sábado, 27 de agosto de 2022
El hundimiento del Admiral Graf Spee (1939)
LOS BARCOS URUGUAYOS HUNDIDOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Tras la Batalla del Río de la Plata en diciembre de 1939, podría creerse que durante el resto de la Segunda Guerra Mundial Uruguay estuvo ajeno al conflicto, sin embargo, dos barcos uruguayos fueron hundidos por submarinos del Eje en 1942.
En de 1941 dos barcos italianos que se encontraban internados en Montevideo, el Adamello y el Fausto, fueron incautados por el Gobierno de Alfredo Baldomir, renombrados como Montevideo y Maldonado y puestos al servicio de la Marina uruguaya.
Más tarde, en marzo de 1942, en el marco de la Operación Neuland, el submarino italiano Enrico Tazzoli, operaba entre las Bermudas y las Bahamas. Allí ya había hundido dos barcos cuando el día 8 avistó al navío Montevideo.
El Montevideo se dirigía desde Uruguay a Nueva York, vía St. Thomas, con un cargamento de, entre otras cosas, carne enlatada. Al suroeste de las Bermudas el Tazzoli encontró y persiguió al Montevideo durante un día hasta que aquella noche, ya día 9, lo torpedeó y cañoneó. El Montevideo se hundió junto a 14 de sus tripulantes, mientras que el resto serían rescatados días después y llevados a Haití y Trinidad.
El Gobierno uruguayo, al creer que el responsable había sido un submarino de la Alemania nazi, respondió incautando el Tacoma, un navío alemán que se hallaba en el puerto de Montevideo desde la Batalla del Río de la Plata. Asimismo, tuvieron lugar manifestaciones que derivaron en incidentes.
Tiempo después el Maldonado fue atacado por el sumergible alemán U-510 el de 2 de agosto de 1942 al sur de las Bermudas cuando hacía la ruta Montevideo-Nueva York con un cargamento de carne enlatada y otras mercancías.
Al parecer, el comandante del submarino confundió la bandera uruguaya con la griega, y tras obtener permiso por radio, disparó al Maldonado y dio orden de que parara. Entonces la tripulación abandonó la nave y el submarino torpedeó al Maldonado.
A continuación el submarino se acercó a los botes salvavidas y se llevó prisionero al capitán, Mario Giambruno. Por último, el U-510 disparó un nuevo torpedo al Maldonado para que terminara de hundirse y se marchó. En los días sucesivos los marinos de los botes salvavidas fueron rescatados por británicos y estadounidenses.
El Gobierno uruguayo, que había roto relaciones con Alemania en enero, protestó a través del embajador español, el Marqués de los Arcos. En esta protesta enviada al Reich se advertía de las consecuencias que el ataque podría tener en los residentes alemanes en Uruguay. De este modo, en septiembre se decretó el internamiento en Sarandí del Yí de las tripulaciones de los navíos germanos Admiral Graf Spee y Tacoma.
La respuesta alemana fue una queja por el internamiento de sus marinos. A su vez, el canciller uruguayo, Alberto Guani, contestó exigiendo explicaciones por el hundimiento del Maldonado y por el destino de su capitán, que había sido apresado. Asimismo, amenazaba de las posibles represalias policiales y económicas contra los residentes alemanes en Uruguay. Poco después el capitán del Maldonado sería liberado a través de Suiza y pudo regresar a Uruguay.
A pesar de estos graves incidentes, y aunque se rumoreó que Uruguay podría entrar en la guerra en aquellas fechas, la declaración de guerra a Alemania no se produjo hasta febrero de 1945.
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jueves, 18 de agosto de 2022
Rebelión de Chiloé de 1826 ¿promovida por O'Higgins y Bolívar?
1825, EL PLAN DE BOLÍVAR PARA INVADIR CHILOÉ
En 1825, cuando la antigua América española ya se había independizado, España aún conservaba algunos territorios y uno de ellos despertó un especial interés en Simón Bolívar. Estamos hablando del Archipiélago de Chiloé, y más concretamente de la isla Grande de Chiloé.
Ya en noviembre de 1823 el General venezolano Tomás de Heres escribía a Bolívar para comunicarle sus gestiones para conseguir que el Gobierno de Chile bloqueara Chiloé, “porque mientras los enemigos cuenten con aquella madriguera, estaremos experimentando males”. En enero de 1824 Heres volvió a escribir a Bolívar sobre la importancia de arrebatar Chiloé a los españoles y hablaba sobre una expedición a la isla.
En marzo las fuerzas de Ramón Freire, Director Supremo de Chile, desembarcaron en Chiloé, pero fueron derrotadas por las tropas del Gobernador español Antonio de Quintanilla. Es en estos momentos cuando Bolívar, recién nombrado Suprema Autoridad de Perú, se inmiscuye en el destino de Chiloé. El Libertador quería acabar con los últimos reductos españoles en América y en especial con Chiloé, llave del Pacífico. Bolívar se debatía entre la conquista chilena de Chiloé, o la conquista peruana, ya que ese territorio pertenecía administrativamente desde hacía décadas al Virreinato del Perú.
El interés de Bolívar por expulsar a los españoles de Chiloé ya queda de manifiesto en diciembre de 1824. En esas fechas Antonio José de Sucre había conseguido en la Capitulación de Ayacucho que el realista José Canterac se comprometiera a que ningún buque de guerra español fondeara en Chiloé, sin embargo, como Sucre comunicaría poco después a Bolívar, no logró que los españoles entregaran la isla.
Más tarde, a finales de mayo de 1825 Bolívar escribió a Gregorio Funes, su representante en las Provincias Unidas del Río de la Plata, para decirle “que si Chile no ocupa inmediatamente Chiloé, los españoles entregarían aquella isla a alguna potencia de Europa”, y le requería a Funes que pidiera al Gobierno de Buenos Aires que instara al de Chile para actuar sobre Chiloé, y terminaba diciendo que “yo tomaría a Chiloé; pero no lo hago por no excitar celo entre los chilenos que temen mi influencia en sus negocios domésticos”.
Poco después Bolívar se dirigió a Hipólito Unanue, Presidente del Consejo de Gobierno del Perú, para decirle que había que inducir a Chile a tomar Chiloé antes de que la isla fuera entregada a un país extranjero, pero que si no estaban en condiciones de hacerlo, lo haría el Perú, ya “que el Perú tiene derecho a Chiloé más que Chile”. Por último, Bolívar exhortaba a Unanue a que escribiera a Quintanilla para ofrecerle una rendición honrosa.
El 3 de julio, a través de José de Morales, Ministro de Relaciones Exteriores de Perú, Bolívar, ante el peligro de la presencia española en Chiloé, ofreció a Chile tropas y buques para tomar aquel territorio. A mediados de julio José Ignacio Zenteno, Gobernador de Valparaíso, escribió al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile para decirle que había recibido informaciones de que Bolívar mandaría una expedición a Chiloé en tres meses.
A esta expedición alude Bolívar a finales de julio en una misiva a Unanue, en la que le dice que había mandado “suspender una expedición que había pensado hacer de colombianos y peruanos sobre Chiloé”, pues no deseaba que los peruanos y chilenos dijeran que los quería oprimir. Por último, Bolívar pedía a Unanue que fuera el Congreso de Panamá del siguiente año el que decidiera si había que expedicionar o no sobre Chiloé.
El día 20 de agosto Heres escribió a Bolívar para informarle que tenía noticias sobre los tratos de Quintanilla para entregar Chiloé al Capitán inglés Maling. Días más tarde Bolívar ya había vuelto a su idea sobre atacar Chiloé. Así, el 1 de septiembre el Libertador escribió a Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia, para decirle que temía “que la España, por maldad o envidia, venda esta isla a la Inglaterra o a la Francia y nos cierre las puertas del Pacífico en cualesquier evento de guerra”, por lo que si Chile no tomaba Chiloé próximamente, serían ellos los que, una vez rendido el Callao, atacarían aquella isla con los buques y las tropas que sitiaban la plaza peruana. Poco después, Bolívar escribió lo mismo a Unanue y le pedía que se comunicara con Quintanilla para ofrecerle que, con ventajas, se rindiera a Perú.
El mismo día, Felipe Santiago Estenós, Secretario General de Bolívar, escribió al Ministro de Relaciones Exteriores de Perú sobre las intenciones de Quitanilla, sin contacto con España desde Ayacucho, de resistir, aunque según algunas informaciones, la población de Chiloé vería con buenos ojos someterse a la República del Perú. Asimismo Estenós decía que una vez rendido El Callao, el Gobierno peruano debería enviar una misión a Chiloé para invitar a Quintanilla a unir la isla al Perú y amenazarlo con la fuerza en caso necesario. Y si la misión no tuviera éxito habría que enviar una expedición a Chiloé para evitar que España vendiera o entregara la isla a otra nación. Además, añadía que aunque Chile reclamara aquel territorio, los derechos de Perú eran incontestables.
Mientras tanto, los chilenos pedían al Gobierno de Perú que, en lugar de las fuerzas terrestres y marítimas ofrecidas el 3 de julio, se le entregaran 300.000 pesos para sufragar la expedición a Chiloé. Asimismo, se notificaba que Freire había hecho abandonar al Vicealmirante Manuel Blanco el bloqueo del Callao para participar en la expedición a Chiloé que se estaba preparando.
A finales de mes Bolívar escribió a Santander para decirle que “el archipiélago de Chiloé está pendiente de la causa del Callao para entregarse al primero que lo quiera tomar”. Poco después, Unanue escribía sobre la idea de anexar Chiloé a Perú y sobre la conveniencia de tratar con Quintanilla, aunque en cartas posteriores se ve poca fe en que el español entre en razón.
El 13 de octubre Bolívar escribió al General Bartolomé Salom, militar encargado de sitiar El Callao, para informarle que el español José Ramón Rodil, defensor de la plaza, recibía víveres desde Chiloé y que debía instar “al Consejo de Gobierno para que escribiera a Chile, diciendo: que mientras Chiloé este por los Españoles, también lo estará El Callao”.
El día 16 Bolívar escribía a Blanco para insistirle sobre la importancia de la toma de Chiloé pues temía que Quintanilla entregara la isla a alguna nación extranjera y le exhortaba a que “agitara este negocio con su gobierno”. Poco después, el 21, Bolívar escribió a Santander para decirle, entre otras cosas, que estaba “resuelto a mandar el año que viene una expedición [a Chiloé] si los chilenos no lo toman antes”.
El 2 de noviembre Heres comunicó a Bolívar sus gestiones para enviar a Chiloé a dos oficiales para negociar con Quintanilla. El día 5 Joaquín Campino, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, escribió a su homólogo peruano para transmitirle su decepción por no haber recibido ayuda económica peruana para atacar Chiloé y esperaba que Bolívar por fin se decidiera a otorgarla.
Finalmente, quizás en parte para alejar a Bolívar de Chiloé, la flota chilena emprendió la definitiva expedición contra Quintanilla, que acabó, tras algunos enfrentamientos, con la rendición de los españoles a mediados de enero de 1826.
En esas fechas, Bolívar, que aún no conocía la victoria chilena, escribió a Sucre para decirle que dudaba del éxito de Freire, pues Chiloé estaba bien defendido y finalmente los chilenos les pedirían “tropas contra Chiloé y aun contra Freire mismo”. Poco después, los chilenos informaban a los peruanos de su triunfo sobre Quintanilla, noticia que no llegaría a Bolívar hasta semanas más tarde.
Lo último que sabemos sobre Chiloé y Bolívar es que a mediados de año se produjo una sublevación en la isla en favor de Bernardo O'Higgins y con el supuesto apoyo del Libertador, aunque no tenemos certezas sobre esto último.
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miércoles, 10 de agosto de 2022
CAPITULO LV DE LOS COMENTARIOS DE CABEZA DE VACA
LAS INVASIONES GUARANÍES DEL IMPERIO INCA
A lo largo de la historia de América se han registrado innumerables migraciones e invasiones de distintos pueblos, pero es poco conocido que en varias ocasiones los guaraníes atacaron al poderoso Imperio Inca.
Algunos historiadores apuntan a que los primeros movimientos guaraníes hacia las estribaciones de los Andes se produjeron al menos dos siglos antes de la llegada de los españoles y tenían como objetivo la obtención de cautivos y de metales preciosos. Otros historiadores adelantan aún más la fecha de los primeros movimientos y asentamientos guaraníes en el oeste, llegando a situarlos hacia el año 400 d. C. Sin embargo, nosotros solo nos ocuparemos de las invasiones de las que nos hablan las crónicas españolas.
La primera invasión guaraní del Imperio Inca de la que tenemos noticia ocurrió en tiempos de Túpac Yupanqui, hacia el año 1476, y de ella solo habla el Inca Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales”. Los protagonistas de esta supuesta primera invasión fueron los chiriguanos, una etnia asentada en el Chaco Boliviano formada a partir de la mezcla de elementos guaraníes y arahuacos. Probablemente debido a las incursiones de este pueblo en el Imperio Inca, Túpac Yupanqui pretendió conquistar el territorio de los chiriguanos. Aunque, después de dos años las tropas incas regresaron a su territorio sin éxito debido a la dureza del país chiriguano.
Sin embargo, autores modernos dudan tanto de la cronología de estos eventos, como de la historicidad de los mismos, creyendo algunos de ellos que en realidad esta campaña inca tuvo lugar tiempo después, en época de Huayna Cápac, el hijo de Túpac Yupanqui. No obstante, sabemos por el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa que cuando Huayna Cápac visitó la región de Charcas, ordenó reparar los fuertes que su padre había construido para defender la frontera de los ataques chiriguanos, por lo que se demostraría así que los incas tuvieron problemas con este pueblo al menos desde tiempos de Túpac Yupanqui.
Estos primeros movimientos chiriguanos hacia el Imperio Inca podrían corroborarse por la arqueología. La presencia de cerámica chiriguana en la frontera del Imperio demostraría que algunos habrían penetrado en territorio inca, pero de forma pacífica, y que, quizás, fueron usados como tropas auxiliares contra otros chiriguanos que representarían una amenaza para el Imperio. El uso de tropas auxiliares chiriguanas queda de manifiesto por el relato de Fernando Montesinos, quien dice que fueron utilizados por Huayna Cápac en sus guerras del norte.
La segunda invasión guaraní del Imperio Inca es mejor conocida gracias a diferentes cronistas. Se fecha entre los años 1513 y 1518, en tiempos de Huayna Cápac. Según Gamboa cuando Huayna Cápac se encontraba en el norte, en los actuales territorios de Ecuador y Colombia, llevando a cabo una campaña contra distintos pueblos, los chiriguanos invadieron el territorio de Charcas, atacaron la fortaleza de Cuzcotuyo y la tomaron, masacrando a su guarnición y saqueando el lugar. Huayna Cápac, enterado del ataque a Cuzcotuyo, envió un gran ejército bajo el mando del capitán Yasca contra los chiriguanos, los cuales fueron derrotados y muchos de ellos fueron enviados ante su presencia en Quito.
El envío de este ejército contra los chiriguanos también es mencionado en las crónicas de Cieza de León, Bernabé Cobo, Miguel Cabello de Balboa, Juan de Santa Cruz Pachacuti y Diego Felipe de Alcaya. Sin embargo, varios historiadores modernos sostienen que algunas de estos relatos en realidad harían referencia a un tercera invasión sucedida poco después.
La tercera invasión se cree que ocurrió entre los años 1519 y 1523. Cuenta Domingo Martínez de Irala, gobernador que fue de Paraguay, que un indio chané le contó que, poco antes de la cuarta invasión del Imperio Inca, los guaraníes se reunieron “en el puerto que llaman de Ytatin para ir a buscar metal”, atacaron el territorio de los chanés y se llevaron a muchos como esclavos a su territorio. Algunos historiadores sostienen que es a esta invasión, y no a la segunda, a la que se refiere Diego Felipe de Alcaya en su “Relación Cierta”.
A esta invasión es posible que se refiera Bernabé Cobo en su “Historia del Nuevo Mundo” cuando dice que los guaraníes, a los que él llama chiriguanos, partieron desde el territorio del Paraguay al tiempo o poco antes de que los españoles entraran en el Perú, recorrieron las provincias que hay en medio haciendo un gran destrozo, llegando a las tierras próximas a Charcas, las cuales arrebataron a sus moradores.
A esta invasión también parece referirse la “Historia” de Bartolomé Arzáns, según la cual grandes ejércitos de guaraníes llegaron al Perú desde Paraguay e hicieron grandes destrucciones, para luego regresar, aunque algunos grupos quedaron en la zona de Charcas, desde donde atacaban poblaciones vecinas como la de Cantumarca. Enterado de esto Huayna Cápac, les hizo frente con un gran ejército y consiguió vencerlos y matar a más de 6.000 guaraníes.
La cuarta invasión del Imperio Inca tuvo lugar hacia 1526, aunque algunos la sitúan en fechas que van de 1521 a 1530. En 1516 una de las naves de la expedición de Solís al Río de la Plata naufragó en la costa brasileña, en la isla de Santa Catalina. Años después, hacia 1526, según la crónica de Ruy Díaz de Guzmán, un grupo de cuatro de aquellos náufragos encabezado por el portugués Alejo García, y acompañados de algunos guaraníes carios, fue enviado a explorar el interior del territorio.
Cuenta Guzmán que la expedición atravesó el sertón y alcanzó primero el río Paraná y luego el Paraguay. Allí, Alejo García con la promesa de encontrar riquezas al oeste convenció a 2.000 guaraniés para que le acompañaran. La expedición cruzó el Paraguay aguas arriba de la moderna Asunción y se internó en el Chaco, donde mantuvieron combates con varias tribus del lugar, hasta que alcanzaron las serranías de Perú y entraron en el Imperio Inca, entre Mizque y Tomina, convirtiéndose así García en el primer europeo en llegar a aquellas tierras. A continuación, la expedición guaraní de Alejo García se dedicó al saqueo y penetró en territorio inca varias leguas hasta Presto y Tarabuco, donde salieron a su encuentro un gran número de indios charcas, por lo que tuvieron que retirarse.
La expedición de García, cargada de ropas, vajillas y objetos de plata, emprendió el regreso al Paraguay, pero por el camino pasaron muchas necesidades, hambres y guerras. En Paraguay, García envió mensajeros a Brasil para informar de lo ocurrido, pero mientras el portugués esperaba la respuesta, un grupo de guaraníes lo mataron a él y a otros de los que le acompañaron en su expedición.
Detalles sobre la expedición de Alejo García podemos encontrarlos en los textos de Irala y de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el cual, entre otras cosas, dice que García trajo numerosos esclavos chanés que años después aún vivían en el territorio de Paraguay. En Cabeza de Vaca también encontramos el relato de un guaraní sobre una invasión, pero no sabemos si se trata de la de García o de alguna de las anteriores.
A continuación, dos años más tarde tuvo lugar una quinta invasión guaraní del Perú. Cuenta Guzmán que enterados los portugueses de Brasil de las riquezas que Alejo García había obtenido en el Imperio Inca enviaron un pequeño ejército. Los portugueses consiguieron llegar hasta donde había quedado Alejo García, donde sus asesinos les hicieron frente y les hicieron huir, para más tarde ser muertos por otra tribu. Poco después, prosigue Guzmán, los indios de la provincia de Paraguay se reunieron en gran número y planearon repetir la expedición de Alejo García hacia el Imperio Inca.
La muchedumbre de guaraníes se dividió y siguieron diferentes rutas hacia el oeste. Una vez llegados a las faldas de la serranía del Perú hicieron la guerra a sus naturales, a muchos de los cuales esclavizaron, para finalmente, asentarse en aquel territorio. Guzmán, en otra narración da más detalles y nos dice que los guaraníes sometieron a las naciones de los llanos, pero al llegar a los Andes encontraron que estaban bien guarnecidos por numerosos fuertes, por lo que decidieron someterse al soberano inca. Sin embargo, pasado algún tiempo, se alzaron de improviso y lograron conquistar algunas fortalezas incas, para, a continuación, regresar a los llanos, donde se asentaron.
A estas cinco invasiones más tarde siguieron otros movimientos guaraníes hacia el oeste. Estos se produjeron cuando grandes grupos de guaraníes acompañaron a conquistadores españoles como Domingo Martínez de Irala o Ñuflo de Chaves en sus exploraciones hacia el oeste a través del Chaco.
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viernes, 5 de agosto de 2022
Carta de Cristóbal Colón al papa Alejandro VI.
EL PLAN DE CRISTÓBAL COLÓN PARA CONQUISTAR JERUSALÉN
Es mucho lo que se sabe sobre los viajes de Cristóbal Colón a América, pero son menos conocidos sus planes y deseos de conquistar Jerusalén con el oro americano, algo, que como veremos a continuación, queda de manifiesto en diversos documentos colombinos.
Se cree que la idea de conquistar Jerusalén pudo aparecer en la mente de Colón hacia el año 1489, cuando durante la Guerra de Granada llegaron ante los Reyes Católicos, con los que estaba, unos monjes desde Tierra Santa y advirtieron a los monarcas que el Sultán mameluco de Egipto, Kait Bey, había amenazado con dar muerte a todos los cristianos de sus territorios y arrasar los Santos Lugares si los Reyes no paraban su guerra contra Granada.
Más adelante, el 26 de diciembre del año 1492 Colón escribió en su Diario que cuando regresara a las Indias, los que había dejado allí, los náufragos de la Santa María, ya habrían conseguido una gran cantidad de oro con el que “los Reyes antes de tres años emprendiesen y aderezasen para ir a conquistar la Casa Santa”. Esta Casa Santa algunos autores la interpretan como el Santo Sepulcro, el Templo o la ciudad de Jerusalén en si.
Por último, concluye Colón esta anotación en su Diario recordando que antes de este periplo ya les había dicho a los Reyes que las ganancias de esta empresa se gastasen en la conquista de Jerusalén. Así, imbuido por un sentimiento mesiánico y de cruzada, podemos ver a Colón obsesionado con la idea de su papel providencial de recuperar Jerusalén.
En febrero de 1498, antes de su tercer viaje a América, Colón fundó un Mayorazgo en favor de su primogénito, Diego. Entre las disposiciones que Colón dejó escritas figura la de usar cierto dinero que guardaba en Génova para ir con el rey a la conquista de Jerusalén.
Después de su tercer viaje, hacia el verano del año 1501, Colón escribió a la reina Isabel para suplicarle que no se olvidara del proyecto de conquista de Jerusalén y para expresarle su temor a que esos planes se perdieran, y termina la carta con una nueva mención a la Casa Santa.
De esa misma época es una carta de Colón a los Reyes Católicos inserta en el conocido como Libro de las Profecías, un conjunto de citas bíblicas, patrísticas y medievales recopiladas por el genovés con el objeto de defender que su destino era descubrir América y reconquistar Jerusalén. Esta carta la comienza Colón así: “Cristianísimos é muy altos Príncipes: La razón que tengo de la restitución de la Casa santa á la santa iglesia militante es la siguiente:...”.
Sin embargo, a pesar de este comienzo, Colón no explica como reconquistar Jerusalén, solo pone en manos de Dios esta campaña y en base a algunas profecías, cree que la recuperación de la Ciudad Santa partiría desde España antes del fin del mundo, que el Almirante fecha dentro de 155 años en el momento que escribe la carta. Una de estas profecías usadas por Colón es la del Abad Joaquín Calabrés, según la cual “había de salir de España quien había de redificar la casa del monte Sión”.
Tiempo después, poco antes de iniciar su cuarto viaje a América, Colón escribió al papa Alejandro VI. En esta carta Colón escribió al Sumo Pontífice para informarle sobre sus viajes. Al final de la carta el genovés añade: “esta empresa se tomó con fin de gastar lo que de ella se hubiese en presidio de la Casa Santa á la Santa Iglesia”.
Y prosigue Colón exponiendo sus planes militares: “después que fuí en ella, y visto la tierra, escribí al Rey y á la Reina mis Señores, que dende á siete años yo le pagaría cincuenta mil de pie y cinco mil de caballo en la conquista de ella, y dende á cinco años otros cincuenta mil de pie y otros cinco mil de caballo, que serían diez mil de caballo é cien mil de pie para esto”. Y termina diciendo Colón que Satanás había impedido estos planes.
Más tarde, en julio de 1503, en mitad de su cuarto viaje, Colón volvió a escribir a los Reyes Católicos e insistió en la toma de Jerusalén en base a varias profecías y dice: “Jerusalén y el monte Sión ha de ser reedificado por mano de cristianos: quien ha de ser, Dios por boca del Profeta en el décimo cuarto salmo lo dice. El abad Joaquín dijo que este había de salir de España. San Gerónimo á la santa mujer le mostró el camino para ello”.
Finalmente Colón murió en mayo de 1506 sin ver cumplido su sueño de arrebatar Jerusalén a los musulmanes.
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jueves, 28 de julio de 2022
PARTE DEL MARQUÉS DE COUPIGNY SOBRE LA BATALLA DE ARJONILLA
EL JOVEN JOSÉ DE SAN MARTÍN, SOLDADO DEL IMPERIO ESPAÑOL
Sobre la vida de José de San Martín, Libertador de Argentina, Chile y Perú se sabe mucho, pero a continuación hablaremos sobre sus orígenes, sobre su vida menos conocida, la anterior a ponerse al servicio de la independencia americana.
José Francisco de San Martín nació en 1778 en la antigua misión jesuítica de Yapeyú, en la actual Provincia de Corrientes. Fue hijo de los palentinos Juan de San Martín, Teniente Gobernador de Yapeyú, y de Gregoria Matorras, siendo el menor de cinco hermanos. Según teorías recientes, en realidad era mestizo, hijo del español Diego de Alvear y de la guaraní Rosa Guarú, que lo entregaron al matrimonio San Martín.
Poco después la familia se trasladó a Buenos Aires, donde San Martín acudió brevemente a una escuela de primeras letras. En el año 1784, San Martín y su familia viajaron a España. En Madrid ingresó en el Real Seminario de Nobles y a continuación siguió sus estudios en la escuela de las Temporalidades de Málaga.
En julio de 1789, a los once años, entró como cadete en el Regimiento de Infantería de Línea de Murcia. Sus primeras campañas fueron en el Norte de África contra los moros. Primero estuvo en Melilla, luego en Mazalquivir y más tarde fue parte de la guarnición de Orán. Durante su estancia en este lugar, la ciudad sufrió un fuerte terremoto y fue asediada durante varias semanas por el enemigo, siendo poco después entregada al Bey de Argel.
En 1793 San Martín fue trasladado primero al Ejército de Aragón y luego a los Pirineos Orientales, donde combatió, al parecer como granadero, contra los franceses en la Guerra del Rosellón. En esta época participó en las batallas de Mas Deu y Truillás bajo el mando del general Antonio Ricardos. Por su destacada participación en acciones menores entorno a Le Boulou, San Martín fue ascendido al grado de Segundo Subteniente. A continuación, el Regimiento de Murcia pasó por Port-Vendres, por el Fort Saint-Elme y Collioure, donde tuvo que capitular a mediados de 1794, aunque los franceses permitieron a San Martín y a sus compañeros retirarse a España. Durante esas acciones, San Martín fue ascendido a Primer Subteniente y más tarde a Segundo Teniente de su regimiento.
En 1795 España firmó la paz con Francia y en 1796 ambas naciones se aliaron contra Inglaterra. A finales de ese año murió el padre de San Martín en Málaga. Abiertas las hostilidades entre España e Inglaterra, San Martín se encontraba embarcado en la flota española y el 4 de febrero de 1797 tomó parte en la batalla del Cabo de San Vicente, en la que también participó el famoso Nelson y en la que vencieron los ingleses.
Tiempo después, embarcado en la escuadra del Mediterráneo, San Martín sirvió en la fragata “Santa Dorotea”, al mando de la Infantería de Marina. En mayo de 1798 recaló en el puerto francés de Tolón, donde según algunos, conoció a Napoleón, que se preparaba para ir a Egipto. En julio la “Santa Dorotea” consiguió apresar un corsario inglés. Con la “Santa Dorotea” San Martín participó en seis misiones hasta que fue atacada frente a Cartagena por el navío de línea ingles “Lion”. Tras un reñido combate, la “Santa Dorotea” no tuvo más remedio que rendirse, siendo capturada por los ingleses, mientras que a las tropas se les dejó libres.
Según cuenta Bartolomé Mitre en su obra sobre San Martín, este dedicó los siguientes meses a cultivar el dibujo y a estudiar matemáticas. En 1801, durante la guerra entre España y Portugal, conocida como la Guerra de las Naranjas, San Martín, al frente de una compañía de su Regimiento, participó en la invasión del Algarve y en el sitio de Olivenza. A finales de ese año, mientras se encontraba reclutando tropas en Valladolid, hay testimonios que señalan que San Martín fue asaltado por bandidos, los cuales le robaron una gran cantidad de dinero.
En 1802, según Mitre, San Martín estuvo presente en el bloqueo a Gibraltar y en Ceuta, aunque otros autores dicen que no hay datos para afirmar eso, y es que a finales del año, en un documento fechado en Cartagena es nombrado Segundo Ayudante del Batallón de Infantería Ligera de Voluntarios de Campo Mayor.
En 1804 encontramos al futuro Libertador en Cádiz como Capitán Segundo en el mismo batallón, donde hizo frente a una gran epidemia de Fiebre Amarilla que devastó la ciudad. Es posible que durante las etapas de descanso San Martín visitara a su madre en Orense, donde esta residía.
En 1807, el Tratado de Fontainebleau entre España y Francia hizo que San Martín volviera a los campos de batalla. San Martín y los Voluntarios de Campo Mayor, bajo el mando del General Solano, invadieron el sur de Portugal. Entonces, España, traicionada por Francia, fue ocupada por las tropas napoleónicas, por lo que Solano y los españoles abandonaron Portugal. Al General Solano se le insistió para que se rebelara contra los franceses, pero se negó, siendo acusado de traidor y atacado a finales de mayo de 1808 por el pueblo en Cádiz. Debido a esto, San Martín y sus hombres tuvieron que atrincherarse para defenderse de la insurrección popular. Finalmente Solano fue muerto por la turba, mientras que San Martín escapó a duras penas.
A continuación, encontramos a San Martín, ascendido a Mayor General, en el Ejército de Andalucía que se había formado contra los franceses. A finales de junio, comandando guerrillas, tuvo una participación destacada en la Batalla de Arjonilla, donde, con fuerzas mucho menores, venció a la caballería francesa, causándoles graves perdidas. Poco después fue nombrado Capitán agregado al Regimiento de Caballería de Borbón.
A continuación participó en una acción en Villanueva de la Reina y poco después, en la gran batalla de Bailén, donde los franceses fueron derrotados. Más tarde, en septiembre, el Ejército de Andalucía entró en Madrid, donde San Martín recibió los despachos de Teniente Coronel y una medalla de oro por la Batalla de Bailén. A finales de noviembre las tropas españolas, derrotadas por las francesas en la Batalla de Tudela, van hacia el sur, mientras que San Martín cubre la retirada. Más tarde, en el Ejército de Cataluña, parece que participó en los socorros a Gerona en 1809, durante el tercer sitio al que esta ciudad fue sometida por los franceses, aunque esta cayó finalmente en diciembre de aquel año.
En enero de 1810 San Martín fue nombrado ayudante de campo del Marqués de Coupigny. Más tarde, en 1811, participó junto a portugueses y británicos en la indecisa Batalla de Albuera. Poco después, pasó a ser agregado de comandante del Regimiento de Dragones de Sagunto. A continuación, al poco tiempo de regresar de una estancia en Lisboa, conocedor San Martín de la Revolución de Mayo de 1810 y después de la Revolución del 5 y 6 de abril de 1811 en el Río de la Plata, decidió abandonar el ejército español y viajar a Londres y a principios de 1812 a Buenos Aires, donde comienza su historia como Libertador.
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viernes, 15 de julio de 2022
El conflicto entre Italia y Guatemala de 1892-1898
EL IMPERIALISMO ITALIANO EN AMÉRICA LATINA (1864-1930)
Una de las características de los siglos XIX y XX en los países de América Latina fueron los enfrentamientos con las grandes potencias de la época, en especial con Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Sin embargo, es poco conocido el papel de Italia en estos conflictos. A partir de la década de 1860, cuando la unificación italiana estaba a punto de culminarse, el Reino de Italia comenzó a desarrollar una política exterior vigorosa y en ocasiones agresiva. En América Latina esta política exterior se tradujo en intentos por conseguir colonias y en numerosos conflictos con las repúblicas americanas.
Una de las primeras noticias que tenemos sobre el interés de Italia en América es del año 1864. En noviembre el Gobierno uruguayo de Atanasio Aguirre arrendó a Italia la isla de la Libertad o de Rata, situada en la Bahía de Montevideo. Según el protocolo firmado, los italianos podrían construir depósito de la Regia Marina en la isla a cambio de 600 pesos anuales. Sin embargo, meses más tarde, en marzo, tras el cambio de Gobierno en Uruguay, Venancio Flores, Gobernador Provisorio, rescindió el contrato, lo que provocó la protesta italiana. Aún así, los italianos devolvieron la isla en agosto.
Aunque este no sería el último intento italiano de conseguir un territorio en América. Entre 1868 y 1870 el Reino de Italia intentó obtener una colonia en las Antillas. Así, pretendió que Dinamarca le cediera la isla de Santa Cruz o que Suecia le vendiera la isla de San Bartolomé. Sin embargo, la aversión estadounidense a que una nueva potencia se instalara en el Caribe frustró los planes italianos.
En la misma época, de acuerdo con algunas noticias, Italia pensó en crear colonias penitenciarias en ciertas partes de América, como las Malvinas, el Orinoco, Groenlandia, las Aleutianas o la Patagonia. Según algunas informaciones, a la Patagonia, territorio que Argentina aún no se había posesionado, pretendía el Gobierno italiano enviar a los briganti, los bandoleros del sur de Italia. Aunque este proyecto tampoco siguió adelante.
Tras esta primera fase caracterizada por el intento italiano de expansión territorial, viene una segunda fase plagada de conflictos surgidos por el ansia italiana por proteger a sus ciudadanos emigrados a América. Uno de los primeros conflictos surgió con Venezuela. Durante la Guerra Federal varios ciudadanos italianos se vieron perjudicados, por lo que Italia intercedió por ellos, llegando a firmar un Convenio en 1866 que estipulaba una serie de indemnizaciones, aunque no sería hasta tiempo después cuando se establecieron las cantidades definitivas.
El siguiente conflicto sucedió en agosto de 1868 en Perú, cuando los marinos del barco italiano, el “Emilio Rondanini”, se rebelaron en las Islas Chincha, resultando uno muerto y varios heridos, siendo otros detenidos por el Capitán del puerto. La legación italiana en Lima entonces protestó por la injerencia de los peruanos en un incidente ocurrido entre italianos en un barco italiano. A continuación, se produjo un largo intercambio de cartas entre las autoridades peruanas y la legación italiana donde se discutía sobre el Derecho Internacional. Finalmente, en marzo de 1869, Perú aceptó que los reos del “Emilio Rondanini” quedaran a disposición del vicecónsul italiano en El Callao.
Años después Perú también fue en parte protagonista de otro conflicto con Italia. Durante la Guerra del Pacífico decenas de ciudadanos italianos residentes en Perú y Bolivia se vieron afectados por las acciones del ejército chileno, por lo que a finales de 1882 Italia y Chile firmaron una Convención de Arbitraje con el objetivo de crear un Tribunal Arbitral Italo-Chileno que resolviera las reclamaciones de estos ciudadanos, Tribunal que funcionó entre 1884 y 1888.
En 1885 surgió el conflicto más agrio entre Italia y un país sudamericano. Ese año, durante la Guerra Civil colombiana, los bienes del italiano Ernesto Cerruti se vieron afectados y él acusado de colaborar con uno de los bandos. De inmediato Cerruti pidió la intervención de Italia para apoyar sus reclamaciones. Así surgió un largo conflicto diplomático, y casi militar, que se alargó durante 26 años.
A principios de julio, para apoyar las reclamaciones de Cerruti, llegó al puerto de Buenaventura el buque de guerra “Flavio Gioia”. Su Capitán, para conseguir que le fuera entregado Cerruti, llegó a ordenar el desembarco de 150 de sus marinos y amenazó con bombardear aquel lugar, en un claro uso de la “Diplomacia de Cañoneras”. A pesar de este grave incidente, las negociaciones continuaron durante años, aunque ni la mediación de España ni de Estados Unidos fue suficiente para solucionar el conflicto.
Así llegamos a 1898, cuando los italianos, para exigir el pago del dinero estipulado por el Laudo Arbitral del Presidente de Estados Unidos, planearon atacar varios puertos colombianos, bloquear su comercio y realizar desembarcos de tropas en el país. Finalmente el plan no llegó tan lejos, pero los italianos enviaron un buque de guerra a Buenaventura y varios más a Cartagena para presionar al Gobierno colombiano, el cual tuvo que aceptar el pago de una gran suma de dinero. Poco después, Colombia rompió relaciones diplomáticas con Italia, las cuales no se reanudaron hasta 1904. Y no fue hasta 1911 cuando se resolvió definitivamente el conflicto.
En ese periodo Italia tuvo otros pequeños conflictos con Colombia. En uno de ellos España tuvo que mediar entre ambos países para satisfacer las reclamaciones de varios ciudadanos italianos, y en 1906 se produjo otro incidente entre Italia y Colombia que se solucionó con una indemnización.
De menor importancia fue el incidente diplomático de 1892 entre Guatemala e Italia surgido a raíz de la reclamación de una ciudadana italiana residente en el país centroamericano. Este incidente no se resolvería hasta años más tarde y gracias al arbitraje del Gobierno español.
Otro pequeño incidente se produjo en Perú en 1893 cuando el dueño italiano de una imprenta fue atacado por los seguidores del General Cáceres. El Encargado de Negocios italiano en Lima protestó por ello y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú aceptó entregar una indemnización, pero señalando que el ataque a aquel ciudadano italiano no fue fortuito, sino por su actividad política.
Poco después, debido a la Guerra Civil de Perú, decenas de ciudadanos italianos, perjudicados por el conflicto, realizaron con el apoyo de su Gobierno reclamaciones económicas. Ambos países, tras años de discusiones, firmaron un Acuerdo en 1899 por el cual se sometería la cuestión al arbitraje del Embajador de España en Lima, aunque no sería hasta 1901 cuando el Árbitro dictó los laudos.
En esa época, en 1896 los Salesianos fueron expulsados de Ecuador y sus bienes expropiados, por lo que Italia protestó en 1898.
Pero fue entre finales de 1902 y principios de 1903 cuando tuvo lugar uno de los sucesos más graves. Italia, Reino Unido y Alemania bloquearon los puertos venezolanos, en un evidente uso de la “Diplomacia de Cañoneras”. Las tres potencias europeas reclamaban al Gobierno de Venezuela una serie de deudas contraídas por los gobiernos anteriores e indemnizaciones a sus connacionales por daños sufridos durante las últimas guerras civiles.
En el caso italiano la intervención de la Regia Marina se debió a problemas con la empresa minera Martini. Las naves italianas “Giovanni Bausan” y “Carlo Alberto”, a las que luego se unió el “Elba”, se estacionaron ante La Vela de Coro. El bloqueó se saldó con los bombardeos de Puerto Cabello y del Fuerte de San Carlos y terminó en febrero de 1903 con la firma de una serie de Protocolos para acordar el pago de las deudas, sin embargo, aún en 1908 Italia y otros países pensaban en intervenir en Venezuela para resolver sus diferencias con el Presidente Castro. Asimismo, el litigio con la empresa Martini no se resolvería definitivamente hasta 1930.
Poco después del levantamiento del bloqueo en Venezuela, tras el derrocamiento de Juan Isidro Jimenes en la República Dominicana, varios países, entre ellos Italia, enviaron navíos de guerra a la isla para apoyar ciertas reclamaciones económicas. En el caso italiano, existen informaciones de que sus fuerzas, comandadas por el príncipe Luis Amadeo de Saboya, estuvieron dispuestas a desembarcar en la isla.
Más tarde, en 1910 se resolvió uno de los últimos conflictos de los que tenemos noticias. Se trata de la reclamación de un peruano de padres italianos que pedía la protección de Italia, algo que un Tribunal de Arbitraje le negó.
Pero no todo fueron conflictos. En 1893 Humberto I de Italia actuó de arbitro en la disputa entre Gran Bretaña y Estados Unidos en el Mar de Bering. Más tarde, su hijo Víctor Manuel III arbitró en una disputa territorial entre británicos y brasileños. Este mismo rey emitiría un laudo arbitral para determinar la posesión de la isla de Clipperton que Francia y México se disputaban.
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viernes, 8 de julio de 2022
Cronología aproximada de las incursiones húngaras en Europa Central y Occidental.
-892, Moravia.
-898, Lombardía.
-899, Lombardía.
-900, Baviera, Lombardía.
-901, Moravia, Baviera, Lombardía, Carintia.
-902, Moravia.
-903, Baviera.
-904, Lombardía.
-906, Moravia, Sajonia.
-907, Baviera.
-908, Turingia, Sajonia.
-909, Suabia, Baviera.
-910, Suabia, Franconia.
-911, Suabia, Turingia, Baviera, Franconia, Borgoña.
-912, Turingia, Franconia.
-913, Suabia, Borgoña, Baviera.
-915, Suabia, Turingia, Sajonia.
-916, Baviera.
-917, Baviera, Suabia, Lorena, Borgoña.
-919, Baviera, Lombardía, Sajonia, Lorena, Francia.
-921, Lombardía.
-922, Lombardía, Apulia.
-924, Lombardía, Toscana, Suabia, Sajonia, Borgoña, Provenza, Septimania, ¿Condados Catalanes?
-926, Baviera, Borgoña.
-927, Roma, Toscana, Apulia.
-928, Lombardía, Umbría.
-931, Exarcado.
-932, Francia.
-933, Turingia, Sajonia.
-934, Lotaringia.
-935, Lombardía, Aquitania, Borgoña, Lotaringia.
-937, Marca de Friul, Baviera, Campania, Apulia, Carintia, Turingia, Sajonia, Franconia, Lorena, Aquitania, Borgoña, Provenza.
-938, Toscana, Turingia, Sajonia.
-940, Roma.
-942, Marca de Friul, Califato de Córdoba, Condados Catalanes.
-943, Baviera, Lombardía.
-947, Exarcado, Apulia.
-948, Baviera, Carintia.
-951, Lombardía, Borgoña.
-954, Baviera, Lombardía, Lorena, Francia, Aquitania, Borgoña, Provenza.
-955, Baviera, Suabia.
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942, LA INVASIÓN HÚNGARA DE ESPAÑA
Muchos habrán oído hablar de las Segundas Invasiones ocurridas durante la Alta Edad Media en la que Europa fue invadida por distintos pueblos: normandos, sarracenos, búlgaros, eslavos, húngaros,... Pero algunas de las incursiones de estos pueblos son poco conocidas. Este es el caso de la incursión que los húngaros llevaron a cabo en el noreste de la España Medieval en el año 942.
Los húngaros o magiares, probablemente desde las estribaciones de los Montes Urales, llevaron a cabo una migración que a lo largo de varios siglos les trajo a Europa. Desde su lugar de origen quizás llegaron al norte del Cáucaso a principios de la Edad Media. Desde allí llegaron al suroeste de la actual Ucrania. En el siglo IX atravesaron los Cárpatos y se asentaron en la llanura panónica, donde crearon el Principado de Hungría.
Desde su base en la llanura de Panonia la caballería húngara lanzó decenas de incursiones de saqueo y pillaje a los Balcanes, Europa Central y Occidental desde finales del siglo IX hasta mediados del X. Se sabe que los húngaros alcanzaron dos veces Constantinopla, destruyeron la Gran Moravia, penetraron varias veces en Italia, llegando incluso a llegar al sur de la península, y lanzaron varias razzias, entre otro lugares, a Baviera, Sajonia, Turingia, Borgoña, Provenza y Aquitania.
En el año 924, el emperador Berengario I estaba en guerra con Rodolfo II de Borgoña por la corona del Reino de Italia y llamó en su ayuda a los húngaros. Estos incursionaron en Italia. Desde Italia los húngaros llegaron al sur de Francia y continuaron hasta la Gotia, es decir, Septimania, como nos indica Flodoardo de Reims en su Crónica. En este territorio los húngaros fueron victimas de una epidemia lo que ayudó al Conde Raimundo III de Toulouse a dispersarlos y a acabar con los restos de sus bandas. Según algunos historiadores esta incursión quizás llegó hasta el sur de los Pirineos.
En 942, casi veinte años después de que los húngaros se acercaran a las fronteras de España, penetraron en la Península Ibérica. Las fuentes que nos hablan de ello no son abundantes ni suelen extenderse en su relato, pero nos ayudan a hacernos una idea de lo que pudo suceder.
El historiador al-Masudi nos cuenta que los húngaros llegaron tan lejos como Roma o España.
Liutprando de Cremona nos dice que el Rey Hugo de Italia hizo las paces con los húngaros y les entregó una gran cantidad de oro, a continuación les proporcionó un guía que les mostrara como llegar a Hispania. Pero no consiguieron llegar a Hispania ni a Córdoba porque el territorio que tuvieron que atravesar era seco y yermo. Creyendo que ellos y su caballos morirían de sed, mataron al guía de Hugo y regresaron rápidamente. Interpretaciones recientes dicen que Hugo envió a los húngaros a Fraxinetum, en la Provenza, y luego a España en una campaña punitiva contra Abderramán III, Califa de Córdoba, por no evitar las correrías de los salteadores de Fraxinetum.
El geógrafo al-Maqdisi oyó en la Meca a un andalusí contar que los turcos, es decir, los húngaros, habían penetrado en una de las fronteras de al-Ándalus, que habían hecho prisioneros y habían capturado ganado. Añade que los caballeros encargados de perseguirlos capturaron a uno de los húngaros, pero no pudieron comunicarse con él. Ibn Hawqal, otro geógrafo árabe menciona que al-Ándalus era atacada en ocasiones por normandos, turcos pechenegos, eslavos y búlgaros. Quizás en su alusión a los tres últimos pueblos se refiriera realmente a los húngaros.
Una fuente posterior, Ibn Hayyan, es más prolífico respecto a esta incursión de los húngaros, a los que también llama turcos. Cuenta que en julio del año 942 le llegaron al Califa de Córdoba una serie de cartas desde la Marca Superior, es decir, la frontera norte, informándole de una invasión de turcos. Estos invasores, llegados desde el este, pasaron por Lombardía y alcanzaron territorio musulmán desde el país franco. Desde el país franco la caballería húngara llegó y acampó cerca de la ciudad de Lleida y la asediaron durante 8 días. Desde allí lanzaron algunas algaradas contras las fortalezas árabes, avanzaron por el llano hasta Wadina, Cerretania y la ciudad de Huesca e hicieron prisionero al Señor de Barbastro.
El Califa quedó consternado por estas noticias, pero otras cartas, una del gobernador de Huesca, le informaron de la retirada de los húngaros. Ibn Hayyan nos dice que la retirada se debió a que los húngaros eran tantos que pronto les faltó los alimentos y debieron retroceder.
En septiembre el Señor de Zaragoza envió al Califa cinco cautivos húngaros, que según Ibn Hayyan, terminaron convirtiéndose y acabaron formando parte de la servidumbre del Califa. En el mismo mes, el Señor de Barbastro fue liberado tras el pago de un gran rescate. El geógrafo al-Udri también se hace eco de la liberación del gobernador de Barbastro, aunque por error se refiere a sus captores como “magus”, es decir, vikingos. Por último, llegó a Córdoba desde Tortosa la noticia según la cual los húngaros habían sido vencidos por los francos y otras naciones vecinas, causándoles grandes perdidas.
A continuación, Ibn Hayyan, en otro pasaje. nos dice que Ramiro II, rey de León, aprovechó la entrada de los húngaros en el noreste de la península para atacar a los musulmanes. Esto es lo que nos dice: “cuando el enemigo de Dios, Ramiro hijo de Ordoño, conoció la aparición de los turcos en la Marca de Lérida y el pavor de los musulmanes de aquella zona, pretendió aprovecharse, violando las promesas a que se había comprometido […] al enviar al Señor de Castilla Fernán González con un nutrido ejército en apoyo de su yerno, García hijo de Sancho, Señor de Pamplona en la guerra contra los musulmanes. Juntando fuerzas se dirigieron a Tudela...”
Aunque esta acción cristiana que nos cuenta Ibn Hayyan parece que no tuvo relación con la incursión húngara, ya que el ataque cristiano sobre Tudela y la posterior derrota de estos fue en primavera y el ataque húngaro tuvo lugar en verano.
En referencia a este ataque cristiano, Ibn Hayyan nos da una pista sobre la poca importancia que pudo tener en realidad la incursión húngara. Nos cuenta este historiador que tras el ataque cristiano, los musulmanes respondieron en el mes de agosto con una incursión en territorio del Condado de Castilla. Esto hace pensar que sí tan grave hubiera sido la entrada de los húngaros en tierras musulmanas en verano, los musulmanes no hubieran desviado sus fuerzas hacia el territorio del Señor de Castilla. Por lo tanto, podríamos pensar que las correrías húngaras en el noreste de España solo fueron eso, unas correrías sin mucha importancia.
Junto a las fuentes que nos hablan de la incursión de los húngaros hay que mencionar dos eventos que quizás estén relacionados. En primer lugar, la destrucción de iglesias que se produjo en el área de los Condados Catalanes a mediados del siglo X y su posterior reconstrucción. Y en segundo lugar, la Batalla de Baltarga, en la que murió el Conde Armengol de Osona, nieto del famoso Wilfredo el Velloso. Esta batalla es mencionada en una fuente cristiana, la Gesta de los Condes de Barcelona, y tuvo lugar en fechas cercanas a la irrupción de los húngaros.
En cuanto a la destrucción de las iglesias aunque se puede relacionar con la presencia de los húngaros, no tenemos ninguna prueba de que fueran ellos los causantes. Y en lo referente a la mencionada batalla los historiadores se dividen. Algunos creen que fue un enfrentamiento entre los descendientes de Wilfredo el Velloso y otros opinan que fue una batalla entre cristianos y húngaros. Quizás esta última opinión se vea apoyada por lo que dijo Ibn Hayyan, según el cual, en su retirada, los húngaros habían sido derrotados por los francos y por sus naciones vecinas.
Si tenemos en cuenta todos estos datos parece que la incursión fue un fracaso. No consiguieron tomar ninguna ciudad y al no poder sustentarse en un territorio tan seco y yermo debieron retirarse con un exiguo botín. Además, es posible que mientras volvían al sur de Francia, fueran vencidos por los cristianos de los condados catalanes.
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miércoles, 29 de junio de 2022
Artículos secretos del Tratado paraguayo-correntino de 1845.
LA GUERRA ENTRE PARAGUAY Y ARGENTINA DE 1845-1846
Como vimos en otro video, en noviembre de 1845 Paraguay y Corrientes se aliaron contra Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires. Semanas más tarde el presidente paraguayo, Carlos Antonio López, declaró la guerra a Rosas y luego eligió a su joven hijo, Francisco Solano, General en Jefe del Ejército Nacional destinado a Corrientes. En ese mismo momento el Enviado especial de Estados Unidos a Paraguay, Edward Hopkins, ofreció la mediación de su Gobierno para resolver el conflicto con Rosas.
A continuación, a mediados de diciembre, podemos ver al joven López en la Villa del Pilar organizando el ejército que marcharía a Corrientes. En ese momento López tenía más de 2.000 hombres entre infantería y caballería, divididos estos en tiradores y lanceros. El día 20 comenzaron a embarcar las tres divisiones paraguayas creadas, dos de caballería y una de infantería, mientras que otra división de infantería, aún incompleta, aguardaría a la llegada de más tropas.
El 22 por fin las tropas zarparon en 16 buques correntinos. Mientras, López se adelantó hasta Corrientes donde se reunió con el gobernador Joaquín Madariaga y con su hermano, el General Juan Madariaga. Allí se le informó que José María Paz, Director de la Guerra y General en Jefe del Ejército Aliado Pacificador, le esperaba en el Campamento de Villanueva para invadir juntos Entre Ríos y Santa Fe.
El día 26 López se reembarcó y fue río abajo hasta Rincón de Soto, cerca de la ciudad de Goya, desde donde se dirigiría a Villanueva en los próximos días. En este punto, a orillas del río Paraná, López tenía algunas piezas de artillería y casi 2.300 hombres, a los que se sumarían nuevos contingentes durante las siguientes semanas, llegando a alcanzar el ejército paraguayo casi los 5.000 hombres.
En Rincón de Soto López recibió los saludos de Paz a los “valientes paraguayos”, aunque el mismo Paz, en sus Memorias, los llamaría ladrones e insolentes y menospreciaría los conocimientos militares del joven General.
El 2 de enero de 1846 López escribió a su padre para comunicarle que los ingleses que participaban en el bloqueo del Río de la Plata le habían ofrecido armas y municiones. Asimismo, le cuenta que la marcha hacia Villanueva no había comenzado aún por la falta de sables, fusiles, ropa, carretas y caballos, aunque los correntinos le suministrarían miles de estos animales durante la campaña. Poco después, un huracán hundió tres barcos y mató a varios soldados paraguayos.
A mediados de mes las fuerzas de Justo José de Urquiza, hombre de Rosas, comenzaron a penetrar en territorio correntino y obtuvieron su primera victoria en Las Osamentas. Mientras tanto Paz pidió a López que avanzara hacia el río Corrientes. Al mismo tiempo que las tropas de Urquiza perseguían a las de Paz, López llegó al río Santa Lucía, desde donde socorrió al General Madariaga con cuatro compañías.
El 21, el mismo día que Urquiza cruzó el río Corrientes, López había llegado a Yatay Tí Calle, desde donde avanzó al río Batel, lugar en el que se reunió con Paz, quien dividió a las tropas aliadas en dos, por un lado los correntinos y algunos argentinos bajo su mando formaron el Primer Cuerpo del Ejército Aliado Pacificador y por otro lado los paraguayos el Segundo Cuerpo, el cual, falto de entrenamiento, contó con instructores argentinos.
A partir de este momento comenzaron las quejas de López respecto a Paz. Primero porque Paz quería formar un Tercer Cuerpo con tropas paraguayas bajo el mando del Gobernador Madariaga, a lo que López se negó, pero no su padre. Luego porque Paz no le informaba sobre el plan de operaciones. Y por último, porque Paz dispersaba las fuerzas paraguayas sin saber López su destino y las exponía a peligros.
En ese tiempo el Presidente López recibió la comunicación del Enviado británico, William Ouseley, según la cual uno de los objetivos de las fuerzas anglo-francesas que bloqueaban el Río de la Plata era forzar a Rosas a reconocer la independencia de Paraguay. A esto respondió el presidente con la pregunta de si su país podría contar con la cooperación inglesa en la guerra contra Rosas.
Mientras tanto, el día 28, ante el avance de las tropas de Urquiza en Corrientes, los aliados comenzaron a marchar de forma separada hacia el norte, pasando por las proximidades de San Roque y de Tabay, aunque Paz ocultaba el destino final. Según contaría este en sus Memorias, ante la falta de preparación del ejército, decidió retirarse y evitar enfrentarse a Urquiza, así las tropas enemigas se agotarían en la persecución y sería más fácil batirlas en el momento y lugar oportuno, preferiblemente en los esteros del norte, donde los enemigos quedarían encajonados.
Ese mismo día 28 López supo que guerrillas paraguayas se habían enfrentado con éxito a los enemigos, causándoles varias bajas. El 30 Paz ordenó a López que ambas columnas se reunieran para maniobrar contra las fuerzas de Urquiza.
El 1 de febrero el Presidente López informó a su hijo que varios buques de la flota anglo-francesa se estacionarían en el litoral correntino y prestarían auxilios al Ejército Aliado. Poco después Paz pidió al Presidente López que enviara tropas a la Tranquera de Loreto para proteger a la población desplazada por el avance del enemigo. Asimismo, algunos puntos paraguayos al sur del Paraná fueron reforzados.
El día 4 la vanguardia correntina, encargada de hostilizar al enemigo, fue derrotada en Laguna Limpia y el General Juan Madariaga fue hecho prisionero. El 6 el presidente paraguayo ordenó llevar a cabo una política de tierra quemada y trasladar a la población correntina hasta la otra banda del Paraná si las partidas de Urquiza llegaban a la Tranquera de Loreto.
El día 8 López, tras pasar al norte de San Miguel, se encontraba en Barranquera, a orillas del Paraná, mientras el enemigo le acechaba. El 10 el Gobernador Madariaga comunicó a Paz la intención de Urquiza de negociar, lo que enojó al Director y le distanció del Gobernador.
El 13, desde Ibahay, López escribió a su padre para comunicarle que, a parte de algunas acciones de guerrilla, no se habían enfrentado al enemigo pese a estar cerca, y que cuando ya estaban listos para presentar batalla, el ejército de Urquiza comenzó a retirarse. Ese mismo día el Presidente López, desconocedor de la retirada de Urquiza, ordenó guarnecer los pasos ante el peligro de una incursión enemiga. Durante los siguientes días los aliados estuvieron persiguiendo hacia el suroeste a las fuerzas de Urquiza.
En esas fechas López fue conocedor de que Urquiza pretendía hacer las paces con los Madariaga al margen de Paz y de los paraguayos. López cuenta en su correspondencia que en su retirada el enemigo había dejado atrás más de 3.000 caballos, muchos de ellos degollados, y que él tuvo que dejar a más de 400 hombres enfermos en Caá Catí.
El día 23, mientras López se encontraba en San Roque, le confirmaron que Urquiza, acampado en Capita Mini, había hecho proposiciones de paz al Gobernador Madariaga, aunque este no se lo había comunicado al Gobierno paraguayo aún. Poco después Urquiza se retiraría al otro lado del río Corrientes y luego a Entre Ríos.
En aquellas fechas López escribió a su padre lo siguiente: “el Director de la Guerra sé que está pensando destinarme a ocupar la ciudad del Paraná con una columna de dos mil hombres para fortificarla y poner una guarnición fuerte. En seguida, me dicen que piensa marchar sobre la misma Capital”. El Presidente López respondió desaconsejando llevar la guerra a Entre Ríos, pues si había sido imposible defender Corrientes más difícil sería conquistar y defender la ciudad de Paraná.
El día 28 López tuvo que hacer frente a una revuelta de parte de sus tropas mientras se dirigía a Villanueva. Según cuenta el joven General, tres escuadrones de la vanguardia se sublevaron, a lo que él respondió alistando cuatro escuadrones de caballería contra ellos, y cuando a punto estaba de producirse una batalla entre paraguayos, los sublevados entregaron a los cabecillas y se rindieron. López entonces los juzgó de inmediato y fusiló a los cuatro cabos responsables del motín.
El 1 de marzo las fuerzas paraguayas alcanzaron a la retaguardia enemiga en Mocoretá y, tras una escaramuza en la que la caballería urquicista fue acuchillada, les tomaron armas y 200 caballos. El día 7 se encontraba López en el Campamento de Villanueva, cerca de la actual Mercedes, desde donde comunicó a su padre que continuaban las intrigas entre el enemigo y el Gobernador Madariaga, el cual le había pedido que detuviera su avance.
Días después podemos ver en la correspondencia de López que las discrepancias entre Paz y Madariaga seguían por las negociaciones con Urquiza. Además, en aquellas fechas el Cuerpo correntino del ejército Aliado había sido licenciado, solo quedando los paraguayos, a los que se habían unido algunos correntinos.
Desde mediados de mes López fue conocedor de las intrigas de Paz y del Congreso correntino contra Madariaga y se quejaba de que los hombres del Director comandaban tropas paraguayas en destinos que él desconocía y que le quedaban pocos soldados bajo su mando directo. También se quejaba López de los ultrajes a los que Paz y el coronel Indalecio Chenaut sometían a los paraguayos.
En esas fechas, y fruto de la mediación de Estados Unidos, Rosas ofreció reconocer la independencia de la provincia de Paraguay pero dentro de la Confederación Argentina bajo los términos del Pacto Federal de 1831, siendo esto tratado de “cómica ocurrencia” en El Paraguayo Independiente.
A finales de mes Paz maniobró para que el Congreso de Corrientes destituyera a Madariaga. Este se preparó para marchar contra los congresistas, a los que amenazó con degollar, y Paz respondió enviando al General José Domingo Ábalos para proteger a los congresistas. Entretanto, López se mantuvo neutral y consiguió que le devolvieran el mando sobre la mayoría de las tropas paraguayas.
A principios de abril López comenzó a moverse hacia el norte, hacia la frontera paraguaya. En esos días Madariaga consiguió controlar la situación en Corrientes, el Congreso fue disuelto, Paz fue destituido como Director de la Guerra y huyó a Paraguay con algunos de sus hombres, su escolta paraguaya y varios congresistas correntinos. Debido a estos desordenes el Presidente López ordenó a su hijo que mantuviera la neutralidad y mandó evacuar a los enfermos de Caá Catí.
Al mismo tiempo, Madariaga mandó a Asunción a un enviado con el propósito de acordar con el Presidente López negociar con Urquiza para alejarlo de Rosas. Además se debía acordar el nombramiento de un nuevo General en Jefe del Ejército Aliado, aumentar las tropas paraguayas hasta los 8.000 hombres y enviar un comisionado a Bolivia para negociar una alianza contra Rosas. Por entonces, el Presidente López, arrepentido de la Alianza con Corrientes por el conflicto surgido entre Paz y Madariaga, se negó a las peticiones del Gobernador.
El día 19 López se encontraba en Arroyito y pretendía avanzar hacia el Paraná a pesar de que Madariaga quería retenerlo en ese lugar. A principios de mayo López ya había llegado a Yahapé, en la costa del Paraná, donde fue conocedor de una posible conspiración de los soldados correntinos contra Madariaga por pactar con Urquiza.
El día 6 las tropas paraguayas comenzaron a cruzar con dificultad el río hacia su país mediante canoas y lanchones. Durante los siguientes días las tropas, junto con varios oficiales correntinos enrolados en el ejército paraguayo, continuaron cruzando el río. Finalmente, el pasaje del ejército concluyó a mediados de mes, pero permaneció acampado en Cerrito durante algunas semanas más.
Por entonces el Presidente López ya daba por muerta la alianza con Corrientes y la estéril mediación de Estados Unidos. El día 24 el Presidente decretó que se conservara en Cerrito un ejército de 3.000 hombres mientras que el resto sería licenciado. El joven López pretendía seguir instruyendo a estas tropas para hacer frente a una posible invasión de Paraguay.
Pero la guerra no acabó con la retirada paraguaya y como veremos en otros videos, esta no fue la última vez que los paraguayos intervinieran en la provincia de Corrientes.
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