miércoles, 29 de junio de 2022

Artículos secretos del Tratado paraguayo-correntino de 1845.

 



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LA GUERRA ENTRE PARAGUAY Y ARGENTINA DE 1845-1846

Como vimos en otro video, en noviembre de 1845 Paraguay y Corrientes se aliaron contra Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires. Semanas más tarde el presidente paraguayo, Carlos Antonio López, declaró la guerra a Rosas y luego eligió a su joven hijo, Francisco Solano, General en Jefe del Ejército Nacional destinado a Corrientes. En ese mismo momento el Enviado especial de Estados Unidos a Paraguay, Edward Hopkins, ofreció la mediación de su Gobierno para resolver el conflicto con Rosas. 

A continuación, a mediados de diciembre, podemos ver al joven López en la Villa del Pilar organizando el ejército que marcharía a Corrientes. En ese momento López tenía más de 2.000 hombres entre infantería y caballería, divididos estos en tiradores y lanceros. El día 20 comenzaron a embarcar las tres divisiones paraguayas creadas, dos de caballería y una de infantería, mientras que otra división de infantería, aún incompleta, aguardaría a la llegada de más tropas. 

El 22 por fin las tropas zarparon en 16 buques correntinos. Mientras, López se adelantó hasta Corrientes donde se reunió con el gobernador Joaquín Madariaga y con su hermano, el General Juan Madariaga. Allí se le informó que José María Paz, Director de la Guerra y General en Jefe del Ejército Aliado Pacificador, le esperaba en el Campamento de Villanueva para invadir juntos Entre Ríos y Santa Fe. 

El día 26 López se reembarcó y fue río abajo hasta Rincón de Soto, cerca de la ciudad de Goya, desde donde se dirigiría a Villanueva en los próximos días. En este punto, a orillas del río Paraná, López tenía algunas piezas de artillería y casi 2.300 hombres, a los que se sumarían nuevos contingentes durante las siguientes semanas, llegando a alcanzar el ejército paraguayo casi los 5.000 hombres. 

En Rincón de Soto López recibió  los saludos de Paz a los “valientes paraguayos”, aunque el mismo Paz, en sus Memorias, los llamaría ladrones e insolentes y menospreciaría los conocimientos militares del joven General. 

El 2 de enero de 1846 López escribió a su padre para comunicarle que los ingleses que participaban en el bloqueo del Río de la Plata le habían ofrecido armas y municiones. Asimismo, le cuenta que la marcha hacia Villanueva no había comenzado aún por la falta de sables, fusiles, ropa, carretas y caballos, aunque los correntinos le suministrarían miles de estos animales durante la campaña. Poco después, un huracán hundió tres barcos y mató a varios soldados paraguayos. 

A mediados de mes las fuerzas de Justo José de Urquiza, hombre de Rosas, comenzaron a penetrar en territorio correntino y obtuvieron su primera victoria en Las Osamentas. Mientras tanto Paz pidió a López que avanzara hacia el río Corrientes. Al mismo tiempo que las tropas de Urquiza perseguían a las de Paz, López llegó al río Santa Lucía, desde donde socorrió al General Madariaga con cuatro compañías. 

El 21, el mismo día que Urquiza cruzó el río Corrientes, López había llegado a Yatay Tí Calle, desde donde avanzó al río Batel, lugar en el que se reunió con Paz, quien dividió a las tropas aliadas en dos, por un lado los correntinos y algunos argentinos bajo su mando formaron el Primer Cuerpo del Ejército Aliado Pacificador y por otro lado los paraguayos el Segundo Cuerpo, el cual, falto de entrenamiento, contó con instructores argentinos. 

A partir de este momento comenzaron las quejas de López respecto a Paz. Primero porque Paz quería formar un Tercer Cuerpo con tropas paraguayas bajo el mando del Gobernador Madariaga, a lo que López se negó, pero no su padre. Luego porque Paz no le informaba sobre el plan de operaciones. Y por último, porque Paz dispersaba las fuerzas paraguayas sin saber López su destino y las exponía a peligros. 

En ese tiempo el Presidente López recibió la comunicación del Enviado británico, William Ouseley, según la cual uno de los objetivos de las fuerzas anglo-francesas que bloqueaban el Río de la Plata era forzar a Rosas a reconocer la independencia de Paraguay. A esto respondió el presidente con la pregunta de si su país podría contar con la cooperación inglesa en la guerra contra Rosas. 

Mientras tanto, el día 28, ante el avance de las tropas de Urquiza en Corrientes, los aliados comenzaron a marchar de forma separada hacia el norte, pasando por las proximidades de San Roque y de Tabay, aunque Paz ocultaba el destino final. Según contaría este en sus Memorias, ante la falta de preparación del ejército, decidió retirarse y evitar enfrentarse a Urquiza, así las tropas enemigas se agotarían en la persecución y sería más fácil batirlas en el momento y lugar oportuno, preferiblemente en los esteros del norte, donde los enemigos quedarían encajonados. 

Ese mismo día 28 López supo que guerrillas paraguayas se habían enfrentado con éxito a los enemigos, causándoles varias bajas. El 30 Paz ordenó a López que ambas columnas se reunieran para maniobrar contra las fuerzas de Urquiza. 

El 1 de febrero el Presidente López informó a su hijo que varios buques de la flota anglo-francesa se estacionarían en el litoral correntino y prestarían auxilios al Ejército Aliado. Poco después Paz pidió al Presidente López que enviara tropas a la Tranquera de Loreto para proteger a la población desplazada por el avance del enemigo. Asimismo, algunos puntos paraguayos al sur del Paraná fueron reforzados. 

El día 4 la vanguardia correntina, encargada de hostilizar al enemigo, fue derrotada en Laguna Limpia y el General Juan Madariaga fue hecho prisionero. El 6 el presidente paraguayo ordenó llevar a cabo una política de tierra quemada y trasladar a la población correntina hasta la otra banda del Paraná si las partidas de Urquiza llegaban a la Tranquera de Loreto. 

El día 8 López, tras pasar al norte de San Miguel, se encontraba en Barranquera, a orillas del Paraná, mientras el enemigo le acechaba. El 10 el Gobernador Madariaga comunicó a Paz la intención de Urquiza de negociar, lo que enojó al Director y le distanció del Gobernador. 

El 13, desde Ibahay, López escribió a su padre para comunicarle que, a parte de algunas acciones de guerrilla, no se habían enfrentado al enemigo pese a estar cerca, y que cuando ya estaban listos para presentar batalla, el ejército de Urquiza comenzó a retirarse. Ese mismo día el Presidente López, desconocedor de la retirada de Urquiza, ordenó guarnecer los pasos ante el peligro de una incursión enemiga. Durante los siguientes días los aliados estuvieron persiguiendo hacia el suroeste a las fuerzas de Urquiza. 

En esas fechas López fue conocedor de que Urquiza pretendía hacer las paces con los Madariaga al margen de Paz y de los paraguayos. López cuenta en su correspondencia que en su retirada el enemigo había dejado atrás más de 3.000 caballos, muchos de ellos degollados, y que él tuvo que dejar a más de 400 hombres enfermos en Caá Catí. 

El día 23, mientras López se encontraba en San Roque, le confirmaron que Urquiza, acampado en Capita Mini, había hecho proposiciones de paz al Gobernador Madariaga, aunque este no se lo había comunicado al Gobierno paraguayo aún. Poco después Urquiza se retiraría al otro lado del río Corrientes y luego a Entre Ríos. 

En aquellas fechas López escribió a su padre lo siguiente: “el Director de la Guerra sé que está pensando destinarme a ocupar la ciudad del Paraná con una columna de dos mil hombres para fortificarla y poner una guarnición fuerte. En seguida, me dicen que piensa marchar sobre la misma Capital”. El Presidente López respondió desaconsejando llevar la guerra a Entre Ríos, pues si había sido imposible defender Corrientes más difícil sería conquistar y defender la ciudad de Paraná. 

El día 28 López tuvo que hacer frente a una revuelta de parte de sus tropas mientras se dirigía a Villanueva. Según cuenta el joven General, tres escuadrones de la vanguardia se sublevaron, a lo que él respondió alistando cuatro escuadrones de caballería contra ellos, y cuando a punto estaba de producirse una batalla entre paraguayos, los sublevados entregaron a los cabecillas y se rindieron. López entonces los juzgó de inmediato y fusiló a los cuatro cabos responsables del motín. 

El 1 de marzo las fuerzas paraguayas alcanzaron a la retaguardia enemiga en Mocoretá y, tras una escaramuza en la que la caballería urquicista fue acuchillada, les tomaron armas y 200 caballos. El día 7 se encontraba López en el Campamento de Villanueva, cerca de la actual Mercedes, desde donde comunicó a su padre que continuaban las intrigas entre el enemigo y el Gobernador Madariaga, el cual le había pedido que detuviera su avance. 

Días después podemos ver en la correspondencia de López que las discrepancias entre Paz y Madariaga seguían por las negociaciones con Urquiza. Además, en aquellas fechas el Cuerpo correntino del ejército Aliado había sido licenciado, solo quedando los paraguayos, a los que se habían unido algunos correntinos. 

Desde mediados de mes López fue conocedor de las intrigas de Paz y del Congreso correntino contra Madariaga y se quejaba de que los hombres del Director comandaban tropas paraguayas en destinos que él desconocía y que le quedaban pocos soldados bajo su mando directo. También se quejaba López de los ultrajes a los que Paz y el coronel Indalecio Chenaut sometían a los paraguayos. 

En esas fechas, y fruto de la mediación de Estados Unidos, Rosas ofreció reconocer la independencia de la provincia de Paraguay pero dentro de la Confederación Argentina bajo los términos del Pacto Federal de 1831, siendo esto tratado de “cómica ocurrencia” en El Paraguayo Independiente

A finales de mes Paz maniobró para que el Congreso de Corrientes destituyera a Madariaga. Este se preparó para marchar contra los congresistas, a los que amenazó con degollar, y Paz respondió enviando al General José Domingo Ábalos para proteger a los congresistas. Entretanto, López se mantuvo neutral y consiguió que le devolvieran el mando sobre la mayoría de las tropas paraguayas. 

A principios de abril López comenzó a moverse hacia el norte, hacia la frontera paraguaya. En esos días Madariaga consiguió controlar la situación en Corrientes, el Congreso fue disuelto, Paz fue destituido como Director de la Guerra y huyó a Paraguay con algunos de sus hombres, su escolta paraguaya y varios congresistas correntinos. Debido a estos desordenes el Presidente López ordenó a su hijo que mantuviera la neutralidad y mandó evacuar a los enfermos de Caá Catí. 

Al mismo tiempo, Madariaga mandó a Asunción a un enviado con el propósito de acordar con el Presidente López negociar con Urquiza para alejarlo de Rosas. Además se debía acordar el nombramiento de un nuevo General en Jefe del Ejército Aliado, aumentar las tropas paraguayas hasta los 8.000 hombres y enviar un comisionado a Bolivia para negociar una alianza contra Rosas. Por entonces, el Presidente López, arrepentido de la Alianza con Corrientes por el conflicto surgido entre Paz y Madariaga, se negó a las peticiones del Gobernador.

El día 19 López se encontraba en Arroyito y pretendía avanzar hacia el Paraná a pesar de que Madariaga quería retenerlo en ese lugar. A principios de mayo López ya había llegado a Yahapé, en la costa del Paraná, donde fue conocedor de una posible conspiración de los soldados correntinos contra Madariaga por pactar con Urquiza. 

El día 6 las tropas paraguayas comenzaron a cruzar con dificultad el río hacia su país mediante canoas y lanchones. Durante los siguientes días las tropas, junto con varios oficiales correntinos enrolados en el ejército paraguayo, continuaron cruzando el río. Finalmente, el pasaje del ejército concluyó a mediados de mes, pero permaneció acampado en Cerrito durante algunas semanas más. 

Por entonces el Presidente López ya daba por muerta la alianza con Corrientes y la estéril mediación de Estados Unidos. El día 24 el Presidente decretó que se conservara en Cerrito un ejército de 3.000 hombres mientras que el resto sería licenciado. El joven López pretendía seguir instruyendo a estas tropas para hacer frente a una posible invasión de Paraguay. 

Pero la guerra no acabó con la retirada paraguaya y como veremos en otros videos, esta no fue la última vez que los paraguayos intervinieran en la provincia de Corrientes.

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miércoles, 22 de junio de 2022

1600, carta de Isabel I de Inglaterra a Ahmed al-Mansur, Sultán de Marruecos.

 


1600-1601, EL PLAN MARROQUÍ PARA CONQUISTAR AMÉRICA

A lo largo de la historia de la América española fueron muchas las potencias extranjeras que intentaron invadir o invadieron aquellos territorios, pero es casi desconocido el plan marroquí para atacar y colonizar las Indias Occidentales. 

Durante la década de 1580 las relaciones de Inglaterra y España empeoraron hasta desencadenar una guerra que tuvo su punto álgido con la Armada Invencible en el año 1588. Isabel I quiso a su vez atacar España por lo que en 1589 se alió con el Sultán de Marruecos, Mulay Ahmad al-Mansur, y con el pretendiente de Portugal, Antonio, prior de Crato. Todos odiaban a Felipe II, Isabel quería acabar con el poder de su excuñado, al-Mansur ambicionaba reconquistar al-Andalus y el Prior de Crato quería ser rey de Portugal. 

Los ingleses lanzarían hacia la península una Contraarmada con la ayuda de las fuerzas marroquís, sin embargo, llegado el momento, el Sultán no acudió en ayuda de la armada isabelina, que fracasó en su ataque. Esto hizo que durante años las relaciones anglo-marroquís se enfriaran. A pesar de esto, durante ese tiempo los ingleses y los marroquís mantuvieron contactos para sumar a su alianza antiespañola a franceses, turcos y holandeses. 

Con el tiempo las relaciones anglo-marroquís volvieron a estrecharse y en el año 1600, en época de Felipe III, el Sultán de Marruecos envió a Inglaterra una embajada encabezada por Abd al-Wahid Annum para negociar con Isabel una nueva alianza contra España. En septiembre la Reina se entrevistó con el enviado marroquí el cual, según un documento inglés, ofrecía por su cercanía el territorio de Marruecos para atacar España. Además, ponía a disposición de Isabel la infantería, la caballería, la pólvora y todo lo necesario para hacerle la guerra a España. 

Y no solo eso, proponía también la posibilidad de atacar las posesiones españolas de ultramar. Decía que si se aceptaba la alianza entre ambos monarcas, también se le podrían arrebatar las Indias de Oriente y de Poniente a Felipe, lo que debilitaría al rey de España, pues su fuerza viene de aquellos territorios. Para tomar las Indias, el enviado marroquí ofrecía la infantería de su país, habituada al calor y que hacía poco tiempo había conquistado parte del Imperio Songhai. A continuación, al-Wahid exhortaba a la Reina a enviar un embajador al Sultán para tratar el proyecto de atacar las Indias. 

Tiempo después, en febrero de 1601 el Sultán al-Mansur escribió a Isabel una carta en la que se profundizaba en los planes contra España. El Sultán de Marruecos hacía hincapié en la idea de conquistar las Indias españolas, pues es de allí de donde extrae su poder el rey Felipe. Además, el dominio de esos territorios sería de gran beneficio y reputación para la alianza anglo-marroquí. Para llevar a cabo el plan, al-Mansur entregaría a Isabel 100.000 libras que le serían entregadas de forma secreta y segura para que los españoles no lo descubrieran y tuvieran tiempo de preparar su defensa. 

A continuación, en su misiva, el Sultán decía que su intención no era que las fuerzas anglo-marroquís atacaran y saquearan las Indias, sino poblarlas y dominarlas para siempre, y proponía que aquellas tierras fueran pobladas por sus tropas, más habituadas a los climas calurosos. 

Asimismo, al-Mansur mencionaba la necesidad de dividir el territorio y las rentas entre ambos países, para lo cual pedía a Isabel que le enviara a una persona con la cual discutir y acordar todo esto. Por último, apuntaba el Sultán que la conquista de las Indias españolas por los marroquís alegraría a otros príncipes musulmanes, los cuales serían así atraídos a la alianza anglo-marroquí. 

A pesar de estos ambiciosos planes, Isabel no se dejó cautivar por la oferta. Tiempo después, en 1603, morían ambos soberanos y aquellos planes cayeron en el olvido.

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miércoles, 15 de junio de 2022

La guerra de Marco Antonio contra Berenice IV, hermana de Cleopatra VII (Plutarco, Vidas Paralelas, Antonio, 3, 4-11).

Después de esta campaña, Tolomeo pidió a Gabinio que, a cambio de unos diez mil talentos, invadiese Egipto y le restituyera el poder real; pero la mayoría de sus generales mostraron su desaprobación y, aunque, en su fuero interno, Gabinio se sentía subyugado por esos diez mil talentos, sin embargo ponía reparos a entrar en liza. Pero Antonio, ansioso de grandes proezas y queriendo complacer a Tolomeo, se unió a él para convencer a Gabinio y movilizar su ejército para emprender la expedición. El riesgo de esta campaña estribaba en la vía de entrada de Pelusio, ya que la marcha discurría a través de un desierto seco y profundo, sobre todo por entre una depresión del terreno donde se encontraban unas marismas que formaban el lago Serbonio, lugar que los egipcios llaman los respiraderos de Tifón, y que parece que es una filtración subterránea del mar Rojo, que se extiende en la parte más estrecha del istmo que lo separa del mar. Pero Antonio, enviado al frente del ejército de caballería, no sólo tomó posesión de los estrechos, sino que incluso llegó a capturar Pelusio, una ciudad de importancia, y las atalayas de alrededor, al mismo tiempo que hacía más seguro el paso de la expedición y más cercana la esperanza de la victoria. 

Incluso sus enemigos sacaron provecho del deseo de gloria de Antonio, ya que Tolomeo a su entrada en Pelusio, movido por la cólera y el odio, estaba resuelto a masacrar a los egipcios, pero Antonio se opuso y lo impidió. En las batallas y en los grandes enfrentamientos, que se sucedieron con frecuencia y fueron numerosos, Antonio siempre dio muestras de su gallardía y de una sagacidad propia de un general. Especialmente brillante fue aquella ocasión en la que, con su decisión de cercar y rodear por la espalda a los enemigos, aseguró la victoria a los que estaban de frente, con lo que consiguió recompensas y distinguidos honores. 

Tampoco a sus enemigos se les pasó por alto el trato humanitario que recibió Arquelao a su muerte. A pesar de que en vida había sido su amigo y huésped, Antonio se había visto obligado a combatir contra él, y cuando encontró su cadáver, le honró con un funeral digno de un rey. Antonio dejó tras sí un muy grato recuerdo de su campaña en la mente de los alejandrinos y los soldados romanos que participaron en la expedición le otorgaron esa fama de hombre glorioso.

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BERENICE IV, REINA DE EGIPTO Y HERMANA DE CLEOPATRA VII

Es poco conocido que años antes de que la famosa Cleopatra reinara en Egipto su hermana mayor, Berenice IV, destronó a su padre, se enfrentó a los romanos y reinó en el país del Nilo durante tres años. 

A mediados del siglo I a. C. Egipto era un reino decadente que hacía tiempo que había perdido sus posesiones en la zona sirio-palestina, en Asia Menor y el Egeo. Más recientemente la Cirenaica y Chipre habían pasado a manos romanas y Egipto era víctima de las injerencias de Roma. Es en esta convulsa época cuando Berenice llegó al poder.

Cuenta Dion Casio que el rey de Egipto, Ptolomeo XII Auletes, “para asegurar su posición y contarse entre los amigos y aliados de Roma (…) había distribuido entre algunos romanos abundantes sumas (…) cuyo pago hacía recaer violentamente sobre los egipcios. A este motivo de impopularidad se añadía la negativa a reclamar Chipre a los romanos e incluso, según solicitaron sus súbditos, a renunciar a la amistad romana. Y como (el rey) no podía ni convencerlos ni forzarlos a permanecer en paz, (ya que no disponía de mercenarios), huyó de Egipto” en el año 58 y se dirigió a Roma. Según otras versiones, aprovechando una estancia de Ptolomeo en Roma sus hijas se hicieron con el trono de Egipto, aunque esto no está claro. 

Estrabón cuenta que fue elegida reina Berenice, la única hija legítima de Ptolomeo. Mientras que Dion Casio dice por error que Berenice era la hermana de Ptolomeo. Sin embargo, todo indica que Berenice compartió el trono con su madre, Cleopatra V Trifena, o con una supuesta hermana conocida como Cleopatra VI Trifena. Aunque es posible que ambas mujeres fueran la misma persona. 

Luego, los alejandrinos enviaron una embajada a Siria para pedir que Antíoco, quizás el ex rey seléucida Antíoco XIII, fuera a Egipto a reinar junto a las hijas de Ptolomeo, pero este enfermó y murió. A continuación, hacia el año 57, Filipo II, un exrey seléucida, intentó ir a Egipto para gobernar allí, pero Aulo Gabinio, gobernador romano de Siria, se lo impidió. Poco más tarde murió Cleopatra, lo que hace pensar que ella y Berenice quizás se enfrentaron y eso le costó la vida. De este modo Berenice se convirtió, como atestiguan algunos papiros, en única reina de Egipto. 

Después, Berenice, para asegurar su posición, hizo venir desde Siria a un tal Seleuco, al parecer uno de los últimos seléucidas. Berenice se casó con él, lo hizo su consorte y con él compartió el reino y la guerra venidera. Por su parte, Estrabón dice que el marido de Berenice en realidad simulaba pertenecer a la familia de los seléucidas y le llama Cibiosactes, un insulto que viene a significar algo así como “vendedor de pescado”. 

Según interpretaciones modernas, este Seleuco sería el Seleuco VII que años atrás quizás reinó sobre el pequeño reino seléucida de Siria junto a su madre, la egipcia Cleopatra Selene. Sea como fuere, cuenta Dion Casio que Berenice dio muerte a su esposo pues nadie le tenía en cuenta. Por su parte, Estrabón dice que Berenice “lo hizo estrangular pocos días después (de la boda) pues no soportaba su vulgaridad y servilismo”. 

Mientras tanto, Ptolomeo, previo paso por Rodas y Atenas, había llegado a Roma, donde fue recibido por Pompeyo Magno, que lo recomendó al Senado y puso en marcha su restauración organizando una expedición que iba a capitanear Espínter, Procónsul de Cilicia. 

Poco después los egipcios enviaron una embajada a Roma para contrarrestar los movimientos de Ptolomeo ante el Senado romano. Según Dion Casio, Ptolomeo hizo matar a la mayoría de los enviados antes de que llegaran a Roma, pero según Estrabón, la orden habría partido de Pompeyo. 

A continuación, cuenta Dion Casio que en el año 56 un rayo cayó sobre una estatua de Zeus, lo que fue tomado como un mal presagio y retrasó el inicio de la campaña contra Berenice. Luego fueron consultados los Libros Sibilinos y se descubrió un pasaje que decía así: “si llega el rey de Egipto en petición de ayuda, no se le niegue la amistad, pero tampoco le asistáis con tropa alguna. De lo contrario, tendréis penalidades y zozobras”. Por tanto, quedó suspendida la campaña de Espínter. 

Luego surgieron discusiones entre los romanos. Unos querían que Ptolomeo regresara a Egipto junto a Espínter, pero sin tropas. Otros pensaban que debía ser acompañado por Pompeyo, pero finalmente el Senado se opuso a ambas propuestas. De este modo, abandonado por sus aliados, Ptolomeo renunció a volver a Egipto por el momento y se instaló en Éfeso. 

Mientras, Berenice ofreció su mano a un tal Arquelao, sacerdote en Comana e hijo de Arquelao, general de Mitrídates el Grande. En ese tiempo Gabinio se encontraba en Siria preparando una campaña contra los partos, allí, según Dion Casio, llegó Ptolomeo con cartas de Pompeyo y con promesas de grandes recompensas si se le ayudaba a recuperar el trono. Por su parte, cuenta Plutarco que Ptolomeo entregó a Gabinio 10.000 talentos a cambio de su ayuda. 

Gabinio, dubitativo, fue convencido finalmente por el joven Marco Antonio, futuro amante  de Cleopatra VII, la hermana de Berenice. Entonces Gabinio abandonó los preparativos contra los partos y marchó hacia Egipto de forma ilegal, pues no tenía permiso del Senado. 

Cuenta Dion Casio, que estando aún en Siria, Gabinio había hecho capturar a Arquelao, pero lo liberó pensando que así la recompensa ofrecida por Ptolomeo sería más grande al tener que enfrentarse no solo a Berenice, sino también a su esposo. Además, según el mismo historiador, Arquelao habría sobornado a Gabinio, el cual “lo dejó ir, aunque hizo como si se hubiese escapado”. De este modo pudo Arquelao llegar a Egipto y ser proclamado rey junto a Berenice. 

Por su parte, Gabinio, de camino a tierras egipcias, capturó al rey Aristóbulo II de Judea e impuso un tributo a los judíos. Ya, en el año 55, Gabinio y su ejército llegaron a Pelusio, al este del Delta del Nilo. Según Plutarco, Marco Antonio, jefe de la caballería romana, capturó Pelusio. Luego se sucedieron varias batallas, incluida una fluvial, en las que los egipcios fueron derrotados. A continuación, Gabinio llevó a cabo numerosas ejecuciones, entre ellas la de Arquelao, aunque Plutarco dice que murió luchando contra su amigo Marco Antonio, el cual le honró con un funeral digno de un rey. 

Por último, Gabinio ya dueño de todo Egipto, se lo entregó a Ptolomeo. A continuación, según Dion Casio, Ptolomeo dio muerte a su hija Berenice y a la gente más rica y principal, ya que necesitaba dinero en abundancia. Debió ser en aquella época, según Apiano, cuando estando en Alejandría Marco Antonio puso sus ojos en la hermana de Berenice, la joven Cleopatra, aunque esa es otra historia.

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sábado, 11 de junio de 2022

Decreto boliviano para armar buques corsarios contra España en 1866.

 




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LAURA, UN CORSARIO BOLIVIANO EN LA GUERRA DEL PACÍFICO

Durante la Guerra del Pacífico tuvieron lugar grandes y conocidos hechos de armas, sin embargo hay algunos episodios poco conocidos de este conflicto, como el intento boliviano de usar barcos corsarios contra Chile. 

Entre febrero y marzo de 1879 las tropas chilenas ocuparon Antofagasta y el resto del litoral  boliviano. Como respuesta, el Presidente de Bolivia, Hilarión Daza, emitió un decreto autorizando el corso contra las naves chilenas. Bolivia, sin apenas tradición marítima, ya había permitido el corso en 1866 durante su guerra contra España. En esta ocasión, según el decreto de Daza, se autorizaba a los corsarios bolivianos a apresar todos los buques chilenos, así como sus cargas. 

Ese mismo día, Joaquín Godoy, representante diplomático de Chile en Lima, informaba a su Gobierno que el coronel boliviano Aramayo iba a viajar a los Estados Unidos para colocar patentes de corso allí, aunque por lo que sabemos solo compró rifles. 

Semanas después varios países, principalmente Estados Unidos, protestaron por el peligro que el corso podría entrañar. Finalmente el corso boliviano no actuó durante la guerra, sin embargo, hay noticias de que justo antes de que el decreto de Daza se expidiera, un barco llegó a armarse contra los chilenos. 

En algún momento indeterminado de marzo de 1879 cinco marinos peruanos se pusieron de acuerdo con los diplomáticos bolivianos en Lima para organizar, a costa de la marina chilena, una escuadra de cruceros bajo bandera boliviana. Primero compraron el vapor Laura, ya que con su “reducido porte y débil construcción no podía inspirar recelo”. Lo proveyeron del carbón y de los “víveres necesarios para el viaje que debía hacer”. “Se procuraron ocho piezas de artillería rayada para armarlo en guerra” y se “contrataron los oficiales de mar y numerosos tripulantes que demandaba la realización de la empresa”. 

Según la biografía de uno de estos cinco marinos, Guillermo García y García, aparecida en la Revista Peruana a finales de 1879, el objetivo del Laura, que se bautizaría como Antofagasta, sería capturar el vapor chileno Itata, de la Compañía Sud Americana de Vapores, en las proximidades de la isla de San Lorenzo, frente al Callao, el 22 de marzo. 

A continuación, ambos barcos navegarían hacia el sur y deberían capturar el vapor Loa, de la misma compañía, a su paso por la isla de San Gallán, al suroeste de Pisco. Una vez armados ambos vapores, los conspiradores pretendían navegar hacia el sur y capturar el Rímac a su paso por Arica. 

La captura de estos tres barcos, que serían utilizados para el transporte de tropas chilenas durante la guerra, habría causado un gran daño a Chile, sin embargo, el plan fue descubierto por el Gobierno de Perú. De inmediato el Jefe del Estado Mayor hizo llamar a Guillermo García y le pidió que abandonara sus planes, pues por entonces Perú intentaba mediar entre bolivianos y chilenos. También le solicitó que desarmara el Laura bajo la advertencia de que si intentaba salir del Callao sería echado a pique por el Huascar

Semanas más tarde, ya comenzada la guerra entre Chile y Perú, García moriría en el combate naval de Punta Gruesa. Por su parte, la siguiente noticia que tenemos del Laura es que Zoilo Flores, Enviado Extraordinario boliviano en Lima, escribió en junio a Manuel Irigoyen, Ministro de Relaciones Exteriores de Perú, para comunicarle que su legación había hecho entrega a la Comandancia General de Marina de los víveres comprados para este vapor. Flores finalizaba su carta lamentando que la mediación peruana hubiera malogrado la expedición del Laura, que podría haber capturado varios vapores chilenos que en ese momento se utilizaban en la guerra. 

La última noticia que tenemos sobre el Laura es que en enero de 1881, tras la Batalla de Miraflores, para evitar que cayera en manos chilenas fue hundido junto a otros barcos por los peruanos en El Callao, justo antes de la ocupación de Lima.

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