miércoles, 31 de enero de 2024
Número de tropas necesarias para invadir Venezuela según un plan estadounidense de 1905
EL PLAN DE ESTADOS UNIDOS PARA INVADIR VENEZUELA (1905)
Debido a ciertas reclamaciones económicas, entre diciembre de 1902 y febrero de 1903 varios países bloquearon las costas venezolanas, llegando a bombardear algunos puntos, aunque el asunto se resolvió con la mediación de los Estados Unidos.
Sin embargo, un año después, en 1904, surgieron problemas entre los Estados Unidos y Venezuela debido a las actitudes del presidente Cipriano Castro y a varias reclamaciones económicas, en especial la relativa a la New York & Bermúdez Asphalt Company, lo que hizo que el presidente Theodore Roosevelt y varios de sus colaboradores se plantearan actuar militarmente contra Venezuela, aunque finalmente el presidente decidió esperar hasta después de las elecciones presidenciales.
Fue en marzo de 1905 cuando la expedición contra Venezuela estuvo a punto de hacerse realidad. El día 10 de ese mes, el Secretario de Estado John Hay envió a Venezuela una seria advertencia, pero Castro hizo oídos sordos a esta. Semanas después Roosevelt pidió al capitán Chauncey B. Humphrey que redactara un plan para invadir Venezuela. Este, antiguo agregado militar en Venezuela, conocía bien el país, por lo que el día 26 ya tenía listo su plan.
Humphrey comenzó su plan diciendo que para la expedición contra Venezuela serían necesarios emplear entre 10 y 12.000 hombres, entre los que deberían haber 7.000 soldados de infantería, 2 escuadrones de caballería y distintas piezas de artillería.
A continuación, Humphrey dijo que aprovechando los incidentes que por entonces se estaban produciendo en Santo Domingo, las tropas estadounidenses deberían ser enviadas desde distintos puertos de Estados Unidos a Puerto Rico con la excusa de intervenir en Santo Domingo, aunque en realidad serían enviadas a Venezuela, lo que sorprendería a los venezolanos.
Una vez concentradas las tropas estadounidenses en Puerto Rico, serían reembarcadas haciendo creer que navegarían con destino a Santo Domingo, así Castro no tendría tiempo de reunir sus tropas en Caracas y sus alrededores.
Luego, ya en aguas venezolanas, la expedición se tendría que dividir. Una fuerza de 5.000 hombres debería desembarcar al anochecer al oeste de La Guaira, en Cabo Blanco o Sandy Point. Los 2.000 primeros desembarcados tendrían que desplazarse rápidamente hacia Caracas a través de la Quebrada Tacagua, y entrar en esta ciudad por el oeste. Las siguientes tropas desembarcadas deberían pasar por el pueblo de Maiquetía y capturar, si fuera posible, La Guaira, para hacer creer que el objetivo era este puerto y no Caracas.
A la mañana siguiente, otros 1.500 hombres desembarcarían y se dirigirían a la estación de ferrocarril Zig-Zag. Otra fuerza de 500 hombres marcharían por el valle de la Quebrada Tacagua. Esta fuerza tendría como objetivo reforzar a la primera en un plazo inferior a 12 horas, lo que pondría en manos estadounidenses el camino entre La Guaira y Caracas.
Proseguía Humphrey diciendo que si se encontrara resistencia en Caracas, deberían tomarse y fortificarse las elevaciones próximas a la estación de Catia, al oeste de la capital. Luego señalaba el capitán estadounidense que la primera expedición o la segunda debería cortar el llamado Ferrocarril Alemán a la altura de La Vega o Antímano para evitar que los venezolanos se retiraran hacia el oeste y que establecieran su capital en La Victoria o Valencia. De este modo se obligaba a los venezolanos a retirarse hacia el este o hacia el sur, hacia El Valle, y se evitaba que Caracas recibiera refuerzos desde Puerto Cabello, Valencia o Maracay.
Así, debido a la sorpresa de este movimiento general contra Venezuela, las fuerzas estadounidenses deberían alcanzar la estación de Catia antes de encontrar oposición, incluso Caracas debería ser capturada sin mucha resistencia.
Tras esto, Humphrey creía que lo mejor sería bombardear Fuerte Libertador y Fortín Solano en Puerto Cabello, los cuales consideraba vulnerables, y luego que al menos 3.000 hombres tomaran ese puerto, para de allí avanzar sobre Valencia. En caso de que no se pudiera desembarcar en Puerto Cabello, la mejor opción, a juicio de Humphrey, sería hacerlo al oeste, en El Palito, y desde allí dirigirse a Valencia.
Al controlar La Guaira, Caracas, Puerto Cabello, Valencia y el Ferrocarril Alemán, los estadounidenses controlarían la mejor y más rica parte de Venezuela, pero en caso de que se considerara necesario ocupar otros puntos como Ciudad Bolívar, Carúpano, Cumaná, Barcelona o Maracaibo, sería necesario enviar refuerzos desde Estados Unidos a La Guaira, y desde allí emprender expediciones menores.
A continuación, Humphrey explicaba con detalle el número y el tipo de fuerzas que deberían enviarse a Venezuela. Por la orografía venezolana, Humphrey aconsejaba hacer poco uso de la caballería y de la artillería, salvo la de montaña. También recomendaba la presencia de ingenieros por si hubiera que reparar las líneas de ferrocarril y dos compañías de Signal Corps equipadas con modernos aparatos de telegrafía y telefonía.
Por último, Humphrey, entre otras cosas, señalaba el número de fuerzas venezolanas que los estadounidenses encontrarían en su avance e informaba sobre la situación política de Venezuela en ese momento, apuntando a que el pueblo venezolano vería con buenos ojos la intervención de Estados Unidos, por lo que sería fácil conseguir guías y espías entre la población local.
Finalmente, el plan fue desechado por varios motivos. Por un lado, Roosevelt creía que la opinión pública de su país no se mostraría favorable a la intervención. Por otro, otros problemas internacionales requerían su atención. Y por último, el estallido de un escándalo de corrupción que salpicaba al embajador estadounidense en Venezuela. Por todo esto, la opción militar fue rechazada de momento.
Así, el 2 de abril Roosevelt escribía que Castro era “un monito indescriptiblemente villano” y aunque le gustaría enviar una expedición contra él, la situación interna e internacional del momento lo desaconsejaba. Sin embargo, como veremos en el siguiente video, Roosevelt volvió a querer atacar Venezuela en 1908.
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sábado, 27 de enero de 2024
Desmentido israelí sobre el envío secreto de armas a Argentina durante la guerra de las Malvinas
viernes, 26 de enero de 2024
ISRAEL Y LA GUERRA DE LAS MALVINAS
Durante la guerra de las Malvinas muchos países mostraron su apoyo a Argentina, sin embargo llama la atención el caso de Israel, cuya ayuda no se fundamentó en declaraciones diplomáticas como en otros casos, sino que, además de vender armas a Argentina, al parecer y según documentos desclasificados, envío equipo militar de forma clandestina a los argentinos.
El primero de estos documentos es del 4 de mayo de 1982. Ese día Michael Palliser, un asesor de la Primera Ministra británica, envió una nota a Antony Acland, un subsecretario del ministerio de Relaciones Exteriores, en la que se decía que un contacto le había asegurado que los israelíes estaban preocupados por la publicación en prensa de informaciones sobre su venta de armas a Argentina.
A continuación, la nota decía que los israelíes iban a cumplir los contratos existentes con Argentina, y aunque luego se dice que se suspendería el envío de armas durante la guerra, en realidad la nota se refiere a la firma de nuevos contratos durante la misma. Luego, el contacto de Palliser aseguraba que de acuerdo a instrucciones de Manájem Begín, primer ministro de Israel, se estaba intentado obstaculizar el envío de armas a Argentina, pese a los contratos existentes y previos a la guerra.
Poco después, el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Yitzhak Shamir, declararía que Israel cumpliría los contratos vigentes con Argentina, pero que no se habían cerrado nuevos acuerdos desde el inicio de la guerra.
Del mismo periodo encontramos otro documento desclasificado. El 5 de mayo el embajador británico en Estados Unidos, Nicholas Henderson, envió un telegrama al ministerio de Relaciones Exteriores de su país en el que decía que el estadounidense Steadman Hinkley, presidente de una pequeña aerolínea, les había comunicado que su compañía había sido contactada para fletar 10 vuelos con municiones desde Tel Aviv a Montevideo, aunque él sospechaba que el envío en realidad era para Argentina, por lo que se negaba a aceptar el encargo. Por último, Henderson dice en su telegrama que había informado a los estadounidenses de esto.
La siguiente noticia que tenemos sobre el supuesto suministro de armas a Argentina por parte de Israel es del día 27. Esa fecha The New York Times publicó que días antes un avión de carga ecuatoriano que transportaba equipo israelí había sido detenido por las autoridades federales en Nueva York y que, según un alto funcionario de la administración Reagan, este avión, que había despegado de Tel Aviv con un cargamento de, entre otras cosas, bombas y municiones, se dirigía en realidad a Argentina, país que estaba realizando un esfuerzo frenético a nivel mundial para adquirir municiones y repuestos. Sin embargo, pese a las irregularidades en la documentación del avión, el Departamento de Estado, los israelíes y los ecuatorianos negaron que el cargamento del avión estuviera destinado a Argentina, aunque estas explicaciones fueron puestas en duda por el periódico neoyorquino.
Poco después, el 4 de junio, un portavoz israelí negaría los “envíos secretos de armas israelíes a Argentina” y dijo que el abastecimiento de armas se hacia de forma abierta y en virtud a contratos vigentes. Dos días más tarde, el 6 de junio, The New York Times publicó la negativa de Israel de que estuviera vendiendo misiles Gabriel a Argentina, aunque existía la posibilidad que fueran otros países los que estuvieran suministrando a Argentina sus misiles Gabriel de origen israelí.
Para tener nuevas noticias sobre el envío de armas desde Israel a Argentina debemos esperar a 2016. En agosto de ese año varios periódicos británicos e israelíes se hicieron eco de la desclasificación de varios documentos sobre el asunto. Según estos documentos británicos, los israelíes habrían vendido armas a los argentinos antes, durante y después de la guerra, y hacían especial hincapié en los aviones Skyhawk.
En estas noticias de 2016 también encontramos referencias a informaciones que aparecieron en dos libros, uno de 2005 y otro de 2011. En el primero se mencionan informes sobre el transporte de armas y repuestos desde Israel a Argentina a través de terceros países. Además, se dice que cuando las tropas británicas entraron en Port Stanley encontraron equipo israelí. En el segundo libro se habla extensamente de esto y se dice, entre otras cosas, que Israel envió armas a Argentina a través de Perú.
Por último, hay que señalar que como podemos ver en los archivos británicos, aún quedan documentos sin desclasificar sobre el suministro de armas a Argentina por parte de Israel durante la guerra de las Malvinas.
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jueves, 18 de enero de 2024
Decreto del presidente Belzu por el que la capital de Bolivia pasa a ser itinerante (1848)
LAS CAPITALES DESCONOCIDAS DE BOLIVIA
Es de sobra conocido el debate sobre cual debería ser considerada la capital de Bolivia, Sucre, la capital oficial y donde reside el poder judicial, o La Paz, donde residen los poderes legislativo y ejecutivo. Sin embargo, es menos conocido que durante su historia Bolivia ha tenido otras capitales.
Hace casi 200 años, el 9 de diciembre de 1824, los realistas fueron vencidos en la batalla de Ayacucho, quedando así Perú prácticamente liberado. Tras esto, Antonio José de Sucre, héroe de Ayacucho, pasó al Alto Perú, la actual Bolivia, para arrebatar aquel territorio a los españoles, aunque ya parte de el estaba controlado por diversas guerrillas, las llamadas republiquetas.
Durante los primeros meses de 1825 el Alto Perú no tuvo una capital definida, aunque se podría considerar como tal al lugar en el que Sucre establecía su cuartel general durante su marcha. Así podemos citar a La Paz entre febrero y marzo, Sica Sica, Oruro y Condo en marzo, Potosí entre marzo y abril, y Chuquisaca desde abril, aunque durante aquellos meses Sucre pasó por otros lugares.
Tiempo después, el 11 de agosto, la Asamblea General del Alto Perú decretó en Chuquisaca que el nuevo estado recibiría el nombre de República Bolívar y que “la ciudad capital de la República y de su departamento, se denominarán en lo sucesivo, Sucre”, aunque no se aclaraba donde estaría esta capital.
Un año después, el 21 de junio de 1826, durante la celebración de la Asamblea reunida en Chuquisaca, se presentó un proyecto de ley para que “provisionalmente y mientras se designa el lugar donde deba edificarse la ciudad Sucre se declara a Chuquisaca por Capital de la República”.
Días más tarde, el Congreso Constituyente facultó a Simón Bolívar para que designara el sitio donde debería “construirse la nueva ciudad Sucre, y mientras se levanten los edificios necesarios para el Gobierno y Cuerpo Legislativo, Chuquisaca se declara Capital provisoria de la República Boliviana”.
En las actas de las sesiones de aquellos días podemos leer como había quien deseaba que Chuquisaca fuera la capital para siempre o que por entonces no se sabía si ciudad Sucre estaría en un lugar ya existente o en un lugar desierto, incluso se dudaba de su construcción, ya que la situación del erario público era lamentable. Sin embargo, se apuntaba a que su construcción era necesaria “para evitar la anarquía y conservar la unión entre los departamentos”, por lo que no sería inoportuno realizar un sacrificio económico, además, se señalaba que al hablarse solo de construcción de edificios, esto no sería muy difícil de realizar y se mencionaba un lugar próximo a Cochabamba.
Con respecto a Cochabamba, Sucre mencionó aquella localización esos días. En una carta a Bolívar, el cual había estado allí a principios de año, dice: “Como yo sé que usted ha designado un lugar muy cerca de Cochabamba para la ciudad Sucre, mandaré muy luego cortar maderas y preparar todos los materiales, para […] construir todos los edificios el año que viene; pues tengo un empeño formal en reunir el primer Congreso constitucional el año 28 en la capital de la República”. Por último, Sucre añadía que sabía que Bolívar quería “poner la primera piedra de la nueva ciudad,...”.
Dos años más tarde, en agosto de 1828, Sucre volvió a mencionar la preferencia de Bolívar por Cochabamba, por lo que el gobierno había mandado “construir allí los edificios para el cuerpo legislativo”, los cuales estaban cerca de concluirse pese a la invasión peruana de ese año. Por último, decía Sucre que “considerada Cochabamba como capital de la república, se reunirá allí el congreso constitucional”.
Finalmente el sueño de ciudad Sucre no se materializó, pero con el tiempo Bolivia contó con otras capitales. Así, durante su gobierno, Andrés de Santa Cruz fijó en La Paz de Ayacucho, o simplemente La Paz, la sede de su gobierno, salvo unos días en junio de 1836, cuando se celebró un Congreso extraordinario en Tapacarí, por lo que la República fue gobernada desde allí brevemente.
Tras esto, con la creación de la Confederación Perú-Boliviana, hubo intención de fijar la capital de esta entidad en Lima o Tacna, o incluso en fundar una capital llamada Nueva Tacna, aunque en la práctica, Santa Cruz ejerció su gobierno de forma itinerante, haciéndolo principalmente desde el palacio protectoral de La Paz.
Luego, en julio de 1839, tras el fin de Santa Cruz y de la Confederación, Chuquisaca, rebautizada como ciudad Sucre, fue declarada capital de Bolivia, aunque podemos ver como La Paz siguió siendo sede del gobierno.
Más tarde, en 1848, volvemos a encontrar otro cambio de capital, este bastante llamativo. En diciembre de ese año llegó al poder Manuel Isidoro Belzu en mitad de un ambiente turbulento, por lo que, mientras arreglaba la administración y seguía su marcha a través de la República, decretó que: “El punto en que se encuentre el Gobierno durante su marcha, será la capital de la República”, es decir, la capital boliviana pasó a ser itinerante, por lo cual se llegó a decir que Belzu puso “la capitalía de la Nación en la grupa de su caballo”.
Finalmente, el último cambio de capital de Bolivia a punto estuvo de realizarse en 1880. Ese año se proyectó crear los Estados Unidos Perú-Bolivianos, cuya capital provisional sería Lima, aunque el plan no se llegó a materializar.
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sábado, 13 de enero de 2024
Telegramas peruanos sobre el bombardeo chileno de Chorrillos, Ancón y Chancay (22-9-1880)
1880, EL FRACASADO BOMBARDEO CHILENO DE PERÚ
Durante la Guerra del Pacífico las tropas chilenas cosecharon grandes éxitos y consiguieron ocupar varios territorios de Bolivia y Perú, incluida la capital de este último país. Sin embargo también tuvieron algunos fracasos, como el fallido bombardeo simultáneo de varios puertos peruanos el 22 de septiembre de 1880.
Todo comenzó el 13 de septiembre de ese año. Ese día, frente al fondeadero peruano de Chancay, la goleta chilena Covadonga fue hundida por los peruanos mediante una estratagema. Como consecuencia de esto, el día 17, el ministro de Guerra y Marina de Chile, José Francisco Vergara, ordenó al comandante de la Arica ocupada, el coronel Samuel Valdivieso, que el vapor Angamos llevara a Galvarino Riveros, Jefe de la escuadra que en ese momento se encontraba bloqueando El Callao, la siguientes instrucciones:
Que con motivo del hundimiento de la Covadonga, debía notificar al Gobierno del Perú que debía entregar en el plazo de 24 horas el vapor Rímac y la corbeta Unión, o de lo contrario serían bombardeados los puertos de Chancay, Ancón y Chorrillos.
El día 21, poco antes del medio día, los chilenos hicieron entrega del ultimátum a los peruanos, anunciando el bombardeo de los tres puertos a las 12 de la mañana del día 22 si no eran entregados el Rímac y la Unión.
La respuesta peruana, a través del comandante Luis Germán Astete, fue un desafío a los chilenos, pues se decía que los buques reclamados estaban en El Callao, y que si el almirante chileno quería tomarlos, que lo hiciera si le acomodaba. A continuación, se señalaba que los tres puertos eran poblaciones indefensas y que su bombardeo no sería una sorpresa, pues Ancón y Chancay ya habían sido bombardeados.
Ese mismo día Riveros avisó al cuerpo diplomático residente en Lima del más que posible bombardeo que se avecinaba. Como respuesta, varios diplomáticos de países neutrales, como Argentina o Alemania, señalaron en una carta conjunta, que atacar aquellos puertos estaba en contra de los usos de la guerra por estar indefensos, cosa que Riveros negó.
A continuación, y en virtud de la respuesta peruana, Riveros ordenó ese mismo día a Juan José Latorre, comandante de la fragata blindada Almirante Cochrane, lo siguiente: “Mañana a las 6.30 A. M. se dirijirá usted con el buque de su mando al puerto de Chorrillos, con el objeto de bombardear esa población hasta reducirla toda ella a cenizas, respetando solo aquellos edificios que enarbolen banderas de la Cruz Roja”.
Así, en la mañana del día 22, Latorre se dirigió a la bahía de Miraflores, al sur de Lima, donde estaba el buque chileno Tolten bloqueando Chorrillos. Latorre fue informado de que al norte de Chorrillos era posible que los peruanos hubieran colocado torpedos. En vista de esto, Latorre modificó el plan de bombardear Chorrillos desde el norte, la posición más óptima, y optó por hacerlo desde el sur, una zona más alejada y peor, tanto, que según el informe de Latorre, en virtud de las observaciones del Tolten, de las 82 granadas que lanzó entre las 12.15 y las 16.45, solo 13 cayeron sobre la población, sin provocar ningún incendio, lo cual le costaría los reproches de las autoridades de su país. Por último, señala Latorre que los peruanos respondieron con ocho o nueve cañones, llegando uno de sus proyectiles a alcanzar a la Almirante Cochrane, la cual regresó a la rada de El Callao tras el bombardeo.
Al mismo tiempo, la fragata blindada Almirante Blanco Encalada, comandada por Luis Anacleto Castillo, junto al buque Princesa Luisa se dirigió al puerto de Ancón, al norte de El Callao. En un primer momento, el Princesa Luisa recorrió el fondeadero para comprobar que no hubieran colocados torpedos. Una vez hecho esto, la Blanco Encalada entró en el puerto y poco después de las 10 empezó a bombardear Ancón hasta las 15.45, con un breve descanso al medio día para comer, tras lo cual regresó a El Callao. En ese tiempo, los chilenos lanzaron cerca de 150 granadas, la mayoría de más de 250 libras, sin embargo, el bombardeo fue un fracaso según explicó Castillo en su informe:
“...no pudo incendiarse la población, compuesta de casas que se extienden a lo largo de la playa, y el material de que están construidas, demasiado débil para hacer estallar las granadas, pues estas las atravesaban yendo a reventar contra el cerro. Por otra parte, el caserío de Ancón está abandonado desde mucho tiempo y sus casas están vacías, no encontrándose en ellas nada de fácil combustión”.
Por último, la cañonera Pilcomayo, buque peruano capturado por los chilenos un año antes y comandada por Carlos Eduardo Moraga, se dirigió de Ancón, donde se encontraba bloqueando su puerto, a Chancay, algo más al norte. Conforme al informe de Moraga, a partir de la 1 del medio día la Pilcomayo comenzó a disparar contra la población, llegando a lanzar 60 granadas, aunque tuvo que finalizar el bombardeo cuando estas se le acabaron. Según Moraga:
“No se incendió la población, debido a la especial construcción de las casas y a la pequeña cantidad de pólvora que contienen nuestras granadas; pero puedo asegurar a usted que los destrozos son visibles desde a bordo, pues no quedó casa de las pocas con que cuenta este puerto, que no sufriera el efecto de nuestros disparos”.
Por último, finalizó Moraga su informe así: “Sin embargo, señor comandante en jefe, no creo aún suficientemente vengada a nuestra Covadonga”.
Y Moraga llevaba razón en esto, pues la intención de Riveros de reducir a cenizas Chorrillos y los otros puertos no se cumplió. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna diría poco después “...nuestros barcos, como si hubiesen sido humillados por ingloriosa tarea, volvían lentamente a su fondeadero, después de haber arrojado inútilmente a la playa enemiga 424 bombas...”.
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viernes, 5 de enero de 2024
Lista de espías del Eje deportados de Argentina en 1946
UN ESPÍA PARAGUAYO EN ARGENTINA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Cómo hemos visto en otros videos, durante la Segunda Guerra Mundial, el puerto de Buenos Aires se convirtió en un importante punto del que partían provisiones para los aliados. Por ello, algunas de las redes de espionaje nazi radicadas en Buenos Aires y en todo el Río de la Plata tenían como objetivo recabar información sobre los buques mercantes que se dirigían a Inglaterra. Una de estas redes llama especialmente la atención por formar parte de ella el paraguayo Walter Alfredo Freiwald.
Todo comenzó en mayo de 1941. Ese mes los alemanes Ottomar Müller y Hans Jacob Napp, miembros de la red LIR, con sede en Río de Janeiro y liderada por el también alemán Friedrich Kempter, reclutaron a Walter Freiwald, un paraguayo de padre alemán. Freiwald era un experto buzo y buen conocedor de las instalaciones portuarias de Buenos Aires, donde trabajaba desde hacía años.
Además, Freiwald, nombre en clave “Tannin”, era un fanático nazi, por lo que estaba dispuesto a colocar bombas de relojería en los barcos surtos en el puerto de Buenos Aires, las cuales deberían explotar días después, cuando las naves ya estuvieran en alta mar. Por un mensaje interceptado se supo que el 12 de mayo la red nazi a la que pertenecía Freiwald pidió permiso al servicio de inteligencia militar alemán, la Abwehr, para llevar a cabo esta campaña de sabotajes. Sin embargo, la Abwehr, firme en su política de no realizar este tipo de ataques en Sudamérica, se negó.
La siguiente noticia que tenemos sobre Freiwald es de abril de 1942. En esa fecha el embajador estadounidense en Brasil, Jefferson Caffery, mencionó en una carta dirigida al Secretario de Estado de su país, Cordell Hull, a Freiwald, Müller y Napp, nombres que había conocido tras el arresto de Kempter en Río de Janeiro poco antes.
Más tarde, el 15 de octubre de ese año, el embajador estadounidense en Argentina, Norman Armour, informó a Hull sobre las actividades de Freiwald y del resto de la red, los cuales se encontraban bajo vigilancia de la embajada de Estados Unidos. Entre estas actividades se encontraban las de realizar informes sobre movimientos de barcos, incluidos los argentinos; el soborno o intento de soborno de un oficial del ejército argentino; el intento de establecer una emisora de radio clandestina en Buenos Aires; y el plan de Freiwald de colocar bombas de relojería en los barcos atracados en el puerto de la mencionada ciudad. Toda esta información fue luego entregada en un memorándum a las autoridades argentinas, lo cual provocó poco después la caída de la red de Freiwald.
Así, semanas más tarde, el 6 de noviembre, Freiwald fue detenido por las autoridades argentinas junto a otros miembros de su organización. Según la correspondencia de Armour, en casa de Freiwald, se encontraron varias escopetas recortadas, munición y tres ametralladoras. Además, Freiwald poseía un barco anclado frente a la costa del Río de la Plata, el cual se creyó en los primeros momentos que podría albergar un transmisor de radio.
Por la confesión de Napp se sabe que el cometido de Freiwald, al que dijo no conocer personalmente, era la de cotejar los datos que él hubiera obtenido sobre los barcos que llegaran al puerto de Buenos Aires, con especial interés a todo lo relativo al tonelaje, bandera y destino de los mismos. Luego, esta información sería transmitida a Alemania, primero mediante telegramas cifrados, luego vía Río de Janeiro y por último, a través de la embajada alemana en Buenos Aires. Finalmente esta información sería utilizada por los U-boat para hundir mercantes aliados en alta mar.
Un mes después, en diciembre, Armour informó a Hull que varios de los detenidos habían sido puestos bajo prisión preventiva e incomunicada, sin embargo, poco después algunos, incluido Freiwald, fueron dejados en libertad, pese a las pruebas contra ellos y a la confesión de Napp.
Semanas más tarde, en enero de 1943, Freiwald, como otros espías, fue investigado por el Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política, órgano con sede en Montevideo en el que estaban representadas las repúblicas americanas y que tenía el encargo de estudiar y coordinar los medios de prevenir las actividades subversivas de los individuos que pudieran resultar dañinas para la seguridad del continente.
En un memorándum de este Comité podemos encontrar nueva información sobre Freiwald. Según este documento, Freiwald había nacido en la localidad paraguaya de San Bernardino en 1905, vivía en Argentina desde pequeño y por entonces residía en Bernal, una población de la provincia de Buenos Aires.
También se dice que Freiwald se había ofrecido a ir a Alemania para recibir formación en sabotajes, pero el Alto Mando alemán lo había desaconsejado por no creerlo seguro. También sabemos que Freiwald fue investigado por la Comisión Investigadora de Actividades Anti-Argentinas de la Cámara de los Diputados, aunque no tenemos más información al respecto.
No volvemos a oír hablar de Freiwald hasta el 1 de febrero de 1944, momento en que es detenido nuevamente junto a otros cinco espías del Eje. Según podemos leer en la prensa, los investigadores habían concluido que las informaciones proporcionadas por la red a la que pertenecía Freiwald habían provocado el hundimiento por parte de submarinos alemanes de muchos mercantes aliados, por ello, el paraguayo fue condenado a dos años de prisión
Lo último que sabemos de Freiwald es que, como varias decenas de espías más, fue deportado de Argentina. Así, el 4 de mayo de 1946 los argentinos lo entregaron a las autoridades paraguayas en Puerto Pilcomayo.
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viernes, 29 de diciembre de 2023
Carta del cabildo secular de Panamá dando cuenta del ataque de piratas ingleses a Nombre de Dios en julio de 1572, y que han perturbado todo el reino aliándose con los negros cimarrones. Solicitan armas y municiones para poder defenderse
UNA COLONIA DE ESCLAVOS CIMARRONES EN EL ESTRECHO DE MAGALLANES (h. 1580)
Como hemos visto en otros videos, a lo largo de la historia de la América española hubo numerosos planes extranjeros para su conquista, como el plan marroquí del año 1600 para invadir las Indias Occidentales o el plan judío de 1655 para la conquista de Chile. Sin embargo, hay otros planes poco conocidos aún, como el proyecto inglés que pretendía colonizar el Estrecho de Magallanes con esclavos cimarrones de Panamá.
El artífice de este plan fue el escritor Richard Hakluyt, quien hacia finales de 1580 escribió un breve documento en el que exponía su proyecto para la conquista inglesa del Estrecho de Magallanes y su colonización con cimarrones.
Hakluyt comenzó su escrito señalando lo perjudicial, en especial para el comercio inglés, que era que el rey Felipe II de España se hubiera anexionado Portugal y sus colonias. Para contrarrestar esto, Hakluyt apuntó a tres acciones que deberían ser llevadas a cabo. Primero, la conquista del Estrecho de Magallanes; segundo, el establecimiento de un asentamiento inglés en la isla brasileña de San Vicente y en los territorios adyacentes; y tercero, el desarrollo del comercio en el noreste, territorio que debería explorarse.
En lo referente al primer punto, el que nos interesa, Hakluyt basaba su proyecto en las informaciones obtenidas por los ingleses durante la travesía del corsario Francis Drake por el Estrecho de Magallanes en 1578.
Primeramente, Hakluyt señalaba la importancia estratégica de este estrecho, al que consideraba la llave de las Indias Occidentales. Además, el escritor inglés apuntaba a lo fácil que sería que una gran armada se refugiara en aquel lugar, donde abundaba la madera, el agua dulce y las provisiones.
A continuación, Hakluyt proponía que un tal Clerke, un pirata por entonces encarcelado, expedicionara sobre el Estrecho de Magallanes a cambio de la obtención de un perdón. A este Clerke se le ha identificado con el pirata Thomas Clarke, aunque no hay ninguna certeza de ello.
Según Hakluyt, este pirata debería llevar cañones de hierro fundido para defender la posición y a un experto en fortificaciones para que fortificara el lugar. Seguidamente, Hakluyt proponía fortificar ambas orillas del estrecho para poder así repeler los ataques de los indios y las posibles contraofensivas españolas, sin embargo, este sería el primer paso, siendo lo recomendable tomar ambas entradas del estrecho para garantizar su posesión.
Para mantener esta conquista Hakluyt pretendía transportar al estrecho a cientos o miles de cimarrones y colonizar con ellos aquel territorio. Los cimarrones eran aquellos esclavos negros que se fugaban y se refugiaban en lugares agrestes donde formaban comunidades, algunas de cierta importancia, que las tropas españolas solo podían tomar después de muchos esfuerzos, si es que lo conseguían.
Según Hakluyt, los cimarrones, que odiaban a los españoles, podrían ser llevados al estrecho por Drake o por cualquier otro inglés. Pero, ¿por qué pensó Hakluyt en aquel famoso corsario? Todo se remonta a los años 1572 y 1573. En esa época Drake se encontraba incursionando en el territorio de lo que hoy es Panamá, donde se alió con los cimarrones del lugar. Por tanto, Hakluyt, buen conocedor de la amistad de Drake con los cimarrones, creyó que él sería la persona idónea para transportarlos al Estrecho de Magallanes.
Hakluyt pensaba que sería fácil inducir a los cimarrones a vivir bajo el suave gobierno inglés y asentarlos en el estrecho. Creía además que con los cimarrones, unos cuantos capitanes ingleses y una buena armada, se podría defender el estrecho y someter las minas de oro del Perú y toda la costa del Mar del Sur, es decir, del océano Pacífico.
El escritor inglés pensaba que los cimarrones, criados como esclavos, podrían soportar la crudeza del frío del estrecho mejor que los españoles y, tras ser liberados del tiránico gobierno español, vivirían allí bajo el gobierno de los ingleses. A los cimarrones, decía Hakluyt, se podrían sumar hombres y mujeres ingleses convictos.
Por último, terminaba Hakluyt el texto de su proyecto añadiendo varios datos sobre el estrecho obtenidos en la expedición de Drake, como su geografía o su fauna.
Obviamente, el plan de Hakluyt no se llevó a cabo, pero los ingleses nunca olvidaron la idea de la importancia de tomar y colonizar el Estrecho de Magallanes, cosa, que como vimos en otro video, trataron de hacer un siglo después.
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viernes, 22 de diciembre de 2023
Información de Matías Romero, Embajador de México en Estados Unidos, sobre el bombardeo francés de Acapulco (2 de abril de 1863)
EL BOMBARDEO FRANCÉS DE ACAPULCO (1863)
Durante la Segunda intervención francesa en México tuvieron lugar famosas batallas como la de Puebla o la de Totoapan, sin embargo sucedieron otros enfrentamientos menos conocidos, como la batalla de Acapulco, que por alguno de los eventos acaecidos fue calificada en aquella época como “acto de barbarie”.
Todo comenzó el 8 de enero 1863. Ese día se presentó frente a Acapulco la División Naval francesa del Océano Pacífico compuesta por la fragata Pallas, el aviso Diamant y las corbetas Galathée y Cornélie. Por los testimonios conservados sabemos que el Contraalmirante francés Bouet dirigió, a través del agente estadounidense Van Brunt, una serie de exigencias a Diego Álvarez, comandante de Acapulco.
Luego, Bouet envió al Diamant al interior de la bahía y a través de su capitán, Eugène Le Bris, dirigió a Álvarez las mismas exigencias, según las cuales, este debería desmentir un artículo que consideraba hostil e injurioso sobre la corbeta francesa Bayonnaise que había publicado el general ítalo-mexicano Luis Ghilardi dos meses antes.
Una vez sucediera esto, según Bouet, se firmaría con el comandante de la provincia una convención de neutralidad por la cual “los buques de guerra franceses tendrán todas las facilidades deseables para proveerse de víveres, agua y carbón, todas las veces que se presenten en Acapulco. Por su parte los buques de la división francesa del Océano Pacífico se abstendrán de todo acto de hostilidad contra la plaza de Acapulco”.
Además, Bouet decía que cumplidas estas condiciones, renunciaría a la demanda de la desmantelación de las baterías que había hecho al gobernador. A esto se añadió poco después la exigencia de que el padre de Diego Álvarez, Juan Álvarez, general en jefe de la División del Sur, destituyera Ghilardi.
En respuesta a las exigencias de Bouet, Diego Álvarez le comunicó a Le Bris que en lo referente a Ghilardi, debería ser este el que desmintiera su propio escrito. Además, Álvarez señaló que el italiano ya había sido apartado del mando y que se encontraba fuera del Estado. En cuanto a los suministros, Álvarez se negó a que fueran entregados a los franceses, pues estaría traicionando su deber y a su país. A continuación, respecto a la convención, Álvarez se mostró sorprendido por la propuesta, pues no entendía como un territorio que formaba parte de México, podría declararse neutral en la guerra entre Francia y México.
Mientras tanto, varios comerciantes extranjeros radicados en Acapulco dirigieron con permiso de Álvarez una nota a Bouet para que respetara sus intereses en aquel puerto, aunque este no les dio respuesta ni plazo de evacuación.
Al día siguiente, el 9, Le Bris insistió en la retractación de Ghilardi y comunicó a Álvarez la intención de Bouet de entrar pacíficamente en la bahía de Acapulco para proveerse de víveres, agua y carbón, y que confiaba en no encontrar hostilidad alguna. A esto respondió nuevamente Álvarez en que debería ser Ghilardi el que se retractara y no él. En cuanto a las provisiones, Álvarez dijo que no estaba facultado para otorgárselas. Sin embargo, según un relato francés, el mexicano habría aceptado entregar víveres a Bouet, pero sin comprometerse por escrito.
Luego, según este mismo relato, Álvarez habría manifestado su intención de conocer a Bouet. Este decidió entrar en la bahía, pero temiendo una emboscada, hizo preparativos para el combate. Así, a las 8.30 de la mañana del día 10, los franceses entraron en la bahía de Acapulco y poco después, hacia las 8.45, los fortines que rodeaban la plaza comenzaron a disparar contra los barcos enemigos, atrapando a dos de ellos en un fuego cruzado.
De inmediato, los buques franceses respondieron y con su mayor potencia de fuego, sobre todo el de la Pallas, consiguieron acabar con los cañones del fortín Guerrero en menos de una hora, solo recibiendo este buque algún impacto en su línea de flotación. Minutos después, sucedió lo mismo con el fortín Iturbide y a las 10 con el fortín Galeana. En cuanto a los fortines Hidalgo y Morelos, según el parte de Álvarez, los franceses se habían colocado fuera de su alcance.
A continuación, de acuerdo con el testimonio de un comerciante español presente en Acapulco, tras neutralizar a estos tres fortines -llamados Grifo, Hornos y Cameron en otras fuentes- los franceses comenzaron a las 11 a disparar hacia la población con una gran cantidad de bombas, sin respetar ni siquiera las casas identificadas con la bandera española, país amigo del Segundo Imperio Francés. Según este testimonio, el bombardeo cesó a las 4 de la tarde, y el resto del día la colonia española se dedicó a apagar los incendios que se habían producido en sus almacenes.
Luego, hacia el medio día, la Pallas atacó el fortín Álvarez, situado en el cerro de la Mira y al que los franceses se referían como el Gran Fuerte. Este ataque tenía como objetivo proteger a los destacamentos franceses que desembarcaron para inutilizar los cañones de las baterías que ellos llamaron Rouge y Cocotiers, el Hornos y el Cameron o Camarón de otras fuentes. Una vez allí, los franceses encontraron a sus defensores hechos pedazos por sus balas.
Según la comunicación que Álvarez dirigió a su padre, el fortín Álvarez no pudo responder a la escuadra enemiga ya que estaba situada fuera del alcance de sus cañones, además se lamentaba del mal montaje de los mismos. Sin embargo, según la versión francesa, fueron los estragos de sus balas los que hacían huir a los defensores de aquella posición, lo que impedía así que dispararan sus cañones.
También señalaba Álvarez en su comunicación que los franceses se habían ensañado con el puerto, ocasionando el derrumbe de algunos edificios, varios muertos y heridos, aunque apuntaba que la moral de la tropa y del pueblo se mantenía alta. Según informaciones francesas, sus bombas habían derribado varias casas, aunque los mexicanos habían tomado la precaución de evacuar la ciudad.
Al día siguiente, el 11 hacia las 6 de la mañana, los franceses, al parecer solo con la Pallas, reanudaron el bombardeo contra el fortín Álvarez, el cual siguió resistiendo. Según el comandante de Acapulco, en aquel momento sus fuerzas se hallaban desperdigadas por el puerto para evitar que los franceses desembarcaran o que intentaran proveerse de agua. Sin embargo, estos consiguieron desembarcar y clavar varios cañones, arrojando otros a la bahía.
Luego, el tercer día, el 12, los franceses volvieron a abrir fuego contra el fortín Álvarez a las 6 de la mañana, con especial intensidad entre la 1 y las 5. Álvarez contaría que los fuegos enemigos acribillaron la bandera mexicana, dejándola hecha trizas, aunque aguantando esta sobre el mástil hasta el último momento.
Tras esto, poco después de las 5 de la tarde, la escuadra francesa abandonó la bahía, siendo despedida por los cañones del fortín, más como gesto de celebración que con intención de alcanzarla. A continuación, las naves francesas, fueron a reparar sus averías y a hacer aguada a Zihuatanejo, o La Manzanilla según otras versiones, y luego a Mazatlán.
Según el comerciante español antes mencionado, el ataque se saldó con 10 muertos y 15 heridos mexicanos, por ninguno de los franceses. Por su parte, Juan Álvarez informó al ministro de Guerra que se continuaba preparando la defensa de Acapulco ante un más que probable regreso de la escuadra francesa, cosa que sucedió meses después, aunque esa es otra historia.
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miércoles, 6 de diciembre de 2023
El Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata autoriza a Hipólito Bouchard a capturar la corbeta Santa Rosa de Chacabuco
CHILENOS CONTRA ARGENTINOS EN NICARAGUA (1819)
Como vimos en el anterior video, en 1819 dos corsarios americanos que luchaban contra los españoles se encontraron fortuitamente en aguas de América Central y se enfrentaron entre ellos en un combate en aguas de Nicaragua.
El primero de estos corsarios era un navío de Chile llamado El Chileno que en 1818, durante su primera expedición, capturó varios buques españoles en aguas de Perú y del golfo de Guayaquil, llegando a enfrentarse a dos fragatas realistas. Tiempo después, durante su segunda expedición, volvió ha hacer presas en aguas peruanas, para, a continuación, dirigirse hacia el norte, a California. Desde allí puso rumbo al sur, a aguas de Acapulco, donde capturó a la fragata española Cazadora en febrero de 1819. Seguidamente, El Chileno se dirigió al norte, a San Blas, donde se enfrentó a un corsario de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la actual Argentina.
Este corsario era la corbeta Santa Rosa de Chacabuco, o simplemente Santa Rosa, un navío de turbulenta historia. En 1817, mientras se encontraba en aguas de Chile, la tripulación se amotinó y se dirigió a las islas Hawái. Más tarde, en agosto de 1818, otro corsario de las Provincias Unidas, la fragata La Argentina, lo encontró allí. La Argentina, capitaneada por el francés Hipólito Bouchard, había zarpado del Río de la Plata en junio de 1817 y, tras atravesar, no sin problemas, el Atlántico Sur y el Índico, incursionó en las islas españolas de las Filipinas, después de lo cual se dirigió a Hawái. Allí, tras varias vicisitudes, Bouchard recuperó la Santa Rosa y, a continuación, ambas naves partieron hacia California, aún en manos españolas. En California, ya en noviembre de 1818, los corsarios, entre otras cosas, atacaron y tomaron Monterrey, para luego dirigirse hacia el sur, a aguas de México.
A finales de febrero de 1819 los dos corsarios de las Provincias Unidas comenzaron a bloquear el puerto novohispano de San Blas. El 1 de marzo, mientras seguían en San Blas, El Chileno se aproximó a aquel puerto, entonces la Santa Rosa se dirigió hacia él, de inmediato El Chileno, haciéndose pasar por un buque español, izó la bandera de aquel país y disparó 7 u 8 cañonazos a la Santa Rosa. Esta enarboló la insignia de las Provincias Unidas y respondió con otros tantos cañonazos, pero El Chileno, más veloz, consiguió retirarse sin que se le pudiera dar caza. Bouchard y los suyos esperaron un par de días el regreso de aquel buque que creían español, sin embargo, desistieron y se dirigieron a Acapulco, aunque durante la travesía lo avistaron a la lejanía.
Al llegar a Acapulco los corsarios comprobaron que el puerto estaba desierto, por lo que decidieron continuar su travesía hacia el sur, llegando a finales de mes al puerto salvadoreño de Sonsonate, donde la Santa Rosa hizo una presa. Luego se dirigieron al puerto nicaragüense de El Realejo, donde llegaron a principios de abril y donde, tras un combate contra las defensas del lugar, capturaron cuatro navíos españoles.
En esos momentos, según el relato de Bouchard, la Santa Rosa avistó a El Chileno. De inmediato se dio aviso a Bouchard y este se trasladó a la Santa Rosa, barco que en aquel momento tenía a bordo pocos marineros capaces ya que muchos eran isleños de Hawái. Como dejó escrito Bouchard en su parte el combate que se inició entonces se desarrolló así:
“El bergantín se vino encima de nosotros con bandera española, haciéndonos fuego. Fijando yo la de la patria, y teniéndolo en proximidad, le contesté con un costado. El se colocó a distancia de tiro de pistola por la popa, y amagando abordarnos, descargó todo un costado, y un cañón de a veinte y cuatro con los fuegos de fusilería”.
“Su amago de abordaje me obligó a ordenar mi gente para esperarlo; y en esta situación hizo las descargas dichas, me mató tres hombres, me hirió tres, que morirán sin duda, y me hizo varios y remarcables daños en el casco del buque, y en el cureñaje. Aquí es el momento de una sorpresa, por lo que va a escuchar Vuestra Excelencia. Después del combate referido, y en el acto de hacer el bergantín las terribles descargas ya dichas, y héchome aquellos estragos, arría la bandera española y enarbola la de Chile”.
“La admiración y el coraje sucedieron al dolor de ver aquella sangre vertida tan bárbaramente. Yo habría hecho el debido escarmiento, pero no tenía la bastante fuerza por faltarme La Argentina. Llamé al comandante del bergantín por quien supe apellidarse Coll y que el buque era El Chileno, Corsario contra los españoles. Las reconvenciones sobre su inicuo manejo se me atropellaron, y él no tuvo que contestar más que con la confusión que le causaban”.
“Le pedí su cirujano para curar los heridos, pues el mío estaba dentro del canal [de El Realejo]; y aunque le exigía momentos para instruir a Vuestra Excelencia de muchas cosas substanciales a la ilustre causa que sostenemos, él se hace a la vela por protestos de ninguna consideración”.
Por último, termina Bouchard su relato diciendo que La Argentina mientras tanto se ocupó en capturar a un barco que había avistado. Esta nave era la Cazadora, y al darse cuenta de que era la presa de El Chileno la liberaron, no sin antes tomar sus cañones, con los cuales armaron a una de sus presas.
Tras esto, El Chileno y su presa pusieron rumbo a Valparaíso, donde el corsario se hundió a principios de julio. Por su parte, Bouchard y sus naves también pusieron rumbo hacia el sur, siendo detenidos por la marina chilena en Valparaíso por esas mismas fechas, aunque esa es otra historia.
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domingo, 26 de noviembre de 2023
Noticia sobre el corsario El Chileno en la Gazeta de Buenos Ayres (17-6-1818, nº 75, p. 217)
EL CORSARIO EL CHILENO (1817-1819)
Durante los primeros años de vida de la República de Chile, en la época de la Patria Nueva, el peligro español aún estaba presente, por lo que los chilenos, como otras naciones, armaron corsarios para luchar contra su antigua metrópoli. Uno de estos corsarios fue El Chileno, que en dos expediciones consiguió asestar varios golpes a los realistas.
El Chileno, un bergantín o bergantín-goleta construido al parecer en los Estados Unidos, había estado destinado al comercio con el nombre Adeline hasta que fue adquirido en 1817 por el comerciante chileno Felipe Santiago del Solar, el cual le cambió el nombre y solicitó una patente de corso para así poder actuar contra los españoles y, según él, “quemar, destruir, o apresar todos los buques enemigos que se encuentren durante la guerra,...”.
Tras serle concedida la patente el 20 de noviembre por la Junta Suprema Delegada, a El Chileno se le dotó de 12 piezas de artillería y de una tripulación de 90 hombres, capitaneados por Enrique Santiago o Enrique James, quizás un inglés o estadounidense. A continuación, hacia finales de año, el navío zarpó de Valparaíso y llegó a aguas peruanas a comienzos del siguiente año.
Ya el 7 de enero de 1818 el corsario chileno capturó al bergantín Zaeta a la altura de Arica, del cual tomó su cargamento de cacao, arroz y legumbres, para a continuación incendiarlo. Una semana más tarde a la altura de El Callao, El Chileno capturó al buque San Francisco de Paula, aunque no tenemos más noticias al respecto.
El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, enterado de esto, envió dos navíos de guerra en su búsqueda, el bergantín Justiniano y la fragata Palafox. Debió ser esta última embarcación la que se enfrentó a El Chileno cerca de El Callao a finales de enero, haciendo huir, según algún testimonio, los corsarios a los realistas. A este mismo combate quizás se refiera una noticia recogida en una gaceta española, según la cual, la Palafox se enfrentó a un bergantín-goleta corsario cerca de Pisco y le hizo huir.
Poco después, El Chileno se presentó en el fondeadero de Huanchaco, al norte de Perú, donde capturó e incendió los bergantines Litre y Vigilante, que estaban cargados de trigo y arroz. Luego, días después, capturó al bergantín Mercedes en Paita, el cual fue enviado a Valparaíso con su cargamento de cacao y tabaco.
A continuación, El Chileno se dirigió al Golfo de Guayaquil, en el moderno Ecuador, donde el 6 de febrero abordó y capturó al navío San Ignacio, también conocido como El Diamante. Según publicaría meses después la Gazeta Ministerial de Chile, el San Ignacio, que se dirigía al puerto salvadoreño de Sonsonate, transportaba una gran cantidad de cacao.
Tras esto, el 11 de febrero, El Chileno avistó y persiguió a un convoy escoltado por la fragata española Tagle, a la cual alcanzó y con quien sostuvo un breve intercambio de disparos, haciéndola huir según un testimonio de la época, aunque según una gaceta española, fue la Tagle la que hizo huir al corsario.
Luego, El Chileno y el San Ignacio fueron a las islas Galápagos para hacer aguada. Tras unos días en aquellas islas, El Chileno siguió su expedición por aguas peruanas, mientras que al San Ignacio se le ordenó dirigirse a Valparaíso, a donde llegó en mayo. En ese mismo mes o en abril, El Chileno capturó cerca del río Tumbes, en el norte de Perú, a la fragata Inspectora, regresando finalmente a Valparaíso a finales de junio.
Tras este exitoso crucero, El Chileno volvió a salir a la mar en septiembre de ese mismo año, esta vez parece que con mejor preparación y quizás teniendo por capitán a un tal Coll. La primera presa del corsario chileno fue el bergantín Bolero frente a Huanchaco en diciembre, al cual solo pudo capturar tras un combate de una hora, y al que luego envió a Valparaíso. Tras esto, días después fue capturado el San Antonio en aguas del Golfo de Guayaquil.
A continuación, El Chileno se dirigió a aguas de Nueva España, el actual México, llegando, según algunos autores, ya en 1819, a aguas californianas, donde al parecer habría capturado varios barcos frente a San Francisco y en el golfo de California, llegando a recalar en Monterrey, aunque sobre esto no tenemos mucha información.
Luego, más al sur, el 18 de febrero El Chileno capturó a la fragata Cazadora frente a Acapulco, la cual quedó en manos del segundo capitán del buque corsario. Según el relato posterior, la tripulación de la Cazadora no se resistió al no tener listas las armas para el combate. Así, tras unos días como prisioneros, los tripulantes de la Cazadora fueron dejados en tierra por los marineros de El Chileno, los cuales son llamados ingleses en documentos de la época.
Días después, a principios de marzo, y como veremos con más detalle en el siguiente video, El Chileno tuvo un enfrentamiento frente al puerto mexicano de San Blas con la Santa Rosa de Chacabuco, una corbeta corsaria de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Poco después, El Chileno fue avistado de nuevo por estos corsarios, pero se alejó a toda velocidad.
Más tarde, a principios de abril, El Chileno volvió a enfrentarse con la Chacabuco frente al puerto nicaragüense de El Realejo, y tras causarle algunos daños, prosiguió su travesía hacia el sur, llegando a Valparaíso en junio, donde naufragó a principios de julio.
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lunes, 20 de noviembre de 2023
Carta de Abraham Lincoln a Francisco Solano López por el fallecimiento de su padre.
ESTADOS UNIDOS CONTRA PARAGUAY, 10 DATOS DESCONOCIDOS
Como hemos visto en otros videos, entre 1854 y 1856 se produjeron una serie de incidentes entre Paraguay y los Estados Unidos que a punto estuvieron de provocar la invasión estadounidense del país sudamericano, sin embargo, aún hay datos casi desconocidos sobre este conflicto.
Los incidentes a los que nos referimos son la disputa entre el gobierno paraguayo y Edward Hopkins, el cónsul estadounidense en Paraguay, que precipitó su expulsión del país; la expropiación de los bienes de una empresa vinculada a Hopkins; el intercambió de disparos entre la fortaleza paraguaya de Itapirú y el navío estadounidense Water Witch que ocasionó la muerte de un marino norteamericano; y por último, la negativa del presidente paraguayo, Carlos Antonio López, a ratificar el Tratado de Amistad firmado por ambas naciones.
Como resultado de su expulsión del país, Hopkins intentó que el gobierno de Estados Unidos tomara represalias contra Paraguay. Además, a mediados de 1856 publicó en Buenos Aires un panfleto titulado “La Tiranía del Paraguay, a la Faz de sus Contemporáneos”, en el que atacaba al presidente López y a los paraguayos. En este texto Hopkins acusaba a López de crímenes y actos bárbaros, le llamaba déspota y, entre otras cosas, decía que la sociedad paraguaya carecía de sentido moral.
A pesar de los esfuerzos de Hopkins, el asunto cayó en el olvido durante un tiempo y hubo que esperar hasta finales de 1857 para que el presidente de Estados Unidos, James Buchanan, reviviera la cuestión en su mensaje anual al Congreso, en el que incluso llegó a considerar el uso de la fuerza contra Paraguay.
Sin embargo fue otro individuo el que se mostró más beligerante con Paraguay. Nos referimos al senador James Mason, miembro del partido Demócrata y férreo partidario de la esclavitud, el cual fue el mayor defensor en abril de 1858 de una resolución que proponía dar autorización a Buchanan para usar la fuerza contra Paraguay en el caso de que este país se negara a ajustar sus diferencias con Estados Unidos. En su defensa de esta resolución, Mason llegó a calificar a López de bandolero y de ignorante a la población mestiza de aquella región.
Finalmente, a principios de junio las cámaras estadounidenses dieron autorización a Buchanan para usar la fuerza contra Paraguay en caso de que el gobierno paraguayo se negara a satisfacer las reclamaciones de Estados Unidos. A partir de ese momento se comenzó a preparar la que se conoció como la Paraguay Expedition. Esta expedición estuvo integrada por 19 buques y 2.500 hombres, entre los que se encontraban algunos de los mejores marinos estadounidenses de la época, lo que demuestra lo en serio que Buchanan se tomó el asunto.
Uno de estos marinos fue el comodoro William Shubrick, el comandante en jefe de la escuadra y un hombre de amplia experiencia. Siendo aún muy joven, Shubrick entró en la marina de Estados Unidos. En la Guerra de 1812 participó en varias acciones contra los británicos. Luego estuvo destinado en Brasil y el Caribe, y entre 1847 y 1848, durante la guerra entre Estados Unidos y México, participó en el bloqueo y captura de Guaymas y Mazatlán. Otro de los participantes de la Paraguay Expedition fue Thorton Jenkins, el cual había servido en un crucero contra piratas en aguas de Cuba y más tarde, durante la guerra contra México, dirigió los desembarcos estadounidenses en Tabasco y Tuxpan.
Luego, en agosto, mientras se preparaba la expedición, el presidente Buchanan escribió a Isaac Toucey, el Secretario de la Armada de Estados Unidos, para informarle sobre su conversación con William Ouseley, un diplomático británico que había servido durante muchos años en Brasil y Argentina, y que por tanto era buen conocedor de los asuntos de Paraguay. Este le dijo a Buchanan que el presidente López era un hombre astuto, sin escrúpulos e insincero, además de un tirano y un déspota. También aconsejó a Buchanan que, debido a las características de los ríos Paraná y Paraguay, lo mejor era usar en la expedición barcos de ruedas y no de hélices, ya que estos últimos podrían dañarse por la poca profundidad del agua.
Asimismo Ouseley informó al presidente sobre las fortificaciones que López había estado construyendo en los últimos años. También aconsejó el británico a Buchanan sobre la conveniencia de asegurarse la amistad de la Confederación Argentina en el conflicto con Paraguay y de lo importante que sería obtener información de los exiliados paraguayos radicados en Buenos Aires. Por último, Ouseley dijo que con algunos regalos se podría animar a los indios del Chaco para que entraran en guerra contra López.
Semanas más tarde, a finales de octubre, el buque insignia de Shubrick, la fragata USS Sabine, que transportaba a James Bowlin, el comisionado que debía negociar con López, a punto estuvo de ser hundida, pero no por los cañones paraguayos de Humaitá, sino por un huracán en su travesía hacia Sudamérica que le causó algunos daños y la obligó a atracar en las Bermudas para efectuar varias reparaciones. Curiosamente, años antes, en enero de 1846, un huracán tumbó tres barcos y mató a varios soldados paraguayos que participaban en una expedición en Corrientes.
Meses después, en enero de 1859, varias naves de la escuadra estadounidense habían remontado el río Paraná y se encontraban en el puerto argentino de Corrientes. Allí, un miembro de la expedición, un tal Fred Mowbray, escribió una canción en la que se deja patente la hostilidad estadounidense. En uno de los versos se habla de plantar los estandartes de Estados Unidos en los fuertes de Paraguay. Más adelante, en otro verso se menciona el temblor del presidente López por la llegada de la escuadra estadounidense. Luego, al final, aunque se alude a que la paz es el mayor deseo, se dice que el objetivo de la flota es vengar los insultos proferidos por Paraguay a Estados Unidos.
Finalmente, la mayor parte de las reclamaciones se zanjaron pacíficamente y paraguayos y estadounidenses firmaron un tratado el 4 de febrero. Semanas más tarde, en marzo, el brigadier general Francisco Solano López, Ministro de Guerra y Marina e hijo del presidente paraguayo, promulgó desde la fortaleza de Humaitá una proclama dando las gracias a los soldados movilizados contra la expedición estadounidense. En esta proclama podemos leer lo siguiente:
“Soldados: Habéis sido llamados a las armas, cuando la Patria estaba amenazada; cuando parecía necesaria sostener con la sangre, sus derechos sacrosantos; cuando era necesario mostrar al mundo, el entusiasmo y el valor del soldado paraguayo. […] No hay uno solo de vosotros que no haya estado resuelto a discutir con el hierro y el plomo las grandes cuestiones que se agitaban entre los dos polos de América.”
Meses después, en agosto, el presidente Buchanan escribió una carta a su homólogo paraguayo en términos amistosos en la que se alegraba por el arreglo de las desavenencias entre ambos gobiernos. Además, Buchanan da un dato que desconocíamos, la supuesta intención de López de enviar a su hijo a Estados Unidos para el canje de las ratificaciones del Tratado firmado en febrero. Las amistosas palabras de Buchanan en esta carta contrastan con las que el mismo escribiría en su biografía, en la que se refiere al presidente López con más antipatía y le acusa de haber desafiando a Estados Unidos por creerse protegido por su lejana y apartada posición.
Años más tarde, en 1862, ya durante la Guerra de Secesión, algunos ciudadanos estadounidenses seguían reclamando a Paraguay ciertas cantidades económicas, lo que, como vemos en algunos documentos, obligó a intervenir al famoso presidente Abraham Lincoln.
También durante la Guerra de Secesión volvemos a encontrarnos con varios miembros de la Paraguay Expedition, pero en esta ocasión luchando contra la Unión como marinos al servicio de la Confederación. Uno de ellos fue John McIntosh Kell que sirvió a bordo del CSS Sumter, un corsario confederado que en 1861 capturó varias naves en aguas de Cuba y Venezuela. A continuación, en 1862 encontramos a Kell a bordo del CSS Alabama, otro corsario confederado que recorrió el Atlántico y el Índico durante los siguientes dos años, en los que capturó o quemó más de 60 naves. Tras esto, ya al final de la guerra, Kell capitaneó el CSS Richmond en el río James, en Virginia.
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