martes, 27 de diciembre de 2022

GORGO EN LAS “MÁXIMAS DE MUJERES ESPARTANAS” DE PLUTARCO.

1. Gorgo, hija del rey Cleómenes, cuando Aristágoras de Mileto urgía a éste a una guerra contra el Rey en defensa de los jonios, le prometía una suma de dinero y respondía a sus objeciones ofreciéndole más, dijo: «Padre, este miserable extranjero te destruirá, si no lo expulsas inmediatamente de casa». 

2. En una ocasión, cuando su padre le ordenó que diese grano a un hombre a título de remuneración y añadió: «Pues me enseña a hacer el vino bueno», ella le respondió: «Sin duda, padre, que se beberá un vino mejor, y los que beban serán más débiles y peores». 

3. Cuando vio que a Aristágoras lo calzaba uno de sus servidores, exclamó: «Padre, el extranjero no tiene manos». 

4. A un extranjero que se presentó con un vestido adornado, lo empujó a un lado y le dijo: «Vete de aquí. No vales ni en lo de la mujer». 

5. Al preguntarle una mujer del Ática: «¿Por qué, vosotras, espartanas, sois las únicas que gobernáis a vuestros hombres?», le respondió: «Porque somos las únicas que alumbramos hombres». 

6. Cuando exhortaba a su marido Leónidas, que salía hacia las Termopilas, a mostrarse digno de Esparta, le preguntó qué debía hacer ella. Éste le dijo: «Casarte con un hombre honrado y alumbrar hijos buenos».

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LEÓNIDAS ANTES DE LAS TERMÓPILAS

Todos conocen la historia de Leónidas y los 300 en la Batalla de las Termópilas, pero es muy poco lo que se sabe de la vida del rey espartano antes de ese momento. Hay quien señala que pudo luchar contra los cartagineses en Sicilia, que pudo ser un regicida y un usurpador, o que luchó contra los rebeldes mesenios. A continuación, trataremos de reconstruir esos años desconocidos de la vida de Leónidas. 

Cuenta Heródoto que el rey Anaxándridas II de la dinastía de los Agíadas, una de las dos familias que gobernaban Esparta bajo una diarquía, se había casado con su sobrina, a la que amaba mucho pero que no podía darle hijos. Entonces los éforos le recomendaron repudiarla y casarse con otra, a lo que el rey se negó. A continuación los éforos y los gerontes propusieron a Anaxándridas que, sin abandonar a su mujer, se casara con otra que le diera hijos, a lo que el rey aceptó. No mucho tiempo después, la segunda mujer del rey dio a luz a Cleómenes pero, por lances del destino, su primera mujer también se quedó embarazada y tuvo a Dorieo. Luego, esta primera mujer también tuvo a Leónidas y a Cleómbroto, que algunos aseguran que eran mellizos. 

Cleómenes I, de quien se dice que estaba desequilibrado, sucedió a su padre en algún momento entre los años 526 y 520 a. C. Esto llevó a que Dorieo, joven de gran valía, despechado por la elección de su hermano como rey, decidiera abandonar Esparta y fundar una colonia en Libia, aunque de allí fue expulsado por libios y cartagineses. Tiempo después Dorieo combatió en el sur de Italia contra los sibaritas y durante años contra los cartagineses y los élimos en Sicilia, donde perdió la vida. En cuanto a Cleómbroto podemos decir que tras la muerte de Leónidas en las Termópilas fue regente del hijo de este, Plistarco, aún menor de edad. Meses más tarde Cleómbroto moriría y le sucedió en la regencia su hijo Pausanias, vencedor de Platea en el 479. 

Por su parte Leónidas, el “hijo del león” y descendiente de Heracles, llamado así quizás por su abuelo paterno León, debió nacer entre los años 540 y 530. Fue un niño sano y robusto, ya que de lo contrario hubiera sido abandonado en el Monte Taígeto. A los hijos de los espartiatas, como Leónidas, según cuenta Plutarco, se les criaba sin delicadezas para que crecieran fuertes y sin miedos. 

Hacia los siete años Leónidas comenzó una educación en grupo que, con algunas nociones en letras, estaba “orientada a la total obediencia, a tener firmeza en las fatigas y a vencer en los combates”. Como el resto de niños fue rapado, se habituó a caminar descalzo, a pelear con sus compañeros, a una dieta austera y a recibir duros castigos de los mayores. Leónidas, una vez alcanzó la edad adulta ya estuvo listo para el servicio militar. 

Durante su edad adulta Leónidas debió participar en numerosas campañas militares. Así, el historiador Diodoro cuenta que Leónidas se enorgullecía de su valor y de su experiencia en la guerra. Pero, ¿cuáles fueron estas campañas? Durante su reinado, Cleómenes atacó varias veces Atenas y también se enfrentó a Argos en la batalla de Sepeia, y es de suponer que Leónidas participara en estas luchas. 

La única mención sobre la participación de Leónidas en una campaña durante el reinado de su hermano Cleómenes la proporciona el epítome que Justino hizo de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo. Según este texto, ante los “abusos de los cartagineses los pueblos de Sicilia recurrieron a Leónidas, hermano del rey de los espartanos, surgiendo una guerra dura”. Sin embargo, algunos historiadores modernos creen que se trataría de un error y que la noticia no se referiría a Leónidas, sino a su hermano Dorieo. 

Otro historiador, Heródoto, cuenta que Gelón, tirano de Siracusa, pidió ayuda a los griegos para vengar a Dorieo, pero estos no acudieron, lo que entraría en contradicción con el pasaje de Justino, a no ser que esta noticia se refiera a un momento distinto, lo que implicaría que Leónidas, quizás ya siendo rey, se negó a ir a Sicilia a vengar a su hermano. 

Además de campañas militares, en el reinado de Cleómenes podemos encontrar intrigas palaciegas, como las que llevaron al derrocamiento en el año 491 de Demarato, rey espartano de la dinastía Euripóntida, y a la entronización de Leotíquidas II. Es imposible conocer el papel que Leónidas pudo tener en estos sucesos. 

Meses después del destronamiento de Demarato, se descubrió la conspiración de Cleómenes contra este rey, lo que le llevó a huir de Esparta. Más tarde “se dirigió a Arcadia e intentó organizar una revuelta, coaligando a los arcadios contra Esparta”. Entonces, los espartanos permitieron a Cleómenes regresar a Esparta, donde sufrió un ataque de locura que empujó a sus parientes, según Heródoto, a encadenarlo en un cepo. Cabe preguntarse entonces sí Leónidas fue uno de esos parientes que derrocaron a Cleómenes y sí ya por entonces tomó el poder, al menos como regente. 

Por si la situación espartana no fuera lo suficientemente grave, en aquella época, en el 490, los persas habían invadido Grecia. Los atenienses les pidieron ayuda y los espartanos decidieron socorrerlos, sin embargo, no podían hacerlo hasta que acabara el festival de la Carneia, por lo que debieron esperar a después de la luna llena. Al final, tras una marcha a toda prisa, quizás encabezada por el mismo Leónidas, los espartanos consiguieron llegar a Maratón, pero uno o dos días después de la batalla. 

Otra explicación dada para la ausencia espartana en Maratón es la de una supuesta revuelta de los ilotas mesenios, a la que sin duda, Leónidas, como gobernante de facto de Esparta, debió hacer frente. Según un dudoso testimonio de Platón, durante la invasión persa, los mesenios guerrearon contra los espartanos, lo que impidió a estos defender Grecia. Otros indicios también apuntan a la existencia de la revuelta, aunque es un debate aún abierto. 

Tiempo después, quizás en el 489 o 488, cuenta Heródoto como Cleómenes, aún preso, consiguió un cuchillo con el que empezó a hacerse cortes hasta que murió. Sin embargo, algunos historiadores modernos creen que fue asesinado por los espartanos que le consideraban un peligro para Esparta, por lo tanto Leónidas, que nunca había esperado alcanzar el trono, se convirtió en rey. 

Pero, ¿estuvo Leónidas I involucrado en la muerte de su medio hermano? ¿fue un regicida? Es difícil afirmarlo. Lo que sí parece seguro es que usurpó el trono de su sobrino Eurianacte, hijo de Dorieo, que tras la muerte sin hijos varones de Cleómenes y la de su padre en Sicilia, debería haber ocupado el trono. Aunque existen otras posibilidades, como que el Dorieo padre de Eurianacte fuera distinto al hermano de Leónidas, que Eurianacte fuera un hijo bastardo o que en realidad Dorieo fuera menor que Leónidas. Otros autores señalan que Leónidas sucedió a Cleómenes porque él, a diferencia de su sobrino, tenía la condición de hijo de rey, lo que le dio preeminencia en el orden sucesorio. 

Debió ser también en estas fechas cuando Leónidas, quizás para reforzar su posición como rey, se casó con su sobrina Gorgo, la única hija de Cleómenes, de unos veinte años y mucho menor que él, con la que tuvo a su hijo y sucesor, Plistarco. De lo poco que sabemos sobre Gorgo se desprende que era inteligente y orgullosa. La inteligencia de Gorgo queda reflejada en Heródoto, quien cuenta que, siendo aún una niña, ya aconsejaba a su padre sobre asuntos militares. Por su parte, Plutarco muestra a una Gorgo altanera. Cuenta que una mujer del Ática preguntó a Gorgo “¿Por qué, vosotras, espartanas, sois las únicas que gobernáis a vuestros hombres?”, a lo que esta le respondió: “Porque somos las únicas que alumbramos hombres”. 

Nada más sabemos de Leónidas hasta la segunda invasión persa de Grecia y la bien conocida batalla de las Termópilas, aunque esa es otra historia.

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martes, 20 de diciembre de 2022

José de la Riva-Agüero y la anexión de Perú a los Estados Unidos.

Los acaecimientos ocurridos durante el período de la Confederacion son otra nueva prueba, y la mas relevante que puede presentarse, de que el Perú no puede salir de la anarquía, sin que la Europa le tienda una mano amigable como tantas veces hemos dicho, para libertarse de la anarquía y consolidar su independencia. Y en fin, que sin un gobierno enérgico, prudente, sabio, y rodeado de un gran prestigio, es imposible que se restablezca jamas el órden y tranquilidad. Es pues demostrado que sin que la Europa intervenga en los asuntos del Perú, y que su intervencion sea de un modo franco é imponente, nunca este país se constituirá, y quedará fluctuando en la anarquía; ó se verá precisado á acceder á la anexacion de los Estados Unidos. 

(P. Pruvonena (seudónimo de José de la Riva-Agüero) Memorias y Documentos para la Historia de la Independencia del Perú, y causas del mal éxito que ha tenido ésta, TOMO PRIMERO, 1858, pp. 417-418).

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EL PLAN PARA LA ANEXIÓN DE PERÚ A ESTADOS UNIDOS (1881)

Pese a que la Guerra del Pacífico es un conflicto bien estudiado, es poco conocido que en 1881, algo después de la ocupación chilena de Lima, surgieron proyectos entre los estadounidenses para anexarse Perú, pudiendo haberse convertido así en el Estado nº 39. 

Ya a principios de año encontramos una de las primeras alusiones a un protectorado estadounidense sobre Perú cuando una empresa francesa se lo propuso al Secretario de Estado William Evarts. Más tarde, el 16 de abril, Isaac Christiancy, embajador de Estados Unidos en Lima, escribió a James Blaine, nuevo Secretario de Estado de su país, para decirle que muchos ciudadanos peruanos “darían la bienvenida a un protectorado de los Estados Unidos [sobre Perú]” e incluso a su anexión. 

Luego, el 4 de mayo, Christiancy escribió a Blaine una carta confidencial en la que exponía su proyecto para anexar Perú a los Estados Unidos y hacer valer la Doctrina Monroe. Christiancy expresaba que “el único medio eficaz para que los Estados Unidos dominen el comercio del Perú y eviten un predominio [de Inglaterra] (...) es, o intervenir activamente, obligando a los beligerantes a un arreglo de paz en términos razonables, o gobernar Perú por medio de un protectorado o de una anexión”. Para lo cual, según Christiancy, una gran mayoría de la población peruana votaría a favor de la anexión, la cual recibirían con júbilo. 

Según Christiancy el medio para llevar a cabo este proyecto era “que el Perú estuviera sujeto, por 10 años a lo menos, a un Gobierno territorial, sobre el plan general de nuestros gobiernos territoriales, y que entonces fuera admitido como Estado, a discreción del Congreso. En esos 10 años, el Perú llegaría a ser, bajo tal sistema, completamente norteamericano en sus ideas”. 

A continuación, Christiancy aseguraba a Blaine que estos proyectos le habían sido sugeridos a menudo por peruanos e incluso por el clero católico, a lo que el respondía que en su debido momento presentaría estos planes a su Gobierno. 

Luego Christiancy apuntó a la corrupción de las clases dirigentes peruanas como el motivo por el cual Perú no podía tener un gobierno independiente. Seguía Christiancy diciendo que “el Perú, en las manos o bajo el Gobierno de los Estados Unidos, pronto llegaría a ser otra vez uno de los países más ricos del mundo”, ya que en manos estadounidenses las minas peruanas volverían a florecer y que con “cincuenta mil ciudadanos emprendedores de los Estados Unidos dominaran toda la población y harían al Perú totalmente norte-americano”. 

Además, señalaba que “con el Perú bajo el Gobierno de nuestro país, dominaríamos a todas las otras repúblicas de Sud-América, y la Doctrina Monroe llegaría a ser una verdad. Se abrirían grandes mercados a nuestros productores y manufacturas y se abriría un ancho campo para nuestro pueblo emprendedor”. 

Por último, Christiancy concluía diciendo que estaría en contra de la anexión del Perú hasta que las ideas americanas no dominaran a la población primero y recordaba a Blaine que esta carta solo debía ser leída por él y por el presidente James Garfield. 

Semanas más tarde, el 21 de junio, Christiancy escribió a Blaine para informarle de los últimos eventos acaecidos en Perú, en concreto sobre el gobierno de La Magdalena presidido por Francisco García Calderón. Según él, este gobierno era utilizado por los chilenos para llevar a cabo sus propósitos, y añadía que “es bien sabido aquí que muchos hombres ricos entre los peruanos prefieren que los chilenos gobiernen el país, ya que piensan que establecerían un gobierno más permanente que el que probablemente establecerá el Perú, y que sus propiedades estarían más seguras, pero incluso aquellos preferirían un protectorado o anexión a los Estados Unidos”. 

Las siguientes noticias que tenemos de las ambiciones estadounidenses sobre Perú son de septiembre. El día 20 de ese mes el nuevo embajador de Estados Unidos en Perú, Stephen Hurlbut, y Manuel María Gálvez, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de La Magdalena, firmaron un Protocolo por el cual “el Gobierno del Perú concede al de los Estados Unidos de América el derecho y la facultad de establecer una estación carbonera en el puerto de Chimbote, y todas las facilidades que fueren necesarias para que los navíos de guerra y mercantes del Estados Unidos puedan abastecerse de ese artículo y puedan estacionarse en dicho puerto”. Sin embargo, Blaine desaprobó este Protocolo. Aún así, este acuerdo fue utilizado por chilenos y británicos para hablar de un supuesto Tratado secreto. 

Semanas más tarde, en noviembre, Marcial Martínez, Embajador chileno en Washington, fue conocedor de que importantes ciudadanos peruanos habían solicitado a los Estados Unidos la anexión de Perú, cosa que el gobierno estadounidense había discutido pero descartado. Información parecida también transmite en sus escritos el jefe de las tropas de ocupación y contralmirante chileno Patricio Lynch. 

Tiempo después, el 1 de diciembre, Martínez conferenció con Blaine y este le dijo que “Hai mucho mar i mucha tierra entre el Perú i los Estados Unidos. Ese seria un punto flaco que ofreceríamos a la Europa”, negando así el interés estadounidense por anexionarse Perú. Sin embargo, otros testimonios mencionan el entusiasmo de Blaine ante la idea de convertir a Perú en un protectorado de Estados Unidos, siendo esta la mejor forma de garantizar los negocios estadounidenses en el país. Según investigaciones posteriores, algunas empresas habrían presionado a las autoridades de los Estados Unidos para la creación de este protectorado. 

Semanas más tarde, en enero de 1882, el Senado estadounidense haría públicos varios documentos referentes a la Guerra del Pacífico, entre ellos, el proyecto de Christiancy para la anexión de Perú. Este saltó pronto a la prensa, lo que obligó a Blaine a negar que hubiera considerado seriamente tal anexión.

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martes, 13 de diciembre de 2022

Resolución del Consejo de la Sociedad de Naciones respecto a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre el Uruguay y la U. R. S. S. (24-1-1936)

 


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EL CONFLICTO ENTRE URUGUAY Y LA UNIÓN SOVIÉTICA (1935-1936)

Durante su historia, Uruguay estuvo inmerso en multitud de conflictos, tanto internos como externos, pero uno de ellos es poco conocido. Nos referimos a su enfrentamiento en los años treinta con la Unión Soviética. Pero, ¿qué llevó al pequeño país del Cono Sur a enfrentarse durante el período de entreguerras con el país más grande de la Tierra? 

Todo comenzó a finales de noviembre de 1935 en Brasil, donde los militares se insurreccionaron en varios puntos del país contra el gobierno de Getúlio Vargas. Poco después, tras el fracaso de este intento de golpe de Estado de inspiración comunista los ojos del gobierno brasileño miraron hacia Uruguay. 

Según las autoridades brasileñas tenían informaciones de que el levantamiento había sido preparado desde la legación soviética en Montevideo y por ello comenzaron a presionar a Uruguay para tomar medidas contra las actividades comunistas en su territorio. Los uruguayos realizaron sus propias indagaciones, pero según Carlos Masanés, Encargado de Negocios uruguayo en Moscú, la legación soviética en Montevideo no había tenido nada que ver. 

A pesar de esto y por influencia del embajador brasileño Lucillo Bueno, el 27 de diciembre el Consejo de Ministros uruguayo aprobó un decreto por el cual se rompían las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. En este decreto se expuso que según afirmaban las autoridades brasileñas el movimiento revolucionario en su país había estado inspirado por el VII Congreso de la Tercera Internacional e instigado por la Unión Soviética a través de su legación en Montevideo. Asimismo se señalaba que el movimiento revolucionario del Brasil había contado presuntamente con ayuda económica de la embajada soviética en Uruguay. Por último, también se afirmó que existían pruebas de que se tramaba un movimiento revolucionario en Uruguay para el próximo febrero o marzo. 

Por tanto, “como acto de solidaridad internacional” y “salvaguardia de la tranquilidad interna” se decretó la interrupción de las relaciones entre ambas naciones, se expulsaba al embajador soviético, Alexander Minkin, y se pedía la salida de Moscú de Carlos Masanés. 

Un día después Minkin envió una nota de protesta a José Espalter, ministro de Relaciones Exteriores uruguayo, negando todas las acusaciones y remarcando la falta de pruebas, calificando el señalamiento brasileño como “de pura invención”. A esto respondió Espalter negándose a entrar en discusiones con Minkin. Por su parte, en Brasil se recibió con gran satisfacción la ruptura de las relaciones y fue motivo de celebración y de gratitud hacia los uruguayos. 

Dos días más tarde, el 30, Minkin volvió a escribir a Espalter pidiendo pruebas sobre las acusaciones de apoyo financiero a los revolucionarios brasileños que se le imputaban a su legación. Asimismo, Minkin anunciaba su próxima salida del país junto a su familia y a los miembros de la legación soviética. 

Por aquellas mismas fechas la prensa rusa publicó que los verdaderos motivos del gobierno de Gabriel Terra para romper relaciones diplomáticas con la Unión Soviética eran otros. Se afirmaba que la negativa soviética a acoger a un anarquista de origen ucraniano al que Terra quería deportar y la también negativa soviética a comprar varias toneladas de queso uruguayo estaban detrás de la ruptura de las relaciones entre ambas naciones. Además, se señalaba que las presiones italianas o vaticanas habrían influido en la decisión uruguaya. Por su parte, el Washington Post apuntó a la posibilidad de que la expulsión de Minkin solo fuera una forma de distraer la atención ante la debilidad del gobierno uruguayo. 

Poco después, a principios de enero de 1936, Maxim Litvinov, Comisario del Pueblo de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, envió una carta a Joseph Avenol, secretario general de la Sociedad de Naciones, quejándose por la forma en que Uruguay había roto las relaciones diplomáticas con su país, argumentando que los uruguayos habían violado el artículo 12º del Pacto de la Sociedad de las Naciones al no someter la disputa a un arbitraje. Al mismo tiempo, los soviéticos interrumpieron sus relaciones comerciales con el Uruguay. 

A continuación, los brasileños enviaron a Uruguay las supuestas pruebas de la implicación de la legación soviética de Montevideo en la insurrección de noviembre para que fueran usadas en la próxima sesión de la Sociedad de Naciones. 

Días más tarde, el 23, se reunió el Consejo de la Sociedad de Naciones en Ginebra y allí el representante uruguayo, Alberto Guani, y el soviético, Litvinov, expusieron sus argumentos. El primero negó que hubieran violado ningún artículo del Pacto al romper sus relaciones con la Unión Soviética. Por su parte, Litvinov negó las acusaciones uruguayas de haber apoyado el movimiento revolucionario en Brasil y retó a Guani a presentar pruebas, cosa que este no hizo. Además, señaló que los verdaderos motivos de la ruptura eran la negativa soviética a acoger a un anarquista ucraniano y a comprar varias toneladas de queso uruguayo. 

Un día después, dadas las posiciones enrocadas de ambos representantes, una Comisión designada por el Consejo emitió una resolución en la que expresaba “su esperanza de que la interrupción de las relaciones […] sea temporal”. Pero hubo que esperar varios años para que esto sucediera. 

Finalmente, en 1942, en el marco de la Segunda Guerra Mundial y con la mediación estadounidense, Uruguay se mostró favorable al restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, algo que se materializó en 1943.

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sábado, 3 de diciembre de 2022

CARTA DE JUAN RAMÓN BALCARCE A FRUCTUOSO RIVERA SOBRE EL PLAN PARA INVADIR PARAGUAY (1828)

 


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1828, EL PLAN ARGENTINO PARA ATACAR PARAGUAY

Como vimos en otros videos, mientras José Gaspar Rodríguez de Francia gobernó Paraguay hubieron varios planes argentinos para invadir Paraguay. En esta ocasión, el ideólogo fue  Manuel Dorrego, Gobernador de Buenos Aires. 

En 1828, en el contexto de la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Brasil, el oriental Fructuoso Rivera y el santafesino Estanislao López, con el apoyo de Dorrego, organizaron la invasión de las Misiones Orientales con el conocido como Ejército del Norte. 

Fue durante la planificación de esta campaña cuando surgió en Dorrego la idea de materializar su viejo deseo de invadir Paraguay. Según Woodbine Parish, Cónsul General británico en Buenos Aires, la intención de Dorrego era capturar el tesoro de 2.000.000 de pesos. De acuerdo a otras opiniones, Dorrego pretendía anexar Paraguay a las Provincias Unidas, usando para ello a Rivera. 

Tras la ocupación de Misiones, del 15 de mayo es una de las primeras referencias que se conservan sobre el plan para atacar Paraguay. En una carta escrita en el Campamento de Ytaun, Rivera le decía a Lucas José Obes que “con los recursos de [la] provincia [de Misiones], que son inmensos, podremos en la próxima primavera o verano darle un asalto a Francia en el Paraguay”. 

El 4 de junio Dorrego escribió a Rivera las siguientes palabras: “Tenga Ud. en vista mi idea sobre el Paraguay de que hablé a Ud. y diga lo que podría hacer contra el tirano Francia”. El día 5 escribía Obes a Rivera una larga carta en la que se volvía a hacer referencia a la “empresa del Paraguay”. En esas mismas fechas Dorrego escribió a Juan Antonio Lavalleja sobre los deseos de Rivera de invadir Paraguay. Poco después Dorrego envió a Rivera a un paraguayo, José Tomás Isazi, para informarle sobre el estado de Paraguay y el modo de como podría dársele la libertad. 

A mediados de julio, José Manuel de Isasa escribió a Rivera recordándole “el inmenso número de personas que padecen en las mazmorras del Gran Sultán del Paraguay”. Añadía que con un ejército de 4.000 hombres era suficiente para tomar el Paraguay, que Francia no ofrecería resistencia y se retiraría a Coímbra con los caudales. Para evitar esto, proponía Isasa enviar 300 o 400 hombres a través del Chaco y cortar la retirada de Francia. Tiempo después, a finales de julio, en otra carta Obes decía a Rivera que el marino Guillermo Brown podría ser su brazo derecho en los movimientos sobre Paraguay. 

En octubre, una vez firmada el 27 de agosto la Convención Preliminar de Paz entre Brasil y las Provincias Unidas, Dorrego, a través de Hilarión de la Quintana, ordenó a Rivera que abandonara las Misiones Orientales, se situara en las Misiones Occidentales y se preparara para invadir Paraguay. Según cuenta Quintana en sus Memorias, para la expedición al Paraguay ofreció a Rivera la “escuadra y parte del ejército que había concluido la guerra con el Imperio del Brasil”. 

A principios de noviembre Rivera, ya desengañado del plan, escribió a Julián de Gregorio Espinosa y le decía que Dorrego lo quería enviar contra Paraguay solo para enemistarlo con las provincias argentinas, y añadía que “la empresa del Paraguay (…) no es tan sencilla como lo suponen algunos. Este país tiene una población muy numerosa, recursos superabundantes y un Gobierno lleno de poder y acción...”. En la misma época podemos ver en una carta de Francia que este ya era conocedor de los planes porteños y decía: “en Buenos Aires se trata de ejecutar cuanto antes una invasión al Paraguay”. 

Poco después, Juan Ramón Balcarce, Ministro de Guerra y Marina de Dorrego, escribió a Rivera sobre lo conveniente que sería recabar el apoyo de Corrientes para la expedición contra Paraguay. Más tarde, Rivera respondió a Balcarce que exigir auxilios a Corrientes para sojuzgar Paraguay sería una forma de empujar a los correntinos a la guerra contra Buenos Aires. 

Debió ser en este tiempo, poco antes de la caída de Dorrego, cuando Pedro Ferré sitúa el intento de engaño del Gobernador de Buenos Aires. Ferré, Gobernador de Corrientes en esa época, cuenta en sus Memorias que Dorrego le transmitió que Rivera deseaba encabezar junto a él y con ayuda correntina la expedición contra Paraguay, y que a Rivera le dijo lo mismo sobre él. Sin embargo, tanto Ferré como Rivera se dieron cuenta de las intrigas de Dorrego que tenían como objeto sacar al segundo de las Misiones Orientales. 

Esto también queda reflejado en una carta que Rivera dirigió a Espinosa a finales de noviembre. En ella Rivera se mostraba sorprendido de que en Buenos Aires se insistiera tanto en que fuera él el que encabezara la pelea contra los paraguayos y el que le quitara el bastón al Dr. Francia. 

Poco antes Espinosa había escrito a Rivera para pedirle que desalojara Misiones. A continuación, le decía que el Gobierno le concedería cuanto pidiera para la empresa del Paraguay. Sin embargo, Rivera ya se había decidido por completo a no emprender esa expedición. En enero de 1829 Rivera escribió a Espinosa diciéndole que “la expedición al Paraguay es un asunto” del que ya no hay que hablar ya que es una empresa “verdaderamente quimérica”. 

Lo último que sabemos sobre la campaña de Paraguay es sorprendente. Según una carta de Francia fechada en marzo, Rivera, a través de Ferré, le había comunicado los planes porteños para invadir Paraguay. Creía Francia que con esto Rivera quería que no se formara un mal juicio sobre él.

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