Justino, Epítome, XXXI, 4-9: “Así pues, cuando los embajadores llegaron ante Antíoco en Éfeso, le entregan las propuestas del senado. Mientras esperan respuesta, todos los días frecuentaban el trato con Aníbal, diciéndole que se había alejado de su patria por miedo, mientras los romanos observan con suma lealtad la paz que habían concluido no tanto con su república cuanto con él; él había hecho las guerras no más por odio a los romanos que por amor a su patria, a la que los mejores deben incluso la misma vida; de hecho, las causas de estas guerras eran las oficiales entre pueblos, no las privadas entre generales; después alababan sus proezas. Aníbal, contento por la forma de hablar sobre éstas, con excesiva frecuencia y con gran avidez hablaba con los embajadores, sin saber que con su trato íntimo con los romanos haría germinar en el rey el odio contra sí. Pues Antíoco, pensando que con tan asiduas conversaciones se habían restablecido las buenas relaciones de aquél con los romanos, nada le contaba, como antes, y, excluyéndolo del todo de su proyecto, empezó a odiarlo como a un enemigo y un traidor”.
Orosio, Historias contra los paganos, IV, 20, 18: “Hacia Antíoco fue enviado, juntamente con otros legados, Escipión Africano, que tuvo, incluso, con Aníbal, una amigable charla; pero al no conseguir la firma de la paz, se alejó de Antíoco”.
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