sábado, 23 de noviembre de 2024

Los aliados de Marco Antonio antes de la batalla de Actium (Plutarco, Vida de Antonio, 61, 1-4)

 


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EL EJÉRCITO DE GLADIADORES DE MARCO ANTONIO Y CLEOPATRA

Como vimos en el anterior video, a lo largo de la historia romana los gladiadores fueron utilizados en numerosas ocasiones como soldados en los campos de batalla. En el caso que trataremos a continuación, serán los propios gladiadores los que se constituyan en ejército para ayudar a sus señores, Marco Antonio y Cleopatra. 

La primera noticia que tenemos sobre estos gladiadores es del año 35 a. C. En ese año Sexto Pompeyo, hijo del difunto Pompeyo el Grande, atacó por tierra y mar Cízico, en el noroeste de la moderna Turquía, sin embargo el ataque fue repelido, pues en aquel momento se encontraba en la ciudad una guarnición de Antonio que vigilaba a los gladiadores que allí se instruían. 

Años después, en septiembre del 31, tuvo lugar en Grecia la batalla naval de Actium entre las naves de Octaviano y las de Antonio. Ya durante la batalla, Cleopatra se retiró a Egipto previendo la derrota. Al producirse esta, Antonio, abandonado por los suyos, huyo a Egipto junto a su amada. 

Tras la batalla, cuenta el historiador Dion Casio que los reyes de Oriente que tanto habían recibido de Antonio y Cleopatra los abandonaron, “mientras que aquellos entrenados como gladiadores, quienes figuran entre la escoria de la humanidad,” permanecieron fieles y lucharon con valor por ellos. 

Estos, como dijimos antes, entrenaban en Cízico para los juegos por la victoria que se debían de celebrar tras el triunfo de Antonio sobre Octaviano. Sin embargo, los gladiadores, al conocer la derrota de Antonio y de Cleopatra, abandonaron Cízico y “partieron para Egipto con la intención de prestarles ayuda”, aunque desconocemos si les acompañaba la guarnición que mencionamos anteriormente. 

Lo que si podemos suponer es que estos gladiadores emprendieron un camino tan largo por tierra al no conseguir naves o al considerar la ruta terrestre más segura al temer encontrarse en el mar con la flota de Octaviano, o incluso que creyeran que encontrarían ayuda entre los aliados que Antonio tenía a lo largo de Asia. 

Sobre los gladiadores que conformaban este ejército desconocemos su origen, condición y número, aunque podemos suponer que los había de varios tipos, cómo reciarios, tracios o mirmilones. Por su parte, en cuanto a su número podemos pensar que fueron varios millares si tenemos en cuenta que a lo largo de la historia romana se hicieron espectáculos con cientos, incluso con miles de parejas de gladiadores, y que fueron lo suficientemente numerosos como para poner en serios aprietos a varios reyes orientales. 

El primer rey contra el que lucharon los gladiadores de Antonio fue Amintas. Este había sido durante años aliado del antiguo triunviro y había recibido de él los reinos de Galacia, Pisidia y Licaonia, y partes de Frigia y Panfilia, aunque esto no fue óbice para que el gálata le traicionara y cambiara de bando poco antes de la batalla de Actium. 

Según Dion Casio, pese a que Amintas era el rey más poderoso de Asia Menor, los gladiadores consiguieron atravesar sus territorios tras luchar con valentía y llevar a cabo muchas hazañas, y aunque no conocemos detalles de estos combates, lo dicho por Dion Casio revela el poderío de este ejército de gladiadores. 

Tras esto los gladiadores continuaron su periplo hacia el sureste, llegando al reino de Cilicia. Allí lucharon con éxito contra Laios, Tarcondimotos, Julia y Filopátor, los hijos del rey Tarcondimotos. Este y sus hijos habían sido aliados de Antonio y Cleopatra, sin embargo, tras morir Tarcondimotos en un combate naval poco antes de la batalla de Actium, sus hijos se pasaron al bando de Octaviano. 

Luego los gladiadores de Antonio llegaron a las fronteras de Siria y lucharon contra Quinto Didio, el gobernador designado por Octaviano. Según Dion Casio, Didio les impidió el paso y para ello, conforme nos dice el historiador Flavio Josefo, contó con la ayuda que le envió Herodes el Grande. Este había sido un fiel aliado de Antonio y había sido nombrado rey por él, pero cuando Herodes le aconsejó matar a Cleopatra y el antiguo triunviro se negó, el rey de Judea abandonó a su antiguo benefactor y se pasó al bando de Octaviano. 

Así, en los primeros meses del año 30 las fuerzas combinadas de Didio y Herodes impidieron el paso hacia Egipto a los gladiadores. Estos, “incluso cuando fueron totalmente rodeados, no aceptaron ninguna propuesta de rendición aunque Didio les había prometido muchas cosas. En su lugar hicieron llamar a Antonio con la idea de que lucharían mejor en Siria bajo su mando. Pero como ni Antonio acudió ni les envió noticia alguna, creyendo que había muerto, llegaron al acuerdo, contra su voluntad, de no servir como gladiadores en ningún lugar. De Didio recibieron Dafne, el [rico] suburbio de Antioquía, para que se instalaran allí hasta que se informara de todo a Octaviano”. 

Más tarde, hacia el año 29, ya muertos Antonio y Cleopatra y siendo Mesala el nuevo gobernador de Siria, este engañó a los gladiadores, siendo cada uno “enviado a un lugar diferente, bajo la creencia de que iban a ser alistados en el ejército, [siendo sin embargo] eliminados de la manera que pareció más oportuna”, acabando así la aventura de este grupo de gladiadores dos años y más de 1.000 kilómetros después.

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viernes, 15 de noviembre de 2024

206 a. C., un combate de gladiadores en Hispania (Tito Livio, Historia de Roma, XXVIII, 21)

 



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GLADIADORES: SICARIOS, REBELDES Y SOLDADOS DE ÉLITE

A pesar de que dejaron de existir hace siglos, los gladiadores de la antigua Roma siempre han maravillado y despertado curiosidad. Sus tipos, sus armas, sus combates, todo ha llamado la atención, sin embargo es menos conocido su papel fuera de la arena, donde a lo largo de la historia de Roma se rebelaron en varias ocasiones y en otras fueron utilizados en infinidad de ocasiones como sicarios o como soldados en los campos de batalla. 

El hecho más famoso protagonizado por gladiadores fuera de la arena de los anfiteatros tuvo lugar en el 73 a. C. Ese año varias decenas de gladiadores de Capua encabezados por Espartaco, Crixo y Enomao se amotinaron y escaparon. Con el tiempo se unieron a ellos miles de esclavos, dando lugar así a la Tercera Guerra Servil. 

Años más tarde, en la década de los '50, las distintas facciones políticas de Roma se dotaron de bandas de gladiadores con las que atacar a sus rivales, siendo las más famosas las de Milón y Clodio, enfrentadas entre sí y que sumieron a Roma en la violencia durante un tiempo. 

Tras esto, entre los años 49 y 30, durante las guerras civiles romanas, encontramos varias referencias al uso de gladiadores en actividades militares. Así por ejemplo, podemos mencionar que en el 49, nada más empezar la guerra entre Julio César y Pompeyo, un pompeyano intentó reclutar a cambio de su libertad a los 5.000 gladiadores que Julio César tenía en Capua, pero ante el peligro de que se rebelaran, Pompeyo decidió  distribuirlos por toda la Campania. Tiempo después, en el año 48, Pompeyo, tras la derrota de Farsalia, reclutó gladiadores antes de huir a Egipto, aunque de poco le sirvieron ya que fue asesinado nada más llegar al país del Nilo. 

Ya muerto Pompeyo, sus partidarios se refugiaron en África. Allí, uno de ellos, Considio, se atrincheró en el año 46 en la ciudad de Tisdra, en la actual Túnez, junto a un ejército de gétulos, esclavos y a una cohorte de gladiadores. En un primer momento Julio César renunció a tomar aquella plaza, pero tiempo después, Considio, al conocer la derrota pompeyana en la batalla de Tapso, intentó huir, pero fue asesinado por sus propios hombres. 

Solo dos años después Julio César fue asesinado en los idus de marzo. Según varios autores antiguos, ante la previsión de encontrar resistencia, los conjurados apostaron no muy lejos del Senado a un gran número de gladiadores armados que pertenecían a Décimo Bruto. Tras matar a Julio César, los asesinos huyeron y, escoltados por los gladiadores, se refugiaron en el Capitolio. Solo unos meses más tarde, Marco Antonio sitió Mutina, la actual Módena, donde se refugiaba Décimo Bruto junto a numerosos gladiadores y tres legiones. 

Años más tarde, en el verano del año 41, Ahenobarbo, miembro del partido de los asesinos de Julio César, reunió una gran flota y un ejército de arqueros, honderos y gladiadores con la que asoló las costas del Adriático y atacó el puerto de Brindisi, territorios controlados por entonces por el Segundo Triunvitaro. 

Meses después uno de los triunviros, Octaviano, el futuro Augusto, se enfrentó a Fulvia y Lucio, la mujer y el hermano de Marco Antonio, otro de los triunviros. Durante este conflicto Octaviano sitió la ciudad de Perusia, donde los gladiadores de Lucio acabaron con la vida de muchos de sus soldados en combates cuerpo a cuerpo. Incluso Suetonio nos cuenta que Octaviano a punto estuvo de perder la vida frente a las murallas de Perusia cuando una tropa de gladiadores salió de forma abrupta de la ciudad. 

Más tarde, en el año 31, tras la batalla de Actium, el último gran episodio de las guerras civiles romanas, un numeroso grupo de gladiadores perteneciente al derrotado y huido Marco Antonio que se encontraban entrenando en Cízico, en el noroeste la actual Turquía,  abandonaron la ciudad e intentaron reunirse con él en Egipto, sembrando el caos durante su viaje, aunque de esto hablaremos con más detalle en el siguiente video. 

Décadas después, en el año 21 d. C., en época de Tiberio, el eduo Julio Sacroviro se rebeló en las Galias y armó un numeroso ejército, en el que se incluían esclavos entrenados como gladiadores que llevaban armadura completa de hierro y eran conocidos como crupelarios, los cuales, según Tácito “están en condiciones poco propicias para herir, pero son impenetrables a los golpes que reciben”, aunque eso no impidió que los romanos vencieran a las fuerzas de Sacroviro cerca de la moderna Autun, donde los legionarios cargaron contra los crupelarios con hachas, siendo luego derribados con horcas, quedando así inmovilizados en el suelo. 

Años más tarde, en el 41, tras ser asesinado el emperador Calígula, un grupo de senadores trató de hacerse con el poder, pero cuando un considerable número de gladiadores se unió a Claudio, desistieron y este fue entronizado como nuevo emperador. 

Tiempo después, en el 63, en época de Nerón, se produjo una rebelión de gladiadores en Preneste, cerca de Roma, pero cuando la gente ya hablaba atemorizada de los tiempos de Espartaco, el destacamento militar que custodiaba a aquellos gladiadores los sometió. 

Luego, en el 69, tras la muerte de Nerón, tuvo lugar el “Año de los cuatro emperadores”, donde cuatro generales que fueron nombrados emperadores se disputaron el trono. Uno de ellos, Otón, hizo uso de 2.000 gladiadores en la guerra contra su rival Vitelio, aunque fueron aniquilados por las tropas bátavas de este en un combate que tuvo lugar en una isla del río Po. Meses después, a final del año, en Terracina, las tropas de Vitelio derrotaron a otro grupo de gladiadores, esta vez pertenecientes a Vespasiano. 

Años después, en el 96, el hijo de Vespasiano, Domiciano, fue asesinado por varios conspiradores que, según Suetonio, contaron con la ayuda de algunos gladiadores. 

Mucho tiempo más tarde, en tiempos del emperador Marco Aurelio, hay noticias de que se reclutaron gladiadores para ser usados en las guerras marcomanas. 

Años después, en el 193, durante su breve reinado, Didio Juliano ordenó armar a los gladiadores de Capua para que le ayudaran a conservar el poder, cosa que no consiguió. 

Décadas más tarde, en el año 238, el senador Galicano formó un ejército con el pueblo de Roma y con gladiadores pertrechados con sus propias armas para ir contra los soldados del emperador Maximino el Tracio. Este ejército atacó el campamento de los legionarios, quienes repelieron el ataque y consiguieron matar a los gladiadores. 

Más tarde, en algún momento del reinado de Probo, entre los años 276 y 282, Zósimo nos cuenta que 80 gladiadores, quizás en Roma, “se concertaron, aniquilaron a sus guardianes y a continuación salieron de la ciudad para saquear cuanto encontraban, uniéndoseles, como suele ocurrir, muchos. Pero también contra ellos envió el Emperador tropas que los exterminaron”. 

Mucho después, en el 350, en el tiempo en el que el usurpador Magnencio dominaba el occidente romano, Nepociano, sobrino de Constantino el Grande, tomó el poder en Roma y fue nombrado emperador con ayuda de un grupo de gladiadores que tomó las armas, sin embargo, solo veintiocho días después los generales de Magnencio acabaron con él. 

Por último hablaremos de como en el año 388 el obispo Marcelo de Apamea utilizó a soldados y a gladiadores para atacar y derruir un templo pagano en el oeste de Siria, aunque él mismo pereció a manos de los paganos.

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sábado, 2 de noviembre de 2024

Noticia en la GAZETA DE MADRID sobre la expedición inglesa a Chile (nº 104, 23 de diciembre de 1806)

 


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EL PLAN INGLÉS PARA INVADIR CHILE (1806-1807)

Como hemos visto en otros videos, a lo largo de la historia del Chile español varias potencias europeas atacaron o planearon conquistar aquel territorio. Estos ataques o planes de ocupación se sucedieron desde la época de Francis Drake hasta los últimos días del dominio español, ejemplo de ello fue el plan inglés de 1806 para conquistar Chile. 

Todo comenzó a finales de junio de ese año, en plena guerra anglo-española. En aquellos días una fuerza británica dirigida por William Beresford consiguió ocupar Buenos Aires, capital del virreinato del Río de la Plata, aunque solo unas semanas después, en agosto, los británicos fueron derrotados y la ciudad recuperada. 

Debido a la distancia las noticias tanto de la ocupación, como de la reconquista de Buenos Aires llegaron a Gran Bretaña con semanas de retraso. Esto llevó al gobierno británico a cometer un error de cálculo. Viendo el éxito de la toma de Buenos Aires, pero sin conocer su posterior perdida, planearon extender las conquistas británicas a Chile. Así, el 30 de octubre, William Wyndham, primer ministro británico, remitió dos cartas con instrucciones al respecto a Robert Craufurd, a quien se había puesto al mando de la expedición. 

En la primera de estas cartas se consideraba que, en base al triunfo que representaba la ocupación de Buenos Aires y al descontento de la población de Chile por la opresión española, un intento de tomar un punto en las costas occidentales del continente tendría éxito. 

Para llevar a cabo esto a Craufurd se le entregarían varios batallones de infantería, a los que se agregaría una fuerza naval a las ordenes del vicealmirante George Murray. Este, según las instrucciones de Wyndham, debería elegir para llegar a Chile el camino de Nueva Gales del Sur, en Australia, o el del Cabo de Hornos, aunque al parecer Murray ya había elegido días antes la primera opción. 

Luego Wyndham decía que el “objeto de la expedición es la captura de los puertos de mar y fortalezas, y la total reducción de la provincia de Chile...”, aunque se dejaba claro que las operaciones, a diferencia de planes anteriores, deberían limitarse solo a Chile, renunciando a extenderlas a Perú o a intentar capturar Lima, empresas que Wyndham consideraba desproporcionadas para la reducidas fuerzas de Craufurd ya que pondría en riesgo tanto la conservación de Chile, como futuras operaciones a gran escala. 

A continuación, se decía en las instrucciones que sí se tomaba la ruta del cabo de Hornos, la isla Mocha, frente a las costas de Chile, sería un excelente lugar de reunión. Luego se señalaba a Valparaíso como un lugar propicio para llevar a cabo el primer ataque, y se le recordaba a Craufurd “que el establecimiento de una fuerte posición militar en la costa occidental de América, que apoye las futuras operaciones, es el objeto principal de vuestra operación”. 

Después, en caso de tomar todo o parte de Chile, se pedía a Craufurd que no usara la fuerza contra los habitantes de aquel territorio para evitar revueltas y que debería dirigir sus esfuerzos al mantenimiento de la tranquilidad y del orden interior. Además, se le decía que en caso de carecer de medios, no debería animar insurrecciones en los territorios vecinos. 

Luego, tras dar varias indicaciones sobre la administración de Chile, Wyndham decía que tras la toma de Valparaíso y Santiago, habría que entrar en comunicación con Beresford a través de una cadena de puestos para conectar militar y comercialmente las provincias de Chile y Buenos Aires. 

A continuación, en su segunda carta, Wyndham pedía a Craufurd que en caso de tomar un puerto en Chile lo pusiera bajo la protección del rey y convenciera a la población de lo ventajoso de estar junto al gobierno británico. Además, se le aconsejaba defender los intereses de los particulares y los de la provincia, y no ofender los sentimientos religiosos de los habitantes de aquel lugar. Luego Wyndham, entre otras cosas, ordenaba que se suspendiera la importación de esclavos, y seguidamente daba indicaciones sobre el fomento del comercio británico en aquellas costas. 

Finalmente, la expedición comandada por Craufurd zarpó el 12 de noviembre de Inglaterra  y puso rumbo al Atlántico Sur. La escuadra estaba compuesta por numerosos transportes que llevaban a más de 4.000 soldados de infantería y artillería, y por varios buques de guerra de escolta, en total cerca de 40 naves. 

Mientras tanto, en Chile se encendieron todas las alarmas al conocerse en agosto que Buenos Aires había sido ocupada por los británicos en junio. Luego llegó la noticia de la reconquista de la ciudad, pero sabiendo que los británicos aún representaban un peligro, se comenzó a preparar la defensa de Chile, aunque la escasez de tropas y de armas representó un serio contratiempo. 

Así, ante la imposibilidad de defender toda la costa chilena, se decidió establecer un sistema de vigías que diera el aviso ante la llegada de naves enemigas para que la población y el ganado pudieran ser llevados hacia el interior. Asimismo, se haría un alistamiento general y se comenzaría la instrucción militar de todos los hombres lo mejor posible, siendo armados con lanzas y cuchillos si fuera necesario. 

Con el paso de las semanas, ya en 1807, el temor en Chile creció ante las noticias de la llegada de refuerzos británicos al Río de la Plata y del ataque a Montevideo y su posterior ocupación. Estos temores crecieron considerablemente al saberse de la existencia de la expedición Craufurd, lo que provocó que todos los preparativos militares se intensificaran en Chile. 

Sin embargo, Chile se libró del ataque británico ya que en las primeras semanas de aquel año se informó a Murray y a Craufurd que Buenos Aires se había perdido en el agosto anterior, por lo que la invasión de Chile se había cancelado y sus fuerzas habían sido destinadas al Río de la Plata, donde se unieron a otros contingentes británicos que tomaban parte en la conocida como “Segunda invasión inglesa al Río de la Plata”. Luego, meses más tarde, se supo en Chile que los británicos habían sido vencidos nuevamente en Buenos Aires, disipándose así definitivamente el peligro.

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sábado, 26 de octubre de 2024

El ataque del mauritano Bogud a Gades según el filósofo Porfirio (FHA V)

 


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LAS INVASIONES MAURI DE HISPANIA (47-38 a. C.)

Como hemos visto en otros videos, durante su historia la Hispania romana fue invadida varias veces, casi siempre por el norte, pero es menos conocido que en otras ocasiones fue invadida desde el norte de África. Este fue el caso los ataques llevados a cabo por los mauri  del rey Bogud en el periodo tardorrepublicano. 

La primera noticia que tenemos sobre Bogud es del 49 a. C, año en que comenzó la guerra entre Pompeyo y Julio César. Este último nombró rey de la Mauritania occidental, lo que hoy es el norte de Marruecos, a Bogud, y rey de la Mauritania oriental a Boco, ambos enemigos del pompeyano Juba I, rey de Numidia. 

Debió de ser quizás en está época en la que debamos situar la noticia que nos transmite Suetonio, según la cual Julio César tuvo un amorío con la reina Eunoe, mujer de Bogud, a quienes el romano hizo “multitud de regalos de valor incalculable”. 

La siguiente noticia que tenemos sobre Bogud es de hacia el año 47, momento en el que había estallado una rebelión contra el gobernador cesariano de la Hispania Ulterior. Este, llamado Quinto Casio Longino, llamó en su ayuda a Bogud y a Lépido. Según leemos en las fuentes, Bogud llegó con sus tropas, a las que agregó auxiliares hispanos, y a continuación atacó a los rebeldes, a los que hizo retroceder tras encarnizados combates. No tenemos muchos más detalles, pero Estrabón cuenta que los jinetes mauri luchaban con jabalina, mientras que los que combatían a pie llevaban escudos de piel de elefante y vestían con pieles de león, leopardo y oso. 

Luego, un año después, durante la guerra de África que enfrentó a pompeyanos y cesarianos, Pompeyo el Joven, hijo del difunto Pompeyo, atacó la ciudad de Ascuro con un ejército de esclavos y hombres libres, aunque los ascurianos los derrotaron sin problemas. Sin embargo hay que señalar que aunque las fuentes situan Ascuro en el reino de Bogud, la llamada Mauritania Bogutiana, hay quien cree que en realidad esta ciudad estaba en los dominios de Boco. 

Un año más tarde, en el 45, Julio César se enfrentó a los hijos de Pompeyo en la batalla de Munda, en el sur de Hispania. Según Dion Casio ambos ejércitos “contaban con muchos nativos y mauri además de las tropas de ciudadanos y de mercenarios; Boco (…) mandó sus hijos a Pompeyo [el Joven], mientras que Bogud en persona luchó junto a César”. Sobre Bogud, añade Dion Casio, que cuando el combate estaba más igualado, se lanzó contra el ejército de Pompeyo el Joven con su caballería, lo que provocó que el pompeyano Labieno fuera hacia él. Esto fue interpretado por los pompeyanos como una huida, lo que les desanimó e hizo que los cesarianos cobraran ventaja y finalmente ganaran la batalla, lo que convierte así en decisiva la actuación de Bogud. 

Tan solo un año después de la batalla de Munda, Julio César fue asesinado, perdiendo así Bogud a su patrono y aliado. Tras esto, es posible que debamos situar la noticia de Estrabón sobre la expedición que Bogud realizó contra los etíopes occidentales. 

A continuación, volvemos a encontrar a Bogud en el año 41. A partir de esta fecha, o quizás antes, vemos a Bogud apoyando a Marco Antonio en su guerra contra Octaviano, mientras que este contaba con el apoyo de Boco. Así, hacia los años 41 o 40, durante la guerra de Perusia que enfrentó a Octaviano con la esposa y el hermano de Marco Antonio, este último, llamado Lucio Antonio, persuadió a Bogud para que atacara a Carrinas, el hombre de Octaviano en Hispania. 

Durante ese mismo ataque, o algo después, algunos autores sitúan el asedio de Bogud a Gades, la actual Cádiz, en el sur de España. Esto lo conocemos por el filósofo Porfirio, quien cuenta que Bogud intentó tomar el rico santuario de Heracles que había en esta ciudad. 

Tras esto volvemos a encontrar a Bogud en el año 38, momento en el que se sitúa tradicionalmente su última invasión de Hispania, controlada por entonces por Octaviano. Según cuenta Dion Casio “Bogud el Moro navegó a Hispania, bien por encargo de Antonio bien por decisión propia”. Sobre esto hay que señalar que si hubiera sido por encargo de Marco Antonio, quizás la fecha de la invasión habría que adelantarla o atrasarla, ya que en ese año Octaviano y Antonio estaban en paz. 

Sea como fuere, Dion Casio añade que Bogud “causó  muchos males”, quizás en referencia al ataque al santuario de Heracles en Gades que algunos historiadores fechan en este momento y no en el 41-40. Luego Dion Casio dice que aparte de los daños causados, Bogud también los sufrió, ya que durante su ausencia los mauri de la zona de Tingis, la actual Tánger, se sublevaron contra él, por lo que el rey tuvo que abandonar Hispania. Sin embargo, Bogud no pudo retomar sus dominios, ya que Boco, en unión a los hombres de Octaviano en Hispania, le arrebató su reino, por lo que el destronado rey marchó a Oriente junto a Marco Antonio. 

Finalmente, las últimas noticias que tenemos de Bogud es que mientras luchaba para Marco Antonio en Grecia en el año 31 fue asesinado por Agripa en la ciudad de Metone, en el suroeste del Peloponeso, tiempo antes de la batalla de Actium, aunque Plutarco dice que el rey mauritano sí llegó a participar en este combate.

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domingo, 20 de octubre de 2024

Las costumbres de los hunos y de los alanos según Amiano Marcelino (libro XXXI)









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LAS DOS MUJERES QUE SALVARON AL IMPERIO ROMANO

En el verano del año 378 d. C. los godos derrotaron a los romanos en la batalla de Adrianópolis, lo que llevó al Imperio a un momento crítico que amenazó su misma supervivencia, aunque la actuación de dos mujeres, Dominica y Mavia, lo evitó. 

Como hemos dicho, todo sucedió en el 378. El 9 de agosto de ese año un ejército de godos y alanos liderado por Fritigerno venció a las tropas romanas cerca de la ciudad de Adrianópolis, en lo que hoy es la Turquía europea. En la misma batalla o poco después pereció el emperador del Oriente romano, Valente, lo que dejó a aquella parte del Imperio descabezada y a esa zona de los Balcanes en manos de los godos. 

Tras la batalla, los godos asediaron Adrianópolis en busca de los tesoros de Valente, aunque se vieron obligados a abandonar el sitio debido a la encarnizada resistencia que encontraron. Después, los godos se dirigieron hacia el sureste y se asentaron junto a Perinto, ciudad situada a orillas del mar de Mármara y a solo dos días al oeste de Constantinopla, la actual Estambul. En este punto, cuenta el historiador Amiano Marcelino que contingentes de hunos y alanos se unieron a Fritigerno. 

En ese momento los godos y sus aliados asolaron toda la región. Luego, desde Perinto, “como su ansia por conseguir ricos botines era insaciable, en una marcha rápida, conservando las formaciones cuadradas por temor a las emboscadas, se dirigieron a Constantinopla dispuestos a realizar todo tipo de intentos para destruir esta famosa ciudad”. 

Por entonces Constantinopla era la capital del Oriente romano y la ciudad más importante de todo el Imperio, cuya toma por los godos hubiera herido de muerte al Imperio romano. Sin embargo, dos mujeres lo evitaron, la emperatriz Dominica, viuda de Valente, y Mavia, reina de los sarracenos, en otro tiempo rebelde contra los romanos y ahora fiel aliada. El papel de ambas en la defensa de Constantinopla ya fue puesto de relieve por varios autores de la Tardoantigüedad, como Sócrates Escolástico y Sozomeno de Gaza. 

Como hemos dicho, los godos se dirigieron a Constantinopla, se acercaron a sus murallas y devastaron sus suburbios. En ese momento Dominica se puso al frente de la resistencia, hizo que se distribuyera dinero del tesoro imperial entre todos aquellos ciudadanos que se habían armado y presentado voluntarios para salir a luchar contra los godos. Un historiador, Teófanes el Confesor, incluso dice que fue Dominica la que sacó a la gente de la ciudad para luchar contra los bárbaros. 

Además de estos voluntarios, se nos cuenta en varias historias que tropas sarracenas, es decir, árabes, enviadas por la reina Mavia se distinguieron en la defensa de Constantinopla. Sobre estas tropas hay varias dudas. En primer lugar, si se trata de los mismos sarracenos que fueron usados por Valente para expulsar a los godos de los alrededores de Constantinopla antes de la batalla de Adrianópolis y si este raid realmente sucedió; en segundo lugar, su número, ya que unas fuentes hablan de un pequeño contingente y otras de un ejército; y en tercer lugar, su verdadero estatus, si eran meros federados o si como sostiene algún autor moderno eran tropas de élite de la guardia personal de Valente, primero, y de Dominica, después. 

Sea como fuere, según el mencionado Amiano, los sarracenos “se dispusieron a la lucha y salieron confiados de la ciudad. Tras un combate largo y duro, ambos bandos se retiraron con pérdidas similares”. A continuación, este autor añade que “los orientales cobraron ventaja tras un hecho insólito nunca antes visto. Y es que uno de sus hombres, con pelo largo y con [casi] todo el cuerpo desnudo (...), lanzando un alarido ronco y lúgubre, sacó un puñal y se lanzó en mitad de la tropa de los godos. Entonces, mató a uno de los enemigos, acercó los labios a su garganta y bebió la sangre que se estaba derramando. Los bárbaros, aterrados ante esta monstruosa escena, no mostraron ya su ferocidad habitual y, cada vez que intentaban hacer algo, avanzaban con paso vacilante. Posteriormente, su audacia disminuyó aún más cuando advirtieron la gran longitud de las murallas, las grandes dimensiones de los bloques, las riquezas inaccesibles de la ciudad y la populosa población que la habitaba, (…) [por lo que,]  después de recibir más bajas de las que causaron, abandonaron aquella zona y se dispersaron por las provincias del norte, (…)”. 

De este modo, el pueblo armado por Dominica y las tropas árabes de Mavia vencieron a los godos, quienes se retiraron de Constantinopla, la cual se salvo así de forma heroica.

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domingo, 13 de octubre de 2024

1912, el bombardeo italiano de Beirut

 


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LA ASOMBROSA HISTORIA DE BEIRUT

A raíz de los sucesos de estos días, durante los siguientes minutos haremos un breve repaso a la convulsa y poco conocida historia de Beirut, ciudad que a lo largo de su larga vida a pasado por manos egipcias, macedonias, romanas, cruzadas y hasta rusas. 

Aunque se sabe que lo que hoy es Beirut estuvo poblada desde hace miles de años, este puerto levantino parece que entró en la historia gracias a sus contactos con los egipcios en el siglo XVIII a. C., durante el Imperio Medio. Más tarde, en el siglo XVI o XV, durante el Imperio Nuevo, es posible que Beirut, como el resto de la región sirio-palestina, cayera en manos egipcias. Luego, en el siglo XIV en las cartas de Amarna encontramos referencias al “rey de Biruta”, es decir, Beirut. A continuación, durante el siglo XIII, parece que Beirut fue una de las ciudades más importantes de la región, aunque esto acabó con la llegada de los Pueblos del Mar. 

Tras esto, durante los siguientes siglos no tenemos muchas noticias sobre Beirut, pero, como el resto de las ciudades-estado fenicias, debió caer en manos sucesivamente de los imperios neoasirio, neobabilónico y persa aqueménida. 

El dominio persa acabó en el año 332 antes de nuestra era cuando toda la región fue tomada por Alejandro Magno. Luego, tras su muerte, sus sucesores se repartieron su imperio, estando Fenicia en manos de varios de ellos hasta que hacia el año 300 toda la costa sirio-palestina quedó bajo el dominio de los Ptolomeos durante el siguiente siglo, hasta que hacia el 200 pasó a depender de los seléucidas. En ese tiempo la actual Beirut se conoció como Berytos, Laodicea en Fenicia y Laodicea en Canaán. Años después, hacia el 143, el usurpador Trifón destruyó Berytos. Más tarde, aprovechando las guerras civiles entre los últimos seléucidas, el armenio Tigranes II ocupó Siria y Fenicia entre los años 83 y 69. 

A continuación, tras una breve reconquista seléucida, Siria y Fenicia cayeron en manos de los romanos. Lo más destacable de los primeros años de dominación romana fue la invasión parta del año 40; el dominio de Marco Antonio sobre el Oriente romano; y la donación de Siria y Fenicia que este hizo a Ptolomeo, uno de los hijos que tuvo con Cleopatra. 

Luego, a principios de época imperial, la actual Beirut fue llamada Colonia Iulia Augusta Felix Berytus. Los eventos más destacables de este periodo son en primer lugar la creación en Berytus de una afamada escuela de derecho; luego los palmirienses Odenato y Zenobia ocuparon temporalmente gran parte del Oriente romano en las décadas del 260 y 270 de nuestra era; en tercer lugar, el gran terremoto del año 358; y por último, los posibles efectos que pudo tener sobre la ciudad la invasión huna de Oriente Próximo en el año 395. 

Tras la época romana llegó el periodo bizantino. Lo más destacable de la Beirut de aquel tiempo fue el terremoto que la destruyó por completo en el año 551. Más tarde, hacia el 613, los persas sasánidas conquistaron Beirut y el resto de Levante durante la guerra en la que se hicieron con todo Oriente Próximo, aunque años después el emperador bizantino Heraclio I reconquistó todos los territorios perdidos. 

Sin embargo, esta reconquista fue efímera, ya que los musulmanes se hicieron con todo Levante entre los años 634 y 638. Durante los siguientes siglos todo aquel territorio estuvo en manos del Califato Rashidun, primero, del Califato Omeya, después, y del Califato Abasí, por último. 

A continuación, en la segunda mitad del siglo IX, toda la región sirio-palestina cayó en manos del Egipto Tuluní, aunque a principios del siglo X se produjo la reconquista abasí. Luego, tras esta breve reconquista, en la década del 940 otra dinastía radicada en Egipto, los Ijshidís, se hizo con todo el Levante, pero tres decenios después, el Califato Fatimí, también con su centro en Egipto, conquistó toda la franja sirio-palestina. 

Lo más destacable de está época fue la efímera reconquista llevada a cabo en el año 974 por el emperador bizantino Juan I Tzimisces de Beirut y de todo el Levante. Luego, un siglo más tarde, serían los turcos selyúcidas los que se hicieran con todo Oriente Próximo, aunque serían los fatimís los que perdieron definitivamente Beirut a manos de los cruzados en el año 1110. 

Entonces se creó el Señorío de Beirut dentro del Reino de Jerusalén, el cual a lo largo de los años pasó por las manos de distintas familias, hasta que en el año 1187 la ciudad cayó en manos del Saladino. Un década después los cruzados reconquistarían la ciudad de Beirut, que fue entregada a la familia Ibelín. Años más tarde, en la segunda mitad del siglo XIII, toda la región sirio-palestina fue invadida varias veces por los mongoles de Ilkanato, aunque parece que esto no afectó a Beirut. 

Finalmente, en el año 1291, Beirut fue tomada por los mamelucos de Egipto, siendo su última señora cristiana Eschiva de Ibelín. Los sucesos más llamativos del periodo mameluco son el ataque genovés del año 1382 y el franco-genovés de 1403. 

Un siglo después, en 1516, los otomanos conquistaron todo el Levante. Cuatro años más tarde Beirut fue atacada por una flota francesa, aunque al desembarcar fueron masacrados. Mucho después, en la década de 1770, en el marco de la Sexta Guerra Ruso-Turca, Beirut, tras ser bombardeada, fue ocupada en dos ocasiones por los rusos. 

Tras esto, llegamos a la Edad Contemporánea, una de las épocas más convulsas en la historia de Beirut. Lo más destacable del siglo XIX es la ocupación egipcia de la ciudad y de todo el Levante en la década de 1830. La ocupación de Beirut llegó a su fin en 1840 cuando los británicos la bombardearon y luego la asaltaron junto a sus aliados otomanos y austriacos. Años después, en 1860, debido a la violencia interreligiosa, los franceses ocuparon Beirut para restablecer el orden. 

Más tarde, en 1903, marines estadounidenses desembarcaron en la ciudad para proteger el consulado de su país. Años después, en 1912, durante la guerra Italo-Turca, naves italianas atacaron a las naves otomanas surtas en el puerto de Beirut, viéndose la ciudad también seriamente afectada. 

Luego, en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, Beirut fue bombardeada por aeroplanos británicos. Tras esto, Beirut y el resto de Levante fue ocupada por fuerzas de la Entente. Poco después, en 1920, se declaró la República del Gran Líbano con Beirut como su capital, aunque solo tres años más tarde, Líbano y Siria pasaron a ser un Mandato bajo administración francesa. 

Posteriormente, en julio de 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, se produjo la batalla de Beirut, en la que fuerzas británicas, indias, australianas y de la Francia Libre vencieron a tropas de la Francia de Vichy. Dos años más tarde, los libaneses declararon su independencia, aunque los franceses intentaron evitarlo por la fuerza. Luego, en 1945, Beirut y el resto de la región fue testigo de graves incidentes que desembocaron en una crisis entre franceses y británicos. Durante estos incidentes tenemos noticias de disturbios en Beirut y de tropas senegalesas abriendo fuego contra manifestantes beirutís. 

A continuación, en las siguientes décadas, los eventos más destacados son el desembarco estadounidense en Beirut en 1958 debido a una crisis interna en el Líbano y el ataque israelí al aeropuerto de Beirut en 1968. 

Luego, entre 1975 y 1990, durante la Guerra Civil Libanesa, Beirut, como el resto del país, se vio afectada por la lucha entre varias facciones: chiis, cristianos maronitas, palestinos, sirios, fuerzas de la O.N.U. e israelís. En ese tiempo la ciudad fue testigo, entre otras cosas, de la batalla de los Hoteles entre el '75 y el '76, de la Guerra de los Cien Días en el '78, del sitio israelí del '82, de los ataques a la embajada y a los cuarteles estadounidenses en el '83 o de la guerra de los Campos entre el '85 y el '88. Tras esto y hasta la actualidad, Beirut se ha visto afectada por varios ataques israelís relacionados con el conflicto palestino.

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domingo, 6 de octubre de 2024

Los guerreros hunos de Alarico (Zósimo, Nueva Historia, V, 37, 1-2)

 


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BOA, REINA DE LOS HUNOS (528)

Como es por todos sabido durante la Antigüedad tardía varios pueblos bárbaros cruzaron las fronteras del Imperio romano primero y del Imperio bizantino después, unas veces como aliados y otras como invasores. Estos pueblos estaban dirigidos por valerosos y carismáticos caudillos como el godo Alarico, el huno Atila o el vándalo Genserico, sin embargo, es poco conocida la existencia de una poderosa reina bárbara, Boa, que en el siglo VI se alió con los bizantinos durante la guerra que estos mantenían contra los persas sasánidas.

Esta guerra, la conocida como guerra de Iberia, enfrentó a bizantinos y sasánidas entre los años 526 y 532. En esos años las tropas de los emperadores Justino I, en primer lugar, y Justiniano I, después, se enfrentaron a los ejércitos del sasánida Cabades I a lo largo de la frontera entre los dos imperios, principalmente en los territorios de Lázica, Iberia, Persarmenia y Osroena, lo que hoy son aproximadamente Georgia, el este de Turquía y el norte de Siria. 

En el contexto de este conflicto a gran escala ambos contendientes buscaron aliarse con los pueblos bárbaros de la estepa póntica. Así, tenemos noticias de como en el año 526 Justino envió al Bósforo al patricio Probo para que se atrajera con riquezas a un ejército huno que debería ser enviado a Iberia para proteger aquel territorio de los ataques persas, aunque Probo fracasó en su misión. Igualmente los sasánidas también buscaron tropas entre los hunos, como nos recuerda el famoso historiador Procopio de Cesarea, quien dice que Cabades contaba entre sus tropas con los belicosos hunos sabiros, 3.000 de los cuales envió en una ocasión a Armenia. 

Sin embargo, el que mayor partido sacó a las tropas de hunos sabiros fue Justiniano, quien consiguió aliarse con su poderosa reina, Boa, como nos cuentan varios historiadores bizantinos, entre ellos Juan Malalas. Según estos autores, Boa, o Boarex como la llaman algunos, gobernaba las tierras de los hunos sabiros tras la muerte de su marido, Blach. Aunque sobre esto hay que puntualizar que los sabiros de las fuentes bizantinas en realidad no eran hunos, sino un pueblo de origen oscuro, quizás turco, que habitaba desde hacía algunos años al norte del Cáucaso, entre el río Don y el delta del Volga. 

Los cronistas añaden que Boa tenía dos hijos pequeños y que era una mujer de complexión y sabiduría varoniles, que gobernaba con vigor y que tenía bajo su mando a 100.000 hombres, cifra probablemente exagerada que algún historiador moderno cree que es fruto de la propaganda bizantina. 

A continuación nuestras fuentes nos dicen que Justiniano pudo aliarse con Boa gracias a los numerosos regalos que le entregó, entre los que habían vestimentas imperiales, vasos de plata y mucho dinero. Al mismo tiempo el emperador sasánida Cabades se alió con Glom y Tyranx, dos reyes de otra raza de hunos situados más allá de los territorios de Boa. 

Luego se nos dice que en el año 528 Boa venció en batalla a Glom y Tyranx cuando estos se disponían a pasar a territorio persa o bien cuando se dirigían a través de su territorio hacia Persia, y aunque no sabemos el lugar de este combate, las fuentes si nos cuentan que las tropas de Boa aniquilaron casi por completo al ejército de 20.000 hombres de Glom y Tyranx, y a pesar de que es un dato que se omite, ambos ejércitos debieron estar constituidos en su totalidad por jinetes, algo típico de los pueblos nómadas de las estepas. 

Por su parte, la suerte de ambos reyes hunos no fue mucho mejor que la de su ejército. Glom fue muerto en la batalla por las tropas de Boa, mientras que Tyranx fue capturado y enviado encadenado como prisionero a Justiniano, siendo finalmente ejecutado en Constantinopla. Respecto a esto, el copto Juan de Nikiu dice que Tyranx fue colgado de un árbol y clavado a él. Por último, Teófanes el Confesor y Jorge Cedreno nos dicen que tras esto Boa mantuvo la paz y la alianza con Justiniano, siendo esta la última información que tenemos sobre la reina de los sabiros, desapareciendo así de los registros históricos.

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jueves, 26 de septiembre de 2024

1945, Tokio anuncia que globos con pilotos kamikaze bombardearán los EE. UU.


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MÉXICO Y EL ARMA SECRETA JAPONESA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Como hemos visto en otros videos, pese a la distancia, América también se vio envuelta en la Segunda Guerra Mundial. Así, podemos mencionar los ataques a barcos en el Caribe, o los bombardeos de una isla puertorriqueña y de un puerto costarricense, sin embargo, es muy poco conocida la llegada a México de globos-bomba japoneses en 1945. 

Todo empezó en 1942, ya comenzada la Guerra del Pacífico y tras los primeros bombardeos estadounidenses de Japón. Para devolver el golpe los japoneses se propusieron atacar suelo estadounidense y para ello rescataron un viejo proyecto de los años '30, el de los Fu-Go, globos capaces de transportar y lanzar bombas. En un principio los globos debían ser lanzados desde submarinos, pero la idea fue descartada y se optó por lanzarlos desde suelo japonés y que la corriente en chorro que circula en dirección oeste-este sobre el océano Pacífico los llevara desde Japón hasta los Estados Unidos. 

Los globos, fabricados de papel y con un diámetro de 10 metros, constaban de un mecanismo que regulaba el hidrógeno que los hacía ascender, bolsas de lastre y un dispositivo de control de altitud, incluso algunos llevaban radiosondas para seguir su movimiento. En cuanto a la carga, los globos transportaban varios dispositivos incendiarios y una bomba antipersona o, en otros casos, una bomba incendiaria que debían dejar caer. A este tipo de globo, el A, hay que sumar el desarrollado por la Armada del Japón, hecho de seda y recubierto de goma, conocido como Tipo B. 

Finalmente, los globos-bomba comenzaron a ser lanzados desde principios de noviembre de 1944 desde varias estaciones de lanzamiento al este de Honshu, la principal isla de Japón. La ofensiva nipona se extendió hasta abril de 1945, cuando se agotaron todos los recursos para fabricar nuevos globos, aunque estos siguieron llegando a Norteamérica durante las siguientes semanas. Durante aquellos meses se cree que fueron lanzados cerca de 9.300 globos. 

El primer globo se detectó en Hawaii a mediados de aquel mismo noviembre. Ya en diciembre varios fueron encontrados en distintos puntos de Estados Unidos. Durante los siguientes meses casi 300 globos que consiguieron llegar a Norteamérica fueron encontrados en las islas Aleutianas, Alaska, Canadá y sobre todo en el oeste y el noroeste de los Estados Unidos, siendo los estados de Washington, Oregón, Idaho y Montana donde se efectuaron más hallazgos, aunque hay noticias de varias decenas de globos que llegaron mucho más al este, como a Iowa, Texas e incluso Michigan. Sin embargo, a pesar del elevado número de globos llegados a Norteamérica solo se registró algún incendio y la muerte de una familia que encontró y manipuló una de las bombas, por lo que se puede decir que los globos japoneses no tuvieron el éxito esperado por sus creadores.

Por otro lado, a pesar de la magnitud de la ofensiva, la censura consiguió que la noticia de la llegada de los globos apenas trascendiera. El objetivo de este silencio era el de no crear alarma entre la ciudadanía y el de no dar pistas a los japoneses sobre el recorrido y la efectividad de su nueva arma. 

Solo a partir de mayo de 1945, cuando el ataque acabó, se comenzaron a publicar noticias sobre lo ocurrido. Así, a final de ese mes podemos leer en la prensa mexicana titulares como “Japón Ataca a Estados Unidos Usando Globos de Papel”. Días después se publicaron declaraciones de un portavoz militar japonés que amenazaba con atacar a los Estados Unidos con globos tripulados. Además, este portavoz afirmaba que los estadounidenses no eran sinceros en cuanto a los verdaderos daños que los globos habían causado en su territorio. 

A continuación, el 7 de junio, la prensa mexicana mencionaba una información estadounidense según la cual habían caído globos-bomba japoneses en México, aunque el subsecretario de la Defensa Nacional, Francisco Urquizo, declaró no tener noticias al respecto. Otro alto funcionario, el general Leobardo Ruiz, dijo que “en el caso de que los japoneses atacasen así el territorio mexicano, la Secretaría de la Defensa Nacional adoptaría contundentes medidas para controlar y neutralizar los efectos de tales globos”.

Sin embargo, a pesar de estas declaraciones, investigaciones posteriores revelaron que al menos tres globos cayeron en México. El primer globo del que tengamos noticias que llegara a México se encontró el 19 de marzo en Sonoyta, en el Estado de Sonora, cerca de la frontera con Estados Unidos. Según uno de los estudios sobre globos Fu-Go, se cree que el globo fue derribado por un avión de combate estadounidense. 

Un segundo globo fue encontrado el 28 del mismo mes en Laguna Salada, en el Estado de Baja California, también cerca de la frontera con Estados Unidos. Según una de las investigaciones, un avión de combate estadounidense derribó un globo al sur de Valle Imperial, California, aunque los restos se estrellaron al otro lado de la frontera, sin embargo, no se sabe si los restos fueron recuperados por los estadounidenses. Y es que podemos leer en uno de los estudios mencionados que los mexicanos, al no tener equipos de recuperación y al carecer casi de información, habían dado su aprobación a los estadounidenses para penetrar en su territorio sin previo aviso si había actividad de globos allí. 

Semanas después, el 20 de abril, un tercer globo fue encontrado en el Estado de Coahuila, aunque carecemos de más información. Tras este no hay más noticias confirmadas al respecto, aunque hay relatos orales que señalan que algún globo pudo llegar tan al sur como el Estado de Querétaro. 

De este modo México, que por entonces ya se encontraba en guerra con Japón, fue alcanzado de forma involuntaria por la que se considera la primera arma intercontinental de la historia.

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jueves, 19 de septiembre de 2024

Las siete maravillas de la Antigüedad según la Excerpta Vaticana (= De incredibilibus)

 


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LAS SIETE MARAVILLAS DESCONOCIDAS DEL MUNDO ANTIGUO

Durante la Antigüedad y la Edad Media fue común la confección de listas de las siete maravillas del mundo. Salvo algún cambio, la lista más o menos definitiva era la que incluía, entre otras obras, a las Pirámides de Egipto, los Jardines Colgantes de Babilonia y el Coloso de Rodas. Sin embargo, hubo otras listas y menciones en las que podemos encontrar varias decenas de obras más, algunas poco conocidas. Con las más llamativas y espectaculares de todas ellas hemos elaborado nuestra propia lista de la que hablaremos a continuación. 

El primer monumento del que hablaremos, y quizás el más extraordinario, es la estatua flotante de Belerofonte. Según un relato medieval, en la ciudad de Esmirna, en Asia Menor, había una estatua del héroe Belerofonte montando a Pegaso en el borde de un acantilado. Pegaso estaba sujeto discretamente detrás de una pezuña y se balanceaba si se le tocaba con suavidad, pero permanecía firme si se le empujaba con fuerza. Por su parte, otros autores que incluyen a esta estatua entre las siete maravillas del mundo, la sitúan en Roma y dicen que era de hierro y que flotaba en el aire, sin estar sostenida por cadenas ni vigas, sino por grandes imanes, los cuales, distribuidos uniformemente hacían levitar a esta obra que pesaba varias miles de libras. 

Autores modernos que han estudiado el magnetismo en la Antigüedad señalan que si bien en esa época se conocían las propiedades de los imanes y hay noticias de estatuas flotantes, en este caso es posible que se hayan fusionado dos noticias diferentes o que se halla producido un error textual que no permita discernir como era en realidad esta estatua que maravilló a varios autores medievales. 

La segunda maravilla de la que hablaremos es el Palacio de Ciro II el Grande en Ecbatana, antigua residencia real meda y persa próxima a la moderna ciudad iraní de Hamadán. Creemos que esta obra es incluida por primera vez en una lista de maravillas en época augustea. Concretamente lo hace el hispano Higino, el cual dice: “el palacio de Ciro, que hizo Memnón con piedras brillantes de varios colores, unidas con oro”. Tras Higino, el escritor Ampelio dice que estaba construido con piedras blancas y negras unidas con oro, y que estaba decorado con columnas de varios colores, ventanas de plata y tejas de piedra verde. Luego, en la tardoantigüedad, encontramos nuevas referencias, pero mucho más escuetas. 

Sin embargo, quien da más detalles sobre este complejo palacial es Polibio en el siglo II a. C. El autor griego describe una construcción que recuerda a la famosa Persépolis, pero con una decoración mucho más lujosa. Cuenta Diodoro que el palacio tenía un perímetro de más de un kilómetro y que las partes de madera eran de ciprés y cedro; las vigas, los techos y las columnas estaban forradas de plata o de oro, y las tejas eran todas de plata, aunque todo fue robado en época de Alejandro Magno y de los Seléucidas, por lo que no se puede comprobar cuanto de real hay en los relatos grecolatinos. 

La siguiente maravilla de la que hablaremos también es persa. De ella solo nos habla el obispo galorromano Gregorio de Tours en el siglo VI. En una de sus obras Gregorio hace una lista de siete maravillas entre las que incluye el Arca de Noé y el Templo de Salomón. En cuarto lugar de su lista sitúa la Tumba de Amatista de un rey persa. Según la descripción de la tumba, la cual hemos intentado recrear, esta estaba “labrada con maravillosa factura en una sola piedra de amatista hueca, grabada en bajorrelieve, y en el exterior había efigies de hombres, bestias y pájaros en altorrelieve. También tenía árboles con hojas y frutos tallados en altorrelieve”. 

Se ha pensado que aquí Gregorio se confunde y que en realidad habla del Mausoleo de Halicarnaso o del Palacio de Ciro en Ecbatana, aunque la descripción de la tumba de amatista no se parece a estas construcciones. Así que o bien Gregorio habla de una obra desconocida o utilizó una fuente lo suficientemente deformada como para que sea imposible identificar a que construcción se refiere. 

La cuarta obra de nuestra lista es el Altar de Cuernos de Delos, también conocido como Keratón. Según el poema de Calímaco cuando el dios Apolo tenía cuatro años construyó cerca del lago sagrado de Delos un altar tejiendo las cabezas de cabras que Artemisa cazaba. Construyó los cimientos con cuernos, edificó el altar con cuernos y levantó una muralla alrededor también con cuernos. Por su parte, una lista de maravillas del mundo que encontramos en el texto conocido como Sobre fenómenos increíbles, dice: “el altar de marfil de Delos, del que se cuenta que fue hecho gracias a las ofrendas de los cuernos diestros presentados al dios en un solo día”. También Plutarco diría que “el altar de cuerno que es celebrado entre las llamadas 'Siete Maravillas', pues sin necesidad de cola ni de ningún otro material aglutinante está ensamblado y articulado exclusivamente a base de cuernos del lado derecho”, aunque en otro pasaje hablaría de cuernos izquierdos. 

Sin embargo, a pesar de ser admirado en la Antigüedad y muy importante en las ceremonias de Delos desconocemos con seguridad tanto el aspecto como la ubicación exacta de este altar, aunque autores modernos han hecho varias propuestas para su identificación. Así, algunos han pensado en el “Monumento del Ábside” o en el “Templo 42”, o lo han intentado imaginar como un edificio circular, una especie de tholos, en el que se realizaban sacrificios y a alrededor del cual se efectuaban danzas rituales. 

La quinta maravilla de la que hablaremos es el Templo de Adriano en Cízico. Este monumento, del que Elio Arístides dijo que era “el más grande de todos” y Dion Casio que era el “más grande y hermoso de todos los templos”, fue construido en el siglo II d. C., pese a ello, solo aparece en listas de maravillas del periodo bizantino. Así, un texto anónimo de hacia el año 500 menciona el Templo de Adriano “que se alza firme sobre un largo acantilado”, en referencia a que estaba situado en una altura sobre la costa del mar de Mármara, en la moderna Turquía. Años después, el cronista Juan Malalas diría que “Adriano construyó un templo muy grande en Cízico, una de las maravillas, y colocó allí en el techo del templo una estatua de mármol, un busto muy grande de sí mismo, en el que inscribió 'Divino Adriano'”. 

Hoy día, debido a una larga serie de terremotos, solo quedan algunos restos de este templo, sin embargo son suficientes para dar la razón a los autores antiguos, ya que esta colosal construcción mediría entre 90 y 120 metros de largo, siendo así uno de los templos más grandes del mundo grecolatino. En sus lados frontal y posterior el templo tenía ocho columnas y en sus laterales quince, todas ellas rematadas con enormes capiteles corintios. Este templo y su recinto eran tan grandes, que Elio Arístides dijo que en el cabía una ciudad. Además, por los restos conservados y por una descripción del siglo XV, sabemos que el templo estaba ricamente decorado con relieves de todo tipo. 

La sexta maravilla de nuestra lista es quizás la más conocida, la Atenea Pártenos. Está estatua crisoelefantina de la diosa Atenea estaba situada en el interior del Partenón de Atenas. Fue obra de Fidias y de sus discípulos, y se concluyó hacia el año 438 a. C. Esta obra solo está incluida en tres listas tardías de maravillas del mundo, pero no se la describe, por lo que hay que recurrir a autores como Pausanias o Plinio el Viejo y a varias copias posteriores para conocer cómo era. 

La estatua, que estaba hecha de madera y revestida de oro y marfil, tenía según Pausanias en mitad del casco “una figura de la Esfinge y a uno y otro lado (…) grifos esculpidos”. Pausanias añade que la “estatua de Atenea es de pie con manto hasta los pies, y en su pecho tiene inserta la cabeza de la Medusa de marfil; tiene una Nike de aproximadamente cuatro codos [en una mano] y en la [otra] mano una lanza; hay un escudo junto a sus pies y cerca de la lanza una serpiente; esta serpiente podría ser Erictonio. En la base de la estatua está esculpido el nacimiento de Pandora”. A esto agrega Plinio que medía 26 codos de altura y que en la parte exterior del escudo estaba esculpida la guerra de las Amazonas y en su parte interna la Gigantomaquia. 

Por último, la séptima maravilla de la que hablaremos es el Obelisco de Babilonia. El único autor que nos habla de esta obra es Diodoro de Sicilia en el siglo I a. C. Según Diodoro la mítica reina “Semíramis cortó una piedra de las montañas armenias de ciento treinta pies de longitud y de veinticinco de anchura y espesor; la trajo con un gran número de yuntas de mulas y de bueyes hacia el río y la subió sobre una balsa; y, tras conducirla sobre ella corriente abajo hasta Babilonia, la levantó junto a la calle más conocida, asombroso espectáculo para los transeúntes; a la cual algunos denominan obelisco por su forma, y que cuentan entre las siete obras renombradas”. 

De ser cierta esta información de Diodoro querría decir que este obelisco mediría casi 40 metros, solo algo menos que el gran obelisco inacabado de Asúan, el más grande que se conoce. Sin embargo, hay que indicar que aunque en Mesopotamia se conocían los obeliscos, no hay noticias de que hubiera ninguno ni remotamente parecido en tamaño al descrito por Diodoro. Por tanto, es posible que este autor se equivocara en su información, que en realidad hablara de Egipto o que en realidad se refiriera a otro tipo de construcción típica de Mesopotamia, el zigurat.

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sábado, 7 de septiembre de 2024

Relación que dió Juan de Areizaga de la navegación de la armada de Loaisa hasta desembocar el Estrecho, y de los sucesos de la nao Santiago que se separó allí y aportó á Nueva-España

 




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LOS EXPLORADORES GRIEGOS DE URUGUAY, ARGENTINA Y CHILE (II): LOAYSA Y ALCAZABA (1525-1538)

Como vimos en el anterior video, varios marinos griegos, miembros de la expedición de Magallanes, participaron en el descubrimiento y exploración de las costas de las actuales Uruguay, Argentina y Chile. Sin embargo, estos no fueron los últimos, y en los siguientes años otros griegos visitaron aquellas costas. 

Tras Magallanes, una expedición encabezada por el comendador García Jofre de Loaísa que también se dirigía a las Molucas recorrió aquellos litorales entre diciembre de 1525 y mayo de 1526. En esta armada iban unos quince marinos griegos, entre ellos el buzo Jorge Griego, el maestre Nicolás de Rodas y el marinero Francisco de Paris. 

Tras pasar por lugares como la “tierra de los humos” o la isla de los patos, la expedición de Loaísa, que navegaba disgregada, llegó a mediados de enero a la entrada del estrecho de Magallanes, momento en que una tormenta hundió una de las naves, como nos cuenta Francisco de Paris en su relato. En esta nave, de la que se pudo rescatar a la mayoría de los hombres, iban a bordo tres griegos, el buzo Jorge Griego, el marinero Nicolás de Nápoles y el grumete Bautista de Xio. 

Días después, el resto de las naves entró en el estrecho y llegaron a la que Paris llamó bahía de la Victoria, ya en aguas de lo que hoy es Chile, donde pasaron varios días. En ese tiempo, como nos dice Paris, una tormenta dañó una de las naves y otras dos desertaron, una de ellas se perdió cuando intentaba llegar a las Molucas a través del cabo de Buena Esperanza y otra consiguió arribar a España. 

Luego el resto de las naves salió del estrecho y fueron al río de Santa Cruz a efectuar reparaciones durante las siguientes semanas, volviendo a entrar en el estrecho el 8 de abril. De lo que pasó durante la travesía por el estrecho no nos habla Paris, pero otros relatos nos cuentan como pasaron por lugares como el puerto de la Concepción, el puerto de las Sardinas o el puerto de San Juan de Portalatina, hasta que alcanzaron el océano Pacífico el 26 de mayo. Tras esto Paris cuenta que las naves se separaron, una consiguió llegar a Nueva España, otra a la isla de “Sant Guin”, otra a Tidore, en las Molucas, y una, la San Lesmes, se cree que pudo llegar a Nueva Zelanda y Australia. 

Años después, una expedición enviada por Hernán Cortés encontró a varios supervivientes en Tidore, entre ellos estaban tres griegos, Francisco de Paris, Juan Griego y Pablo Griego. Más tarde, Paris sería uno de los escasos supervivientes que consiguieron regresar a España, convirtiéndose así en uno de los pocos hombres en completar la segunda vuelta al mundo. 

Tras esta, otras expediciones con marinos griegos entre sus tripulantes llegaron a aguas de Sudamérica. Así, en la expedición encabezada por el veneciano Sebastián Caboto sabemos que había varios griegos, aunque al parecer solo dos, el marinero Juan Griego y el carpintero Juan Cazagurri, navegaron entre 1526 y 1530 por las aguas del Río de la Plata, el Paraná y el Paraguay. 

En ese tiempo otra expedición llegó al Río de la Plata y el Paraná, la encabezada por Diego García de Moguer, aunque desconocemos si algún griego iba a bordo. 

En esa misma época en España el portugués Simón de Alcazaba preparaba la Armada de la Especiería que debería dirigirse a las Molucas a través del estrecho de Magallanes. Por la documentación sabemos que en esta expedición estaban enrolados tres griegos: los maestres Nicolao Griego y Marcos de Candía, y el marinero Nicolao de Rodas. Sin embargo, la expedición se suspendió en 1529 cuando España renunció a la posesión de las Molucas. 

Ese mismo año Alcazaba recibió el gobierno de todos los territorios al sur del Perú, lo que se llamó la gobernación de Nueva León, por lo que comenzó a preparar una armada para explorarlos y tomar posesión de ellos. Por fin, en septiembre de 1534 la armada de Alcazaba zarpó. En esta flotilla de solo dos naves, se encontraba el piloto Nicolao Griego, quizás el mismo mencionado anteriormente. Tras una escala en las Canarias, la expedición no volvió a tomar tierra hasta llegar a las costas patagónicas en enero de 1535, concretamente lo hizo en el litoral chubutense y en río Gallegos. Luego la armada entró en el estrecho de Magallanes donde pasó un mes, aunque el mal tiempo hizo que diera la vuelta y anclara en la bahía Gil, en la moderna provincia de Chubut, donde en febrero fue fundado “Puerto de los Leones”. 

A continuación, Alcazaba organizó una expedición armada que avanzó hacia el interior del territorio cerca de 100 leguas. Esta, según los relatos que se conservan, estaba guiada por un piloto que hacia uso de sus instrumentos de navegación para ello, y que según parece era Nicolao Griego, el cual se convirtió así en uno de los primeros exploradores de la Patagonia. Sea como fuere, la expedición acabó en desastre, los hombres se amotinaron y mataron a Alcazaba, consiguiendo tras muchos problemas llegar una de las naves a Santo Domingo en septiembre, siendo uno de los supervivientes el piloto Nicolao Griego. 

Ese mismo año partió de España la armada de Pedro de Mendoza, el cual fundaría Buenos Aires, aunque de los cientos de hombres que componían la expedición parece que ninguno era griego. 

Por último hablaremos de la expedición comercial del genovés León Pancaldo, quien con dos naves pretendió llegar desde España al Perú a través del estrecho de Magallanes, sin embargo, al perder en noviembre de 1537 una de ellas en el “río de Gallegos”, al sur de la Patagonia, la otra se dirigió a Buenos Aires, frente a donde se hundió a finales de abril de 1538. Aunque no conocemos a todos los tripulantes de esta expedición sabemos que varios eran genoveses y, teniendo en cuenta que por entonces Génova aún tenía posesiones en el Egeo, no sería descabellado pensar que hubiera griegos entre los hombres de Pancaldo. 

Tras esta hubo otras expediciones a aquellas costas, como la enviada por el obispo de Plasencia o la de Juan Ladrillero, aunque desconocemos la presencia de griegos entre sus tripulantes.

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