domingo, 1 de septiembre de 2024

La expedición de Fernando de Magallanes en Brasil (nov. 1519 - ene. 1520) según el relato del griego Francisco Albo

 





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LOS EXPLORADORES GRIEGOS DE URUGUAY, ARGENTINA Y CHILE (I): LA EXPEDICIÓN DE MAGALLANES (1520)

Como hemos visto en otros videos, durante la exploración, conquista y colonización de América encontramos entre las huestes castellanas a personas de otras nacionalidades, como ingleses, húngaros o griegos. En el caso de los griegos es poco conocido su papel en el descubrimiento y exploración de las costas de lo que hoy son Uruguay, Argentina y Chile durante los primeros decenios del siglo XVI, empresa en la que destacaron como avezados navegantes. 

Dejando a un lado alguna expedición y supuestos viajes de los que no tenemos mucha información, las primeras noticias fehacientes de la presencia de marinos griegos en el Río de la Plata, la Patagonia y el estrecho de Magallanes son de 1520. 

Todo comenzó el año anterior, cuando nueve o diez marinos griegos se enrolaron en la expedición de Fernando de Magallanes al Maluco, también conocido como las islas Molucas o las islas de las Especias, en lo que hoy es Indonesia. De estos griegos destaca uno de ellos, Francisco Albo, natural de la isla de Quíos, que fue contramaestre de una de las naves de la expedición, la nao Trinidad, y que nos dejó uno de los primeros relatos en los que se describen las costas del Río de la Plata, la Patagonia y el estrecho del Magallanes. 

Cuando la armada zarpó de España en agosto de 1519 uno de los griegos, el grumete Antonio Gómez de Axio, quedó en tierra. Luego, tras navegar en paralelo a la costa de África, la expedición cruzó el Atlántico hasta las costas de Brasil, las cuales recorrieron hacia el sur durante las últimas semanas del año. En ese tiempo fue ejecutado el maestre Antonio Salomon, griego según unos documentos o siciliano según otros. 

A continuación, hacia el 9 de enero de 1520, la expedición llegó a las aguas del actual Uruguay. En aquella costa otro miembro de la expedición, el italiano Antonio Pigafetta, menciona que vieron a un caníbal de “estatura gigantesca” al que intentaron capturar, cosa que no cuenta Albo. Luego, el día 10, según el relato del griego, navegaron cerca del cabo de Santa María, dirigiéndose después hacia el oeste, hacia el “río de los Patos” y a lo que él llamó “Monte Vidi”, lo que hoy es Montevideo. 

Seguidamente, durante las siguientes semanas, dice Albo que exploraron el “río de Solís”, el actual Río de la Plata, en busca de un pasaje para pasar al Mar del Sur, es decir, el océano Pacífico. Tras no hallarse este pasaje, la expedición continuó su travesía hacia el sur, llegando el 7 de febrero a la “punta de San Antón”, el 8 al “cabo de Santa Polonia” y el 9 a “punta de las Arenas”. En la actualidad estos lugares son conocidos como cabo San Antonio, punta Médanos y punta Mogotes, situados los tres en la moderna provincia de Buenos Aires. 

Luego, según el marino griego, navegaron hacia el oeste por una costa que califica de muy buena con “montecitos verdes y tierra baja”. Durante los siguientes días la expedición permaneció en bahía Blanca, navegando a continuación hacia el sur. El día 24 Albo cuenta que llegaron a una bahía muy grande, a la que bautizaron como “bahía de San Matías”, que según se cree no se corresponde con el actual golfo de San Matías, sino con Golfo Nuevo, situado algo más al sur, en la moderna provincia de Chubut. Luego, el 27, capturaron algunos lobos marinos en unos islotes de la costa chubutense, la cual Albo describe como “buena tierra y lindos campos sin árboles, y muy llana tierra”. 

A continuación, durante los siguientes días navegaron hacia el sur recorriendo la costa patagónica, llegando a finales de marzo al puerto de San Julián, en la actual provincia de Santa Cruz, donde permanecieron todo el invierno. Allí cuenta Albo que se les presentaron muchos indios vestidos de pieles de una especie de camellos sin joroba, es decir, guanacos. Sin embargo, Albo no dice que fueran gigantes, como si dice Pigafetta, quien menciona incluso el intento de capturar a varios de estos gigantes para llevarlos a España. Tampoco menciona el griego el naufragio de una de las naves de la armada, ni el motín frustrado contra Magallanes en el que es posible que participaran algunos de los griegos de la expedición. 

Finalmente, la expedición zarpó del puerto de San Julián el 24 de agosto, llegando dos días después al que llamaron “río Santa Cruz”, donde permanecieron hasta el 18 de octubre. Tres días después, el 21, Albo dice que llegaron al cabo Vírgenes y a una abertura en cuya entrada había una punta de arena, la actual punta Dungeness, donde hoy está la frontera entre Argentina y Chile, tras lo cual la expedición entró en el canal, ya en aguas chilenas. 

Albo menciona en su relato lo que se conoce como Primera Angostura, tras lo cual encontraron un gran ancón con muchos bajíos, llegando después a la Segunda Angostura, tras la cual hallaron “una bahía muy grande […] y unas islas”, sin duda siendo una de ellas isla Isabel. Luego en su relato, el griego cuenta como en aquel “estrecho hay muchos ancones, y las sierras son muy altas y nevadas, y con mucho alboledo”. 

Lo que Albo no dice en su relato, es que mientras recorrían el estrecho, una de las naves, la nao San Antonio, se sublevó y dio marcha atrás para volver a España. Aquel barco, en el que estaba el marinero y artillero griego Simón de Asio, se cree que pudo llegar a unas islas que fueron después conocidas como Sansón, quizás las actuales Malvinas. 

Sea como fuere, tras esto Albo cuenta como llegaron a la altura de lo que hoy se conoce como isla Dawson, desde donde tomaron dirección noroeste, viendo muchas islas durante aquel tramo de la travesía, llegando finalmente al final del estrecho, donde había dos cabos, uno al que llamaron “cabo Fermoso” y al otro cabo Deseado. 

Ya en el océano Pacífico se dirigieron hacia el norte, viendo el 1 de diciembre tierra, quizás la isla chilena de Campana. Durante los siguientes días se alejaron de la costa, volviéndose a aproximar a ella hacia el día 12 y navegando hacia el norte cuatro días más, hasta que el día 16, a la altura de la moderna ciudad de Concepción, tomaron rumbo noroeste, internándose así en el Pacífico. 

Por último hay que señalar que tras muchas peripecias en este océano y en las islas de Indonesia, donde desertaron Juan Griego y Mateo de Gorfo, dos de los griegos de la expedición, los supervivientes de la armada atravesaron el Índico, doblaron el cabo de Buena Esperanza en mayo de 1522 y llegaron a las islas de Cabo Verde en julio, donde los portugueses capturaron a varios hombres, entre ellos al marinero griego Felipe de Rodas, consiguiendo llegar a España en septiembre solo dieciocho hombres, incluidos los griegos Francisco Albo, Miguel de Rodas, Nicolao de Nápoles y Miguel Sánchez, haciéndolo tiempo después el mencionado Felipe junto a otros hombres. 

Pero estos, como veremos en el siguiente video, no fueron los únicos griegos que participaron en la exploración de las costas de las actuales Uruguay, Argentina y Chile.

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lunes, 26 de agosto de 2024

1949, Perú rompió relaciones diplomáticas con Cuba

 


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EL CONFLICTO TERMONUCLEAR FRANCO-PERUANO (1973)

Como hemos visto en otros videos, a lo largo de la historia de América se han dado innumerables conflictos diplomáticos producidos por todo tipo de causas, resultando algunos insólitos por los motivos que los ocasionaron. Este es el caso del conflicto franco-peruano provocado por las pruebas nucleares francesas llevadas a cabo en el Pacífico Sur. 

Todo comenzó en 1963. Ese año el gobierno peruano tuvo conocimiento de que Francia estaba construyendo en la Polinesia Francesa instalaciones para realizar pruebas nucleares. En esas fechas Perú, Nueva Zelanda y Australia protestaron y pidieron explicaciones a Francia al respecto. En el caso de Perú, las autoridades de este país se mostraron preocupadas por los efectos que esas pruebas pudieran tener en los recursos marinos. 

Más tarde, en 1966, las autoridades peruanas protestaron y denunciaron la peligrosidad de aquellas pruebas. Días después, la Cámara de Diputados de Perú las condenaron y las calificaron de “amenaza para la paz mundial”. 

A pesar de las protestas, Francia realizó varias pruebas nucleares entre 1966 y 1968,  provocando nuevas quejas peruanas. Entre 1970 y 1971 se llevaron a cabo más de una docena de nuevas pruebas, lo que llevó al gobierno de Juan Velasco Alvarado a enviar un ultimátum al presidente francés Georges Pompidou en agosto de 1971. En este ultimátum podemos leer: 

“en resguardo de la salud, seguridad y supervivencia de su pueblo, ante los efectos perjudiciales que originan las explosiones nucleares que realiza Francia en [el atolón de] Mururoa, reitera su más enérgica protesta”. 

A continuación, se requería a Pompidou la suspensión inmediata de las pruebas nucleares, de lo contrario, el Gobierno de Perú rompería relaciones diplomáticas con el Gobierno de Francia. 

Un año más tarde, en 1972, varios países de la región apoyaron a Perú y condenaron las pruebas nucleares francesas por el peligro que representaban para el hombre y para la naturaleza. 

Tiempo después, en 1973, leemos en prensa que el embajador francés en Lima recibió amenazas a raíz de las pruebas nucleares en la Polinesia, materializándose estas a principios de julio cuando una bomba explotó en los exteriores de la embajada francesa. 

Semanas más tarde, el 21 de julio, Francia llevó a cabo el test Euterpe en el atolón de Mururoa, en el archipiélago de Tuamotu. Dos días después, el 23, Velasco propuso a los presidentes de Ecuador y Colombia el rompimiento conjunto de relaciones con Francia. Ese mismo día y como resultado del ultimátum de 1971, el Gobierno de Perú rompió relaciones diplomáticas con Francia al considerar que los franceses habían desoído sus reiteradas protestas y que aquellas pruebas ponían en riesgo la salud de los peruanos, aunque el ministro Edgardo Mercado Jarrín puntualizó que la ruptura diplomática no afectaría a las relaciones comerciales. 

Sin embargo, esto no hizo mella en los ánimos franceses y el ministro de Asuntos Exteriores francés Michel Jobert anunció que las pruebas proseguirían, como así fue el día 28 de julio y varias veces más durante las siguientes semanas. 

El día 31 leemos en prensa que el Gobierno de Perú estaba dispuesto a reanudar las relaciones diplomáticas con Francia, siempre y cuando este país suspendiera las pruebas nucleares en la Polinesia. 

Poco después, el 3 de agosto, varios países de América, el conocido como Grupo Andino, volvieron a protestar por las pruebas nucleares atmosféricas que consideraban “contrarias a los altos intereses de la paz y seguridad internacional”. 

Días más tarde podemos leer en prensa las declaraciones de un médico peruano que aseguraba que, tras las pruebas nucleares francesas, en Lima habían aumentado las enfermedades respiratorias, oftálmicas y dermatológicas. 

Finalmente, hay que señalar que a pesar de las protestas peruanas las pruebas nucleares francesas continuaron durante las siguientes décadas, lo que no impidió que las relaciones entre ambos países se reanudaran en agosto de 1975.

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jueves, 15 de agosto de 2024

Capitulación de Isidro Barradas (cuartel general de Puebloviejo de Tampico, 11 de septiembre de 1829)


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LA REPÚBLICA FEDERAL DE CENTROAMÉRICA CONTRA ESPAÑA (1828-1830)

Como hemos visto en otros videos, aunque a finales de la década de 1820 la independencia de las repúblicas americanas era un hecho, aún persistía el peligro del regreso de los españoles. Para ello, las nuevas repúblicas tomaron medidas, siendo un caso poco conocido el de la efímera República Federal de Centroamérica, que pese a su tamaño, escasos recursos y problemas internos se mostró muy hostil con su antigua metrópoli. 

En esa época la presencia española en Cuba y Puerto Rico y el envío desde la península de expediciones militares aún representaban una amenaza, por ello el 7 de julio de 1828 en la República Federal de Centroamérica se emitieron dos decretos contra los españoles. 

En uno de los decretos se decía que “todos los puertos de la República habilitados para el comercio exterior en sus costas del Norte y del Sur, se cierran al Pabellón español, y a los frutos y producciones del suelo y de la industria de España, sus colonias y dependencias”. Asimismo, se prohibía “la exportación de frutos naturales y manufacturas de Centro américa, con destino a cualquier puerto sujeto al gobierno español”. 

Por su parte, en el otro decreto podemos leer que “a ningún súbdito del Gobierno español, de cualquier clase, edad y condición que sea, se permitirá entrar al territorio de la República, ni desembarcar en sus puertos”. 

Un año después, en julio de 1829, el brigadier español Isidro Barradas comandó una expedición que desembarcó en México con intención de reconquistar aquel país. Esto, unido a noticias previas de supuestos planes españoles para invadir Centroamérica, motivó que las autoridades de la República Federal y las de sus respectivos Estados se preocuparan. 

Lo primero que hizo el presidente centroamericano José Francisco Barrundia fue lanzar una proclama el 3 de septiembre, curiosamente, solo unos días antes de la de capitulación española en México. En esta proclama Barrundia se negaba a que América volviera a caer bajo la tiranía española y advertía de la posibilidad de que los españoles intentaran atacar Centroamérica, y para evitar esto hacía un llamamiento a los milicianos para defender la patria. 

Poco después, el 9 de septiembre, la Asamblea legislativa del Estado de Guatemala, ante la invasión española de las costas mexicanas y motivada por la proclama de Barrundia, tomó medidas para proteger el territorio guatemalteco, para lo cual decretó la pena capital para los que traicionaran al Gobierno. Asimismo, se consideraría traidores, entre otras cosas, a los espías, a los que proporcionaran ayuda al enemigo y a los que se pasasen a su campo. 

Más tarde, el 3 de octubre el Congreso federal de la República de Centroamérica dictó un decreto que unificaba los decretos de 1828 en los que se prohibía la entrada de los españoles a aquel territorio y comerciar con España. 

Semanas después, aunque las fuerzas de Barradas ya habían sido expulsadas de México, se temía que los españoles residentes en Guatemala pudieran fomentar algún intento de reconquista. Por esto, el 23 de noviembre, considerándose que en aquel territorio había bienes pertenecientes a súbditos españoles cuyas rentas engrosaban los fondos con los que se podría sufragar una tentativa de reconquista, la Asamblea legislativa del Estado de Guatemala decretó la ocupación de “todas las propiedades que existan en el Estado, y pertenezcan a cualesquiera súbditos de la monarquía española”, cuyo importe sería devuelto cuando España reconociera la independencia de la República Centroamericana. 

Más tarde, ante las sospechas de una nueva tentativa española contra México y que esta podría extenderse hasta Centroamérica, donde residían hombres de origen español, la Asamblea de Nicaragua decretó el 27 de mayo de 1830 excluir de cualquier cargo público, civil y militar a todo español hasta que España reconociera la independencia de América. Asimismo, se contemplaba su expulsión del territorio. Además, ante la amenaza de una nueva expedición española, se consideró necesario organizar la defensa del país, por lo que en el mismo decreto se tomaron varias disposiciones para garantizarla. 

Ese mismo año, por interés público, el Congreso Federal, aunque aún se consideraba en guerra con España, suavizó el decreto del 3 de octubre de 1829 que prohibía el comercio con los españoles. Más tarde, tras disiparse el peligro de la reconquista española, estos decretos se fueron derogando con el tiempo.

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viernes, 9 de agosto de 2024

El plan de Estados Unidos de 1905 para invadir Venezuela

 










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EL PLAN DE ESTADOS UNIDOS PARA INVADIR VENEZUELA (1975)

Como vimos en otro video, a principios del siglo XX hubo planes en Estados Unidos para invadir Venezuela, aunque estos no llegaron a materializarse. Sin embargo, y como veremos a continuación, estos no fueron los últimos planes estadounidenses para invadir Venezuela, ya que a mediados de los años '70 hubo otros que tenían como objetivo apoderarse del petróleo venezolano. 

Todo comenzó en octubre de 1973 cuando los miembros árabes de la O. P. E. P., la Organización de Países Exportadores de Petróleo, impusieron durante varios meses un embargo de petróleo a diferentes países occidentales, entre ellos Estados Unidos y los Países Bajos, por su apoyo a Israel durante la guerra del Yom Kipur, lo que provocó una severa crisis energética y económica. 

Meses después, a principios de 1975, varios altos cargos de la administración Ford hicieron declaraciones sobre un hipotético nuevo embargo, lo que generó preocupación en la sociedad estadounidense. A raíz de esto, un subcomité del Congreso de los Estados Unidos encargó un informe que analizara las medidas a tomar para garantizar el suministro de petróleo al país ante un posible nuevo embargo. Este se presentó en agosto bajo el título de “Campos petrolíferos como objetivos militares. Un estudio de viabilidad”. 

Ante la mencionada posibilidad de un nuevo embargo que perturbara el estilo de vida de los Estados Unidos o los intereses de sus aliados, este informe analizaba las implicaciones de una acción militar encaminada a la confiscación de los yacimientos petrolíferos de los países de la O. P. E. P., entre los que se incluía Venezuela. 

En la primera parte del informe se dejaba claro que la supervivencia de los Estados Unidos era el único interés nacional vital y que ante otro embargo, uno más duro incluso, las reservas y el ahorro no serían suficientes para evitar problemas económicos y sociales, ni que sus aliados, Europa y Japón, fueran gravemente perjudicados. 

Luego el informe manifestaba que había dos corrientes de opinión respecto a como actuar ante un nuevo embargo, la de negociar y la del uso de la fuerza. Esto último estaría justificado si se consideraba al embargo como una agresión. Aún así, una acción de este tipo tendría difícil su aprobación en el Congreso, aunque el Presidente podría hacer uso de poderes especiales para llevarla a cabo. Seguidamente se hablaba de la opinión pública, del apoyo de los aliados, de los medios de comunicación y de otros asuntos a tener en cuenta, cómo el posible daño que una acción así haría a la reputación de los Estados Unidos. 

En la segunda parte del informe se hablaba de la importancia de apoderarse de suficientes instalaciones petrolíferas intactas, de asegurarlas por un periodo prolongado de tiempo, de arreglar los daños con rapidez, de operarlas con personal propio y de asegurar el transporte del petróleo.

A continuación se señalaban las respuestas que podrían tomar los países de la O. P. E. P. Una era la negociación y otra la de enfrentarse militarmente a Estados Unidos, aunque también se apuntaba a la guerra de guerrillas, a los sabotajes y una campaña internacional de terrorismo. 

Respecto a lo primero, sería lo más práctico para los países de la O. P. E. P. En cuando al enfrentamiento directo, solo Irán podría ofrecer cierta resistencia. En el caso de Venezuela el estudio ofrecía unas cifras minúsculas de sus fuerzas armadas: 24.000 tropas de infantería, 31 tanques, unos 90 aviones, 10 buques y 2 submarinos, aunque en realidad eran 3. En cuanto a la guerra de guerrillas, el informe señalaba a los pantanos alrededor del lago Maracaibo como un lugar óptimo para su desarrollo. Respecto a los sabotajes de sus propios aeródromos e instalaciones petrolíferas, Venezuela, al no percibir el peligro estadounidense, no tendría tiempo a prepararlos.

Luego el informe analizaba el papel que podría jugar la U. R. S. S. en caso de que se alineara con los países atacados, señalando que un conflicto con ellos acarrearía un peligro de guerra nuclear. Con respecto a Venezuela, dada la distancia, la U. R. S. S. no podría intervenir con la misma contundencia que en Oriente Próximo. 

Tras esto, se pasaba a estudiar las distintas zonas que podrían invadirse y ocuparse con el objetivo de satisfacer las necesidades de Estados Unidos y de sus aliados hasta alcanzar la autosuficiencia energética o el fin del embargo. Para determinar la mejor zona de ocupación, el estudio tenía en cuenta, entre otras cosas, el potencial de producción de petróleo, las características geográficas y las amenazas de contraintervención. 

En primer lugar, se ponía el foco en Venezuela. Según el informe los campos petrolíferos de Maracaibo en combinación con los de Nigeria, aunque estaban algo por debajo de las necesidades estadounidenses, serían suficientes para mantener la economía de Estados Unidos. Se señalaba a continuación, que ambos países estaban cerca de Estados Unidos en comparación con los del Golfo Pérsico. Luego se decía que ni Nigeria ni Venezuela podrían ofrecer más que una resistencia simbólica a una invasión estadounidense, por lo que las operaciones navales y aéreas serían más fáciles para Estados Unidos, además la amenaza soviética sería inexistente. Igualmente, al estar aislados, el resto de países de la O. P. E. P. no podrían brindarles apoyo ante un ataque estadounidense, quienes además, no encontrarían ningún impedimento para transportar el petróleo hasta su territorio, necesitándose así menos buques de combate para acompañar los convoyes en el Caribe y el Atlántico. 

Sin embargo, el estudio apuntaba a varios obstáculos respecto a Venezuela como objetivo de un ataque. En primer lugar, operar en dos lugares tan separados como Nigeria y Venezuela aumentaría el esfuerzo y el costo de la operación. Segundo, los pozos submarinos de Maracaibo serían mucho más difíciles de confiscar y asegurar que las instalaciones de tierra, descartándose por esto los asaltos con paracaidistas. Y tercero, los demás países de Latinoamérica verían con malos ojos que Estados Unidos se apoderara de los yacimientos petrolíferos de Venezuela, un aliado dentro de la O. E. A. 

Más adelante también se apuntaba a la posibilidad de una operación contra Venezuela y Libia, aunque esta se descartaba por varios motivos, siendo el principal el peligro soviético por su relativa cercanía al país africano. 

A continuación, se estudiaban otros escenarios como Irak, Kuwait, Irán o Arabia Saudí, y las mejores opciones para satisfacer las necesidades de Estados Unidos y sus aliados europeos de la O. T. A. N. o de Estados Unidos y Japón, siendo en este caso insuficiente la producción conjunta de Venezuela, Nigeria y Libia. 

Finalmente, en la tercera parte del informe se descartaba a Venezuela por los motivos anteriormente señalados, y se elegía a Arabia Saudí como lugar para atacar en caso de un nuevo embargo, aunque se dejaban las puertas abiertas a cambiar de objetivo a la espera de nuevos informes. 

Por último, hay que señalar que, días después de que el informe fuera entregado y publicado, su contenido se conoció en Venezuela. Como podemos ver en prensa, las autoridades venezolanas reaccionaron restándole importancia a los planes de invasión. En cambio, líderes sindicales del sector petrolero rechazaron cualquier tipo de amenaza proveniente de los Estados Unidos.

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miércoles, 31 de julio de 2024

El rey Adalberto II de Italia se refugia en el enclave musulmán de Fraxinetum (962)

Siempre nos referimos a Fraxinetum como un refugio para piratas musulmanes, pero a veces se olvida que también fue refugio para cristianos, como demuestra la siguiente historia. 

A mediados del siglo X, Berengario II reinaba en Italia junto a su hijo Adalberto II. Por entonces el reino italiano ocupaba el centro y el norte de la actual Italia, pero Berengario y Adalberto ambicionaban más, querían controlar Roma y su extenso territorio. Ante este esto, el Papa Juan XII  llamó a Otón I de Alemania en su ayuda. Otón entró en Italia casi sin oposición en el año 961 y fue coronado rey. Semanas después llegó a Roma y fue coronado emperador. Mientras, Berengario y Adalberto seguían a la fuga. Finalmente Berengario fue capturado y enviado a Alemania. Adalberto en cambio, consiguió huir a Fraxinetum, el enclave musulmán del sur de Francia. Liutprando de Cremona en su Gesta Ottonis nos habla de esta fuga a Fraxinetum: 

“Mientras tanto, el Papa Juan, olvidándose de su juramento y de la promesa que había hecho al sagrado emperador, envió a Adalberto pidiéndole que regresara y jurando que lo ayudaría contra el poder del más sagrado emperador. Porque el sagrado emperador había aterrorizado tanto a este Adalberto, perseguidor de las iglesias de Dios y del Papa Juan, que había abandonado Italia por completo y se había ido a Fraxinetum y se puso bajo la protección de los sarracenos”, (Gesta Ottonis, IV). 

Adalberto inició conversaciones con el Papa Juan XII, el cual se había enemistado con Otón y conspiraba contra él. Liutprando dice que Juan XII hizo regresar a Adalberto desde Fraxinetum (Gesta Ottonis, VII), aunque para entonces parece que se encontraba en Córcega. Adalberto llegó a Roma pero Otón le hizo huir a Córcega. Juan XII fue depuesto por Otón a finales del 964 y en su lugar eligió a León VIII. Aunque tras la partida del emperador, Juan XII regresó a Roma y León VIII huyó junto a Otón. Por su parte, Adalberto invadió Italia en 965, sin embargo fue derrotado y, aunque intentó conseguir ayuda bizantina, finalmente se retiró a Burgundia hasta su muerte. 

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LAS INVASIONES SARRACENAS DE SUIZA (s. X)

Cuando hablamos de los musulmanes en la Europa altomedieval es inevitable pensar en España, donde permanecieron cerca de ocho siglos. Sin embargo los musulmanes estuvieron presentes en otros lugares: invadieron Francia en numerosas ocasiones durante el siglo VIII, asediaron Constantinopla varias veces, formaron un Emirato en Creta entre los siglos IX y X desde el que incursionaban en el Egeo, dominaron Sicilia durante cerca de dos siglos y medio, asaltaron las costas italianas llegando a asentarse en Bari y atacaron Roma en el año 846. Pero es menos conocido que los sarracenos, como eran llamados entonces los musulmanes, estuvieron presentes en Fraxinetum, en el sur de Francia, en el siglo diez, y lo que es aún más increíble, desde allí lanzaron incursiones hacia los Alpes, llegando hasta la actual Suiza. 

En algún momento a finales del siglo IX, musulmanes provenientes de la España islámica se instalaron en Fraxinetum, en torno a la actual comuna francesa de La Garde-Freinet, cerca de Saint-Tropez, donde crearon un enclave pirático. Desde esta base continuaron sus correrías por otros puntos de la costa, algunos de los cuales ocuparían, y hacia el interior, hacia el área alpina. 

El éxito de los sarracenos en esta zona se debió a varios factores. Primero, la gran movilidad de las pequeñas bandas que se infiltraban en el territorio. Segundo, lo abrupto del terreno, que  facilitaba que se atrincheraran en las montañas y dificultaba expulsarlos de allí. Y en tercer lugar, la inestabilidad política y las luchas internas en los territorios de Burgundia, Provenza e Italia, que dejaron a los sarracenos las manos libres en las regiones alpinas. Aunque hay que dejar claro que estas correrías protagonizadas por salteadores tendrían más un fin de pillaje y de conseguir botín que el de conquistar el territorio. 

El cronista Liutprando de Cremona nos cuenta que en el año 906 los sarracenos penetraron en el norte de Italia y tomaron varias ciudades, como Acqui, llegando también al parecer a las cercanías de Turín. Los ataques en el norte de Italia se sucedieron con los años, alcanzando Susa, Asti y de nuevo Acqui en el 936. Los ataques sarracenos también se extendieron por la Provenza y a lo largo de los años atacaron Sisteron, Embrun, Marsella, Aix, Gap, Tolón, Frejús o Arlés, llegando tan al norte como Grenoble y Vienne, en la Baja Burgundia. Aunque si tenemos en cuenta algunos topónimos es posible que llegaran aún más al norte, hasta la Alta Burgundia. 

Otro autor, Flodoardo de Reims, nos informa de que los sarracenos ocuparon los pasos alpinos y se dedicaron a asaltar a los peregrinos que se dirigían a Roma. Por ejemplo, nos dice que en los años 921 y 923 un gran número de peregrinos anglosajones fueron asesinados. Más adelante añade que los sarracenos hacían pagar tributo a los peregrinos que atravesaban los Alpes. 

En esa misma época, en el año 921, las correrías de los sarracenos llegaron hasta el paso del Gran San Bernardo y a la suiza Bourg-Saint-Pierre. La ocupación del Gran San Bernardo queda de manifiesto en unos versos de Liutprando en los que menciona la presencia en este paso de los sarracenos. 

Luego, en el año 931, según Flodoardo los griegos, es decir, los bizantinos atacaron a los sarracenos de Fraxinetum. El mismo cronista nos dice que en el año 936 los sarracenos atacaron el territorio de Alamania y a la vuelta masacraron a un gran número de peregrinos. Quizás durante esta incursión o poco después, también fueron atacadas las Abadías de Saint-Gall, Disentis y la iglesia de Chur, en el este de Suiza. 

Años después, en el 940, también según Flodoardo, los sarracenos ocuparon la Abadía de Saint-Maurice de Agaune, en la región suiza de Valais. Una inscripción que se conservada en Bourg-Saint-Pierre, en la misma región suiza, menciona a la “ISMAELITA COHORS” y sus depredaciones en el valle del Ródano. 

Poco más tarde, en un momento de cronología incierta, quizás hacia el año 942 según las últimas teorías, los sarracenos de Fraxinetum se enfrentaron a una tropa de húngaros que habían penetrado en Francia, según nos cuenta Ekkehard IV en su obra titulada Casus Sancti Galli

Ese mismo año, según Liutprando, el rey Hugo de Italia con la ayuda del emperador bizantino Romano I Lecapeno envió una expedición a Fraxinetum. Hugo atacando por tierra y los bizantinos desde el mar destruyeron todos los barcos sarracenos con fuego griego. Luego Hugo llegó hasta Fraxinetum y persiguió a los sarracenos hasta las montañas y pudo haber acabado con ellos, pero, según nos cuenta Liutprando, pactó con ellos y les encargó la custodia de los pasos alpinos para evitar que sus rivales, Berengario, Margrave de Ivrea, y Otón I, rey de Francia Oriental, pudieran entrar en Italia y le arrebataran la corona. Otros autores señalan la posibilidad de que el pacto con los sarracenos de Fraxinetum en realidad obedeciera al deseo de Hugo de preservar un acuerdo recién firmado con el Califa Abderramán III de Córdoba. 

Años después, en el 954, según cuenta el Casus Sancti Galli se produjo otro ataque sarraceno a Saint-Gall, en el actual cantón suizo de San Galo. Esta crónica nos dice que los sarracenos hostigaban Saint-Gall hasta que una noche las tropas del abad encontraron su escondite y los atacaron, consiguiendo matar y capturar a algunos, mientras que el resto escapó. 

Tras la muerte de Hugo en el año 947 se inauguró una nueva etapa, desde entonces la política seguida fue la de expulsar a los sarracenos de Fraxinetum. Otón envió en el 953 una embajada a Abderramán pidiéndole que pusiera fin a las correrías de los piratas sarracenos. Más adelante, en el año 968, Otón, ya emperador, proyectó una campaña contra Fraxinetum, pero finalmente renunció a ella, como nos cuenta el cronista Viduquindo de Corvey. 

Años después, en el 972, una banda de sarracenos capturó a Mayolo, abad de Cluny, probablemente en Martigny, Suiza. La captura de Mayolo quizás fue el detonante de la campaña cristiana que expulsó a los sarracenos de Fraxinetum. En ese mismo año, o algo después, las fuerzas de Guillermo I de Provenza, Arduino de Turín y del conde Robaldo, con el apoyo de Otón, se enfrentaron a los salteadores de Fraxinetum y los derrotaron. Esto conllevó la expulsión de los sarracenos de este enclave después de casi ochenta años. 

Sin embargo, las avanzadillas sarracenas más distantes de Fraxinetum pudieron quedar aisladas tras la caída de este enclave y se vieron en la necesidad de asimilarse a la población local. Y aunque las fuentes escritas no hablan de esto, ciertos indicios encontrados en la Provenza, Saboya, Piamonte y Suiza apuntan en esta dirección. Estos indicios son evidencias arqueológicas, tradiciones locales, topónimos, heráldica, nombres propios e influencias lingüísticas. 

En el caso de Suiza se encuentran numerosos topónimos que podrían tener un origen árabe, como por ejemplo: Monte Moro, en la frontera ítalo-suiza, mur des Sarrasins, en Avenches, en el cantón suizo de Vaud, Bisse des Sarrasins, en Valais, o Pontresina, en los Grisones, que podría ser una corrupción de “Puente de los Sarracenos”. Durante mucho tiempo se pensó que los sarracenos se habían asentado en el Valle de Saas debido a ciertos topónimos, aunque en la actualidad a la mayoría de estos topónimos se les ha dado una explicación de origen no árabe.

En cuanto a la heráldica podemos citar dos ejemplos, los escudos de la ciudad de Avenches y el de la familia Moret de Valais, donde aparecen cabezas que podrían representar a sarracenos. 

Por último, hay que señalar que en el valle de Hérens, en Valais, según un estudio de hace unos años, la población presentaría ciertos rasgos árabes tanto en el físico como en el habla. En este valle también se encuentran ciertas tradiciones y algunos topónimos que denotarían un origen árabe.

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martes, 23 de julio de 2024

Las amazonas de Çiguatan según la Historia de Gonzalo Fernández de Oviedo (lib. XXXIV, cap. VIII)




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LAS MUJERES GUERRERAS DE MÉXICO

Durante la exploración y conquista de América los españoles tuvieron noticias de lugares extraordinarios que intentaron encontrar, como El Dorado o el territorio de las amazonas. En el caso de las amazonas, estas fueron buscadas en Sudamérica, sin embargo es menos conocido que antes de hacerlo allí, los españoles las buscaron con ahínco en el moderno México. 

Las primeras menciones europeas a amazonas en América provienen de los relatos sobre los viajes de Cristóbal Colón en los que se menciona la isla de Matinino, la cual estaba habitada solo por mujeres. 

Años después, en 1518, la expedición de Juan de Grijalva exploró las costas de Yucatán y del Golfo de México. En uno de los relatos sobre el viaje se menciona una torre en la costa yucateca en la cual el narrador señala, según informaciones de los guías indígenas, que vivían mujeres, quizás “de raza de Amazonas”. Otro relato diría que aquellas amazonas se habrían retirado tierra adentro ante la llegada de los españoles. Por su parte, algunos cronistas no situarían a las amazonas en la costa, sino frente a ella, en una isla. 

Meses más tarde, ese mismo año, Diego Velázquez, gobernador de Cuba, dio instrucciones a Hernán Cortés para ir a las costas de Yucatán en busca de Grijalva. Además de esto, entre otras cosas, Cortés también tenía instrucciones para averiguar en que parte estaban las amazonas, las cuales, según los intérpretes indígenas que le acompañaban, estaban cerca. 

Tiempo después, el mito de las amazonas se trasladaría al oeste de México, a las cercanías de lo que hoy es Michoacán. Así, el cronista Francisco Cervantes de Salazar dijo que en 1521, tras la caída de Tenochtitlán, Cortés envió a Francisco Montaño y a otros tres españoles “á que descubriesen la provincia de Mechuacán y la de las Amazonas, que los indios llaman Ciguatlán,...”, nombre que podría traducirse como “lugar de mujeres”. Más adelante el mismo cronista dice que el señor de Mechuacán, el Cazonci, prohibió a los españoles visitar la “tierra de las Amazonas” para evitar que fueran heridos por estas. 

Más tarde, en 1524, Hernán Cortés contó al emperador Carlos V en su Cuarta carta de relación que el año anterior había enviado a la provincia de Coliman a Gonzalo de Sandoval con hombres de a caballo, peones e indios aliados para que vengasen a Cristóbal de Olid que había sido derrotado allí en 1522. Según Cortés, Sandoval le dijo que los señores de la provincia de Ceguatán contaban que había “allí una isla toda poblada por mujeres sin varón ninguno […]; y que esta isla está diez jornadas desta provincia”, la cual además es rica en oro y perlas. Terminaba Cortés diciendo que su intención era la de averiguar la verdad sobre esto. 

De este modo, en 1524, el conquistador de México envió a su pariente Francisco Cortés a explorar la costa de Colima. Entre sus instrucciones, Francisco tenía el deber de averiguar sobre una “isleta poblada de mujeres” que se encontraba cerca de allí, aunque no sabemos más al respecto. 

Años después, en 1530, Nuño de Guzmán buscó a las amazonas al norte de Colima. En julio de ese año, mientras se encontraba en el territorio de Mechuacán, Guzmán escribió al rey para narrarle su expedición. En una parte de esta carta dice que tenía pensado ir a la provincia de Astatlán, entre los modernos estados de Nayarit y Sinaloa, y después iría en busca de las amazonas, que se encontraban a diez jornadas de distancia. Según Guzmán “unos dicen que havitan dentro de la mar, y otros que están en una parte de un brazo de mar y que son ricas y temidas de lo havitadores de la tierra, por dioses; son mas blancas que estas otras, traen arcos y flechas y rodelas, comunícanse cierto tiempo del año con los vecinos, y lo que nace, si es barón, dicen que lo matan, y guardan las mugeres”. 

Meses más tarde, ya en 1531, estando en el territorio de Chiametla, entre Nayarit y Sinaloa, Guzmán escribió de nuevo al rey para decirle que tenía noticias de ricas provincias tierra adentro, entre las cuales había una habitada solo por mujeres. 

Tiempo después, según varios relatos, los expedicionarios llegaron al pueblo de Ciguatlán,  al norte de Chiametla, donde supuestamente estaban las amazonas. Allí vieron que en el pueblo y sus alrededores apenas habían hombres, aunque al carecer de intérpretes no pudieron averiguar el motivo. En otro relato se da la misma información, aunque en lugar de Ciguatlán se habla de “provincia de las Amazonas” y de “pueblo de las Amazonas”. Lo que está claro es que por la situación geográfica descrita en estos relatos esta Ciguatlán no puede ser identificada con la Cihuatlán situada en el moderno Estado de Jalisco. 

A continuación, en un relato diferente a estos, la conocida como Tercera Relación Anónima, se dice que las mujeres de la región de Ciguatlán eran diferentes a las vistas hasta ahora. Luego leemos en el texto que los pocos hombres que habían vestían sus ropas de guerra para “defender las señoras amazonas”, aunque a pesar de esto luego se señala que se tomaron muchas de ellas. Seguidamente dice este relato que por las lenguas, es decir, por los intérpretes, se supo “que estas mujeres decían haber venido por la mar” y que entre ellas no consentían estar a los hombres. 

Finalmente, en otro relato sobre la expedición de Guzmán, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo dice que mientras los españoles recorrían la costa tuvieron noticias sobre una población de mujeres a la que luego le pusieron el nombre de Amazonas. Entonces el conquistador Cristóbal de Oñate pidió a Guzmán que le encargara la pacificación del territorio de las amazonas, lo cual Guzmán le concedió. De camino a aquel territorio Oñate fue gravemente herido en el pueblo de Quínola, por lo que le sustituyó en aquella empresa Gonzalo López. 

Según Oviedo, cuando López llegó a aquel pueblo de Çiguatán las mujeres les dejaron entrar por temor a los caballos de los españoles. Además, señala el cronista que los hombres de aquella comarca iban al pueblo durante cuatro meses al año, tiempo durante el cual trabajaban para aquellas mujeres, las servían y yacían con ellas. Tras esto, si nacían niñas de aquellas uniones se quedaban en el pueblo, pero si eran niños eran enviados con sus padres. Por último, dice Oviedo que en 1547 pudo hablar en España con Guzmán, el cual le negó que aquellas mujeres fueran amazonas y que vivieran sin hombres. 

Tras esto, las noticias sobre las amazonas de México parecen desaparecer y el mito se traslada a Sudamérica, donde gozó de mucha popularidad a mediados de siglo, aunque esa es otra historia.

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jueves, 18 de julio de 2024

La destrucción paraguaya de Itatí en 1866 según el Diario de León de Palleja

 











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LAS INVASIONES PARAGUAYAS DE ARGENTINA (1866)

Como hemos visto en otros videos durante la Guerra de la Triple Alianza las tropas paraguayas llevaron a cabo audaces acciones contra los aliados, siendo una de las más atrevidas las numerosas incursiones en suelo argentino durante los primeros meses de 1866. 

Todo empezó en 1864 en Uruguay. En esa época se encontraban enfrentados por un lado los Blancos y por otro los Colorados apoyados por el Imperio del Brasil. Entonces el presidente paraguayo, Francisco Solano López, exigió la retirada brasileña de Uruguay. Al negarse estos, los paraguayos invadieron el Mato Grosso a finales de año. A continuación, López pidió permiso a los argentinos para atravesar su territorio con el objetivo de atacar a los brasileños en el sur. Al serle negado este, fuerzas paraguayas invadieron la provincia argentina de Corrientes en abril de 1865. Mientras que una columna paraguaya tomaba la ciudad de Corrientes y avanzaba hacia el sur, otra seguía el río Uruguay, lo cruzaba y entraba en territorio brasileño hasta la ciudad de Uruguayana. En los siguientes meses los aliados vencieron a los paraguayos en varias batallas, lo que indujo a López a ordenar la retirada de la provincia Corrientes, la cual se consumó en noviembre. 

Sin embargo, y como veremos, aquí no acabaron los ataques paraguayos a esta provincia, y es que con el objetivo sin duda de retardar lo máximo posible la invasión aliada de Paraguay y ganar tiempo para preparar las defensas del país se efectuaron varios desembarcos en el territorio correntino durante las siguientes semanas. 

Ya el 15 de diciembre hay noticias de que fuerzas paraguayas de la Guardia del Cerrito cruzaron en canoas hasta el Paso de Yahapé y saquearon 200 vacas y algunos caballos del Ejército de Vanguardia aliado. 

Durante las siguientes semanas, y ante la masiva presencia aliada a orillas del Alto Paraná, las incursiones paraguayas cesaron. Sin embargo a mediados de enero de 1866 estas cobraron nuevo vigor aprovechando la inactividad de la escuadra brasileña. 

Así, el día 13 fuerzas paraguayas abandonaron el Fuerte de Itapirú en canoas y desembarcaron cerca del Paso de la Patria mientras el general Mitre reconocía aquel territorio. Tras una breve refriega en la que los paraguayos tuvieron dos bajas, estos se retiraron. 

Poco después, el día 16, cerca de 200 paraguayos volvieron a desembarcar en el territorio de Corrientes, pero fueron ahuyentados por la caballería correntina. 

Al día siguiente un contingente de 600 hombres, o 120 según la versión paraguaya,  protegidos por una cohetera y una pieza de artillería volvieron a desembarcar, pero fueron derrotados tras varias horas de combate por las tropas del general Manuel Hornos, las cuales les causaron numerosas bajas, aunque, como cuenta Mitre en una carta, los paraguayos consiguieron retirarse y llevarse consigo las cabezas de cuatro soldados argentinos. 

Pero este revés no frenó las incursiones paraguayas y el día 19 volvieron a desembarcar, esta vez siendo unos 200, aunque fueron rápidamente rechazados por la caballería correntina. 

Días después, el 25, 300 o 400 paraguayos desembarcaron de nuevo y se enfrentaron a la caballería correntina, a la cual lograron emboscar antes de retirarse. Según el oriental de origen español León de Palleja estas incursiones tenían como objeto entretener a las fuerzas aliadas mientras los paraguayos cargaban la piedra de la que carecían en su orilla, con la cual pretendían construir fortificaciones o hundir barcos y bloquear el acceso al río Paraguay. 

Cuatro días después, el 29, entre 500 y 800 paraguayos desembarcaron cerca del Puerto de Corrales, en el Paso de la Patria, y, ante el retroceso de la caballería correntina, avanzaron hacia el arroyo Pehuajó en dirección a un campamento aliado próximo al arroyo San Juan, pero antes de llegar fueron desplegadas guerrillas de tiradores para impedir su avance, comenzando entonces un tiroteo que duró varias horas. Solo la fuerte lluvia y los refuerzos enviados por el general Hornos hicieron retroceder a los paraguayos hasta el otro lado del arroyo Pehuajó, desde donde atacaron a los aliados con cohetes.

El día 31 el mariscal López ordenó al teniente coronel José Eduvigis Díaz que se realizara una incursión en el territorio correntino. Según algunas informaciones, el plan era cubrir con artillería el desembarco en el Puerto de Corrales de tres oleadas de soldados paraguayos que deberían avanzar lo más posible y liberar a sus prisioneros enrolados en el ejército aliado. 

La primera oleada dirigida por el teniente Celestino Prieto dejó Itapirú, desembarcó y avanzó sin problemas hacia el arroyo Pehuajó. Mientras, la caballería correntina, reforzada por la 2ª División Buenos Aires, esperaba el momento propicio para atacar. Pasado el medio día y vadeado el arroyo Pehuajó, los paraguayos se percataron de que los argentinos les esperaban, no teniendo estos más remedio que atacar sin el factor sorpresa. En vista de la superioridad enemiga, Prieto ordenó la retirada hacia el arroyo Pehuajó, no sin que sus desperdigadas tropas sufrieran varias perdidas. 

Los paraguayos consiguieron refugiarse en un bosque donde se atrincheraron a la espera de refuerzos mientras que los argentinos avanzaron por un terreno despejado, cosa que fue aprovechada por los paraguayos para tirotearlos y diezmar sus filas. Aún así, los argentinos siguieron avanzando y los paraguayos, en inferioridad numérica y antes de verse rodeados, retrocedieron hasta los montes de la costa del río, en el Paso de la Patria. En ese preciso momento desembarcó la segunda oleada paraguaya liderada por el teniente Saturnino Viveros, comenzado entonces un fuerte combate en el que la artillería y la fusilería hicieron estragos. 

En un momento dado, los argentinos, desesperados por la falta de munición, cargaron con bayoneta contra los paraguayos. Cuando estos parecía que lo tenían todo perdido, se supo que 500 de los suyos habían desembarcado al atardecer, por lo que los jefes argentinos Hornos y el coronel Emilio Conesa ordenaron la retirada a pesar de que no se había conseguido desalojar a los paraguayos de aquellos montes, donde permanecieron hasta la mañana siguiente, momento en el que reembarcaron. 

De este modo acabó la batalla de Pehuajó o Corrales, para unos de resultado indecisa y para otros ganada por los paraguayos, en la que las cifras de muertos no son conocidas con exactitud, pero que fueron numerosas para ambos bandos. 

Tras este combate el coronel paraguayo Centurión cuenta en sus Memorias que no hubo más expediciones paraguayas de importancia, solo el envío de bomberos, es decir, exploradores, espías, que mataban a algún soldado aliado aislado o disperso. Cuenta Centurión que en una de estas acciones un sargento negro regresó con un saco con nueve cabezas de enemigos, lo que le valió el ascenso a alférez. 

Por su parte, el historiador argentino Juan Beverina apunta a tres importantes expediciones más. La primera tuvo lugar el 10 de febrero, cuando 43 canoas abandonaron Itapirú con entre 1.500 y 2.000 infantes paraguayos, tomando tierra en el Paso de la Patria. Estos, ante el retroceso de la caballería correntina avanzaron hacia el arroyo Pehuajó. Sin embargo, refuerzos correntinos les rodearon y, tras una pequeña refriega, los paraguayos regresaron a sus canoas mientras eran hostilizados por la caballería enemiga. 

Días más tarde, el 16, exploradores paraguayos desembarcaron cerca del arroyo Yaguarí y quemaron un viejo campamento oriental. 

El 17, los paraguayos volvieron a desembarcar y llegar de nuevo hasta el arroyo Pehuajó, donde se atrincheraron en los montes cercanos y resistieron ante las fuerzas correntinas, siendo finalmente forzados a retroceder hasta la costa, donde se parapetaron. Allí comenzó un intenso tiroteo, haciendo los paraguayos con sus cohetes retroceder a los correntinos, pudiendo así reembarcar sin problemas. 

Finalmente, el 19 se produjo la última incursión paraguaya en suelo correntino. Ese día, tras varias semanas merodeando el tramo del río próximo al pueblo de Itatí, cerca del cual acampaban las tropas uruguayas, cerca de 3.000 paraguayos a bordo de vaporcitos y canoas desembarcaron. Esperando atacar a los orientales que se encontraban aislados del resto de los aliados, encontraron su campamento vacío, pues lo habían evacuado poco antes. El campamento fue quemado e Itatí, tras una breve resistencia correntina, saqueado y destruido, tras lo cual las tropas paraguayas reembarcaron. 

El coronel Centurión diría en sus Memorias que estas incursiones eran quijotescas y pensaba que López era irresponsable por ordenarlas, ya que en ellas, a pesar de algunas victorias pírricas, se perdían hombres inútilmente y nada se ganaba en cambio.

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domingo, 14 de julio de 2024

Las murallas del Pireo y del Falero





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MEGAESTRUCTURAS DE LA ANTIGUA GRECIA

Cuando pensamos en la grandes obras de ingeniería de la Antigüedad solemos hacerlo en Roma, cuyos ingenieros fueron grandes constructores de puentes, calzadas y acueductos, pero en Grecia, más allá de sus famosos templos, también se construyeron inmensas obras, que incluso hoy día serían difíciles de realizar. 

La primera obra que trataremos es casi desconocida, se trata del Canal de Lefkada. La isla de Léucade o Lefkada situada en la costa de Acarnania, y que algunos historiadores identifican con la Ítaca homérica, fue al parecer una península en su origen. Cuenta Estrabón que Cipselo, tirano de Corinto, y Gorgo, su hijo, mandaron excavar un canal en el istmo de la península en algún momento de la segunda mitad del siglo VII a. C. Otras referencias a este canal, o Dioricto, podemos encontrarlas en autores como Polibio, Dionisio de Halicarnaso o Tito Livio. Por su parte, Plinio el Viejo dice que la península fue separada del continente por sus habitantes, por eso se llamó Nerítide, y que la colmatación de sedimentos volvió a unirla a la costa de Acarnania. Tucídides menciona el istmo de Lefkada, por lo que el canal debió de reabrirse en algún momento posterior a la Guerra del Peloponeso. 

La segunda gran construcción que mencionaremos es el conocido como Canal de Jerjes. Este canal, aunque situado en Grecia, fue construido por orden del emperador Jerjes I de Persia. Durante la Primera Guerra Médica, en el año 492 a. C., cuenta  Heródoto que Mardonio dirigió la flota persa hasta la península de Acté, la más oriental de las tres penínsulas en las que se divide la península de la Calcídica, a continuación, al doblar su extremo, el Monte Atos, una inmensa tormenta diezmó la flota, hundiendo casi 300 barcos y acabando con más de 20.000 personas, unas víctimas de las rocas, otras de las bestias marinas y otras del frío. Años más tarde, durante los preparativos de la Segunda Guerra Médica, Jerjes ordenó que se abriera un canal en la península de Acté para evitar otro naufragio, aunque Heródoto dice que lo hizo “por soberbia, ya que deseaba hacer alarde de su poderío y dejar un recuerdo de su persona”. 

La tercera obra de la que hablaremos también se sitúa en este lugar, en el Monte Atos, pero a diferencia del Canal de Jerjes, solo fue un proyecto que no llegó a materializarse. Cuenta Vitruvio en el siglo I a. C. que tres siglos antes, el famoso arquitecto Dinócrates de Rodas,  presentó a Alejandro Magno un proyecto para esculpir el Monte Atos con forma de hombre, construir una gran ciudad en su mano izquierda y en la derecha una taza que recibiera todas las aguas de los ríos de aquel lugar, para que de allí caigan al mar. Alejandro consideró el lugar inapropiado por carecer campos que abastecieran la ciudad. Aún así, Alejandro invitó a Dinócrates a acompañarle en sus viajes y este planificaría para él la ciudad de Alejandría y la pira funeraria de Hefestión. 

La cuarta construcción de la que hablaremos es el Diolkos, un camino pavimentado de varios kilómetros por el cual se podían transportar barcos a través del Istmo de Corinto, desde el Golfo de Corinto, en el Mar Jónico, al Golfo Sáronico, en el Mar Egeo, y así salvar las peligrosas costas del Peloponeso de un modo rápido y seguro. Aunque normalmente se utilizó para el comercio también fue usado en tiempos de guerra. No se conoce la fecha exacta de su construcción pero se cree que debió hacerse a principios del siglo VI a. C., en época de Periandro, tirano de Corinto e hijo de Cipselo. En un principio el Diolkos parece que fue un camino por el que los barcos eran transportados mediante rodillos y tirados por poleas, y posteriormente, a través de surcos, algún tipo de vehículo tirado por animales transportaba las naves. Referencias al uso del Diolkos las encontramos en Polibio, Estrabón o Tucídides, que menciona su uso durante la Guerra del Peloponeso. Existen referencias de su uso hasta la Edad Media. 

La quinta de estás obras quizás sea la más conocida, se trata del Canal del Istmo de Corinto, el cual se ideó, quizás, como una mejora del Diolkos. Por Diógenes Laercio sabemos que a principios del siglo VI a. C. Periandro, que mencionamos anteriormente, quiso excavar un canal en este Istmo. Cuentan Estrabón y Plinio el Viejo que tres siglos después el rey de Macedonia, Demetrio Poliorcetes, intentó también abrir un canal en el Istmo para que pasara su flota, pero sus ingenieros se lo impidieron por los impedimentos que presentaba la orografía. Según Plinio, Suetonio, Plutarco y Dión Casio, Julio César también habría planeado construir un canal y para ello encomendó la obra a Anieno. También Plinio y Suetonio mencionan que Calígula proyectaba excavar un canal, pero las obras no empezaron hasta el año 67, cuando durante su gira por Grecia, Nerón las inició. Él mismo inauguró las obras y utilizó, como dice Flavio Josefo, a 6.000 prisioneros judíos enviados por Vespasiano. Aunque debido a su muerte la obra no se concluyó. Más tarde, en el siglo II, el político y sofista Herodes Ático también pensó en excavar el canal, según cuenta Filostrato.

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