miércoles, 2 de febrero de 2022

LEY de 24 de Mayo DE 1852. SOBRE LA INVASION QUE SE HACE EN LA REPUBLICA DEL ECUADOR, AMENAZA LA PAZ Y LA TRANQUILIDAD DE VENEZUELA Y LA NUEVA GRANADA.

 


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1852, LOS CHILENOS QUE FUERON ENGAÑADOS PARA INVADIR ECUADOR

En 1846 Juan José Flores, expresidente de Ecuador, intentó invadir este país con ayuda española e instaurar una monarquía. El proyectó no se llevó a cabo, pero años después intentaría de nuevo invadir Ecuador pero, esta vez, con la insólita ayuda de cientos de chilenos que fueron engañados para ello. 

Desde febrero del año 1852 se tenían noticias de que el General Flores, con ayuda de Perú, pretendía derrocar al Jefe Supremo de Ecuador, José María Urbina, y para ello estaba preparando una flotilla en el puerto peruano de El Callao para asaltar Guayaquil. Sabido esto, Urbina publicó un decreto el 27 de febrero en el que declaraba piratas a todos los que participasen en la expedición. 

La flotilla de Flores estaba formada por el “Chile”, el “Almirante Blanco”, el “Luna”, el “Esperanza” y otras pequeñas naves. En estos buques fueron embarcados algunos europeos, estadounidenses, emigrados ecuatorianos y un buen número de chilenos que se encontraban en Perú, donde estaban refugiados por motivo de la guerra civil de su país del año anterior. 

También se reclutaron hombres en los puertos chilenos de Copiapó y Valparaíso. En esta ciudad los colaboradores de Flores se encontraban desde principios del año alistando cientos de hombres para la expedición. Muchos de los chilenos reclutados se alistaron para huir de la persecución política desencadenada en su país desde el año anterior a causa de la guerra civil. 

Pero cuando la la nave floreana “Lyons” estaba a punto de zarpar de aquel puerto, la mayoría de los reclutados, viendo la poca preparación de la expedición, decidieron no embarcar. Para solucionar este problema, los hombres de Flores lanzaron el engaño de que el viaje era hacia las minas de oro de California. De este modo, consiguieron reunir hasta 300 hombres y zarparon el 1 de marzo hacia el puerto peruano de Ancón. 

Desde aquí debían dirigirse a las Islas de Lobos, lugar de reunión de la flotilla de Flores, pero por el camino se produjo una insurrección de los chilenos que habían descubierto que iban a combatir a Ecuador y no a California. Los amotinados decidieron ir al puerto más cercano, Lambayeque, pero allí se encontraron con otros barcos de Flores, los que pudieron acabar con el motín. Entonces hizo acto de presencia Flores, el cual, para convencerles, dijo que no tenía intención de hacer la guerra en Ecuador, que solo quería recobrar el poder y que en los chilenos no buscaba soldados, sino hábiles trabajadores. A continuación, las naves se dirigieron a las Islas de Lobos. 

Mientras tanto, otra nave, el “Pájaro”, con nuevos reclutas partió desde Valparaíso hacia el entonces puerto boliviano de Cobija. En este puerto se pretendían reclutar más hombres, pero cuando los chilenos que allí residían avisaron a sus compatriotas de que en realidad iban a luchar a Ecuador, muchos desembarcaron, por lo que la nave tuvo que partir con premura hacia El Callao para evitar nuevas deserciones. En El Callao sucedió lo mismo, por lo cual el barco zarpó hacia las Islas de Lobos. 

En Lobos se procedió a organizar el pequeño ejército formado mayormente por chilenos, por lo que Flores llamó a este batallón “Leones de Chile”. A continuación, la expedición se dirigió a Tumbes, ciudad peruana próxima a Ecuador. En las cercanías de este lugar una de las naves de Flores fue capturada por bandidos ecuatorianos y otra encalló en la costa. 

Después, a principios de abril, la flotilla de Flores apareció frente a la Isla de Puná. Tras desembarcar algunos hombres en esta isla, en los días sucesivos la expedición floreana realizó pequeñas operaciones y desembarcos en distintos puntos del Golfo de Guayaquil. Sin embargo, Flores, no se decidió a atacar la ciudad del mismo nombre y la flotilla permaneció fondeada en Puná. 

Durante este tiempo surgió el descontento entre los expedicionarios, algunos de los cuales comenzaron a desertar en pequeños grupos. Especialmente numeroso fue un grupo de decenas de chilenos que abandonó a Flores en el pueblo de El Morro. A finales de abril Flores había enviado una compañía de chilenos a este lugar. Pero una vez tomado el pueblo, parte de las fuerzas decidieron desertar e ir a Guayaquil, donde informaron que fueron engañados con la promesa de ir a California y que muchos chilenos se encontraban retenidos en el “Lyons”. Poco después, otro grupo de chilenos parece que intentó amotinarse en esta nave, pero fueron reprimidos por los leales a Flores. 

Mientras, durante los casi tres meses en los que Flores esperó a que Guayaquil se pronunciara a su favor, el gobierno de Urbina tuvo tiempo de preparar la defensa de la ciudad. No fue hasta mediados de junio cuando la flotilla de Flores avanzó hacia Guayaquil, donde tuvo lugar un breve intercambio de cañonazos. A finales de mes se repitió el intercambio de disparos y un desembarco de floreanos en la hacienda Josefina. 

El 3 de julio explotó por accidente una de las naves de Flores, la “Providence”, recién llegada de Paita y tripulada por norteamericanos. Un día después Flores se decidió a lanzar el ataque definitivo al sur de Guayaquil, aunque las fuerzas de Urbina consiguieron repeler a los floreanos, que tuvieron que retroceder hasta Puná. Entonces Flores decidió ir al sur y desembarcar de improviso en Machala, donde sus hombres se dedicaron al pillaje. Sin embargo, la victoria no fue completa, pues la población se enfrentó a ellos y les hostigó continuamente. 

El día 18 más de 100 miembros de la tripulación del vapor “Chile”, en su mayoría chilenos, se amotinaron y mandaron a tierra a los que no se les unieron, abandonando así la expedición de Flores. Entonces se dirigieron a Guayaquil con banderas blancas y entregaron la nave a las autoridades ecuatorianas. A continuación, el Gobierno de Ecuador entregó una gratificación a los que entregaron el “Chile”. 

Viéndolo todo perdido, el resto de la flotilla se dispersó y se dirigió a Perú, donde muchos chilenos quedaron abandonados. Flores, abandonado en Machala, decidió entonces huir por tierra a Tumbes, en Perú, siendo perseguido en todo momento por un destacamento ecuatoriano. 

Por último, cabe señalar el destino de los chilenos de la expedición de Flores. Los que quedaron abandonados en Perú fueron conducidos a su país por orden de las autoridades peruanas. De los chilenos que habían quedado en Guayaquil, algunos volvieron a su país y otros finalmente viajaron a la ansiada California, como fue el caso del famoso General Dinamita de la Guerra del Pacífico.

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lunes, 24 de enero de 2022

Tratado de Paz entre las coronas de España y Rusia, concluido en París el 4 de octubre de 1801.

Su Majestad el rey de España y su Magestad el emperador de todas las Rusias, animados del mismo deseo de restablecer las antiguas relaciones de amistad y buena inteligencia que subsistían entre sus respectivas monarquías, y queriendo llegar a tan saludable fin por los medios más fáciles y prontos, han autorizado a los infrascritos con plenos poderes a este efecto, y el de declarar y estipular, como declaran y estipulan: 

Articulo 1.º Habrá desde este punto paz, amistad y buena inteligencia entre sus Majestad el rey de España y su Majestad el emperador de todas las Rusias. 

Articulo 2.º Para mantener y cultivar este órden de cosas tan felizmente restablecido, las dos córtes nombrarán y harán residir la una cerca de la otra ministros, según el uso antiguo, y se procederá simultáneamente a este nombramiento para el primero del año de 1802, o antes si se pudiere. 

Articulo 3.º Inmediatamente después de la aprobación de este acto por los dos soberanos, se publicarán edictos en sus estados por medio de los cuales, revocando lo pasado, se mandará a los respectivos súbditos que se traten como individuos de dos naciones comerciales y demás que se les ofrezcan, procederes análogos a este estado de paz y amistad en que por el presente acto se ven restablecidos. 

En fé de lo cual lo hemos firmado y puesto en él el sello de nuestras armas. En París a 4 de octubre de 1801. - J. Nicolás de Azara. - El conde Arcadi Marcoff. 

Su Majestad católica don Carlos IV ratificó este tratado el 5 de diciembre del mismo año; su Majestad el emperador de Rusia Alejandro I.º el 27 de febrero de 1802; y el 22 de marzo siguiente se hizo el canje de las ratificaciones.

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1799-1800, EL PLAN RUSO PARA INVADIR EL MÉXICO COLONIAL

Pocos saben que durante los últimos años del México colonial, cuando todavía era conocido como el Virreinato de la Nueva España y sus fronteras se extendían tan al norte como la actual San Francisco, a punto estuvo este territorio de ser invadido por el Imperio ruso. 

Pese a que desde hacía años España recelaba de las exploraciones rusas por el noroeste americano, el conflicto entre ambas naciones surgió a causa del contexto europeo. Por un lado, Rusia y España discrepaban entorno a quien debía regir la Orden de San Juan, y por otro, Rusia había formado junto a Gran Bretaña la Segunda Coalición contra Francia, mientras que España seguía siendo aliada del Directorio francés. 

Esto llevó al zar Pablo I a declarar la guerra a España el 15 de julio de 1799. En su declaración, el zar ruso decía “mandamos que se secuestren y confisquen todos los barcos mercantes Españoles que se hallen en nuestros puertos, y que se envie la orden a todos los Comandantes de nuestras fuerzas de mar y tierra para que obren ofensivamente en todas partes contra todos los vasallos del Rey de España”. 

A esto respondió Carlos IV, mediante una Real Cédula, declarando a su vez la guerra a Rusia el 9 de septiembre, autorizando a sus vasallos a obrar “hostilmente contra Rusia, sus posesiones y habitantes”. 

Aunque la Guerra de la Segunda Coalición no había permitido que se abrieran hostilidades entre Rusia y España, del 11 de diciembre se fecha un documento según el cual el ministro inglés en Viena había propuesto a los rusos un plan de invasión de California. Este documento se dirigió a Miguel José de Azanza, virrey de la Nueva España, el actual México, para que estuviera prevenido y frustrara los intentos hostiles de los rusos. 

Quizás previendo esto, el Secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo, había conseguido en septiembre la imparcialidad de Estados Unidos en el conflicto hispano-ruso. 

Poco después, el día 20, Azanza escribía a Urquijo sobre el afán ruso de formar colonias en las costas de California, por lo que no descartaba un ataque desde Kamchatka. En esto no estaba equivocado el virrey Azanza, pues solo unos días antes de la declaración de guerra, los rusos habían creado la Compañía Ruso-Americana. 

Conocedor el virrey de la poca población de las Californias y de sus escasas fuerzas terrestres, proponía resguardar aquel territorio con fuerzas navales. Azanza creía que con esas fuerzas navales se podría hacer frente a las naves rusas y a las de sus aliados británicos, además de acabar con los establecimientos que estos últimos tenían en algunas islas del Pacífico utilizando tropas de desembarco de Nueva España o del Perú. Asimismo, el virrey proponía limpiar aquellas costas de los corsarios británicos que interrumpían el comercio. Para ello, Azanza sugería hacer llegar desde Manila la escuadra de Asia, al mando de Ignacio María de Álava, y establecerla en el puerto de Acapulco. 

El peligro corsario expresado por Azanza no era una exageración. Las comunicaciones de aquellos meses están llenas de avisos sobre el avistamiento de barcos enemigos en las costas orientales novohispanas de Tabasco y del Presidio del Carmen y en las occidentales del Golfo de California y entorno a las islas Tres Marías. 

El 27 de enero del año 1800 se dirigió al virrey Azanza un nuevo texto comunicándole que que Inglaterra había dado un plan a Rusia para atacar las posesiones españolas en California con las fuerzas que tuvieran en Kamchatka, en el Lejano Oriente. 

Durante esas semanas se puso en alerta a todas las autoridades del reino. Así, tenemos noticias de que Diego de Borica, gobernador de California, José Joaquín de Arrillaga, gobernador interino de aquella provincia, y Felipe de Goycoechea, comandante del Presidio de Santa Bárbara, ya conocían el estado de guerra entre Rusia y España. La población tuvo que esperar al mes de marzo para conocer, mediante un bando del virrey en la Gazeta de México, la declaración de guerra a Rusia. 

Más allá de los planes de Azanza y del estado de alarma en el virreinato no conocemos ningún preparativo más para enfrentarse a esta supuesta amenaza rusa, salvo una noticia transmitida por el naturalista Alexander von Humboldt, según la cual, los españoles proyectaron preparar en los puertos de San Blas y Monterrey una expedición contra las colonias rusas de América. 

Finalmente, el conflicto hispano-ruso quedó en nada. Rusia abandonó la Segunda Coalición y se acercó a Francia. El zar Pablo fue asesinado y le sucedió Alejandro I, el cual firmó la paz con España el 4 de octubre de 1801. 

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lunes, 17 de enero de 2022

Los globos aerostáticos en la Guerra de la Triple Alianza según el Coronel Centurión.

No habiendo podido verificar un reconocimiento satisfactorio de nuestras posiciones, el marqués de Caxías resolvió emplear globos aereostáticos. La primera tentativa fué hecha por un francés, mediante la suma de 15.000 pesos oro; pero no tuvo éxito, incendiándose el globo. Los brasileros atribuyeron este incidente á una traición del francés, á quien se suponía la perversa intención de poner fuego á los polvorines del campamento y mandarse mudar al ejército paraguayo. Pero dicho incidente no fué bastante para hacer al marqués cambiar de resolución. Firme en su propósito, mandó traer de Río de Janeiro dos globos aereostáticos, cuyo manejo fué confiado á un norte americano. La primera ascensión tuvo lugar el 9 de Julio de 1867, teniendo sujeto el globo con cuerdas de 600 piés de extensión, y no dejó de causar alguna sensación, por la facilidad que ofrecía a los aliados para enterarse de los elementos de defensa con que contaba nuestro campamento. El Mariscal mandó hostilizar al globo con rifles; pero viendo que era un esfuerzo estéril, ordenó que los tiros fuesen dirijidos contra las cuerdas. Si bien no dieron el resultado apetecido, fueron heridos algunos de los que las sujetaban, pero como para ese caso tenían soldados de reserva, aquellos fueron inmediatamente reemplazados, evitándose así que fuese interrumpido el reconocimiento. 

Entonces, el Mariscal tentó otro expediente: cada vez que el globo hacía su ascensión, mandaba hacer grandes humazos con pajas secas delante de las trincheras, á fin de impedir que pudiesen contar el número de cañones y morteros que habría en batería y examinar la naturaleza del terreno dentro de nuestra posición hasta Paso-pucú. 

Ultimamente, pasada la novedad, ya nadie le hacía caso; todo el mundo lo miraba con indiferencia. El mismo marqués de Caxias, cuando vió que como medio de reconocimiento no le había dado el resultado que esperaba, lo abandonó. (1) 

(1) Todo lo que Thompson refiere respecto á los efectos que las primeras ascensiones del globo habían causado al obispo y al mismo mariscal, es falso é indigno de la seriedad de un historiador. 

Centurión, J. C., Memorias del Coronel Juan Crisóstomo Centurión, ó sea reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Tomo Segundo, 1894, pp. 330-331.

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GLOBOS, EL ARMA SECRETA BRASILEÑA CONTRA PARAGUAY

Durante la Guerra de la Triple Alianza Sudamérica fue testigo de la utilización de una nueva e innovadora arma usada por primera vez en aquella región, el globo aerostático de observación. 

Tras la aplastante victoria paraguaya en Curupayty del 22 de septiembre de 1866, los aliados quedaron estancados en sus posiciones y tuvieron que reorganizar sus fuerzas. A raíz de esta derrota, Pedro II, el emperador de Brasil, nombró el 10 de octubre al Marqués de Caxias como comandante de las fuerzas brasileñas. 

Días después, Caxias ordenó construir un globo aerostático para observar las líneas paraguayas, algo ya usado hacía poco tiempo en la Guerra Civil de Estados Unidos. Aunque esta medida ha sido calificada por algunos historiadores como desesperada, ya antes se había intentado observar las líneas enemigas mediante altas torres de vigilancia, los conocidos mangrullos, y así contrarrestar la plana orografía y la vegetación de la región. 

A finales de mes Caxias, junto con el globo, partió de Río de Janeiro hacia el frente. En diciembre, la nueva arma, junto al aeronauta francés Louis Doyen, ya estaba en Tuyutí. Sin embargo, este primer globo nunca se pudo utilizar pues se quemó en parte, lo que hizo pensar a los brasileños que Doyen lo había saboteado a propósito. Esta noticia ya aparece en la prensa paraguaya a principios de enero de 1867, lo que da una idea lo bien informados que estaban los de López de lo que ocurría en las líneas enemigas. 

Poco después, la prensa paraguaya afirmaba que la presencia de los globos era un ardid de los jefes aliados para engañar a sus propias tropas, a las que anunciaban la ascensión de un gran globo aerostático que tenía como objeto examinar las posiciones paraguayas y arrojarles bombas de mano. 

George Thompson, ingeniero británico al servicio de los López, cuenta en su obra sobre la guerra que “para inspirar a sus soldados un odio profundo a los aliados, López inventó diferentes historias”, entre ellas que estos habían “lanzado un globo lleno de un horroroso veneno, que debía exterminar a todo el ejército paraguayo”. 

Aunque en la prensa se calificaba a los globos como un cuento de las mil y una noches, más tarde, estas publicaciones afirmarían que bombardear las líneas paraguayas desde los globos era la verdadera intención de Caxias, no solo una vana promesa para animar a sus desmoralizadas tropas. 

Tras el fracaso del primer globo, los brasileños contrataron en los Estados Unidos a los hermanos James y Ezra Allen, los cuales partieron en marzo desde Nueva York con dos globos y llegaron a Tuyutí a finales de mayo. Sin embargo, Caxias debió esperar varias semanas ya que hubo inconvenientes con los materiales necesarios para hacer volar los globos. 

Estos globos, a diferencia de los modernos, no eran autónomos y los soldados debían  sujetarlos con gruesas cuerdas desde tierra. Para moverse era necesario que se hicieran señales con banderas desde la cesta del globo. 

Por fin, la primera ascensión tuvo lugar el día 24 de junio. El globo estuvo tripulado por uno de los Allen y por Robert Chodasiewicz, un ingeniero polaco del ejército argentino, los cuales pudieron observar con ayuda de catalejos todo el cuadrilátero paraguayo. Tras la guerra, Chodasiewicz contaría que pretendía bombardear las trincheras paraguayas desde el aire, pero que Caxias no lo consintió. 

A pesar del viento y el mal clima, uno de los globos consiguió hacer 20 ascensiones durante el verano, en las que participaron oficiales brasileños e incluso un paraguayo, Ignacio Céspedes. En su “Historia da Guerra do Brasil”, Francisco Félix Pereira relata que se realizaron valiosas observaciones en las que se descubrieron caminos, fortificaciones, trincheras y que se esbozaron mapas, que sin duda, fueron muy útiles para la ofensiva aliada sobre Humaitá de octubre. 

Por su parte Louis Schneider, en su obra sobre la Guerra de la Triple Alianza, cuenta que el uso del globo no fue de mucha utilidad y que por eso dejo de usarse. Chodasiewicz señaló que los globos hubieran sido más útiles si se hubieran aproximado más a las líneas paraguayas. 

También cuenta Schneider que los paraguayos al ver por primera vez un globo en el cielo se asustaron mucho, aunque cuando se habituaron a verlo perdieron el miedo a que sus líneas fueran bombardeadas. Thompson dice que López “al principio casi sospechaba que el globo iba a bombardear el campamento, y sus maneras acusaban un nervioso lamentable”, aunque esto último lo niega el Coronel Centurión en sus “Memorias”. 

Por Thompson sabemos que los paraguayos llegaron a abrir fuego contra el globo, aunque se mantenía fuera de su alcance. Asimismo, Pereira cuenta que durante la primera ascensión de un globo, los paraguayos abrieron fuego de artillería, aunque más adelante cambiaron de táctica y dispararon a los soldados que sujetaban el globo desde tierra, llegando a matar a varios de ellos. Además, para camuflar sus piezas de artillería, las fuerzas de López prendían paja seca y hacían mucho humo para evitar la visibilidad desde el globo. 

Por su parte, de la prensa paraguaya se desprende que los globos no impresionaron a sus tropas. Se calificaba la idea de extravagante y con sorna se deseaba buena suerte a los aliados para que, desde el aire, descubrieran después de varios meses sus posiciones. También deseaban que les fueran útiles las observaciones para entablar una batalla que por fin solucionara la guerra. 

Este desdén y desprecio paraguayo hacia la nueva arma brasileña se convirtió en un motivo de sátira en su prensa, donde eran frecuentes las chanzas, rimas y caricaturas, muchas de las cuales aparecen en este video. En una de estas publicaciones, el Cacique Lambaré, incluso un globo formaba parte de la alegoría de la Triple Alianza de su portada. 

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martes, 11 de enero de 2022

REAL CÉDULA DE 1550

 


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1587, EL PLAN PARA DEPORTAR A LOS MORISCOS A TERRANOVA

Durante la historia de América los Imperios europeos planificaron establecer en sus colonias a distintas minorías. En el caso español, en el tránsito entre los siglos XVI y XVII, hubo quien planteó deportar a América a miles de moriscos. 

Los moriscos fueron aquellos musulmanes que, tras la conquista de Granada en 1492, fueron convertidos al cristianismo y siguieron viviendo en sus territorios, pero conservaron, al menos en parte, sus tradiciones, lengua e instituciones. Las tensiones entre los moriscos y las autoridades fueron continuas y desembocaron en la rebelión de las Alpujarras de 1568. Tras ser sofocada esta rebelión, los moriscos granadinos fueron deportados a otros lugares de España. 

Tras la rebelión de las Alpujarras surgieron voces que pedían que los moriscos fueran deportados a América, pese a que, salvo excepciones, esta minoría había tenido prohibido viajar a las Indias. 

En junio de 1587 el rey Felipe II deseaba solucionar el “problema morisco”, a los que se acusaba de criptomusulmanes y de representar una quinta columna de los turcos. Para ello reunió una Junta a la que asistieron varios nobles y prelados. A pesar de que se barajaba solucionar el problema de los moriscos, mediante la instrucción religiosa, aparecieron opiniones más radicales, como la de Martín de Salvatierra, Obispo de Segorbe. 

Salvatierra se oponía a que fueran deportados a Berbería, es decir, el Norte de África, pues había peligro de que desde allí atacaran España. El obispo entonces propuso llevar a los moriscos a un remoto lugar del Atlántico noroccidental aún poco explorado, Terranova y la Costa de los Macallaos. 

Terranova es una isla bien conocida, hoy perteneciente a Canadá, pero hay más problemas en cuanto a la Costa de los Macallaos o Bacallaos. En el siglo XVI la Tierra de Bacallaos era identificada con Terranova, el territorio de Acadia o la península de Terranova indistintamente. Sea como fuere, el obispo Salvatierra no se contentaba con deportar a los moriscos a estos lejanos territorios. Opinaba que había que castrarlos para que en estas remotas tierras se extinguieran, primero llevando a los moriscos del Reino de Valencia, luego a los de Aragón y finalmente a los de Castilla. 

Años más tarde, en 1602, Juan de Ribera, Patriarca de Antioquía, proponía que el rey esclavizara a parte de los moriscos, siendo los más jóvenes utilizados en las galeras y otros desterrados a las Indias, donde trabajarían en las minas. 

Poco después, en 1606, el humanista y cronista Pedro de Valencia, en su “Tratado acerca de los Moriscos de España”, analizaba las distintas opciones que había en cuanto a los moriscos. Entre las posibilidades sopesadas por Valencia estaban las de la cautividad, expulsión, conversión, dispersión o translación. En cuanto a esta última posibilidad, Valencia mencionaba distintos lugares del Imperio español a los cuales se podría deportar a los moriscos, como Nápoles, Sicilia o Flandes, pero también las Indias Occidentales. Sin embargo, descartaba este último lugar diciendo: 

“pero a Yndias en ninguna manera conviene, por que harían daño en los Yndios con la Doctrina y en la Paz de la tierra con la falta de lealtad. Y allá hay menos españoles, que para poder mezclar con ellos cantidad de tan mal fermento sin temor de corrupción...” 

Finalmente, los moriscos fueron expulsados de España entre 1609 y 1613, en época de Felipe III, pero no hacia América, sino principalmente hacia el Norte de África y Oriente. 

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miércoles, 5 de enero de 2022

ARTEMISIA DE HALICARNASO EN PAUSANIAS.

“Lo más notorio del ágora es el pórtico que llaman Pérsico, porque fue hecho con los despojos tomados a los medos. Con el tiempo lo transformaron hasta su tamaño y esplendo actual. Sobre sus columnas hay figuras de persas en mármol blanco, entre otros Mardonio, hijo de Gobrias. También hay una, Artemisia, hija de Lígdamis, que reinó en Halicarnaso. Dicen que ella marchó voluntariamente con Jerjes contra la Hélade y realizó hazañas en la batalla naval de Salamina”, (Descripción de Grecia, III, 11, 3).


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martes, 4 de enero de 2022

ARTEMISIA, LA MEJOR GUERRERA DE JERJES

En el año 490 a. C., tras la derrota persa en la Batalla de Maratón, acabó la Primera Guerra Médica, pero no las ansias aqueménidas por someter Grecia. Así, en año 480 Jerjes I, sucesor de Darío el Grande, reunió un inmenso ejército y una gran flota para volver a invadir Grecia. En la lista de oficiales de la flota persa reunida en el Helesponto, Heródoto destaca a uno de ellos, una mujer, Artemisia. 

Artemisia era hija de Lygdamis y de una cretense, era viuda y madre de un hijo muy joven llamado Pisindelis, por lo que era ella la que ejercía la tiranía sobre la ciudad caria de Halicarnaso y en las islas de Nisiro, Calidna y Cos. Esta última isla, al parecer, le fue entregada por el Gran Rey, aunque cuando Artemisia fue a tomarla, una tormenta hundió sus barcos, sin embargo consiguió ocuparla más tarde. 

Según Heródoto, Artemisia, sin ninguna obligación, participó en la expedición de Jerjes  “impulsada por su bravura y arrojo” y aportó a ella cinco navíos. Poco después, al mismo tiempo que Leónidas se enfrentaba a los persas en las Termópilas, Artemisia participó destacadamente en los combates navales frente al Cabo Artemisio, al norte de Eubea. 

Más tarde, a finales de septiembre, tras la toma y destrucción de Atenas por parte de los persas, Jerjes celebró un consejo de almirantes en el que todos se mostraron favorables a enfrentarse a los griegos en una batalla naval, sin embargo, Artemisia se mostró contraria. Según la tirana, debido a la superioridad griega, no había que presentar batalla y reservar las naves. Artemisia pronosticaba que siendo bloqueados, los griegos, faltos de víveres, terminarían dispersándose. Además, sugería invadir el Peloponeso por tierra, para así dividir a los griegos. Sin embargo, pese a la estima que Jerjes sentía por Artemisia y a que valoró sus consejos, decidió presentar batalla junto a la isla de Salamina. 

Ya, durante la batalla, cuenta Heródoto que mientras “las fuerzas del rey se hallaban en plena confusión, la nave de Artemisia se vio acosada por un navío del Ática” capitaneado por Aminias de Palene, hermano del dramaturgo Esquilo, según dice Aristodemo. Artemisia, como no podía escapar, pues delante de ella había barcos de la flota persa, embistió a una de estas naves, en la cual iba Damasitimo, rey de Calinda, aunque Heródoto no se atreve a afirmar si el choque, que provocó el hundimiento de la nave calindea, fue accidental o premeditado, como señala Aristodemo. 

A continuación, Artemisia tuvo un golpe de suerte. Los áticos que la perseguían, al ver el choque con la nave de Calinda, pensaron que el navío de Artemisia era griego y no persa o que estaba desertando de estos, por lo que dejaron de acosar a la tirana, la cual pudo así salvar la vida y dirigirse al puerto de Falero. Este grave error hizo perder a Aminias diez mil dracmas, pues esta era la recompensa prometida por los atenienses a quien capturara viva a Artemisia, “ya que consideraban algo inadmisible que una mujer hiciera le guerra a Atenas”. 

Aunque si hacemos caso a Polieno, quizás no fue un error de Aminias, sino un ardid de Artemisia. Según cuenta este autor en su obra “Estratagemas”, Artemisia en su barco tenía la enseña griega y la persa, así “si perseguía a una nave griega, izaba la enseña bárbara, pero si era perseguida por una nave griega, izaba la griega, para que sus perseguidores se apartaran de ella, creyendo que era una nave griega”. 

Sea como fuere, según Heródoto esto hizo crecer el prestigio de Artemisia ante Jerjes, el cual observaba la batalla y creyó que la nave hundida era enemiga, motivo por el que exclamó: “los hombres se me han vuelto mujeres; y las mujeres, hombres”. Por su parte, el historiador Justino dice que “así como en el varón podría verse un temor mujeril, así en esta mujer podía verse una audacia varonil”. Según Polieno y el poco conocido texto “Tractatus de mulieribus”, Jerjes recompensó a Artemisia con una armadura griega. 

Otro hecho que debió acrecentar el prestigio de Artemisia a los ojos de Jerjes fue el que transmite Plutarco. Según este autor, durante la batalla Artemisia encontró el cadáver de Ariámenes, hermano de Jerjes, flotando en el mar, lo recogió y se lo entregó al rey. 

Tras la derrota persa en Salamina, narra Heródoto que Jerjes se sentía desolado y pensaba en huir de Grecia. En esos momentos Mardonio, el comandante del ejército persa, le dijo que podría quedarse y atacar el Peloponeso o irse si lo deseaba, mientras él concluiría la conquista de Grecia. A continuación, el soberano persa, buscando el consejo de Artemisia, se reunió a solas con ella. La tirana de Halicarnaso le dijo estas palabras: 

“Majestad, es difícil acertar a decirle lo más idóneo a una persona que pide un consejo. No obstante, en las presentes circunstancias, considero que, por lo que a ti se refiere, debes regresar a tu patria y dejar aquí a Mardonio (…) con los soldados que desea. Pues, ante todo, si logra someter lo que, según él, pretende subyugar y le sale bien el plan del que habla, el éxito, señor, te pertenece a ti, ya que lo habrán conseguido tus esclavos. Pero, además, es que, si sucede lo contrario de lo que piensa Mardonio, no será ninguna catástrofe, dado que tú estarás a salvo, al igual que lo estará todo lo relativo a tu dinastía. De hecho, si tanto tú como tu dinastía os encontráis a salvo, los griegos deberán arrostrar otras muchas campañas para salvarse. Y, en cuanto a Mardonio, de pasarle algo, carece de importancia: si los griegos lo vencen, su victoria será intranscendente, porque habrán matado a un esclavo tuyo. Por otra parte, tú te vas a marchár después de haber incendiado Atenas, que era el objetivo por el que organizaste la expedición”. 

Añade Heródoto que, “como es natural, Jerjes se sintió complacido con el consejo, pues lo que le decía Artemisia coincidía plenamente con lo que él mismo pensaba (...). Colmó, pues, de elogios a Artemisia y le ordenó que se dirigiera a Éfeso con sus hijos, dado que lo habían acompañado algunos de sus bastardos”. Aquí termina el relato herodoteo sobre Artemisia, aunque fuentes posteriores nos proporcionan otras informaciones. 

Polieno cuenta, que mediante engaños, Artemisia ocupó la ciudad de Latmos, al norte de Halicarnaso. En un fragmento de Ptolomeo Queno conservado por Focio se dice que Artemisia se enamoró de un tal Dardanos de Abydos pero este la despreció, lo que llevó a la tirana a quitarse la vida en la isla de Léucade, en el mar Jónico. Por último, Pausanias cuenta que en el ágora de Esparta había una estatua de Artemisia.

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jueves, 30 de diciembre de 2021

LOS REYES MAGOS EN EL EVANGELIO ARMENIO DE LA INFANCIA

 


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La historia de los DOCE Reyes Magos

Aunque los Reyes Magos -quizás sacerdotes persas, quizás astrólogos- son figuras populares en el cristianismo, únicamente se les menciona brevemente en el Evangelio de Mateo, en el cual solo se dice que eran magos de oriente que siguieron una estrella hasta Jerusalén. Allí hablaron con Herodes y luego se dirigieron a Belén, donde encontraron al niño Jesús y le adoraron. A continuación, le dieron oro, incienso y mirra y regresaron a su país. 

Todo lo demás que sabemos de ellos proviene de la tradición cristiana occidental. Sus nombres, con ligeras variables, son Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque en textos medievales podemos encontrar otros nombres como Dionisius, Rusticus y Leuiterius o Aureolus, Thureolus y Myrrheolus. 

Su número se suele fijar en tres, pero también existen divergencias, así, en el arte paleocristiano podemos encontrar representaciones de dos, cuatro u ocho magos. Esta última cifra aparece mencionada en la Crónica de Miguel el Sirio, el cual menciona que otros autores pensaban que, en base a una profecía de Miqueas, los magos fueron ocho. 

Sin embargo, en diferentes textos del cristianismo oriental y en los evangelios apócrifos podemos encontrar otras informaciones poco conocidas sobre los magos. Así, la obra conocida como la Caverna de los Tesoros, de hacia el año 600, se menciona a Hormizdah, rey de Persia, a Izgarad, rey de Sabha, y a Perozadh, rey de Sheba. En otros textos se dan nombres diferentes, por ejemplo, en un ostraca copto hallado en el yacimiento egipcio de Medinet Habu se leen los nombres de Bathezora, Melchior y Thaddias. 

Por su parte, en diferentes textos se dan otros nombres y una cifra de magos que llega a doce, como en un comentario en latín del Evangelio de Mateo del siglo V, aunque la tradición más rica sobre los doce Reyes Magos es la siríaca medieval. 

Los nestorianos Teodoro Bar Koni, Hasan Bar Bahlul y el Libro de la Abeja de Solomon de Basora ofrecen listas de doce magos con nombres que recuerdan a la historia babilónica, aqueménida y sasánida. Nombres semejantes podemos encontrarlos en las listas de Moshe Bar Kepha, Dionisio Bar Salibi y Miguel el Sirio. 

En varios de estos textos aparece un nombre, Gundaphar, que ciertos historiadores han identificado con el rey indo-parto Gondophares, cuyo nombre transcrito en algunas lenguas se asemeja al de Gaspar, lo que conectaría a uno de los magos con una figura histórica. 

En otra tradición, la etíope, encontramos listas de tres o doce magos con nombres variopintos. Así, en el conocido como El Libro de Adán y Eva, del siglo VI, se les llama Hor, rey de Persia, Basantar, rey de Saba, y Karsundas, rey del Este. En otros textos aparecen nombres como Mensuram, Likon y Badsiba. En Ibn at-Tayyib encontramos una lista de solo once magos con nombres como Sadaf, Arsak, Aduq o Sarduh. 

Tras hablar de listas de tres o doce magos, hay que señalar una tradición intermedia según la cual eran tres los reyes y nueve los notables que les acompañaban, o bien, doce reyes, pero solo tres fueron los que llegaron a Jerusalén. 

En cuanto al lugar de origen de los magos, en las diferentes listas podemos encontrar países conocidos como Asiria, Persia o Saba, en el sur de Arabia, pero también lugares más insospechados. Por ejemplo, en un texto siríaco conocido como La Revelación de los Magos conservado en la Crónica de Zuqnin aparecen varios datos inéditos sobre los doce magos, entre ellos se dice que procedían del Lejano Oriente, de un lugar llamado Tierra de Sir, que algunos han identificado con Seres, el nombre que en el mundo clásico se daba a China. 

En otro texto, esta vez armenio, aparece una lista de los doce magos en la que tres de ellos figuran como reyes de “Tharsis y de las Islas”, un topónimo que aparece varias veces mencionado en el Antiguo Testamento, como en el Salmo 72, y que se correspondería con la Tartessos del sur de España. 

Pero en el cristianismo oriental no solo podemos encontrar datos sobre los nombres, el número y el origen de los magos, también podemos hallar otras informaciones sobre ellos. Por ejemplo, Miguel el Sirio cuenta que los magos hicieron su camino con un cortejo de miles de soldados. En La Revelación de los Magos se dice que los magos eran descendientes de Seth, hijo de Adán. 

En la Caverna de los Tesoros se narra que la Estrella de Belén apareció dos años antes de que naciera el Mesías, lo que echaría por tierra algunas de las explicaciones modernas que identificaban la estrella con un cometa o con una conjunción planetaria. Otro texto, los Comentarios de Ishodad de Merv, obispo del siglo IX, se cuenta que en la estrella que guiaba a los magos, y que solo podían ver ellos, se podía ver la figura de la Virgen abrazando a su hijo. 

En los evangelios apócrifos también podemos encontrar curiosas informaciones sobre los magos. Así en el Evangelio Armenio de la Infancia se narra que un ángel del Señor se apareció a los Reyes Magos para anunciarles el nacimiento de Jesús. Este evangelio añade que uno de los reyes reinaba sobre la India, otro sobre Persia y el tercero sobre los árabes. En el Liber de infantia Salvatoris se dice que Herodes entregó una diadema y un anillo a los magos para que se lo dieran al recién nacido. 

En el Evangelio Árabe de la Infancia se dice que María entregó a los magos un pañal del niño que llevaron a su regreso a Persia. Por último, en el Evangelio de pseudo Mateo se cuenta que, además del oro, el incienso y la mirra, los magos entregaron a Jesús una moneda de oro cada uno. 

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lunes, 27 de diciembre de 2021

CARTA DE BOLÍVAR A SUCRE SOBRE PUERTO RICO (1827).

 




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EL PLAN DE SIMÓN BOLÍVAR PARA INVADIR PUERTO RICO

Sobre las numerosas campañas de Simón Bolívar es mucho lo que se sabe, pero son menos conocidos sus planes para libertar o anexar Puerto Rico y así acabar con el peligro español en América. 

Ya en 1823 el puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé propuso un “Plan para la Independencia de Puerto Rico”, según el cual el Estado de Puerto Rico formaría parte de la Gran Colombia, país desde donde saldría una expedición comandada por el General Carlos Soublette. También en esta época el vicepresidente colombiano Francisco de Paula Santander expresaba su voluntad de que Puerto Rico se uniera a la Gran Colombia. 

En diciembre de 1824 Bolívar transmitía a Santander la posibilidad de que, sí España no hacía la paz y no les reconocía, las fuerzas colombianas tomarían La Habana y Puerto Rico, aunque reconocía que era más conveniente lo primero que lo segundo. 

Durante 1825 el peruano Hipólito Unanue y Santander, entre otros, notificaron a Bolívar una serie de rumores sobre el desembarco de tropas francesas en Puerto Rico y Cuba para guarnecerlas. Santander también escribió a Bolívar sobre sus planes de enviar al corsario francés Nicolás Joly a Puerto Rico. Asimismo, Santander comunicó a Bolívar que a través de su agente en Francia había consultado al ministro Villèle sobre si los franceses defenderían La Habana y Puerto en caso de ataque colombiano, aunque no conocemos la respuesta. 

Poco después, Santander informaba a Bolívar que Francia había ofrecido a España conservar sus últimas colonias a cambio de reconocer a las nuevas repúblicas, pero que los españoles seguían obcecados en recuperar las posesiones perdidas. Más tarde, a comienzos de 1826, Santander continuaba contándole sus planes a Bolívar. En esta ocasión hablaba sobre bloquear La Habana, Puerto Rico o Canarias, e incluso atacar la misma España. 

Por aquellas fechas los Estados Unidos intentaron frenar cualquier operación colombiana en las Antillas, donde ellos también tenían pretensiones. Estados Unidos quería apaciguar el ardor guerrero colombiano por un lado porque se veía con buenos ojos que España conservara sus últimas posesiones, y por otro, no querían que se malograsen las negociaciones que Rusia mantenía con España para el reconocimiento de las nuevas repúblicas. 

En verano, el futuro de Puerto Rico se discutió en el Congreso Anfictiónico de Panamá. En este Congreso se debatió si en caso de emancipar la isla, se debía agregar a alguna república o dejar que se constituyera independiente. En agosto Bolívar escribió a los representantes colombianos en el Congreso para indicarles que uno de los puntos del Tratado que se tenía que concluir con México y Guatemala debería ser el de expedicionar contra La Habana y Puerto Rico, y luego contra España si para entonces no quería la paz aún. 

En estas fechas tenemos noticias de que mexicanos y colombianos conversaron sobre un posible ataque a Cuba y Puerto Rico, y del interés colombiano incluso en anexionar esta última isla. También de esta época son los ofrecimientos peruanos y bolivianos para colaborar en la empresa de Puerto Rico. No obstante, no fue hasta 1827 cuando el plan para invadir Puerto Rico estuvo más cerca de realizarse. 

El momento propicio llegó cuando España, aprovechando la crisis portuguesa, se entrometió en los asuntos internos de este país. Por este motivo Inglaterra, aliada de Portugal, meditaba en declarar la guerra a España. Bolívar, conocedor de esto, quería aprovechar la situación para invadir Puerto Rico. 

Así, en enero Bolívar pidió a los generales Mariano Montilla y José Padilla que prepararan una flota para esta expedición. A Pedro Briceño le escribió para que alistara la corbeta “Ceres” y el Batallón de Granaderos. A Andrés de Santa Cruz le comunicó que Inglaterra les daría buques y dinero para la expedición, además le pidió que tuviera preparadas a las tropas peruanas. Por otras cartas también sabemos que en la expedición participarían los futuros presidentes Rafael Urdaneta y José Antonio Páez. 

Por el Secretario de Estado José Rafael Revenga sabemos que el plan consistía en concentrar una flota en el puerto de La Guaira y mientras los mexicanos realizaban un ataque de distracción a Cuba, los colombianos deberían tomar Puerto Rico. Por su parte, Páez, en su Autobiografía, dice que él sería el enviado a las Antillas con 10.000 hombres de infantería y 1.000 de caballería. Añade, que a continuación se formaría un ejército de negros libertos que sería enviado a España para apoyar a los liberales de allí. 

A principios de febrero Bolívar informaba a Sucre sobre la operación y le cuenta que el ejército, de 5 o 6.000 hombres, estaría dirigido por Páez y la marina por Padilla, y tras una toma rápida de Puerto Rico, quizás se lanzaría sobre La Habana. Sin embargo, a continuación Bolívar comunica que ha tenido noticias de que la esperada guerra entre Inglaterra y España no tendrá lugar, siendo está la premisa fundamental para atacar Puerto Rico, por lo que la expedición quedaba suspendida, pues sin la colaboración inglesa nada se podría hacer. Así también se lo comunicó a Urdaneta y a los demás generales. 

Días después de la suspensión de la campaña Bolívar, a la espera de nuevas noticias de Europa, se mostraba más esperanzado en poder llevar a cabo la expedición. A principios de marzo Santander señalaba a Bolívar que esta campaña podría distraer al pueblo y sofocar la discordia civil. También apuntaba que había dos inconvenientes con respecto a la expedición de Puerto Rico, primero, que no era segura le guerra anglo-española, y segundo, la falta de dinero para la campaña. Aún así, Santander seguía con los preparativos y comunicaba a Bolívar sobre la disponibilidad del Batallón Girardot y de Antonio Valero de Bernabé. 

Pero finalmente, todo el proyecto quedó en suspenso de forma definitiva a mediados de mes al comprobarse que no habría guerra en Europa. A pesar de ello, tenemos noticias de que corsarios colombianos y venezolanos visitaron Puerto Rico varias veces entre 1816 y 1829. 

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lunes, 20 de diciembre de 2021

LA TREGUA DE 1833 ENTRE BOLIVIA Y PARAGUAY DURANTE LA GUERRA DEL CHACHO.

 



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LA TREGUA DE NAVIDAD DE 1932 ENTRE PARAGUAY Y BOLIVIA DURANTE LA GUERRA DEL CHACO

Es de sobra conocido que en la Navidad de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, se produjo una tregua espontánea en varios puntos del frente, principalmente entre las fuerzas anglo-francesas y las alemanas, en la que soldados de ambos bandos confraternización durante algunas horas. Pero pocos saben que en 1932, durante la Guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia y a Paraguay, se produjo otra tregua de Navidad, pero muy distinta a la de la Primera Guerra Mundial. 

Ya durante el verano de 1932, cuando se habían desencadenado las primeras hostilidades entre ambos países pero la guerra no había comenzado de forma oficial, la Comisión de Neutrales propuso una tregua de 30 días que finalmente no se llevó a cabo. 

En diciembre el papa Pío XI intercedió a través del Nuncio Apostólico en la región, Felipe Cortesi, ante los gobiernos de Bolivia y Paraguay para conseguir una tregua por el día de Navidad. 

Según la prensa, mientras que Paraguay deseaba una tregua de 3 días, el Comandante en Jefe de las tropas bolivianas, el alemán Hans Kundt, se negó en rotundo pues en ese momento las fuerzas bolivianas se encontraban en una posición ventajosa y temía que durante una tregua tan prolongada se perdiera esta. 

No sabemos con certeza sí, como dicen algunas noticias, el mismo papa telegrafió a ambos gobiernos, pero fuera como fuera, los beligerantes aceptaron la petición del sumo pontífice y se acordó una tregua de 24 horas que comenzaría a en la noche del día 24 y duraría hasta la noche del 25. 

El suceso tuvo eco en el discurso de Navidad del papa y todo parece indicar que en la mente de Pío XI este cese del fuego podría ser el inicio de una tregua más larga o incluso de la paz, pero nada más lejos de la realidad. 

En vísperas de la tregua ambos contendientes quisieron asegurar sus posiciones y llevar a cabo unos últimos golpes, en este contexto se enmarca el ataque aéreo boliviano sobre Puerto Pacheco, la Bahía Negra paraguaya, con tres aeroplanos. 

Ya durante la tregua, por informaciones bolivianas sabemos que los paraguayos usaron aquellas horas de tregua para realizar movimientos de tropas en sectores como el de Campo Jordán. También que, aunque cesaron los ataques de su aviación y de su artillería, se registraron disparos aislados. Por otro lado, no tenemos noticias sobre rupturas de la tregua por parte boliviana, pero es de suponer que se produjeran pequeños incidentes también desde sus líneas. 

Durante la tregua se aprovechó para realizar las celebraciones religiosas propias de aquellas fechas, pero al parecer, sin los momentos de confraternización vividos durante la tregua de Navidad de 1914. 

A continuación, como podemos ver en la prensa de la época, una vez terminada la tregua los combates se reanudaron en lugares como el “Kilómetro 7”, en el sector de Saavedra. 

Pero está no sería la última tregua entre ambos países, un año después, en 1933, se acordó un alto el fuego de varios días también en Navidad. 

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jueves, 9 de diciembre de 2021

EL SUBMARINO ITALIANO LUIGI TORELLI EN AVILÉS (1942).

El 3 de junio de 1942 el submarino italiano Luigi Torelli partió desde la base BETASOM, en Burdeos, rumbo a las Antillas, pero un bombardeo británico le descubrió en el Golfo de Vizcaya un día después, causándole grandes daños. El sumergible acabó varado en la costa española, pero consiguió llegar al puerto de Avilés. Desde allí partió el día 6 con la intención de llegar a Burdeos. En su camino fue descubierto por otro avión británico. A continuación, sufrió otro ataque aéreo británico, sufriendo graves daños, pero consiguió llegar a Santander, donde fue reparado durante varios días, consiguiendo llegar finalmente a Burdeos.

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ATAQUES ITALIANOS EN AMÉRICA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Es sabido por la mayoría que durante la Segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi y el Imperio del Japón atacaron o intentaron atacar diversos lugares de América, pero es poco conocido el papel de la Italia fascista en las ofensivas del Eje en aguas americanas entre 1942 y 1943. 

En el verano de 1940 la marina italiana, la Regia Marina, obtuvo permiso para establecer una base de submarinos en Burdeos, en la Francia ocupada. Esta base recibió el nombre de BETASOM y fue desde allí desde donde partieron las operaciones italianas a aguas americanas. 

En el marco de la Batalla del Caribe las fuerzas del Eje lanzaron una expedición en aguas americanas a principios de 1942 conocida por unos como Operación Neuland y por otros como Operación Westindien. Junto a varios U-boat alemanes cinco submarinos de la Regia Marina cruzaron el Atlántico entre enero y febrero hasta una zona de operaciones que se extendía desde Florida hasta Brasil, donde atacaron decenas de barcos entre febrero y marzo. Estos submarinos fueron el Luigi Torelli, el Leonardo da Vinci, el Enrico Tazzoli, el Giuseppe Finzi y el Francesco Morosini

El Tazzoli se situó en la zona de las Bahamas y, entre otros, atacó el barco uruguayo Montevideo y el panameño Cygnet. El Torelli actuó frente a las costas de las Guayanas, donde hundió el petrolero panameño Esso Copenhagen. Los otros tres submarinos operaron al este de las Antillas. Es probable que el  Da Vinci estuviera implicado en la desaparición de barco brasileño Cabedello y sus decenas tripulantes y pasajeros. Este mismo submarino hundió un barco letón poco después. El Morosini, por su parte, atacó varios petroleros, cuya mercancía era vital para los aliados. 

Aunque el principal objetivo de la ofensiva del Eje en el Caribe era atacar la producción y el suministro de combustible de los Aliados, ningún submarino italiano participó en el ataque a Aruba del 16 de febrero, donde se refinaba petróleo venezolano. 

Algo después, en abril, el Pietro Calvi llegó a aguas brasileñas y actuó entre el Cabo de San Roque y el Archipiélago de San Pedro y San Pablo, donde hundió el petrolero estadounidense Eugene V. R. Thayer, que cubría la ruta Buenos Aires-Venezuela, a 250 kilómetros de Fortaleza. Poco después también  hundió la nave noruega Balkis y el petrolero panameño Ben Brush

En mayo de ese mismo año una segunda expedición fue enviada a aguas brasileñas. En esta ocasión los submarinos italianos fueron el Alpino Bagnolini, el Agostino Barbarigo, el Comandante Cappellini, el Archimede y el Da Vinci, los cuales centraron sus operaciones entre Recife y Fortaleza. El Barbarigo hundió el mercante brasileño Comandante Lira. Poco después, este mismo submarino atacó dos navíos de guerra estadounidenses y a continuación fue atacado por un B-25 Mitchell brasileño, aunque pudo escapar y consiguió más adelante hundir un mercante británico cerca de las Islas de Fernando de Noronha. 

El Cappellini consiguió hundir un barco sueco y un petrolero británico, el Dinsdale. El Archimede atacó sin éxito al Milwaukee y al Moffett, dos barcos de guerra estadounidenses. Por su parte, el Da Vinci se desvió a aguas africanas, donde hundió varios barcos, entre ellos el panameño Reine Marie Stewart

Hay que señalar que existen noticias según las cuales los italianos a mediados de año planificaron un ataque contra Nueva York utilizando minisubmarinos, aunque finalmente no fue llevado a cabo. 

Entre junio y agosto los submarinos italianos llevaron a cabo una tercera expedición a aguas americanas. Participaron el Torelli, el Morosini, el Finzi, el Tazolli, el Calvi y el Reginaldo Giuliani. Entre los ataques más destacados están los del Kastor y Havsten, al este de Trinidad. Estos ataques y los anteriores llevaron a Brasil a entrar en la guerra a finales de agosto. 

Pero estos no serían los últimos ataques de submarinos italianos en América. En noviembre el Da Vinci operó frente a las costa brasileñas. En enero de 1943 el Ammiraglio Cagni también patrulló las aguas brasileñas entre el Cabo de San Roque y la Isla de San Pablo. En marzo el Barbarigo hundió el barco de pasajeros brasileño Alfonso Penna.  El 24 de febrero el mismo submarino hundió frente a las costas de Brasil el barco español Monte Igueldo, algo que resulta curioso si tenemos en cuenta que España era un país amigo de la Italia fascista. Por último, sabemos que el Bagnolini y el Arquimede también merodearon por aguas brasileñas en marzo y abril, siendo este último hundido por un avión estadounidense con base en Natal. 

El armisticio entre Italia y los aliados en septiembre de 1943 puso punto y final a los ataques de la Regia Marina en aguas americanas. Las ataques italianos se concentraron sobre todo contra mercantes y petroleros, ocasionando así grandes perdidas de suministros a los aliados, por lo que estos debieron derivar importantes recursos desde los principales teatros de operaciones a aguas americanas para su defensa.

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lunes, 6 de diciembre de 2021

MEMORIA DEL JEFE COMANCHE GUONIQUE A AGUSTÍN DE ITURBIDE (1823)

 


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EL TRATADO COMANCHE-MEXICANO DE 1822

Sobre la Independencia de México y el Primer Imperio es mucho lo que se conoce, pero no tanto que en este periodo se firmó un Tratado entre el gobierno imperial y los comanches para defenderse de un posible retorno de los españoles. 

A principios del siglo XVIII los comanches habían migrado desde la zona de Wyoming hacia el sur, a un territorio que se conoció como Comanchería y que estaba formado por el centro y norte de Texas y partes de Nuevo México, Kansas, Colorado y Oklahoma. Muy pronto los comanches entraron en conflicto con los españoles que, en las mismas fechas, se estaban expandiendo por estos territorios desde Nueva España. 

Tras la Independencia las autoridades mexicanas mantuvieron negociaciones con los comanches para parar sus incursiones y alcanzar la paz. Paralelamente a estos primeros contactos con los comanches los mexicanos habían negociado y firmado tratados con los apaches lipanes, cuyo territorio se extendía entre Texas y Coahuila. 

Sin embargo, el tratado con los comanches no se firmó hasta finales de 1822. Podemos leer en la Gaceta del Gobierno Imperial de México que los comanches se encontraban alzados por culpa del hostigamiento a los que fueron sometidos por Joaquín de Arredondo, el último Comandante General de las Provincias Internas de época virreinal. 

Debido a esto, según la Gaceta, los comanches asolaron “las provincias saqueando los pueblos, las haciendas y ranchos, llevándose cautivos á los habitantes que no perecían en las acciones, los ganados, las semillas y cuanto se encontraba su encono y furor en represalia de los con que se les afligió”. Y añade la Gaceta que eran más de 2.500 personas las cautivas por los comanches. 

En marzo tuvo lugar una gran asamblea de comanches donde el Jefe Pitsinampa, aconsejado por el coronel Francisco Ruiz, habló en favor de hacer la paz con el nuevo gobierno y su Emperador. De este modo se votó por unanimidad tratar la paz entre la Nación Comanche y los mexicanos, para así evitar el retorno de los españoles o de cualquier otra potencia. Para este fin fue enviado a Ciudad de México el Jefe Guonique. Del lado mexicano fue elegido Juan Francisco de Azcárate, que, entre otros cargos, era el enviado extraordinario a Londres. Finalmente, el 13 de diciembre se firmó un tratado de 14 puntos. 

En el primer artículo se decía: “Habrá paz y amistad perpetua entre ambas naciones; cesan las hostilidades de todas clases y se olvida lo ocurrido durante el Gobierno Español”. En el segundo artículo se acordaba la restitución de los prisioneros. En el tercero se decía que los comanches defenderían las fronteras de Texas, Coahuila, Nuevo Reino de León y Nuevo Santander de las invasiones de las naciones bárbaras. 

Asimismo, en los artículos quinto y sexto se acordaba que los comanches defenderían la frontera de los españoles o de cualquier nación europea, y que en caso de desembarco extranjero, los comanches deberían auxiliar a las fuerzas imperiales. También se añadían estipulaciones entorno al comercio y a la forma de relacionarse entre ambas naciones. Por último, en el artículo 14 el Emperador se ofrecía a educar en su corte a un pequeño grupo de jóvenes comanches para que su Nación se civilice. 

Semanas más tarde, el 8 de enero de 1823, el Jefe Guonique abandonó México, sin embargo, el día 10, conocedor de una revuelta contra el Emperador a la que se habían unido Nicolás Bravo y Vicente Guerrero, el comanche dirigió a Iturbide un escrito en el que le ofrecía movilizar a miles de guerreros para sostener al Imperio. Guonique también solicitó una audiencia con Iturbide, la cual tuvo lugar el día 12. 

En esta audiencia Iturbide agradeció sus ofrecimientos a Guonique, aunque, por el momento, rechazó usar las tropas de la Nación Comanche del Oriente, pues con el Ejército Trigarante era suficiente. Aún así, Guonique insistía en poner a disposición de Iturbide en el plazo de seis meses un ejército de 27.000 comanches, subordinados y aliados. Finalmente, Guonique regresó a su territorio junto a su comitiva el día 14.

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