sábado, 21 de diciembre de 2024

395, LOS HUNOS INVADEN ORIENTE PRÓXIMO

A mediados del siglo V d. C. el huno Atila estuvo a punto de destruir el Imperio romano, sin embargo, es menos conocido que decenios antes, en el 395, el año en el que se cree que nació este rey bárbaro, las hordas hunas arrasaron el Oriente romano. 

Aquel año fue crítico para el mundo romano. Hacía solo unos meses que había finalizado una sangrienta guerra civil, el emperador Teodosio había fallecido en enero, sus jóvenes hijos, Honorio y Arcadio, gobernaban el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente respectivamente, aunque estos estaban tutelados por Estilicón y Rufino, que estaban enfrentados entre sí, además, y por si fuera poco, el godo Alarico había invadido Grecia. 

Hacia el final del invierno de ese convulso año los caudillos hunos Basich y Kursich cruzaron el río Don con un gran ejército, atravesaron la cordillera del Cáucaso y entraron en Armenia, que por entonces se encontraba dividida entre el Imperio romano de Oriente y el Imperio persa Sasánida. Sobre la motivación de esta invasión las fuentes antiguas dan tres explicaciones. Unas dicen que se debió a las intrigas de Rufino, que invitó a los hunos a entrar en territorio romano; otras dicen que los hunos llegaron con la intención de tomar botín y esclavos; por último, un historiador menciona una hambruna que asolaba el territorio huno, que por entonces se extendía desde el río Danubio hasta más allá del río Volga. 

Sea como fuere, hacia el verano, los hunos penetraron en la alta Mesopotamia desde Armenia e invadieron los territorios de Sofena, Osroena, Eufratensis y Melitene, los cuales en la actualidad se corresponden aproximadamente con el sureste de Turquía, el noreste de Siria y el noroeste de Irak. 

En ese extenso y montañoso territorio la crónica de Juan de Éfeso dice que los hunos sometieron varias regiones y ciudades, entre ellas Amida y Samósata. En esta parte del relato Juan de Éfeso dice, quizás por error, que los romanos aniquilaron a los hunos, sin embargo a continuación se nos dice que los hunos sitiaron la fortaleza de Ziatha y algo más al sur, en la región entorno a Amida, la gente huyó y se refugió en las fortalezas. 

En el caso de Ziatha, situada entre los ríos Tigris y Deba, esta crónica dice que los hunos cortaron el abastecimiento de agua de la fortaleza, lo que provocó que los hombres del interior la entregaran, a pesar de lo cual los hunos masacraron a muchos y esclavizaron a otros, prendiendo finalmente fuego a la fortaleza. Más al suroeste, en Edesa, otro texto nos dice que siendo ya el año 396 los romanos se encerraron entre los muros de esta ciudad y no hicieron frente a los hunos, quienes tomaron prisioneros y devastaron todo aquel territorio. 

A continuación, o quizás simultáneamente, los jinetes hunos invadieron Cilicia, donde realizaron una gran matanza, y luego avanzaron tan al oeste como Capadocia y Galacia, y tan al sur como la Celesiria, lo que ahora es el sur y el este de Siria. Según el poeta Claudiano los territorios de Capadocia y Galacia, en el centro de la moderna Turquía,  fueron asolados y en ellos los hunos hicieron un gran número de esclavos y capturaron muchos rebaños que llevaron a su país. En estos lugares, según se cree, el eunuco Eutropio hizo frente con éxito a aquellos bárbaros. 

En cuanto a la devastación causada por los hunos en todo el Oriente romano, San Jerónimo, que por entonces vivía en la ciudad palestina de Belén, cuenta en una de sus cartas que: “los lobos (...) del lejano norte, se soltaron sobre nosotros desde los lejanos peñascos del Cáucaso y en poco tiempo invadieron provincias enteras. ¡Cuántos monasterios conquistaron, cuántos ríos se tiñeron de sangre humana! Sitiaron Antioquía y todas las demás ciudades del Halis, del Cidno, del Orontes y del Éufrates. Se llevaron tropas de cautivos. Arabia, Fenicia, Palestina y Egipto, aterrorizados, se sintieron ya esclavizados”. 

En otra carta, San Jerónimo dice que cuando los ejércitos hunos se pusieron en movimiento desde el que hoy se conoce como mar de Azov, todo el Oriente tembló y que las tropas romanas no pudieron hacerles frente ya que estaban ausentes debido a la pasada guerra civil entre Teodosio y Eugenio. A continuación, San Jerónimo dice: “En todas partes su llegada fue inesperada, superaron los rumores con su velocidad y no perdonaron ni a la religión, ni al rango, ni a la edad; es más, ni siquiera tuvieron piedad de lo niños que lloraban”. 

Por último, el santo cuenta que “corría el rumor de que [los hunos] se dirigían a Jerusalén y que su excesiva codicia por el oro los impulsaba a acudir a esa ciudad. Las murallas de Antioquía, abandonadas en los descuidados días de paz, fueron reparadas a toda prisa. Tiro, deseosa de separarse de la tierra, buscó de nuevo su antigua isla. También nosotros nos vimos obligados a preparar barcos y a esperar en la orilla del mar como medida de precaución ante la llegada del enemigo;...”. 

Otro testimonio contemporáneo, el del poeta Cirilona, habla del cautiverio al que estaba sometido el Oriente y a la devastación de las ciudades, que se encontraban deshabitadas, y menciona la amenaza de una segunda invasión huna. 

Pero la invasión de los hunos no afectó solamente al Oriente romano, también hay noticias de que invadieron el Imperio Sasánida. Según una crónica, los hunos, tras asolar Sofena, Armenia, Mesopotamia, Siria, Capadocia y Galacia, se dispusieron a regresar a su país pero se internaron en territorio Sasánida descendiendo por los ríos Éufrates y Tigris, llegando hasta la capital sasánida de Ctesifonte, situada a unos 25 kilómetros al sureste de la moderna Bagdad. Allí, según esta crónica, no hicieron daño, pero sí asolaron y saquearon las regiones circundantes, donde mataron a muchos y capturaron a muchos más. 

Luego, al saber que los sasánidas marchaban contra ellos, los hunos se prepararon para huir, pero los sasánidas les persiguieron y aniquilaron a una parte de los invasores mediante sus arqueros, consiguiendo recuperar la mayor parte del botín tomado y liberar a 18.000 cautivos. A continuación, los hunos, temiendo ser perseguidos, volvieron a su país a través de una ruta diferente, acabando así este primer gran ataque huno al Imperio romano.

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