“Fue aquél un año de lluvias torrenciales, y el Tíber inundó la zona baja de la ciudad, derrumbándose incluso algunos edificios en el entorno de la puerta Flumentana. La puerta Celimontana fue alcanzada por un rayo, al igual que varios puntos de la muralla contigua a ella. Hubo lluvia de piedras tanto en Aricia como en Lanuvio y en el Aventino. Y de Capua llegaron noticias de que había ido volando hasta el foro un enorme enjambre de avispas, yendo a posarse en el templo de Marte, y que habían sido recogidas cuidadosamente y quemadas. Con motivo de estos portentos se pidió a los decénviros que consultaran los Libros: se celebraron nueve días de sacrificios, se decretó una rogativa y se purificó la ciudad”. (HISTORIA DE ROMA, XXXV, 9, 2-5)
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