miércoles, 31 de julio de 2024

El rey Adalberto II de Italia se refugia en el enclave musulmán de Fraxinetum (962)

Siempre nos referimos a Fraxinetum como un refugio para piratas musulmanes, pero a veces se olvida que también fue refugio para cristianos, como demuestra la siguiente historia. 

A mediados del siglo X, Berengario II reinaba en Italia junto a su hijo Adalberto II. Por entonces el reino italiano ocupaba el centro y el norte de la actual Italia, pero Berengario y Adalberto ambicionaban más, querían controlar Roma y su extenso territorio. Ante este esto, el Papa Juan XII  llamó a Otón I de Alemania en su ayuda. Otón entró en Italia casi sin oposición en el año 961 y fue coronado rey. Semanas después llegó a Roma y fue coronado emperador. Mientras, Berengario y Adalberto seguían a la fuga. Finalmente Berengario fue capturado y enviado a Alemania. Adalberto en cambio, consiguió huir a Fraxinetum, el enclave musulmán del sur de Francia. Liutprando de Cremona en su Gesta Ottonis nos habla de esta fuga a Fraxinetum: 

“Mientras tanto, el Papa Juan, olvidándose de su juramento y de la promesa que había hecho al sagrado emperador, envió a Adalberto pidiéndole que regresara y jurando que lo ayudaría contra el poder del más sagrado emperador. Porque el sagrado emperador había aterrorizado tanto a este Adalberto, perseguidor de las iglesias de Dios y del Papa Juan, que había abandonado Italia por completo y se había ido a Fraxinetum y se puso bajo la protección de los sarracenos”, (Gesta Ottonis, IV). 

Adalberto inició conversaciones con el Papa Juan XII, el cual se había enemistado con Otón y conspiraba contra él. Liutprando dice que Juan XII hizo regresar a Adalberto desde Fraxinetum (Gesta Ottonis, VII), aunque para entonces parece que se encontraba en Córcega. Adalberto llegó a Roma pero Otón le hizo huir a Córcega. Juan XII fue depuesto por Otón a finales del 964 y en su lugar eligió a León VIII. Aunque tras la partida del emperador, Juan XII regresó a Roma y León VIII huyó junto a Otón. Por su parte, Adalberto invadió Italia en 965, sin embargo fue derrotado y, aunque intentó conseguir ayuda bizantina, finalmente se retiró a Burgundia hasta su muerte. 

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LAS INVASIONES SARRACENAS DE SUIZA (s. X)

Cuando hablamos de los musulmanes en la Europa altomedieval es inevitable pensar en España, donde permanecieron cerca de ocho siglos. Sin embargo los musulmanes estuvieron presentes en otros lugares: invadieron Francia en numerosas ocasiones durante el siglo VIII, asediaron Constantinopla varias veces, formaron un Emirato en Creta entre los siglos IX y X desde el que incursionaban en el Egeo, dominaron Sicilia durante cerca de dos siglos y medio, asaltaron las costas italianas llegando a asentarse en Bari y atacaron Roma en el año 846. Pero es menos conocido que los sarracenos, como eran llamados entonces los musulmanes, estuvieron presentes en Fraxinetum, en el sur de Francia, en el siglo diez, y lo que es aún más increíble, desde allí lanzaron incursiones hacia los Alpes, llegando hasta la actual Suiza. 

En algún momento a finales del siglo IX, musulmanes provenientes de la España islámica se instalaron en Fraxinetum, en torno a la actual comuna francesa de La Garde-Freinet, cerca de Saint-Tropez, donde crearon un enclave pirático. Desde esta base continuaron sus correrías por otros puntos de la costa, algunos de los cuales ocuparían, y hacia el interior, hacia el área alpina. 

El éxito de los sarracenos en esta zona se debió a varios factores. Primero, la gran movilidad de las pequeñas bandas que se infiltraban en el territorio. Segundo, lo abrupto del terreno, que  facilitaba que se atrincheraran en las montañas y dificultaba expulsarlos de allí. Y en tercer lugar, la inestabilidad política y las luchas internas en los territorios de Burgundia, Provenza e Italia, que dejaron a los sarracenos las manos libres en las regiones alpinas. Aunque hay que dejar claro que estas correrías protagonizadas por salteadores tendrían más un fin de pillaje y de conseguir botín que el de conquistar el territorio. 

El cronista Liutprando de Cremona nos cuenta que en el año 906 los sarracenos penetraron en el norte de Italia y tomaron varias ciudades, como Acqui, llegando también al parecer a las cercanías de Turín. Los ataques en el norte de Italia se sucedieron con los años, alcanzando Susa, Asti y de nuevo Acqui en el 936. Los ataques sarracenos también se extendieron por la Provenza y a lo largo de los años atacaron Sisteron, Embrun, Marsella, Aix, Gap, Tolón, Frejús o Arlés, llegando tan al norte como Grenoble y Vienne, en la Baja Burgundia. Aunque si tenemos en cuenta algunos topónimos es posible que llegaran aún más al norte, hasta la Alta Burgundia. 

Otro autor, Flodoardo de Reims, nos informa de que los sarracenos ocuparon los pasos alpinos y se dedicaron a asaltar a los peregrinos que se dirigían a Roma. Por ejemplo, nos dice que en los años 921 y 923 un gran número de peregrinos anglosajones fueron asesinados. Más adelante añade que los sarracenos hacían pagar tributo a los peregrinos que atravesaban los Alpes. 

En esa misma época, en el año 921, las correrías de los sarracenos llegaron hasta el paso del Gran San Bernardo y a la suiza Bourg-Saint-Pierre. La ocupación del Gran San Bernardo queda de manifiesto en unos versos de Liutprando en los que menciona la presencia en este paso de los sarracenos. 

Luego, en el año 931, según Flodoardo los griegos, es decir, los bizantinos atacaron a los sarracenos de Fraxinetum. El mismo cronista nos dice que en el año 936 los sarracenos atacaron el territorio de Alamania y a la vuelta masacraron a un gran número de peregrinos. Quizás durante esta incursión o poco después, también fueron atacadas las Abadías de Saint-Gall, Disentis y la iglesia de Chur, en el este de Suiza. 

Años después, en el 940, también según Flodoardo, los sarracenos ocuparon la Abadía de Saint-Maurice de Agaune, en la región suiza de Valais. Una inscripción que se conservada en Bourg-Saint-Pierre, en la misma región suiza, menciona a la “ISMAELITA COHORS” y sus depredaciones en el valle del Ródano. 

Poco más tarde, en un momento de cronología incierta, quizás hacia el año 942 según las últimas teorías, los sarracenos de Fraxinetum se enfrentaron a una tropa de húngaros que habían penetrado en Francia, según nos cuenta Ekkehard IV en su obra titulada Casus Sancti Galli

Ese mismo año, según Liutprando, el rey Hugo de Italia con la ayuda del emperador bizantino Romano I Lecapeno envió una expedición a Fraxinetum. Hugo atacando por tierra y los bizantinos desde el mar destruyeron todos los barcos sarracenos con fuego griego. Luego Hugo llegó hasta Fraxinetum y persiguió a los sarracenos hasta las montañas y pudo haber acabado con ellos, pero, según nos cuenta Liutprando, pactó con ellos y les encargó la custodia de los pasos alpinos para evitar que sus rivales, Berengario, Margrave de Ivrea, y Otón I, rey de Francia Oriental, pudieran entrar en Italia y le arrebataran la corona. Otros autores señalan la posibilidad de que el pacto con los sarracenos de Fraxinetum en realidad obedeciera al deseo de Hugo de preservar un acuerdo recién firmado con el Califa Abderramán III de Córdoba. 

Años después, en el 954, según cuenta el Casus Sancti Galli se produjo otro ataque sarraceno a Saint-Gall, en el actual cantón suizo de San Galo. Esta crónica nos dice que los sarracenos hostigaban Saint-Gall hasta que una noche las tropas del abad encontraron su escondite y los atacaron, consiguiendo matar y capturar a algunos, mientras que el resto escapó. 

Tras la muerte de Hugo en el año 947 se inauguró una nueva etapa, desde entonces la política seguida fue la de expulsar a los sarracenos de Fraxinetum. Otón envió en el 953 una embajada a Abderramán pidiéndole que pusiera fin a las correrías de los piratas sarracenos. Más adelante, en el año 968, Otón, ya emperador, proyectó una campaña contra Fraxinetum, pero finalmente renunció a ella, como nos cuenta el cronista Viduquindo de Corvey. 

Años después, en el 972, una banda de sarracenos capturó a Mayolo, abad de Cluny, probablemente en Martigny, Suiza. La captura de Mayolo quizás fue el detonante de la campaña cristiana que expulsó a los sarracenos de Fraxinetum. En ese mismo año, o algo después, las fuerzas de Guillermo I de Provenza, Arduino de Turín y del conde Robaldo, con el apoyo de Otón, se enfrentaron a los salteadores de Fraxinetum y los derrotaron. Esto conllevó la expulsión de los sarracenos de este enclave después de casi ochenta años. 

Sin embargo, las avanzadillas sarracenas más distantes de Fraxinetum pudieron quedar aisladas tras la caída de este enclave y se vieron en la necesidad de asimilarse a la población local. Y aunque las fuentes escritas no hablan de esto, ciertos indicios encontrados en la Provenza, Saboya, Piamonte y Suiza apuntan en esta dirección. Estos indicios son evidencias arqueológicas, tradiciones locales, topónimos, heráldica, nombres propios e influencias lingüísticas. 

En el caso de Suiza se encuentran numerosos topónimos que podrían tener un origen árabe, como por ejemplo: Monte Moro, en la frontera ítalo-suiza, mur des Sarrasins, en Avenches, en el cantón suizo de Vaud, Bisse des Sarrasins, en Valais, o Pontresina, en los Grisones, que podría ser una corrupción de “Puente de los Sarracenos”. Durante mucho tiempo se pensó que los sarracenos se habían asentado en el Valle de Saas debido a ciertos topónimos, aunque en la actualidad a la mayoría de estos topónimos se les ha dado una explicación de origen no árabe.

En cuanto a la heráldica podemos citar dos ejemplos, los escudos de la ciudad de Avenches y el de la familia Moret de Valais, donde aparecen cabezas que podrían representar a sarracenos. 

Por último, hay que señalar que en el valle de Hérens, en Valais, según un estudio de hace unos años, la población presentaría ciertos rasgos árabes tanto en el físico como en el habla. En este valle también se encuentran ciertas tradiciones y algunos topónimos que denotarían un origen árabe.

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martes, 23 de julio de 2024

Las amazonas de Çiguatan según la Historia de Gonzalo Fernández de Oviedo (lib. XXXIV, cap. VIII)




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LAS MUJERES GUERRERAS DE MÉXICO

Durante la exploración y conquista de América los españoles tuvieron noticias de lugares extraordinarios que intentaron encontrar, como El Dorado o el territorio de las amazonas. En el caso de las amazonas, estas fueron buscadas en Sudamérica, sin embargo es menos conocido que antes de hacerlo allí, los españoles las buscaron con ahínco en el moderno México. 

Las primeras menciones europeas a amazonas en América provienen de los relatos sobre los viajes de Cristóbal Colón en los que se menciona la isla de Matinino, la cual estaba habitada solo por mujeres. 

Años después, en 1518, la expedición de Juan de Grijalva exploró las costas de Yucatán y del Golfo de México. En uno de los relatos sobre el viaje se menciona una torre en la costa yucateca en la cual el narrador señala, según informaciones de los guías indígenas, que vivían mujeres, quizás “de raza de Amazonas”. Otro relato diría que aquellas amazonas se habrían retirado tierra adentro ante la llegada de los españoles. Por su parte, algunos cronistas no situarían a las amazonas en la costa, sino frente a ella, en una isla. 

Meses más tarde, ese mismo año, Diego Velázquez, gobernador de Cuba, dio instrucciones a Hernán Cortés para ir a las costas de Yucatán en busca de Grijalva. Además de esto, entre otras cosas, Cortés también tenía instrucciones para averiguar en que parte estaban las amazonas, las cuales, según los intérpretes indígenas que le acompañaban, estaban cerca. 

Tiempo después, el mito de las amazonas se trasladaría al oeste de México, a las cercanías de lo que hoy es Michoacán. Así, el cronista Francisco Cervantes de Salazar dijo que en 1521, tras la caída de Tenochtitlán, Cortés envió a Francisco Montaño y a otros tres españoles “á que descubriesen la provincia de Mechuacán y la de las Amazonas, que los indios llaman Ciguatlán,...”, nombre que podría traducirse como “lugar de mujeres”. Más adelante el mismo cronista dice que el señor de Mechuacán, el Cazonci, prohibió a los españoles visitar la “tierra de las Amazonas” para evitar que fueran heridos por estas. 

Más tarde, en 1524, Hernán Cortés contó al emperador Carlos V en su Cuarta carta de relación que el año anterior había enviado a la provincia de Coliman a Gonzalo de Sandoval con hombres de a caballo, peones e indios aliados para que vengasen a Cristóbal de Olid que había sido derrotado allí en 1522. Según Cortés, Sandoval le dijo que los señores de la provincia de Ceguatán contaban que había “allí una isla toda poblada por mujeres sin varón ninguno […]; y que esta isla está diez jornadas desta provincia”, la cual además es rica en oro y perlas. Terminaba Cortés diciendo que su intención era la de averiguar la verdad sobre esto. 

De este modo, en 1524, el conquistador de México envió a su pariente Francisco Cortés a explorar la costa de Colima. Entre sus instrucciones, Francisco tenía el deber de averiguar sobre una “isleta poblada de mujeres” que se encontraba cerca de allí, aunque no sabemos más al respecto. 

Años después, en 1530, Nuño de Guzmán buscó a las amazonas al norte de Colima. En julio de ese año, mientras se encontraba en el territorio de Mechuacán, Guzmán escribió al rey para narrarle su expedición. En una parte de esta carta dice que tenía pensado ir a la provincia de Astatlán, entre los modernos estados de Nayarit y Sinaloa, y después iría en busca de las amazonas, que se encontraban a diez jornadas de distancia. Según Guzmán “unos dicen que havitan dentro de la mar, y otros que están en una parte de un brazo de mar y que son ricas y temidas de lo havitadores de la tierra, por dioses; son mas blancas que estas otras, traen arcos y flechas y rodelas, comunícanse cierto tiempo del año con los vecinos, y lo que nace, si es barón, dicen que lo matan, y guardan las mugeres”. 

Meses más tarde, ya en 1531, estando en el territorio de Chiametla, entre Nayarit y Sinaloa, Guzmán escribió de nuevo al rey para decirle que tenía noticias de ricas provincias tierra adentro, entre las cuales había una habitada solo por mujeres. 

Tiempo después, según varios relatos, los expedicionarios llegaron al pueblo de Ciguatlán,  al norte de Chiametla, donde supuestamente estaban las amazonas. Allí vieron que en el pueblo y sus alrededores apenas habían hombres, aunque al carecer de intérpretes no pudieron averiguar el motivo. En otro relato se da la misma información, aunque en lugar de Ciguatlán se habla de “provincia de las Amazonas” y de “pueblo de las Amazonas”. Lo que está claro es que por la situación geográfica descrita en estos relatos esta Ciguatlán no puede ser identificada con la Cihuatlán situada en el moderno Estado de Jalisco. 

A continuación, en un relato diferente a estos, la conocida como Tercera Relación Anónima, se dice que las mujeres de la región de Ciguatlán eran diferentes a las vistas hasta ahora. Luego leemos en el texto que los pocos hombres que habían vestían sus ropas de guerra para “defender las señoras amazonas”, aunque a pesar de esto luego se señala que se tomaron muchas de ellas. Seguidamente dice este relato que por las lenguas, es decir, por los intérpretes, se supo “que estas mujeres decían haber venido por la mar” y que entre ellas no consentían estar a los hombres. 

Finalmente, en otro relato sobre la expedición de Guzmán, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo dice que mientras los españoles recorrían la costa tuvieron noticias sobre una población de mujeres a la que luego le pusieron el nombre de Amazonas. Entonces el conquistador Cristóbal de Oñate pidió a Guzmán que le encargara la pacificación del territorio de las amazonas, lo cual Guzmán le concedió. De camino a aquel territorio Oñate fue gravemente herido en el pueblo de Quínola, por lo que le sustituyó en aquella empresa Gonzalo López. 

Según Oviedo, cuando López llegó a aquel pueblo de Çiguatán las mujeres les dejaron entrar por temor a los caballos de los españoles. Además, señala el cronista que los hombres de aquella comarca iban al pueblo durante cuatro meses al año, tiempo durante el cual trabajaban para aquellas mujeres, las servían y yacían con ellas. Tras esto, si nacían niñas de aquellas uniones se quedaban en el pueblo, pero si eran niños eran enviados con sus padres. Por último, dice Oviedo que en 1547 pudo hablar en España con Guzmán, el cual le negó que aquellas mujeres fueran amazonas y que vivieran sin hombres. 

Tras esto, las noticias sobre las amazonas de México parecen desaparecer y el mito se traslada a Sudamérica, donde gozó de mucha popularidad a mediados de siglo, aunque esa es otra historia.

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jueves, 18 de julio de 2024

La destrucción paraguaya de Itatí en 1866 según el Diario de León de Palleja

 











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LAS INVASIONES PARAGUAYAS DE ARGENTINA (1866)

Como hemos visto en otros videos durante la Guerra de la Triple Alianza las tropas paraguayas llevaron a cabo audaces acciones contra los aliados, siendo una de las más atrevidas las numerosas incursiones en suelo argentino durante los primeros meses de 1866. 

Todo empezó en 1864 en Uruguay. En esa época se encontraban enfrentados por un lado los Blancos y por otro los Colorados apoyados por el Imperio del Brasil. Entonces el presidente paraguayo, Francisco Solano López, exigió la retirada brasileña de Uruguay. Al negarse estos, los paraguayos invadieron el Mato Grosso a finales de año. A continuación, López pidió permiso a los argentinos para atravesar su territorio con el objetivo de atacar a los brasileños en el sur. Al serle negado este, fuerzas paraguayas invadieron la provincia argentina de Corrientes en abril de 1865. Mientras que una columna paraguaya tomaba la ciudad de Corrientes y avanzaba hacia el sur, otra seguía el río Uruguay, lo cruzaba y entraba en territorio brasileño hasta la ciudad de Uruguayana. En los siguientes meses los aliados vencieron a los paraguayos en varias batallas, lo que indujo a López a ordenar la retirada de la provincia Corrientes, la cual se consumó en noviembre. 

Sin embargo, y como veremos, aquí no acabaron los ataques paraguayos a esta provincia, y es que con el objetivo sin duda de retardar lo máximo posible la invasión aliada de Paraguay y ganar tiempo para preparar las defensas del país se efectuaron varios desembarcos en el territorio correntino durante las siguientes semanas. 

Ya el 15 de diciembre hay noticias de que fuerzas paraguayas de la Guardia del Cerrito cruzaron en canoas hasta el Paso de Yahapé y saquearon 200 vacas y algunos caballos del Ejército de Vanguardia aliado. 

Durante las siguientes semanas, y ante la masiva presencia aliada a orillas del Alto Paraná, las incursiones paraguayas cesaron. Sin embargo a mediados de enero de 1866 estas cobraron nuevo vigor aprovechando la inactividad de la escuadra brasileña. 

Así, el día 13 fuerzas paraguayas abandonaron el Fuerte de Itapirú en canoas y desembarcaron cerca del Paso de la Patria mientras el general Mitre reconocía aquel territorio. Tras una breve refriega en la que los paraguayos tuvieron dos bajas, estos se retiraron. 

Poco después, el día 16, cerca de 200 paraguayos volvieron a desembarcar en el territorio de Corrientes, pero fueron ahuyentados por la caballería correntina. 

Al día siguiente un contingente de 600 hombres, o 120 según la versión paraguaya,  protegidos por una cohetera y una pieza de artillería volvieron a desembarcar, pero fueron derrotados tras varias horas de combate por las tropas del general Manuel Hornos, las cuales les causaron numerosas bajas, aunque, como cuenta Mitre en una carta, los paraguayos consiguieron retirarse y llevarse consigo las cabezas de cuatro soldados argentinos. 

Pero este revés no frenó las incursiones paraguayas y el día 19 volvieron a desembarcar, esta vez siendo unos 200, aunque fueron rápidamente rechazados por la caballería correntina. 

Días después, el 25, 300 o 400 paraguayos desembarcaron de nuevo y se enfrentaron a la caballería correntina, a la cual lograron emboscar antes de retirarse. Según el oriental de origen español León de Palleja estas incursiones tenían como objeto entretener a las fuerzas aliadas mientras los paraguayos cargaban la piedra de la que carecían en su orilla, con la cual pretendían construir fortificaciones o hundir barcos y bloquear el acceso al río Paraguay. 

Cuatro días después, el 29, entre 500 y 800 paraguayos desembarcaron cerca del Puerto de Corrales, en el Paso de la Patria, y, ante el retroceso de la caballería correntina, avanzaron hacia el arroyo Pehuajó en dirección a un campamento aliado próximo al arroyo San Juan, pero antes de llegar fueron desplegadas guerrillas de tiradores para impedir su avance, comenzando entonces un tiroteo que duró varias horas. Solo la fuerte lluvia y los refuerzos enviados por el general Hornos hicieron retroceder a los paraguayos hasta el otro lado del arroyo Pehuajó, desde donde atacaron a los aliados con cohetes.

El día 31 el mariscal López ordenó al teniente coronel José Eduvigis Díaz que se realizara una incursión en el territorio correntino. Según algunas informaciones, el plan era cubrir con artillería el desembarco en el Puerto de Corrales de tres oleadas de soldados paraguayos que deberían avanzar lo más posible y liberar a sus prisioneros enrolados en el ejército aliado. 

La primera oleada dirigida por el teniente Celestino Prieto dejó Itapirú, desembarcó y avanzó sin problemas hacia el arroyo Pehuajó. Mientras, la caballería correntina, reforzada por la 2ª División Buenos Aires, esperaba el momento propicio para atacar. Pasado el medio día y vadeado el arroyo Pehuajó, los paraguayos se percataron de que los argentinos les esperaban, no teniendo estos más remedio que atacar sin el factor sorpresa. En vista de la superioridad enemiga, Prieto ordenó la retirada hacia el arroyo Pehuajó, no sin que sus desperdigadas tropas sufrieran varias perdidas. 

Los paraguayos consiguieron refugiarse en un bosque donde se atrincheraron a la espera de refuerzos mientras que los argentinos avanzaron por un terreno despejado, cosa que fue aprovechada por los paraguayos para tirotearlos y diezmar sus filas. Aún así, los argentinos siguieron avanzando y los paraguayos, en inferioridad numérica y antes de verse rodeados, retrocedieron hasta los montes de la costa del río, en el Paso de la Patria. En ese preciso momento desembarcó la segunda oleada paraguaya liderada por el teniente Saturnino Viveros, comenzado entonces un fuerte combate en el que la artillería y la fusilería hicieron estragos. 

En un momento dado, los argentinos, desesperados por la falta de munición, cargaron con bayoneta contra los paraguayos. Cuando estos parecía que lo tenían todo perdido, se supo que 500 de los suyos habían desembarcado al atardecer, por lo que los jefes argentinos Hornos y el coronel Emilio Conesa ordenaron la retirada a pesar de que no se había conseguido desalojar a los paraguayos de aquellos montes, donde permanecieron hasta la mañana siguiente, momento en el que reembarcaron. 

De este modo acabó la batalla de Pehuajó o Corrales, para unos de resultado indecisa y para otros ganada por los paraguayos, en la que las cifras de muertos no son conocidas con exactitud, pero que fueron numerosas para ambos bandos. 

Tras este combate el coronel paraguayo Centurión cuenta en sus Memorias que no hubo más expediciones paraguayas de importancia, solo el envío de bomberos, es decir, exploradores, espías, que mataban a algún soldado aliado aislado o disperso. Cuenta Centurión que en una de estas acciones un sargento negro regresó con un saco con nueve cabezas de enemigos, lo que le valió el ascenso a alférez. 

Por su parte, el historiador argentino Juan Beverina apunta a tres importantes expediciones más. La primera tuvo lugar el 10 de febrero, cuando 43 canoas abandonaron Itapirú con entre 1.500 y 2.000 infantes paraguayos, tomando tierra en el Paso de la Patria. Estos, ante el retroceso de la caballería correntina avanzaron hacia el arroyo Pehuajó. Sin embargo, refuerzos correntinos les rodearon y, tras una pequeña refriega, los paraguayos regresaron a sus canoas mientras eran hostilizados por la caballería enemiga. 

Días más tarde, el 16, exploradores paraguayos desembarcaron cerca del arroyo Yaguarí y quemaron un viejo campamento oriental. 

El 17, los paraguayos volvieron a desembarcar y llegar de nuevo hasta el arroyo Pehuajó, donde se atrincheraron en los montes cercanos y resistieron ante las fuerzas correntinas, siendo finalmente forzados a retroceder hasta la costa, donde se parapetaron. Allí comenzó un intenso tiroteo, haciendo los paraguayos con sus cohetes retroceder a los correntinos, pudiendo así reembarcar sin problemas. 

Finalmente, el 19 se produjo la última incursión paraguaya en suelo correntino. Ese día, tras varias semanas merodeando el tramo del río próximo al pueblo de Itatí, cerca del cual acampaban las tropas uruguayas, cerca de 3.000 paraguayos a bordo de vaporcitos y canoas desembarcaron. Esperando atacar a los orientales que se encontraban aislados del resto de los aliados, encontraron su campamento vacío, pues lo habían evacuado poco antes. El campamento fue quemado e Itatí, tras una breve resistencia correntina, saqueado y destruido, tras lo cual las tropas paraguayas reembarcaron. 

El coronel Centurión diría en sus Memorias que estas incursiones eran quijotescas y pensaba que López era irresponsable por ordenarlas, ya que en ellas, a pesar de algunas victorias pírricas, se perdían hombres inútilmente y nada se ganaba en cambio.

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domingo, 14 de julio de 2024

Las murallas del Pireo y del Falero





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MEGAESTRUCTURAS DE LA ANTIGUA GRECIA

Cuando pensamos en la grandes obras de ingeniería de la Antigüedad solemos hacerlo en Roma, cuyos ingenieros fueron grandes constructores de puentes, calzadas y acueductos, pero en Grecia, más allá de sus famosos templos, también se construyeron inmensas obras, que incluso hoy día serían difíciles de realizar. 

La primera obra que trataremos es casi desconocida, se trata del Canal de Lefkada. La isla de Léucade o Lefkada situada en la costa de Acarnania, y que algunos historiadores identifican con la Ítaca homérica, fue al parecer una península en su origen. Cuenta Estrabón que Cipselo, tirano de Corinto, y Gorgo, su hijo, mandaron excavar un canal en el istmo de la península en algún momento de la segunda mitad del siglo VII a. C. Otras referencias a este canal, o Dioricto, podemos encontrarlas en autores como Polibio, Dionisio de Halicarnaso o Tito Livio. Por su parte, Plinio el Viejo dice que la península fue separada del continente por sus habitantes, por eso se llamó Nerítide, y que la colmatación de sedimentos volvió a unirla a la costa de Acarnania. Tucídides menciona el istmo de Lefkada, por lo que el canal debió de reabrirse en algún momento posterior a la Guerra del Peloponeso. 

La segunda gran construcción que mencionaremos es el conocido como Canal de Jerjes. Este canal, aunque situado en Grecia, fue construido por orden del emperador Jerjes I de Persia. Durante la Primera Guerra Médica, en el año 492 a. C., cuenta  Heródoto que Mardonio dirigió la flota persa hasta la península de Acté, la más oriental de las tres penínsulas en las que se divide la península de la Calcídica, a continuación, al doblar su extremo, el Monte Atos, una inmensa tormenta diezmó la flota, hundiendo casi 300 barcos y acabando con más de 20.000 personas, unas víctimas de las rocas, otras de las bestias marinas y otras del frío. Años más tarde, durante los preparativos de la Segunda Guerra Médica, Jerjes ordenó que se abriera un canal en la península de Acté para evitar otro naufragio, aunque Heródoto dice que lo hizo “por soberbia, ya que deseaba hacer alarde de su poderío y dejar un recuerdo de su persona”. 

La tercera obra de la que hablaremos también se sitúa en este lugar, en el Monte Atos, pero a diferencia del Canal de Jerjes, solo fue un proyecto que no llegó a materializarse. Cuenta Vitruvio en el siglo I a. C. que tres siglos antes, el famoso arquitecto Dinócrates de Rodas,  presentó a Alejandro Magno un proyecto para esculpir el Monte Atos con forma de hombre, construir una gran ciudad en su mano izquierda y en la derecha una taza que recibiera todas las aguas de los ríos de aquel lugar, para que de allí caigan al mar. Alejandro consideró el lugar inapropiado por carecer campos que abastecieran la ciudad. Aún así, Alejandro invitó a Dinócrates a acompañarle en sus viajes y este planificaría para él la ciudad de Alejandría y la pira funeraria de Hefestión. 

La cuarta construcción de la que hablaremos es el Diolkos, un camino pavimentado de varios kilómetros por el cual se podían transportar barcos a través del Istmo de Corinto, desde el Golfo de Corinto, en el Mar Jónico, al Golfo Sáronico, en el Mar Egeo, y así salvar las peligrosas costas del Peloponeso de un modo rápido y seguro. Aunque normalmente se utilizó para el comercio también fue usado en tiempos de guerra. No se conoce la fecha exacta de su construcción pero se cree que debió hacerse a principios del siglo VI a. C., en época de Periandro, tirano de Corinto e hijo de Cipselo. En un principio el Diolkos parece que fue un camino por el que los barcos eran transportados mediante rodillos y tirados por poleas, y posteriormente, a través de surcos, algún tipo de vehículo tirado por animales transportaba las naves. Referencias al uso del Diolkos las encontramos en Polibio, Estrabón o Tucídides, que menciona su uso durante la Guerra del Peloponeso. Existen referencias de su uso hasta la Edad Media. 

La quinta de estás obras quizás sea la más conocida, se trata del Canal del Istmo de Corinto, el cual se ideó, quizás, como una mejora del Diolkos. Por Diógenes Laercio sabemos que a principios del siglo VI a. C. Periandro, que mencionamos anteriormente, quiso excavar un canal en este Istmo. Cuentan Estrabón y Plinio el Viejo que tres siglos después el rey de Macedonia, Demetrio Poliorcetes, intentó también abrir un canal en el Istmo para que pasara su flota, pero sus ingenieros se lo impidieron por los impedimentos que presentaba la orografía. Según Plinio, Suetonio, Plutarco y Dión Casio, Julio César también habría planeado construir un canal y para ello encomendó la obra a Anieno. También Plinio y Suetonio mencionan que Calígula proyectaba excavar un canal, pero las obras no empezaron hasta el año 67, cuando durante su gira por Grecia, Nerón las inició. Él mismo inauguró las obras y utilizó, como dice Flavio Josefo, a 6.000 prisioneros judíos enviados por Vespasiano. Aunque debido a su muerte la obra no se concluyó. Más tarde, en el siglo II, el político y sofista Herodes Ático también pensó en excavar el canal, según cuenta Filostrato.

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jueves, 4 de julio de 2024

1973, Chile rompe sus relaciones con Corea del Norte

 


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EL CONFLICTO CHILENO-YUGOSLAVO (1947)

A lo largo de su historia Chile ha mantenido conflictos con varios países, unos cercanos como Perú y Bolivia, y otros lejanos como Estados Unidos o España, sin embargo alguna de estas disputas llaman la atención por sus protagonistas. Este fue el caso del conflicto chileno-yugoslavo de 1947. 

En abril de 1947, en los comienzos de la Guerra Fría, el presidente chileno Gabriel González Videla rompió con sus antiguos aliados comunistas y durante los siguientes meses se produjo la persecución de estos. En este contexto, en octubre, se dieron en las minas de carbón del país varias huelgas, responsabilizándose de estas a los comunistas. 

Pronto, lo que parecía un conflicto local, se internacionalizó debido a que González Videla ordenó el día 8 la expulsión de Chile de dos diplomáticos yugoslavos acusados de fomentar la agitación obrera en el país y de actuar como satélites de Rusia para entorpecer la defensa del hemisferio occidental. Estos diplomáticos eran Andrej Cunja, Encargado de Negocios de la Legación yugoslava en Santiago, y Delibor Jakasha, secretario de la Legación yugoslava en Buenos Aires y de visita en Chile en esos momentos. 

Ambos fueron trasladados a Argentina y tras esto González Videla conferenció con su homólogo argentino, Juan Domingo Perón, el cual le brindó su colaboración. Después de llegar a Argentina los diplomáticos yugoslavos fueron detenidos e interrogados por las autoridades de ese país, las cuales comenzaron una investigación junto a sus colegas chilenos, al mismo tiempo que el asunto despertaba la atención de los Estados Unidos. 

El día 11 el ministerio de Asuntos Exteriores de Yugoslavia emitió un comunicado negando todas las imputaciones contra sus diplomáticos, acusando al Gobierno de Chile de violar los principios elementales de las relaciones internacionales y apuntando a que el Gobierno de Chile seguía las directrices de potencias extranjeras. Por todo esto, el Gobierno yugoslavo decidió romper relaciones diplomáticas con el de Chile, el cual mostró indiferencia por esto, aunque defendió su proceder y señaló las actividades subversivas y de espionaje de  Jakasha. 

El mismo día desde Moscú se fue más allá y se acusó a los círculos reaccionarios de Estados Unidos de presionar a Chile para actuar así contra los diplomáticos yugoslavos. Poco después el gobierno de Belgrado protestaría por el trato que sus diplomáticos estaban recibiendo en Argentina. 

El día 12 la prensa chilena publicó la correspondencia hallada en el equipaje de Jakasha. En esta se señalaba que las huelgas continuaban según los planes de M. T., siglas que se suponía correspondían al Mariscal Tito. En otros documentos conocidos por González Videla se acusaba a dos generales yugoslavos, uno que había asistido a su toma de posesión y otro que era embajador en Argentina, de organizar actividades subversivas. 

Al mismo tiempo estalló otro conflicto, esta vez entre Chile y la Unión Soviética, ya que la noche del día 9 la embajada de la U.R.S.S. en Santiago fue ametrallada por desconocidos. Como consecuencia de esto la U.R.S.S. protestó, señalando que este incidente ocurrió como “consecuencia de la propaganda hostil desatada contra Rusia” y exigiendo una investigación. 

Durante los siguientes días el Gobierno de Chile conoció nuevas informaciones que comprometían a elementos yugoslavos y rusos, sin embargo estas eran puestas en duda por altos cargos chilenos, aunque esto no fue un obstáculo para que finalmente se llegara a la ruptura de relaciones. 

Así, el día 21 el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Germán Vergara Donoso, entregó una nota a Dimitri Zhukov, embajador ruso en Santiago, en la que anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con la U.R.S.S. En esta nota se acusaba al comunismo internacional, dirigido por la U.R.S.S., de instigar las perturbaciones por las que Chile había pasado en los últimos meses. 

Igualmente, ese día se anunció la ruptura de relaciones con otro país, uno vinculado a la U.R.S.S., Checoslovaquia. En un primer momento el representante checoslosvaco en Chile mostró su sorpresa, pero luego las autoridades de Praga señalaron a los pretextos imaginarios esgrimidos por Chile para romper relaciones. 

Durante los siguientes días se produjo en Chile una ola represiva contra elementos comunistas. Mientras, hubieron problemas para la salida de Santiago del embajador soviético y para el regreso de Moscú del chileno, situación que se alargó varios meses. 

Por último, hay que señalar que la situación de ruptura se prolongó varios años, y en el caso de Yugoslavia las relaciones no se restablecieron hasta 1950.


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