domingo, 8 de diciembre de 2024

CLEOPATRA, REINA DE PALESTINA

Más de 2.000 años después de su muerte la figura de la reina Cleopatra VII continúa fascinando, siendo uno de los personajes de la Antigüedad que más curiosidad despierta. Sobre su belleza, sus amoríos o su tumba se ha escrito mucho, sin embargo otros aspectos de su vida a veces se dejan en segundo plano, cómo sus ambiciones territoriales. Dentro de estas pretensiones, resulta llamativa el especial interés que Cleopatra sentía por Palestina y sus regiones circundantes, territorios que habían pertenecido a sus antepasados. 

A mediados del siglo I a. C., cuando Cleopatra llegó al trono de Egipto, la situación en Oriente era compleja. El Egipto ptolemaico había perdido sus otrora posesiones en el Egeo, Anatolia y la costa sirio-palestina, además de la Cirenaica y Chipre. Por su parte, en Levante, los romanos controlaban Siria, varias ciudades costeras eran independientes, el reino de Judea estaba en declive y el reino nabateo se encontraba en su apogeo. 

En ese tiempo, aprovechando las guerras civiles romanas y sus relaciones con Julio César y Marco Antonio, Cleopatra agrandó su reino. Así, en el año 47 logró que Julio César la confirmará como reina de Egipto. Años después, en el 41, Antonio, perdidamente enamorado de ella, le concedió Cilicia, Chipre y partes de Creta. Sin embargo las principales ganancias territoriales de Cleopatra se produjeron tiempo más tarde, sobre todo en el año 36. 

Según cuenta el historiador Flavio Josefo, contrario en su obra a Cleopatra, esta pretendía hacerse con toda Judea y con el reino nabateo acabando con la vida de sus respectivos reyes. Este autor cuenta que Herodes el Grande se quejaba de que la egipcia intentaba enemistarlo con Antonio ya que codiciaba el trono de Judea. Sin embargo, Antonio no cedió ante las pretensiones de su amada, aunque sí le concedió el territorio de Celesiria para consolarla. La cesión de este territorio, correspondiente al sur de Siria, también es mencionada por Plutarco y prueba de ella es la acuñación de moneda con la efigie de Cleopatra en la ciudad de Damasco. 

A continuación, Flavio Josefo cuenta que la reina de Egipto ambicionaba hacerse con toda Siria, y aunque no la consiguió en su totalidad logró obtener el pequeño reino de Iturea, situado al este de la cordillera del Líbano. Según varias fuentes esto lo consiguió tras convencer a Marco Antonio de que ejecutara al rey itureo Lisanias bajo la acusación de haber colaborado años atrás con los invasores partos. Incluso se sabe que en la ciudad iturea de Calcis del Líbano, cuya situación se desconoce, se acuñaron monedas de Cleopatra con una nueva era que tenía su inicio en el momento en el que la ciudad pasó a formar parte de sus dominios. 

Pero esto debió ser poco para Cleopatra, quien siguió presionando a Antonio para hacerse con el reino de Judea y con el reino nabateo. Sin embargo, Antonio, que no quería cometer esa iniquidad ni tampoco negarse del todo a lo que ella le pedía, solo arrebató algunos territorios de Judea y otros del rey nabateo Malco y se los entregó a la reina de Egipto. 

En el caso del reino de Judea, al parecer fueron varios los territorios obtenidos por Cleopatra, pero solo tenemos noticias de Jericó, al norte del Mar Muerto, y de su región circundante donde habían palmerales y donde se producía un afamado bálsamo, sin embargo, Herodes siguió controlando estos territorios mediante el arriendo. La cesión a Cleopatra de estos territorios también es mencionada por Plutarco y Dion Casio, quien incluso cuenta que Antonio regaló a sus hijos tenidos con la reina de Egipto muchas regiones de la Arabia de Malco, de Iturea, de Fenicia, de Palestina y algunas zonas de Creta, Cirene y Chipre, siendo esto así un adelanto de lo que pasaría después en las Donaciones de Alejandría. 

En el reino de Judea Cleopatra también trató de hacerse con Idumea, un territorio situado al oeste del Mar Muerto. Según Flavio Josefo, Costóbaro, el gobernador de Idumea, conspiró contra Herodes y ofreció este territorio a Cleopatra. Pero la reina de Egipto “fracasó en su intento cuando pidió a Antonio hacerse con el control de este país” y este se negó. 

En cuanto al reino nabateo, Plutarco y Dion Casio mencionan la cesión de partes de este territorio a Cleopatra y, aunque no tenemos datos concretos sobre que partes fueron exactamente, todo hace pensar que serían los puertos del golfo de Áqaba, el desierto del Néguev y zonas del Sinaí, regiones importantes por las rutas comerciales que las atravesaban. A estos territorios habría que sumar, según historiadores modernos, todo el norte de la Transjordania, donde se encontraba la Decápolis. 

A estos territorios, además Antonio, a excepción de Tiro y Sidón, entregó a Cleopatra todas las ciudades de las costas de Fenicia y Palestina, muchas de las cuales habían permanecido autónomas hasta entonces. Entre estas ciudades se encontraban la actual Beirut, Dor, Ascalón, Antedón y Gaza, acuñándose monedas con el rostro de Cleopatra en varias de ellas. 

Sin embargo, Cleopatra aún quería más y en el año 31, en tiempos de la guerra entre Antonio y Octaviano, lanzó a Herodes contra su vecino Malco. Según Flavio Josefo, si triunfaba Herodes, “ella se convertiría en la soberana de Arabia, y, en caso contrario, sería reina de Judea. En ambos casos derrocaría a uno de los reyes por medio del otro”. 

Entonces, Herodes atacó a los nabateos, pero según Flavio Josefo y el Quinto Libro de los Macabeos, Cleopatra, con el objetivo de hacerse con ambos reinos, conspiró junto a los nabateos para atacar a las exhaustas tropas de Herodes, aunque estas consiguieron reponerse y vencieron a los nabateos. Sin embargo, Cleopatra no pudo recoger los frutos de aquella victoria ya que al mismo tiempo Antonio y ella habían sido derrotados por Octaviano en la batalla de Actium. Meses más tarde, los dos amantes morirían y Octaviano devolvió a Herodes “el territorio del que había sido despojado por los ardides de aquella mujer”.

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