Aunque la exploración, conquista, colonización y evangelización de la América española fue llevada a cabo principalmente por castellanos, junto a ellos aparecen otras nacionalidades, como griegos o alemanes, no obstante, es la presencia de otra minoría, la de los húngaros, la que llama la atención por ser poco conocida.
Dejando a un lado la supuesta presencia de un húngaro en la expedición de Leif Erikson a Vinlandia a principios del siglo XI, la primera noticia sobre la posible presencia de un húngaro en América nos la proporciona Hernán Cortés en 1520. En octubre de ese año Cortés, en una carta al emperador Carlos V, menciona que varios miembros de su expedición pretendieron amotinarse, tomar una nave e ir a Cuba. Entre ellos cita al piloto Gonzalo de Ungría, al que castigó cortándole un pie.
Aunque no sabemos nada sobre el origen de Gonzalo de Ungría, podríamos suponer por su apellido que tuviera un origen húngaro. Sin embargo, varios cronistas como Bernal Díaz del Castillo o Francisco López de Gómara se refieren a él como Gonzalo de Umbría, con lo que podríamos pensar en un error de Cortés o de los cronistas al escribir su nombre.
Tiempo después, en un documento referente a la conquista de Nueva España fechado en junio de 1521 encontramos varias menciones a un tal Unbría o Ungría, criado de Cortés, del que nada más sabemos.
Años más tarde, en 1526, el veneciano Sebastián Caboto dirigió una expedición que llegó hasta el Río de la Plata y exploró durante los siguientes años el río Paraná, llegando hasta el río Paraguay. En dicha expedición encontramos al marinero húngaro Boso de Araguz, también llamado, entre otros nombres, Bozo de Ragoza. Este último nombre ha hecho pensar que fuera natural del puerto de Ragusa, en la moderna Croacia, y que por tanto él fuera croata, sin embargo en un documento de la época se dice claramente que era natural del reino de Hungría. Sobre su papel en la expedición apenas tenemos información y solo sabemos con certeza que logró regresar a España y que en 1530 se encontraba en Madrid.
Años después, en 1546, encontramos a otro posible húngaro, esta vez en Perú. En esas fechas, durante la revuelta contra la corona española de Gonzalo Pizarro, este se encontraba en Quito. Allí, según varios cronistas, Pizarro andaba con la mujer de un tal Pedro Frutos, por lo que o bien él o bien la mujer, ordenaron matarlo, para así poder estar juntos. El encargado de hacerlo fue Vicencio Pablo, al que los cronistas Agustín de Zárate y Pedro Gutiérrez de Santa Clara llaman “ungaro”, aunque este último y Diego Fernández de Palencia también dicen que pudiera ser griego.
A continuación, tras el asesinato de Frutos, Vicencio Pablo se embarcó hacia España, donde las autoridades, sabedoras de su crimen, lo encarcelaron, siendo ejecutado y descuartizado en Valladolid en 1551. Curiosamente, en varios documentos referentes a su proceso judicial no se le llama húngaro o griego, sino natural de Córcega.
En esa misma época, también en Perú, encontramos a tres húngaros más entre las tropas de Gonzalo Pizarro. Tras la derrota de este en 1548, cientos de sus hombres fueron juzgados por las autoridades españolas, entre los cuales encontramos a los húngaros Juan Mateo, Lucas Ungaro y Mateo Ungaro.
Aunque desconocemos datos sobre que hicieron durante la conquista del Perú y durante la rebelión de Gonzalo Pizarro, según un documento fechado hacia 1550 los tres fueron condenados por el Licenciado Andrés de Cianca por traidores, siendo condenados a la perdida de sus bienes, al destierro a perpetuidad a España y a servir en las galeras por el resto de sus vidas, además a Juan Mateo se le condenó a recibir cien azotes y a Lucas Ungaro doscientos.
Tras ellos conocemos a varios individuos apellidados Ungaro o Ungría, aunque desconocemos sus orígenes. Más tarde, entre finales de siglo y comienzos del siguiente, encontramos a Manuel de Ungría, oidor de la Audiencia de Guatemala, que, aunque nacido en España, sabemos que tenía antepasados húngaros.
A continuación, durante los siglos XVII y XVIII, encontramos en crónicas y archivos los nombres de varios jesuitas húngaros que ejercieron en América. De ellos podemos citar a János Rátkay, que llevó a cabo su actividad misionera en Nueva España en el tercer cuarto del siglo XVII; a Carlos Brentano, activo en la primera mitad del siglo XVIII en la amazonía, llegando a ser Provincial de Quito; a Ladislao Orosz, maestro en los años centrales del mismo siglo en Córdoba del Tucumán; a Francisco Javier Eder, que escribió una Descripción de la Provincia de los Mojos; a Francisco Sardaeli, cura y administrador del pueblo paraguayo de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, que se vio afectado por la expulsión de la Compañía de Jesús al igual que otros compatriotas suyos como Francisco Limp.
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