Como vimos en el anterior video, en 1819 dos corsarios americanos que luchaban contra los españoles se encontraron fortuitamente en aguas de América Central y se enfrentaron entre ellos en un combate en aguas de Nicaragua.
El primero de estos corsarios era un navío de Chile llamado El Chileno que en 1818, durante su primera expedición, capturó varios buques españoles en aguas de Perú y del golfo de Guayaquil, llegando a enfrentarse a dos fragatas realistas. Tiempo después, durante su segunda expedición, volvió ha hacer presas en aguas peruanas, para, a continuación, dirigirse hacia el norte, a California. Desde allí puso rumbo al sur, a aguas de Acapulco, donde capturó a la fragata española Cazadora en febrero de 1819. Seguidamente, El Chileno se dirigió al norte, a San Blas, donde se enfrentó a un corsario de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la actual Argentina.
Este corsario era la corbeta Santa Rosa de Chacabuco, o simplemente Santa Rosa, un navío de turbulenta historia. En 1817, mientras se encontraba en aguas de Chile, la tripulación se amotinó y se dirigió a las islas Hawái. Más tarde, en agosto de 1818, otro corsario de las Provincias Unidas, la fragata La Argentina, lo encontró allí. La Argentina, capitaneada por el francés Hipólito Bouchard, había zarpado del Río de la Plata en junio de 1817 y, tras atravesar, no sin problemas, el Atlántico Sur y el Índico, incursionó en las islas españolas de las Filipinas, después de lo cual se dirigió a Hawái. Allí, tras varias vicisitudes, Bouchard recuperó la Santa Rosa y, a continuación, ambas naves partieron hacia California, aún en manos españolas. En California, ya en noviembre de 1818, los corsarios, entre otras cosas, atacaron y tomaron Monterrey, para luego dirigirse hacia el sur, a aguas de México.
A finales de febrero de 1819 los dos corsarios de las Provincias Unidas comenzaron a bloquear el puerto novohispano de San Blas. El 1 de marzo, mientras seguían en San Blas, El Chileno se aproximó a aquel puerto, entonces la Santa Rosa se dirigió hacia él, de inmediato El Chileno, haciéndose pasar por un buque español, izó la bandera de aquel país y disparó 7 u 8 cañonazos a la Santa Rosa. Esta enarboló la insignia de las Provincias Unidas y respondió con otros tantos cañonazos, pero El Chileno, más veloz, consiguió retirarse sin que se le pudiera dar caza. Bouchard y los suyos esperaron un par de días el regreso de aquel buque que creían español, sin embargo, desistieron y se dirigieron a Acapulco, aunque durante la travesía lo avistaron a la lejanía.
Al llegar a Acapulco los corsarios comprobaron que el puerto estaba desierto, por lo que decidieron continuar su travesía hacia el sur, llegando a finales de mes al puerto salvadoreño de Sonsonate, donde la Santa Rosa hizo una presa. Luego se dirigieron al puerto nicaragüense de El Realejo, donde llegaron a principios de abril y donde, tras un combate contra las defensas del lugar, capturaron cuatro navíos españoles.
En esos momentos, según el relato de Bouchard, la Santa Rosa avistó a El Chileno. De inmediato se dio aviso a Bouchard y este se trasladó a la Santa Rosa, barco que en aquel momento tenía a bordo pocos marineros capaces ya que muchos eran isleños de Hawái. Como dejó escrito Bouchard en su parte el combate que se inició entonces se desarrolló así:
“El bergantín se vino encima de nosotros con bandera española, haciéndonos fuego. Fijando yo la de la patria, y teniéndolo en proximidad, le contesté con un costado. El se colocó a distancia de tiro de pistola por la popa, y amagando abordarnos, descargó todo un costado, y un cañón de a veinte y cuatro con los fuegos de fusilería”.
“Su amago de abordaje me obligó a ordenar mi gente para esperarlo; y en esta situación hizo las descargas dichas, me mató tres hombres, me hirió tres, que morirán sin duda, y me hizo varios y remarcables daños en el casco del buque, y en el cureñaje. Aquí es el momento de una sorpresa, por lo que va a escuchar Vuestra Excelencia. Después del combate referido, y en el acto de hacer el bergantín las terribles descargas ya dichas, y héchome aquellos estragos, arría la bandera española y enarbola la de Chile”.
“La admiración y el coraje sucedieron al dolor de ver aquella sangre vertida tan bárbaramente. Yo habría hecho el debido escarmiento, pero no tenía la bastante fuerza por faltarme La Argentina. Llamé al comandante del bergantín por quien supe apellidarse Coll y que el buque era El Chileno, Corsario contra los españoles. Las reconvenciones sobre su inicuo manejo se me atropellaron, y él no tuvo que contestar más que con la confusión que le causaban”.
“Le pedí su cirujano para curar los heridos, pues el mío estaba dentro del canal [de El Realejo]; y aunque le exigía momentos para instruir a Vuestra Excelencia de muchas cosas substanciales a la ilustre causa que sostenemos, él se hace a la vela por protestos de ninguna consideración”.
Por último, termina Bouchard su relato diciendo que La Argentina mientras tanto se ocupó en capturar a un barco que había avistado. Esta nave era la Cazadora, y al darse cuenta de que era la presa de El Chileno la liberaron, no sin antes tomar sus cañones, con los cuales armaron a una de sus presas.
Tras esto, El Chileno y su presa pusieron rumbo a Valparaíso, donde el corsario se hundió a principios de julio. Por su parte, Bouchard y sus naves también pusieron rumbo hacia el sur, siendo detenidos por la marina chilena en Valparaíso por esas mismas fechas, aunque esa es otra historia.
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