Cuando pensamos en la grandes obras de ingeniería de la Antigüedad solemos hacerlo en Roma, cuyos ingenieros fueron grandes constructores de puentes, calzadas y acueductos, pero en Grecia, más allá de sus famosos templos, también se construyeron inmensas obras, que incluso hoy día serían difíciles de realizar.
La primera obra que trataremos es casi desconocida, se trata del Canal de Lefkada. La isla de Léucade o Lefkada situada en la costa de Acarnania, y que algunos historiadores identifican con la Ítaca homérica, fue al parecer una península en su origen. Cuenta Estrabón que Cipselo, tirano de Corinto, y Gorgo, su hijo, mandaron excavar un canal en el istmo de la península en algún momento de la segunda mitad del siglo VII a. C. Otras referencias a este canal, o Dioricto, podemos encontrarlas en autores como Polibio, Dionisio de Halicarnaso o Tito Livio. Por su parte, Plinio el Viejo dice que la península fue separada del continente por sus habitantes, por eso se llamó Nerítide, y que la colmatación de sedimentos volvió a unirla a la costa de Acarnania. Tucídides menciona el istmo de Lefkada, por lo que el canal debió de reabrirse en algún momento posterior a la Guerra del Peloponeso.
La segunda gran construcción que mencionaremos es el conocido como Canal de Jerjes. Este canal, aunque situado en Grecia, fue construido por orden del emperador Jerjes I de Persia. Durante la Primera Guerra Médica, en el año 492 a. C., cuenta Heródoto que Mardonio dirigió la flota persa hasta la península de Acté, la más oriental de las tres penínsulas en las que se divide la península de la Calcídica, a continuación, al doblar su extremo, el Monte Atos, una inmensa tormenta diezmó la flota, hundiendo casi 300 barcos y acabando con más de 20.000 personas, unas víctimas de las rocas, otras de las bestias marinas y otras del frío. Años más tarde, durante los preparativos de la Segunda Guerra Médica, Jerjes ordenó que se abriera un canal en la península de Acté para evitar otro naufragio, aunque Heródoto dice que lo hizo “por soberbia, ya que deseaba hacer alarde de su poderío y dejar un recuerdo de su persona”.
La tercera obra de la que hablaremos también se sitúa en este lugar, en el Monte Atos, pero a diferencia del Canal de Jerjes, solo fue un proyecto que no llegó a materializarse. Cuenta Vitruvio en el siglo I a. C. que tres siglos antes, el famoso arquitecto Dinócrates de Rodas, presentó a Alejandro Magno un proyecto para esculpir el Monte Atos con forma de hombre, construir una gran ciudad en su mano izquierda y en la derecha una taza que recibiera todas las aguas de los ríos de aquel lugar, para que de allí caigan al mar. Alejandro consideró el lugar inapropiado por carecer campos que abastecieran la ciudad. Aún así, Alejandro invitó a Dinócrates a acompañarle en sus viajes y este planificaría para él la ciudad de Alejandría y la pira funeraria de Hefestión.
La cuarta construcción de la que hablaremos es el Diolkos, un camino pavimentado de varios kilómetros por el cual se podían transportar barcos a través del Istmo de Corinto, desde el Golfo de Corinto, en el Mar Jónico, al Golfo Sáronico, en el Mar Egeo, y así salvar las peligrosas costas del Peloponeso de un modo rápido y seguro. Aunque normalmente se utilizó para el comercio también fue usado en tiempos de guerra. No se conoce la fecha exacta de su construcción pero se cree que debió hacerse a principios del siglo VI a. C., en época de Periandro, tirano de Corinto e hijo de Cipselo. En un principio el Diolkos parece que fue un camino por el que los barcos eran transportados mediante rodillos y tirados por poleas, y posteriormente, a través de surcos, algún tipo de vehículo tirado por animales transportaba las naves. Referencias al uso del Diolkos las encontramos en Polibio, Estrabón o Tucídides, que menciona su uso durante la Guerra del Peloponeso. Existen referencias de su uso hasta la Edad Media.
La quinta de estás obras quizás sea la más conocida, se trata del Canal del Istmo de Corinto, el cual se ideó, quizás, como una mejora del Diolkos. Por Diógenes Laercio sabemos que a principios del siglo VI a. C. Periandro, que mencionamos anteriormente, quiso excavar un canal en este Istmo. Cuentan Estrabón y Plinio el Viejo que tres siglos después el rey de Macedonia, Demetrio Poliorcetes, intentó también abrir un canal en el Istmo para que pasara su flota, pero sus ingenieros se lo impidieron por los impedimentos que presentaba la orografía. Según Plinio, Suetonio, Plutarco y Dión Casio, Julio César también habría planeado construir un canal y para ello encomendó la obra a Anieno. También Plinio y Suetonio mencionan que Calígula proyectaba excavar un canal, pero las obras no empezaron hasta el año 67, cuando durante su gira por Grecia, Nerón las inició. Él mismo inauguró las obras y utilizó, como dice Flavio Josefo, a 6.000 prisioneros judíos enviados por Vespasiano. Aunque debido a su muerte la obra no se concluyó. Más tarde, en el siglo II, el político y sofista Herodes Ático también pensó en excavar el canal, según cuenta Filostrato.
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