miércoles, 28 de abril de 2021

HVITRAMANNALAND O IRLANDA LA GRANDE EN LA SAGA DE ERIK EL ROJO.

“Cuando partieron de Vinlandia toparon con viento sur y llegaron a Marklandia, donde encontraron a cinco skraelings, uno de ellos un adulto con barba, dos mujeres y dos chiquillos. Karlsefni capturó a los niños, mas los otros se escaparon y se hundieron en la tierra. Retuvieron a los niños, les enseñaron su lengua y les bautizaron. Dijeron que su madre se llamaba Vaetilldi y su padre Uvaegi. Allí no había casas: la gente se alojaba en cuevas o agujeros; había un país al otro lado. Dijeron que frente a su propia tierra existía un país donde los hombres iban vestidos con ropas blancas y gritaban fuertemente y llevaban palos e iban de un lado para otro con banderas. Llegaron a la conclusión de que se trataba de Hvitramannaland o Irlanda la Grande. Y Luego llegaron a Groenlandia y pasaron el invierno con Erik el Rojo”.

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FREYDIS, LA SANGUINARIA VIKINGA DE AMÉRICA.

Cuando pensamos en vikingos lo solemos hacer en fieros guerreros y caudillos que surcan los mares en busca de botín, pero no hay que olvidar el papel que desempeñaron las mujeres en el mundo vikingo. Este es el caso de Freydis Eiríksdóttir y sus dos viajes a América. 

Toda la información que tenemos sobre Freydis proviene de las Sagas de Vinlandia, nombre que se da al conjunto de dos sagas que hablan sobre los viajes de los noruegos a la Tierra del Vino, Vinlandia, quizás la moderna Terranova. Estas sagas son la Saga de Erik el Rojo y la Saga de los Groenlandeses. En ocasiones estos textos dan versiones diferentes de un mismo hecho, pero a grandes rasgos podemos reconstruir la historia de Freydis utilizando ambas. 

Erik el Rojo, el primer europeo en establecerse en Groenlandia, tenía tres hijos, Leif, Thorvald y Thorstein, y una hija natural, Freydis. Esta estaba casada con Thorvard y vivían en Gardar, en el sur de Groenlandia. Según deja de manifiesto la Saga de los Groenlandeses, era Freydis la que mandaba en el matrimonio y solo se había casado con Thorvard por su dinero. Más adelante, esta misma saga menciona el viaje, hacia el año 1010, de Thorfinn Karlsefni a Vinlandia, pero no menciona a Freydis en esta expedición, cosa que sí hace la Saga de Erik el Rojo. 

Karlsefni emprendió el quinto viaje conocido a Vinlandia, siguiendo los pasos de los hijos varones de Erik el Rojo que ya habían viajado a este lugar. Junto a Karlsefni iban otros expedicionarios, entre ellos Freydis y su marido. La expedición llegó a la Tierra de las Piedras Planas, Hellulandia, probablemente la Isla de Baffin, al norte de Canadá. De allí fueron a la Isla del Oso y a la Tierra de los Bosques, Marklandia, quizás la península de Labrador. Prosiguieron hasta los lugares que llamaron el Cabo de la Quilla, las Riberas Maravillosas y el Fiordo de la Corriente, donde se asentaron un tiempo. Meses después la expedición se dividió, algunos fueron al norte y el resto, entre ellos Freydis, fue al sur, hasta Hop, la Esclusa Terrestre, donde vieron por primera vez a los nativos del lugar, a los skraelings. 

Después del invierno regresaron los skraelings y comerciaron con ellos. Semanas más tarde los skrealings regresaron, pero esta vez con intenciones hostiles. Se entabló una lucha entre los noruegos y los nativos, pero Karlsefni y sus hombres, al verse superados, huyeron. Solo Freydis no lo hizo y reprochó a los que huían su actitud, pero como no le hicieron caso, “trató de alcanzarles, mas no corría con suficiente velocidad a causa de su embarazo. Les seguía hacia el bosque cuando los skraelings la atacaron. Encontró a” uno de sus compañeros muerto junto a su espada; “ella la recogió y se dispuso a defenderse. Los skraelings ya se acercaban a ella. Sacó sus pechos de debajo de su camisa y los golpeó con la espada de plano, ante lo cual los skraelings se asustaron, y echaron a correr hacia sus botes y se alejaron remando. Karlsefni y sus hombres se acercaron a ella, alabando su valor”. Según otros manuscritos, Freydis cortó uno de sus pechos, en un claro paralelismo con las amazonas de la mitología griega. 

Por temor a que los skrealings volvieran, la expedición decidió abandonar aquel lugar y se hicieron a la mar en busca de un nuevo asentamiento. Exploraron numerosos lugares, entre ellos la Tierra del Unípedo y Marklandia, donde oyeron hablar de Irlanda la Grande (también conocida como la Tierra de los Hombres Blancos), pero finalmente regresaron a Groenlandia. 

Poco después, tiene lugar el segundo viaje de Freydis a Vinlandia, aunque según algunos autores se trata de una historia ficticia añadida al relato de Karlsefni. Según narra la Saga de los Groenlandeses, el mismo verano en el que Karlsefni regresó de Vinlandia llegaron a Groenlandia desde Noruega los hermanos Helgi y Finnbogi. Freydis fue a reunirse con ellos y les propuso viajar a Vinlandia después del invierno y repartirse todas las ganancias de la expedición. A continuación, Freydis fue a ver a su hermano Leif y le pidió su casa de Vinlandia. El acuerdo alcanzado entre Freydis y los hermanos fue el de que cada uno llevaría una nave con 30 hombres y algunas mujeres. Pero pronto Freydis incumplió su parte al llevar más hombres. 

La expedición llegó a Leifsbudir, quizás el actual sitio arqueológico llamado L'Anse aux Meadows. Una vez en Vinlandia, Freydis no permitió a los hermanos habitar la casa de Leif, por lo que tuvieron que construir su propia casa. Durante el invierno la relación entre ambos grupos empeoró. Luego, una mañana temprano, Freydis fue a la otra casa y pidió hablar con Finnbogi. Ambos se alejaron de la casa y conversaron. Freydis quería intercambiar su nave con la de los hermanos. Y cuando las diferencias parecían resueltas, cada uno volvió a su casa. Entonces, Freydis le dijo a su marido que los hermanos la habían maltratado y le exigió que la vengara. 

Thorvard y sus hombres tomaron las armas y capturaron a los hombres de la otra casa. Freydis hizo que mataran a cada hombre, pero nadie quería matar a las mujeres. Entonces Freydis pidió un hacha y abatió a las mujeres que allí había. A continuación, amenazó a sus compañeros para que no dijeran nada a su vuelta a Groenlandia. Así llegó a su fin el sexto y último viaje a Vinlandia. Una vez de regreso en Groenlandia con la nave de los hermanos, Freydis hizo espléndidos regalos a los miembros de su tripulación para mantener ocultas sus fechorías. Sin embargo, lo ocurrido en Vinlandia llegó a oídos del hermano de Freydis, Leif. Este, mediante tortura, consiguió la confesión de varios hombres de Freydis. Leif, por ser su hermana no la castigó, pero si la maldijo.

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miércoles, 21 de abril de 2021

CANJE DE PRISIONEROS ALIADOS Y ALEMANES EN BARCELONA (18-5-1944).

 




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PERUANO-JAPONESES EN CAMPOS DE INTERNAMIENTO DE ESTADOS UNIDOS DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

Es conocido por todos que durante la Segunda Guerra Mundial tanto el Eje como los Aliados utilizaron campos de concentración y de internamiento para prisioneros civiles y de guerra, pero es poco sabido que las naciones latinoamericanas también usaron estos campos, A continuación, hablaremos de los peruano-japoneses, el colectivo más numeroso de Latinoamérica que fue internado. 

Desde finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX miles de japoneses habían migrado a Perú. Esta inmigración se había convertido en impopular en gran parte por el éxito económico de los agricultores y empresarios japoneses. Ya en los años 30 entraron en vigor medidas anti-japonesas y en 1940 se produjeron disturbios anti-japoneses en Lima y el Callao. 

Desde que estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa, Estados Unidos instó a los países latinoamericanos a investigar a los ciudadanos de Alemania, Italia y Japón que residieran en su territorio. Poco después, el mismo FBI también comenzó a investigar a nacionales del Eje y a simpatizantes pro-Eje de estos países. En 1941 aparecieron las primeras Listas Negras elaboradas por el Departamento de Estado con la ayuda de las diferentes Embajadas y Legaciones estadounidenses en América Latina. Ese mismo año el presidente Roosevelt propuso el establecimiento de un campo de internamiento en alguna isla deshabitada de las Galápagos, aunque finalmente la idea se desechó. 

Tras el ataque a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, en enero de 1942 se celebró en Río de Janeiro una Conferencia en la que participaron varios ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas y el subsecretario de Estado estadounidense, Sumner Welles. Entre otras cosas, en esta Conferencia se pusieron los cimientos para el programa de deportación a Estados Unidos de aquellos ciudadanos alemanes, italianos y japoneses de las republicas latinoamericanas que se considerasen peligrosos. Esta medida también se extendió a ciudadanos naturalizados o nacidos en las repúblicas latinoamericanas que fueran originarios de algún país del Eje. Aunque como se vio con el tiempo, en las listas de “ciudadanos peligrosos” eran pocos los realmente peligrosos, y es que se utilizó el pretexto de la seguridad nacional para librarse de ciertos colectivos, como fue el caso de Perú y los peruano-japoneses. 

El 24 de enero Perú rompió relaciones con Japón, lo que fue seguido por el cierre de escuelas, organizaciones y periódicos japoneses, así como restricciones económicas y de movimientos. Después, en 1943, mediante la Ley 9810, Perú canceló la nacionalización de súbditos del Eje y expropió los negocios y otros bienes a estos ciudadanos. Paralelamente Estados Unidos comenzó a presionar a las repúblicas latinoamericanas para que internaran a alemanes, italianos y japoneses y a otros ciudadanos sospechosos de cometer actos pro-Eje. 

Poco después, el 19 de febrero, Roosevelt firmó la Orden Ejecutiva 9066 que autorizaba al Secretario de Guerra a crear ciertas zonas militares que serían usadas para el internamiento de alemanes, italianos y, sobre todo, japoneses residentes en Estados Unidos, a los que más tarde se sumarían los residentes en los países latinoamericanos, especialmente de Perú. También en este mes llegaron especialistas estadounidenses para ayudar al gobierno peruano a investigar a las comunidades japonesas y a seleccionar a los deportados, centrándose en los líderes de dichas comunidades. 

Fueron varios los motivos para estos internamientos. En primer lugar, existió un miedo real a que estos ciudadanos pudieran suponer un peligro durante la guerra. En segundo lugar, la impopularidad de estos colectivos, los prejuicios culturales, la rivalidad económica y el racismo, en especial contra los japoneses, influyeron en las naciones latinoamericanas para que accedieran a estos internamientos. Y en tercer lugar, Estados Unidos tenía interés en mantener internados a ciudadanos de los países del Eje en su suelo porque así contaba con rehenes a los que intercambiar por estadounidenses retenidos en estos países. 

En un principio el gobierno peruano consideró la creación de sus propios campos en los que internar a miles de japoneses. Líderes norteamericanos pensaron en usar a los internos para la construcción de carreteras y para trabajar en el campo. Finalmente la idea de los campos peruanos no fue llevada a a cabo por falta de financiación de aquel gobierno. 

Desde estas fechas el gobierno peruano comenzó ha detener diplomáticos japoneses y a internarlos en Chosica. Antes de que comenzaran las deportaciones cientos de japoneses acudieron a la Embajada de España, que actuaba en representación de Japón, para inscribirse con el fin de abandonar Perú. 

A principios de abril el barco Etolin comenzó a llevar a ciudadanos del Eje de Perú y de otras naciones latinoamericanas a Estados Unidos. Poco después, Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia deportaron en el barco Acadia a Estados Unidos a varios cientos de diplomáticos y ciudadanos de las naciones del Eje. Estos deportados, y otros después, fueron objeto de intercambio. Estados Unidos, con la mediación de España y Suiza, los entregaba, en este caso a Japón, a cambio de sus diplomáticos y ciudadanos capturados por las tropas niponas en Asia. Entre los intercambiados hubo muchos peruano-japoneses, que eran embarcados en navíos como el sueco Gripsholm y llevados a puertos de las colonias portuguesas de África e India, donde eran canjeados por ciudadanos estadounidenses. 

Las deportaciones se produjeron en varios grupos entre 1942 y 1944. Muchos, antes de llegar a Estados Unidos, pasaron por la Zona del Canal de Panamá, por aquel entonces un territorio estadounidense. Durante el trayecto se les requisaba el pasaporte y eran clasificados como “enemigos extranjeros”. La mayoría de japoneses deportados desde Latinoamérica provenían de Perú, alrededor de 1800. 

Junto a los ciudadanos considerados peligrosos llegaron a Estados Unidos, de forma voluntaria, sus familias, mujeres y niños, que también fueron internados. Los barcos llegaban a Nueva Orleans, donde según testimonios de los deportados, eran desnudados y rociados con DDT para su desinfección. Los hombres peruano-japoneses fueron internados en el Campo de Detención de Kenedy, Texas. Por su parte, las familias fueron internadas en Seagoville y Crystal City, también en Texas. Igualmente hubieron pequeños grupos peruano-japoneses en Santa Fe, Nuevo México, y Fort Missoula, Montana. Otro reducido grupo fue de forma voluntaria a Kooskia, Idaho, para construir carreteras. 

En septiembre de 1945, tras la rendición de Japón, Estados Unidos adoptó la resolución de deportar fuera del Hemisferio Occidental a los ciudadanos del Eje que permanecían en su territorio. Así, en diciembre cerca de 800 peruano-japoneses fueron llevados voluntariamente a Japón. En 1946 otros seguirían su camino. En enero de 1946, Estados Unidos preguntó a las repúblicas latinoamericanas si querían acoger a los ciudadanos que habían deportado, pero en el caso de Perú, este país se negó, solo permitiendo el regreso de cerca de un centenar de peruano-japoneses y sus familias. 

Aún así, todavía quedaban en Estados Unidos unos 300 peruano-japoneses y aunque ya no se les juzgaba como peligrosos, su estancia en este país se consideraba ilegal y por eso el riesgo de la deportación aún pesaba sobre ellos. Un proceso judicial paralizó las deportaciones a Japón y muchos peruano-japoneses obtuvieron la libertad, pudiendo trabajar, en su mayoría en Seabrook, Nueva Jersey. No sería hasta 1954 cuando muchos obtuvieron definitivamente el permiso para permanecer en Estados Unidos y, cuando Perú cambió su política, solo unos pocos regresaron al país Sudamericano. 

No fue hasta 1988 cuando los Estados Unidos reconocieron la injustica cometida con los ciudadanos de ascendencia japonesa internados en campos, incluidos los llegados de Perú. Hasta 2011, el gobierno de Perú no pidió perdón por la persecución a sus ciudadanos de origen japonés. 

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miércoles, 14 de abril de 2021

LICOFRÓN (ALEJANDRA, 31-38) Y LA TOMA DE TROYA POR HERACLES:

“¡Ay, infeliz nodriza, la incendiada ya en tiempos 

por los pinos preñados de tropas que mandó 

el león de las tres noches, al cual las aguzadas 

mandíbulas del can de Tritón devoraron! 

más vivía y trinchaba sus entrañas, cocido 

por el vapor de aquella caldera, hogar sin llama, 

y al suelo sus cabellos con el sudor caían; 

tal fue el infanticida, saqueador de mi tierra,..."


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EL MITO DE LA CONQUISTA DE TROYA POR HÉRCULES.

Si hablamos de mitología griega quizás dos de los mitos más populares son los de Hércules, o mejor dicho, Heracles, y el de la Guerra de Troya, pero son casi desconocidas dos partes de estos mitos y la relación entre ellos: el saqueo de Troya por parte de Heracles. 

Cuenta Homero en la Ilíada que Posidón y Apolo, a instancias de Zeus, alquilaron sus servicios a Laomedonte, rey de Troya, para un año por un salario convenido. Según algunas noticias tardías, Zeus les obligó a trabajar para Laomedonte por haberse rebelado. Posidón edificó una muralla alrededor de la ciudad, mientras que Apolo se ocupó de los rebaños. El poeta Píndaro dice que en estos trabajos, los dioses fueron ayudados por Éaco, rey de Egina. Según la versión de la Biblioteca Mitológica de pseudo-Apolodoro, Posidón y Apolo, para probar la soberbia de Laomedonte, adoptaron forma humana y le propusieron fortificar, a cambio de un salario, Pérgamo, la ciudadela de Troya. Pero cuando se cumplió el plazo, Laomedonte se negó a pagar lo convenido, y les amenazó con amarrarlos y llevarlos a lejanas islas para venderlos e, incluso, hacia ademán de cortarles las orejas. Por su parte, el escritor Higinio, en sus Fábulas, dice que Laomedonte había prometido inmolar todo el ganado que naciera en su reino durante un año, cosa que no cumplió. 

Entonces los dioses se fueron llenos de rencor. Pseudo-Apolodoro dice que, en venganza, Apolo envió una peste a Troya y Posidón un monstruo marino que aprovechando la pleamar arrebataba a los hombres de la planicie. Los oráculos vaticinaron que cesarían las desgracias si Laomedonte ofrecía a su hija Hesíone como alimento del monstruo, y él la ató a unas rocas del litoral. Esto recuerda al mito de Andromeda y Perseo. Según Higinio, el oráculo de Apolo dijo que si jóvenes doncellas troyanas eran atadas con cadenas ante el monstruo, se terminaría la peste. Una vez que habían sido devoradas muchas, el azar recayó en Hesíone. 

Según pseudo-Apolodoro, cuando Heracles regresaba del País de las Amazonas, de tomar el cinturón de Hipólita, arribó a Troya. Por su parte, Higino dice que Heracles y Telamón iban de camino a la Cólquide con los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. Haracles vio a Hesíone y le prometió a Laomedonte salvarla a cambio de los caballos de Tros, su abuelo, unos caballos que podían correr sobre las aguas. Petición a la que Laomedonte accedió. 

Entonces Heracles mató al monstruo y liberó a Hesíone. La Ilíada dice que Heracles contó con la ayuda de Atenea, que construyó un muro para que el héroe se protegiera del monstruo. Por su parte, Licofrón, en su poema Alejandra, cuenta que Heracles se lanzó contra el monstruo y este lo devoró, pero el héroe mató al monstruo desde dentro con un arma, pero a causa del calor que sufrió allí perdió su cabello. Hay que apuntar que este pasaje de Heracles dentro del monstruo recuerda al de Jonás dentro de la ballena. Un relato más detallado sobre esto podemos encontrarlo en el poema épico de Valerio Flaco, las Argonáuticas

Aunque Heracles cumplió su parte del pacto, Laomedonte se negó a cumplir lo acordado. Heracles, antes de hacerse a la mar, amenazó con guerrear contra Troya. Higinio, por su parte, nos dice que Heracles y Telamón mataron al monstruo, devolvieron a Hesíone a su padre a cambio de que, cuando ellos volvieran de la expedición a la Cólquide, se la llevarían consigo a su patria junto con los caballos de Tros. Pero Laomedonte no cumplió lo pactado. 

A continuación tenemos tres versiones sobre el regreso de Heracles y la conquista de Troya. En la primera, pseudo-Apolodoro dice que Heracles, después de haber acabado sus trabajos, reunió un ejército de nobles y fue a Troya con dieciocho naves, o seis, según la Ilíada. Al llegar, encomendó a Oícles la custodia de las naves, y con el resto del ejército marchó contra la ciudad. Entonces Laomendonte llegó con una muchedumbre hasta las naves y mató a Oícles en combate, pero los compañeros de Heracles lo repelieron y lo sitiaron. 

Establecido el cerco alrededor de Troya, Telamón, abriendo brecha en la muralla, entró primero, y a continuación lo hizo Heracles. Después de tomar la ciudad y de haber matado a Laomedonte y a sus hijos, excepto a Podarces, Heracles entregó a Hesíone como premio a su amigo Telamón. A esta se le permitió llevarse a uno de los cautivos, y eligió a su hermano, Podarces, pero, para ello, Heracles le dijo que antes debía hacerlo esclavo y luego comprarlo. Así fue, y desde entonces Podarces fue llamado Príamo.

La segunda versión, la de Diodoro, dice que cuando los Argonautas se encontraban de regreso de su expedición arribaron a la Tróade. Heracles envió a su hermano Ificles y a Telamón para que reclamaran los caballos y a Hesíone a Laomedonte. Pero el rey de Troya encarceló a los enviados y maquinó acabar con los otros Argonautas en una emboscada. Príamo, hijo de Laomendonte, era de la opinión de respetar lo pactado, así que avisó a Telamón de los planes de su padre. Telamón y los suyos consiguieron escapar y reunirse con el resto de los Argonautas. Entonces, se presentaron para combatir contra los troyanos. Mientras, Laomedonte avanzó hacia las naves con la esperanza de destruirlas y acabar así con la guerra, aunque los griegos consiguieron alejarlas de la costa. Entonces Laomedonte regresó atrás y, en una batalla contra los griegos, Heracles acabó con el rey troyano, tomó la ciudad, degolló a muchos de sus habitantes y entregó el reino a Príamo por su justicia. 

La tercera versión, la de Dares Frigio, es la siguiente: Heracles, para tomar lo que Laomedonte la había negado, pidió ayuda a otros héroes para ir contra Troya. Una vez que los griegos desembarcaron, parte de ellos fueron a Troya. Mientras Laomedonte se lanzó contra las naves, pero, cuando escuchó que la ciudad estaba siendo atacada, retrocedió. En el camino, Laomedonte se encontró con Heracles y este le mató. A continuación, la ciudad fue tomada. Según Dares Frigio, Príamo no estaba en Troya en aquel momento. 

Para finalizar haremos unas breves reflexiones desde el punto de vista histórico. Si tenemos en cuenta que con el descubrimiento de las ruinas de Troya se probó el trasfondo histórico del relato de la Ilíada, es posible que el caso de la Primera Guerra de Troya, la protagonizada por Heracles, no sea muy diferente. A lo largo de su historia Troya sufrió varias destrucciones, algo que se refleja en sus niveles arqueológicos. El más conocido es el de la Guerra de Troya, fechado hacia el año 1180 a. C. El nivel correspondiente a la destrucción de Heracles sería una generación anterior, quizás a alguno de los subniveles de Troya VI. Pero, ¿quién sería el verdadero Heracles, autor de esta destrucción? Podríamos hacer muchas suposiciones, como que se trató de un rey o un caudillo micénico, el líder de una expedición pirática, un predecesor de los Pueblos del Mar, o el reyezuelo de un pueblo en migración. Sea cual sea la respuesta,  quizás nunca sepamos. 

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miércoles, 7 de abril de 2021

LA TERCERA CARTA DE JAMES MANLOVE.



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PARAGUAY Y EL PLAN SECRETO PARA GANAR LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA.

Se sabe mucho sobre la Guerra de la Triple Alianza, pero es casi desconocido que Paraguay pudo ganar la guerra gracias al plan ideado por el confederado James Manlove. Reconstruiremos esta historia gracias a las cartas que Manlove dirigió a Francisco Solano López, al libro “Siete años de aventuras en el Paraguay” escrito por el inglés George Masterman, que sirvió en el ejército paraguayo, y a los testimonios que Charles Washburn, embajador estadounidense en Paraguay, plasmó en su “The History of Paraguay”.

James Manlove, Mayor del ejército confederado, salió desde Nueva York en 1865 rumbo a Río de Janeiro, donde conoció a Washburn. Más tarde, ambos se reencontraron en Buenos Aires. Según Washburn, en un principio Manlove solo viajaba por diversión pero, luego, al saber que el embajador iría a Paraguay le pidió ir con él. Manlove, para intentar convencer a Washburn de que le llevara con él, le contó sus planes. Según Manlove, quería conseguir una patente de corso de Francisco Solano López, regresar a Estados Unidos y conseguir barcos, para lo cual ya había contactado con los propietarios de varias naves que habían hecho el corso en la reciente Guerra Civil. 

Con estos barcos pretendía atacar los transportes y los mercantes brasileños. Washburn, dado su cargo como embajador, se negó a saber más, ya que eso podría arrojar sospechas sobre su persona, y avisó a Manlove de que López no le escucharía. Entonces, Manlove, que no pudo embarcar con Washburn, decidió dirigirse solo a Corrientes. Allí, cuenta Washburn, se lo encontró posteriormente. Manlove frecuentaba a los altos mandos argentinos, incluidos el presidente argentino, Mitre. Manlove no se alistó en las fuerzas aliadas, pero según Washburn había pedido una compañía de francotiradores con los que atacar a los paraguayos. 

Poco después, cuenta Washburn que Manlove cruzó las líneas argentinas y se hizo capturar por los paraguayos, que lo llevaron con los ojos vendados al cuartel general de López. Allí registraron sus papeles, lo interrogaron sobre sus planes, sobre Washburn y sobre el ejército enemigo. Es en este momento, en agosto de 1866, cuando Manlove dirige unas cartas a López en las que describe sus planes. En ellas detalla lo que anteriormente le había contado a Washburn. Pretendía obtener patentes de corso para ir contra los brasileños. Además, pedía la ciudadanía paraguaya para él y para todos los que sirvieran en esa empresa. Según Manlove, ya que la mayoría de puertos brasileños estaban débilmente fortificados sería fácil tomarlos con la flota de corsarios. Manlove pretendía formar esta flota con los viejos buques de la Guerra Civil Americana que ahora estaban en venta. A cambio, Manlove no pedía dinero, solo una recompensa por cada buque de guerra enemigo destruido. Terminaba Manlove su primera carta solicitando una entrevista personal con López. 

En una segunda carta Manlove hablaba de la importancia de nombrar un Almirante para la escuadra del Atlántico. Esta escuadra estaría formada por seis buques. Además, afirmaba que tenía en las Indias Occidentales esperando un buque de diez y ocho cañones comandado por su hermano. Según Masternan, se trataban de dos barcos tipo monitor y Manlove pretendía regresar a Estados Unidos por Bolivia y Panamá para volver con ellos. 

A pesar de todo lo dicho y escrito por Manlove, los paraguayos no le creyeron, le consideraban un espía al servicio de Washburn. Según Masterman, López había oído que Manlove era un excelente tirador al servicio de los argentinos para matar oficiales paraguayos, por lo que iba a ejecutarlo. Esto no sucedió por la intervención de la esposa de López, Elisa Lynch, y del Dr. Stewart, aunque Vicente Barrios, el Coronel Wisner y el obispo Palacios le habían incitado a hacerlo. Manlove fue encarcelado en el Paso Pucú varias semanas. En una tercera carta, el confederado se lamentaba de que se le considerase un enemigo y por ello estar en prisión. 

Lo que Manlove no cuenta, es que tiempo antes este plan había sido presentado a Cándido Bareiro, Encargado de Negocios de Paraguay en París por entonces. Según cuenta el diplomático paraguayo Gregorio Benites, en mayo de 1866 varios marinos confederados fueron a la legación paraguaya en París con la siguiente proposición: organizar una flotilla de seis vapores fuertemente armados de la Guerra de Secesión para realizar actividades corsarias. El objetivo sería atacar y capturar buques y ciudades aliadas, y posteriormente cortar el paso en el Río de la Plata a las naves aliadas, encerrándolas así en el Rio Paraguay hasta hacer que se rindieran. Cándido Bareiro se mostró entusiasmado con la idea, pero nunca se decidió a aceptarla. Gregorio Benites recoge en su libro, “La Triple Alianza de 1865”, que numerosos periódicos sudamericanos se hicieron eco de este plan corsario. Benites acaba su relato sobre este plan con la seguridad de que si se hubiese realizado, el curso de la guerra hubiera sido favorable a Paraguay. 

Volviendo al relato sobre Manlove, sabemos que tiempo después de ser encarcelado, debido a su mala salud, fue liberado, se le permitió ir a Asunción y se le entregó una pequeña suma de dinero para sus gastos. Allí lo encontró Washburn en noviembre a su llegada a Asunción y le ayudo en todo lo que pudo mientras estuvieron juntos en la ciudad, llegando a conseguir que López le concediera una ayuda económica. 

En febrero de 1868, tras la evacuación de Asunción, Washburn, para proteger a Manlove, lo hizo empleado de la embajada, esperando así que obtuviera inmunidad diplomática. En marzo, según Washburn se produjo un incidente entre el pendenciero Manlove y la policía de Asunción, que solo se resolvió, por el momento, con su intervención, ya que refugió a Manlove en la legación estadounidense. 

Según Masterman, semanas después, Washburn se peleó con Manlove y lo expulsó de la legación, siendo arrestado poco después por la policía paraguaya, que no había olvidado el anterior incidente. Washburn, a pesar de la reciente enemistad con Manlove, volvió a interceder por él. Elevó quejas a las autoridades paraguayas, pues defendía que Manlove era inviolable por su empleo en la embajada. Esto generó un intercambio de notas y una pequeña crisis diplomática entre estadounidenses y paraguayos. Sin embargo, nada se pudo hacer por Manlove, que fue ejecutado el 22 de agosto de 1868 acusado de traición. Otras versiones dicen que la ejecución fue posterior o que Manlove consiguió salir de Paraguay y regresar a Estados Unidos. 

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miércoles, 31 de marzo de 2021

EL "PLANHER VUELH EN BLACATZ" DE SORDEL

 


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LUIS IX DE FRANCIA, ¿TAMBIÉN REY DE CASTILLA?

A principios del siglo XIII sucedió un hecho casi desconocido que a punto estuvo de cambiar la historia de la España y la Europa medieval: la entronización como rey de Castilla de un príncipe francés, Luis, futuro Luis IX de Francia. Pero antes de conocer esto hay que retrotraerse al año 1214 para comprender todo lo sucedido. 

En ese año murió el rey de Castilla, Alfonso VIII, y le sucedió su hijo, Enrique I, siendo aún un  niño. La regencia debía recaer en su madre, Leonor Plantagenet, pero está murió a los pocos días. Entonces la regencia fue a parar a la hermana mayor de Enrique, Berenguela, esposa que fue de Alfonso IX de León hasta 1203, cuando su matrimonio fue anulado por el papa Inocencio III. Al poco tiempo, debido a la oposición de la Casa de Lara, Berenguela tuvo que renunciar a la regencia, aún así, el enfrentamiento entre ambos bandos nobiliarios continuó. 

En 1217 el rey niño murió por accidente. Al no existir un sucesor varón, la legítima heredera fue Berenguela. Esta, aunque siguió siendo llamada reina y ejerció como tal en ciertas circunstancias, cedió sus derechos a su hijo Fernando, que pasó ser rey, primero, de Castilla y, desde 1230, también de León, con el nombre de Fernando III. Aún con este nuevo rey, los enfrentamientos entre el partido de Berenguela y el de los Lara continuó, a los que se sumó el rey de León, que atacó las fronteras de Castilla al principio del reinado de su hijo. 

En el contexto de estas luchas surgió la primera noticia sobre los supuestos derechos de un príncipe francés al trono de Castilla. En una versión de la Crónica de 1344 se dice que tras la muerte de Enrique, los Lara, enemigos de Berenguela, debieron dar los castillos a Blanca por ser la hermana mayor. Esta Blanca es Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII, y por tanto hermana de Enrique y de Berenguela, esposa y madre, respectivamente, de los futuros Luis VIII y Luis IX de Francia. Pero esta crónica contiene un error o una falsedad intencionada, ya que Blanca no era mayor que Berenguela, sino menor. Aún así, cierta historiografía francesa mantendría lo contrario y menciona que el rey de Francia, Felipe Augusto, rehusó este ofrecimiento para evitar una guerra. 

Poco después, en un momento indeterminado del breve reinado de Luis VIII, entre 1223 y 1226, varios miembros de la nobleza castellana rebelados contra Fernando, con Rodrigo Díaz de Cameros y Gonzalo Pérez de Lara a la cabeza, se dirigieron al monarca francés y se declararon sus vasallos. En una serie de nueve cartas, estos nobles decían que Alfonso VIII, en unas supuestas últimas voluntades, les había ordenado que devolvieran el reino de Castilla, como parte de su herencia, a un hijo del rey de Francia, si su propio heredero Enrique, el futuro Enrique I, moría sin descendencia. A continuación, estos nobles, pedían al rey de Francia que les enviara a su hijo lo antes posible, prometiendo recibirlo como señor y asegurarle el trono. Esta petición podría considerarse un intento desesperado de parte de la nobleza castellana en su pugna contra Berenguela y Fernando, al que consideraban un extranjero por haber nacido en León. 

Los supuestos derechos de un hijo de Luis VIII al trono de Castilla vendrían por su madre, Blanca, hija de Alfonso VIII. Aunque los derechos de Blanca eran inferiores a los de sus hermanas mayores, Berenguela y Urraca, reina consorte de Portugal, ya fallecida, y a los de los hijos de estas. Por otro lado, no conocemos la reacción de Luis VIII ni de Blanca, como regente de su hijo desde 1226, a este ofrecimiento, pero probablemente la reina de Francia sabía que sus derechos eran muy endebles. 

Una referencia a esta cuestión sucesoria la encontramos hacia 1237 cuando el trovador Sordel, en una de sus obras, hace mención a estos supuestos derechos y dice que Luis IX perdió Castilla por ineptitud. Más tarde, en el siglo XVII Antonio Lupian, en su Epitome de la vida y muerte de la reina Doña Berenguela, desmintió a varios cronistas que mantenían la primogenitura de Blanca. 

A esta improbable unión personal de las coronas de Francia y Castilla, el príncipe Luis, futuro Luis IX, podría haber sumado la de Inglaterra y haber formado un Imperio Capeto, mucho mayor que el recientemente desaparecido Imperio Angevino, ya que en 1216 los barones ingleses, en rebeldía contra el rey Juan Sin Tierra, habían ofrecido el trono de Inglaterra al padre de Luis, el cual llegó a ocupar Londres, en virtud de los derechos de su mujer Blanca, nieta de Enrique II de Inglaterra. Aunque como en el caso de Castilla, estos derechos eran frágiles, pues Blanca tenía parientes que le precedían en la línea sucesoria. 

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miércoles, 24 de marzo de 2021

LA EXPEDICIÓN DE COCHRANE A FILIPINAS SEGÚN BARTOLOMÉ MITRE ("HISTORIA DE SAN MARTÍN Y DE LA EMANCIPACIÓN SUDAMERICANA").

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EL IMPERIO MARÍTIMO CHILENO DE COCHRANE Y O'HIGGINS

De entre todas la historias y hazañas llevadas a cabo durante las guerras de independencia hispanoamericanas algunas son aún poco conocidas, este es el caso del intento chileno para conquistar el Océano Pacífico. 

Durante el tiempo en el que el marino escocés Thomas Cochrane estuvo al servicio de Chile, entre 1818 y 1822, planeó convertir a Chile en un Imperio Marítimo, lo que se conoce como una Talasocracia, que tuviese como modelo y aliado al Imperio Británico. Una vez que acabara la hegemonía española en las costas del Pacífico, la marina chilena impondría su poder en este océano para crear una vasta red comercial. 

El plan que Cochrane presentó a Bernardo O'Higgins, Libertador y Director Supremo de Chile fue el de, una vez tomadas Valdivia y Chiloé, establecer bases navales en El Callao y Guayaquil e ir mucho más allá, conquistar las Filipinas, posesión española en Asia. 

Cuenta el historiador Francisco Javier Mariátegui que supo de este plan, años después, de boca del General Francisco Antonio Pinto. Según este historiador, Cochrane propuso a O'Higgins que le entregara la escuadra chilena, que le prestase 200.000 pesos del Tesoro y le permitiese tomar tropas y oficialidad con las que emprender una campaña contra las Filipinas españolas, las que tomaría y en las que conseguiría una gran suma con la que sufragar la expedición. Añade Mariátegui, que el plan fue discutido en Santiago por la junta de Ministros, pero que finalmente fue rechazado. Aún así, como veremos a continuación, los pasos de Cochrane parece que fueron encaminados a realizar este plan. 

En 1819 Cochrane atacó El Callao dos veces, y pese a los graves daños infringidos a la escuadra española, no consiguió tomar la ciudad. Más adelante, se personó en Guayaquil, aunque tampoco la tomó. Meses más tarde, a principios de febrero de 1820, consiguió tomar Corral y Valdivia, en el sur de Chile. 

Poco después Cochrane intentó tomar Chiloé, aunque los realistas aguantaron la embestida patriota. Chiloé, último enclave español en Sudamérica, a pesar de los varios intentos chilenos por tomarlo no sería anexado por Chile hasta 1826. 

En octubre de 1820 Guayaquil se independizó, algo, que paradójicamente, fue un contratiempo para los planes de Cochrane y O'Higgins, ya que, aunque esta ciudad ya no estaba en poder español, tampoco estaba en el suyo. Pero pasado el tiempo O'Higgins no había olvidado Guayaquil. El 12 de noviembre de 1821, O'Higgins escribió a Cochrane revelándole sus planes sobre este puerto y le decía: “si Guayaquil estrecha sus relaciones con Chile, de modo que ningún Gobierno pueda disolverlas […] esta República puede dominar y marchar con rapidez a su grandeza”. Y termina O'Higgins con una mención a una campaña contra las Filipinas, de la que desea hablar privadamente con Cochrane. 

Poco después, el 15 de noviembre, O'Higgins escribía a Cochrane, ante el peligro de reconquista española de Guayaquil: “Si la pérdida es efectiva y si usted considerase que podía ser capturada, sería conveniente apoderarse de Puná o algún punto equivalente donde izar el pabellón chileno […] Estando Guayaquil en nuestro poder, las islas Galápagos […] serán nuestras”. 

Algo parecido a lo sucedido con Guayaquil pasó un año después, en septiembre de 1821, cuando El Callao se rindió a las fuerzas del Libertador José de San Martín, con lo que la ciudad peruana escapaba al control chileno, algo contrario a los planes de Cochrane y O'Higgins. Más tarde, El Callao volvió a pasar a manos españolas y no fue tomado definitivamente hasta 1826. 

Unos meses más tarde, en abril de 1822, según cuenta Cochrane en sus “Memorias”, llegó a El Callao y se entrevistó con el ministro Bernardo de Monteagudo. Este ofreció a Cochrane una considerable hacienda y la condecoración del Sol con tal de que aceptará mandar las marinas reunidas de Chile y Perú en una expedición para capturar las Filipinas, que debían encontrarse mal defendidas por los españoles, donde haría una gran fortuna. Pero el escocés se negó ya que se encontraba enemistado con San Martín, por aquel entonces Protector del Perú. 

Poco después, Cochrane regresó a Chile, país que también abandonó para ponerse al servicio de Brasil, poniendo punto y final a los planes imperialistas que intentó llevar a cabo junto a O'Higgins. 

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jueves, 18 de marzo de 2021

LA DINASTÍA AQUEMÉNIDA.



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TOMIRIS, LA REINA BÁRBARA QUE ACABÓ CON CIRO EL GRANDE.

A mediados del siglo VI a. C. Ciro II, mejor conocido como Ciro el Grande, de la dinastía aqueménida accedió al trono de Persia, se rebeló contra su abuelo, Astiages, rey de Imperio Medo, al que venció y arrebató su reino. Este fue el nacimiento del Imperio Persa. A continuación, conquistó el reino de Lidia y el Imperio Neobabilónico, pero cuando Ciro se disponía a extender su imperio hacia el norte, terminó vencido por unos bárbaros y su reina, Tomiris, la cual acabó con la cabeza del persa entre sus manos. 

Cuenta Heródoto que, hacia el año 530 o 529, Ciro, confiando en su invencibilidad, se lanzó contra el territorio de los nómadas maságetas, que ocupaban una inmensa llanura de Asia Central, más allá del río Oxus, el actual Amu Daria. Así también lo relata el historiador Jordanes, que señala a la vanidad de Ciro como causa de su ruina. Por entonces reinaba sobre los maságetas Tomiris, o Támiris, como la llaman otros historiadores. Tomiris, tras la muerte de su marido, había obtenido el mando sobre los maságetas. Otros autores llaman a este pueblo getas o escitas. 

Ciro envió un mensajero a Tomiris para solicitar su mano, pero esta, que sabía que el persa en realidad no quería su mano sino su reino, le prohibió entrar en sus tierras. Este cortejo también se menciona en la Suda, la gran enciclopedia bizantina. Ciro, en vista de que no tenía éxito con su estratagema, marchó de inmediato hacia el río Araxes, al sur del Cáucaso, y preparó abiertamente una campaña contra los maságetas, echando puentes sobre el río para el paso del ejército. Que Heródoto sitúe la acción en este río debe tratarse de un error o, como apuntan algunos historiadores, el Araxes era otro nombre del Oxus. Por su parte, Amiano Marcelino, sitúa la campaña de Ciro en Europa, más allá del Bósforo. 

Mientras tanto, Tomiris le envió un mensajero a Ciro en el que pedía que se conformara con su imperio y que dejara en paz a los maságetas. Aún así, si el rey quería seguir adelante con sus planes, Tomiris le invitaba a pasar a su país confiada en que la victoria le sería más fácil en su territorio, o bien, ella pasaría al del persa para luchar. A pesar de que la mayoría de los consejeros de Ciro eran de la opinión de que lo mejor era dejar a Tomiris entrar en territorio persa, Creso, el antiguo rey de Lidia y ahora consejero de  Ciro, le aconsejó que fueran los persas lo que entraran en el país de los maságetas, pues si era vencido, además de la batalla, también perdería su imperio. A continuación, Creso expuso su plan: establecer el campamento, preparar un banquete, dejar a las peores tropas y fingir la retirada del resto del ejército, para atraer a los maságetas. 

Ciro aceptó el plan de Creso y avanzó hacia el país de los maságetas, instaló el campamento y retrocedió. Entonces, un tercio del ejército maságeta invadió el campamento persa y acabaron con las tropas de Ciro que habían quedado. A continuación, los maságetas disfrutaron de la comida y del vino del banquete persa y, cuando se habían quedado dormidos por la embriaguez, los persas les atacaron, acabaron con muchos de ellos y capturaron a otros, entre ellos al hijo de la reina Tomiris, el joven Espargapises. El macedonio Polieno, en sus Estratagemas, dice, por el contrario, que la que tendió esta trampa fue Tomiris a los persas. 

Tomiris, al saber lo sucedido, envió un mensaje a Ciro en el que le decía que liberara a su hijo y se marchara, o le saciaría de sangre. Poco después, el hijo de Tomiris pidió su libertad y los persas se la concedieron, pero una vez libre se quitó la vida ante la vergüenza de haber caído en aquella trampa. 

Tomiris, al no haber hecho caso Ciro de su mensaje, reunió todas sus tropas y le atacó. La batalla, según Heródoto, fue muy reñida, aunque finalmente triunfaron los maságetas. Fue aniquilado la mayor parte del ejército persa y con el, su rey, Ciro. Entonces Tomiris mandó llenar un odre de sangre humana y buscar el cadáver de Ciro entre los persas muertos; y cuando lo encontró, introdujo su cabeza en el odre, cumpliendo así su promesa de saciarlo de sangre. Por su parte, los historiadores Justino y Orosio dicen que Tomiris tendió una emboscada a Ciro en un desfiladero y que mató, a la exagerada cifra, de 200.000 persas, y después le cortó la cabeza a Ciro y la metió en un odre lleno de sangre, pronunciando estas palabras: “sáciate de la sangre que ansiaste y de la que siempre fuiste insaciable”. Julio Frontino, en su obra Estratagemas, aúna ambas versiones y dice que, tras un combate reñido, Tomiris emboscó a Ciro en un desfiladero. Esta victoria de Tomiris llevaría al sofista Elio Teón a considerar a la reina de los maságetas como la más valerosa de todas las mujeres. 

Termina su relato Heródoto diciendo que esa es una de las versiones sobre la muerte de Ciro y, efectivamente, hay otras. Diodoro cuenta que Tomiris crucificó a Ciro; Ctesias dice que murió de una herida que le causaron durante una campaña contra el pueblo de los Derbices, en la frontera oriental; Beroso cuenta que Ciro murió en una batalla contra los escitas Daai; por su parte, Jenofonte dice que Ciro murió de viejo, algo que concuerda con que su cuerpo pudiera ser enterrado en Pasagardas. 

Cuenta Jordanes, que Tomiris, animada por el botín capturado a los persas, dirigió una campaña hacia Mesia, entre las actuales Bulgaria y Rumanía, y fundó una ciudad, Tomis, la moderna Constanza. 

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lunes, 15 de marzo de 2021

ARTICULO 13º DEL TRATADO DEL PARDO DEL 11 DE MARZO DE 1778.

Deseando Sus MAJESTADES CATÓLICA Y FIDELÍSIMA promover las ventajas del comercio de sus respectivos súbditos, las cuales pueden verificarse en el que recíprocamente hicieren de compra y venta de negros, sin ligarse á contratas y asientos perjudiciales, como los que en otro tiempo se hicieron con las compañías portuguesa, francesa é inglesa, las cuales fué preciso cortar ó anular, se han convenido los dos altos príncipes contrayentes en que para lograr aquellos y otros fines y compensar de algún modo las cesiones, restituciones y África renuncias hechas por la Corona de España en el Tratado preliminar de límites de 13, de Octubre de 1777, cedería Su MAJESTAD FIDELÍSIMA, como de hecho ha cedido y cede por sí y en nombre de sus herederos y sucesores á Su MAJESTAD CATÓLICA y los suyos en la Corona de España, la isla de Annobón, en la costa de África, con todos los derechos, posesiones y acciones que tiene á la misma isla, para que desde luego pertenezca á los dominios españoles del propio modo que hasta ahora ha pertenecido á los de la Corona de Portugal; asi mismo todo el derecho y acción que tiene ó puede tener á la isla de Fernando del Po en el golfo de Guinea, para que los vasallos de la Corona de España puedan establecer en ella, y negociar en los puertos y costas opuestas á la dicha isla, como son los puertos del río Gabaon, de los Camarones, de Santo Domingo, de Cabo Fermoso y otros de aquel distrito, sin que por eso se impida ó estorbe el comercio de los vasallos de Portugal, particularmente de los de las islas del Principe y de Santo Tomé, que al presente van, y que en lo futuro fueren á negociar en dicha costa y puertos, comportándose en ellos los vasallos españoles y portugueses con la más perfecta armonía, sin que por algún motivo ó pretexto se perjudiquen ó estorben unos á otros.

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LAS ISLAS AFRICANAS DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA.

Muchos saben que a grandes rasgos el Virreinato del Río de la Plata lo formaron Uruguay, Paraguay, Bolivia y extensas regiones de las actuales Argentina y Chile, pero pocos conocen que unas lejanas islas africanas también pertenecieron a este virreinato. 

En los años 1777 y 1778 España y Portugal firmaron los Tratados de San Ildefonso y el Pardo. Estos tratados fijaron los límites entre el Virreinato del Río de la Plata y Brasil, pero habían unos artículos que hacían referencia a territorios en el Golfo de Guinea, en África, en los que Portugal cedía a España las Islas de Fernando Poo, actual Bioko, y Annobón, aunque en realidad la soberanía de Portugal sobre estas islas era, cuanto menos, endeble. 

Con estas adquisiciones, España tenían como objetivo la creación de una base desde la que abastecer de esclavos sus territorios ultramarinos, en especial al recién creado Virreinato de la Plata. Así mismo, los españoles querían convertir estas islas en una escala en la ruta de Filipinas. 

Con estas posesiones en África, España creó la Gobernación de Fernando Poo y Annobón y la hizo dependiente del Virreinato del Río de la Plata. El caso del Virreinato del Río de la Plata y las islas del Golfo de Guinea no es único. Tenemos el ejemplo de Filipinas y algunos archipiélagos de Oceanía, que dependieron del Virreinato de Nueva España, con su centro en México, durante casi 250 años. 

España, para hacerse cargo de las islas, envió en 1778 una expedición desde Montevideo. Dado que estas islas eran parte del Virreinato del Río de la Plata, fueron su Virrey, Pedro de Cevallos, y la Real Hacienda de este territorio, los que organizaron y sufragaron esta expedición, perteneciendo algunas de sus tropas al Regimiento Fijo de Buenos Aires. 

Las fuerzas navales estuvieron dirigidas por José Varela y las terrestres por el Brigadier Conde de Argelejo, que había sido nombrado Gobernador de las Islas. En un principio el destino de la expedición se mantuvo en secreto y solo se reveló en alta mar, así se evitaba que los ingleses lo descubrieran. 

Una vez llegados a la isla portuguesa de Príncipe, los españoles debieron esperar durante varios meses al comisario portugués que debía formalizar la entrega de las islas. Por fin, en octubre, españoles y portugueses llegaron a Fernando Poo y los primeros tomaron posesión, aunque, tanto las malas condiciones de los expedicionarios como del lugar elegido, les hicieron desistir de asentarse allí. 

A continuación, tras un breve paso por Príncipe y Santo Tomé, se dirigieron a Annobón, pero en el trayecto murió Argelejo, siendo sustituido por el teniente coronel Joaquín Primo de Rivera, su segundo. Una vez en Annobón, la población se negó a reconocer la soberanía del rey de España, llegando a producirse momentos de tensión. Incluso, los habitantes de Annobón salieron “en procesión con crucifijos, santos, calaveras y otros huesos humanos”. Entonces, la expedición se retiró a Santo Tomé y esperó refuerzos de España para un segundo intento en 1779, ya en época del virrey Vértiz. 

A finales de este año regresaron a Fernando Poo y fundaron un establecimiento, Concepción, aunque para ello tuvieron que enfrentarse primero con los nativos, reacios a permitir la colonización de los españoles. Pero las bajas y las enfermedades hicieron que las tropas españolas se amotinaran, tomaran preso a Primo de Rivera, abandonaran el asentamiento y se retiraran a Santo Tomé en 1780. Finalmente, los pocos supervivientes de la expedición regresaron, previo paso por Brasil, a Montevideo en 1783, firmando así el fracaso de la expedición. 

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martes, 9 de marzo de 2021

EL LIBER HISTORIAE FRANCORUM Y SAN VICENTE MÁRTIR.

«Qui ait: 'Domine, tunica beati Vincenti martyris deportant et cum ipsa, ut eis Dominus misereatur, exorant. Et ille ait: 'Vade, dice episcopo civitatis, ut cum fiducia veniat ad nos, nihil dubitans'. Ille vero cum haec episcopo nunciasset, ipse cum muneribus occurrit eis, Childebertus quoque postolans, ut ei reliquias beati Vincenti daret. At ille dedit eis tolam eius. Tamen memorati reges, adquesita maxima parte Hispaniae, cum multis spoliis reversi sunt. Childebertus vero Parisius veniens, ecclesiam in honore beati Vincenti martyris edificavit».


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541, LA INVASIÓN MEROVINGIA DE HISPANIA.

Son conocidas las guerras civiles de los visigodos, sus guerras contra los suevos o las que mantuvieron contra los bizantinos, pero es prácticamente desconocido que en el siglo VI los visigodos se enfrentaron a los francos de la dinastía merovingia cuando estos invadieron Hispania. 

En el año 507, tras la derrota visigoda en la batalla de Vouillé, los godos perdieron la mayor parte de sus territorios en la Galia, conservando únicamente una franja de tierra en el sureste, la conocida como Septimania. Desde entonces los visigodos se asentaron definitivamente en Hispania y pasaron a controlar la mayor parte del territorio. 

Años después de Vouillé gobernaba Hispania el ostrogodo Teudis. Durante su reinado, en el año 541 o 542, según otros, los reyes francos Clotario I y Childeberto I, hermanos e hijos de Clodoveo I, acompañados de un gran ejército y, según algunas fuentes, por otros tres reyes francos, cruzaron los Pirineos occidentales, pasaron por Pamplona, y a continuación se dirigieron a Caesaraugusta, la actual Zaragoza, a la que pusieron sitio. Según Isidoro de Sevilla está invasión se produjo en el año 569 de la Era Hispánica, es decir, el año 531. 

Para unos historiadores la invasión tuvo como objetivo anexionarse territorios, para otros era una mera expedición de saqueo y para otros se pretendía vengar las ofensas que el anterior rey de los visigodos, Amalarico, había hecho años atrás a su mujer, Clotilde, hermana de los reyes francos. 

Según Gregorio de Tours, en su Historia Francorum, los habitantes de Zaragoza se volvieron hacia Dios, ayunaron, se vistieron de cilicio y sacaron en procesión alrededor de la muralla la túnica del Beato Vicente Mártir. Las mujeres seguían esta procesión vestidas de luto y con los cabellos cubiertos de cenizas. Ante está visión, los francos se asustaron y creyeron que se trataba de algún hechizo, por lo que levantaron el sitio, que duró, según la Crónica Caesaraugustana, 49 días. 

Esta crónica también dice que los francos devastaron casi toda la provincia Tarraconense, algo que coincidiría con lo que cuenta Gregorio de Tours al decir que los francos conquistaron gran parte de Hispania, a lo que añade que regresaron a la Galia con gran botín. 

Otra versión, la del Liber Historiae Francorum, dice que el rey Childeberto levantó el sitio de Zaragoza solo cuando consiguió que le entregaran la túnica del Beato Vicente Mártir, la cual llevó hasta París, donde le dedicó una iglesia en la que más tarde ser haría enterrar. Esta iglesia es la hoy conocida como Abadía de Saint-Germain. 

Una tercera versión dice que la retirada de los francos no fue tan tranquila ya que el duque Teudigiselo interceptó la retirada franca en los Pirineos. Estos, tras un primer enfrentamiento desfavorable, pagaron a Teudigiselo un fuerte rescate para que les dejara retirarse durante un día, tras el cual, los francos rezagados fueron masacrados por los visigodos. 

Por su parte, la Crónica Albeldense nos dice que Teudis venció a los reyes francos en el territorio de las Hispanias, aunque no sabemos si esta mención hace referencia a una batalla que no conocemos o a la victoria del duque Teudigiselo sobre los francos en los Pirineos. 

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jueves, 4 de marzo de 2021

DECRETO DE INDEMNIZACIÓN DE PARAGUAY A FRANCIA Y A ALGUNOS DE SUS CIUDADANOS.

 



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EL CONFLICTO FRANCO-PARAGUAYO DE 1855-1858.

Anteriormente hablamos de la historia de la colonia Nueva Burdeos, en Paraguay, en esta ocasión nos ocuparemos de la crisis diplomática surgida entre Paraguay y el Segundo Imperio francés debido a los problemas entre el primer país y los colonos franceses de Nueva Burdeos, crisis que pudo haber desembocado en un conflicto armado. 

El 22 de noviembre de 1855 el cónsul francés en Paraguay, Lucien de Brayer, se quejó de que a uno de los colonos de Nueva Burdeos, relacionado con un intento de fuga, se le había maltratado. De inmediato las autoridades paraguayas abrieron una investigación, aunque poco después el Ministro paraguayo de Relaciones Exteriores calificaría estas quejas de 'falsas'. Quizás, debido a la protesta del cónsul francés, el Presidente López absolvió dos días después a un grupo de colonos que habían sido detenidos intentando fugarse de la colonia. 

A pesar de que la mayoría de los colonos abandonaron Nueva Burdeos a finales de 1855, las quejas por parte del cónsul francés continuaron. En enero del año 1856 el cónsul se quejó por la expulsión de Paraguay de un francés, Luis Naud, ajeno a la colonia. El Ministro de Relaciones Exteriores, Nicolás Vázquez, contestó al cónsul que la expulsión se debía a la mala conducta de Naud y, lo que es más increíble, le recordó al cónsul que fue él mismo el que solicitó en el pasado varias veces la expulsión de su compatriota. Aún así, el cónsul francés insistiría en su queja. 

En febrero el cónsul volvió a protestar por las deudas y el precio de los pasajes que el Gobierno de Paraguay reclamaba a los excolonos. De nuevo, en febrero, el cónsul se quejó al Gobierno de Paraguay por los documentos retenidos a cierto excolono. En este mes se decretó que se dieran empleos a los excolonos para que pudieran pagar sus deudas, pero poco después, el cónsul francés protestó por considerar estos empleos como trabajos forzados, casi esclavos. Con estas nuevas quejas la polémica se fue volviendo más áspera, llegando Nicolás Vázquez a sugerir que el cónsul francés actuaba por cuenta propia y no siguiendo ordenes del Gobierno de Francia, además de ser la mano oculta tras las protestas de algunos excolonos. 

Durante los meses siguientes continuó el intercambio de notas entre Lucien de Brayer y Nicolás Vázquez, a los que en mayo se sumó el conde Alejandro Walewski, hijo natural de Napoleón y Ministro de Exteriores francés, quejándose por algunas de las disposiciones que hacia los excolonos había tomado el gobierno paraguayo. El ministro francés llegó a notificar que el Gobierno del Emperador había prohibido que cualquier nacional emigrase a Paraguay. 

A mediados de 1856 llegó a Paraguay Tomás Guido, ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina, para negociar ciertos asuntos de su país, pero, según la prensa francesa, también para mediar entre el gobierno paraguayo y los excolonos. El Gobierno de Paraguay, para evitar altercados con los excolonos, en junio, les condonó las deudas para facilitar que salieran del país. 

Aún así los problemas continuaron. Entre otros reclamos, el cónsul francés solicitaba una indemnización para los excolonos por pagos que habían efectuado de forma injusta y otra indemnización para Francia por los gastos ocasionados por socorrer a sus nacionales y por su transporte al exterior de la República. 

Ya en julio se menciona por primera vez el rumor de la próxima llegada de una escuadra francesa para apoyar los reclamos del cónsul. Mientras, siguieron las discusiones entre el cónsul de Brayer, su sucesor,  Armand de Brossard, y las autoridades paraguayas. En marzo de 1857 aparece otra noticia de un barco de guerra francés, el 'Le Bisson', en aguas de Paraguay llevando a cabo observaciones sospechosas de las defensas paraguayas. Sin embargo, finalmente se aclaró que el navío francés solo tenía intereses científicos. 

Solamente en febrero de 1858, cuando Paraguay indemnizó a Francia y a sus ciudadanos, cesaron los rumores de intervención naval francesa. Y aunque el Gobierno de Paraguay con esto no reconocía nada, prefirió el pago de estas indemnizaciones por el bien de su tranquilidad y de las buenas relaciones con el Imperio francés. 

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