Muchos saben que a grandes rasgos el Virreinato del Río de la Plata lo formaron Uruguay, Paraguay, Bolivia y extensas regiones de las actuales Argentina y Chile, pero pocos conocen que unas lejanas islas africanas también pertenecieron a este virreinato.
En los años 1777 y 1778 España y Portugal firmaron los Tratados de San Ildefonso y el Pardo. Estos tratados fijaron los límites entre el Virreinato del Río de la Plata y Brasil, pero habían unos artículos que hacían referencia a territorios en el Golfo de Guinea, en África, en los que Portugal cedía a España las Islas de Fernando Poo, actual Bioko, y Annobón, aunque en realidad la soberanía de Portugal sobre estas islas era, cuanto menos, endeble.
Con estas adquisiciones, España tenían como objetivo la creación de una base desde la que abastecer de esclavos sus territorios ultramarinos, en especial al recién creado Virreinato de la Plata. Así mismo, los españoles querían convertir estas islas en una escala en la ruta de Filipinas.
Con estas posesiones en África, España creó la Gobernación de Fernando Poo y Annobón y la hizo dependiente del Virreinato del Río de la Plata. El caso del Virreinato del Río de la Plata y las islas del Golfo de Guinea no es único. Tenemos el ejemplo de Filipinas y algunos archipiélagos de Oceanía, que dependieron del Virreinato de Nueva España, con su centro en México, durante casi 250 años.
España, para hacerse cargo de las islas, envió en 1778 una expedición desde Montevideo. Dado que estas islas eran parte del Virreinato del Río de la Plata, fueron su Virrey, Pedro de Cevallos, y la Real Hacienda de este territorio, los que organizaron y sufragaron esta expedición, perteneciendo algunas de sus tropas al Regimiento Fijo de Buenos Aires.
Las fuerzas navales estuvieron dirigidas por José Varela y las terrestres por el Brigadier Conde de Argelejo, que había sido nombrado Gobernador de las Islas. En un principio el destino de la expedición se mantuvo en secreto y solo se reveló en alta mar, así se evitaba que los ingleses lo descubrieran.
Una vez llegados a la isla portuguesa de Príncipe, los españoles debieron esperar durante varios meses al comisario portugués que debía formalizar la entrega de las islas. Por fin, en octubre, españoles y portugueses llegaron a Fernando Poo y los primeros tomaron posesión, aunque, tanto las malas condiciones de los expedicionarios como del lugar elegido, les hicieron desistir de asentarse allí.
A continuación, tras un breve paso por Príncipe y Santo Tomé, se dirigieron a Annobón, pero en el trayecto murió Argelejo, siendo sustituido por el teniente coronel Joaquín Primo de Rivera, su segundo. Una vez en Annobón, la población se negó a reconocer la soberanía del rey de España, llegando a producirse momentos de tensión. Incluso, los habitantes de Annobón salieron “en procesión con crucifijos, santos, calaveras y otros huesos humanos”. Entonces, la expedición se retiró a Santo Tomé y esperó refuerzos de España para un segundo intento en 1779, ya en época del virrey Vértiz.
A finales de este año regresaron a Fernando Poo y fundaron un establecimiento, Concepción, aunque para ello tuvieron que enfrentarse primero con los nativos, reacios a permitir la colonización de los españoles. Pero las bajas y las enfermedades hicieron que las tropas españolas se amotinaran, tomaran preso a Primo de Rivera, abandonaran el asentamiento y se retiraran a Santo Tomé en 1780. Finalmente, los pocos supervivientes de la expedición regresaron, previo paso por Brasil, a Montevideo en 1783, firmando así el fracaso de la expedición.
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