Como vimos en otros videos, entre 1817 y 1819 la fragata corsaria La Argentina de las Provincias Unidas del Río de la Plata realizó un audaz crucero alrededor del mundo en el que atacó a buques y a enclaves españoles en Lejano Oriente, en Norte y Centroamérica. Sin embargo, aún hay episodios de esta expedición asombrosos y que merecen nuestra atención, como el combate contra piratas malayos en aguas de lo que hoy es Indonesia.
En julio de 1817 La Argentina, comandada por el francés Hipólito Bouchard, zarpó de la ensenada de Barragán, al sureste de Buenos Aires, y puso rumbo hacia el cabo de Buena Esperanza. Tras cruzar el Atlántico Sur y doblar aquel cabo, La Argentina se internó en el océano Índico y se dirigió a la isla de Madagascar, donde se vio involucrada en un incidente con unos buques esclavistas. A continuación, los corsarios se dirigieron al golfo de Bengala en busca de buques españoles, pero al ser informados de que allí no los encontrarían, pusieron rumbo a la isla de Java.
En noviembre, azotada la expedición por el escorbuto, Bouchard decidió anclar en la isla de Peucang, al oeste de Java, para desembarcar a los enfermos, pero tras perder a más de cuarenta hombres por la enfermedad, La Argentina continuó su travesía y el 7 de diciembre se encontraba en el estrecho de Macassar, que separa las islas de Borneo y Célebes.
Aquella mañana, en mitad de un mar en total calma, fueron avistadas cinco embarcaciones a la lejanía. Se trataba de barcos de vela y remos utilizados por los piratas malayos y conocidos como “proas” o “praos”. La Argentina, incapaz de huir por la ausencia de viento, solo pudo esperar a que los piratas malayos se acercaran a ellos a fuerza de remo.
Uno de los buques, el más grande, dejó atrás al resto y pronto se acercó al navío de Bouchard, colocándose a su costado e izando una bandera negra o negra y con una espada roja según el relato de Tomás Espora, uno de los miembros de la tripulación. Los artilleros de La Argentina no pudieron hacer uso de sus numerosos cañones, según parece por falta de previsión y por la debilidad devenida del escorbuto y de una posterior disentería, aunque la tripulación sí se preparó para el abordaje y se armó con fusiles, pistolas, picas y sables.
Por su parte, el cirujano Bernardo Copacabana dice en su relato que la imprevisión se debió a que Bouchard supuso erróneamente que aquella “proa” se trataba de un buque mercante. Este, luego se acercó a un costado de La Argentina hacia el medio día y por sorpresa sus tripulantes comenzaron a meterse dentro del buque por varias partes, incluidas las portas de los cañones.
Según otros relatos, fueron los tripulantes de La Argentina los que llevaron la iniciativa y encabezados por el capitán inglés Nataniel Somers, varios marineros armados con pistolas y machetes saltaron al barco pirata, mientras que la infantería de La Argentina hacía fuego. Durante el combate cuerpo a cuerpo, según cuentan los relatos que se conservan, fueron heridos varios hombres, entre ellos Somers y el teniente Louis Greyssac, aunque no hubieron victimas mortales.
Luego, según el diario de Bouchard “a la hora y media de fuego y del golpe de las armas […] el capitán (de los piratas), viendo frustrados sus designios, se dió dos puñaladas y se arrojó al agua. Lo mismo hicieron otros cinco, y el resto de la tripulación se defendió muy poco tiempo después, desmayada sin duda por la desesperación de su jefe y de los que le siguieron, no menos que por la multitud de muertos y heridos que tenían sobre la cubierta, y cuyos gritos debían consternarlos”. Mientras, viendo lo sucedido, las otras “proas” huyeron.
Tras esto, los hombres de Bouchard capturaron al barco pirata, donde encontraron cerca de cuarenta hombres vivos y otros tantos muertos. Los prisioneros intentaron rebelarse, aunque finalmente fueron reducidos. Seguidamente, Bouchard y su oficialidad se reunieron en consejo de guerra y decidieron ejecutar a aquellos piratas, pena que se solía aplicar en aquella época, y más teniendo en cuenta que hacía poco esos piratas habían asesinado a la tripulación de un buque portugués según su propia confesión recogida en el testimonio del teniente Michael Burgess.
Antes de aplicar esta pena, se extrajeron del buque pirata los víveres, las armas y a los veinticuatro prisioneros más jóvenes, cuatro o cinco según Copacabana o siete niños según Burgess, luego los palos fueron derribados y por último, los cañones de La Argentina abrieron fuego, hundiendo al navío enemigo con sus prisioneros aún a bordo, los cuales, según algún testimonio, gritaban ¡Alá! ¡Alá! mientras se hundían, aunque según Copacabana consiguieron llegar a nado a la costa.
Tras esto, La Argentina se dirigió a la isla de Joló y de allí a las Filipinas, donde estuvieron atacando buques españoles durante los primeros meses de 1818, pero esa es otra historia.
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