Como vimos en otro video, durante la historia de la América española los gitanos habían tenido, salvo excepciones, prohibido pasar al Nuevo Mundo, pero a mediados del siglo XVIII todo cambió y surgió la idea de deportar a los gitanos peninsulares a remotos territorios americanos.
Ya desde el siglo XVI conocemos precedentes sobre la deportación de gitanos a América. Portugal llevó pequeños grupos a Brasil, los británicos hicieron lo mismo en sus plantaciones de Virginia, Jamaica y Barbados, e incluso hay noticias de que los suecos llevaron gitanos a su colonia de Delaware.
En el caso de España, a mediados del siglo XVIII se sopesaron varias propuestas contra los gitanos. El Marqués de la Ensenada había expresado en 1748 sus intenciones respecto a “la extinción de los gitanos”. Poco después se pensó en enviarlos a las Indias, pero se manifestaron varios inconvenientes, entre ellos, que podrían pervertir a los indios o que podrían tiranizar “a los del país”. Sin embargo, se optó por una Prisión General. En julio 1749 tuvo lugar una Gran Redada en la que miles de gitanos fueron detenidos y enviados a presidios.
Ese mismo año, un funcionario real propuso enviar a los gitanos a América para trabajar en las minas y cultivar las tierras. Poco después, Bernardo Ward, un irlandés asentado en España que llegó a ser Ministro, defendía en su libro “Obra Pía” que había que limpiar de gitanos el Reino y que lo mejor sería crear con ellos una colonia en América. Ward pensó asentarlos lejos del mar, en las riveras del Orinoco, en la actual Venezuela. Allí se podría, según Ward, establecer una pesquería que en poco tiempo podría abastecer a España, además, sin lugar a donde huir, los gitanos se acogerían en lo espiritual a los misioneros.
Sin embargo, no sería hasta 1763 cuando la idea de deportar a los gitanos españoles a América cobró más fuerza. En junio el ministro Pedro Rodríguez de Campomanes expuso en un Expediente sus ideas sobre como actuar con los gitanos. Con el objetivo de aumentar la población de las Colonias y de desarraigar a una población que era considerada perniciosa, se decía en uno de los puntos de aquel Expediente:
“Que los Gitanos dispersos por el Reyno se les destine (...) a ser transportados desde luego irremisiblemente a las Colonias de la Luisiana; Isla de Cuba; Santo Domingo; Puerto-Rico; la Margarita; Trinidad; a las orillas del Orinoco; población de la Bahía de San Julián; e islas de Juan Fernandez, en la Mar del Sur, donde se les dé porción de tierra, como a los demás Pobladores, dividiéndolos de modo, que en cada Pueblo residan pocas familias, para evitar todo rezelo en lo sucesivo, y haciéndolos separar, y casar con los habitantes del País, y embiandolos en cortas partidas, siendo ya adultos”.
Pero la elección de estas colonias no era casual, pues se decía que “sería necesario hacer siempre una distinción, sin embargo, en la remesa de Gitanos a la America: en el Continente no deberían permitirse, y sí reducirles a las Islas, o a aquellas Colonias, tan remotas de los demás Establecimientos del Continente, que por su situación, no les permitiesen vagar,...”
En otro punto se indicaba lo que había que hacer con los niños gitanos:
“Los niños, niñas, y jovenes Gitanos, de los que están permitidos en el Reyno, y que en realidad no tenga oficio conocido, y no afectado, se deberían transportar generalmente a las mismas Colonias, e islas de America, en que hai tanta necesidad de población; y como son de tierna edad, casándoles reciprocamente con los naturales del Pais, y no entre sí, con la advertencia de no poner a muchos en cada Pueblo”.
Sin embargo, Campomanes encontró la oposición del Fiscal Lope de Sierra y su plan quedó en punto muerto durante los siguientes años. Más tarde, en 1772, se aprobaron medidas contra los gitanos, aunque las ideas sobre la deportación quedaron en segundo plano, solo como una alternativa a su utilización en la Marina.
Años después, José de Gálvez, ministro de Indias, consideró que deportar a los gitanos a América solo trasladaba el problema, no lo solucionaba, con lo que las ideas sobre la deportación parecían quedar desechadas, no obstante, en 1784 se volvió a sugerir la deportación de los gitanos, pero en esta ocasión, solo a la isla de Puerto Rico, si bien, de nuevo el proyecto se abandonó.
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