraban en Perú, donde estaban refugiados por motivo de la guerra civil de su país del año anterior.
También se reclutaron hombres en los puertos chilenos de Copiapó y Valparaíso. En esta ciudad los colaboradores de Flores se encontraban desde principios del año alistando cientos de hombres para la expedición. Muchos de los chilenos reclutados se alistaron para huir de la persecución política desencadenada en su país desde el año anterior a causa de la guerra civil.
Pero cuando la la nave floreana “Lyons” estaba a punto de zarpar de aquel puerto, la mayoría de los reclutados, viendo la poca preparación de la expedición, decidieron no embarcar. Para solucionar este problema, los hombres de Flores lanzaron el engaño de que el viaje era hacia las minas de oro de California. De este modo, consiguieron reunir hasta 300 hombres y zarparon el 1 de marzo hacia el puerto peruano de Ancón.
Desde aquí debían dirigirse a las Islas de Lobos, lugar de reunión de la flotilla de Flores, pero por el camino se produjo una insurrección de los chilenos que habían descubierto que iban a combatir a Ecuador y no a California. Los amotinados decidieron ir al puerto más cercano, Lambayeque, pero allí se encontraron con otros barcos de Flores, los que pudieron acabar con el motín. Entonces hizo acto de presencia Flores, el cual, para convencerles, dijo que no tenía intención de hacer la guerra en Ecuador, que solo quería recobrar el poder y que en los chilenos no buscaba soldados, sino hábiles trabajadores. A continuación, las naves se dirigieron a las Islas de Lobos.
Mientras tanto, otra nave, el “Pájaro”, con nuevos reclutas partió desde Valparaíso hacia el entonces puerto boliviano de Cobija. En este puerto se pretendían reclutar más hombres, pero cuando los chilenos que allí residían avisaron a sus compatriotas de que en realidad iban a luchar a Ecuador, muchos desembarcaron, por lo que la nave tuvo que partir con premura hacia El Callao para evitar nuevas deserciones. En El Callao sucedió lo mismo, por lo cual el barco zarpó hacia las Islas de Lobos.
En Lobos se procedió a organizar el pequeño ejército formado mayormente por chilenos, por lo que Flores llamó a este batallón “Leones de Chile”. A continuación, la expedición se dirigió a Tumbes, ciudad peruana próxima a Ecuador. En las cercanías de este lugar una de las naves de Flores fue capturada por bandidos ecuatorianos y otra encalló en la costa.
Después, a principios de abril, la flotilla de Flores apareció frente a la Isla de Puná. Tras desembarcar algunos hombres en esta isla, en los días sucesivos la expedición floreana realizó pequeñas operaciones y desembarcos en distintos puntos del Golfo de Guayaquil. Sin embargo, Flores, no se decidió a atacar la ciudad del mismo nombre y la flotilla permaneció fondeada en Puná.
Durante este tiempo surgió el descontento entre los expedicionarios, algunos de los cuales comenzaron a desertar en pequeños grupos. Especialmente numeroso fue un grupo de decenas de chilenos que abandonó a Flores en el pueblo de El Morro. A finales de abril Flores había enviado una compañía de chilenos a este lugar. Pero una vez tomado el pueblo, parte de las fuerzas decidieron desertar e ir a Guayaquil, donde informaron que fueron engañados con la promesa de ir a California y que muchos chilenos se encontraban retenidos en el “Lyons”. Poco después, otro grupo de chilenos parece que intentó amotinarse en esta nave, pero fueron reprimidos por los leales a Flores.
Mientras, durante los casi tres meses en los que Flores esperó a que Guayaquil se pronunciara a su favor, el gobierno de Urbina tuvo tiempo de preparar la defensa de la ciudad. No fue hasta mediados de junio cuando la flotilla de Flores avanzó hacia Guayaquil, donde tuvo lugar un breve intercambio de cañonazos. A finales de mes se repitió el intercambio de disparos y un desembarco de floreanos en la hacienda Josefina.
El 3 de julio explotó por accidente una de las naves de Flores, la “Providence”, recién llegada de Paita y tripulada por norteamericanos. Un día después Flores se decidió a lanzar el ataque definitivo al sur de Guayaquil, aunque las fuerzas de Urbina consiguieron repeler a los floreanos, que tuvieron que retroceder hasta Puná. Entonces Flores decidió ir al sur y desembarcar de improviso en Machala, donde sus hombres se dedicaron al pillaje. Sin embargo, la victoria no fue completa, pues la población se enfrentó a ellos y les hostigó continuamente.
El día 18 más de 100 miembros de la tripulación del vapor “Chile”, en su mayoría chilenos, se amotinaron y mandaron a tierra a los que no se les unieron, abandonando así la expedición de Flores. Entonces se dirigieron a Guayaquil con banderas blancas y entregaron la nave a las autoridades ecuatorianas. A continuación, el Gobierno de Ecuador entregó una gratificación a los que entregaron el “Chile”.
Viéndolo todo perdido, el resto de la flotilla se dispersó y se dirigió a Perú, donde muchos chilenos quedaron abandonados. Flores, abandonado en Machala, decidió entonces huir por tierra a Tumbes, en Perú, siendo perseguido en todo momento por un destacamento ecuatoriano.
Por último, cabe señalar el destino de los chilenos de la expedición de Flores. Los que quedaron abandonados en Perú fueron conducidos a su país por orden de las autoridades peruanas. De los chilenos que habían quedado en Guayaquil, algunos volvieron a su país y otros finalmente viajaron a la ansiada California, como fue el caso del famoso General Dinamita de la Guerra del Pacífico.
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