A pesar de que dejaron de existir hace siglos, los gladiadores de la antigua Roma siempre han maravillado y despertado curiosidad. Sus tipos, sus armas, sus combates, todo ha llamado la atención, sin embargo es menos conocido su papel fuera de la arena, donde a lo largo de la historia de Roma se rebelaron en varias ocasiones y en otras fueron utilizados en infinidad de ocasiones como sicarios o como soldados en los campos de batalla.
El hecho más famoso protagonizado por gladiadores fuera de la arena de los anfiteatros tuvo lugar en el 73 a. C. Ese año varias decenas de gladiadores de Capua encabezados por Espartaco, Crixo y Enomao se amotinaron y escaparon. Con el tiempo se unieron a ellos miles de esclavos, dando lugar así a la Tercera Guerra Servil.
Años más tarde, en la década de los '50, las distintas facciones políticas de Roma se dotaron de bandas de gladiadores con las que atacar a sus rivales, siendo las más famosas las de Milón y Clodio, enfrentadas entre sí y que sumieron a Roma en la violencia durante un tiempo.
Tras esto, entre los años 49 y 30, durante las guerras civiles romanas, encontramos varias referencias al uso de gladiadores en actividades militares. Así por ejemplo, podemos mencionar que en el 49, nada más empezar la guerra entre Julio César y Pompeyo, un pompeyano intentó reclutar a cambio de su libertad a los 5.000 gladiadores que Julio César tenía en Capua, pero ante el peligro de que se rebelaran, Pompeyo decidió distribuirlos por toda la Campania. Tiempo después, en el año 48, Pompeyo, tras la derrota de Farsalia, reclutó gladiadores antes de huir a Egipto, aunque de poco le sirvieron ya que fue asesinado nada más llegar al país del Nilo.
Ya muerto Pompeyo, sus partidarios se refugiaron en África. Allí, uno de ellos, Considio, se atrincheró en el año 46 en la ciudad de Tisdra, en la actual Túnez, junto a un ejército de gétulos, esclavos y a una cohorte de gladiadores. En un primer momento Julio César renunció a tomar aquella plaza, pero tiempo después, Considio, al conocer la derrota pompeyana en la batalla de Tapso, intentó huir, pero fue asesinado por sus propios hombres.
Solo dos años después Julio César fue asesinado en los idus de marzo. Según varios autores antiguos, ante la previsión de encontrar resistencia, los conjurados apostaron no muy lejos del Senado a un gran número de gladiadores armados que pertenecían a Décimo Bruto. Tras matar a Julio César, los asesinos huyeron y, escoltados por los gladiadores, se refugiaron en el Capitolio. Solo unos meses más tarde, Marco Antonio sitió Mutina, la actual Módena, donde se refugiaba Décimo Bruto junto a numerosos gladiadores y tres legiones.
Años más tarde, en el verano del año 41, Ahenobarbo, miembro del partido de los asesinos de Julio César, reunió una gran flota y un ejército de arqueros, honderos y gladiadores con la que asoló las costas del Adriático y atacó el puerto de Brindisi, territorios controlados por entonces por el Segundo Triunvitaro.
Meses después uno de los triunviros, Octaviano, el futuro Augusto, se enfrentó a Fulvia y Lucio, la mujer y el hermano de Marco Antonio, otro de los triunviros. Durante este conflicto Octaviano sitió la ciudad de Perusia, donde los gladiadores de Lucio acabaron con la vida de muchos de sus soldados en combates cuerpo a cuerpo. Incluso Suetonio nos cuenta que Octaviano a punto estuvo de perder la vida frente a las murallas de Perusia cuando una tropa de gladiadores salió de forma abrupta de la ciudad.
Más tarde, en el año 31, tras la batalla de Actium, el último gran episodio de las guerras civiles romanas, un numeroso grupo de gladiadores perteneciente al derrotado y huido Marco Antonio que se encontraban entrenando en Cízico, en el noroeste la actual Turquía, abandonaron la ciudad e intentaron reunirse con él en Egipto, sembrando el caos durante su viaje, aunque de esto hablaremos con más detalle en el siguiente video.
Décadas después, en el año 21 d. C., en época de Tiberio, el eduo Julio Sacroviro se rebeló en las Galias y armó un numeroso ejército, en el que se incluían esclavos entrenados como gladiadores que llevaban armadura completa de hierro y eran conocidos como crupelarios, los cuales, según Tácito “están en condiciones poco propicias para herir, pero son impenetrables a los golpes que reciben”, aunque eso no impidió que los romanos vencieran a las fuerzas de Sacroviro cerca de la moderna Autun, donde los legionarios cargaron contra los crupelarios con hachas, siendo luego derribados con horcas, quedando así inmovilizados en el suelo.
Años más tarde, en el 41, tras ser asesinado el emperador Calígula, un grupo de senadores trató de hacerse con el poder, pero cuando un considerable número de gladiadores se unió a Claudio, desistieron y este fue entronizado como nuevo emperador.
Tiempo después, en el 63, en época de Nerón, se produjo una rebelión de gladiadores en Preneste, cerca de Roma, pero cuando la gente ya hablaba atemorizada de los tiempos de Espartaco, el destacamento militar que custodiaba a aquellos gladiadores los sometió.
Luego, en el 69, tras la muerte de Nerón, tuvo lugar el “Año de los cuatro emperadores”, donde cuatro generales que fueron nombrados emperadores se disputaron el trono. Uno de ellos, Otón, hizo uso de 2.000 gladiadores en la guerra contra su rival Vitelio, aunque fueron aniquilados por las tropas bátavas de este en un combate que tuvo lugar en una isla del río Po. Meses después, a final del año, en Terracina, las tropas de Vitelio derrotaron a otro grupo de gladiadores, esta vez pertenecientes a Vespasiano.
Años después, en el 96, el hijo de Vespasiano, Domiciano, fue asesinado por varios conspiradores que, según Suetonio, contaron con la ayuda de algunos gladiadores.
Mucho tiempo más tarde, en tiempos del emperador Marco Aurelio, hay noticias de que se reclutaron gladiadores para ser usados en las guerras marcomanas.
Años después, en el 193, durante su breve reinado, Didio Juliano ordenó armar a los gladiadores de Capua para que le ayudaran a conservar el poder, cosa que no consiguió.
Décadas más tarde, en el año 238, el senador Galicano formó un ejército con el pueblo de Roma y con gladiadores pertrechados con sus propias armas para ir contra los soldados del emperador Maximino el Tracio. Este ejército atacó el campamento de los legionarios, quienes repelieron el ataque y consiguieron matar a los gladiadores.
Más tarde, en algún momento del reinado de Probo, entre los años 276 y 282, Zósimo nos cuenta que 80 gladiadores, quizás en Roma, “se concertaron, aniquilaron a sus guardianes y a continuación salieron de la ciudad para saquear cuanto encontraban, uniéndoseles, como suele ocurrir, muchos. Pero también contra ellos envió el Emperador tropas que los exterminaron”.
Mucho después, en el 350, en el tiempo en el que el usurpador Magnencio dominaba el occidente romano, Nepociano, sobrino de Constantino el Grande, tomó el poder en Roma y fue nombrado emperador con ayuda de un grupo de gladiadores que tomó las armas, sin embargo, solo veintiocho días después los generales de Magnencio acabaron con él.
Por último hablaremos de como en el año 388 el obispo Marcelo de Apamea utilizó a soldados y a gladiadores para atacar y derruir un templo pagano en el oeste de Siria, aunque él mismo pereció a manos de los paganos.
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