No habiendo podido verificar un reconocimiento satisfactorio de nuestras posiciones, el marqués de Caxías resolvió emplear globos aereostáticos. La primera tentativa fué hecha por un francés, mediante la suma de 15.000 pesos oro; pero no tuvo éxito, incendiándose el globo. Los brasileros atribuyeron este incidente á una traición del francés, á quien se suponía la perversa intención de poner fuego á los polvorines del campamento y mandarse mudar al ejército paraguayo. Pero dicho incidente no fué bastante para hacer al marqués cambiar de resolución. Firme en su propósito, mandó traer de Río de Janeiro dos globos aereostáticos, cuyo manejo fué confiado á un norte americano. La primera ascensión tuvo lugar el 9 de Julio de 1867, teniendo sujeto el globo con cuerdas de 600 piés de extensión, y no dejó de causar alguna sensación, por la facilidad que ofrecía a los aliados para enterarse de los elementos de defensa con que contaba nuestro campamento. El Mariscal mandó hostilizar al globo con rifles; pero viendo que era un esfuerzo estéril, ordenó que los tiros fuesen dirijidos contra las cuerdas. Si bien no dieron el resultado apetecido, fueron heridos algunos de los que las sujetaban, pero como para ese caso tenían soldados de reserva, aquellos fueron inmediatamente reemplazados, evitándose así que fuese interrumpido el reconocimiento.
Entonces, el Mariscal tentó otro expediente: cada vez que el globo hacía su ascensión, mandaba hacer grandes humazos con pajas secas delante de las trincheras, á fin de impedir que pudiesen contar el número de cañones y morteros que habría en batería y examinar la naturaleza del terreno dentro de nuestra posición hasta Paso-pucú.
Ultimamente, pasada la novedad, ya nadie le hacía caso; todo el mundo lo miraba con indiferencia. El mismo marqués de Caxias, cuando vió que como medio de reconocimiento no le había dado el resultado que esperaba, lo abandonó. (1)
(1) Todo lo que Thompson refiere respecto á los efectos que las primeras ascensiones del globo habían causado al obispo y al mismo mariscal, es falso é indigno de la seriedad de un historiador.
Centurión, J. C., Memorias del Coronel Juan Crisóstomo Centurión, ó sea reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Tomo Segundo, 1894, pp. 330-331.
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