jueves, 25 de febrero de 2021

LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA.




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10 HECHOS QUE NO CONOCÍAS DEL EMPERADOR AUGUSTO.

Es mucho lo que se conoce sobre el primer emperador del Imperio Romano, Augusto, y su reinado de cuarenta años, el más largo de la historia del Imperio, pero a continuación hablaremos de diez hechos de su vida que apenas se conocen. 

Cuenta Suetonio que, poco después de la Guerra de Perusia que le enfrentó contra los partidarios de Marco Antonio, estando el joven Augusto, aún llamado Octaviano, en esta ciudad, un grupo de gladiadores casi acabó con su vida. 

En su adolescencia estuvo prometido con la hija de Publio Servilio Isáurico, aunque finalmente su primera esposa fue Claudia, hijastra de Marco Antonio, con la que se casó para sellar la reconciliación y la alianza con este. Aunque más tarde la repudiaría para casarse con Escribonia. 

En el año 30 a. C., tras la muerte de Cleopatra, cuenta Suetonio que hizo sacar de su sepulcro el sarcófago de Alejandro Magno, al que homenajeó colocándole una corona de oro y cubriéndole de flores. 

Construyó un templo en honor Júpiter Tonante por “haberle salvado del peligro cuando, durante una marcha nocturna en su expedición contra los cántabros, un rayo pasó rozando su litera y mató al esclavo que le precedía para alumbrarle”. Y es que, según Suetonio, esta experiencia le traumatizó. “Sentía un temor un tanto enfermizo por los truenos y los rayos, hasta el extremo de que, para protegerse, llevaba siempre consigo a todas partes una piel de foca, retirándose, a la menor sospecha de tormenta, a algún lugar recóndito y abovedado”. 

Dos noticias dejan de manifiesto la crueldad de Augusto. En una ocasión “hizo vender en publica subasta a un caballero romano junto con sus bienes por haber amputado a sus dos jóvenes hijos los dedos pulgares para evitar su alistamiento”. En otra, alguien se acercó a saludarle y Augusto, pensando que escondía una espada, lo hizo torturar, le sacó los ojos con sus propias manos y ordenó que lo mataran. 

Según Suetonio, Augusto no adornaba sus casas de campo con grandes lujos, prefería hacerlo con objetos antiguos o raros “como los restos colosales de enormes monstruos y animales salvajes que se conservan en Capri y que se conocen con el nombre de “huesos de los gigantes” y “armas de los héroes”. 

Augusto, a raíz de sus vidas llenas de vicios y excesos, exilió a su hija y a su nieta, Julia la Mayor y Julia la Menor, a pequeñas islas italianas. Cuenta Dion Casio que también fueron desterrados a islas algunos de los numerosos amantes de su hija. 

”Según dicen, tenía el cuerpo cubierto de manchas, de señales de nacimiento diseminadas por su pecho y vientre en la forma, orden y numero de la constelación de la Osa, pero también de ciertas callosidades que se le habían desarrollado en varias partes hasta formar impétigo...”. 

Se sabe que compuso varias obras como “Respuestas a Bruto a propósito de Catón”, “Exhortaciones a la filosofía”, unas memorias sobre su vida, así como obras en verso y una tragedia, que destruyó al no estar contento con su estilo. 

Durante su largo reinado extendió las fronteras del Imperio. Después de casi doscientos años acabó la conquista de Hispania. También envió expediciones a lugares tan remotos como Etiopía y al sur de Arabia, la Arabia Felix, actual Yemen, como se nos cuenta en las Res Gestae y en la Geografía de Estrabón. 

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sábado, 20 de febrero de 2021

VON LUCKNER, UN CORSARIO ALEMÁN DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.

La presencia de corsarios alemanes durante la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico es conocida, pero no lo es tanto esta presencia durante la Primera Guerra Mundial. En las siguientes líneas hablaremos brevemente sobre la expedición del Conde von Luckner y su presencia en el Pacifico. 

En 1915 el navío anglo-estadounidense Pass of Balmaha fue capturado por un U-boat alemán. Más tarde el navío fue artillado y renombrado como Seeadler con el objetivo de que se dedicara a incursionar en aguas enemigas. El Seeadler, comandado por von Luckner, consiguió a finales de 1916 romper el bloqueo naval de los aliados de la Entente haciéndose pasar por un barco noruego. A continuación rodearon las Islas Británicas por el norte y desde el este de Groenlandia, fueron hacia el sur. Entre las Azores y las Canarias, a principios de 1917, capturó y hundió dos naves inglesas. Más hacia el sur, entre Brasil y las Islas de Cabo Verde, capturó y hundió otras nueve naves inglesas, francesas, italianas y canadienses. Más al sur capturaron otro navío, en el cual embarcaron a los prisioneros y los enviaron a Río de Janeiro. 

El Seeadler siguió hacia el sur y a mediados de abril pasó al este de las Islas Malvinas y días después bordeó el Cabo de Hornos y entró en el Océano Pacífico. Los alemanes pusieron rumbo norte, aproximándose al Archipiélago Juan Fernández, desde donde pusieron rumbo noroeste, hacia las Islas Marquesas. Para entonces varios barcos británicos seguían la pista del Seeadler. A ellos se unió el Avoca, que en aquel momento se encontraba en la Columbia Británica, para que lo buscara en la zona de las Islas Galápagos, ya que por entonces se sospechaba que el navío alemán podría estar ocultándose en esas islas. Sin embargo, el Seeadler se encontraba a unos 2000 kilómetros de allí. Así lo constatan el mismo Luckner en sus memorias (Seeteufel: Abenteuer aus meinem Leben) y sus biógrafos. Como curiosidad hay que señalar que aunque Luckner no estuvo en las Galápagos en 1917, sí estuvo en 1937 de camino a Nueva Zelanda, en un viaje propagandístico del régimen nazi. 

En junio y julio, entre las Marquesas y Hawái, tres naves estadounidenses fueron capturadas y hundidas. Desde aquí el Seeadler viró hacia el sur, hacia la Polinesia. El barco terminó hundiéndose en la isla de Mopelia a causa de un tsunami, aunque ningún tripulante ni ningún prisionero murió. Luckner y parte de la tripulación zarparon en un pequeño barco hacia Fiji, donde fueron capturados e internados en Nueva Zelanda, aunque Luckner consiguió escapar y más tarde recapturado. El resto de la tripulación apresó un barco francés y navegó hasta la Isla de Pascua. Allí pasaron varios meses con el beneplácito de las autoridades locales, hasta que en febrero de 1918 fueron llevados a Chile e internados en un barco en el puerto de Talcahuaco. 

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NAZIS EN ECUADOR: CORSARIOS ALEMANES EN LAS GALÁPAGOS.

Quizás opacado por los éxitos de la guerra submarina y de la aviación alemana a veces se olvida la increíble historia de los mercantes “raiders”, esto es, buques mercantes armados que se comportaban como corsarios e incursionaban en todos los océanos con el objetivo de asaltar, capturar o hundir mercantes de países aliados. Esta táctica ya fue empleada por los alemanes en la Primera Guerra Mundial y en la segunda fue seguida también por italianos y japoneses. Uno de estos corsarios fue el Komet, que llevó sus operaciones a un lugar tan remoto como las Islas Galápagos. 

En 1936 fue botado el carguero Ems. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial la Kriegsmarine lo confiscó y lo transformó en un crucero auxiliar, siendo rebautizado como Komet. Le añadieron 6 cañones, 6 tubos lanzatorpedos, una lancha rápida y un hidroavión. El Komet, al mando del Capitán Eyssen, zarpó en julio de 1940 y con ayuda de rompehielos de la Unión Soviética, con los que aún mantenían buenas relaciones, lograron asombrosamente llegar al Océano Pacífico a través del Círculo Polar Ártico utilizando la Ruta del Noreste. 

Una vez en el Pacífico el Komet se unió a otros barcos alemanes, se hicieron pasar por barcos japoneses para pasar desapercibidos y comenzaron sus operaciones en la zona de Micronesia. Entre noviembre y diciembre el Komet junto al Orión hundieron varios cargueros de Reino Unido y Noruega en las cercanías de la Isla de Nauru, tomando más de 600 prisioneros que fueron desembarcados en la Isla de Emirau, en la Melanesia. A continuación, a finales de 1940, tras fracasar un plan de minar el puerto Rabaul y de desembarcar tropas y ocupar la Isla de Nauru, el Komet, en solitario, bombardeó esta isla y destruyó sus plantas de producción de fosfatos. 

Más tarde el Komet se dirigió al Índico Sur para buscar balleneros de países aliados. Siguió su viaje hacia las costas antárticas y de allí fue a las islas francesas de las Kerguelen. A la vista de los pocos éxitos en esta zona, y tras pasar cerca de Australia, Tasmania y Nueva Zelanda, el Komet se dirigió hacia el Canal de Panamá, con la esperanza de encontrar más barcos en la Zona de Seguridad Panamericana. Esta zona fue creada por los aún no beligerantes Estados Unidos para proteger con su marina a los barcos aliados. 

El Komet, después de atravesar la Polinesia, llegó en agosto de 1941 a las cercanías de las Islas Galápagos, pertenecientes al Ecuador. Pero esta no era la primera vez que un barco de guerra alemán llegaba a estas islas. En el verano 1914, al poco de comenzar la Primera Guerra Mundial el SMS Leipzig merodeó por las aguas de las Galápagos e incluso llegó al puerto de Guayaquil. Un segundo barco alemán parece ser que anduvo por las Galápagos, se trata del velero Seeadler, al mando del Conde von Luckner. 

El día 14 de agosto el Komet se encontró con el carguero británico Australind, al que dispararon varios cañonazos. El Australind finalmente fue hundido pero la mayoría de sus tripulación fue rescatada. Los alemanes, sin temor a ser descubiertos, permanecieron en aquellas aguas. Poco después el Komet avistó a un barco holandés, el Brastagi o el Weltevreden. Esa misma noche acechó durante unas horas al carguero británico Lochmonar, aunque finalmente perdió su rastro. El día 17 el Komet capturó intacto el carguero holandés Kota Nopan junto con su preciada carga de, entre otras cosas, caucho, estaño y manganeso. El día 19 hundió el carguero británico Devon y capturó a sus tripulantes, en su mayoría de origen indio. Junto a los barcos hundidos o capturados, el Komet hizo prisioneros a sus tripulaciones. El Capitán Eyssen, previendo la llegada de naves norteamericanas, decidió abandonar aquellas aguas. 

En septiembre las noticias de las hazañas del Komet en las Galápagos ya se conocían en Estados Unidos y Europa. The New York Times titulaba dos de sus noticias así: “Buque corsario hunde barco holandés; Carguero catalogado como presa alemana al oeste de Panamá” y “Corsario del Eje recorre el Pacífico por las rutas hacia Panamá; Corsario del Eje vaga por las rutas del Pacífico hasta el Canal; Se reportan muchos barcos atrasados como ataques.” Y añadía que las Galápagos podrían ser una base de los corsarios alemanes. Un periódico español contaba el 16 de septiembre: “Un buque armado alemán opera cerca de las islas Galápagos, al Oeste del Ecuador y en las proximidades del Canal de Panamá,...”. Por entonces se creía que el Kota Nopan había sido hundido y no capturado. La prensa francesa mencionaba que la Marina estadounidense ya patrullaba el Pacífico en busca del barco corsario alemán. La prensa británica también se hacia eco de la presencia de un corsario del Eje en las aguas de las Galápagos. 

Alarmados por estos ataques y con la necesidad de proteger el Canal de Panamá, los Estados Unidos situaron una base militar en Baltra, en las Galápagos, en 1942. El temor estadounidense a una ocupación de las Galápagos era tan real que en 1942 la revista Life publicó una serie de hipotéticos planes de invasión de América por parte de fuerzas del Eje. Uno de ellos consistía en que un flota combinada germano-japonesa usaría las Galápagos como plataforma para desembarcar en Ecuador, atacar el Canal de Panamá y atacar Estados Unidos desde el Sur. 

Ahora volvamos al Komet. El navío alemán regresó hacia la Polinesia. En septiembre, el diario de abordo del Komet recogía varias noticias de prensa que hacían referencia a su presencia, la de un corsario nazi, en las Galápagos. En la Polinesia el Komet se reunió con otro barco corsario alemán, el Atlantis, y le  transfirió parte de sus prisioneros y de su cargamento. A finales de mes el Komet emprendió el viaje de regreso a Alemania. Cruzó el Cabo de Hornos y, disfrazado de carguero portugués, llegó a Burdeos y luego a Hamburgo a finales de noviembre, después de más de 500 días de singladura. 

Para finalizar mencionaremos el destino final del Komet. El corsario alemán emprendió un segundo raid en octubre de 1942, aunque su travesía duró poco ya que fue hundido por la Royal Navy frente a las costas francesas. 

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lunes, 15 de febrero de 2021

CAPITANES Y CABOS DE LA EXPEDICIÓN DE EL DORADO DE 1541-1542.

Hernán Pérez de Quesada llevaba en su expedición en busca de El Dorado por Teniente General a Lope Montalvo de Lugo y como capitanes y cabos, según Lucas Fernández de Piedrahita en su Historia General de las Conquistas del Nuevo Reyno de Granada, a los siguientes hombres: 

-Baltasar Maldonado, Capitán de Caballería. 

-Juan de Céspedes, Capitán de Caballería. 

-Pedro Galeano, Capitán de Caballería. 

-Juan Muñoz de Collantes, Capitán de Caballería. 

-Martín Yáñez Tafur, Capitán de Infantería. 

-Diego Martínez, Capitán de Infantería. 

-Juan de San Miguel, Cabo. 

-Guzmán de Avellaneda, Cabo. 

-Pedro García Ruíz, Cabo. 

-Cristóbal de Monroy, Cabo. 

-Nicolás Gutiérrez, Cabo. 

-Alonso de Alvarado, Cabo. 

-Juan Rodríguez Gil, Cabo. 

-Diego Suárez Montañes, Cabo. 

-Francisco Rodríguez, Cabo. 

-Lope de Salcedo, Cabo. 

-Francisco del Hierro Maldonado, Cabo. 

-Machín de Oñate, Cabo. 

-Maesse Juan, Cabo. -Juan Fuerte, Cabo. 

-Francisco de Barajas, Cabo. 

-Otros, de los que Piedrahita no halló rastro.

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LA EXPEDICIÓN EN BUSCA DE EL DORADO DE 1541-1542.

Fueron varias las expediciones que los españoles emprendieron durante la época de la conquista en busca del mítico El Dorado, un país o una ciudad que según los rumores estaba llena de oro y riquezas. Algunas de las más conocidas son las de Orellana, Lope de Aguirre o Jiménez de Quesada, pero hay otras menos conocidas, como la de Hernán Pérez de Quesada, entre los años 1541 y 1542, de la que nos ocuparemos a continuación. 

Cuentan Fray Pedro de Aguado y el Obispo Piedrahita que en 1541 llegó al Nuevo Reino de Granada, actual Colombia, Montalvo de Lugo desde el territorio venezolano en el cual había estado buscando El Dorado. Tentando al gobernador del Nuevo Reino, Hernán Pérez de Quesada, con inmensas riquezas, le convenció para que emprendiera una expedición en búsqueda del Dorado o tierra de las Amazonas, como la llama Fray Pedro Simón. Pese a la negativa, de entre otros, del Cabildo de Tunja, Pérez de Quesada siguió adelante con sus planes ya que, según él, era un gran servicio que se le hacia a Su Majestad por la gran cantidad de oro, plata y piedras preciosas que el rey dejaría de ganar si no iba. 

La expedición la formaron 280 españoles, entre ellos varios capitanes, 150 caballos y 8 o 10 mil indios muiscas, que actuarían como porteadores. La hueste de Pérez de Quesada partió en septiembre desde Santa Fe de Bogotá. Llegaron primero a Tunja y luego a los páramos de Pasca, donde les alcanzó un fuerte temporal de frío y hielo, por lo que murieron muchos de los indios que acompañaban a los españoles. 

Llegaron al pueblo de Nuestra Señora, entre la cordillera y los llanos venezolanos, donde descansaron varios días. Desde allí llegaron al río Guaviare y más tarde al río Papamene. Más adelante se adentraron en el territorio de los Choques, nación caníbal según Piedrahita, ya que creían que cerca se encontraba El Dorado. Simón y Piedrahita también mencionan las tierras de los indios Guapis, los cuales les hablaron que conocían a los del Dorado. 

Prosiguieron hasta el río Bermejo. En este territorio montañoso y agreste, españoles e indios morían de enfermedades, hambre y otras calamidades. Consiguieron llegar al promontorio de Finisterra. Desde allí avanzaron hasta el pueblo de Guazábara, con cuyos habitantes se enfrentaron. 

En adelante, los ríos y las ciénagas eran tan abundantes que los españoles se vieron obligados a construir varios puentes. Pasaron los ríos que llamaron Bagre y Olmeda, cerca del cual el hambre fue tal que se vieron obligados a comer algunos caballos. A continuación llegaron al pueblo de La Fragua, donde descansaron dos meses. Desde allí Pérez de Quesada envió varias avanzadillas para explorar y una llegó el pueblo que llamaron Valladolid. Hasta allí se dirigió el resto de la expedición, donde, según Aguado, fueron atacados por los habitantes del lugar con flechas y hondas. Al día siguiente los españoles emboscaron a los indios de Valladolid y los masacraron, tiñendo el río de sangre. 

Eran tantas las penalidades que sufrían los españoles que Aguado cuenta que alguno llegó a ahorcarse por no poder soportarlas. Otros, según el mismo autor, murieron a manos de caníbales, que consiguieron despedazar a varios soldados y se los llevaron cargados para comer. Pasaron, según Simón y Piedrahita, por el valle de Mocoa y por la tierra de Achivichí. 

Más tarde los españoles, tras perder muchos hombres y caballos entre la maleza del camino, llegaron al valle de Sibundoy, cerca de Pasto, donde encontraron a otros españoles a las ordenes de Belalcázar, que les socorrieron. Aquí, hacia finales de 1542, acabó la desastrosa expedición de Pérez de Quesada, que costó la vida a más de 100 españoles, 8.000 indios y casi todos los caballos, en su mayoría victimas de las enfermedades y ahogados en los ríos. 

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martes, 9 de febrero de 2021

LAS CONVERSACIONES DE ANÍBAL CON LOS ROMANOS EN ÉFESO SEGÚN JUSTINO Y OROSIO.

Justino, Epítome, XXXI, 4-9: “Así pues, cuando los embajadores llegaron ante Antíoco en Éfeso, le entregan las propuestas del senado. Mientras esperan respuesta, todos los días frecuentaban el trato con Aníbal, diciéndole que se había alejado de su patria por miedo, mientras los romanos observan con suma lealtad la paz que habían concluido no tanto con su república cuanto con él; él había hecho las guerras no más por odio a los romanos que por amor a su patria, a la que los mejores deben incluso la misma vida; de hecho, las causas de estas guerras eran las oficiales entre pueblos, no las privadas entre generales; después alababan sus proezas. Aníbal, contento por la forma de hablar sobre éstas, con excesiva frecuencia y con gran avidez hablaba con los embajadores, sin saber que con su trato íntimo con los romanos haría germinar en el rey el odio contra sí. Pues Antíoco, pensando que con tan asiduas conversaciones se habían restablecido las buenas relaciones de aquél con los romanos, nada le contaba, como antes, y, excluyéndolo del todo de su proyecto, empezó a odiarlo como a un enemigo y un traidor”. 

Orosio, Historias contra los paganos, IV, 20, 18: “Hacia Antíoco fue enviado, juntamente con otros legados, Escipión Africano, que tuvo, incluso, con Aníbal, una amigable charla; pero al no conseguir la firma de la paz, se alejó de Antíoco”.

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EL MEJOR GENERAL DE LA ANTIGÜEDAD SEGÚN ANÍBAL BARCA.

En el año 193 a. C., o 192 según otros autores, Aníbal, tras huir de Cartago por miedo a ser entregado a los romanos, se encontraba en Éfeso, en territorio del rey seléucida Antíoco III. Por aquellas fechas llegó a la ciudad una delegación romana en la que se encontraba el viejo enemigo de Aníbal, Escipión el Africano. Entonces se produjo una conversación entre ambos en la que hablaron sobre a quien consideraba el cartaginés el mejor general de la antigüedad. 

Sobre este encuentro, Tito Livio, basándose en la historia perdida de Quinto Claudio Cuadrigario, que a su vez seguía la historia también perdida de Cayo Acilio, dice: 

“Al preguntarle el Africano a Aníbal quien había sido, en su opinión, el más grande de los generales, respondió que Alejandro, el rey de los macedonios, porque con un puñado de hombres había derrotado a ejércitos incalculablemente numerosos, y porque había recorrido regiones remotísimas que el hombre no tenía esperanzas de visitar. Cuando a continuación le preguntó a quién ponía en segundo lugar, dijo que Pirro, que había sido el primero en enseñar el arte de emplazar un campamento, aparte de que nadie lo había superado en habilidad para elegir el terreno y organizar una defensa; además había demostrado tal arte para atraerse a la gente que los pueblos de Italia preferían el imperio de un rey extranjero al del pueblo romano, tanto tiempo a la cabeza de aquel país. Le siguió preguntando a quién consideraba el tercero, y dijo que sin lugar a dudas a él mismo. Entonces Escipión rompió a reír y añadió: “¿Qué dirías si me hubieras vencido?” “En ese caso, la verdad, -replicó- me pondría delante de Alejandro y de Pirro y de cualquier otro general””. 

Plutarco en su biografía de Tito Flaminino recoge la misma anécdota, pero en la biografía de Pirro da una versión diferente, en la que Pirro era el mejor general, Escipión el segundo y Aníbal se colocaba en tercer lugar. 

El historiador Apiano recoge la misma versión de Tito Livio pero añade los motivos que Aníbal dio a Escipión para colocarse entre los tres grandes generales de la antigüedad. Escipión, esperaba obtener el tercer lugar en esta lista, “sin embargo Aníbal respondió: “A mí mismo, pues siendo todavía jovenzuelo conquisté Iberia y fui el primero, después de Hércules, en cruzar los Alpes con un ejército. Y tras invadir Italia, sin que ninguno de vosotros tuviese valor para impedírmelo, arrasé cuatrocientas ciudades y, en numerosas ocasiones, os coloqué la lucha a las mismas puertas de la capital sin recibir ayuda económica ni militar de Cartago”.

Justino y Orosio también mencionan este encuentro, pero sin mencionar nada sobre esta conversación en concreto. 

Por último, hay que señalar al escritor Luciano de Samósata, que en un diálogo imaginario, cuenta que Alejandro y Aníbal discutieron sobre quien era el mejor general y pidieron el arbitraje de Minos. Cuando Minos iba a decidir apareció Escipión y una vez oídos los argumentos de los tres, dictaminó que el mejor general era Alejandro, seguido por Escipión y colocando a Aníbal en tercer lugar.

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miércoles, 3 de febrero de 2021

NAZIS EN LA ISLA DE GOUGH.

Durante la Segunda Guerra Mundial los británicos temieron que las fuerzas del Eje establecieran una base de operaciones en el Atlántico Sur. Para evitarlo, Gran Bretaña llevó a cabo una serie de operaciones. Ya en 1941 los británicos eliminaron depósitos de combustible y carbón en la Isla Decepción, en las Islas Shetland del Sur, para que los alemanes no pudieran utilizar esta isla como base de suministros. Más tarde, en 1942, enviaron un contingente de soldados a las Malvinas para frustrar un supuesto ataque o desembarco japonés. 

Una tercera operación, casi desconocida, fue el patrullaje en la Isla Gough, que previamente habían visitado los alemanes. En verano del año 1942, el corsario alemán Stier (Raider J) fue reabastecido de combustible en las cercanías de la Isla Gough por el petrolero Charlotte Schliemann. También merodeó por Gough buscando un lugar adecuado para anclar y realizar ciertas reparaciones, pero no lo encontró. Según otras versiones, el Stier investigó la isla para establecer una base temporal para los barcos corsarios y un campo de prisioneros. 

Más tarde, la nave británica HMS Hawkins visitó la isla para investigar las actividades de los alemanes.

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EL PLAN JAPONÉS PARA CONQUISTAR LAS MALVINAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

Es relativamente bien conocido el papel de Argentina durante y después de la Segunda Guerra Mundial, también hechos como los de la Batalla del Río de la Plata, pero son menos conocidos los presuntos planes japoneses de invadir las Islas Malvinas. 

Según algunos documentos del archivo de Esmond Ovey, embajador británico, su homólogo japonés en Buenos Aires, el Barón Shu Tomii, habría prometido devolver las islas Malvinas a Argentina. También, conforme a informaciones de espías del MI6 que operaban en Argentina, Japón pretendía hacerse con las islas para usarlas como base para atacar a los barcos de suministros británicos. Hay que recordar que por el Atlántico Sur Gran Bretaña recibía refuerzos y suministros desde Australia, Nueva Zelanda, India y Sudáfrica, y, que a su vez, desde Gran Bretaña eran enviadas tropas a Egipto por este camino, ya que la ruta del Mediterráneo era peligrosa por la presencia de alemanes e italianos. 

A finales de 1941 el Secretario de Estado para las Colonias, Walter Guiness, informaba al gobernador de las Malvinas sobre los presuntos planes japoneses de atacar las islas y destruir los depósitos de combustible, y posteriormente entregárselas a Argentina. La inteligencia británica manejaba dos posibilidades. Que los japoneses tomaran las islas con una pequeña fuerza terrestre, o bien, que usaran aviones para bombardearlas. 

El supuesto plan japonés no parece tan descabellado si tenemos en cuenta que, en los primeros años de la guerra, corsarios alemanes frecuentaron las Islas Kerguelen, en el Océano Índico, y atacaron decenas de objetivos en el Océano Pacífico, llegando a merodear por los alrededores de las Islas Galápagos, perturbando así las rutas comerciales y amenazando incluso el Canal de Panamá. 

Ya en 1941 los británicos eliminaron depósitos de combustible y carbón en la Isla Decepción, en las Islas Shetland del Sur, para evitar que los alemanes pudieran utilizar esta isla como base de suministros. Más tarde, en 1942, el barco corsario alemán Stier navegó por el Atlántico Sur y exploró la posibilidad de crear una base de operaciones en Gough Island. 

Teniendo en cuenta estos antecedentes, el ataque a Pearl Harbor y la expansión japonesa por el Pacífico, Winston Churchill decidió reforzar la defensa de las Malvinas, hasta esa fecha únicamente custodiadas por un pequeño grupo de voluntarios. En un primer momento los británicos intentaron que Canadá o los Estados Unidos se encargaran de la defensa de las Malvinas ya que se encontraban en la Zona de Seguridad Panamerica, aunque finalmente serían fuerzas británicas las encargadas de la defensa de las Malvinas. 

De este modo, en la segunda mitad de 1942, Churchill envió refuerzos a las Islas Malvinas por temor a que el Imperio del Japón invadiera el territorio e interfiriera así las vitales rutas marítimas del Atlántico Sur. Churchill dijo en un mensaje: "Sería algo muy serio perder las Islas Malvinas ante los japoneses y no es un consuelo decir que dañaría a Estados Unidos más que a nosotros mismos”. "Las Islas Malvinas son muy conocidas y su pérdida sería un shock para todo el Imperio". 

Se envió a las Malvinas la Task Force 122, integrada por el 11º batallón del Regimiento de Infantería de West Yorkshire, una unidad de artillería antiaérea, radares, ingenieros y otros efectivos, que sumaban un total de 1.700 tropas que fueron acantonadas principalmente en Stanley. La Task Force 122 también se hizo cargo, junto con un pequeño destacamento noruego, de las Islas Georgia del Sur. 

Con estas fuerzas Churchill esperaba, como así fue, disuadir a Japón o a Alemania de emprender cualquier acción en las Malvinas. Aunque, según documentos de la época, incluso antes de la llegada de las tropas a las Malvinas, los británicos pensaban que un ataque japonés ya era improbable.

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