jueves, 24 de noviembre de 2022

1847, CORSARIOS MEXICANOS CONTRA ESTADOS UNIDOS EN EL MEDITERRÁNEO

Durante la guerra mexicano-estadounidense tuvieron lugar famosas batallas y hechos notorios, pero es poco conocido que durante el conflicto México armó buques corsarios para “distraer de los bloqueos las fuerzas navales de Estados Unidos” y atacar su comercio en lugares tan lejanos como el Mediterráneo. 

El 11 de mayo de 1846, horas antes de que los Estados Unidos declararan la guerra, el Secretario de Estado de la Armada, George Bancroft, escribió al Comodoro David Conner una serie de instrucciones entre las que figuraban bloquear los puertos mexicanos y proteger el comercio estadounidense de las depredaciones de los corsarios. Durante las siguientes semanas el miedo a los corsarios se hizo patente. En junio y julio surgieron los primeros rumores sobre el avistamiento de corsarios mexicanos merodeando en aguas cubanas y de Florida. 

A finales de julio Mariano Paredes, presidente interino de la República Mexicana, hizo publicar el Reglamento para el corso de particulares contra enemigos de la nación, aunque semanas más tarde el nuevo presidente, José Mariano Salas, promulgó un nuevo Reglamento al considerarse que el anterior había sido dado por una autoridad incompetente. 

Por aquellas fechas, aunque aún no existían corsarios mexicanos, era tal el temor en Estados Unidos que la fragata Constitution tuvo que escoltar a varios mercantes desde Río de Janeiro a Delaware. Asimismo, aparecieron varias noticias sobre avistamientos de barcos sospechosos en aguas de Florida, Cuba y de las islas Vírgenes. También en esa época la prensa estadounidense menciona la presencia en La Habana de agentes mexicanos expidiendo patentes de corso. 

En diciembre, el presidente de Estados Unidos, James Polk, en su mensaje anual al Congreso, dijo que, ante el peligro de que se equiparan corsarios mexicanos en puertos de Cuba y Puerto Rico, lo hizo saber al Gobierno español, el cual aseguró que estaría vigilante para evitarlo. Polk también aseguró que tenía noticias de que se estaban expidiendo patentes de corso en La Habana y advirtió que aquellos que las aceptaran serían juzgados como piratas. Por último, avisó de que sus naves perseguirían a los corsarios mexicanos y sugirió armar sus propios corsarios contra ellos. 

En enero de 1847, ante la posible presencia de corsarios mexicanos en el Golfo, el Comodoro Conner ordenó a una de sus naves escoltar a las tropas de desembarco que desde Texas se dirigían a Veracruz. En ese mes volvieron a aparecer noticias sobre la presencia en La Habana de agentes mexicanos expidiendo patentes de corso, algo mal visto por las autoridades españolas. Igualmente, diplomáticos mexicanos exploraban la posibilidad de armar corsarios en puertos hondureños y de otros países centroamericanos. 

Mientras tanto, en Reino Unido se publicó que tres barcos habían zarpado de Londres para hacer el corso. Poco después se ponía en conocimiento de la Cámara de los Comunes la presencia de un agente mexicano en el país preparándose para expedir patentes de corso, aunque el Gobierno lo negaba y aseguraba que lo impediría si así fuese. 

Con referencia a los agentes mexicanos, existen noticias de los movimientos de uno de ellos, Juan Nepomuceno de Pereda, el cual hizo gestiones secretas en las Antillas y en Europa para armar corsarios. Entre sus instrucciones estaba la de enviar agentes a Filipinas y Calcuta para tratar de que el comercio estadounidense fuera atacado en aquellos lugares. 

Fruto de las gestiones mexicanas por fin se armó una nave corsaria en el puerto norteafricano de Orán. Se trataba de un pequeño navío español llamado Rosita, rebautizado como Único y con tripulantes en su mayoría españoles naturalizados mexicanos. 

A finales de abril el Único, capitaneado por Lorenzo Sisa y con bandera mexicana, consiguió capturar el mercante estadounidense Carmelita. Este barco, que viajaba desde Puerto Rico a Trieste con un cargamento de café, fue capturado cerca de Ibiza. Luego, la noche del 1 de mayo, el Único y su presa llegaron a Barcelona. Allí, la tripulación del Carmelita permaneció retenida algunos días en el Único, hasta que fueron liberados por las autoridades españolas. Asimismo, se detuvo a los corsarios y se les enjuició. 

Pero el Único no fue el último corsario mexicano en el Mediterráneo. Hay informaciones de que se intentó armar otro en el puerto argelino de Mazalquivir. También en esa época aparecieron noticias sobre la presencia de otros cuatro corsarios mexicanos operando en la costa de Berbería, uno de los cuales habría sido detenido por las autoridades francesas, aunque carecemos de más datos al respecto. 

Para atajar este peligro, los estadounidenses enviaron durante las siguientes semanas varios navíos de guerra a la región para proteger su comercio. De este modo, fueron enviadas siete naves, entre ellas el Taney, el Marion y el Princeton, que permanecieron en la zona hasta el final de la guerra con México.

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