Durante la Segunda intervención francesa en México tuvieron lugar famosas batallas como la de Puebla o la de Totoapan, sin embargo sucedieron otros enfrentamientos menos conocidos, como la batalla de Acapulco, que por alguno de los eventos acaecidos fue calificada en aquella época como “acto de barbarie”.
Todo comenzó el 8 de enero 1863. Ese día se presentó frente a Acapulco la División Naval francesa del Océano Pacífico compuesta por la fragata Pallas, el aviso Diamant y las corbetas Galathée y Cornélie. Por los testimonios conservados sabemos que el Contraalmirante francés Bouet dirigió, a través del agente estadounidense Van Brunt, una serie de exigencias a Diego Álvarez, comandante de Acapulco.
Luego, Bouet envió al Diamant al interior de la bahía y a través de su capitán, Eugène Le Bris, dirigió a Álvarez las mismas exigencias, según las cuales, este debería desmentir un artículo que consideraba hostil e injurioso sobre la corbeta francesa Bayonnaise que había publicado el general ítalo-mexicano Luis Ghilardi dos meses antes.
Una vez sucediera esto, según Bouet, se firmaría con el comandante de la provincia una convención de neutralidad por la cual “los buques de guerra franceses tendrán todas las facilidades deseables para proveerse de víveres, agua y carbón, todas las veces que se presenten en Acapulco. Por su parte los buques de la división francesa del Océano Pacífico se abstendrán de todo acto de hostilidad contra la plaza de Acapulco”.
Además, Bouet decía que cumplidas estas condiciones, renunciaría a la demanda de la desmantelación de las baterías que había hecho al gobernador. A esto se añadió poco después la exigencia de que el padre de Diego Álvarez, Juan Álvarez, general en jefe de la División del Sur, destituyera Ghilardi.
En respuesta a las exigencias de Bouet, Diego Álvarez le comunicó a Le Bris que en lo referente a Ghilardi, debería ser este el que desmintiera su propio escrito. Además, Álvarez señaló que el italiano ya había sido apartado del mando y que se encontraba fuera del Estado. En cuanto a los suministros, Álvarez se negó a que fueran entregados a los franceses, pues estaría traicionando su deber y a su país. A continuación, respecto a la convención, Álvarez se mostró sorprendido por la propuesta, pues no entendía como un territorio que formaba parte de México, podría declararse neutral en la guerra entre Francia y México.
Mientras tanto, varios comerciantes extranjeros radicados en Acapulco dirigieron con permiso de Álvarez una nota a Bouet para que respetara sus intereses en aquel puerto, aunque este no les dio respuesta ni plazo de evacuación.
Al día siguiente, el 9, Le Bris insistió en la retractación de Ghilardi y comunicó a Álvarez la intención de Bouet de entrar pacíficamente en la bahía de Acapulco para proveerse de víveres, agua y carbón, y que confiaba en no encontrar hostilidad alguna. A esto respondió nuevamente Álvarez en que debería ser Ghilardi el que se retractara y no él. En cuanto a las provisiones, Álvarez dijo que no estaba facultado para otorgárselas. Sin embargo, según un relato francés, el mexicano habría aceptado entregar víveres a Bouet, pero sin comprometerse por escrito.
Luego, según este mismo relato, Álvarez habría manifestado su intención de conocer a Bouet. Este decidió entrar en la bahía, pero temiendo una emboscada, hizo preparativos para el combate. Así, a las 8.30 de la mañana del día 10, los franceses entraron en la bahía de Acapulco y poco después, hacia las 8.45, los fortines que rodeaban la plaza comenzaron a disparar contra los barcos enemigos, atrapando a dos de ellos en un fuego cruzado.
De inmediato, los buques franceses respondieron y con su mayor potencia de fuego, sobre todo el de la Pallas, consiguieron acabar con los cañones del fortín Guerrero en menos de una hora, solo recibiendo este buque algún impacto en su línea de flotación. Minutos después, sucedió lo mismo con el fortín Iturbide y a las 10 con el fortín Galeana. En cuanto a los fortines Hidalgo y Morelos, según el parte de Álvarez, los franceses se habían colocado fuera de su alcance.
A continuación, de acuerdo con el testimonio de un comerciante español presente en Acapulco, tras neutralizar a estos tres fortines -llamados Grifo, Hornos y Cameron en otras fuentes- los franceses comenzaron a las 11 a disparar hacia la población con una gran cantidad de bombas, sin respetar ni siquiera las casas identificadas con la bandera española, país amigo del Segundo Imperio Francés. Según este testimonio, el bombardeo cesó a las 4 de la tarde, y el resto del día la colonia española se dedicó a apagar los incendios que se habían producido en sus almacenes.
Luego, hacia el medio día, la Pallas atacó el fortín Álvarez, situado en el cerro de la Mira y al que los franceses se referían como el Gran Fuerte. Este ataque tenía como objetivo proteger a los destacamentos franceses que desembarcaron para inutilizar los cañones de las baterías que ellos llamaron Rouge y Cocotiers, el Hornos y el Cameron o Camarón de otras fuentes. Una vez allí, los franceses encontraron a sus defensores hechos pedazos por sus balas.
Según la comunicación que Álvarez dirigió a su padre, el fortín Álvarez no pudo responder a la escuadra enemiga ya que estaba situada fuera del alcance de sus cañones, además se lamentaba del mal montaje de los mismos. Sin embargo, según la versión francesa, fueron los estragos de sus balas los que hacían huir a los defensores de aquella posición, lo que impedía así que dispararan sus cañones.
También señalaba Álvarez en su comunicación que los franceses se habían ensañado con el puerto, ocasionando el derrumbe de algunos edificios, varios muertos y heridos, aunque apuntaba que la moral de la tropa y del pueblo se mantenía alta. Según informaciones francesas, sus bombas habían derribado varias casas, aunque los mexicanos habían tomado la precaución de evacuar la ciudad.
Al día siguiente, el 11 hacia las 6 de la mañana, los franceses, al parecer solo con la Pallas, reanudaron el bombardeo contra el fortín Álvarez, el cual siguió resistiendo. Según el comandante de Acapulco, en aquel momento sus fuerzas se hallaban desperdigadas por el puerto para evitar que los franceses desembarcaran o que intentaran proveerse de agua. Sin embargo, estos consiguieron desembarcar y clavar varios cañones, arrojando otros a la bahía.
Luego, el tercer día, el 12, los franceses volvieron a abrir fuego contra el fortín Álvarez a las 6 de la mañana, con especial intensidad entre la 1 y las 5. Álvarez contaría que los fuegos enemigos acribillaron la bandera mexicana, dejándola hecha trizas, aunque aguantando esta sobre el mástil hasta el último momento.
Tras esto, poco después de las 5 de la tarde, la escuadra francesa abandonó la bahía, siendo despedida por los cañones del fortín, más como gesto de celebración que con intención de alcanzarla. A continuación, las naves francesas, fueron a reparar sus averías y a hacer aguada a Zihuatanejo, o La Manzanilla según otras versiones, y luego a Mazatlán.
Según el comerciante español antes mencionado, el ataque se saldó con 10 muertos y 15 heridos mexicanos, por ninguno de los franceses. Por su parte, Juan Álvarez informó al ministro de Guerra que se continuaba preparando la defensa de Acapulco ante un más que probable regreso de la escuadra francesa, cosa que sucedió meses después, aunque esa es otra historia.
Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/channel/UC8Rx6U8r2-DGtHYDxIIThAg/videos
No hay comentarios:
Publicar un comentario