Como vimos en otro video, en la década de 1850 las relaciones entre Estados Unidos y Paraguay se agriaron, primero por un incidente con el cónsul Edward Hopkins en 1854 y luego con el navío “Water Witch” un año después. De inmediato sobrevoló la posibilidad de atacar Paraguay y los Estados Unidos presentaron reclamaciones por esos incidentes, sin embargo, todo se enfrió durante los siguientes meses.
Pero a finales de 1857 el presidente James Buchanan revivió el asunto. Durante el mensaje anual al Congreso Buchanan dijo que Paraguay se había negado a ratificar el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, que Paraguay se había apropiado de bienes de ciudadanos norteamericanos y que los paraguayos habían atacado al “Water Witch” y matado a uno de sus tripulantes. Y concluía el presidente diciendo que las reclamaciones se harían con espíritu firme pero conciliador, lo cual será más probable que suceda si el Ejecutivo tiene autoridad para utilizar otros medios en caso de una denegación.
Semanas más tarde, en marzo, Francisco Solano López, Brigadier y General en Jefe del Ejército Nacional e hijo del presidente de Paraguay, manifestaba en su correspondencia que era conocedor de las palabras poco amistosas de Buchanan sobre Paraguay. En abril López sospechaba que un vapor estadounidense mandado por el antiguo comandante del “Water Witch” podría llegar a Paraguay para provocar algún incidente.
Luego, entre abril y mayo en Estados Unidos se discutió sobre las medidas a tomar contra Paraguay y a principios de junio Buchanan obtuvo permiso de las cámaras estadounidenses para usar la fuerza contra Paraguay.
Casualmente, poco después, Francisco Solano López escribía que el “desenvolvimiento cualquiera de fuerzas en el Río de la Plata por parte de Estados Unidos, arrastrará consecuencias fatales...”.
Ya en septiembre, por varias cartas sabemos que López era conocedor de que “el Senado y la Cámara de Representantes habían autorizado al Presidente a hacer uso de la fuerza para el arreglo de la cuestión paraguaya”. Y añadía: “los yankees siempre fieles al viejo sistema cuidando de hacer sentir la fuerza del cañón antes que la de la razón y la justicia”. En otra carta López incluso mencionaba la llegada de una flota de guerra.
Estas informaciones de López solo quedaron confirmadas días después, cuando el Gobierno chileno aportó más datos, que sin duda ayudaron a los paraguayos a prepararse para enfrentarse a los estadounidenses. Así llegamos al 29 de septiembre, cuando Jerónimo Urmeneta, Ministro de Relaciones Exteriores chileno, escribió a su homólogo paraguayo, Nicolás Vázquez, para comunicarle unas informaciones confidenciales llegadas desde los Estados Unidos.
Según Urmeneta el Gobierno de Chile había recibido comunicaciones confidenciales fechadas el 19 de agosto según las cuales “se estaba preparando en los puertos de la Unión una expedición naval para obrar contra el Paraguay”.
Proseguía Urmeneta diciendo que “la fuerza de la expedición debe componerse de seis u ocho buques de poco calado, para poder remontar los ríos, pero armados de muchos y pesados cañones, y tripulados con un gran número de marineros y de tropa de desembarque para obrar en tierra”. Sin embargo, en este punto las informaciones chilenas eran inexactas, pues la escuadra que los Estados Unidos estaban preparando para atacar Paraguay era mucho mayor. La escuadra estadounidense, comandada por el Comodoro William Shubrick, estaba en realidad compuesta por 19 naves, 200 cañones y 2.500 hombres.
En su carta Urmeneta seguía diciendo que “aunque se espera que esto no pase de una simple amenaza para obtener las reparaciones que ese Gobierno exige […], sin embargo en ello habrá un principio de guerra declarada de hecho contra una República Hermana, lo cual es un motivo de sincero pesar para mi Gobierno”.
A continuación, Urmeneta comunicaba que se esperaba que la expedición zarpara en seis semanas, aunque en realidad lo hizo el 17 de octubre, ocho semanas después de la fecha de la comunicación confidencial. Asimismo, adjuntaba una traducción del documento que daba permiso a Buchanan para emplear la fuerza contra Paraguay.
Por último, termina Urmeneta diciendo que su “Gobierno ve con sentimiento las próximas calamidades con que la guerra amenaza a esa República; y para prevenirlas en cuanto esté de su parte, me ha ordenado dirigir a Vuestra Excelencia este aviso, de una manera confidencial,...”.
Semanas más tarde, en octubre, Francisco Solano López, no sabemos si conocedor ya de las informaciones chilenas, escribía que “las noticias aquí adquiridas de los Estados Unidos, no son pacíficas; se dá como hecho la partida de una escuadrilla de vapores de guerra americanos al mando del Teniente Page para nuestras aguas”.
A principios de diciembre, el Semanario de Avisos publicaba noticias de la prensa de Nueva York sobre la flota enviada a Paraguay. Poco después, Nicolás Vázquez hizo acuse de recibo de la carta de Urmeneta y le agradeció la información proporcionada. Días más tarde, el día 18, la escuadra estadounidense llegó al Río de la Plata.
Poco antes los paraguayos, ya conocedores de las informaciones chilenas y de la prensa estadounidense, empezaron a dar señales de comenzar a prepararse contra el ataque estadounidense. El día 16 el presidente Carlos Antonio López y su hijo, a bordo del vapor “Tacuarí”, visitaron el Campamento General de Humaitá.
El 5 de enero de 1859, cuando parte de la escuadra estadounidense ya se dirigía a Paraguay, el Comandante Pantaleón Balmaceda informaba sobre como estaba acelerando los trabajos de la fortificación de Humaitá para, como dijo, “una vigorosa defensa de la República”.
Luego, a partir del día 6, podemos ver varias ordenes del presidente López para reunir a artilleros licenciados o retirados y enviarlos a Humaitá. Asimismo hay ordenes para reclutar grupos de hombres, de entre 15 y 40 años, y enviarlos también a Humaitá. Incluso, en una comunicación del día 18 podemos leer que si no se podría “llegar a una conciliación honrosa, el Gobierno de la República se verá forzado á emplear el tremendo recurso de las armas”.
Sin embargo, todos estos preparativos no hicieron falta, pues paraguayos y estadounidenses llegaron a un arreglo gracias a la mediación de Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina.
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