martes, 27 de diciembre de 2022

GORGO EN LAS “MÁXIMAS DE MUJERES ESPARTANAS” DE PLUTARCO.

1. Gorgo, hija del rey Cleómenes, cuando Aristágoras de Mileto urgía a éste a una guerra contra el Rey en defensa de los jonios, le prometía una suma de dinero y respondía a sus objeciones ofreciéndole más, dijo: «Padre, este miserable extranjero te destruirá, si no lo expulsas inmediatamente de casa». 

2. En una ocasión, cuando su padre le ordenó que diese grano a un hombre a título de remuneración y añadió: «Pues me enseña a hacer el vino bueno», ella le respondió: «Sin duda, padre, que se beberá un vino mejor, y los que beban serán más débiles y peores». 

3. Cuando vio que a Aristágoras lo calzaba uno de sus servidores, exclamó: «Padre, el extranjero no tiene manos». 

4. A un extranjero que se presentó con un vestido adornado, lo empujó a un lado y le dijo: «Vete de aquí. No vales ni en lo de la mujer». 

5. Al preguntarle una mujer del Ática: «¿Por qué, vosotras, espartanas, sois las únicas que gobernáis a vuestros hombres?», le respondió: «Porque somos las únicas que alumbramos hombres». 

6. Cuando exhortaba a su marido Leónidas, que salía hacia las Termopilas, a mostrarse digno de Esparta, le preguntó qué debía hacer ella. Éste le dijo: «Casarte con un hombre honrado y alumbrar hijos buenos».

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LEÓNIDAS ANTES DE LAS TERMÓPILAS

Todos conocen la historia de Leónidas y los 300 en la Batalla de las Termópilas, pero es muy poco lo que se sabe de la vida del rey espartano antes de ese momento. Hay quien señala que pudo luchar contra los cartagineses en Sicilia, que pudo ser un regicida y un usurpador, o que luchó contra los rebeldes mesenios. A continuación, trataremos de reconstruir esos años desconocidos de la vida de Leónidas. 

Cuenta Heródoto que el rey Anaxándridas II de la dinastía de los Agíadas, una de las dos familias que gobernaban Esparta bajo una diarquía, se había casado con su sobrina, a la que amaba mucho pero que no podía darle hijos. Entonces los éforos le recomendaron repudiarla y casarse con otra, a lo que el rey se negó. A continuación los éforos y los gerontes propusieron a Anaxándridas que, sin abandonar a su mujer, se casara con otra que le diera hijos, a lo que el rey aceptó. No mucho tiempo después, la segunda mujer del rey dio a luz a Cleómenes pero, por lances del destino, su primera mujer también se quedó embarazada y tuvo a Dorieo. Luego, esta primera mujer también tuvo a Leónidas y a Cleómbroto, que algunos aseguran que eran mellizos. 

Cleómenes I, de quien se dice que estaba desequilibrado, sucedió a su padre en algún momento entre los años 526 y 520 a. C. Esto llevó a que Dorieo, joven de gran valía, despechado por la elección de su hermano como rey, decidiera abandonar Esparta y fundar una colonia en Libia, aunque de allí fue expulsado por libios y cartagineses. Tiempo después Dorieo combatió en el sur de Italia contra los sibaritas y durante años contra los cartagineses y los élimos en Sicilia, donde perdió la vida. En cuanto a Cleómbroto podemos decir que tras la muerte de Leónidas en las Termópilas fue regente del hijo de este, Plistarco, aún menor de edad. Meses más tarde Cleómbroto moriría y le sucedió en la regencia su hijo Pausanias, vencedor de Platea en el 479. 

Por su parte Leónidas, el “hijo del león” y descendiente de Heracles, llamado así quizás por su abuelo paterno León, debió nacer entre los años 540 y 530. Fue un niño sano y robusto, ya que de lo contrario hubiera sido abandonado en el Monte Taígeto. A los hijos de los espartiatas, como Leónidas, según cuenta Plutarco, se les criaba sin delicadezas para que crecieran fuertes y sin miedos. 

Hacia los siete años Leónidas comenzó una educación en grupo que, con algunas nociones en letras, estaba “orientada a la total obediencia, a tener firmeza en las fatigas y a vencer en los combates”. Como el resto de niños fue rapado, se habituó a caminar descalzo, a pelear con sus compañeros, a una dieta austera y a recibir duros castigos de los mayores. Leónidas, una vez alcanzó la edad adulta ya estuvo listo para el servicio militar. 

Durante su edad adulta Leónidas debió participar en numerosas campañas militares. Así, el historiador Diodoro cuenta que Leónidas se enorgullecía de su valor y de su experiencia en la guerra. Pero, ¿cuáles fueron estas campañas? Durante su reinado, Cleómenes atacó varias veces Atenas y también se enfrentó a Argos en la batalla de Sepeia, y es de suponer que Leónidas participara en estas luchas. 

La única mención sobre la participación de Leónidas en una campaña durante el reinado de su hermano Cleómenes la proporciona el epítome que Justino hizo de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo. Según este texto, ante los “abusos de los cartagineses los pueblos de Sicilia recurrieron a Leónidas, hermano del rey de los espartanos, surgiendo una guerra dura”. Sin embargo, algunos historiadores modernos creen que se trataría de un error y que la noticia no se referiría a Leónidas, sino a su hermano Dorieo. 

Otro historiador, Heródoto, cuenta que Gelón, tirano de Siracusa, pidió ayuda a los griegos para vengar a Dorieo, pero estos no acudieron, lo que entraría en contradicción con el pasaje de Justino, a no ser que esta noticia se refiera a un momento distinto, lo que implicaría que Leónidas, quizás ya siendo rey, se negó a ir a Sicilia a vengar a su hermano. 

Además de campañas militares, en el reinado de Cleómenes podemos encontrar intrigas palaciegas, como las que llevaron al derrocamiento en el año 491 de Demarato, rey espartano de la dinastía Euripóntida, y a la entronización de Leotíquidas II. Es imposible conocer el papel que Leónidas pudo tener en estos sucesos. 

Meses después del destronamiento de Demarato, se descubrió la conspiración de Cleómenes contra este rey, lo que le llevó a huir de Esparta. Más tarde “se dirigió a Arcadia e intentó organizar una revuelta, coaligando a los arcadios contra Esparta”. Entonces, los espartanos permitieron a Cleómenes regresar a Esparta, donde sufrió un ataque de locura que empujó a sus parientes, según Heródoto, a encadenarlo en un cepo. Cabe preguntarse entonces sí Leónidas fue uno de esos parientes que derrocaron a Cleómenes y sí ya por entonces tomó el poder, al menos como regente. 

Por si la situación espartana no fuera lo suficientemente grave, en aquella época, en el 490, los persas habían invadido Grecia. Los atenienses les pidieron ayuda y los espartanos decidieron socorrerlos, sin embargo, no podían hacerlo hasta que acabara el festival de la Carneia, por lo que debieron esperar a después de la luna llena. Al final, tras una marcha a toda prisa, quizás encabezada por el mismo Leónidas, los espartanos consiguieron llegar a Maratón, pero uno o dos días después de la batalla. 

Otra explicación dada para la ausencia espartana en Maratón es la de una supuesta revuelta de los ilotas mesenios, a la que sin duda, Leónidas, como gobernante de facto de Esparta, debió hacer frente. Según un dudoso testimonio de Platón, durante la invasión persa, los mesenios guerrearon contra los espartanos, lo que impidió a estos defender Grecia. Otros indicios también apuntan a la existencia de la revuelta, aunque es un debate aún abierto. 

Tiempo después, quizás en el 489 o 488, cuenta Heródoto como Cleómenes, aún preso, consiguió un cuchillo con el que empezó a hacerse cortes hasta que murió. Sin embargo, algunos historiadores modernos creen que fue asesinado por los espartanos que le consideraban un peligro para Esparta, por lo tanto Leónidas, que nunca había esperado alcanzar el trono, se convirtió en rey. 

Pero, ¿estuvo Leónidas I involucrado en la muerte de su medio hermano? ¿fue un regicida? Es difícil afirmarlo. Lo que sí parece seguro es que usurpó el trono de su sobrino Eurianacte, hijo de Dorieo, que tras la muerte sin hijos varones de Cleómenes y la de su padre en Sicilia, debería haber ocupado el trono. Aunque existen otras posibilidades, como que el Dorieo padre de Eurianacte fuera distinto al hermano de Leónidas, que Eurianacte fuera un hijo bastardo o que en realidad Dorieo fuera menor que Leónidas. Otros autores señalan que Leónidas sucedió a Cleómenes porque él, a diferencia de su sobrino, tenía la condición de hijo de rey, lo que le dio preeminencia en el orden sucesorio. 

Debió ser también en estas fechas cuando Leónidas, quizás para reforzar su posición como rey, se casó con su sobrina Gorgo, la única hija de Cleómenes, de unos veinte años y mucho menor que él, con la que tuvo a su hijo y sucesor, Plistarco. De lo poco que sabemos sobre Gorgo se desprende que era inteligente y orgullosa. La inteligencia de Gorgo queda reflejada en Heródoto, quien cuenta que, siendo aún una niña, ya aconsejaba a su padre sobre asuntos militares. Por su parte, Plutarco muestra a una Gorgo altanera. Cuenta que una mujer del Ática preguntó a Gorgo “¿Por qué, vosotras, espartanas, sois las únicas que gobernáis a vuestros hombres?”, a lo que esta le respondió: “Porque somos las únicas que alumbramos hombres”. 

Nada más sabemos de Leónidas hasta la segunda invasión persa de Grecia y la bien conocida batalla de las Termópilas, aunque esa es otra historia.

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martes, 20 de diciembre de 2022

José de la Riva-Agüero y la anexión de Perú a los Estados Unidos.

Los acaecimientos ocurridos durante el período de la Confederacion son otra nueva prueba, y la mas relevante que puede presentarse, de que el Perú no puede salir de la anarquía, sin que la Europa le tienda una mano amigable como tantas veces hemos dicho, para libertarse de la anarquía y consolidar su independencia. Y en fin, que sin un gobierno enérgico, prudente, sabio, y rodeado de un gran prestigio, es imposible que se restablezca jamas el órden y tranquilidad. Es pues demostrado que sin que la Europa intervenga en los asuntos del Perú, y que su intervencion sea de un modo franco é imponente, nunca este país se constituirá, y quedará fluctuando en la anarquía; ó se verá precisado á acceder á la anexacion de los Estados Unidos. 

(P. Pruvonena (seudónimo de José de la Riva-Agüero) Memorias y Documentos para la Historia de la Independencia del Perú, y causas del mal éxito que ha tenido ésta, TOMO PRIMERO, 1858, pp. 417-418).

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EL PLAN PARA LA ANEXIÓN DE PERÚ A ESTADOS UNIDOS (1881)

Pese a que la Guerra del Pacífico es un conflicto bien estudiado, es poco conocido que en 1881, algo después de la ocupación chilena de Lima, surgieron proyectos entre los estadounidenses para anexarse Perú, pudiendo haberse convertido así en el Estado nº 39. 

Ya a principios de año encontramos una de las primeras alusiones a un protectorado estadounidense sobre Perú cuando una empresa francesa se lo propuso al Secretario de Estado William Evarts. Más tarde, el 16 de abril, Isaac Christiancy, embajador de Estados Unidos en Lima, escribió a James Blaine, nuevo Secretario de Estado de su país, para decirle que muchos ciudadanos peruanos “darían la bienvenida a un protectorado de los Estados Unidos [sobre Perú]” e incluso a su anexión. 

Luego, el 4 de mayo, Christiancy escribió a Blaine una carta confidencial en la que exponía su proyecto para anexar Perú a los Estados Unidos y hacer valer la Doctrina Monroe. Christiancy expresaba que “el único medio eficaz para que los Estados Unidos dominen el comercio del Perú y eviten un predominio [de Inglaterra] (...) es, o intervenir activamente, obligando a los beligerantes a un arreglo de paz en términos razonables, o gobernar Perú por medio de un protectorado o de una anexión”. Para lo cual, según Christiancy, una gran mayoría de la población peruana votaría a favor de la anexión, la cual recibirían con júbilo. 

Según Christiancy el medio para llevar a cabo este proyecto era “que el Perú estuviera sujeto, por 10 años a lo menos, a un Gobierno territorial, sobre el plan general de nuestros gobiernos territoriales, y que entonces fuera admitido como Estado, a discreción del Congreso. En esos 10 años, el Perú llegaría a ser, bajo tal sistema, completamente norteamericano en sus ideas”. 

A continuación, Christiancy aseguraba a Blaine que estos proyectos le habían sido sugeridos a menudo por peruanos e incluso por el clero católico, a lo que el respondía que en su debido momento presentaría estos planes a su Gobierno. 

Luego Christiancy apuntó a la corrupción de las clases dirigentes peruanas como el motivo por el cual Perú no podía tener un gobierno independiente. Seguía Christiancy diciendo que “el Perú, en las manos o bajo el Gobierno de los Estados Unidos, pronto llegaría a ser otra vez uno de los países más ricos del mundo”, ya que en manos estadounidenses las minas peruanas volverían a florecer y que con “cincuenta mil ciudadanos emprendedores de los Estados Unidos dominaran toda la población y harían al Perú totalmente norte-americano”. 

Además, señalaba que “con el Perú bajo el Gobierno de nuestro país, dominaríamos a todas las otras repúblicas de Sud-América, y la Doctrina Monroe llegaría a ser una verdad. Se abrirían grandes mercados a nuestros productores y manufacturas y se abriría un ancho campo para nuestro pueblo emprendedor”. 

Por último, Christiancy concluía diciendo que estaría en contra de la anexión del Perú hasta que las ideas americanas no dominaran a la población primero y recordaba a Blaine que esta carta solo debía ser leída por él y por el presidente James Garfield. 

Semanas más tarde, el 21 de junio, Christiancy escribió a Blaine para informarle de los últimos eventos acaecidos en Perú, en concreto sobre el gobierno de La Magdalena presidido por Francisco García Calderón. Según él, este gobierno era utilizado por los chilenos para llevar a cabo sus propósitos, y añadía que “es bien sabido aquí que muchos hombres ricos entre los peruanos prefieren que los chilenos gobiernen el país, ya que piensan que establecerían un gobierno más permanente que el que probablemente establecerá el Perú, y que sus propiedades estarían más seguras, pero incluso aquellos preferirían un protectorado o anexión a los Estados Unidos”. 

Las siguientes noticias que tenemos de las ambiciones estadounidenses sobre Perú son de septiembre. El día 20 de ese mes el nuevo embajador de Estados Unidos en Perú, Stephen Hurlbut, y Manuel María Gálvez, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de La Magdalena, firmaron un Protocolo por el cual “el Gobierno del Perú concede al de los Estados Unidos de América el derecho y la facultad de establecer una estación carbonera en el puerto de Chimbote, y todas las facilidades que fueren necesarias para que los navíos de guerra y mercantes del Estados Unidos puedan abastecerse de ese artículo y puedan estacionarse en dicho puerto”. Sin embargo, Blaine desaprobó este Protocolo. Aún así, este acuerdo fue utilizado por chilenos y británicos para hablar de un supuesto Tratado secreto. 

Semanas más tarde, en noviembre, Marcial Martínez, Embajador chileno en Washington, fue conocedor de que importantes ciudadanos peruanos habían solicitado a los Estados Unidos la anexión de Perú, cosa que el gobierno estadounidense había discutido pero descartado. Información parecida también transmite en sus escritos el jefe de las tropas de ocupación y contralmirante chileno Patricio Lynch. 

Tiempo después, el 1 de diciembre, Martínez conferenció con Blaine y este le dijo que “Hai mucho mar i mucha tierra entre el Perú i los Estados Unidos. Ese seria un punto flaco que ofreceríamos a la Europa”, negando así el interés estadounidense por anexionarse Perú. Sin embargo, otros testimonios mencionan el entusiasmo de Blaine ante la idea de convertir a Perú en un protectorado de Estados Unidos, siendo esta la mejor forma de garantizar los negocios estadounidenses en el país. Según investigaciones posteriores, algunas empresas habrían presionado a las autoridades de los Estados Unidos para la creación de este protectorado. 

Semanas más tarde, en enero de 1882, el Senado estadounidense haría públicos varios documentos referentes a la Guerra del Pacífico, entre ellos, el proyecto de Christiancy para la anexión de Perú. Este saltó pronto a la prensa, lo que obligó a Blaine a negar que hubiera considerado seriamente tal anexión.

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martes, 13 de diciembre de 2022

Resolución del Consejo de la Sociedad de Naciones respecto a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre el Uruguay y la U. R. S. S. (24-1-1936)

 


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EL CONFLICTO ENTRE URUGUAY Y LA UNIÓN SOVIÉTICA (1935-1936)

Durante su historia, Uruguay estuvo inmerso en multitud de conflictos, tanto internos como externos, pero uno de ellos es poco conocido. Nos referimos a su enfrentamiento en los años treinta con la Unión Soviética. Pero, ¿qué llevó al pequeño país del Cono Sur a enfrentarse durante el período de entreguerras con el país más grande de la Tierra? 

Todo comenzó a finales de noviembre de 1935 en Brasil, donde los militares se insurreccionaron en varios puntos del país contra el gobierno de Getúlio Vargas. Poco después, tras el fracaso de este intento de golpe de Estado de inspiración comunista los ojos del gobierno brasileño miraron hacia Uruguay. 

Según las autoridades brasileñas tenían informaciones de que el levantamiento había sido preparado desde la legación soviética en Montevideo y por ello comenzaron a presionar a Uruguay para tomar medidas contra las actividades comunistas en su territorio. Los uruguayos realizaron sus propias indagaciones, pero según Carlos Masanés, Encargado de Negocios uruguayo en Moscú, la legación soviética en Montevideo no había tenido nada que ver. 

A pesar de esto y por influencia del embajador brasileño Lucillo Bueno, el 27 de diciembre el Consejo de Ministros uruguayo aprobó un decreto por el cual se rompían las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. En este decreto se expuso que según afirmaban las autoridades brasileñas el movimiento revolucionario en su país había estado inspirado por el VII Congreso de la Tercera Internacional e instigado por la Unión Soviética a través de su legación en Montevideo. Asimismo se señalaba que el movimiento revolucionario del Brasil había contado presuntamente con ayuda económica de la embajada soviética en Uruguay. Por último, también se afirmó que existían pruebas de que se tramaba un movimiento revolucionario en Uruguay para el próximo febrero o marzo. 

Por tanto, “como acto de solidaridad internacional” y “salvaguardia de la tranquilidad interna” se decretó la interrupción de las relaciones entre ambas naciones, se expulsaba al embajador soviético, Alexander Minkin, y se pedía la salida de Moscú de Carlos Masanés. 

Un día después Minkin envió una nota de protesta a José Espalter, ministro de Relaciones Exteriores uruguayo, negando todas las acusaciones y remarcando la falta de pruebas, calificando el señalamiento brasileño como “de pura invención”. A esto respondió Espalter negándose a entrar en discusiones con Minkin. Por su parte, en Brasil se recibió con gran satisfacción la ruptura de las relaciones y fue motivo de celebración y de gratitud hacia los uruguayos. 

Dos días más tarde, el 30, Minkin volvió a escribir a Espalter pidiendo pruebas sobre las acusaciones de apoyo financiero a los revolucionarios brasileños que se le imputaban a su legación. Asimismo, Minkin anunciaba su próxima salida del país junto a su familia y a los miembros de la legación soviética. 

Por aquellas mismas fechas la prensa rusa publicó que los verdaderos motivos del gobierno de Gabriel Terra para romper relaciones diplomáticas con la Unión Soviética eran otros. Se afirmaba que la negativa soviética a acoger a un anarquista de origen ucraniano al que Terra quería deportar y la también negativa soviética a comprar varias toneladas de queso uruguayo estaban detrás de la ruptura de las relaciones entre ambas naciones. Además, se señalaba que las presiones italianas o vaticanas habrían influido en la decisión uruguaya. Por su parte, el Washington Post apuntó a la posibilidad de que la expulsión de Minkin solo fuera una forma de distraer la atención ante la debilidad del gobierno uruguayo. 

Poco después, a principios de enero de 1936, Maxim Litvinov, Comisario del Pueblo de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, envió una carta a Joseph Avenol, secretario general de la Sociedad de Naciones, quejándose por la forma en que Uruguay había roto las relaciones diplomáticas con su país, argumentando que los uruguayos habían violado el artículo 12º del Pacto de la Sociedad de las Naciones al no someter la disputa a un arbitraje. Al mismo tiempo, los soviéticos interrumpieron sus relaciones comerciales con el Uruguay. 

A continuación, los brasileños enviaron a Uruguay las supuestas pruebas de la implicación de la legación soviética de Montevideo en la insurrección de noviembre para que fueran usadas en la próxima sesión de la Sociedad de Naciones. 

Días más tarde, el 23, se reunió el Consejo de la Sociedad de Naciones en Ginebra y allí el representante uruguayo, Alberto Guani, y el soviético, Litvinov, expusieron sus argumentos. El primero negó que hubieran violado ningún artículo del Pacto al romper sus relaciones con la Unión Soviética. Por su parte, Litvinov negó las acusaciones uruguayas de haber apoyado el movimiento revolucionario en Brasil y retó a Guani a presentar pruebas, cosa que este no hizo. Además, señaló que los verdaderos motivos de la ruptura eran la negativa soviética a acoger a un anarquista ucraniano y a comprar varias toneladas de queso uruguayo. 

Un día después, dadas las posiciones enrocadas de ambos representantes, una Comisión designada por el Consejo emitió una resolución en la que expresaba “su esperanza de que la interrupción de las relaciones […] sea temporal”. Pero hubo que esperar varios años para que esto sucediera. 

Finalmente, en 1942, en el marco de la Segunda Guerra Mundial y con la mediación estadounidense, Uruguay se mostró favorable al restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, algo que se materializó en 1943.

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sábado, 3 de diciembre de 2022

CARTA DE JUAN RAMÓN BALCARCE A FRUCTUOSO RIVERA SOBRE EL PLAN PARA INVADIR PARAGUAY (1828)

 


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1828, EL PLAN ARGENTINO PARA ATACAR PARAGUAY

Como vimos en otros videos, mientras José Gaspar Rodríguez de Francia gobernó Paraguay hubieron varios planes argentinos para invadir Paraguay. En esta ocasión, el ideólogo fue  Manuel Dorrego, Gobernador de Buenos Aires. 

En 1828, en el contexto de la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Brasil, el oriental Fructuoso Rivera y el santafesino Estanislao López, con el apoyo de Dorrego, organizaron la invasión de las Misiones Orientales con el conocido como Ejército del Norte. 

Fue durante la planificación de esta campaña cuando surgió en Dorrego la idea de materializar su viejo deseo de invadir Paraguay. Según Woodbine Parish, Cónsul General británico en Buenos Aires, la intención de Dorrego era capturar el tesoro de 2.000.000 de pesos. De acuerdo a otras opiniones, Dorrego pretendía anexar Paraguay a las Provincias Unidas, usando para ello a Rivera. 

Tras la ocupación de Misiones, del 15 de mayo es una de las primeras referencias que se conservan sobre el plan para atacar Paraguay. En una carta escrita en el Campamento de Ytaun, Rivera le decía a Lucas José Obes que “con los recursos de [la] provincia [de Misiones], que son inmensos, podremos en la próxima primavera o verano darle un asalto a Francia en el Paraguay”. 

El 4 de junio Dorrego escribió a Rivera las siguientes palabras: “Tenga Ud. en vista mi idea sobre el Paraguay de que hablé a Ud. y diga lo que podría hacer contra el tirano Francia”. El día 5 escribía Obes a Rivera una larga carta en la que se volvía a hacer referencia a la “empresa del Paraguay”. En esas mismas fechas Dorrego escribió a Juan Antonio Lavalleja sobre los deseos de Rivera de invadir Paraguay. Poco después Dorrego envió a Rivera a un paraguayo, José Tomás Isazi, para informarle sobre el estado de Paraguay y el modo de como podría dársele la libertad. 

A mediados de julio, José Manuel de Isasa escribió a Rivera recordándole “el inmenso número de personas que padecen en las mazmorras del Gran Sultán del Paraguay”. Añadía que con un ejército de 4.000 hombres era suficiente para tomar el Paraguay, que Francia no ofrecería resistencia y se retiraría a Coímbra con los caudales. Para evitar esto, proponía Isasa enviar 300 o 400 hombres a través del Chaco y cortar la retirada de Francia. Tiempo después, a finales de julio, en otra carta Obes decía a Rivera que el marino Guillermo Brown podría ser su brazo derecho en los movimientos sobre Paraguay. 

En octubre, una vez firmada el 27 de agosto la Convención Preliminar de Paz entre Brasil y las Provincias Unidas, Dorrego, a través de Hilarión de la Quintana, ordenó a Rivera que abandonara las Misiones Orientales, se situara en las Misiones Occidentales y se preparara para invadir Paraguay. Según cuenta Quintana en sus Memorias, para la expedición al Paraguay ofreció a Rivera la “escuadra y parte del ejército que había concluido la guerra con el Imperio del Brasil”. 

A principios de noviembre Rivera, ya desengañado del plan, escribió a Julián de Gregorio Espinosa y le decía que Dorrego lo quería enviar contra Paraguay solo para enemistarlo con las provincias argentinas, y añadía que “la empresa del Paraguay (…) no es tan sencilla como lo suponen algunos. Este país tiene una población muy numerosa, recursos superabundantes y un Gobierno lleno de poder y acción...”. En la misma época podemos ver en una carta de Francia que este ya era conocedor de los planes porteños y decía: “en Buenos Aires se trata de ejecutar cuanto antes una invasión al Paraguay”. 

Poco después, Juan Ramón Balcarce, Ministro de Guerra y Marina de Dorrego, escribió a Rivera sobre lo conveniente que sería recabar el apoyo de Corrientes para la expedición contra Paraguay. Más tarde, Rivera respondió a Balcarce que exigir auxilios a Corrientes para sojuzgar Paraguay sería una forma de empujar a los correntinos a la guerra contra Buenos Aires. 

Debió ser en este tiempo, poco antes de la caída de Dorrego, cuando Pedro Ferré sitúa el intento de engaño del Gobernador de Buenos Aires. Ferré, Gobernador de Corrientes en esa época, cuenta en sus Memorias que Dorrego le transmitió que Rivera deseaba encabezar junto a él y con ayuda correntina la expedición contra Paraguay, y que a Rivera le dijo lo mismo sobre él. Sin embargo, tanto Ferré como Rivera se dieron cuenta de las intrigas de Dorrego que tenían como objeto sacar al segundo de las Misiones Orientales. 

Esto también queda reflejado en una carta que Rivera dirigió a Espinosa a finales de noviembre. En ella Rivera se mostraba sorprendido de que en Buenos Aires se insistiera tanto en que fuera él el que encabezara la pelea contra los paraguayos y el que le quitara el bastón al Dr. Francia. 

Poco antes Espinosa había escrito a Rivera para pedirle que desalojara Misiones. A continuación, le decía que el Gobierno le concedería cuanto pidiera para la empresa del Paraguay. Sin embargo, Rivera ya se había decidido por completo a no emprender esa expedición. En enero de 1829 Rivera escribió a Espinosa diciéndole que “la expedición al Paraguay es un asunto” del que ya no hay que hablar ya que es una empresa “verdaderamente quimérica”. 

Lo último que sabemos sobre la campaña de Paraguay es sorprendente. Según una carta de Francia fechada en marzo, Rivera, a través de Ferré, le había comunicado los planes porteños para invadir Paraguay. Creía Francia que con esto Rivera quería que no se formara un mal juicio sobre él.

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jueves, 24 de noviembre de 2022

Reglamento para el corso de particulares en la presente guerra (México, 1846)

 



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1847, CORSARIOS MEXICANOS CONTRA ESTADOS UNIDOS EN EL MEDITERRÁNEO

Durante la guerra mexicano-estadounidense tuvieron lugar famosas batallas y hechos notorios, pero es poco conocido que durante el conflicto México armó buques corsarios para “distraer de los bloqueos las fuerzas navales de Estados Unidos” y atacar su comercio en lugares tan lejanos como el Mediterráneo. 

El 11 de mayo de 1846, horas antes de que los Estados Unidos declararan la guerra, el Secretario de Estado de la Armada, George Bancroft, escribió al Comodoro David Conner una serie de instrucciones entre las que figuraban bloquear los puertos mexicanos y proteger el comercio estadounidense de las depredaciones de los corsarios. Durante las siguientes semanas el miedo a los corsarios se hizo patente. En junio y julio surgieron los primeros rumores sobre el avistamiento de corsarios mexicanos merodeando en aguas cubanas y de Florida. 

A finales de julio Mariano Paredes, presidente interino de la República Mexicana, hizo publicar el Reglamento para el corso de particulares contra enemigos de la nación, aunque semanas más tarde el nuevo presidente, José Mariano Salas, promulgó un nuevo Reglamento al considerarse que el anterior había sido dado por una autoridad incompetente. 

Por aquellas fechas, aunque aún no existían corsarios mexicanos, era tal el temor en Estados Unidos que la fragata Constitution tuvo que escoltar a varios mercantes desde Río de Janeiro a Delaware. Asimismo, aparecieron varias noticias sobre avistamientos de barcos sospechosos en aguas de Florida, Cuba y de las islas Vírgenes. También en esa época la prensa estadounidense menciona la presencia en La Habana de agentes mexicanos expidiendo patentes de corso. 

En diciembre, el presidente de Estados Unidos, James Polk, en su mensaje anual al Congreso, dijo que, ante el peligro de que se equiparan corsarios mexicanos en puertos de Cuba y Puerto Rico, lo hizo saber al Gobierno español, el cual aseguró que estaría vigilante para evitarlo. Polk también aseguró que tenía noticias de que se estaban expidiendo patentes de corso en La Habana y advirtió que aquellos que las aceptaran serían juzgados como piratas. Por último, avisó de que sus naves perseguirían a los corsarios mexicanos y sugirió armar sus propios corsarios contra ellos. 

En enero de 1847, ante la posible presencia de corsarios mexicanos en el Golfo, el Comodoro Conner ordenó a una de sus naves escoltar a las tropas de desembarco que desde Texas se dirigían a Veracruz. En ese mes volvieron a aparecer noticias sobre la presencia en La Habana de agentes mexicanos expidiendo patentes de corso, algo mal visto por las autoridades españolas. Igualmente, diplomáticos mexicanos exploraban la posibilidad de armar corsarios en puertos hondureños y de otros países centroamericanos. 

Mientras tanto, en Reino Unido se publicó que tres barcos habían zarpado de Londres para hacer el corso. Poco después se ponía en conocimiento de la Cámara de los Comunes la presencia de un agente mexicano en el país preparándose para expedir patentes de corso, aunque el Gobierno lo negaba y aseguraba que lo impediría si así fuese. 

Con referencia a los agentes mexicanos, existen noticias de los movimientos de uno de ellos, Juan Nepomuceno de Pereda, el cual hizo gestiones secretas en las Antillas y en Europa para armar corsarios. Entre sus instrucciones estaba la de enviar agentes a Filipinas y Calcuta para tratar de que el comercio estadounidense fuera atacado en aquellos lugares. 

Fruto de las gestiones mexicanas por fin se armó una nave corsaria en el puerto norteafricano de Orán. Se trataba de un pequeño navío español llamado Rosita, rebautizado como Único y con tripulantes en su mayoría españoles naturalizados mexicanos. 

A finales de abril el Único, capitaneado por Lorenzo Sisa y con bandera mexicana, consiguió capturar el mercante estadounidense Carmelita. Este barco, que viajaba desde Puerto Rico a Trieste con un cargamento de café, fue capturado cerca de Ibiza. Luego, la noche del 1 de mayo, el Único y su presa llegaron a Barcelona. Allí, la tripulación del Carmelita permaneció retenida algunos días en el Único, hasta que fueron liberados por las autoridades españolas. Asimismo, se detuvo a los corsarios y se les enjuició. 

Pero el Único no fue el último corsario mexicano en el Mediterráneo. Hay informaciones de que se intentó armar otro en el puerto argelino de Mazalquivir. También en esa época aparecieron noticias sobre la presencia de otros cuatro corsarios mexicanos operando en la costa de Berbería, uno de los cuales habría sido detenido por las autoridades francesas, aunque carecemos de más datos al respecto. 

Para atajar este peligro, los estadounidenses enviaron durante las siguientes semanas varios navíos de guerra a la región para proteger su comercio. De este modo, fueron enviadas siete naves, entre ellas el Taney, el Marion y el Princeton, que permanecieron en la zona hasta el final de la guerra con México.

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miércoles, 16 de noviembre de 2022

Carta de 1706 en la que el rey Felipe V agradece a las milicias guaraníes la defensa de Buenos Aires y sus campañas contra los portugueses y los indios infieles

 




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1699-1700, DINAMARCA AMENAZA BUENOS AIRES

Es de sobra conocido que durante la historia de la América española estos territorios fueron frecuentemente atacados por los ingleses, holandeses y franceses, pero poco se sabe sobre la amenaza danesa a Buenos Aires que mantuvo en alerta a aquella plaza durante varios meses. 

Todo comenzó al parecer en 1688. En ese año y en los siguientes un francés, un tal De Gissey, escribió a la corte danesa una serie de cartas en las que proponía al rey Cristián V atacar y ocupar Buenos Aires. Según De Gissey, la toma de Buenos Aires serviría para obtener satisfacción por los daños que España había provocado a Dinamarca en las pasadas guerras europeas. 

De Gissey sostenía que tomando Buenos Aires “se podría imponer contribuciones de guerra o saquear a muchas ciudades”, lo que empujaría al rey de España, Carlos II, a negociar con Dinamarca. Para llevar a cabo estos planes De Gissey proponía realizar un ataque sorpresa usando filibusteros y una tropa de unos 500 hombres. Asimismo, en alguna de sus cartas, el francés sugería incluso una alianza entre Dinamarca y Suecia para atacar a los españoles. 

A continuación, estos planes debieron filtrarse ya que los españoles fueron conocedores de un proyecto danés para tomar Buenos Aires. La noticia llegó a la corte española por dos vías. Por un lado, en mayo de 1699 Francisco Bernardo de Quirós, embajador español en Holanda, escribió al rey para comunicarle que se había propuesto al rey de Dinamarca tomar Buenos Aires con una tropa de 600 hombres y 400 “bucaneros”, con los que se podría obtener un gran botín mediante el saqueo y con los que posteriormente se podría penetrar hasta los Andes. 

Al mismo tiempo a la corte habían llegado informaciones de Francisco Antonio Navarro, representante del rey Carlos en Hamburgo, con noticias sobre la preparación de armamentos marítimos para atacar a los españoles. 

De este modo las alarmas se encendieron en la corte y en junio fueron enviadas dos reales cédulas avisando del peligro y de la necesidad de organizar la defensa. Una de las cédulas iba dirigida a Agustín de Robles, Gobernador y Capitán General de Buenos Aires, y la otra a Melchor Portocarrero, Virrey del Perú, el cual debía remitírsela a Robles. 

Tuvo que pasar casi un año para que Manuel de Prado Maldonado, nuevo Gobernador de Buenos Aires, fuera conocedor de la amenaza danesa que le comunicaban desde España. Pese a la grave situación de carestía en la que se hallaba la ciudad, de inmediato Prado, como informó al rey en agosto de 1700, comenzó a preparar la defensa de Buenos Aires y de su territorio ante lo que parecía un inminente ataque danés. 

En primer lugar, Prado ordenó dejar vacíos los barcos mercantes para evitar que fueran capturados con su carga. Luego preparó a la infantería y caballería bajo su mando, así como a la milicia de la ciudad. A continuación, ordenó preparar a las milicias de otras ciudades de esa gobernación y de la de Tucumán para que estuvieran listas en caso de aviso. Esto quedó reflejado en las actas del Cabildo de Santa Fe, donde se dice que se hizo una “lista de los que sean capaces de tomar las armas desde la edad de catorce años a la de sesenta”. 

Como estás tropas parece que eran insuficientes Prado, como en otras ocasiones habían hecho los gobernadores de Buenos Aires, pidió a los Superiores de los jesuitas que le enviaran 2.000 guaraníes desde las Misiones. Estos debían ser 1.500 jinetes armados con lanzas y 500 infantes armados con hondas. Esta leva de guaraníes debió ser tan importante que años después varios jesuitas lo reflejaron en sus escritos. 

Asimismo, Prado también envió tropas por mar y tierra para reconocer las costas del Río de la Plata en busca de las naves dinamarquesas y comunicar mediante fuegos el número de embarcaciones del enemigo. También hay que señalar que Prado pidió socorros económicos tanto al rey como al virrey del Perú. 

Por si fuera poco, Prado pidió ayuda, o al menos advirtió, a los portugueses asentados desde 1680 en la Colonia de Sacramento, en el actual Uruguay. Según el cronista Simão Pereira de Sá Prado solicitó auxilio a los portugueses de Sacramento, aunque esto no parece cierto. Lo que si consta en documentos portugueses es que Prado avisó al gobernador de Sacramento, Sebastião da Veiga Cabral, del peligro de una armada danesa que se dirigía al Río de la Plata. El peligro fue tomado muy en serio por Veiga, el cual pidió tropas a Río de Janeiro, desde donde le enviaron dos compañías. 

Pero el temor al ataque danés no se disipó pronto. Hay noticias de que los guaraníes permanecieron varios meses en Buenos Aires y a finales de 1701 el nuevo rey de España, Felipe V, dio orden para que se construyera una nueva fortificación en la ciudad utilizando a indios de Paraguay como mano de obra. 

Finalmente no se produjo ningún ataque danés a Buenos Aires, aunque algunos historiadores escribieron hace más de un siglo que los daneses llegaron y fueron ahuyentados por el gobernador y sus hombres. Lo cierto es que, pese a los proyectos de De Gissey, los daneses no tuvieron ni la intención ni la capacidad de atacar Buenos Aires y que todo el temor español a un ataque se debió a una información falsa o errónea.

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jueves, 3 de noviembre de 2022

1837, Tratado de Paucarpata entre la Confederación Perú-Boliviana y Chile.

 





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1837, CHILE ES ATACADO POR LA CONFEDERACIÓN PERÚ-BOLIVIANA

En 1837, durante la guerra entre Chile y la Confederación Perú-Boliviana, Andrés Santa Cruz, Gran Mariscal, Presidente de Bolivia y Protector Supremo de la Confederación envió a las costas chilenas una expedición naval comandada por el venezolano José Trinidad Morán. El plan original era, al parecer, suministrar armas a los araucanos para que se rebelaran contra el gobierno de Joaquín Prieto y bloquear Valparaíso para forzar a los chilenos a pedir la paz. 

El día 19 de octubre Morán y una flotilla confederada fuertemente armada compuesta por las corbetas Socabaya y Confederación y el bergantín Fundador zarparon de El Callao rumbo a la isla de Juan Fernández o de Más a Tierra, a donde llegaron el 14 de noviembre. Allí encontraron los confederados una pequeña guarnición militar y algunos presidiarios, tanto comunes como políticos. 

Morán exigió la rendición de la guarnición y el capitán chileno, Andrés Campos, incapaz de defender la posición, accedió a entregar la isla a los confederados. Según Campos su intención era haber hecho frente a los confederados pero, tras la deserción de algunos hombres, la imposibilidad de retirarse con los reos al interior de la isla y la falta de víveres, no tuvo más remedio que capitular. 

Por ello se firmó un convenio por el cual, para evitar el derramamiento de sangre, los chilenos se entregaban junto a las municiones y demás elementos de guerra. Asimismo se acordaba que los reos quedaban en libertad y que los oficiales chilenos y sus familias eran libres de quedarse en la isla o de embarcar en la escuadra confederada para ser llevados a Chile, con la condición de no tomar las armas durante el resto de la guerra. 

Así, casi la mitad de la guarnición se acogió a este convenio, siendo embarcados en la escuadra de Morán junto a algunos de los confinados. Mientras, el resto de la guarnición  huyó al interior de la isla y hostilizó a los confederados. El día 15 llegó a la isla el ballenero norteamericano George Washington, donde fueron embarcados otra parte de los confinados y de la guarnición chilena, entre ellos Campos, quedando en la isla solo unos pocos reos por falta de espacio en las naves. 

El día 18 la escuadra de Morán zarpó junto con el ballenero, al cual se le ordenó permanecer junto a las naves confederadas para no delatar sus planes. El 19, según el capitán del  George Washington, los confederados intentaron, sin éxito, capturar una embarcación. Luego, el 21, el ballenero perdió de vista la escuadra de Morán y Campos decidió dirigirse al Puerto de San Antonio y dar la voz de alarma. 

El día 23 los confederados llegaron a la Bahía de Talcahuano y mientras el Fundador permaneció en la isla Quiriquina, la Confederación y la Socabaya enviaron en botes tropas de desembarco según la versión chilena, o tropas de reconocimiento según Morán. Estas tropas fueron rechazadas por las baterías chilenas, las cuales causaron dos muertos entre los hombres de Morán. Ambas corbetas permanecieron algunas horas más en la bahía, hasta que retrocedieron y se reunieron con el Fundador, que había estado aprovisionándose de ganado en Quiriquina. 

Mientras, el general Manuel Bulnes envió desde Concepción tropas a Talcahuano en previsión de una nueva tentativa confederada sobre el puerto, aunque esto no sucedió, pues la escuadra de Morán se alejó algunas millas de la costa, para poner a continuación rumbo al norte la noche del 24. Según creyeron los chilenos el objetivo de Morán era apoderarse de Talcahuano, marchar sobre Concepción, promover un levantamiento en el ejército y capturar a Bulnes. 

Días después, el 28, la Confederación y la Socabaya se presentaron en el Puerto de San Antonio, donde apresaron el bergantín chileno Feliz Inteligente, el cual enviaron a Perú. Luego, según Morán, en virtud del convenio firmado en Juan Fernández, desembarcó a algunos prisioneros, algo que fue aprovechado por los chilenos para tomar un cautivo confederado. 

A continuación, hubo una nueva tentativa para desembarcar a los hombres embarcados en Juan Fernández, pero en esta ocasión una tropa chilena de al menos 100 hombres comenzó a abrir fuego y consiguió capturar, herir o matar a varios de los confederados, aunque el resto logró huir. Luego las corbetas confederadas abrieron fuego y la Socabaya dispersó con sus cañonazos a 200 jinetes que acababan de llegar. 

Mientras tanto, más al norte, el Fundador capturó cerca de Valparaíso el pequeño mercante Fletes. Poco después intentó capturar otro mercante, pero se acercó tanto a la batería chilena que tuvo que virar y fue a reunirse con el resto de la flota. 

Luego, la expedición confederada siguió hacia el norte y el 5 de diciembre la Confederación se presentó frente a Huasco y realizó algunos disparos a la aduana, para a continuación, el día 7, junto a la Socabaya ir a Caldera, donde al parecer, Morán pretendía hacerse con los cargamentos de plata y cobre allí almacenados, pero estos habían sido retirados al interior por el gobernador Juan Melgarejo, prevenido de los movimientos confederados. 

Allí Morán intentó nuevamente un desembarco, pero sus hombres fueron rechazados antes de llegar a la orilla por fusileros y lanceros chilenos, pese al apoyo del fuego que efectuaron sus corbetas. Finalmente, tras este nuevo revés, los confederados abandonaron las costas chilenas y regresaron a Perú. 

Curiosamente, al tiempo que estas acciones se desarrollaban en la costa chilena, la Confederación Perú-Boliviana y Chile se encontraban en paz ya que se había firmado el Tratado de Paucarpata el 17 de noviembre, llegando incluso Santa Cruz a decretar el día 29 que la Escuadra de la Confederación debía ponerse en estado de paz, algo que sin duda Morán no llegó a saber. Sin embargo, el gobierno chileno desaprobó el 18 de diciembre el Tratado de Paz, por lo que este quedó sin efectos. 

Por último, cabe señalar que Santa Cruz dio las gracias a los miembros de la expedición de Morán mediante un decreto el 27 de diciembre desde el Palacio Protectoral de La Paz.

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jueves, 27 de octubre de 2022

1941, Colombia rompe relaciones diplomáticas con Japón



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LOS BARCOS COLOMBIANOS HUNDIDOS POR ALEMANIA (1942-1943)

Aunque pudiera pensarse que Colombia estuvo alejada de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que sus aguas fueron escenario de varios ataques de submarinos alemanes. 

En septiembre de 1939 Colombia se declaró neutral, pero eso no impidió que la guerra llegará hasta allí. En 1942 los alemanes decidieron extender la guerra submarina hasta el Caribe y así Colombia se vio inmersa en la Segunda Guerra Mundial. 

El 23 de junio de ese año, al este de la isla de Providencia, el submarino alemán U-172 se presentó junto a la goleta colombiana Resolute y comenzó a ametrallar la pequeña nave, muriendo en el ataque seis tripulantes, incluido un niño. A continuación, el submarino cañoneó la Resolute, hundiendo la nave, y ametralló el bote salvavidas, aunque seis tripulantes consiguieron, no sin heridas, sobrevivir. Luego, ante la presencia de un avión norteamericano, los alemanes huyeron. 

Conocido este ataque en Colombia en seguida se produjeron manifestaciones populares. Por su parte, el gobierno de Eduardo Santos tomó represalias contras los ciudadanos del Eje residentes en Colombia. Aunque el país ya había comenzado a deportar a ciudadanos alemanes, italianos y japoneses desde principios de año, a partir del ataque de la Resolute, estas medidas se endurecieron. Se congelaron los fondos de nacionales del Eje y se les impidió residir en los departamentos costeros o en puertos del Magdalena. 

A continuación, Colombia presentó una protesta y exigió al Reich “satisfacciones morales y materiales”. Esta protesta se realizó a través de Suiza, país encargado de los intereses colombianos ante Alemania, ya que Colombia había roto relaciones con el régimen nazi el 18 de diciembre de 1941. 

Semanas más tarde, el 22 de julio, al sureste de la isla de San Andrés el submarino alemán U-505 cañoneó y hundió la goleta colombiana Roamar causando al menos 22 muertos. Días después, pescadores de las islas afirmaron haber presenciado el ataque y haber encontrado restos de la nave. 

El siguiente ataque alemán que sufrió Colombia no fue a un barco de ese país, sino a un mercante panameño con varios colombianos entre sus tripulantes. El 13 de noviembre de 1943 el mercante panameño Pompoon fue torpedeado cerca de Barranquilla por el submarino U-516, muriendo casi todos los tripulantes, incluidos cuatro colombianos. 

Días más tarde, el 18, el mismo submarino cañoneó y hundió la goleta colombiana Ruby entre Cartagena y San Andrés, dejando varios muertos y heridos, los cuales pasaron treintaiséis horas a la deriva, hasta que fueron rescatados y llevados al puerto panameño de Colón. 

Como consecuencia de estos últimos ataques Colombia declaró el estado de beligerancia el 27 de noviembre. De inmediato se ordenó el reclutamiento de tropas y el patrullaje de las costas. Semanas más tarde se decretaría el internamiento de ciudadanos alemanes. 

Además de estas agresiones con víctimas colombianas, al menos una docena de mercantes y petroleros de varias nacionalidades fueron atacados en aguas colombianas, como el barco holandés Flora y el yugoslavo Ante Matkovic, hundidos cerca de Riohacha. 

Pero no solo barcos aliados y neutrales fueron atacados en aguas colombianas. También lo fueron tres submarinos alemanes, dos fueron atacados por la aviación norteamericana en 1942 y otro por la armada colombiana en 1944, pero esa es otra historia.

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viernes, 21 de octubre de 2022

Causa criminal seguida a Jorge de Candía por herir a un indio (Asunción, 1546).











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LOS CONQUISTADORES GRIEGOS DE PARAGUAY

Aunque la exploración, conquista y colonización de Paraguay fue llevada a cabo principalmente por españoles, junto a ellos aparecen otras nacionalidades, como portugueses, flamencos o alemanes, sin embargo, llama la atención una pequeña minoría, la de los griegos, cuya presencia en las Indias es poco conocida. 

Los primeros griegos que fueron a Paraguay partieron en 1526 en la expedición del veneciano Sebastián Caboto. Originalmente eran cuatro, pero solo dos parece que llegaron a al río Paraguay en 1528, Juan Griego, marinero, y Juan Cazagurri, un carpintero y maestre natural de Corón. 

Los siguientes griegos de los que tenemos noticias llegaron en 1541 a Sudamérica con el Adelantado, y luego Gobernador, Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Estos griegos, naturales de Creta, fueron Miguel de Candía, maestre de navíos, y Estamate de Candía, siendo este quizás el marinero Estefano de Rodas que declaró haber estado con Cabeza de Vaca en Asunción en 1542 y en el Puerto de los Reyes en 1543. 

Poco después, en 1544, una sublevación consiguió la destitución de Cabeza de Vaca y su sustitución por Domingo Martínez de Irala. Entre los que apoyaron al primero se encontraban Tomás de Syo, Jorge de Candía y Estamate. Tiempo después Cabeza de Vaca sería enviado a España en una nave en la que había dos griegos, el mencionado Estamate y el maestre Nicolás de Rodas, presente en Paraguay al menos desde 1542. 

En esos y en los siguientes años encontramos los nombres de estos y otros griegos en documentos conservados en el Archivo Nacional de Asunción. Por ejemplo, en un documento mercantil vemos al anteriormente mencionado Tomás de Syo y a Polo Griego, natural de Candía. De este último incluso se conserva su testamento, fechado en 1552. En otro documento, una causa criminal por herir a un indio, vemos al carpintero Jorge de Candía. También aparecen en el Archivo Nacional de Asunción Juan de Rodas y Nicolás de Rodas, maestre de una nao. 

De años más tarde, de 1556, es una lista de gente llegada al Río de la Plata y Paraguay desde Europa y en ella podemos leer los nombres de Juan de Rodas, Jorge de Candía, Estamate Griego, Cornara Griego y Miguelín Griego. 

Luego, tras los primeros años de la historia del Paraguay español, podemos encontrar otros Candía y Rodas, quizás descendientes de los primeros griegos llegados a territorio paraguayo. Así, entorno al año 1600 encontramos a Juan de Rodas, escribano del Cabildo de Asunción. Más adelante, a mediados del siglo XVII vemos a Gonzalo y a Blas de Rodas como propietarios de la encomienda de Terecañé. 

Más tarde, durante la Revolución de los Comuneros de 1721, encontramos que Pedro de Candía y los hermanos Ventura, Francisco, Plácido y Jacinto de Rodas fueron castigados por sediciosos por Bruno de Zabala, gobernador del Río de la Plata. Después, en 1754, vemos a varios miembros de la familia Rodas como poseedores de encomiendas de indios. En esas mismas fechas un griego natural de la isla de Zante, Manuel Querini, se convirtió en el Provincial de la Provincia jesuítica del Paraguay. 

Por último, ya en el siglo XIX seguimos encontrando los apellidos Candía y Rodas en documentos paraguayos, reflejando así cuan lejos llegó la descendencia de los conquistadores griegos de Paraguay.

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sábado, 15 de octubre de 2022

Manuel, un griego en la conquista de México.

 


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LOS CONQUISTADORES GRIEGOS DE AMÉRICA

Aunque la exploración, conquista y colonización de América fue llevada a cabo principalmente por españoles, junto a ellos aparecen otras nacionalidades, como portugueses o alemanes, no obstante, es la presencia de otra minoría, la de los griegos, la que llama la atención por ser poco conocida. 

Los primeros griegos que llegaron a las Indias lo hicieron muy pronto, ya en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1493. Fueron Lucas de Grecia y los hermanos Juan y Pedro Griego, los cuales participaron en la exploración del Caribe. Juan, y tal vez su hermano, regresarían a América en 1498 con Colón en su tercer viaje. 

Años más tarde, en 1519, en la expedición de Fernando de Magallanes también podemos encontrar griegos. Este viaje, que dio la vuelta al mundo pasó por las costas sudamericanas antes de adentrarse en aguas del Pacífico, contó con la presencia de nueve griegos. Entre ellos podemos destacar a los contramaestres Miguel de Rodas y Francisco Albo, el cual  dejó escrito un derrotero del viaje. 

Casi al mismo tiempo Hernán Cortés emprendía su expedición a Mesoamérica. Por algunos documentos sabemos que al menos dos griegos, Pedro y Antón de Rodas formaban parte de la hueste de Cortés. Poco después, entre las tropas que Pánfilo de Narvaez dirigía contra Cortés, podemos encontrar al cretense Nicolás de Rodas, el cual luego participó en la toma de Tenochtitlan. 

En los años posteriores encontramos a otros griegos en Nueva España, como a Juan Griego, que participó en la conquista de Honduras, a Andrés de Rodas, que sirvió con Pedro de Alvarado en México y Guatemala, a Manuel Griego, que ostentó varios cargos, o a Agustín de Rodas, que fue intérprete. 

Mientras esto pasaba en Nueva España los griegos siguieron llegando a otros territorios de las Indias. Así, 1525 podemos encontrar al menos a diez en la expedición de García Jofre de Loaísa bordeando las costas sudamericanas de camino hacia las Molucas. Poco después, en 1526, partió el veneciano Sebastián Caboto al mando de una expedición hacia Río de la Plata. Entre sus hombres había cuatro griegos, aunque solo dos, Juan Griego y Juan Cazagurri, llegaron al Río de la Plata y participaron en la exploración de los ríos Paraná y Paraguay. 

Al mismo tiempo que esto pasaba en el Río de la Plata, en 1528, llegaba a Florida la expedición de Pánfilo de Narváez y Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Con ellos podemos encontrar al griego Teodoro, el cual es mencionado por varios cronistas de Indias. 

Tiempo después, en 1534, vemos en el extremo opuesto del continente a dos griegos, Marcos de Candía y Nicolás Griego, participando en la expedición de Simón de Alcazaba a la Patagonia. 

Por la misma época, en la conquista de Perú, encontramos a varios griegos, destacando el capitán Pedro de Candía, sin duda, el conquistador griego más famoso de América, donde se destacaría como artillero. Natural de la Candía veneciana, es decir, de Creta, llegó a Tierra Firme en 1526 y luego se unió a Francisco Pizarro en su expedición hacia el sur, siendo uno de los “Trece de la Fama”. En 1528 lo encontramos en Tumbes, donde fue hecho regidor, y en 1529, en España, la reina Isabel lo nombró hidalgo por sus servicios. 

En 1531 Pedro de Candía participó con sus cañones en la captura de Atahualpa en Cajamarca y posteriormente en la toma y refundación de Cuzco, donde se avecindó, fue alcalde ordinario y donde sabemos que poseyó esclavos indios. En 1536 tomó parte en la guerra contra Manco Inca. En 1537, durante las guerras civiles del Perú, participó en la batalla de las Salinas. Un año después encabezó una expedición al País de Ambaya, en los Andes orientales, y en los años siguientes lo encontramos en Larecaja y Tarija, en la moderna Bolivia. Por último, en 1542, participó en las batalla de Chupas, entre realistas y almagristas, donde perdió la vida a manos de Diego de Almagro el Mozo al creer que le traicionaba. 

Los siguientes griegos de los que tenemos noticias llegaron en 1541 a Sudamérica con Cabeza de Vaca. Estos griegos, naturales de Creta, fueron Miguel de Candía, maestre de navíos, y Estamate de Candía, siendo este quizás el marinero Estefano de Rodas que declaró haber estado con Cabeza de Vaca en Asunción en 1542 y en el Puerto de los Reyes en 1543. 

A continuación, tras los primeros años de la conquista seguimos encontrando griegos o descendientes de griegos en las Indias. En Chile aparecen, entre otros, Juan Griego y Juan Martín de Candía, uno de los fundadores de La Imperial. En Colombia encontramos al gobernador de Antioquia Gaspar de Rodas, nacido en España pero griego a juzgar por su apellido. En la Real Audiencia de Charcas, la Bolivia actual, podemos ver a varios Rodas y Candías en la ciudad de La Plata, entre los que destaca el capitán Melchor de Rodas, corregidor de Santiago de Tomina, que guerreó contra los chiriguanos. Por último podemos mencionar al supuesto Juan de Fuca, el cual habría explorado el noroeste de América.

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