sábado, 8 de marzo de 2025

1821, el corsario artiguista Vencedor en Madeira.


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1820-1821, CORSARIOS DE ARTIGAS EN EL MAR MEDITERRÁNEO

Como vimos en otro video, desde 1816 el montevideano José Gervasio Artigas, líder de la Liga de los Pueblos Libres, expidió desde su campamento de Purificación numerosas patentes de corso con el objetivo de hacer la guerra naval a España y Portugal. Sin embargo, es menos conocido que estos corsarios no se limitaron a actuar en aguas americanas, sino que algunos de aquellos buques actuaron en aguas del Mediterráneo español, a más de 10.000 km de distancia de las antiguas posesiones del Virreinato del Río de la Plata. 

Las primeras noticias sobre la actividad de estos corsarios en el Mediterráneo podemos leerlas en las gacetas españolas en diciembre de 1820, paradójicamente cuando Artigas ya había caído y se encontraba refugiado en Paraguay. En estas publicaciones leemos que en la mañana del 5 de diciembre en el Cabo de Gata, en el sur de España, una goleta insurgente, llamada Argentino, capturó a tres pequeños mercantes que acababan de salir del puerto de Almería. 

Poco después, en otra gaceta leemos como la goleta corsaria había apresado a siete mercantes en aquellas aguas. Cuatro de ellos fueron echados a pique tras tomar sus cargamentos de algodón, sardinas y aguardiente. Las tripulaciones de estos barcos, tras llegar a Almería en una embarcación a la que fueron entregadas por los insurgentes, dijeron que “el pirata es una goleta con 40 hombres de todas clases, un cañón de á 18 reforzado, y 2 obuses”. Por último, se nos dice que el día 7 el corsario artiguista persiguió a un navío procedente de Málaga. 

Un día más tarde el Comandante militar de marina de la provincia de Almería escribió muy alarmado al ministro de marina para decirle que una goleta pintada de negro estaba “destruyendo el comercio español desde Cabo de Gata hasta Calahonda [en la provincia de Granada]”. A continuación le decía que el Argentino había capturado el día anterior un mercante de Málaga, quizás el mencionado anteriormente, y que “se presentó a la vista de este puerto dando caza á dos buques que entraron”. Además, en esta comunicación se decía que al buque corsario le acompañaba otra nave más pequeña, una escampavía armada, con cuya ayuda capturaba a los mercantes españoles. Luego se señalaba que quizás la guarida del Argentino sería el puerto norteafricano de Orán, donde lleva a sus presas para saquearlas. Por último, se pedía que un bergantín de guerra surto en Cartagena partiera de inmediato hacia aguas de Almería. 

Más tarde, el día 28, se escribía desde el puerto de Málaga que una goleta sospechosa merodeaba aquellas aguas, creyéndose que pudiera ser la misma que actuaba en el Cabo de Gata “ú otra de la misma especie de corsarios”. A continuación, en esta carta se pedía que buques de guerra zarparan de Cádiz para evitar los estragos que aquella goleta estaba causando al comercio. 

Un día después, el 29, un diario de Barcelona publicaba el testimonio del patrón de un mercante que “fue atacado sobre Sitges […] por una Goleta corsaria insurgente que llebava apresado y de remolque un jabeque, y apesar del fuego de su fusilería pudo abandonarlo y escapar con toda su tripulación”. 

Como respuesta a esto, según leemos en las gacetas, “un buque particular en union con otro de los guarda-costas” salió en persecución del corsario que por entonces se encontraba frente al puerto de Sitges. Igualmente, desde Valencia se dio orden de que todos los buques guardacostas de la provincia salieran en busca de aquel corsario. 

De esos mismos días es una nota del Capitán General del Departamento de Cartagena comunicando que había partido de aquel puerto el bergantín de guerra Jasson con la orden de “recorrer toda la costa [del Cabo de Gata] cuidadosamente y perseguir, batir y apresar dicho pirata”, el cual estaba causando un grave perjuicio al comercio español. 

Poco después, en los primeros días de enero de 1821, el jefe político de Palma de Mallorca informó que al conocer que el buque corsario había capturado dos barcos, uno frente al cabo de San Sebastián y otro frente a Tarragona, dio orden de que tres buques fuertemente armados salieran en busca del corsario artiguista. 

Dos semanas más tarde, el día 16, Antonio Riquer, antiguo corsario y ahora comandante de los buques guardacostas de la provincia de Valencia, consiguió a bordo del buque San Antonio capturar al Argentino. Según cuenta Riquer en su informe, estuvo buscando sin éxito al navío insurgente frente a Barcelona, Mataró y el cabo de San Sebastián. Luego fue informado de que el corsario estaba en aguas de la provincia de Tarragona, consiguiendo al mediodía del día 16 avistarlo frente al pueblo de Altafulla mientras intentaba dar caza a un bergantín. A continuación, el Argentino abandonó la persecución y se dirigió hacia el navío de Riquer, quien a su vez se dirigía hacia los corsarios. 

Llegada la noche, y estando ambas naves cerca, cuenta Riquer que el corsario “rompió un vivisimo fuego de cañon y fusileria con grande griteria de urrà,...”. Luego, la San Antonio se aproximó al Argentino y lo llamó varias veces, aunque la nave enemiga guardó silenció. A continuación, mientras seguían siendo disparados, los españoles se acercaron aún más, abrieron fuego de cañón y fusilería, y finalmente lo abordaron. 

Según Riquer, la lucha, que duró unos tres cuartos de hora, fue muy reñida, aunque consiguió rendir a la goleta, tras lo cual pudo comprobar que “su cubierta y el mar estaban sembradas de cadaveres”, salvando la vida, aunque muy mal heridos, solo 31 de los más de 70 miembros de la tripulación enemiga, mientras que en el lado español solo hubieron dos heridos. Tras esto, la San Antonio y su presa se dirigieron primero a Valencia, donde serían desembarcados los prisioneros, y luego al puerto de Denia. 

Poco después, encontramos en las gacetas nuevas informaciones sobre el corsario enemigo. Según leemos, la mayor parte de la tripulación eran negros y en el navío se halló mucho dinero. También se dice que el Argentino había capturado durante su expedición 18 buques entre el Estrecho y Barcelona, que “pertenece al general de marina de los orientales de la América del sur, de los cuales es gefe y protector D. José Artigas”, que había sido armada en Margarita, que en ella había muchos fusiles, pistolas, sables y 10 cañones, y que la comandaba el estadounidense Alfred Guthery. 

Asimismo, junto a estas informaciones aparecen otras sobre un segundo buque corsario que acompañaba al Argentino y que había sido avistado entre Villajoyosa y Alicante. Esta nave, a la que se buscó sin éxito, era un bergantín llamado General Rivera comandado por el estadounidense Richard Moon, cuyo objetivo era “manifestarse en estado de guerra, y apresar buques de guerra ó particulares pertenecientes á España y Portugal”. 

Sobre Richard Moon sabemos que había sido corsario durante la guerra anglo-estadounidense de 1812. En cuando al General Rivera, hay noticias de que fue alistado en Baltimore en enero de 1820 y que navegó hasta isla Margarita. Más tarde, a mediados de año y antes de operar en Europa, el General Rivera actuó en las costas del Brasil portugués, donde consiguió burlar a sus perseguidores, pero esa es otra historia.

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sábado, 1 de marzo de 2025

1946, ayuda argentina a Luxemburgo tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

 


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1944, ARGENTINA ROMPE CON LAS POTENCIAS DEL EJE

Durante la Segunda Guerra Mundial los distintos gobiernos argentinos apostaron, a diferencia de otros países americanos, por la neutralidad, a pesar de que espías del Eje operaban en Buenos Aires y del hundimiento por submarinos alemanes de tres mercantes argentinos. 

No obstante, esta postura cambió en enero de 1944. El 26 de ese mes, el general Pedro Pablo Ramírez, presidente de facto de Argentina, decretó la ruptura de las relaciones diplomáticas con los gobiernos de Alemania y Japón. Esta medida se justificó por la constatación aquellos días de “la existencia [en suelo argentino] de un sistema de espionaje en beneficio de dichos países, atentatorio de la soberanía nacional y de la seguridad continental”, y que comprometía la neutralidad argentina. Aunque hay que señalar que ya antes se había demostrado que las redes del Eje actuaban en Argentina, en lo que se incidió en aquellas fechas para romper relaciones fue en la reiteración de estos actos de espionaje y que estuvieran involucrados diplomáticos que se amparaban en sus inmunidades y privilegios. 

Sin embargo, esto fue una excusa y el verdadero motivo para romper relaciones fueron las insistentes presiones que Estados Unidos venía haciendo desde el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. Estas presiones se hicieron más fuertes tras la toma del poder por parte de Ramírez en junio de 1943, cuyo gobierno se comprometió a romper relaciones con el Eje en agosto de aquel año, aunque después hubo un cambio de opinión bajo el argumento de que el gobierno argentino no tenía causas justificadas para romper con el Eje y que una ruptura sería vista como algo inducido desde el exterior, aunque el ministro de Relaciones Exteriores, el almirante Segundo Storni, señaló en una carta dirigida a las autoridades estadounidenses que la entrega de armamentos a Argentina por parte de Estados Unidos podría provocar un cambio en la opinión pública que conllevaría un giro en la política exterior del país. 

Como es natural, esta negativa a romper con el Eje disgustó a los estadounidenses, quienes, para presionar al gobierno argentino, hicieron pública la carta de Storni, sin embargo esto provocó lo contrario ya que los militares que gobernaban el país se enrocaron en sus posiciones nacionalistas y neutralistas, y Storni, el miembro más pro aliado del gobierno de Ramírez, cayó. 

Tras esto las presiones estadounidenses continuaron, alcanzando en noviembre las relaciones entre Argentina y los Aliados un punto crítico al ser detenido en Trinidad el cónsul argentino Osmar Alberto Hellmuth, enviado en secreto por su gobierno a Alemania para tratar varios asuntos, entre ellos la compra de armas, y a quien los británicos acusaban de ser un agente nazi. Esto, sumado al respaldo argentino a los golpistas bolivianos en diciembre, hizo que el presidente de Estados Unidos, Roosevelt, preparara sanciones económicas contra Argentina. Ramírez, enterado de ello y para evitar la ruptura con los Aliados, no tuvo más remedio que ignorar a los miembros de su gobierno que abogaban por la neutralidad y decidió finalmente, como dijimos anteriormente, romper relaciones con el Eje el 26 de enero de 1944. 

A continuación, un día después, el 27, Ramírez decretó “suspendidas todas las comunicaciones radiotelefónicas y radiotelegráficas con Alemania y Japón, y los países o territorios aliados, ocupados o controlados por ellos. Además, ese mismo día se decretó la suspensión de “todo intercambio comercial y financiero con Alemania, Japón y territorios dominados por esas naciones”. 

Poco después, el 4 de febrero, se declararon interrumpidas las relaciones diplomáticas con la Francia de Vichy, Bulgaria, Hungría y Rumanía. Esto se justificó aduciendo que tras la ruptura con Alemania y Japón el gobierno argentino había perdido contacto con sus representantes consulares en Francia, Bulgaria, Hungría y Rumanía, algo que no se podía achacar al decreto del 27 de enero y que por tanto no se podía continuar con las relaciones con estos países. Luego, el 31, se cancelaron las acreditaciones del cuerpo consular de Alemania y Japón. 

A continuación el día 9 se anunció oficialmente que los intereses argentinos en Alemania y Japón serían defendidos por Suecia y que Suiza cuidaría de los intereses alemanes y japoneses en Argentina. 

Simultáneamente a esto, entre los militares argentinos cundió el descontento con Ramírez por el abandono de la neutralidad, lo que provocó que poco después fuera empujado a abandonar la presidencia y fuera sucedido por Edelmiro Julián Farrell, algo que no sentó bien entre los Aliados, especialmente en Estados Unidos, quienes durante los siguientes meses presionaron al nuevo presidente para que su gobierno abandonara posturas pro Eje, cooperara con la defensa continental y le declarara la guerra a Berlín y Tokio, para ello se llegó incluso a no reconocer al gobierno de Farrell, a la suspensión de relaciones, al aislamiento y a la coerción económica. 

Finalmente, amparándose en las resoluciones de la Conferencia de Chapultepec y considerando, entre otras cosas, la agresión de Japón a los Estados Unidos en Pearl Harbor, Farrell decretó el 27 de marzo de 1945 lo siguiente: “declárese el estado de guerra entre la República Argentina por una parte y el Imperio del Japón por otra”. A continuación, en otro artículo se decía: “declárese igualmente el estado de guerra entre la República Argentina y Alemania, atento al carácter de esta última de aliado del Japón”. 

A este decreto siguieron otros. En uno de ellos se ordenaba la internación de los exrepresentantes diplomáticos y consulares del Japón y de sus familias. En otro se declaraba prisioneros de guerra a los tripulantes del acorazado alemán Graf Spee, hundido a finales de 1939 tras la batalla del Río de la Plata. En un tercer decreto se ordenó la confiscación de los bienes pertenecientes a Alemania y Japón. 

Tras esto, varias naciones reanudaron sus relaciones con Argentina, país que en los siguientes días envió ayuda a los países europeos recientemente liberados. Así el 10 de abril se pusieron a disposición de Italia 100.000 toneladas de trigo, el 28 fueron 40.000 para Noruega y el 28 de enero de 1946 se pusieron a disposición de Luxemburgo miles de pares de zapatos y miles de kilos de alimentos de toda índole.

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