sábado, 1 de junio de 2024

ESPAÑA INTENTA ERRADICAR LOS IDIOMAS INDÍGENAS DE AMÉRICA (1770)

Desde los comienzos de la dominación española de América se dieron ordenes desde la Corona para la enseñanza del castellano a los indios, sin embargo fue en la segunda mitad del siglo XVIII cuando se intentó la erradicación de las lenguas indígenas y la implantación del castellano como lengua única de toda la América española. 

Todo comenzó en junio de 1769 cuando el arzobispo de México, Francisco Antonio de Lorenzana, escribió al rey de España, Carlos III, para manifestarle la necesidad de declarar al idioma castellano como único del imperio español en detrimento de las lenguas indígenas. Meses después, en octubre, Lorenzana desarrolló sus argumentos en una carta pastoral en la que atacaba a las lenguas indígenas de América y defendía al castellano como lengua única de los territorios del monarca español. 

Comenzó Lorenzana su pastoral señalando que después de pasado tanto tiempo desde la conquista y tras la insistencia de que los indios aprendieran el castellano, en esos días aún se necesitaban intérpretes para los numerosos idiomas indígenas de las diócesis de Puebla, Oaxaca y México. Luego se lamentaba Lorenzana de que los españoles no hubieran impuesto su lengua como si hicieron en la Antigüedad los romanos a los pueblos que conquistaron. 

A continuación el arzobispo decía que la existencia de varios idiomas en los dominios de un mismo soberano ayudaba a la propagación de motines y alborotos, ya que los conspiradores podrían tramar sin ser descubiertos. Seguidamente, Lorenzana señalaba que la existencia de un único idioma crearía hermandad entre sus hablantes, cosa que no sucede entre personas que no se entienden. Además, un idioma único sería muy útil para, entre otras cosas, el gobierno espiritual o el comercio. Igualmente, con una sola lengua sería más fácil olvidar las enemistades entre los distintos pueblos conquistados. 

Seguidamente Lorenzana señalaba que los idiomas de los indios eran bárbaros en contraposición al hebreo, el griego y el latín. Luego indicaba el error de haber traducido la doctrina cristiana al mexicano, ya que así se hacía imposible que los naturales aprendieran el castellano, y se preguntaba si los párrocos podrían enseñar el castellano en pocos años. 

Más adelante mencionaba Lorenzana la dificultad que tenían los párrocos poco instruidos en enseñar la doctrina cristiana en idiomas como el huasteco o el otomí, lo que podría devenir en la enseñanza de herejías. Asimismo, el arzobispo señalaba que era muy difícil desterrar la idolatría o realizar una confesión si el párroco no entendía los idiomas indígenas. Luego Lorenzana decía que deseaba que las ovejas entendieran la voz común de sus pastores, y que un idioma común ayudaría al virrey y al resto de gobernantes a entender las quejas de los indios. 

Concluía el arzobispo diciendo que mantener aquellos idiomas era un capricho, una peste que infectaba los dogmas de la santa fe, además de los innumerables perjuicios que ocasionaba tanto a la iglesia como a las autoridades civiles. Por último, Lorenzana ordenaba a todos los párrocos y clérigos de su arzobispado a que por el bien de los indios en adelante tanto doctrina cristiana como el trato común se hiciera en castellano. 

Poco después, Francisco Fabián y Fuero, obispo de Puebla de los Ángeles, utilizando estos y otros argumentos, ordenó en una pastoral que en adelante se enseñara a los indios el castellano. 

Meses más tarde, en abril o mayo de 1770, según la fuente que se consulte, tras tratarse el asunto en el Consejo de Indias, el rey Carlos III, guiado por los argumentos de Lorenzana, publicó una Real Cédula en la que se hacía al castellano idioma “único y universal […] por ser el propio de los monarcas y conquistadores, para facilitar la administración” y la enseñanza espiritual a los naturales, para que estos “tomen amor a la nación conquistadora, destierren la idolatría, se civilicen para el trato y comercio”. 

Para esto, Carlos III aprobó los medios recomendados por Lorenzana, es decir, que todos los párrocos y clérigos de América instruyeran a los indios únicamente en castellano. De este modo el rey ordenó a los virreyes del Perú, Nueva España y Nuevo Reino de Granada, gobernadores y justicias, y pidió a los arzobispos, obispos y a todo tipo de clérigos que cumplieran estas disposiciones “para que de una vez se llegue a conseguir el que se extingan los diferentes idiomas” que se usan en los dominios españoles “y solo se hable el castellano”. 

Meses después, tras recibir la Real Cédula, Lorenzana en un edicto daba orden a los párrocos bajo su jurisdicción para que enseñaran el castellano a los indios, mencionando incluso que se les debería obligar a aprenderlo. Sin embargo, a pesar de esto y de que en los siguientes años se dieron ordenes para la enseñanza del castellano a los indios de América y Filipinas y para la eliminación de los idiomas indígenas, en la práctica todo quedó en papel mojado, pues, como han señalado varios autores, fue materialmente imposible dotar de maestros a una masa de varios millones de indios.

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