Durante la historia de América los Imperios europeos planificaron establecer en sus colonias a distintas minorías. En el caso español, en el tránsito entre los siglos XVI y XVII, hubo quien planteó deportar a América a miles de moriscos.
Los moriscos fueron aquellos musulmanes que, tras la conquista de Granada en 1492, fueron convertidos al cristianismo y siguieron viviendo en sus territorios, pero conservaron, al menos en parte, sus tradiciones, lengua e instituciones. Las tensiones entre los moriscos y las autoridades fueron continuas y desembocaron en la rebelión de las Alpujarras de 1568. Tras ser sofocada esta rebelión, los moriscos granadinos fueron deportados a otros lugares de España.
Tras la rebelión de las Alpujarras surgieron voces que pedían que los moriscos fueran deportados a América, pese a que, salvo excepciones, esta minoría había tenido prohibido viajar a las Indias.
En junio de 1587 el rey Felipe II deseaba solucionar el “problema morisco”, a los que se acusaba de criptomusulmanes y de representar una quinta columna de los turcos. Para ello reunió una Junta a la que asistieron varios nobles y prelados. A pesar de que se barajaba solucionar el problema de los moriscos, mediante la instrucción religiosa, aparecieron opiniones más radicales, como la de Martín de Salvatierra, Obispo de Segorbe.
Salvatierra se oponía a que fueran deportados a Berbería, es decir, el Norte de África, pues había peligro de que desde allí atacaran España. El obispo entonces propuso llevar a los moriscos a un remoto lugar del Atlántico noroccidental aún poco explorado, Terranova y la Costa de los Macallaos.
Terranova es una isla bien conocida, hoy perteneciente a Canadá, pero hay más problemas en cuanto a la Costa de los Macallaos o Bacallaos. En el siglo XVI la Tierra de Bacallaos era identificada con Terranova, el territorio de Acadia o la península de Terranova indistintamente. Sea como fuere, el obispo Salvatierra no se contentaba con deportar a los moriscos a estos lejanos territorios. Opinaba que había que castrarlos para que en estas remotas tierras se extinguieran, primero llevando a los moriscos del Reino de Valencia, luego a los de Aragón y finalmente a los de Castilla.
Años más tarde, en 1602, Juan de Ribera, Patriarca de Antioquía, proponía que el rey esclavizara a parte de los moriscos, siendo los más jóvenes utilizados en las galeras y otros desterrados a las Indias, donde trabajarían en las minas.
Poco después, en 1606, el humanista y cronista Pedro de Valencia, en su “Tratado acerca de los Moriscos de España”, analizaba las distintas opciones que había en cuanto a los moriscos. Entre las posibilidades sopesadas por Valencia estaban las de la cautividad, expulsión, conversión, dispersión o translación. En cuanto a esta última posibilidad, Valencia mencionaba distintos lugares del Imperio español a los cuales se podría deportar a los moriscos, como Nápoles, Sicilia o Flandes, pero también las Indias Occidentales. Sin embargo, descartaba este último lugar diciendo:
“pero a Yndias en ninguna manera conviene, por que harían daño en los Yndios con la Doctrina y en la Paz de la tierra con la falta de lealtad. Y allá hay menos españoles, que para poder mezclar con ellos cantidad de tan mal fermento sin temor de corrupción...”
Finalmente, los moriscos fueron expulsados de España entre 1609 y 1613, en época de Felipe III, pero no hacia América, sino principalmente hacia el Norte de África y Oriente.
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