viernes, 29 de septiembre de 2023
LA PATAGONIA INGLESA
Durante el periodo colonial la Patagonia, territorio nominalmente español, no pudo ser ocupada de forma efectiva por España pese a varios intentos y proyectos. Esto fue aprovechado por ingleses, franceses y holandeses, que a lo largo de los años utilizaron las costas de este territorio como escala en sus expediciones contra Chile y Perú. Allí los enemigos de España hallaron puntos donde aprovisionarse sin temer a ser atacados por los españoles. Sin embargo, este no fue el único atractivo que los europeos encontraron en la fría Patagonia. También tomaron posesión de varias islas y enclaves de la costa patagónica, proyectando establecer colonias en esos puntos para así controlar el estratégico paso al Mar del Sur, es decir, el Pacífico.
En el caso de los ingleses, la primera noticia que tenemos sobre su interés en la Patagonia es de 1570. En ese año Guerau de Espés, embajador de Felipe II en Inglaterra, informó al rey que los ingleses pretendían “ocupar y poblar uno ó dos puertos en el Reino de Magallanes para tener el comercio del mar del Sur”.
Tiempo después, en 1574, el noble Richard Grenville propuso a la corona hacerse con los territorios más meridionales de América, y aunque el plan no se materializó, llegó a oídos de los españoles, por lo que en 1579 varios prisioneros ingleses fueron interrogados al respecto por la Santa Inquisición en Lima. Según declararon aquellos prisioneros la intención era encontrar un territorio cerca del estrecho para poblarlo.
La siguiente noticia que tenemos sobre el interés inglés en la Patagonia es del año 1578, cuando el famoso corsario Francis Drake atravesó el Estrecho de Magallanes. La escuadra de Drake, tras pasar por África, Brasil y el Río de la Plata, llegó a las costas de la Patagonia, donde visitaron varios puntos, permaneciendo algún tiempo en aquellos lugares.
A continuación, en agosto, mientras los ingleses atravesaban el Estrecho de Magallanes llegaron a un grupo de tres pequeñas islas situadas en lo que hoy es la Región chilena de Magallanes. Según un relato publicado por el sobrino de Drake medio siglo después, el día 24 el corsario desembarcó en la más grande de estas islas y tomó posesión de ella en nombre de la reina de Inglaterra y la bautizó con su nombre, Elizabeth. En otro relato, este de un compañero de Drake, se menciona una ceremonia de toma de posesión de aquellos estrechos y territorios en nombre de la reina.
Poco después, sabedor el virrey del Perú del paso de Drake por el Estrecho de Magallanes, envió en 1579 una expedición capitaneada por Pedro Sarmiento de Gamboa para explorar aquel territorio y averiguar si los ingleses habían establecido alguna población allí. Sarmiento, aunque no encontró ninguna población, escuchó historias de los nativos sobre el paso de unos barbudos contra los que habían guerreado y supo que dos ingleses vivían entre ellos.
En esa misma época el escritor Richard Hakluyt planteó enviar al pirata Thomas Clarke para hacerse con el Estrecho de Magallanes, el cual sería poblado con cimarrones transportados por Drake desde Panamá.
Tras estos primeros planes y tomas de posesión, los ingleses siguieron merodeando por la región, sin embargo, hubo que esperar hasta 1670 para encontrar otra toma de posesión de un territorio patagónico por su parte. El 25 de marzo de ese año el marino John Narborough llegó a Puerto Deseado, en la moderna provincia argentina de Santa Cruz, y tomó posesión de él. El relato que nos ha llegado sobre lo sucedido dice así: “...este día tomo posesión de este puerto y río de Puerto Deseado, y de toda la tierra de este país, en ambas orillas, para uso de Su Majestad el Rey Carlos Segundo, de Gran Bretaña y sus herederos”.
Sin embargo, otros testimonios de compañeros de Narborough divergen sobre esto. Un miembro de la expedición tomado prisionero en Valdivia diría que no solo se tomó posesión de Puerto Deseado, sino de todo el territorio al sur de este punto. En cambio, Richard Williams, otro miembro de la expedición, diría que se tomó posesión de todos los territorios desde el Río de la Plata hasta el Estrecho de Magallanes. Sea como fuere, luego Narborough continuó su viaje hacia el sur, llegando a Puerto San Julián en abril. Allí permaneció los meses de invierno y el 26 de agosto tomó posesión de aquel lugar para el soberano “Carlos Segundo y sus herederos”.
A continuación, Narborough siguió su navegación hacia el sur y entró en el Estrecho de Magallanes, donde, según el proyecto de la expedición, debería tomar posesión de la isla de Isabela, la Elizabeth de Drake, aunque no nos consta que lo hiciera. Tras esto, abandonó el estrecho y navegó hacia el norte en paralelo a la costa chilena.
El día 30 de noviembre, de camino hacia Valdivia, Narborough llegó a una isla situada no muy lejos de la isla Guamblin, y, al no encontrarla en ningún mapa, la bautizó con su nombre y tomó posesión de ella para el rey y sus herederos. Luego Narborough se dirigió a Valdivia pero al no poder actuar contra aquella posición, emprendió el regreso a Inglaterra.
Más adelante, y durante los siguientes años, llegaron a las autoridades españolas numerosas informaciones sobre nuevas expediciones inglesas y sobre supuestas colonias establecidas en la isla de Chiloé y en el Estrecho de Magallanes. Así, entre 1674 y 1676, Jerónimo Díaz de Mendoza, Bartolomé Diez Gallardo, Antonio de Vea y Pascual de Iriarte fueron enviados para explorar aquellas regiones, pero no encontraron rastro de asentamientos ingleses.
Con posterioridad a esto, los marinos ingleses continuaron visitando las islas y costas patagónicas durante los siguientes decenios, lo que llevó a la aparición a mediados del siglo XVIII de nuevos rumores e informaciones sobre posibles asentamientos allí, lo que provocó a su vez el envió de nuevas expediciones españolas para comprobarlo.
Tras esto, y en fechas tan tardías como mediados del siglo XIX, aún tenemos pruebas de que la ambición inglesa sobre aquellos territorios seguía viva. Así, en 1849 y 1850 se presentaron dos proyectos para la colonización inglesa de la Patagonia. En el primero, el que mejor conocemos, un tal Peter Simmonds proponía poblar Golfo Nuevo, en la moderna Provincia del Chubut, aunque las autoridades de su país no le prestaron demasiada atención ya que el territorio era reclamado por los argentinos.
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jueves, 21 de septiembre de 2023
EL ATAQUE HOLANDÉS A AMÉRICA DE 1615 (III): MÉXICO
Como vimos en otros videos, en agosto de 1614 una flota holandesa puso rumbo a Brasil. Allí tuvieron varios enfrentamientos con los indios y los portugueses del lugar. Luego siguieron hasta el Estrecho de Magallanes, el cual atravesaron, llegando al Pacífico en mayo de 1615. A continuación incursionaron en varios lugares de Chile, incluido Valparaíso, para luego dirigirse a Perú. En aguas del virreinato, entre julio y agosto, vencieron a una flota española en la batalla naval de Cañete, atacaron El Callao e incendiaron Paita, tras lo cual pusieron rumbo hacia el norte, llegando a aguas de Nueva España, el actual México, el día 20 de septiembre.
Durante los siguientes días el viento azotó a la flota holandesa, lo que les imposibilitó acercarse a tierra. El día 3 de octubre ya estaban a la altura de Acapulco. A continuación intentaron desembarcar en sus proximidades, pero el fuerte oleaje se lo impidió. Hubo que esperar hasta la tarde del día 11 para que los holandeses anclaran frente a Acapulco. Al verlos parte de los defensores huyeron al monte, lo que no impidió que la pequeña guarnición restante, capitaneada por Gregorio de Porras, abriera fuego con sus cañones desde la fortaleza.
Sin embargo, los holandeses no respondieron violentamente y enviaron una barca con una bandera blanca en señal de paz. Los españoles se aproximaron a ella y prometieron proveerles de víveres. Los holandeses, que estaban dispuestos a tomar los víveres a la fuerza, se sorprendieron por esto. Una explicación a este ofrecimiento es que los españoles esperaban así evitar la destrucción del pueblo y ganar tiempo mientras llegaban socorros desde México, ya que no habían tenido tiempo para fortificar Acapulco suficientemente pese a estar precavidos desde hacía semanas.
Al día siguiente los holandeses acordaron con los españoles entregar a sus prisioneros tomados en Perú a cambio de ganado y alimentos. Durante aquella jornada, al tiempo que algunos holandeses desembarcaron para proveerse de agua y leña, varios españoles visitaron amigablemente los navíos holandeses. En el transcurso de los siguientes días continuaron aquellas relaciones amistosas, hasta que el día 18 la flota holandesa zarpó y siguió su travesía.
Tras conocer la visita de los holandeses a Acapulco, el virrey de Nueva España, Diego Fernández de Córdoba, alertó a todos los puertos del Pacífico novohispano, haciendo lo propio con Filipinas, a donde se sospechaba que irían los holandeses.
Después de dejar Acapulco, los holandeses avistaron un navío español el día 25. Al día siguiente encontraron al barco anclado muy cerca de la playa de Zacatula, por lo que el almirante holandés decidió enviar varios botes para capturarlo. Al tiempo que se aproximaban, parte de la tripulación huyó a tierra, mientras que el resto abrió fuego, lo que no impidió que el navío fuera capturado junto a varios tripulantes y pasajeros. Al comprobar que la nave estaba bien armada, los holandeses decidieron dotarla de una tripulación y sumarla a su flota con el nombre de La Perla.
Más tarde, tras una lenta navegación, anclaron frente a Salagua el 10 de noviembre. Lo primero que hicieron fue enviar exploradores a tierra, los cuales encontraron huellas soldados, por lo que regresaron a sus naves. A continuación enviaron a tierra a un prisionero con una carta expresando que su único propósito era conseguir víveres, pero nadie apareció para recibirla.
Al día siguiente los holandeses enviaron una tropa a tierra, pero con banderas blancas en sus barcas, sin embargo los españoles, capitaneados por famoso explorador Sebastián Vizcaíno, salieron del bosque y les atacaron. Tras un primer momento de confusión, los holandeses contraatacaron e hicieron huir a los españoles después de causarles muchos muertos. Después de esto, temiendo que los españoles regresaran, los holandeses volvieron a sus naves.
Sin embargo, esto difiere de la versión dada por Vizcaíno al virrey en una carta. Según él, fueron los holandeses los que huyeron, pero cuando estos recibieron refuerzos desde sus naves y los españoles se quedaron sin municiones, ordenó retirarse, para, a continuación, reorganizar sus fuerzas por si tuvieran que enfrentarse a ellos al día siguiente o seguirlos hasta el Puerto de la Navidad.
A continuación, Vizcaíno informó de que en la batalla habían caído muchos enemigos y que habían sido capturados varios pechilingas, nombre que se daba a los corsarios holandeses en aquella época. Por último, Vizcaíno acababa su carta diciendo que junto a ella enviaba las orejas de algunos holandeses.
Sea como fuere, tras la batalla la flota holandesa se retiró a la cercana bahía de Santiago y luego, el día 15, levaron anclas y se dirigieron al Puerto de la Navidad, a solo unas millas de Salagua, donde esperaban conseguir víveres. El 17 una importante tropa de holandeses desembarcó y encontró el lugar vacío, lo que aprovecharon para proveerse de agua. Luego el almirante holandés mandó a un enviado a los indios del lugar para conseguir de ellos aves y frutas, lo cual consiguió.
Tras proveerse de todo y sabiendo que los españoles de Salagua les estaban buscando, los holandeses zarparon el día 20, llegando el 24 al cabo Corrientes. De allí decidieron ir al cabo San Lucas, en la Baja California, donde esperaban encontrar algún barco español llegado de las Filipinas, aunque luego cambiaron de opinión y determinaron abandonar por fin las aguas americanas y cruzar el Pacífico hasta las islas de los Ladrones. Desde allí viajarían a las Filipinas y al resto de las Indias Orientales, para regresar a Holanda a través del Cabo de Buena Esperanza, pero esa es otra historia.
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viernes, 8 de septiembre de 2023
EL ATAQUE HOLANDÉS A AMÉRICA DE 1615 (II): PERÚ
Como vimos en otro video, en 1614 una flotilla holandesa navegó a Brasil, donde tuvo varios enfrentamientos con los portugueses y con los indígenas del lugar. Luego cruzó el Estrecho de Magallanes, del cual salió a principios de mayo de 1615. Después de una escala en isla Mocha, los holandeses incursionaron en isla de Santa María, en la bahía de Concepción, en Valparaíso y en Papudo. Luego se dirigieron a Arica, aunque al no encontrar los transportes que debían llevar la plata de Potosí a Panamá, decidieron seguir su travesía.
Tras dejar Arica a principios de julio los holandeses se adentraron en aguas del actual Perú. El día 10 los encontramos vigilando a un navío español que habían avistado y el cual creyeron que les espiaba. El día 12 los holandeses ya estaban a la altura de San Vicente de Cañete, cerca de donde fondearon. El 14 una pequeña tropa intentó desembarcar, siendo de inmediato atacados por la infantería y la caballería española. Tras este pequeño combate, los holandeses intentaron seguir su navegación, pero la ausencia de viento se lo impidió.
El día 16 vieron un mercante y lo asaltaron con sus botes. Tras tomar prisioneros a sus tripulantes y robar el cargamento, hundieron la nave. Aquella misma noche avistaron a la escuadra que les había estado buscando desde hacía meses, la cual tenía por general a Rodrigo de Mendoza, sobrino del virrey del Perú, y por almirante a Pedro Álvarez del Pulgar. La escuadra española, que había partido de El Callao hacía poco, había sido reforzada con nuevos buques y ahora para buscar nuevamente a los holandeses contaba con siete poderosas naves, u ocho, según algunos relatos.
El día 17 las cinco naves holandesas y las siete u ocho españolas se fueron aproximando. En la noche, según el relato holandés, su almirante envió a Mendoza un mensaje advirtiéndole del peligro de que atacara en medio de la oscuridad. A pesar de ello, Mendoza abrió primero fuego de fusilería y luego con sus cañones, a lo que los holandeses respondieron.
Al principio el combate se produjo entre estas dos naves, pero luego, siempre que el viento lo permitía, se fueron sumando los demás barcos, produciéndose en ocasiones descargas de artillería a muy poca distancia. En una de estas acciones, el navío holandés Jager hundió al español San Francisco, aunque luego el Jager, al ser acosado por otros buques españoles, debió ser socorrido por varias lanchas holandesas.
Durante la noche dos de los barcos holandeses, el Aeolus y el Morgenster, se separaron del resto y esto fue aprovechado por Mendoza, que al amanecer del día 18 los atacó, aunque ambos buques resistieron la acometida española. Luego, las naves almiranta y capitana holandesas dieron alcance a sus homólogas españolas, produciéndose a continuación un fuerte combate entre ellas, siendo los españoles los que se llevaron la peor parte al ser acribillados por el fuego holandés, aunque según relataría luego el virrey, a punto estuvieron los españoles de capturar a la almiranta holandesa. Tras esta y otras refriegas que se prolongaron durante todo el día, incluido algún abordaje, la armada virreinal se retiró.
Sin embargo, los holandeses no cejaron en su empeño y les persiguieron, consiguiendo alcanzar a la almiranta española, la Santa Ana, la cual se rindió debido a los graves daños que tenía. Aunque los holandeses intentaron salvar el maltrecho buque, aquella noche se hundió. A la mañana siguiente algunos de los náufragos españoles fueron rescatados, aunque un buen número fueron asesinados. Mientras, el resto de la flota española, destrozada y con muchas bajas, consiguió refugiarse en los puertos peruanos. Según algunas estimaciones los españoles habrían perdido cerca de 500 hombres, incluidos varios miembros de las más importantes familias limeñas.
Tras la batalla, los holandeses navegaron hacia la isla de San Lorenzo y luego, el día 21, se colocaron frente a El Callao. En un primer momento parece que amagaron con desembarcar. Luego la artillería española les disparó, estando a punto de ser hundido el Jager. En la costa, bien atrincherados, les esperaban 2.000 infantes y 500 jinetes españoles, 1.200 negros y mulatos, y varios cientos de indios, todos ellos capitaneados por el mismísimo virrey Juan de Mendoza, el cual había ordenado fortificar también Lima mientras él dirigía la defensa de El Callao en persona.
Los holandeses respondieron a los cañones españoles y dispararon hacia El Callao, pero ante la buena defensa del lugar decidieron alejarse algunas millas, aunque permanecieron en sus inmediaciones varios días con la esperanza de capturar alguna nave española, consiguiendo solo apresar un pequeño barco de poco valor. Finalmente, el día 26 desistieron y comenzaron a navegar hacia el norte.
Aquella misma tarde varias lanchas holandesas capturaron un navío español cuyos tripulantes huyeron a tierra. Este navío fue dotado de una tripulación y formó parte desde ese momento de su flota. A continuación se dictaron ordenes en caso de encontrarse con la Flota de Panamá, siendo estas las de atacar con la artillería pero guardando las distancias y no abordar las naves salvó que el almirante así lo ordenara.
El día 28 llegaron a Huarmey, cuya población había huido. Allí desembarcaron tropas holandesas, las cuales estuvieron saqueando lo que pudieron y consiguiendo víveres. En Huarmey, ante la pasividad de la caballería española, permanecieron algunos días cerca de las ruinas de su castillo preincaico. Finalmente, el 3 de agosto, tras la liberación de algunos prisioneros, o tras su fuga según otros relatos, los holandeses zarparon.
Luego pasaron por Santa, Trujillo, Chérrepe y el puerto de Zaña, pero al no encontrar nada en esos lugares, siguieron su travesía. El día 6 pasaron cerca de la isla de Lobos de Tierra, donde persiguieron sin éxito un barco, y el 8 anclaron cerca de Paita.
Al día siguiente 300 holandeses desembarcaron, pero tras encontrarse a los españoles bien atrincherados y tras producirse algunas escaramuzas, decidieron reembarcar para evitar perder muchos hombres. Luego tres de las naves holandesas se acercaron a Paita y bloquearon el puerto. El día 10 una numerosa tropa de mosqueteros volvió a desembarcar al tiempo que los buques bombardeaban el pueblo. Cuando cesó el bombardeo las tropas entraron en Paita, la cual encontraron vacía. A continuación la incendiaron y regresaron a sus naves.
Los siguientes días la flota holandesa permaneció en las cercanías de Paita esperando la llegada de barcos desde Panamá. Por fin, el día 21 de agosto, tras liberar a la mayor parte de sus prisioneros, los holandeses zarparon hacia el norte. El 23 fondearon frente al río Tumbes. De allí pusieron rumbo a la isla del Coco, camino de la cual avistaron un barco, aunque no consiguieron atraparlo.
De su paso por el golfo de Guayaquil tenemos varias noticias. La primera es que teniendo noticias en Quito de la inminente llegada de los holandeses a aguas de la Real Audiencia se reunieron tropas y se enviaron a Guayaquil ante la posibilidad de que fuera atacado este puerto. La segunda noticia nos la proporciona Antonio de Morga, nuevo presidente de la Real Audiencia de Quito, el cual, en una carta al rey, cuenta como en su travesía se cruzó con la flota holandesa y temió ser capturado.
La tercera noticia nos llega de El Callao. Sabedor el virrey que su sustituto a la cabeza del virreinato, el príncipe de Esquilache, había zarpado en agosto de Panamá con destino a Perú y temeroso de que fuera capturado por los holandeses, envió una flotilla capitaneada de nuevo por su sobrino para evitarlo. Finalmente, Esquilache llegó sano y salvo, mientras, Mendoza patrulló aquellas aguas en busca de los holandeses.
Estos, tras pasar cerca de la península de Santa Elena, en el moderno Ecuador, sufrieron terribles tormentas, las cuales evitaron que encontraran isla del Coco y dañaron el barco capturado un mes atrás, el cual tuvieron que abandonar. Por esa misma época se sabe que en Panamá se prepararon ante la posibilidad de un ataque, sin embargo la flota holandesa continuó su travesía y la encontramos a mediados de septiembre a la altura de Nicaragua, llegando a aguas de Nueva España, el actual México, el día 20, aunque esta parte de la expedición, la veremos en otro video.
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domingo, 3 de septiembre de 2023
EL ATAQUE HOLANDÉS A AMÉRICA DE 1615 (I): CHILE
En 1614, en mitad de la Tregua de los Doce años que en 1609 habían acordado las Provincias Unidas de los Países Bajos y la Monarquía Hispánica, los holandeses organizaron una escuadra capitaneada por Joris van Spilbergen, con la audaz misión de incursionar en la América española en su camino hacia las Molucas.
El 8 de agosto de ese año partió de las costas de Holanda una flotilla de seis naves fuertemente artilladas y que transportaban varias lanchas y más de 700 hombres, entre marineros e infantería, en su mayoría holandeses, pero con la presencia de algunos alemanes y franceses de La Rochelle. Según el diario de la expedición, tras una escala en el sur de Inglaterra, a mediados de septiembre los holandeses zarparon rumbo sur, llegando a finales de octubre a las islas de Cabo Verde.
De allí se dirigieron a las costas de Brasil, a donde llegaron a mediados de diciembre. A continuación fondearon en isla Grande, cerca de Río de Janeiro para tomar provisiones. Mientras hacían esto fueron atacados por los portugueses, una de las tripulaciones intentó amotinarse, capturaron una nave española y volvieron a ser atacados, esta vez por indios.
Ya en enero de 1615, zarparon y llegaron a San Vicente, donde primero comerciaron con los portugueses y luego fueron atacados por estos y por los indios de la zona. Como represalia, los holandeses incendiaron la iglesia del lugar. Luego capturaron un barco, lo saquearon y lo quemaron. Finalmente zarparon a principios de febrero. Días después llegaron al Río de la Plata y el 1 de marzo estaban en el golfo de San Jorge.
El día 8 los holandeses llegaron a la entrada del Estrecho de Magallanes. Allí sufrieron tormentas, un intento de motín y la deserción de una de las naves. Luego, tras casi dos meses de navegación en los que vieron indios de gran altura y caníbales, atravesaron el estrecho, llegando el 6 de mayo al Mar del Sur, es decir, al océano Pacífico.
Continuaron la navegación hacia el norte y el día 26 desembarcaron en isla Mocha, donde sus habitantes, enemigos de los españoles, les aprovisionaron de víveres y ganado, incluido un guanaco, a cambio de hachas, chuchillos y otros objetos, como señala, entre otros, el cronista Diego de Rosales.
Desde Mocha navegaron hacia la isla de Santa María, donde desembarcaron poco después. De inmediato el corregidor de la isla, al tiempo que fingía tener relaciones cordiales con ellos, envió varios hombres a Concepción a dar la voz de alarma. En Santa María, o en Mocha según otras versiones, supieron los holandeses que galeones españoles esperaban su llegada desde hacía meses y los estaban buscando, ya que incluso desde antes de su partida de Holanda había noticias sobre la expedición en España y en las Indias.
El día 30 apareció una tropa de españoles y los holandeses reembarcaron. Pero al día siguiente una tropa de 300 de ellos desembarcó en la isla. Al verlos los españoles incendiaron la iglesia del lugar, un almacén de trigo y se retiraron. A continuación, mientras los holandeses tomaban provisiones, se produjeron varias escaramuzas. Luego, antes de reembarcarse, los holandeses quemaron las casas del pueblo.
Tras esto los holandeses decidieron ir en busca de los galeones que les buscaban a ellos y para eso se dieron instrucciones exhaustivas de que hacer en caso de un combate naval. Después de anclar dos días frente a Arauco, el 3 de junio llegaron a la bahía de Concepción. Según los testimonios españoles, en Concepción se comenzó a preparar la defensa con trincheras y se reunieron 900 españoles y 300 indios aliados de los alrededores.
Finalmente, aunque los holandeses permanecieron allí varios días, no desembarcaron y se dirigieron al norte, a Valparaíso. Según Diego de Rosales los holandeses se habrían retirado ante la presencia del gobernador Alonso de Ribera, famoso por sus campañas en Flandes y Francia, sin embargo, el miedo quizás no fue tal si tenemos en cuenta que es posible que los holandeses incendiaran las casas de isla Quiriquina.
El día 11 realizaron un desembarco de reconocimiento cerca de Valparaíso. Luego fueron a Concón en busca de los galeones españoles. Allí fueron avistados y para evitar que capturaran un mercante, los mismos españoles le prendieron fuego. A pesar de ello, los holandeses intentaron capturar el navío y salvarlo, pero fueron disparados desde tierra y el barco fue irrecuperable.
A continuación, los holandeses desembarcaron en Valparaíso, donde la infantería y la caballería española, que habían prendido fuego a las casas, les esperaban en formación de batalla. Aunque los holandeses avanzaban para intentar trabar combate y sus barcos disparaban, los españoles, capitaneados por Juan Pérez de Urasundi, se retiraban y evitaban la confrontación, por lo que finalmente los holandeses decidieron reembarcar y dirigirse al puerto de Papudo, aunque creyeron que era el de Quintero.
A Papudo llegaron el día 13, donde desembarcaron para aprovisionarse de agua. Según el relato holandés apareció la caballería española, pero esta no quiso combatir con ellos. A continuación, los holandeses, antes de zarpar el día 17, liberaron a varios prisioneros traídos desde Brasil y Santa María. Según la documentación española, en aquel puerto los holandeses sufrieron la deserción de tres soldados.
Más tarde, el 2 de julio, los holandeses llegaron a Arica, puerto con buenas defensas pero con una guarnición mal armada. Según las noticias de la época, ante la inminente llegada de los holandeses, se ordenó que los cargamentos de plata se detuvieran a varias leguas de la ciudad, para evitar así ser capturados por los enemigos. Además, se sabe que el “presidente de los Charcas”, Diego de Portugal, envió numerosas fuerzas.
Podemos leer en la documentación ariqueña que el día que fueron avistados los navíos holandeses todos los hombres y muchas mujeres se prepararon para el combate. Sea por la defensa de Arica o porque no encontraron a los barcos que transportan la plata de Potosí hasta Panamá, los holandeses decidieron continuar su navegación. De este modo acabó la travesía holandesa por aguas del actual Chile. A continuación, como veremos en otro video, continuaron sus correrías por costas peruanas.
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jueves, 24 de agosto de 2023
1829, LA GRAN COLOMBIA ATACA A PERÚ
Es poco conocido que en 1829, como consecuencia de la guerra entre Perú y la Gran Colombia, las autoridades de este último país enviaron un buque a aguas peruanas para atacar a sus enemigos en una audaz expedición que duró varias semanas.
En julio de 1828, aunque hacía pocas semanas que Perú había declarado la guerra a la Gran Colombia, Simón Bolívar ordenó que se suspendieran las expediciones de patentes de corso hasta que la ordenanza que regulaba esta práctica se volviera más estricta.
Sin embargo, meses más tarde, después de que los peruanos bloquearan Guayaquil con su armada y de que ocuparan algunos territorios meridionales de la Gran Colombia, lo que hoy es el sur de Ecuador, sabemos que el Libertador trató de restablecer el corso.
Así, en una carta fechada el 8 de febrero de 1829 el ministro Estanislao Vergara, tras saber que Bolívar quería reinstaurar el corso, le advirtió de varios inconvenientes, entre ellos los conflictos que podrían surgir si se capturaban buques de países neutrales. Poco después, el día 15, el ministro Rafael Urdaneta escribió a Bolívar para decirle que la goleta Istmeña, conocida por los peruanos como Tipuani, había sido armada en Panamá y estaba lista para navegar por el Pacífico.
Sabedores los peruanos de las intenciones colombianas, actuaron. De este modo, el francés Hipólito Bouchard, comandante general de la escuadra peruana, ordenó el 4 de marzo a José Boterín que incursionara en el puerto de Panamá con los bergantines Arequipeña y Congreso para que capturara o incendiara a la Istmeña.
Mientras que los peruanos navegaban hacia el norte, la Istmeña, capitaneada por el inglés Juan Unsworth, abandonó Panamá el 23 de marzo. Poco después capturó frente al puerto colombiano de Tumaco al bergantín inglés John Cato y lo envió a Panamá. En Tumaco el capitán de la Istmeña fue informado de la victoria colombiana sobre los peruanos en la batalla de Tarqui del 27 de febrero. Días más tarde, el 7 de abril, cuando los peruanos llegaron a Panamá no encontraron a la Istmeña, pero si al John Cato, el cual capturaron.
Mientras tanto, la Istmeña llegó al Golfo de Guayaquil. Allí, según explicó Unsworth, decidió seguir su expedición al saber que la guerra continuaba. Sin embargo esto no es del todo cierto, ya que tras la batalla de Tarqui se firmó el Convenio de Girón, que en la práctica significó el final del conflicto.
A continuación la Istmeña navegó hacia el sur. El día 23 los colombianos avistaron una balsa peruana llamada Mercedes, que se dirigía de Guayaquil a Sechura. Según la declaración posterior del capitán de la Mercedes, ese día avistó dos barcos y al día siguiente uno de ellos, cerca del Rincón de Plateros, les disparó dos cañonazos, luego les abordaron y saquearon su cargamento.
Por último, finalizaba el capitán de la Mercedes su declaración diciendo que a estos dos buques colombianos al día siguiente se unió un tercero a la altura de Máncora, aunque sobre la identidad de los dos barcos que estaban junto a la Istmeña no tenemos información.
Al día siguiente, el 25, la Istmeña intentó capturar frente a Paita al mercante peruano General La Mar. Según el capitán de esta nave los colombianos dispararon varios cañonazos y les persiguieron sin éxito. Esto se lo contó el capitán del General La Mar días después a Boterín, el cual, tras abandonar Panamá, seguía buscando a la Istmeña.
Por los mismos días y en la misma zona la Istmeña capturó a la goleta Joaquina. Sobre este barco tenemos noticias de que aún en 1853 había pendiente una reclamación por su captura. En esas fechas, tras conocer Bouchard que la Istmeña operaba en la costa norte de Perú, envió en su búsqueda a la corbeta Pichincha y a la goleta Guayaquileña.
Días más tarde, el 4 de mayo, cerca de Lambayeque la Istmeña capturó un barquito y lo envió a Panamá. Según la declaración de los testigos, los colombianos, casi sin agua, tenían intención de ir al sur, a Pacasmayo, y surtirse allí. Ante la posibilidad de un desembarco en este punto, Luis José de Orbegoso, futuro presidente de Perú, armó a civiles para enfrentarse a los corsarios.
A continuación, la Istmeña capturó en el puerto de Lambayeque al buque de guerra peruano Rímac, el cual fue rebautizado como Tarqui y entregado al segundo comandante de la Istmeña, Juan Miguel Labarriere, para que lo llevara a Panamá.
Poco más tarde, tenemos noticias de que salieron de Paita las naves peruanas Adela y Peruviana en busca de la Istmeña. Días después, el 17, Unsworth escribió que habían tenido que hacer aguada en Cabo Blanco, al norte de Perú, y que a continuación se dirigiría a Panamá, a embarcar más marineros, ya que andaba escaso de ellos. De este modo acababa la expedición de la Istmeña en aguas de Perú, durante la cual consiguió varias presas al tiempo que burlaba a sus perseguidores.
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jueves, 17 de agosto de 2023
1858, CHILE AYUDA A PARAGUAY CONTRA ESTADOS UNIDOS
Como vimos en otro video, en la década de 1850 las relaciones entre Estados Unidos y Paraguay se agriaron, primero por un incidente con el cónsul Edward Hopkins en 1854 y luego con el navío “Water Witch” un año después. De inmediato sobrevoló la posibilidad de atacar Paraguay y los Estados Unidos presentaron reclamaciones por esos incidentes, sin embargo, todo se enfrió durante los siguientes meses.
Pero a finales de 1857 el presidente James Buchanan revivió el asunto. Durante el mensaje anual al Congreso Buchanan dijo que Paraguay se había negado a ratificar el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, que Paraguay se había apropiado de bienes de ciudadanos norteamericanos y que los paraguayos habían atacado al “Water Witch” y matado a uno de sus tripulantes. Y concluía el presidente diciendo que las reclamaciones se harían con espíritu firme pero conciliador, lo cual será más probable que suceda si el Ejecutivo tiene autoridad para utilizar otros medios en caso de una denegación.
Semanas más tarde, en marzo, Francisco Solano López, Brigadier y General en Jefe del Ejército Nacional e hijo del presidente de Paraguay, manifestaba en su correspondencia que era conocedor de las palabras poco amistosas de Buchanan sobre Paraguay. En abril López sospechaba que un vapor estadounidense mandado por el antiguo comandante del “Water Witch” podría llegar a Paraguay para provocar algún incidente.
Luego, entre abril y mayo en Estados Unidos se discutió sobre las medidas a tomar contra Paraguay y a principios de junio Buchanan obtuvo permiso de las cámaras estadounidenses para usar la fuerza contra Paraguay.
Casualmente, poco después, Francisco Solano López escribía que el “desenvolvimiento cualquiera de fuerzas en el Río de la Plata por parte de Estados Unidos, arrastrará consecuencias fatales...”.
Ya en septiembre, por varias cartas sabemos que López era conocedor de que “el Senado y la Cámara de Representantes habían autorizado al Presidente a hacer uso de la fuerza para el arreglo de la cuestión paraguaya”. Y añadía: “los yankees siempre fieles al viejo sistema cuidando de hacer sentir la fuerza del cañón antes que la de la razón y la justicia”. En otra carta López incluso mencionaba la llegada de una flota de guerra.
Estas informaciones de López solo quedaron confirmadas días después, cuando el Gobierno chileno aportó más datos, que sin duda ayudaron a los paraguayos a prepararse para enfrentarse a los estadounidenses. Así llegamos al 29 de septiembre, cuando Jerónimo Urmeneta, Ministro de Relaciones Exteriores chileno, escribió a su homólogo paraguayo, Nicolás Vázquez, para comunicarle unas informaciones confidenciales llegadas desde los Estados Unidos.
Según Urmeneta el Gobierno de Chile había recibido comunicaciones confidenciales fechadas el 19 de agosto según las cuales “se estaba preparando en los puertos de la Unión una expedición naval para obrar contra el Paraguay”.
Proseguía Urmeneta diciendo que “la fuerza de la expedición debe componerse de seis u ocho buques de poco calado, para poder remontar los ríos, pero armados de muchos y pesados cañones, y tripulados con un gran número de marineros y de tropa de desembarque para obrar en tierra”. Sin embargo, en este punto las informaciones chilenas eran inexactas, pues la escuadra que los Estados Unidos estaban preparando para atacar Paraguay era mucho mayor. La escuadra estadounidense, comandada por el Comodoro William Shubrick, estaba en realidad compuesta por 19 naves, 200 cañones y 2.500 hombres.
En su carta Urmeneta seguía diciendo que “aunque se espera que esto no pase de una simple amenaza para obtener las reparaciones que ese Gobierno exige […], sin embargo en ello habrá un principio de guerra declarada de hecho contra una República Hermana, lo cual es un motivo de sincero pesar para mi Gobierno”.
A continuación, Urmeneta comunicaba que se esperaba que la expedición zarpara en seis semanas, aunque en realidad lo hizo el 17 de octubre, ocho semanas después de la fecha de la comunicación confidencial. Asimismo, adjuntaba una traducción del documento que daba permiso a Buchanan para emplear la fuerza contra Paraguay.
Por último, termina Urmeneta diciendo que su “Gobierno ve con sentimiento las próximas calamidades con que la guerra amenaza a esa República; y para prevenirlas en cuanto esté de su parte, me ha ordenado dirigir a Vuestra Excelencia este aviso, de una manera confidencial,...”.
Semanas más tarde, en octubre, Francisco Solano López, no sabemos si conocedor ya de las informaciones chilenas, escribía que “las noticias aquí adquiridas de los Estados Unidos, no son pacíficas; se dá como hecho la partida de una escuadrilla de vapores de guerra americanos al mando del Teniente Page para nuestras aguas”.
A principios de diciembre, el Semanario de Avisos publicaba noticias de la prensa de Nueva York sobre la flota enviada a Paraguay. Poco después, Nicolás Vázquez hizo acuse de recibo de la carta de Urmeneta y le agradeció la información proporcionada. Días más tarde, el día 18, la escuadra estadounidense llegó al Río de la Plata.
Poco antes los paraguayos, ya conocedores de las informaciones chilenas y de la prensa estadounidense, empezaron a dar señales de comenzar a prepararse contra el ataque estadounidense. El día 16 el presidente Carlos Antonio López y su hijo, a bordo del vapor “Tacuarí”, visitaron el Campamento General de Humaitá.
El 5 de enero de 1859, cuando parte de la escuadra estadounidense ya se dirigía a Paraguay, el Comandante Pantaleón Balmaceda informaba sobre como estaba acelerando los trabajos de la fortificación de Humaitá para, como dijo, “una vigorosa defensa de la República”.
Luego, a partir del día 6, podemos ver varias ordenes del presidente López para reunir a artilleros licenciados o retirados y enviarlos a Humaitá. Asimismo hay ordenes para reclutar grupos de hombres, de entre 15 y 40 años, y enviarlos también a Humaitá. Incluso, en una comunicación del día 18 podemos leer que si no se podría “llegar a una conciliación honrosa, el Gobierno de la República se verá forzado á emplear el tremendo recurso de las armas”.
Sin embargo, todos estos preparativos no hicieron falta, pues paraguayos y estadounidenses llegaron a un arreglo gracias a la mediación de Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina.
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viernes, 11 de agosto de 2023
LOS CONQUISTADORES HÚNGAROS DE AMÉRICA
Aunque la exploración, conquista, colonización y evangelización de la América española fue llevada a cabo principalmente por castellanos, junto a ellos aparecen otras nacionalidades, como griegos o alemanes, no obstante, es la presencia de otra minoría, la de los húngaros, la que llama la atención por ser poco conocida.
Dejando a un lado la supuesta presencia de un húngaro en la expedición de Leif Erikson a Vinlandia a principios del siglo XI, la primera noticia sobre la posible presencia de un húngaro en América nos la proporciona Hernán Cortés en 1520. En octubre de ese año Cortés, en una carta al emperador Carlos V, menciona que varios miembros de su expedición pretendieron amotinarse, tomar una nave e ir a Cuba. Entre ellos cita al piloto Gonzalo de Ungría, al que castigó cortándole un pie.
Aunque no sabemos nada sobre el origen de Gonzalo de Ungría, podríamos suponer por su apellido que tuviera un origen húngaro. Sin embargo, varios cronistas como Bernal Díaz del Castillo o Francisco López de Gómara se refieren a él como Gonzalo de Umbría, con lo que podríamos pensar en un error de Cortés o de los cronistas al escribir su nombre.
Tiempo después, en un documento referente a la conquista de Nueva España fechado en junio de 1521 encontramos varias menciones a un tal Unbría o Ungría, criado de Cortés, del que nada más sabemos.
Años más tarde, en 1526, el veneciano Sebastián Caboto dirigió una expedición que llegó hasta el Río de la Plata y exploró durante los siguientes años el río Paraná, llegando hasta el río Paraguay. En dicha expedición encontramos al marinero húngaro Boso de Araguz, también llamado, entre otros nombres, Bozo de Ragoza. Este último nombre ha hecho pensar que fuera natural del puerto de Ragusa, en la moderna Croacia, y que por tanto él fuera croata, sin embargo en un documento de la época se dice claramente que era natural del reino de Hungría. Sobre su papel en la expedición apenas tenemos información y solo sabemos con certeza que logró regresar a España y que en 1530 se encontraba en Madrid.
Años después, en 1546, encontramos a otro posible húngaro, esta vez en Perú. En esas fechas, durante la revuelta contra la corona española de Gonzalo Pizarro, este se encontraba en Quito. Allí, según varios cronistas, Pizarro andaba con la mujer de un tal Pedro Frutos, por lo que o bien él o bien la mujer, ordenaron matarlo, para así poder estar juntos. El encargado de hacerlo fue Vicencio Pablo, al que los cronistas Agustín de Zárate y Pedro Gutiérrez de Santa Clara llaman “ungaro”, aunque este último y Diego Fernández de Palencia también dicen que pudiera ser griego.
A continuación, tras el asesinato de Frutos, Vicencio Pablo se embarcó hacia España, donde las autoridades, sabedoras de su crimen, lo encarcelaron, siendo ejecutado y descuartizado en Valladolid en 1551. Curiosamente, en varios documentos referentes a su proceso judicial no se le llama húngaro o griego, sino natural de Córcega.
En esa misma época, también en Perú, encontramos a tres húngaros más entre las tropas de Gonzalo Pizarro. Tras la derrota de este en 1548, cientos de sus hombres fueron juzgados por las autoridades españolas, entre los cuales encontramos a los húngaros Juan Mateo, Lucas Ungaro y Mateo Ungaro.
Aunque desconocemos datos sobre que hicieron durante la conquista del Perú y durante la rebelión de Gonzalo Pizarro, según un documento fechado hacia 1550 los tres fueron condenados por el Licenciado Andrés de Cianca por traidores, siendo condenados a la perdida de sus bienes, al destierro a perpetuidad a España y a servir en las galeras por el resto de sus vidas, además a Juan Mateo se le condenó a recibir cien azotes y a Lucas Ungaro doscientos.
Tras ellos conocemos a varios individuos apellidados Ungaro o Ungría, aunque desconocemos sus orígenes. Más tarde, entre finales de siglo y comienzos del siguiente, encontramos a Manuel de Ungría, oidor de la Audiencia de Guatemala, que, aunque nacido en España, sabemos que tenía antepasados húngaros.
A continuación, durante los siglos XVII y XVIII, encontramos en crónicas y archivos los nombres de varios jesuitas húngaros que ejercieron en América. De ellos podemos citar a János Rátkay, que llevó a cabo su actividad misionera en Nueva España en el tercer cuarto del siglo XVII; a Carlos Brentano, activo en la primera mitad del siglo XVIII en la amazonía, llegando a ser Provincial de Quito; a Ladislao Orosz, maestro en los años centrales del mismo siglo en Córdoba del Tucumán; a Francisco Javier Eder, que escribió una Descripción de la Provincia de los Mojos; a Francisco Sardaeli, cura y administrador del pueblo paraguayo de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, que se vio afectado por la expulsión de la Compañía de Jesús al igual que otros compatriotas suyos como Francisco Limp.
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domingo, 30 de julio de 2023
EXILIADOS CONFEDERADOS EN ARGENTINA
Se sabe que tras el final de la Guerra Civil Americana varios miles de excombatientes confederados abandonaron el país con destino a México, Brasil u Oriente Próximo, sin embargo es poco conocido que en Argentina se instalaron ocho, aunque es posible que fueran muchos más.
Los primeros confederados de los que hablaremos fueron cuatro oficiales que formaron parte de la tripulación del famoso CSS Shenandoah. En octubre de 1864 esta nave confederada partió de Londres, recorrió el Atlántico, entró en el Índico y se dirigió a Australia, luego entró en el Pacífico y fue hacia el norte, hasta los mares de Ojotsk y Bering, para luego descender hasta aguas de México, donde a principios de agosto de 1865 descubrieron que la guerra había acabado hacía semanas. A pesar de ello, en lugar de arribar a un puerto de Estados Unidos, decidieron regresar a Inglaterra por el Cabo de Hornos.
Finalmente el Shenandoah llegó a Liverpool el 6 de noviembre y allí fue rendido a los ingleses. En Inglaterra, según contaría años después el primer teniente del navío, William Whittle, las autoridades inglesas confinaron a la tripulación, pero al no considerar que hubieran actuado ilegalmente durante su viaje, la dejaron en libertad. En cambio, en los Estados Unidos los tripulantes del Shenandoah eran considerados como piratas y serían tratados como tal.
Entonces Whittle y tres de sus compañeros, los guardiamarinas John Mason y Orris Browne y el tercer teniente Sidney Lee, sobrino del famoso general confederado Robert E. Lee, pensaron en quedarse en Inglaterra o ir a Francia o México, aunque finalmente optaron por exiliarse en la República Argentina, donde creyeron que encontrarían mejores oportunidades.
Los cuatro marinos embarcaron a finales de enero de 1866 hacia Buenos Aires, a donde llegaron en marzo. Una vez en Argentina, y tras inspeccionar varios lugares, los cuatro marinos se asentaron en Rosario, donde compraron algunas hectáreas de terreno para el cultivo y la ganadería.
Un año después, en enero de 1867, el presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, concedió un perdón a cientos de antiguos confederados, entre ellos a Whittle y a sus compañeros. Tras esto, Brown y Mason regresaron a los Estados Unidos en mayo, haciéndolo Whittle y Lee en octubre de 1868, después de deshacerse de sus propiedades.
Pero estos no fueron los únicos tripulantes del Shenandoah que se instalaron en Argentina. En esa misma época también se instaló allí, concretamente en Santiago del Estero, el cirujano Charles Lining. En esta ciudad Lining ejerció de médico y de profesor de inglés, formando parte activa en la vida de la ciudad. Así podemos encontrarlo formando parte de varias comisiones, como la que luchó contra una epidemia de cólera en 1868. Finalmente Lining regresó a los Estados Unidos en 1874.
A continuación hablaremos de un caso curioso, el de los Page, padre e hijo que conocían Argentina ya antes de la guerra y que al finalizar esta regresaron a dicho país. El padre, Thomas Jefferson Page, fue enviado en 1853 a la Confederación Argentina por el gobierno de los Estados Unidos para explorar la Cuenca del Plata a bordo del Water Witch. Fue famoso en aquella época por casi provocar una guerra entre su país y Paraguay en 1855.
En 1861, al estallar la Guerra Civil Americana, Page regresó a Norteamérica, se unió al bando confederado y participó en la defensa de Richmond, la capital sudista. Luego fue enviado a Europa para comprar barcos de guerra y finalmente comandó el blindado CSS Stonewall, aunque este, tras una odisea por aguas europeas, no llegó a entrar en combate.
Tras acabar la guerra, Page regresó a Argentina, donde se dedicó a la ganadería en Entre Ríos. Tiempo después, durante la presidencia de Domingo Sarmiento, Page asesoró a los argentinos para la modernización de su armada y en la compra de varios buques de guerra en Inglaterra, para finalmente abandonar Argentina en 1884 e instalarse en Italia.
En cuanto al hijo de Thomas, Philip, sabemos que nació en Washington D. C. en 1847 y que en 1864, en su adolescencia, participó en la batalla de New Market. Tras el final de la guerra se asentó primero en Buenos Aires, luego en la ciudad entrerriana de Concordia, donde se dedicó a la ganadería, y más tarde en la estancia Palmar de Ubajay, también en Entre Ríos. Hay noticias de que durante la Rebelión Jordanista Ricardo López Jordán lo envió como emisario para proponer la paz al gobierno argentino y que en 1890, se vio afectado por la crisis que la deuda argentina produjo en el Banco Barings. Philip Page falleció finalmente en 1941.
Por último, el octavo confederado del que hablaremos es Hunter Davidson. En su juventud participó en la guerra entre México y Estados Unidos. Años después, durante la Guerra Civil Americana, Davidson se unió a las fuerzas navales confederadas, donde destacó por varias acciones, en especial en las que hizo uso de torpedos.
Una vez acabada la guerra, Davidson se instaló en Inglaterra y junto a Thomas Page asesoró a los argentinos en la compra de buques de guerra. En ese tiempo también sabemos que intentó sin éxito que el general confederado Beauregard se uniera al ejército argentino. En 1874 se trasladó a Argentina, donde ayudó a la modernización de su flota fluvial y fue nombrado jefe de la División Argentina de Torpedos. Luego, durante los siguientes años, reconoció, entre otros, el curso del Alto Paraná. Finalmente, en 1885, Davidson fijó su residencia en Paraguay, muriendo en Pirayú en 1913.
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viernes, 21 de julio de 2023
VENEZUELA CONTRA CHILE DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO
Durante la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile por un lado y a Bolivia y Perú por otro, varios países, de una u otra forma, se vieron salpicados por el conflicto o se inmiscuyeron en el mismo. Este fue el caso de la Venezuela de Antonio Guzmán Blanco.
Ya desde el principio de la guerra sabemos que el modo de actuar de Chile era impopular en Venezuela y en el resto de América. Por ello, el gobierno chileno presidido por Aníbal Pinto, consciente de esto, decidió en mayo de 1879 enviar a Domingo Godoy a Colombia y Venezuela con el fin de influir en la prensa de aquellos países. Sin embargo, Godoy fue capturado por los peruanos semanas después durante su travesía a Panamá y no pudo llevar a cabo su misión.
Las siguientes noticias que tenemos sobre la animadversión hacia Chile en Venezuela a causa de la guerra son de 1881. En febrero de ese año, con Lima ya ocupada por los chilenos, el presidente venezolano Antonio Guzmán Blanco, guiado por sentimientos americanistas dijo en su mensaje al Congreso las siguientes palabras:
“Nada me he atrevido a hacer oficialmente para impedir el escándalo inaudito de la guerra entre Chile, Bolivia y el Perú. He temido un desaire ofensivo a nuestra dignidad, que no hubiéramos podido vindicar por la distancia y las dificultades materiales que nos interceptan. Desgraciadamente, Chile ocupa ya a Lima, después de una gran batalla, más que grande, sangrienta. El pueblo peruano ha luchado y lucha todavía heroicamente, con honra para el patriotismo de Sur América. Os doy el pésame por la violación del gran principio de la fraternidad americana. Y como Jefe del Gobierno de Venezuela, denuncio en este documento, la reivindicación por Chile del derecho de conquista, y pido al Congreso, representante directo de la Nación, levante una protesta digna de nuestra historia, de nuestra gloria, y de la memoria del Libertador”.
Haciendo caso a esta petición, el Congreso venezolano emitió una protesta contra la actitud chilena en la que podemos leer lo siguiente: “Chile invadiendo los territorios del Perú y Bolivia, esparciendo en ellos la desolación y la muerte, pretende resucitar el absurdo derecho de conquista,...”. Y continuaba así la protesta: “en nombre del Gran Bolívar, Libertador también de aquellas infortunadas nacionalidades, protestamos con vos, solemnemente, contra la inicua y escandalosa usurpación de que son víctimas,...”.
Semanas más tarde, en abril, el Secretario General de Estado de Perú, el capitán de navío Aurelio García, dirigió un mensaje al ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela manifestando la gratitud del Perú y de su Gobierno por las palabras del presidente Guzmán Blanco ante “la inicua guerra de pillaje, devastación e incendio que Chile sostiene contra las Repúblicas del Perú y Bolivia”.
Tiempo después, en julio, el mandatario peruano, Nicolás de Piérola, dijo ante la Asamblea Nacional instalada en Ayacucho que los países de América, pese a sus simpatías, habían permanecido mudas ante la contienda del Pacífico. Sin embargo, señaló la excepción venezolana, recordó la protesta por la conducta de Chile y terminó diciendo que “la memoria de Venezuela y de su eminente jefe no pasarán para el Perú”.
Poco más tarde, el 2 de agosto, la Asamblea peruana promulgó una ley dando las gracias al Congreso y al presidente venezolano por condenar la conducta chilena.
Sin embargo, a pesar de la protesta venezolana, semanas después podemos encontrar muestras de cordialidad entre el nuevo presidente chileno, Domingo Santa María, y el presidente Guzmán Blanco. Así, con motivo de su elección como presidente, Santa María escribió en septiembre a su homólogo venezolano para comunicárselo y para expresar su deseo de fortalecer la amistad entre ambos países. A estas palabras respondió en noviembre el Guzmán Blanco en iguales términos, pero sin mencionar nada referente a la guerra.
Paralelamente a esto, en aquella época encontramos las informaciones del nuevo enviado chileno a Colombia y Venezuela, Miguel Cané y de otros diplomáticos. En una de estas informaciones se habla de la presunta intención de Guzmán Blanco de crear una alianza de varios países americanos contra la supuesta alianza chileno-brasileña. En otra comunicación, esta de Cané, se señala la profunda aversión del presidente venezolano hacia Chile y su posible interés por intervenir por la fuerza en el conflicto del Pacífico en el caso de que los chilenos no aceptaran una mediación.
Las siguientes noticias que tenemos sobre la antipatía venezolana hacia la ocupación chilena de territorios bolivianos y peruanos son de 1882. En ese año Guzmán Blanco diría en el Congreso de Venezuela que “si Chile triunfa, Sud-América vivirá en guerra, siglo tras siglo, como ha vivido y vive todavía la Europa toda”. A continuación proseguía el presidente diciendo: “lo que Chile pretende, involucra la más grande desgracia para el porvenir de todas y cada una de las naciones suramericanas”.
Más de dos años después, en agosto de 1884, ya finalizada la Guerra del Pacífico y también la presidencia de Guzmán Blanco, el nuevo enviado chileno a Colombia, José Antonio Soffia, escribió al Ministro de Relaciones Exteriores de su país para comunicarle varias noticias referentes a la animadversión de Venezuela hacia Chile. En la primera, decía que durante su misión en Bogotá había evitado que el Gobierno de Colombia se uniera a la “cruzada de antipatía” contra Chile a la que le incitó Guzmán Blanco.
En otra parte de su comunicación, Soffia decía que el año anterior, durante las celebraciones por el centenario de Simón Bolívar, Guzmán Blanco maniobró contra Chile mediante la celebración de una Conferencia en la que los diplomáticos presentes en las festividades firmaron un documento en el que, aunque no se citaba a Chile, se hacía referencia veladamente a este país en el artículo en el que se decía que se debía “desconocer el llamado derecho de Conquista” y en el que se hablaba de la integridad territorial de los países americanos.
Este documento, aunque molestó a los chilenos, no tuvo la mayor importancia y fue, que sepamos, el último movimiento venezolano contra Chile.
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