Durante la Guerra del Pacífico las tropas de Chile recorrieron las costas de Bolivia y Perú a lo largo de miles de kilómetros y llegaron tan al interior como los Andes y el lago Titicaca, sin embargo, es menos conocido que los chilenos extendieron sus operaciones tan al norte como Panamá.
Todo comenzó a principios de 1880. En esos momentos, ante la escasez de armas en el ejército peruano, Federico Larrañaga, cónsul de Perú en Panamá, consiguió que desde Nueva York le fuera enviado un cargamento oculto de elementos de guerra, entre los que había una gran cantidad de munición y 2.500 rifles.
Meses después, en mayo, Larrañaga consiguió una nave ecuatoriana o norteamericana, la Enriqueta, que, fingiendo dirigirse al puerto ecuatoriano de Guayaquil, debía en realidad transportar las armas al norte de Perú. El día 5, mientras las armas eran cargadas, el cónsul chileno en Panamá, Ramón Rivera Jofré, protestó, pero las autoridades panameñas no atendieron sus reclamos, lo que fue calificado por los chilenos como “grave ultraje i perjuicio para la causa i nacionales de Chile”. Además, se acusó a las autoridades panameñas de haber sido sobornadas por los peruanos.
Ese mismo día Rivera escribió a Galvarino Riveros, Comandante en Jefe de la escuadra chilena, para comunicarle que en Panamá, la Estrella y la Enriqueta, dos buques cargados de armas iban a zarpar hacia Perú. Estos, según Rivera, tendrían que ser interceptados por alguna nave chilena. Además, el cónsul comunicó que a través de sus espías e informantes sabía que vapores ingleses estaban realizando contrabando de armas hacia Perú y que se esperaban nuevas remesas de material bélico llegadas desde Estados Unidos.
También ese día Rivera, para interceptar aquel cargamento, fletó un barco, el San Ramón, y puso al mando a dos chilenos, Joaquín Hermida y Guillermo Whiting. Luego, tras ser reclutada una pequeña tripulación de chilenos y armarlos, el buque se dirigió aquella noche a la isla de Taboga, situada frente al puerto de Panamá. Según Hermida el objetivo era “cortar el paso a la Enriqueta, fuera de las aguas de Colombia[, país del que Panamá formaba parte por entonces,] i apoderarnos de ella por la razon o la fuerza”.
A continuación, el día 6, Larrañaga, temeroso de que los chilenos residentes en Panamá intentaran algo, armó a la tripulación de la Enriqueta y ordenó que se alejara del puerto. Ese mismo día Larrañaga recibió información fehaciente de que los chilenos tramaban algo, por lo que informó a las autoridades panameñas, las cuales detuvieron a un chileno, aunque el resto ya había embarcado en el San Ramón.
Poco después el San Ramón persiguió a la Enriqueta, aunque su capitán, al cerciorarse de esto, intentó burlar a los chilenos. La caza, como la llamaron los chilenos, duró varias horas, hasta que el capitán de la Enriqueta decidió regresar a puerto y refugiarse allí. Sin embargo, los chilenos, decididos a evitarlo, intentaron sin éxito embestir a la Enriqueta, la cual consiguió fondear en Panamá. A continuación, según los chilenos, al pasar cerca de la Enriqueta, fueron disparados, pero ellos no respondieron para evitar un conflicto con las autoridades panameñas.
Sabedor Larrañaga de la amenaza chilena, solicitó a los panameños protección y la captura del San Ramón. Los panameños al llegar hasta la Enriqueta en las primeras horas del día 7 observaron que la tripulación se había amotinado y amarrado a su capitán en connivencia, según se dijo, con los chilenos. Los panameños liberaron al capitán, luego capturaron al San Ramón y obligaron a rendirse a sus tripulantes, los cuales fueron acusados de piratería por Larrañaga.
Tras esto, la Enriqueta quedó bajo vigilancia en puerto ante posibles nuevos ataques chilenos. Por su parte, los tripulantes del San Ramón fueron encarcelados, aunque se mostraban satisfechos por haber evitado la partida de aquel cargamento de armas.
Días después, Galvarino Riveros, mientras bloqueaba El Callao, recibió la comunicación de Rivera y sin saber todo lo sucedido después y pensando que la Enriqueta navegaba hacia Perú, dio ordenes al buque Amazonas para que buscara a la Enriqueta y a la Estrella entre Paita, al norte de Perú, y Panamá, y en caso de encontrarlas deberían ser capturadas y enviadas a El Callao.
Semanas más tarde el teniente Manuel Riofrío, comandante del Amazonas, informó de la expedición organizada por Rivera y de los movimientos de la Enriqueta y de la Estrella. De este segundo buque Riofrío afirmaba que había conseguido descargar su cargamento en Tumbes, Perú.
En esas fechas el cónsul Rivera informó que era tal el miedo que su expedición había infundido en los peruanos que estos se encontraban “completamente temerosos de despachar nuevos cargamentos, aunque, sin embargo, parecían pretenderlo de nuevo, cuando han sido interrumpidos por el oportuno aparecimiento [en Panamá] del Amazonas”, cuyo comandante estuvo vigilando a la Enriqueta para intentar tomar la parte de su cargamento que aún no había sido descargado.
Para finalizar, hay que señalar que meses después, en agosto, informaciones chilenas apuntaban a que la Enriqueta había sido remolcada hasta Guayaquil por un vapor inglés y que de allí pasó a los puertos peruanos de Tumbes, Pacasmayo y Chimbote, descargando sus armas en este último, desde donde se llevaron a Huaraz y Huacho en mulas.
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