sábado, 29 de marzo de 2025

1880, expedición del buque chileno Amazonas a Perú, Ecuador, Panamá e islas Lobos durante la Guerra del Pacífico.

 


Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

1880, PIRATAS CHILENOS EN PANAMÁ DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO

Durante la Guerra del Pacífico las tropas de Chile recorrieron las costas de Bolivia y Perú a lo largo de miles de kilómetros y llegaron tan al interior como los Andes y el lago Titicaca, sin embargo, es menos conocido que los chilenos extendieron sus operaciones tan al norte como Panamá. 

Todo comenzó a principios de 1880. En esos momentos, ante la escasez de armas en el ejército peruano, Federico Larrañaga, cónsul de Perú en Panamá, consiguió que desde Nueva York le fuera enviado un cargamento oculto de elementos de guerra, entre los que había una gran cantidad de munición y 2.500 rifles. 

Meses después, en mayo, Larrañaga consiguió una nave ecuatoriana o norteamericana, la Enriqueta, que, fingiendo dirigirse al puerto ecuatoriano de Guayaquil, debía en realidad transportar las armas al norte de Perú. El día 5, mientras las armas eran cargadas, el cónsul chileno en Panamá, Ramón Rivera Jofré, protestó, pero las autoridades panameñas no atendieron sus reclamos, lo que fue calificado por los chilenos como “grave ultraje i perjuicio para la causa i nacionales de Chile”. Además, se acusó a las autoridades panameñas de haber sido sobornadas por los peruanos. 

Ese mismo día Rivera escribió a Galvarino Riveros, Comandante en Jefe de la escuadra chilena, para comunicarle que en Panamá, la Estrella y la Enriqueta, dos buques cargados de armas iban a zarpar hacia Perú. Estos, según Rivera, tendrían que ser interceptados por alguna nave chilena. Además, el cónsul comunicó que a través de sus espías e informantes sabía que vapores ingleses estaban realizando contrabando de armas hacia Perú y que se esperaban nuevas remesas de material bélico llegadas desde Estados Unidos. 

También ese día Rivera, para interceptar aquel cargamento, fletó un barco, el San Ramón, y puso al mando a dos chilenos, Joaquín Hermida y Guillermo Whiting. Luego, tras ser reclutada una pequeña tripulación de chilenos y armarlos, el buque se dirigió aquella noche a la isla de Taboga, situada frente al puerto de Panamá. Según Hermida el objetivo era “cortar el paso a la Enriqueta, fuera de las aguas de Colombia[, país del que Panamá formaba parte por entonces,] i apoderarnos de ella por la razon o la fuerza”. 

A continuación, el día 6, Larrañaga, temeroso de que los chilenos residentes en Panamá intentaran algo, armó a la tripulación de la Enriqueta y ordenó que se alejara del puerto. Ese mismo día Larrañaga recibió información fehaciente de que los chilenos tramaban algo, por lo que informó a las autoridades panameñas, las cuales detuvieron a un chileno, aunque el resto ya había embarcado en el San Ramón

Poco después el San Ramón persiguió a la Enriqueta, aunque su capitán, al cerciorarse de esto, intentó burlar a los chilenos. La caza, como la llamaron los chilenos, duró varias horas, hasta que el capitán de la Enriqueta decidió regresar a puerto y refugiarse allí. Sin embargo, los chilenos, decididos a evitarlo, intentaron sin éxito embestir a la Enriqueta, la cual consiguió fondear en Panamá. A continuación, según los chilenos, al pasar cerca de la Enriqueta, fueron disparados, pero ellos no respondieron para evitar un conflicto con las autoridades panameñas. 

Sabedor Larrañaga de la amenaza chilena, solicitó a los panameños protección y la captura del San Ramón. Los panameños al llegar hasta la Enriqueta en las primeras horas del día 7 observaron que la tripulación se había amotinado y amarrado a su capitán en connivencia, según se dijo, con los chilenos. Los panameños liberaron al capitán, luego capturaron al San Ramón y obligaron a rendirse a sus tripulantes, los cuales fueron acusados de piratería por Larrañaga. 

Tras esto, la Enriqueta quedó bajo vigilancia en puerto ante posibles nuevos ataques chilenos. Por su parte, los tripulantes del San Ramón fueron encarcelados, aunque se mostraban satisfechos por haber evitado la partida de aquel cargamento de armas. 

Días después, Galvarino Riveros, mientras bloqueaba El Callao, recibió la comunicación de Rivera y sin saber todo lo sucedido después y pensando que la Enriqueta navegaba hacia Perú, dio ordenes al buque Amazonas para que buscara a la Enriqueta y a la Estrella entre Paita, al norte de Perú, y Panamá, y en caso de encontrarlas deberían ser capturadas y enviadas a El Callao. 

Semanas más tarde el teniente Manuel Riofrío, comandante del Amazonas, informó de la expedición organizada por Rivera y de los movimientos de la Enriqueta y de la Estrella. De este segundo buque Riofrío afirmaba que había conseguido descargar su cargamento en Tumbes, Perú. 

En esas fechas el cónsul Rivera informó que era tal el miedo que su expedición había infundido en los peruanos que estos se encontraban “completamente temerosos de despachar nuevos cargamentos, aunque, sin embargo, parecían pretenderlo de nuevo, cuando han sido interrumpidos por el oportuno aparecimiento [en Panamá] del Amazonas”, cuyo comandante estuvo vigilando a la Enriqueta para intentar tomar la parte de su cargamento que aún no había sido descargado. 

Para finalizar, hay que señalar que meses después, en agosto, informaciones chilenas apuntaban a que la Enriqueta había sido remolcada hasta Guayaquil por un vapor inglés y que de allí pasó a los puertos peruanos de Tumbes, Pacasmayo y Chimbote, descargando sus armas en este último, desde donde se llevaron a Huaraz y Huacho en mulas.

Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

sábado, 22 de marzo de 2025

1865, protesta de Argentina por una incursión boliviana en su territorio.

 



1866, LA INVASIÓN BOLIVIANA DE ARGENTINA

Como vimos en otro video, a mediados de 1866 Bolivia ofreció su mediación a los contendientes que se enfrentaban en la Guerra del Paraguay; luego protestó contra el tratado de la Triple Alianza, tanto por el perjuicio que significaba para Paraguay como para Bolivia en lo referente a su integridad territorial; y a continuación se acercó a Paraguay, llegándose en aquella época a hablar de que ambos países podrían aliarse. Sin embargo, es menos conocido que el descontento de Bolivia y su acercamiento a Paraguay desataron en Argentina el pánico a que los bolivianos invadieran el noroeste del país, lo cual se creyó que podría suceder de forma inminente desde septiembre de 1866. 

Este temor a una invasión boliviana de Argentina es palpable en las cartas de los dirigentes del país. Así, a mediados de agosto, el vicepresidente argentino, Marcos Paz, escribió al presidente Bartolomé Mitre para contarle que en Bolivia había gran descontento por el tratado de la Triple Alianza, en el cual se asignaba a los firmantes territorios que los bolivianos reclamaban como suyos. Asimismo, Paz transmitió a Mitre informaciones llegadas de Chile según las cuales “algo siniestro se trama contra la República por aquellos lados”, por lo que creía que se debería enviar a un representante a Bolivia para calmar las aguas. 

De dos semanas después es una carta de autenticidad no confirmada enviada por el presidente de Bolivia, Mariano Melgarejo, a su homólogo paraguayo, Francisco Solano López, en la que le decía que pretendía adherirse a la causa paraguaya y prometía ir a Paraguay con una columna de 12.000 hombres. Sin embargo, esta misiva se conoció mucho después, por lo que no pudo ser la causa de los temores argentinos. 

Tiempo después, el 22 de septiembre, Pedro José Portal, gobernador de Jujuy, escribió a Paz para decirle que desde hacía tiempo corrían rumores de que Melgarejo estaba concentrando tropas y se disponía a invadir aquella provincia limítrofe con Bolivia. En la misma carta Portal reprodujo una información llegada de Perú que afirmaba que los chilenos querían lanzar a Melgarejo contra la provincia fronteriza de Salta “haciendo así una diversión en favor de los paraguayos”, sin embargo, el informante de Portal rebajaba el peligro ya que Melgarejo ni tenía recursos ni apoyos más allá de la capital boliviana, aunque recomendaba estar prevenidos y proveerse de armas. 

Un día más tarde comunicaban a Manuel Taboada, exgobernador de Santiago del Estero, que Bolivia se aprestaba a invadir Jujuy “de acuerdo con Salta...; que Salta no espera más que la aproximación del ejército boliviano para pronunciarse en favor de Paraguay, y que piensa segregarse de la Nación Argentina y anexarse a Bolivia...”. Además se señalaba como instigador de todo a Eugenio Caballero, cónsul boliviano en Salta. 

En esas fechas Paz informó a Mitre sobre la grave situación del país. Le hablaba de los apuros financieros, de los desordenes internos y de que tenían que temer a Chile y Bolivia. También en esos días José Benjamín Dávalos, gobernador de Salta, escribió a Paz solicitando armas ante una posible invasión extranjera. Aunque Dávalos la veía poco probable, creía por informaciones recibidas desde Bolivia que chilenos y bolivianos podrían amenazar distintos puntos “y dar por ese medio un aliento a Paraguay”. Asimismo, el gobernador señalaba que la opinión pública salteña estaba preocupada por la posibilidad de una guerra con Bolivia. 

Poco después, el 4 de octubre, Absalón Ibarra, gobernador de Santiago del Estero, solicitaba armas a Paz ante la posible invasión boliviana, la cual contaría con el apoyo de Chile y Perú, quienes además estarían “facilitando elementos para un pronunciamiento en las Provincias del Norte”. Luego, el día 10, encontramos noticias en prensa que desmentían los rumores de una invasión boliviana de Argentina, aunque días más tarde Ibarra envió a Paz nueva información sobre los planes de invasión de Bolivia y de “sus aliados los de las Repúblicas del Pacífico”. 

El día 24 Paz escribió a Mitre para informarle de los temores existentes en Jujuy, y aunque creía improbable una invasión boliviana, teniendo en cuenta el precedente del paraguayo López, se disponía a comprar armas. Además, decía que ante una invasión sería necesario sacar tropas de Paraguay para enviarlas a las provincias del noroeste. Por último, le informaba que se enviaría a Bolivia como agente diplomático al diputado Uladislao Frías con la misión de obtener información sobre lo que allí se pudiera estar tramando contra Argentina. 

Esos días, el diplomático peruano Benigno González Vigil informaba a su gobierno que la prensa argentina se mostraba muy alarmada por los rumores de que Melgarejo invadiría Salta sugestionado por Chile. También un diplomático español informaba a su gobierno sobre estas noticias publicadas en prensa. Según esta información el general Melgarejo “debía invadir al frente de 6.000 hombres la República Argentina, penetrando por la provincia de Salta, en donde le daría su apoyo el Partido Federal, para anexionarse aquella Provincia y las de Jujuy, Catamarca y Tucumán”. A continuación el español decía que otros periódicos desmentían la noticia, aunque a él el Ministro de Relaciones Exteriores, Rufino de Elizalde, le había manifestado su temor a una invasión y le señaló además la mala voluntad hacia Argentina de las Repúblicas del Pacífico por no haberse sumado a la guerra contra España. 

Poco después, Paz volvía a restar verosimilitud a la amenaza boliviana, aunque creía que había que tomar precauciones, por lo que iba a enviar fusiles y sables a Salta y Jujuy. Luego, en noviembre, Uladislao Frías escribió a Paz diciéndole que la invasión del general Melgarejo no era cierta, por lo que no le importaría que se suspendiera su misión a Bolivia. 

A continuación, a finales de mes y en diciembre, varios altos cargos argentinos informaron sobre la poca probabilidad de una invasión boliviana, ya que aquel país se encontraba agitado internamente y que Melgarejo parecía decidido a marchar contra Perú. También en esas fechas el gobernador de Salta se defendía de ciertas acusaciones de complicidad de su gobierno con el de Bolivia y descartaba por completo la invasión. Esto también lo manifestaba el gobernador de Santiago del Estero, aunque informaba sobre movimientos revolucionarios internos en varios territorios, en referencia a la rebelión de los caudillos federales Felipe Varela y Juan Saá que contaba con el apoyo boliviano. 

Poco después, el 9 de diciembre, el militar salteño Pedro José Frías comunicó a Paz que habían desaparecido los rumores de invasión surgidos en septiembre, aunque era conveniente armar a la provincia y le recordaba que en caso de invasión, la población de Salta reproduciría el tipo de guerra llevada a cabo por Güemes durante la Guerra gaucha contra los realistas cincuenta años antes. Un día más tarde el gobernador de Salta escribió descartando cualquier invasión y considerando imposible que Chile y Bolivia atacaran Argentina por más simpatías que sintieran hacia el tirano de Paraguay, aunque pedía armas para estar preparados. 

Sin embargo, a pesar de descartarse la invasión en diciembre, en marzo de 1867 surgieron nuevos rumores sobre la inminencia de la misma. En varias cartas enviadas desde Jujuy ese mes se hablaba de aprestos bélicos en la frontera y del reclutamiento de gente en Bolivia con el objeto de invadir el norte de Argentina, invasión que el gobernador Cosme Belaúnde creía que estaba fomentada por Chile. Por todo esto, desde Jujuy se solicitaban armas y se comunicaba que se estaba organizando la Guardia Nacional para poder enfrentarse a Melgarejo. 

Tras esto dejamos de tener noticias sobre la supuesta invasión boliviana de Argentina, aunque en septiembre encontramos comunicaciones en las que se señalaba a Melgarejo como colaborador de las montoneras de los caudillos federales Varela y Saá.

Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

jueves, 13 de marzo de 2025

1941, Nicaragua le declara la guerra a Hungría, Bulgaria y Rumanía.

 


1918, NICARAGUA LE DECLARA LA GUERRA A LOS IMPERIOS AUSTROHÚNGARO Y ALEMÁN

A lo largo de su historia Nicaragua ha estado inmersa en varias guerras, unas internas y otras externas, ya fuera contra países vecinos o contra poderes llegados de más allá de América Central, como fue el caso del filibustero William Walker. Sin embargo, es menos conocido que durante la Primera Guerra Mundial Nicaragua declaró la guerra al Imperio de Austria-Hungría y al Imperio alemán, conocidos por entonces como Potencias Centrales. 

Una de las primeras noticias referentes a Nicaragua y la Primera Guerra Mundial es de diciembre de 1914, tan solo unos meses después de iniciarse la conflagración. En ese momento el país ya había manifestado su neutralidad en el conflicto europeo, aunque para que esta fuera efectiva el presidente Adolfo Díaz aprobó varias disposiciones para que esta se cumpliera, como por ejemplo la identificación de los buques comerciales de naciones beligerantes mientras estuvieran en puertos de la República o la prohibición de comunicar por telégrafo desde Nicaragua cualquier información que contuviera datos de índole militar. Asimismo, cualquier buque sospechoso de haber llevado a cabo alguna actividad bélica quedaría internado en puerto. 

Más tarde, el 18 de mayo de 1917, el nuevo presidente, Emiliano Chamorro, anunció que el Senado y la Cámara de Diputados habían decretado “suspender relaciones diplomáticas entre el Gobierno de Nicaragua y el Gobierno Imperial Alemán”. 

A continuación, y teniendo en cuenta que solo unas semanas antes los Estados Unidos habían declarado la guerra al Imperio alemán y que desde Washington se ejercía un cuasiprotectorado sobre el país centroamericano, en otro artículo de ese mismo decreto se facultaba “al Poder Ejecutivo para conceder al Gobierno de los Estados Unidos de América el uso de sus puertos, aguas territoriales, vías de comunicación y toda otra facilidad análoga que sea necesaria durante el presente conflicto”. 

Poco después, el día 21, se dispuso la cancelación de las patentes consulares de varios ciudadanos alemanes que actuaban como cónsules de Nicaragua en Alemania. Asimismo se cancelaron los exequátur de varios diplomáticos alemanes residentes en diferentes ciudades de Nicaragua 

Más tarde, casi un año después, el 6 de mayo de 1918 el Senado y la Cámara de Diputados de la República de Nicaragua decretaron: 

“1º- Declárese que desde esta fecha existe el estado de guerra entre Nicaragua y los gobiernos imperiales de Alemania y Austria-Hungría. 

“2º- Declárese que Nicaragua es solidaria con los Estados Unidos de América y con las repúblicas latinoamericanas, que se encuentran en guerra con los mencionados gobiernos imperiales. 

“3º- En consecuencia, declárese el estado de sitio en la República, (…)”. 

Tras este se publicaron otros decretos relaciones con la guerra, aunque el más llamativo llegó pocos días después de finalizar el conflicto. Así, considerándose “que con el advenimiento de la paz que culminó con el triunfo de las naciones que enarbolaron el estandarte del derecho, se asegura el prevalecimiento de la democracia en el mundo; se garantiza la existencia de las pequeñas nacionalidades y se afianza de modo estable para los pueblos el ejercicio del Derecho y el triunfo de la Justicia”, se decretó “el 28 de noviembre será día de fiesta nacional en la República y se tendrá como la fecha conmemorativa del triunfo de la democracia contra el absolutismo y la autocracia militar”.

Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

sábado, 8 de marzo de 2025

1821, el corsario artiguista Vencedor en Madeira.


Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

1820-1821, CORSARIOS DE ARTIGAS EN EL MAR MEDITERRÁNEO

Como vimos en otro video, desde 1816 el montevideano José Gervasio Artigas, líder de la Liga de los Pueblos Libres, expidió desde su campamento de Purificación numerosas patentes de corso con el objetivo de hacer la guerra naval a España y Portugal. Sin embargo, es menos conocido que estos corsarios no se limitaron a actuar en aguas americanas, sino que algunos de aquellos buques actuaron en aguas del Mediterráneo español, a más de 10.000 km de distancia de las antiguas posesiones del Virreinato del Río de la Plata. 

Las primeras noticias sobre la actividad de estos corsarios en el Mediterráneo podemos leerlas en las gacetas españolas en diciembre de 1820, paradójicamente cuando Artigas ya había caído y se encontraba refugiado en Paraguay. En estas publicaciones leemos que en la mañana del 5 de diciembre en el Cabo de Gata, en el sur de España, una goleta insurgente, llamada Argentino, capturó a tres pequeños mercantes que acababan de salir del puerto de Almería. 

Poco después, en otra gaceta leemos como la goleta corsaria había apresado a siete mercantes en aquellas aguas. Cuatro de ellos fueron echados a pique tras tomar sus cargamentos de algodón, sardinas y aguardiente. Las tripulaciones de estos barcos, tras llegar a Almería en una embarcación a la que fueron entregadas por los insurgentes, dijeron que “el pirata es una goleta con 40 hombres de todas clases, un cañón de á 18 reforzado, y 2 obuses”. Por último, se nos dice que el día 7 el corsario artiguista persiguió a un navío procedente de Málaga. 

Un día más tarde el Comandante militar de marina de la provincia de Almería escribió muy alarmado al ministro de marina para decirle que una goleta pintada de negro estaba “destruyendo el comercio español desde Cabo de Gata hasta Calahonda [en la provincia de Granada]”. A continuación le decía que el Argentino había capturado el día anterior un mercante de Málaga, quizás el mencionado anteriormente, y que “se presentó a la vista de este puerto dando caza á dos buques que entraron”. Además, en esta comunicación se decía que al buque corsario le acompañaba otra nave más pequeña, una escampavía armada, con cuya ayuda capturaba a los mercantes españoles. Luego se señalaba que quizás la guarida del Argentino sería el puerto norteafricano de Orán, donde lleva a sus presas para saquearlas. Por último, se pedía que un bergantín de guerra surto en Cartagena partiera de inmediato hacia aguas de Almería. 

Más tarde, el día 28, se escribía desde el puerto de Málaga que una goleta sospechosa merodeaba aquellas aguas, creyéndose que pudiera ser la misma que actuaba en el Cabo de Gata “ú otra de la misma especie de corsarios”. A continuación, en esta carta se pedía que buques de guerra zarparan de Cádiz para evitar los estragos que aquella goleta estaba causando al comercio. 

Un día después, el 29, un diario de Barcelona publicaba el testimonio del patrón de un mercante que “fue atacado sobre Sitges […] por una Goleta corsaria insurgente que llebava apresado y de remolque un jabeque, y apesar del fuego de su fusilería pudo abandonarlo y escapar con toda su tripulación”. 

Como respuesta a esto, según leemos en las gacetas, “un buque particular en union con otro de los guarda-costas” salió en persecución del corsario que por entonces se encontraba frente al puerto de Sitges. Igualmente, desde Valencia se dio orden de que todos los buques guardacostas de la provincia salieran en busca de aquel corsario. 

De esos mismos días es una nota del Capitán General del Departamento de Cartagena comunicando que había partido de aquel puerto el bergantín de guerra Jasson con la orden de “recorrer toda la costa [del Cabo de Gata] cuidadosamente y perseguir, batir y apresar dicho pirata”, el cual estaba causando un grave perjuicio al comercio español. 

Poco después, en los primeros días de enero de 1821, el jefe político de Palma de Mallorca informó que al conocer que el buque corsario había capturado dos barcos, uno frente al cabo de San Sebastián y otro frente a Tarragona, dio orden de que tres buques fuertemente armados salieran en busca del corsario artiguista. 

Dos semanas más tarde, el día 16, Antonio Riquer, antiguo corsario y ahora comandante de los buques guardacostas de la provincia de Valencia, consiguió a bordo del buque San Antonio capturar al Argentino. Según cuenta Riquer en su informe, estuvo buscando sin éxito al navío insurgente frente a Barcelona, Mataró y el cabo de San Sebastián. Luego fue informado de que el corsario estaba en aguas de la provincia de Tarragona, consiguiendo al mediodía del día 16 avistarlo frente al pueblo de Altafulla mientras intentaba dar caza a un bergantín. A continuación, el Argentino abandonó la persecución y se dirigió hacia el navío de Riquer, quien a su vez se dirigía hacia los corsarios. 

Llegada la noche, y estando ambas naves cerca, cuenta Riquer que el corsario “rompió un vivisimo fuego de cañon y fusileria con grande griteria de urrà,...”. Luego, la San Antonio se aproximó al Argentino y lo llamó varias veces, aunque la nave enemiga guardó silenció. A continuación, mientras seguían siendo disparados, los españoles se acercaron aún más, abrieron fuego de cañón y fusilería, y finalmente lo abordaron. 

Según Riquer, la lucha, que duró unos tres cuartos de hora, fue muy reñida, aunque consiguió rendir a la goleta, tras lo cual pudo comprobar que “su cubierta y el mar estaban sembradas de cadaveres”, salvando la vida, aunque muy mal heridos, solo 31 de los más de 70 miembros de la tripulación enemiga, mientras que en el lado español solo hubieron dos heridos. Tras esto, la San Antonio y su presa se dirigieron primero a Valencia, donde serían desembarcados los prisioneros, y luego al puerto de Denia. 

Poco después, encontramos en las gacetas nuevas informaciones sobre el corsario enemigo. Según leemos, la mayor parte de la tripulación eran negros y en el navío se halló mucho dinero. También se dice que el Argentino había capturado durante su expedición 18 buques entre el Estrecho y Barcelona, que “pertenece al general de marina de los orientales de la América del sur, de los cuales es gefe y protector D. José Artigas”, que había sido armada en Margarita, que en ella había muchos fusiles, pistolas, sables y 10 cañones, y que la comandaba el estadounidense Alfred Guthery. 

Asimismo, junto a estas informaciones aparecen otras sobre un segundo buque corsario que acompañaba al Argentino y que había sido avistado entre Villajoyosa y Alicante. Esta nave, a la que se buscó sin éxito, era un bergantín llamado General Rivera comandado por el estadounidense Richard Moon, cuyo objetivo era “manifestarse en estado de guerra, y apresar buques de guerra ó particulares pertenecientes á España y Portugal”. 

Sobre Richard Moon sabemos que había sido corsario durante la guerra anglo-estadounidense de 1812. En cuando al General Rivera, hay noticias de que fue alistado en Baltimore en enero de 1820 y que navegó hasta isla Margarita. Más tarde, a mediados de año y antes de operar en Europa, el General Rivera actuó en las costas del Brasil portugués, donde consiguió burlar a sus perseguidores, pero esa es otra historia.

Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

sábado, 1 de marzo de 2025

1946, ayuda argentina a Luxemburgo tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

 


Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos

1944, ARGENTINA ROMPE CON LAS POTENCIAS DEL EJE

Durante la Segunda Guerra Mundial los distintos gobiernos argentinos apostaron, a diferencia de otros países americanos, por la neutralidad, a pesar de que espías del Eje operaban en Buenos Aires y del hundimiento por submarinos alemanes de tres mercantes argentinos. 

No obstante, esta postura cambió en enero de 1944. El 26 de ese mes, el general Pedro Pablo Ramírez, presidente de facto de Argentina, decretó la ruptura de las relaciones diplomáticas con los gobiernos de Alemania y Japón. Esta medida se justificó por la constatación aquellos días de “la existencia [en suelo argentino] de un sistema de espionaje en beneficio de dichos países, atentatorio de la soberanía nacional y de la seguridad continental”, y que comprometía la neutralidad argentina. Aunque hay que señalar que ya antes se había demostrado que las redes del Eje actuaban en Argentina, en lo que se incidió en aquellas fechas para romper relaciones fue en la reiteración de estos actos de espionaje y que estuvieran involucrados diplomáticos que se amparaban en sus inmunidades y privilegios. 

Sin embargo, esto fue una excusa y el verdadero motivo para romper relaciones fueron las insistentes presiones que Estados Unidos venía haciendo desde el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. Estas presiones se hicieron más fuertes tras la toma del poder por parte de Ramírez en junio de 1943, cuyo gobierno se comprometió a romper relaciones con el Eje en agosto de aquel año, aunque después hubo un cambio de opinión bajo el argumento de que el gobierno argentino no tenía causas justificadas para romper con el Eje y que una ruptura sería vista como algo inducido desde el exterior, aunque el ministro de Relaciones Exteriores, el almirante Segundo Storni, señaló en una carta dirigida a las autoridades estadounidenses que la entrega de armamentos a Argentina por parte de Estados Unidos podría provocar un cambio en la opinión pública que conllevaría un giro en la política exterior del país. 

Como es natural, esta negativa a romper con el Eje disgustó a los estadounidenses, quienes, para presionar al gobierno argentino, hicieron pública la carta de Storni, sin embargo esto provocó lo contrario ya que los militares que gobernaban el país se enrocaron en sus posiciones nacionalistas y neutralistas, y Storni, el miembro más pro aliado del gobierno de Ramírez, cayó. 

Tras esto las presiones estadounidenses continuaron, alcanzando en noviembre las relaciones entre Argentina y los Aliados un punto crítico al ser detenido en Trinidad el cónsul argentino Osmar Alberto Hellmuth, enviado en secreto por su gobierno a Alemania para tratar varios asuntos, entre ellos la compra de armas, y a quien los británicos acusaban de ser un agente nazi. Esto, sumado al respaldo argentino a los golpistas bolivianos en diciembre, hizo que el presidente de Estados Unidos, Roosevelt, preparara sanciones económicas contra Argentina. Ramírez, enterado de ello y para evitar la ruptura con los Aliados, no tuvo más remedio que ignorar a los miembros de su gobierno que abogaban por la neutralidad y decidió finalmente, como dijimos anteriormente, romper relaciones con el Eje el 26 de enero de 1944. 

A continuación, un día después, el 27, Ramírez decretó “suspendidas todas las comunicaciones radiotelefónicas y radiotelegráficas con Alemania y Japón, y los países o territorios aliados, ocupados o controlados por ellos. Además, ese mismo día se decretó la suspensión de “todo intercambio comercial y financiero con Alemania, Japón y territorios dominados por esas naciones”. 

Poco después, el 4 de febrero, se declararon interrumpidas las relaciones diplomáticas con la Francia de Vichy, Bulgaria, Hungría y Rumanía. Esto se justificó aduciendo que tras la ruptura con Alemania y Japón el gobierno argentino había perdido contacto con sus representantes consulares en Francia, Bulgaria, Hungría y Rumanía, algo que no se podía achacar al decreto del 27 de enero y que por tanto no se podía continuar con las relaciones con estos países. Luego, el 31, se cancelaron las acreditaciones del cuerpo consular de Alemania y Japón. 

A continuación el día 9 se anunció oficialmente que los intereses argentinos en Alemania y Japón serían defendidos por Suecia y que Suiza cuidaría de los intereses alemanes y japoneses en Argentina. 

Simultáneamente a esto, entre los militares argentinos cundió el descontento con Ramírez por el abandono de la neutralidad, lo que provocó que poco después fuera empujado a abandonar la presidencia y fuera sucedido por Edelmiro Julián Farrell, algo que no sentó bien entre los Aliados, especialmente en Estados Unidos, quienes durante los siguientes meses presionaron al nuevo presidente para que su gobierno abandonara posturas pro Eje, cooperara con la defensa continental y le declarara la guerra a Berlín y Tokio, para ello se llegó incluso a no reconocer al gobierno de Farrell, a la suspensión de relaciones, al aislamiento y a la coerción económica. 

Finalmente, amparándose en las resoluciones de la Conferencia de Chapultepec y considerando, entre otras cosas, la agresión de Japón a los Estados Unidos en Pearl Harbor, Farrell decretó el 27 de marzo de 1945 lo siguiente: “declárese el estado de guerra entre la República Argentina por una parte y el Imperio del Japón por otra”. A continuación, en otro artículo se decía: “declárese igualmente el estado de guerra entre la República Argentina y Alemania, atento al carácter de esta última de aliado del Japón”. 

A este decreto siguieron otros. En uno de ellos se ordenaba la internación de los exrepresentantes diplomáticos y consulares del Japón y de sus familias. En otro se declaraba prisioneros de guerra a los tripulantes del acorazado alemán Graf Spee, hundido a finales de 1939 tras la batalla del Río de la Plata. En un tercer decreto se ordenó la confiscación de los bienes pertenecientes a Alemania y Japón. 

Tras esto, varias naciones reanudaron sus relaciones con Argentina, país que en los siguientes días envió ayuda a los países europeos recientemente liberados. Así el 10 de abril se pusieron a disposición de Italia 100.000 toneladas de trigo, el 28 fueron 40.000 para Noruega y el 28 de enero de 1946 se pusieron a disposición de Luxemburgo miles de pares de zapatos y miles de kilos de alimentos de toda índole.

Puedes encontrar más historias en nuestro canal: https://www.youtube.com/@mhistoria6088/videos