Fueron varias las expediciones que los españoles emprendieron durante la época de la conquista en busca del mítico El Dorado, un país o una ciudad que según los rumores estaba llena de oro y riquezas. Algunas de las más conocidas son las de Orellana, Lope de Aguirre o Jiménez de Quesada, pero hay otras menos conocidas, como la de Hernán Pérez de Quesada, entre los años 1541 y 1542, de la que nos ocuparemos a continuación.
Cuentan Fray Pedro de Aguado y el Obispo Piedrahita que en 1541 llegó al Nuevo Reino de Granada, actual Colombia, Montalvo de Lugo desde el territorio venezolano en el cual había estado buscando El Dorado. Tentando al gobernador del Nuevo Reino, Hernán Pérez de Quesada, con inmensas riquezas, le convenció para que emprendiera una expedición en búsqueda del Dorado o tierra de las Amazonas, como la llama Fray Pedro Simón. Pese a la negativa, de entre otros, del Cabildo de Tunja, Pérez de Quesada siguió adelante con sus planes ya que, según él, era un gran servicio que se le hacia a Su Majestad por la gran cantidad de oro, plata y piedras preciosas que el rey dejaría de ganar si no iba.
La expedición la formaron 280 españoles, entre ellos varios capitanes, 150 caballos y 8 o 10 mil indios muiscas, que actuarían como porteadores. La hueste de Pérez de Quesada partió en septiembre desde Santa Fe de Bogotá. Llegaron primero a Tunja y luego a los páramos de Pasca, donde les alcanzó un fuerte temporal de frío y hielo, por lo que murieron muchos de los indios que acompañaban a los españoles.
Llegaron al pueblo de Nuestra Señora, entre la cordillera y los llanos venezolanos, donde descansaron varios días. Desde allí llegaron al río Guaviare y más tarde al río Papamene. Más adelante se adentraron en el territorio de los Choques, nación caníbal según Piedrahita, ya que creían que cerca se encontraba El Dorado. Simón y Piedrahita también mencionan las tierras de los indios Guapis, los cuales les hablaron que conocían a los del Dorado.
Prosiguieron hasta el río Bermejo. En este territorio montañoso y agreste, españoles e indios morían de enfermedades, hambre y otras calamidades. Consiguieron llegar al promontorio de Finisterra. Desde allí avanzaron hasta el pueblo de Guazábara, con cuyos habitantes se enfrentaron.
En adelante, los ríos y las ciénagas eran tan abundantes que los españoles se vieron obligados a construir varios puentes. Pasaron los ríos que llamaron Bagre y Olmeda, cerca del cual el hambre fue tal que se vieron obligados a comer algunos caballos. A continuación llegaron al pueblo de La Fragua, donde descansaron dos meses. Desde allí Pérez de Quesada envió varias avanzadillas para explorar y una llegó el pueblo que llamaron Valladolid. Hasta allí se dirigió el resto de la expedición, donde, según Aguado, fueron atacados por los habitantes del lugar con flechas y hondas. Al día siguiente los españoles emboscaron a los indios de Valladolid y los masacraron, tiñendo el río de sangre.
Eran tantas las penalidades que sufrían los españoles que Aguado cuenta que alguno llegó a ahorcarse por no poder soportarlas. Otros, según el mismo autor, murieron a manos de caníbales, que consiguieron despedazar a varios soldados y se los llevaron cargados para comer. Pasaron, según Simón y Piedrahita, por el valle de Mocoa y por la tierra de Achivichí.
Más tarde los españoles, tras perder muchos hombres y caballos entre la maleza del camino, llegaron al valle de Sibundoy, cerca de Pasto, donde encontraron a otros españoles a las ordenes de Belalcázar, que les socorrieron. Aquí, hacia finales de 1542, acabó la desastrosa expedición de Pérez de Quesada, que costó la vida a más de 100 españoles, 8.000 indios y casi todos los caballos, en su mayoría victimas de las enfermedades y ahogados en los ríos.
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