Sí hablamos del siglo XIX paraguayo es imposible no pensar en la Guerra de la Triple Alianza, pero en esta centuria Paraguay tuvo que hacer frente a otros conflictos, como el poco conocido contra Juan Manuel de Rosas entre 1845 y 1846.
Las fricciones surgieron en noviembre de 1842 cuando Paraguay declaró formalmente su independencia y sus cónsules, Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, se lo notificaron a Rosas, gobernador de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina. Sin embargo, Rosas, el 26 de abril de 1843, respondió a los cónsules negándose a reconocer la independencia paraguaya.
Durante los siguientes meses hubo un intercambio de cartas entre los cónsules y Rosas, en las que los primeros le alentaban a este a reconocer la independencia de Paraguay, pero el argentino se mostraba contrario. Además, el enfrentamiento se fue enquistando más cuando Rosas comenzó mediante una serie de decretos a entorpecer el comercio paraguayo con la Confederación Argentina.
Esta fue la gota que colmó el vaso y la que empujó a López, ya presidente de Paraguay a firmar el 11 de noviembre de 1845 un Tratado de Alianza Ofensiva y Defensiva con el Estado de Corrientes y con el General José María Paz, también enfrentados a Rosas.
Según podemos leer en el Tratado contra Rosas, este había abierto las “hostilidades contra la independencia, comercio y navegación de la República del Paraguay”, por lo que esta nación tenía el deber de defenderse. En el segundo artículo se dice que el Tratado tiene como objetivo impedir que Rosas “continúe en el uso del poder despótico, ilegítimo y tiránico”. En el tercer artículo se dice que se debe asegurar la independencia de Paraguay “como Estado enteramente separado y distinto de la República Argentina”, así como “la navegación libre por los ríos Paraná y Plata”. Y en el cuarto artículo se aclara que la guerra no se hace a los argentinos, sino a Rosas.
A este Tratado se añadió una Convención Adicional por la que Paraguay debería aportar un máximo de 10.000 soldados y sus fuerzas fluviales. También se reconocía a José María Paz la dirección de la guerra y se denominaba al ejército aliado como Ejército Aliado Pacificador. Como curiosidad, en el séptimo artículo de esta Convención se dice que Corrientes suministraría caballos y ganado a las tropas paraguayas, y Paraguay aportaría yerba y tabaco a los argentinos y correntinos. Por último, al Tratado y a la Convención Adicional se adjuntaron una serie de artículos secretos en los que se estipulaban los límites de Paraguay.
Un mes después, el 4 de diciembre, López lanzó una Proclama a la nación en la que se decía: “Hoy el mismo Invasor, dirigido por un Gobierno ambicioso y tiránico, intenta combatir de nuevo la Independencia nacional, y violar vuestros lares, el Sagrado Territorio de la Patria. Conviene no esperarlo, conviene ir a su encuentro, y obligarlo a retroceder sobre sus criminosos pasos”.
A continuación, el mismo día, López declaró la guerra a Rosas. En esta declaración se hacia un recorrido por la historia de los ultrajes a los que Rosas sometía a Paraguay, y terminaba con estas palabras: “el Presidente de la República del Paraguay, invocando a la Providencia y al mundo entero por testigos de su razón y de justicia, forzado a olvidarse de los sacrificios y calamidades de la guerra, rompiendo su preciosa paz cultivada desde tantos años, declara la guerra al Dictador de Buenos Aires; guerra justa y santa, que cesará luego que él respete la justicia de los pueblos y los preceptos del Criador”.
Al día siguiente, López nombró a su hijo, Francisco Solano, de solo 18 años y Coronel Mayor, como General en Jefe del Ejército Nacional destinado a Corrientes. Sin embargo, esto no gustó al General Paz, el cual, en sus “Memorias” criticó la falta de conocimientos del joven López.
El día 7 el presidente López publicó una nueva Proclama en la que alentaba a las tropas paraguayas y en la que podemos leer: “(...) el Dictador de Buenos Aires ambicioso y pérfido nos obliga a la guerra; no consiente que seamos independientes y libres; quiere que seamos sus esclavos; no podíamos sin afrenta sujetarnos a sus caprichos, y nos ha hecho la guerra sin declararla; nosotros más nobles y honrados la hemos declarado, antes de hacerla. Soldados: a vosotros encomienda la Patria esa gloriosa misión; (...)”. Y concluye: "Soldados: os he dado la prenda más preciosa de mi estimación, haciéndoos conducir por un otro yo: por mi Hijo (...)”.
El día 9 López enviaba a su hijo una serie de instrucciones para la guerra que se avecinaba. Entre estas prevenciones López aconsejaba a su hijo que acampara separado de los correntinos y que no se crearan unidades mixtas, aunque sí podría aceptar oficiales aliados en el ejército paraguayo en calidad de instructores. También le aconsejaba ser afable con sus tropas pero evitando la familiaridad, y que prohibiera entre sus hombres gritos del tipo “matar a Rosas”.
El día 14 Francisco Solano escribiría a su padre para agradecerle el nombramiento e informarle sobre los preparativos de la expedición. Un día más tarde, el General López lanzaba una Proclama a sus tropas en la que, entre otras cosas, decía: “Vamos a encontrar al enemigo que pérfido niega y ataca nuestra Independencia; hagámosle desistir de la marcha cruel, sangrienta y bárbara que sigue, y volveremos a nuestra Patria a disfrutar de aquella paz sólida y duradera, que tranquilos gozábamos”.
En los días siguientes el General López y las tropas paraguayas pasaron a Corrientes para iniciar la guerra contra Rosas, pero esa es otra historia.
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