lunes, 24 de enero de 2022

Tratado de Paz entre las coronas de España y Rusia, concluido en París el 4 de octubre de 1801.

Su Majestad el rey de España y su Magestad el emperador de todas las Rusias, animados del mismo deseo de restablecer las antiguas relaciones de amistad y buena inteligencia que subsistían entre sus respectivas monarquías, y queriendo llegar a tan saludable fin por los medios más fáciles y prontos, han autorizado a los infrascritos con plenos poderes a este efecto, y el de declarar y estipular, como declaran y estipulan: 

Articulo 1.º Habrá desde este punto paz, amistad y buena inteligencia entre sus Majestad el rey de España y su Majestad el emperador de todas las Rusias. 

Articulo 2.º Para mantener y cultivar este órden de cosas tan felizmente restablecido, las dos córtes nombrarán y harán residir la una cerca de la otra ministros, según el uso antiguo, y se procederá simultáneamente a este nombramiento para el primero del año de 1802, o antes si se pudiere. 

Articulo 3.º Inmediatamente después de la aprobación de este acto por los dos soberanos, se publicarán edictos en sus estados por medio de los cuales, revocando lo pasado, se mandará a los respectivos súbditos que se traten como individuos de dos naciones comerciales y demás que se les ofrezcan, procederes análogos a este estado de paz y amistad en que por el presente acto se ven restablecidos. 

En fé de lo cual lo hemos firmado y puesto en él el sello de nuestras armas. En París a 4 de octubre de 1801. - J. Nicolás de Azara. - El conde Arcadi Marcoff. 

Su Majestad católica don Carlos IV ratificó este tratado el 5 de diciembre del mismo año; su Majestad el emperador de Rusia Alejandro I.º el 27 de febrero de 1802; y el 22 de marzo siguiente se hizo el canje de las ratificaciones.

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1799-1800, EL PLAN RUSO PARA INVADIR EL MÉXICO COLONIAL

Pocos saben que durante los últimos años del México colonial, cuando todavía era conocido como el Virreinato de la Nueva España y sus fronteras se extendían tan al norte como la actual San Francisco, a punto estuvo este territorio de ser invadido por el Imperio ruso. 

Pese a que desde hacía años España recelaba de las exploraciones rusas por el noroeste americano, el conflicto entre ambas naciones surgió a causa del contexto europeo. Por un lado, Rusia y España discrepaban entorno a quien debía regir la Orden de San Juan, y por otro, Rusia había formado junto a Gran Bretaña la Segunda Coalición contra Francia, mientras que España seguía siendo aliada del Directorio francés. 

Esto llevó al zar Pablo I a declarar la guerra a España el 15 de julio de 1799. En su declaración, el zar ruso decía “mandamos que se secuestren y confisquen todos los barcos mercantes Españoles que se hallen en nuestros puertos, y que se envie la orden a todos los Comandantes de nuestras fuerzas de mar y tierra para que obren ofensivamente en todas partes contra todos los vasallos del Rey de España”. 

A esto respondió Carlos IV, mediante una Real Cédula, declarando a su vez la guerra a Rusia el 9 de septiembre, autorizando a sus vasallos a obrar “hostilmente contra Rusia, sus posesiones y habitantes”. 

Aunque la Guerra de la Segunda Coalición no había permitido que se abrieran hostilidades entre Rusia y España, del 11 de diciembre se fecha un documento según el cual el ministro inglés en Viena había propuesto a los rusos un plan de invasión de California. Este documento se dirigió a Miguel José de Azanza, virrey de la Nueva España, el actual México, para que estuviera prevenido y frustrara los intentos hostiles de los rusos. 

Quizás previendo esto, el Secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo, había conseguido en septiembre la imparcialidad de Estados Unidos en el conflicto hispano-ruso. 

Poco después, el día 20, Azanza escribía a Urquijo sobre el afán ruso de formar colonias en las costas de California, por lo que no descartaba un ataque desde Kamchatka. En esto no estaba equivocado el virrey Azanza, pues solo unos días antes de la declaración de guerra, los rusos habían creado la Compañía Ruso-Americana. 

Conocedor el virrey de la poca población de las Californias y de sus escasas fuerzas terrestres, proponía resguardar aquel territorio con fuerzas navales. Azanza creía que con esas fuerzas navales se podría hacer frente a las naves rusas y a las de sus aliados británicos, además de acabar con los establecimientos que estos últimos tenían en algunas islas del Pacífico utilizando tropas de desembarco de Nueva España o del Perú. Asimismo, el virrey proponía limpiar aquellas costas de los corsarios británicos que interrumpían el comercio. Para ello, Azanza sugería hacer llegar desde Manila la escuadra de Asia, al mando de Ignacio María de Álava, y establecerla en el puerto de Acapulco. 

El peligro corsario expresado por Azanza no era una exageración. Las comunicaciones de aquellos meses están llenas de avisos sobre el avistamiento de barcos enemigos en las costas orientales novohispanas de Tabasco y del Presidio del Carmen y en las occidentales del Golfo de California y entorno a las islas Tres Marías. 

El 27 de enero del año 1800 se dirigió al virrey Azanza un nuevo texto comunicándole que que Inglaterra había dado un plan a Rusia para atacar las posesiones españolas en California con las fuerzas que tuvieran en Kamchatka, en el Lejano Oriente. 

Durante esas semanas se puso en alerta a todas las autoridades del reino. Así, tenemos noticias de que Diego de Borica, gobernador de California, José Joaquín de Arrillaga, gobernador interino de aquella provincia, y Felipe de Goycoechea, comandante del Presidio de Santa Bárbara, ya conocían el estado de guerra entre Rusia y España. La población tuvo que esperar al mes de marzo para conocer, mediante un bando del virrey en la Gazeta de México, la declaración de guerra a Rusia. 

Más allá de los planes de Azanza y del estado de alarma en el virreinato no conocemos ningún preparativo más para enfrentarse a esta supuesta amenaza rusa, salvo una noticia transmitida por el naturalista Alexander von Humboldt, según la cual, los españoles proyectaron preparar en los puertos de San Blas y Monterrey una expedición contra las colonias rusas de América. 

Finalmente, el conflicto hispano-ruso quedó en nada. Rusia abandonó la Segunda Coalición y se acercó a Francia. El zar Pablo fue asesinado y le sucedió Alejandro I, el cual firmó la paz con España el 4 de octubre de 1801. 

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lunes, 17 de enero de 2022

Los globos aerostáticos en la Guerra de la Triple Alianza según el Coronel Centurión.

No habiendo podido verificar un reconocimiento satisfactorio de nuestras posiciones, el marqués de Caxías resolvió emplear globos aereostáticos. La primera tentativa fué hecha por un francés, mediante la suma de 15.000 pesos oro; pero no tuvo éxito, incendiándose el globo. Los brasileros atribuyeron este incidente á una traición del francés, á quien se suponía la perversa intención de poner fuego á los polvorines del campamento y mandarse mudar al ejército paraguayo. Pero dicho incidente no fué bastante para hacer al marqués cambiar de resolución. Firme en su propósito, mandó traer de Río de Janeiro dos globos aereostáticos, cuyo manejo fué confiado á un norte americano. La primera ascensión tuvo lugar el 9 de Julio de 1867, teniendo sujeto el globo con cuerdas de 600 piés de extensión, y no dejó de causar alguna sensación, por la facilidad que ofrecía a los aliados para enterarse de los elementos de defensa con que contaba nuestro campamento. El Mariscal mandó hostilizar al globo con rifles; pero viendo que era un esfuerzo estéril, ordenó que los tiros fuesen dirijidos contra las cuerdas. Si bien no dieron el resultado apetecido, fueron heridos algunos de los que las sujetaban, pero como para ese caso tenían soldados de reserva, aquellos fueron inmediatamente reemplazados, evitándose así que fuese interrumpido el reconocimiento. 

Entonces, el Mariscal tentó otro expediente: cada vez que el globo hacía su ascensión, mandaba hacer grandes humazos con pajas secas delante de las trincheras, á fin de impedir que pudiesen contar el número de cañones y morteros que habría en batería y examinar la naturaleza del terreno dentro de nuestra posición hasta Paso-pucú. 

Ultimamente, pasada la novedad, ya nadie le hacía caso; todo el mundo lo miraba con indiferencia. El mismo marqués de Caxias, cuando vió que como medio de reconocimiento no le había dado el resultado que esperaba, lo abandonó. (1) 

(1) Todo lo que Thompson refiere respecto á los efectos que las primeras ascensiones del globo habían causado al obispo y al mismo mariscal, es falso é indigno de la seriedad de un historiador. 

Centurión, J. C., Memorias del Coronel Juan Crisóstomo Centurión, ó sea reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Tomo Segundo, 1894, pp. 330-331.

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GLOBOS, EL ARMA SECRETA BRASILEÑA CONTRA PARAGUAY

Durante la Guerra de la Triple Alianza Sudamérica fue testigo de la utilización de una nueva e innovadora arma usada por primera vez en aquella región, el globo aerostático de observación. 

Tras la aplastante victoria paraguaya en Curupayty del 22 de septiembre de 1866, los aliados quedaron estancados en sus posiciones y tuvieron que reorganizar sus fuerzas. A raíz de esta derrota, Pedro II, el emperador de Brasil, nombró el 10 de octubre al Marqués de Caxias como comandante de las fuerzas brasileñas. 

Días después, Caxias ordenó construir un globo aerostático para observar las líneas paraguayas, algo ya usado hacía poco tiempo en la Guerra Civil de Estados Unidos. Aunque esta medida ha sido calificada por algunos historiadores como desesperada, ya antes se había intentado observar las líneas enemigas mediante altas torres de vigilancia, los conocidos mangrullos, y así contrarrestar la plana orografía y la vegetación de la región. 

A finales de mes Caxias, junto con el globo, partió de Río de Janeiro hacia el frente. En diciembre, la nueva arma, junto al aeronauta francés Louis Doyen, ya estaba en Tuyutí. Sin embargo, este primer globo nunca se pudo utilizar pues se quemó en parte, lo que hizo pensar a los brasileños que Doyen lo había saboteado a propósito. Esta noticia ya aparece en la prensa paraguaya a principios de enero de 1867, lo que da una idea lo bien informados que estaban los de López de lo que ocurría en las líneas enemigas. 

Poco después, la prensa paraguaya afirmaba que la presencia de los globos era un ardid de los jefes aliados para engañar a sus propias tropas, a las que anunciaban la ascensión de un gran globo aerostático que tenía como objeto examinar las posiciones paraguayas y arrojarles bombas de mano. 

George Thompson, ingeniero británico al servicio de los López, cuenta en su obra sobre la guerra que “para inspirar a sus soldados un odio profundo a los aliados, López inventó diferentes historias”, entre ellas que estos habían “lanzado un globo lleno de un horroroso veneno, que debía exterminar a todo el ejército paraguayo”. 

Aunque en la prensa se calificaba a los globos como un cuento de las mil y una noches, más tarde, estas publicaciones afirmarían que bombardear las líneas paraguayas desde los globos era la verdadera intención de Caxias, no solo una vana promesa para animar a sus desmoralizadas tropas. 

Tras el fracaso del primer globo, los brasileños contrataron en los Estados Unidos a los hermanos James y Ezra Allen, los cuales partieron en marzo desde Nueva York con dos globos y llegaron a Tuyutí a finales de mayo. Sin embargo, Caxias debió esperar varias semanas ya que hubo inconvenientes con los materiales necesarios para hacer volar los globos. 

Estos globos, a diferencia de los modernos, no eran autónomos y los soldados debían  sujetarlos con gruesas cuerdas desde tierra. Para moverse era necesario que se hicieran señales con banderas desde la cesta del globo. 

Por fin, la primera ascensión tuvo lugar el día 24 de junio. El globo estuvo tripulado por uno de los Allen y por Robert Chodasiewicz, un ingeniero polaco del ejército argentino, los cuales pudieron observar con ayuda de catalejos todo el cuadrilátero paraguayo. Tras la guerra, Chodasiewicz contaría que pretendía bombardear las trincheras paraguayas desde el aire, pero que Caxias no lo consintió. 

A pesar del viento y el mal clima, uno de los globos consiguió hacer 20 ascensiones durante el verano, en las que participaron oficiales brasileños e incluso un paraguayo, Ignacio Céspedes. En su “Historia da Guerra do Brasil”, Francisco Félix Pereira relata que se realizaron valiosas observaciones en las que se descubrieron caminos, fortificaciones, trincheras y que se esbozaron mapas, que sin duda, fueron muy útiles para la ofensiva aliada sobre Humaitá de octubre. 

Por su parte Louis Schneider, en su obra sobre la Guerra de la Triple Alianza, cuenta que el uso del globo no fue de mucha utilidad y que por eso dejo de usarse. Chodasiewicz señaló que los globos hubieran sido más útiles si se hubieran aproximado más a las líneas paraguayas. 

También cuenta Schneider que los paraguayos al ver por primera vez un globo en el cielo se asustaron mucho, aunque cuando se habituaron a verlo perdieron el miedo a que sus líneas fueran bombardeadas. Thompson dice que López “al principio casi sospechaba que el globo iba a bombardear el campamento, y sus maneras acusaban un nervioso lamentable”, aunque esto último lo niega el Coronel Centurión en sus “Memorias”. 

Por Thompson sabemos que los paraguayos llegaron a abrir fuego contra el globo, aunque se mantenía fuera de su alcance. Asimismo, Pereira cuenta que durante la primera ascensión de un globo, los paraguayos abrieron fuego de artillería, aunque más adelante cambiaron de táctica y dispararon a los soldados que sujetaban el globo desde tierra, llegando a matar a varios de ellos. Además, para camuflar sus piezas de artillería, las fuerzas de López prendían paja seca y hacían mucho humo para evitar la visibilidad desde el globo. 

Por su parte, de la prensa paraguaya se desprende que los globos no impresionaron a sus tropas. Se calificaba la idea de extravagante y con sorna se deseaba buena suerte a los aliados para que, desde el aire, descubrieran después de varios meses sus posiciones. También deseaban que les fueran útiles las observaciones para entablar una batalla que por fin solucionara la guerra. 

Este desdén y desprecio paraguayo hacia la nueva arma brasileña se convirtió en un motivo de sátira en su prensa, donde eran frecuentes las chanzas, rimas y caricaturas, muchas de las cuales aparecen en este video. En una de estas publicaciones, el Cacique Lambaré, incluso un globo formaba parte de la alegoría de la Triple Alianza de su portada. 

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martes, 11 de enero de 2022

REAL CÉDULA DE 1550

 


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1587, EL PLAN PARA DEPORTAR A LOS MORISCOS A TERRANOVA

Durante la historia de América los Imperios europeos planificaron establecer en sus colonias a distintas minorías. En el caso español, en el tránsito entre los siglos XVI y XVII, hubo quien planteó deportar a América a miles de moriscos. 

Los moriscos fueron aquellos musulmanes que, tras la conquista de Granada en 1492, fueron convertidos al cristianismo y siguieron viviendo en sus territorios, pero conservaron, al menos en parte, sus tradiciones, lengua e instituciones. Las tensiones entre los moriscos y las autoridades fueron continuas y desembocaron en la rebelión de las Alpujarras de 1568. Tras ser sofocada esta rebelión, los moriscos granadinos fueron deportados a otros lugares de España. 

Tras la rebelión de las Alpujarras surgieron voces que pedían que los moriscos fueran deportados a América, pese a que, salvo excepciones, esta minoría había tenido prohibido viajar a las Indias. 

En junio de 1587 el rey Felipe II deseaba solucionar el “problema morisco”, a los que se acusaba de criptomusulmanes y de representar una quinta columna de los turcos. Para ello reunió una Junta a la que asistieron varios nobles y prelados. A pesar de que se barajaba solucionar el problema de los moriscos, mediante la instrucción religiosa, aparecieron opiniones más radicales, como la de Martín de Salvatierra, Obispo de Segorbe. 

Salvatierra se oponía a que fueran deportados a Berbería, es decir, el Norte de África, pues había peligro de que desde allí atacaran España. El obispo entonces propuso llevar a los moriscos a un remoto lugar del Atlántico noroccidental aún poco explorado, Terranova y la Costa de los Macallaos. 

Terranova es una isla bien conocida, hoy perteneciente a Canadá, pero hay más problemas en cuanto a la Costa de los Macallaos o Bacallaos. En el siglo XVI la Tierra de Bacallaos era identificada con Terranova, el territorio de Acadia o la península de Terranova indistintamente. Sea como fuere, el obispo Salvatierra no se contentaba con deportar a los moriscos a estos lejanos territorios. Opinaba que había que castrarlos para que en estas remotas tierras se extinguieran, primero llevando a los moriscos del Reino de Valencia, luego a los de Aragón y finalmente a los de Castilla. 

Años más tarde, en 1602, Juan de Ribera, Patriarca de Antioquía, proponía que el rey esclavizara a parte de los moriscos, siendo los más jóvenes utilizados en las galeras y otros desterrados a las Indias, donde trabajarían en las minas. 

Poco después, en 1606, el humanista y cronista Pedro de Valencia, en su “Tratado acerca de los Moriscos de España”, analizaba las distintas opciones que había en cuanto a los moriscos. Entre las posibilidades sopesadas por Valencia estaban las de la cautividad, expulsión, conversión, dispersión o translación. En cuanto a esta última posibilidad, Valencia mencionaba distintos lugares del Imperio español a los cuales se podría deportar a los moriscos, como Nápoles, Sicilia o Flandes, pero también las Indias Occidentales. Sin embargo, descartaba este último lugar diciendo: 

“pero a Yndias en ninguna manera conviene, por que harían daño en los Yndios con la Doctrina y en la Paz de la tierra con la falta de lealtad. Y allá hay menos españoles, que para poder mezclar con ellos cantidad de tan mal fermento sin temor de corrupción...” 

Finalmente, los moriscos fueron expulsados de España entre 1609 y 1613, en época de Felipe III, pero no hacia América, sino principalmente hacia el Norte de África y Oriente. 

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miércoles, 5 de enero de 2022

ARTEMISIA DE HALICARNASO EN PAUSANIAS.

“Lo más notorio del ágora es el pórtico que llaman Pérsico, porque fue hecho con los despojos tomados a los medos. Con el tiempo lo transformaron hasta su tamaño y esplendo actual. Sobre sus columnas hay figuras de persas en mármol blanco, entre otros Mardonio, hijo de Gobrias. También hay una, Artemisia, hija de Lígdamis, que reinó en Halicarnaso. Dicen que ella marchó voluntariamente con Jerjes contra la Hélade y realizó hazañas en la batalla naval de Salamina”, (Descripción de Grecia, III, 11, 3).


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martes, 4 de enero de 2022

ARTEMISIA, LA MEJOR GUERRERA DE JERJES

En el año 490 a. C., tras la derrota persa en la Batalla de Maratón, acabó la Primera Guerra Médica, pero no las ansias aqueménidas por someter Grecia. Así, en año 480 Jerjes I, sucesor de Darío el Grande, reunió un inmenso ejército y una gran flota para volver a invadir Grecia. En la lista de oficiales de la flota persa reunida en el Helesponto, Heródoto destaca a uno de ellos, una mujer, Artemisia. 

Artemisia era hija de Lygdamis y de una cretense, era viuda y madre de un hijo muy joven llamado Pisindelis, por lo que era ella la que ejercía la tiranía sobre la ciudad caria de Halicarnaso y en las islas de Nisiro, Calidna y Cos. Esta última isla, al parecer, le fue entregada por el Gran Rey, aunque cuando Artemisia fue a tomarla, una tormenta hundió sus barcos, sin embargo consiguió ocuparla más tarde. 

Según Heródoto, Artemisia, sin ninguna obligación, participó en la expedición de Jerjes  “impulsada por su bravura y arrojo” y aportó a ella cinco navíos. Poco después, al mismo tiempo que Leónidas se enfrentaba a los persas en las Termópilas, Artemisia participó destacadamente en los combates navales frente al Cabo Artemisio, al norte de Eubea. 

Más tarde, a finales de septiembre, tras la toma y destrucción de Atenas por parte de los persas, Jerjes celebró un consejo de almirantes en el que todos se mostraron favorables a enfrentarse a los griegos en una batalla naval, sin embargo, Artemisia se mostró contraria. Según la tirana, debido a la superioridad griega, no había que presentar batalla y reservar las naves. Artemisia pronosticaba que siendo bloqueados, los griegos, faltos de víveres, terminarían dispersándose. Además, sugería invadir el Peloponeso por tierra, para así dividir a los griegos. Sin embargo, pese a la estima que Jerjes sentía por Artemisia y a que valoró sus consejos, decidió presentar batalla junto a la isla de Salamina. 

Ya, durante la batalla, cuenta Heródoto que mientras “las fuerzas del rey se hallaban en plena confusión, la nave de Artemisia se vio acosada por un navío del Ática” capitaneado por Aminias de Palene, hermano del dramaturgo Esquilo, según dice Aristodemo. Artemisia, como no podía escapar, pues delante de ella había barcos de la flota persa, embistió a una de estas naves, en la cual iba Damasitimo, rey de Calinda, aunque Heródoto no se atreve a afirmar si el choque, que provocó el hundimiento de la nave calindea, fue accidental o premeditado, como señala Aristodemo. 

A continuación, Artemisia tuvo un golpe de suerte. Los áticos que la perseguían, al ver el choque con la nave de Calinda, pensaron que el navío de Artemisia era griego y no persa o que estaba desertando de estos, por lo que dejaron de acosar a la tirana, la cual pudo así salvar la vida y dirigirse al puerto de Falero. Este grave error hizo perder a Aminias diez mil dracmas, pues esta era la recompensa prometida por los atenienses a quien capturara viva a Artemisia, “ya que consideraban algo inadmisible que una mujer hiciera le guerra a Atenas”. 

Aunque si hacemos caso a Polieno, quizás no fue un error de Aminias, sino un ardid de Artemisia. Según cuenta este autor en su obra “Estratagemas”, Artemisia en su barco tenía la enseña griega y la persa, así “si perseguía a una nave griega, izaba la enseña bárbara, pero si era perseguida por una nave griega, izaba la griega, para que sus perseguidores se apartaran de ella, creyendo que era una nave griega”. 

Sea como fuere, según Heródoto esto hizo crecer el prestigio de Artemisia ante Jerjes, el cual observaba la batalla y creyó que la nave hundida era enemiga, motivo por el que exclamó: “los hombres se me han vuelto mujeres; y las mujeres, hombres”. Por su parte, el historiador Justino dice que “así como en el varón podría verse un temor mujeril, así en esta mujer podía verse una audacia varonil”. Según Polieno y el poco conocido texto “Tractatus de mulieribus”, Jerjes recompensó a Artemisia con una armadura griega. 

Otro hecho que debió acrecentar el prestigio de Artemisia a los ojos de Jerjes fue el que transmite Plutarco. Según este autor, durante la batalla Artemisia encontró el cadáver de Ariámenes, hermano de Jerjes, flotando en el mar, lo recogió y se lo entregó al rey. 

Tras la derrota persa en Salamina, narra Heródoto que Jerjes se sentía desolado y pensaba en huir de Grecia. En esos momentos Mardonio, el comandante del ejército persa, le dijo que podría quedarse y atacar el Peloponeso o irse si lo deseaba, mientras él concluiría la conquista de Grecia. A continuación, el soberano persa, buscando el consejo de Artemisia, se reunió a solas con ella. La tirana de Halicarnaso le dijo estas palabras: 

“Majestad, es difícil acertar a decirle lo más idóneo a una persona que pide un consejo. No obstante, en las presentes circunstancias, considero que, por lo que a ti se refiere, debes regresar a tu patria y dejar aquí a Mardonio (…) con los soldados que desea. Pues, ante todo, si logra someter lo que, según él, pretende subyugar y le sale bien el plan del que habla, el éxito, señor, te pertenece a ti, ya que lo habrán conseguido tus esclavos. Pero, además, es que, si sucede lo contrario de lo que piensa Mardonio, no será ninguna catástrofe, dado que tú estarás a salvo, al igual que lo estará todo lo relativo a tu dinastía. De hecho, si tanto tú como tu dinastía os encontráis a salvo, los griegos deberán arrostrar otras muchas campañas para salvarse. Y, en cuanto a Mardonio, de pasarle algo, carece de importancia: si los griegos lo vencen, su victoria será intranscendente, porque habrán matado a un esclavo tuyo. Por otra parte, tú te vas a marchár después de haber incendiado Atenas, que era el objetivo por el que organizaste la expedición”. 

Añade Heródoto que, “como es natural, Jerjes se sintió complacido con el consejo, pues lo que le decía Artemisia coincidía plenamente con lo que él mismo pensaba (...). Colmó, pues, de elogios a Artemisia y le ordenó que se dirigiera a Éfeso con sus hijos, dado que lo habían acompañado algunos de sus bastardos”. Aquí termina el relato herodoteo sobre Artemisia, aunque fuentes posteriores nos proporcionan otras informaciones. 

Polieno cuenta, que mediante engaños, Artemisia ocupó la ciudad de Latmos, al norte de Halicarnaso. En un fragmento de Ptolomeo Queno conservado por Focio se dice que Artemisia se enamoró de un tal Dardanos de Abydos pero este la despreció, lo que llevó a la tirana a quitarse la vida en la isla de Léucade, en el mar Jónico. Por último, Pausanias cuenta que en el ágora de Esparta había una estatua de Artemisia.

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