En el verano del año 378 d. C. los godos derrotaron a los romanos en la batalla de Adrianópolis, lo que llevó al Imperio a un momento crítico que amenazó su misma supervivencia, aunque la actuación de dos mujeres, Dominica y Mavia, lo evitó.
Como hemos dicho, todo sucedió en el 378. El 9 de agosto de ese año un ejército de godos y alanos liderado por Fritigerno venció a las tropas romanas cerca de la ciudad de Adrianópolis, en lo que hoy es la Turquía europea. En la misma batalla o poco después pereció el emperador del Oriente romano, Valente, lo que dejó a aquella parte del Imperio descabezada y a esa zona de los Balcanes en manos de los godos.
Tras la batalla, los godos asediaron Adrianópolis en busca de los tesoros de Valente, aunque se vieron obligados a abandonar el sitio debido a la encarnizada resistencia que encontraron. Después, los godos se dirigieron hacia el sureste y se asentaron junto a Perinto, ciudad situada a orillas del mar de Mármara y a solo dos días al oeste de Constantinopla, la actual Estambul. En este punto, cuenta el historiador Amiano Marcelino que contingentes de hunos y alanos se unieron a Fritigerno.
En ese momento los godos y sus aliados asolaron toda la región. Luego, desde Perinto, “como su ansia por conseguir ricos botines era insaciable, en una marcha rápida, conservando las formaciones cuadradas por temor a las emboscadas, se dirigieron a Constantinopla dispuestos a realizar todo tipo de intentos para destruir esta famosa ciudad”.
Por entonces Constantinopla era la capital del Oriente romano y la ciudad más importante de todo el Imperio, cuya toma por los godos hubiera herido de muerte al Imperio romano. Sin embargo, dos mujeres lo evitaron, la emperatriz Dominica, viuda de Valente, y Mavia, reina de los sarracenos, en otro tiempo rebelde contra los romanos y ahora fiel aliada. El papel de ambas en la defensa de Constantinopla ya fue puesto de relieve por varios autores de la Tardoantigüedad, como Sócrates Escolástico y Sozomeno de Gaza.
Como hemos dicho, los godos se dirigieron a Constantinopla, se acercaron a sus murallas y devastaron sus suburbios. En ese momento Dominica se puso al frente de la resistencia, hizo que se distribuyera dinero del tesoro imperial entre todos aquellos ciudadanos que se habían armado y presentado voluntarios para salir a luchar contra los godos. Un historiador, Teófanes el Confesor, incluso dice que fue Dominica la que sacó a la gente de la ciudad para luchar contra los bárbaros.
Además de estos voluntarios, se nos cuenta en varias historias que tropas sarracenas, es decir, árabes, enviadas por la reina Mavia se distinguieron en la defensa de Constantinopla. Sobre estas tropas hay varias dudas. En primer lugar, si se trata de los mismos sarracenos que fueron usados por Valente para expulsar a los godos de los alrededores de Constantinopla antes de la batalla de Adrianópolis y si este raid realmente sucedió; en segundo lugar, su número, ya que unas fuentes hablan de un pequeño contingente y otras de un ejército; y en tercer lugar, su verdadero estatus, si eran meros federados o si como sostiene algún autor moderno eran tropas de élite de la guardia personal de Valente, primero, y de Dominica, después.
Sea como fuere, según el mencionado Amiano, los sarracenos “se dispusieron a la lucha y salieron confiados de la ciudad. Tras un combate largo y duro, ambos bandos se retiraron con pérdidas similares”. A continuación, este autor añade que “los orientales cobraron ventaja tras un hecho insólito nunca antes visto. Y es que uno de sus hombres, con pelo largo y con [casi] todo el cuerpo desnudo (...), lanzando un alarido ronco y lúgubre, sacó un puñal y se lanzó en mitad de la tropa de los godos. Entonces, mató a uno de los enemigos, acercó los labios a su garganta y bebió la sangre que se estaba derramando. Los bárbaros, aterrados ante esta monstruosa escena, no mostraron ya su ferocidad habitual y, cada vez que intentaban hacer algo, avanzaban con paso vacilante. Posteriormente, su audacia disminuyó aún más cuando advirtieron la gran longitud de las murallas, las grandes dimensiones de los bloques, las riquezas inaccesibles de la ciudad y la populosa población que la habitaba, (…) [por lo que,] después de recibir más bajas de las que causaron, abandonaron aquella zona y se dispersaron por las provincias del norte, (…)”.
De este modo, el pueblo armado por Dominica y las tropas árabes de Mavia vencieron a los godos, quienes se retiraron de Constantinopla, la cual se salvo así de forma heroica.
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