De entre todas la historias y hazañas llevadas a cabo durante las guerras de independencia hispanoamericanas algunas son aún poco conocidas, este es el caso del intento chileno para conquistar el Océano Pacífico.
Durante el tiempo en el que el marino escocés Thomas Cochrane estuvo al servicio de Chile, entre 1818 y 1822, planeó convertir a Chile en un Imperio Marítimo, lo que se conoce como una Talasocracia, que tuviese como modelo y aliado al Imperio Británico. Una vez que acabara la hegemonía española en las costas del Pacífico, la marina chilena impondría su poder en este océano para crear una vasta red comercial.
El plan que Cochrane presentó a Bernardo O'Higgins, Libertador y Director Supremo de Chile fue el de, una vez tomadas Valdivia y Chiloé, establecer bases navales en El Callao y Guayaquil e ir mucho más allá, conquistar las Filipinas, posesión española en Asia.
Cuenta el historiador Francisco Javier Mariátegui que supo de este plan, años después, de boca del General Francisco Antonio Pinto. Según este historiador, Cochrane propuso a O'Higgins que le entregara la escuadra chilena, que le prestase 200.000 pesos del Tesoro y le permitiese tomar tropas y oficialidad con las que emprender una campaña contra las Filipinas españolas, las que tomaría y en las que conseguiría una gran suma con la que sufragar la expedición. Añade Mariátegui, que el plan fue discutido en Santiago por la junta de Ministros, pero que finalmente fue rechazado. Aún así, como veremos a continuación, los pasos de Cochrane parece que fueron encaminados a realizar este plan.
En 1819 Cochrane atacó El Callao dos veces, y pese a los graves daños infringidos a la escuadra española, no consiguió tomar la ciudad. Más adelante, se personó en Guayaquil, aunque tampoco la tomó. Meses más tarde, a principios de febrero de 1820, consiguió tomar Corral y Valdivia, en el sur de Chile.
Poco después Cochrane intentó tomar Chiloé, aunque los realistas aguantaron la embestida patriota. Chiloé, último enclave español en Sudamérica, a pesar de los varios intentos chilenos por tomarlo no sería anexado por Chile hasta 1826.
En octubre de 1820 Guayaquil se independizó, algo, que paradójicamente, fue un contratiempo para los planes de Cochrane y O'Higgins, ya que, aunque esta ciudad ya no estaba en poder español, tampoco estaba en el suyo. Pero pasado el tiempo O'Higgins no había olvidado Guayaquil. El 12 de noviembre de 1821, O'Higgins escribió a Cochrane revelándole sus planes sobre este puerto y le decía: “si Guayaquil estrecha sus relaciones con Chile, de modo que ningún Gobierno pueda disolverlas […] esta República puede dominar y marchar con rapidez a su grandeza”. Y termina O'Higgins con una mención a una campaña contra las Filipinas, de la que desea hablar privadamente con Cochrane.
Poco después, el 15 de noviembre, O'Higgins escribía a Cochrane, ante el peligro de reconquista española de Guayaquil: “Si la pérdida es efectiva y si usted considerase que podía ser capturada, sería conveniente apoderarse de Puná o algún punto equivalente donde izar el pabellón chileno […] Estando Guayaquil en nuestro poder, las islas Galápagos […] serán nuestras”.
Algo parecido a lo sucedido con Guayaquil pasó un año después, en septiembre de 1821, cuando El Callao se rindió a las fuerzas del Libertador José de San Martín, con lo que la ciudad peruana escapaba al control chileno, algo contrario a los planes de Cochrane y O'Higgins. Más tarde, El Callao volvió a pasar a manos españolas y no fue tomado definitivamente hasta 1826.
Unos meses más tarde, en abril de 1822, según cuenta Cochrane en sus “Memorias”, llegó a El Callao y se entrevistó con el ministro Bernardo de Monteagudo. Este ofreció a Cochrane una considerable hacienda y la condecoración del Sol con tal de que aceptará mandar las marinas reunidas de Chile y Perú en una expedición para capturar las Filipinas, que debían encontrarse mal defendidas por los españoles, donde haría una gran fortuna. Pero el escocés se negó ya que se encontraba enemistado con San Martín, por aquel entonces Protector del Perú.
Poco después, Cochrane regresó a Chile, país que también abandonó para ponerse al servicio de Brasil, poniendo punto y final a los planes imperialistas que intentó llevar a cabo junto a O'Higgins.
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