sábado, 13 de enero de 2024

1880, EL FRACASADO BOMBARDEO CHILENO DE PERÚ

Durante la Guerra del Pacífico las tropas chilenas cosecharon grandes éxitos y consiguieron ocupar varios territorios de Bolivia y Perú, incluida la capital de este último país. Sin embargo también tuvieron algunos fracasos, como el fallido bombardeo simultáneo de varios puertos peruanos el 22 de septiembre de 1880. 

Todo comenzó el 13 de septiembre de ese año. Ese día, frente al fondeadero peruano de Chancay, la goleta chilena Covadonga fue hundida por los peruanos mediante una estratagema. Como consecuencia de esto, el día 17, el ministro de Guerra y Marina de Chile, José Francisco Vergara, ordenó al comandante de la Arica ocupada, el coronel Samuel Valdivieso, que el vapor Angamos llevara a Galvarino Riveros, Jefe de la escuadra que en ese momento se encontraba bloqueando El Callao, la siguientes instrucciones: 

Que con motivo del hundimiento de la Covadonga, debía notificar al Gobierno del Perú que debía entregar en el plazo de 24 horas el vapor Rímac y la corbeta Unión, o de lo contrario serían bombardeados los puertos de Chancay, Ancón y Chorrillos. 

El día 21, poco antes del medio día, los chilenos hicieron entrega del ultimátum a los peruanos, anunciando el bombardeo de los tres puertos a las 12 de la mañana del día 22 si no eran entregados el Rímac y la Unión

La respuesta peruana, a través del comandante Luis Germán Astete, fue un desafío a los chilenos, pues se decía que los buques reclamados estaban en El Callao, y que si el almirante chileno quería tomarlos, que lo hiciera si le acomodaba. A continuación, se señalaba que los tres puertos eran poblaciones indefensas y que su bombardeo no sería una sorpresa, pues Ancón y Chancay ya habían sido bombardeados. 

Ese mismo día Riveros avisó al cuerpo diplomático residente en Lima del más que posible bombardeo que se avecinaba. Como respuesta, varios diplomáticos de países neutrales, como Argentina o Alemania, señalaron en una carta conjunta, que atacar aquellos puertos estaba en contra de los usos de la guerra por estar indefensos, cosa que Riveros negó. 

A continuación, y en virtud de la respuesta peruana, Riveros ordenó ese mismo día a Juan José Latorre, comandante de la fragata blindada Almirante Cochrane, lo siguiente: “Mañana a las 6.30 A. M. se dirijirá usted con el buque de su mando al puerto de Chorrillos, con el objeto de bombardear esa población hasta reducirla toda ella a cenizas, respetando solo aquellos edificios que enarbolen banderas de la Cruz Roja”. 

Así, en la mañana del día 22, Latorre se dirigió a la bahía de Miraflores, al sur de Lima, donde estaba el buque chileno Tolten bloqueando Chorrillos. Latorre fue informado de que al norte de Chorrillos era posible que los peruanos hubieran colocado torpedos. En vista de esto, Latorre modificó el plan de bombardear Chorrillos desde el norte, la posición más óptima, y optó por hacerlo desde el sur, una zona más alejada y peor, tanto, que según el informe de Latorre, en virtud de las observaciones del Tolten, de las 82 granadas que lanzó entre las 12.15 y las 16.45, solo 13 cayeron sobre la población, sin provocar ningún incendio, lo cual le costaría los reproches de las autoridades de su país. Por último, señala Latorre que los peruanos respondieron con ocho o nueve cañones, llegando uno de sus proyectiles a alcanzar a la Almirante Cochrane, la cual regresó a la rada de El Callao tras el bombardeo. 

Al mismo tiempo, la fragata blindada Almirante Blanco Encalada, comandada por Luis Anacleto Castillo, junto al buque Princesa Luisa se dirigió al puerto de Ancón, al norte de El Callao. En un primer momento, el Princesa Luisa recorrió el fondeadero para comprobar que no hubieran colocados torpedos. Una vez hecho esto, la Blanco Encalada entró en el puerto y poco después de las 10 empezó a bombardear Ancón hasta las 15.45, con un breve descanso al medio día para comer, tras lo cual regresó a El Callao. En ese tiempo, los chilenos lanzaron cerca de 150 granadas, la mayoría de más de 250 libras, sin embargo, el bombardeo fue un fracaso según explicó Castillo en su informe: 

“...no pudo incendiarse la población, compuesta de casas que se extienden a lo largo de la playa, y el material de que están construidas, demasiado débil para hacer estallar las granadas, pues estas las atravesaban yendo a reventar contra el cerro. Por otra parte, el caserío de Ancón está abandonado desde mucho tiempo y sus casas están vacías, no encontrándose en ellas nada de fácil combustión”. 

Por último, la cañonera Pilcomayo, buque peruano capturado por los chilenos un año antes y comandada por Carlos Eduardo Moraga, se dirigió de Ancón, donde se encontraba bloqueando su puerto, a Chancay, algo más al norte. Conforme al informe de Moraga, a partir de la 1 del medio día la Pilcomayo comenzó a disparar contra la población, llegando a lanzar 60 granadas, aunque tuvo que finalizar el bombardeo cuando estas se le acabaron. Según Moraga: 

“No se incendió la población, debido a la especial construcción de las casas y a la pequeña cantidad de pólvora que contienen nuestras granadas; pero puedo asegurar a usted que los destrozos son visibles desde a bordo, pues no quedó casa de las pocas con que cuenta este puerto, que no sufriera el efecto de nuestros disparos”. 

Por último, finalizó Moraga su informe así: “Sin embargo, señor comandante en jefe, no creo aún suficientemente vengada a nuestra Covadonga”. 

Y Moraga llevaba razón en esto, pues la intención de Riveros de reducir a cenizas Chorrillos y los otros puertos no se cumplió. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna diría poco después “...nuestros barcos, como si hubiesen sido humillados por ingloriosa tarea, volvían lentamente a su fondeadero, después de haber arrojado inútilmente a la playa enemiga 424 bombas...”.

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