Cuando hablamos de los musulmanes en la Europa altomedieval es inevitable pensar en España, donde permanecieron cerca de ocho siglos. Sin embargo los musulmanes estuvieron presentes en otros lugares: invadieron Francia en numerosas ocasiones durante el siglo VIII, asediaron Constantinopla varias veces, formaron un Emirato en Creta entre los siglos IX y X desde el que incursionaban en el Egeo, dominaron Sicilia durante cerca de dos siglos y medio, asaltaron las costas italianas llegando a asentarse en Bari y atacaron Roma en el año 846. Pero es menos conocido que los sarracenos, como eran llamados entonces los musulmanes, estuvieron presentes en Fraxinetum, en el sur de Francia, en el siglo diez, y lo que es aún más increíble, desde allí lanzaron incursiones hacia los Alpes, llegando hasta la actual Suiza.
En algún momento a finales del siglo IX, musulmanes provenientes de la España islámica se instalaron en Fraxinetum, en torno a la actual comuna francesa de La Garde-Freinet, cerca de Saint-Tropez, donde crearon un enclave pirático. Desde esta base continuaron sus correrías por otros puntos de la costa, algunos de los cuales ocuparían, y hacia el interior, hacia el área alpina.
El éxito de los sarracenos en esta zona se debió a varios factores. Primero, la gran movilidad de las pequeñas bandas que se infiltraban en el territorio. Segundo, lo abrupto del terreno, que facilitaba que se atrincheraran en las montañas y dificultaba expulsarlos de allí. Y en tercer lugar, la inestabilidad política y las luchas internas en los territorios de Burgundia, Provenza e Italia, que dejaron a los sarracenos las manos libres en las regiones alpinas. Aunque hay que dejar claro que estas correrías protagonizadas por salteadores tendrían más un fin de pillaje y de conseguir botín que el de conquistar el territorio.
El cronista Liutprando de Cremona nos cuenta que en el año 906 los sarracenos penetraron en el norte de Italia y tomaron varias ciudades, como Acqui, llegando también al parecer a las cercanías de Turín. Los ataques en el norte de Italia se sucedieron con los años, alcanzando Susa, Asti y de nuevo Acqui en el 936. Los ataques sarracenos también se extendieron por la Provenza y a lo largo de los años atacaron Sisteron, Embrun, Marsella, Aix, Gap, Tolón, Frejús o Arlés, llegando tan al norte como Grenoble y Vienne, en la Baja Burgundia. Aunque si tenemos en cuenta algunos topónimos es posible que llegaran aún más al norte, hasta la Alta Burgundia.
Otro autor, Flodoardo de Reims, nos informa de que los sarracenos ocuparon los pasos alpinos y se dedicaron a asaltar a los peregrinos que se dirigían a Roma. Por ejemplo, nos dice que en los años 921 y 923 un gran número de peregrinos anglosajones fueron asesinados. Más adelante añade que los sarracenos hacían pagar tributo a los peregrinos que atravesaban los Alpes.
En esa misma época, en el año 921, las correrías de los sarracenos llegaron hasta el paso del Gran San Bernardo y a la suiza Bourg-Saint-Pierre. La ocupación del Gran San Bernardo queda de manifiesto en unos versos de Liutprando en los que menciona la presencia en este paso de los sarracenos.
Luego, en el año 931, según Flodoardo los griegos, es decir, los bizantinos atacaron a los sarracenos de Fraxinetum. El mismo cronista nos dice que en el año 936 los sarracenos atacaron el territorio de Alamania y a la vuelta masacraron a un gran número de peregrinos. Quizás durante esta incursión o poco después, también fueron atacadas las Abadías de Saint-Gall, Disentis y la iglesia de Chur, en el este de Suiza.
Años después, en el 940, también según Flodoardo, los sarracenos ocuparon la Abadía de Saint-Maurice de Agaune, en la región suiza de Valais. Una inscripción que se conservada en Bourg-Saint-Pierre, en la misma región suiza, menciona a la “ISMAELITA COHORS” y sus depredaciones en el valle del Ródano.
Poco más tarde, en un momento de cronología incierta, quizás hacia el año 942 según las últimas teorías, los sarracenos de Fraxinetum se enfrentaron a una tropa de húngaros que habían penetrado en Francia, según nos cuenta Ekkehard IV en su obra titulada Casus Sancti Galli.
Ese mismo año, según Liutprando, el rey Hugo de Italia con la ayuda del emperador bizantino Romano I Lecapeno envió una expedición a Fraxinetum. Hugo atacando por tierra y los bizantinos desde el mar destruyeron todos los barcos sarracenos con fuego griego. Luego Hugo llegó hasta Fraxinetum y persiguió a los sarracenos hasta las montañas y pudo haber acabado con ellos, pero, según nos cuenta Liutprando, pactó con ellos y les encargó la custodia de los pasos alpinos para evitar que sus rivales, Berengario, Margrave de Ivrea, y Otón I, rey de Francia Oriental, pudieran entrar en Italia y le arrebataran la corona. Otros autores señalan la posibilidad de que el pacto con los sarracenos de Fraxinetum en realidad obedeciera al deseo de Hugo de preservar un acuerdo recién firmado con el Califa Abderramán III de Córdoba.
Años después, en el 954, según cuenta el Casus Sancti Galli se produjo otro ataque sarraceno a Saint-Gall, en el actual cantón suizo de San Galo. Esta crónica nos dice que los sarracenos hostigaban Saint-Gall hasta que una noche las tropas del abad encontraron su escondite y los atacaron, consiguiendo matar y capturar a algunos, mientras que el resto escapó.
Tras la muerte de Hugo en el año 947 se inauguró una nueva etapa, desde entonces la política seguida fue la de expulsar a los sarracenos de Fraxinetum. Otón envió en el 953 una embajada a Abderramán pidiéndole que pusiera fin a las correrías de los piratas sarracenos. Más adelante, en el año 968, Otón, ya emperador, proyectó una campaña contra Fraxinetum, pero finalmente renunció a ella, como nos cuenta el cronista Viduquindo de Corvey.
Años después, en el 972, una banda de sarracenos capturó a Mayolo, abad de Cluny, probablemente en Martigny, Suiza. La captura de Mayolo quizás fue el detonante de la campaña cristiana que expulsó a los sarracenos de Fraxinetum. En ese mismo año, o algo después, las fuerzas de Guillermo I de Provenza, Arduino de Turín y del conde Robaldo, con el apoyo de Otón, se enfrentaron a los salteadores de Fraxinetum y los derrotaron. Esto conllevó la expulsión de los sarracenos de este enclave después de casi ochenta años.
Sin embargo, las avanzadillas sarracenas más distantes de Fraxinetum pudieron quedar aisladas tras la caída de este enclave y se vieron en la necesidad de asimilarse a la población local. Y aunque las fuentes escritas no hablan de esto, ciertos indicios encontrados en la Provenza, Saboya, Piamonte y Suiza apuntan en esta dirección. Estos indicios son evidencias arqueológicas, tradiciones locales, topónimos, heráldica, nombres propios e influencias lingüísticas.
En el caso de Suiza se encuentran numerosos topónimos que podrían tener un origen árabe, como por ejemplo: Monte Moro, en la frontera ítalo-suiza, mur des Sarrasins, en Avenches, en el cantón suizo de Vaud, Bisse des Sarrasins, en Valais, o Pontresina, en los Grisones, que podría ser una corrupción de “Puente de los Sarracenos”. Durante mucho tiempo se pensó que los sarracenos se habían asentado en el Valle de Saas debido a ciertos topónimos, aunque en la actualidad a la mayoría de estos topónimos se les ha dado una explicación de origen no árabe.
En cuanto a la heráldica podemos citar dos ejemplos, los escudos de la ciudad de Avenches y el de la familia Moret de Valais, donde aparecen cabezas que podrían representar a sarracenos.
Por último, hay que señalar que en el valle de Hérens, en Valais, según un estudio de hace unos años, la población presentaría ciertos rasgos árabes tanto en el físico como en el habla. En este valle también se encuentran ciertas tradiciones y algunos topónimos que denotarían un origen árabe.
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