viernes, 29 de marzo de 2024
LA INTERVENCIÓN MILITAR PARAGUAYA EN REPÚBLICA DOMINICANA (1965-1966)
Como hemos visto en otros videos, la historia de Paraguay está plagada de conflictos y guerras con sus vecinos y con remotas potencias, sin embargo, es menos conocido el envío de tropas paraguayas a la lejana República Dominicana durante su guerra civil.
Todo comenzó en abril de 1965. El día 24 de ese mes los seguidores del depuesto presidente dominicano Juan Bosch, los llamados “constitucionalistas” se alzaron. Al día siguiente las fuerzas conservadoras, los “leales”, reaccionaron y así comenzó una guerra civil. Poco después los estadounidenses, con la excusa de proteger a sus ciudadanos, desembarcaron en la isla dando inicio a la Operación Power Pack. Semanas más tarde, en mayo, tras no llegarse a un arreglo y temiéndose que la República Dominicana se convirtiera en una segunda Cuba, la O.E.A. votó a favor de enviar a tropas a Santo Domingo con el objetivo de restablecer la paz. De este modo se creó la Fuerza Interamericana de Paz, la I.A.P.F. por sus siglas en inglés, un cuerpo formado en gran parte por tropas estadounidenses que además contaba con más de un millar de brasileños, 250 hondureños, 160 nicaragüenses, algunos policías costarricenses, unos pocos oficiales salvadoreños y casi dos centenares de paraguayos.
El 10 de junio ya podemos leer en la prensa que el contingente paraguayo estaría formado por una compañía de infantería de 184 hombres, la cual estaría comandada por el coronel Roberto Cubas. Según podemos ver en los escritos del estadounidense Bruce Palmer, segundo comandante de la I.A.P.F., Cubas también se encargó de la inteligencia dentro del Estado Mayor conjunto que se creó, cometido que en un principio había correspondido a los costarricenses.
Estas fuerzas finalmente partieron de Asunción el día 21 del mismo mes a bordo de aviones C-130 estadounidenses, siendo las últimas fuerzas de la I.A.P.F. en llegar a la República Dominicana. Una vez en la isla, el contingente paraguayo quedó adscrito a la Brigada Latinoamericana y, dentro de esta, al Batallón Fraternidad, compuesto por las fuerzas latinoamericanas, a excepción de las brasileñas, que formaban su propio batallón.
Días después, el 5 de julio se acordó que los paraguayos enviarían a Santo Domingo más tropas, en concreto un pelotón de comunicaciones de 29 hombres, con lo que a final de mes en la I.A.P.F. había 213 paraguayos.
Lo siguiente que sabemos es que la noche del 25 de julio fuerzas paraguayas se vieron involucradas en un confuso incidente cuando, según los “constitucionalistas”, abrieron fuego contra un automóvil.
Semanas después, el 19 de agosto, se publicó que tropas paraguayas y nicaragüenses del Batallón Fraternidad se vieron involucradas en un intenso tiroteo, pero carecemos de más información sobre lo sucedido.
Más tarde, en febrero de 1966 tuvo lugar el incidente más grave del que tengamos noticias en el que tropas paraguayas estuvieron involucradas. La prensa publicó el día 15 de ese mes que, en mitad de una oleada de ataques de la insurgencia, una granada de fabricación casera lanzada por los terroristas en la madrugada del día anterior había herido a seis soldados paraguayos de las fuerzas pacificadoras interamericanas en el centro de Santo Domingo, aunque las heridas causadas por la metralla no revistieron gravedad.
A parte de estos ataques, sabemos por el mencionado Palmer que la estancia de los paraguayos en República Dominicana fue amena. Según él “los paraguayos, jóvenes sencillos provenientes del campo de una nación sin salida al mar, quedaron encantados con el mar cuando llegaron y se quedaron despiertos toda la noche contemplando las aguas del Caribe; nunca se cansaron de esta sencilla diversión. Como todos los demás, también amaban la música y les gustaba bailar, [...] podían escuchar durante horas canciones de amor agridulces acompañadas del famoso arpa paraguaya”.
A pesar de la idílica situación que describe Palmer, según ha señalado algún historiador en los últimos años, la coordinación en el seno de la I.A.P.F. en el que se hablaban tres idiomas distintos generó confusión sobre todo al principio. Igualmente se han puesto de manifiesto las rivalidades existentes entre las naciones participantes en la misión, especialmente entre paraguayos y brasileños, debido a los conflictos pasados y a la disputa por los Saltos del Guairá que se desarrollaba en aquellos momentos.
Finalmente, en julio, tras estabilizarse la situación en el país, los paraguayos abandonaron la República Dominicana, haciéndolo las últimas fuerzas de la I.A.P.F. el 21 de septiembre, acabando así esta poco conocida intervención paraguaya en el conflicto dominicano.
Por último, hay que señalar una información proporcionada por Palmer. Según cuenta el militar estadounidense, cuando Cubas regresó a Paraguay el presidente Stroessner sintió celos de la popularidad del coronel, el cual fue acosado y amenazado, por lo que tuvo que trasladarse a Estados Unidos, donde recibió su ayuda.
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sábado, 23 de marzo de 2024
1941, HAITÍ DECLARA LA GUERRA A JAPÓN, ALEMANIA, ITALIA, HUNGRÍA, BULGARIA Y RUMANÍA
Como hemos visto en otros videos, los países americanos no permanecieron ajenos a la Segunda Guerra Mundial. Este fue el caso poco conocido de Haití que, en solidaridad con los Estados Unidos, en solo unos pocos días de finales de 1941 declaró la guerra al Imperio del Japón, al Tercer Reich, a la Italia fascista, a Hungría, a Bulgaria y a Rumanía.
Todo comenzó con el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de ese año. Tras este, Estados Unidos declaró la guerra al Imperio del Japón. Siguiendo su ejemplo, otros países americanos hicieron lo mismo. Este fue el caso de Haití. El 8 de diciembre, el mismo día que Estados Unidos declaró la guerra a los japoneses, el presidente de Haití, Elie Lescot, dirigió un mensaje al Comité Permanente de la Asamblea Nacional haitiana en el que mostraba su solidaridad con los Estados Unidos y declaraba que la política internacional de su gobierno sería un fiel reflejo de la estadounidense. Luego transmitió el telegrama que envió al presidente Roosevelt tras el ataque, en el cual ofrecía la ayuda haitiana contra Japón y ponía a disposición de los Estados Unidos el territorio de Haití si por necesidades militares fuera necesario.
Por último, Lescot solicitó autorización al Comité Permanente de la Asamblea Nacional haitiana para declarar la guerra al Imperio del Japón. Tras obtenerlo, Lescot decretó que la República de Haití se encontraba en estado de guerra con el Imperio japonés. A continuación, en otro decreto Lescot puso a Haití en estado de sitio y colocó todas las actividades del país bajo el control de la autoridad militar, de la cual él era el máximo responsable como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas.
Ese mismo día Lescot dirigió una proclama a la nación en la que declaraba la solidaridad haitiana con los Estados Unidos y anunciaba la declaración de guerra a Japón. Asimismo, comunicaba que había sido informado de planes de sabotaje contra varias infraestructuras del país y amenazaba a los responsables con ser llevados a una Corte Marcial.
Días después, el 12 de diciembre, al igual que habían hecho los Estados Unidos, Lescot, en sendos decretos, declaró la guerra al Reich alemán y a Italia, los otros dos miembros del Eje Roma-Berlín-Tokio. Luego, en una nueva proclama, Lescot declaraba: “Hace apenas tres días, indignados por la cobarde agresión perpetrada contra las posesiones norteamericanas en el Pacífico, declaramos la guerra al Imperio japonés. ¡Hoy declaramos la guerra a la Alemania totalitaria y a Italia!”. A esto añadía Lescot, que hablaba “en nombre de una raza […], la raza negra odiada, despreciada por el nazismo...”.
A continuación, el presidente haitiano dijo que esas declaraciones de guerra no eran simbólicas y que Haití no se doblegaría “bajo la bota del nazismo o del fascismo blanco o amarillo”. Por último, Lescot advertía a los ciudadanos del Eje que residieran en Haití con las graves consecuencias de cualquier actividad que ayudara al enemigo.
Días más tarde, el 17, por un decreto el gobierno de Haití consideró enemigos a todos los gobiernos del Eje, a sus ciudadanos y a sus empresas, y “aliados de los enemigos” a todos los aliados de países con los que estuvieran en guerra. Asimismo, se embargaron todos los bienes de ciudadanos del Eje residentes en territorio haitiano.
Una semana después, el día 24, otro decreto de Lescot declaró el estado de guerra entre Haití y Hungría, Rumanía y Bulgaria, países aliados de los alemanes y que habían declarado la guerra a los Estados Unidos días atrás. Curiosamente, Estados Unidos no declaró oficialmente la guerra a estos tres países hasta junio de 1942, siendo Haití uno de los primeros países del continente en hacerlo. Semanas más tarde y como medida previa a una posible movilización general, se decretó un registro de todos los hombres de entre 18 y 40 años de edad.
Como en otros países, en Haití fueron internados varios ciudadanos del Eje. Así sabemos por la Cruz Roja que en mayo había internados en Fort National, a las afueras de Puerto Príncipe, 19 alemanes, 16 italianos y 2 austríacos que disfrutaban de unas buenas condiciones. Igualmente, sabemos que en poder alemán había al menos 5 haitianos, los cuales formaron parte de un intercambio de prisioneros llevado a cabo en España en 1944.
Por otra parte, aunque Haití se encontraba lejos de los principales teatros de operaciones de la guerra, la ofensiva submarina desplegada por la Alemania nazi en el Caribe llegó a aguas haitianas, donde varios mercantes de diferentes países fueron hundidos en 1942 y 1943. Asimismo dos submarinos alemanes fueron hundidos en aquellas aguas en el mismo periodo.
Por último, hay que señalar otros dos hechos destacados protagonizados por Haití durante la guerra. En primer lugar, en octubre de 1942 el país caribeño rompió relaciones diplomáticas con la Francia de Vichy, Estado títere de la Alemania hitleriana. Y en segundo lugar, pese a sus pocos recursos, Haití colaboró con el esfuerzo de guerra mediante la producción de caucho, una materia prima de gran importancia.
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sábado, 16 de marzo de 2024
CORSARIOS ARGENTINOS CONTRA PIRATAS MALAYOS (1817)
Como vimos en otros videos, entre 1817 y 1819 la fragata corsaria La Argentina de las Provincias Unidas del Río de la Plata realizó un audaz crucero alrededor del mundo en el que atacó a buques y a enclaves españoles en Lejano Oriente, en Norte y Centroamérica. Sin embargo, aún hay episodios de esta expedición asombrosos y que merecen nuestra atención, como el combate contra piratas malayos en aguas de lo que hoy es Indonesia.
En julio de 1817 La Argentina, comandada por el francés Hipólito Bouchard, zarpó de la ensenada de Barragán, al sureste de Buenos Aires, y puso rumbo hacia el cabo de Buena Esperanza. Tras cruzar el Atlántico Sur y doblar aquel cabo, La Argentina se internó en el océano Índico y se dirigió a la isla de Madagascar, donde se vio involucrada en un incidente con unos buques esclavistas. A continuación, los corsarios se dirigieron al golfo de Bengala en busca de buques españoles, pero al ser informados de que allí no los encontrarían, pusieron rumbo a la isla de Java.
En noviembre, azotada la expedición por el escorbuto, Bouchard decidió anclar en la isla de Peucang, al oeste de Java, para desembarcar a los enfermos, pero tras perder a más de cuarenta hombres por la enfermedad, La Argentina continuó su travesía y el 7 de diciembre se encontraba en el estrecho de Macassar, que separa las islas de Borneo y Célebes.
Aquella mañana, en mitad de un mar en total calma, fueron avistadas cinco embarcaciones a la lejanía. Se trataba de barcos de vela y remos utilizados por los piratas malayos y conocidos como “proas” o “praos”. La Argentina, incapaz de huir por la ausencia de viento, solo pudo esperar a que los piratas malayos se acercaran a ellos a fuerza de remo.
Uno de los buques, el más grande, dejó atrás al resto y pronto se acercó al navío de Bouchard, colocándose a su costado e izando una bandera negra o negra y con una espada roja según el relato de Tomás Espora, uno de los miembros de la tripulación. Los artilleros de La Argentina no pudieron hacer uso de sus numerosos cañones, según parece por falta de previsión y por la debilidad devenida del escorbuto y de una posterior disentería, aunque la tripulación sí se preparó para el abordaje y se armó con fusiles, pistolas, picas y sables.
Por su parte, el cirujano Bernardo Copacabana dice en su relato que la imprevisión se debió a que Bouchard supuso erróneamente que aquella “proa” se trataba de un buque mercante. Este, luego se acercó a un costado de La Argentina hacia el medio día y por sorpresa sus tripulantes comenzaron a meterse dentro del buque por varias partes, incluidas las portas de los cañones.
Según otros relatos, fueron los tripulantes de La Argentina los que llevaron la iniciativa y encabezados por el capitán inglés Nataniel Somers, varios marineros armados con pistolas y machetes saltaron al barco pirata, mientras que la infantería de La Argentina hacía fuego. Durante el combate cuerpo a cuerpo, según cuentan los relatos que se conservan, fueron heridos varios hombres, entre ellos Somers y el teniente Louis Greyssac, aunque no hubieron victimas mortales.
Luego, según el diario de Bouchard “a la hora y media de fuego y del golpe de las armas […] el capitán (de los piratas), viendo frustrados sus designios, se dió dos puñaladas y se arrojó al agua. Lo mismo hicieron otros cinco, y el resto de la tripulación se defendió muy poco tiempo después, desmayada sin duda por la desesperación de su jefe y de los que le siguieron, no menos que por la multitud de muertos y heridos que tenían sobre la cubierta, y cuyos gritos debían consternarlos”. Mientras, viendo lo sucedido, las otras “proas” huyeron.
Tras esto, los hombres de Bouchard capturaron al barco pirata, donde encontraron cerca de cuarenta hombres vivos y otros tantos muertos. Los prisioneros intentaron rebelarse, aunque finalmente fueron reducidos. Seguidamente, Bouchard y su oficialidad se reunieron en consejo de guerra y decidieron ejecutar a aquellos piratas, pena que se solía aplicar en aquella época, y más teniendo en cuenta que hacía poco esos piratas habían asesinado a la tripulación de un buque portugués según su propia confesión recogida en el testimonio del teniente Michael Burgess.
Antes de aplicar esta pena, se extrajeron del buque pirata los víveres, las armas y a los veinticuatro prisioneros más jóvenes, cuatro o cinco según Copacabana o siete niños según Burgess, luego los palos fueron derribados y por último, los cañones de La Argentina abrieron fuego, hundiendo al navío enemigo con sus prisioneros aún a bordo, los cuales, según algún testimonio, gritaban ¡Alá! ¡Alá! mientras se hundían, aunque según Copacabana consiguieron llegar a nado a la costa.
Tras esto, La Argentina se dirigió a la isla de Joló y de allí a las Filipinas, donde estuvieron atacando buques españoles durante los primeros meses de 1818, pero esa es otra historia.
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viernes, 8 de marzo de 2024
RELATO DE MARTÍN DE MURÚA SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE ARICA POR UN TSUNAMI EN 1604
El año de mil y seiscientos y cuatro, víspera de Santa Catherina, cuando dijimos que en la ciudad de Arequipa sucedió aquel terrible temblor que la asoló, vino la misma ruina por este puerto de Arica, que derribó la más casas dél y, habiendo pasado y entendido que la furia había cesado, la mar agitada y movida de las olas, salió con un ímpetu espantable de los límites ordinarios que en aquella costa tiene y, embistiendo con las casas, acabó de asolar lo que quedaba y aún con mayor daño que el pasado, porque, al retraerse a su lugar, se llevó tras sí todos los bienes muebles, alhajas, cajas con barras, oro y vestidos y las cosas preciosas que en ellas había, y dejó la villa arruinada, pobre y triste, y muchos hombres que estaba ricos en un momento se vieron pobres y desastrados. El que tenía muchas vestiduras que mudarse, se halló desnudo y con necesidad, que así suelen ser las vueltas y revueltas deste mundo en pocas horas. El mismo daño que hizo la mar en esta villa hizo en Camaná, donde salió casi media legua, y arruinó infinitas heredades de viñas y olivares, sacándolas de raíz, llevándoselas a la mar.
Hase tornado a poblar esta uilla de San Marcos de Arica, en otro puesto cercano al que de antes tenía, pero más sano y de mejor temple, por estar más descubierto y desenfadado para gozar de los aires y mareas suaves de la mar, que limpian y purifican toda la costa, y así no hay las enfermedades que solían dar a los nuevos en él y que venían de fuera.
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1604, UN TSUNAMI ARRASA PERÚ
Por todos es conocido como Perú, en especial su costa, es un área de alta actividad sísmica, la cual podemos seguir a lo largo de su historia, una historia en la que ha habido enormes terremotos y tsunamis, como los que asolaron el sur de Perú el 24 de noviembre de 1604 y destruyeron por completo ciudades como San Marcos de Arica y Arequipa.
En un documento, una carta del corregidor de Arica transcrita en la crónica de Bernabé Cobo, se dice como un temblor que comenzó hacia las dos de la tarde, entre la una y las dos según otras fuentes, derribó las casas, la iglesia mayor, el fuerte, el almacén de azogue y hasta la cárcel de la ciudad.
A continuación, el corregidor cuenta como el mar se retiró, para luego embestir con violencia el puerto. Tras esto, hubo “otro recio temblor” y el mar se retiró de nuevo y nuevamente “volvió contra el pueblo” derribando muchas casas. Según este documento, “la violencia que traían las olas y mares contra el pueblo era tan grande, que parecía que la mar quería tragarle […] y continuando los temblores [...] se levantó un mar tan grande, que parecía un alto monte,...”, el cual asoló todo a su paso y se estampó contra el morro. De acuerdo a este texto, primero hubo tres grandes avenidas y luego otras tres. Por último, termina el corregidor diciendo que todo el mundo quedó en la miseria y que fue tanta la fuerza del mar que arrastró la artillería del destruido fuerte.
Sobre esto nos habla otro documento del corregidor Ordoño de Aguirre, según el cual “el terremoto de temblores i creciente de mar” asolaron la ciudad y el fuerte que había en ella, llevándose al mar la artillería, la mosquetería y las municiones, aunque se consiguió recuperar parte de ellas.
En otros documentos se menciona como, en referencia al almacén de azogue, “salió la mar de su curso i se llevó todo lo edificado”, o como un tal Francisco de Cervantes arriesgó su vida por salvar la Real Caja y los archivos.
En otro relato fray Diego de Ocaña, presente en Ica en aquel momento, cuenta que el temblor fue tan grande “que no se ha visto cosa semejante, porque quedaron muchos pueblos del todo asolados y puestos por el suelo”, y añadió que parecía “que todo el mundo se hundía”. A continuación menciona los daños que hubo en Ica, aunque estos no fueron ni remotamente parecidos a los que hubo en otros pueblos.
Ese fue el caso de Arica donde según cuenta “salió la mar de sus límites, y de improviso cubrió todo el pueblo del puerto de Arica […] y así cubrió todas las casas y iglesias, y al retirarse a su madre se llevó tras sí todo el pueblo,...”. A esto añade Ocaña “que se lo tragó todo el mar” y que por la hora en que sucedió todo, la gente pudo refugiarse, excepto algunos enfermos que no pudieron huir.
A continuación, Ocaña dice que el tsunami se sintió a lo largo de más de 600 leguas de costa, desde Cañete, al sur de Lima, hasta Chile y que medía tres y cuatro picas, aunque no sabemos si con esto se refiere al arma que podía oscilar entre los algo más de cuatro metros y los casi cinco y medio, o a una unidad de medida que equivalía a algo menos de cuatro metros, por lo que la ola pudo alcanzar entre los 16 y los 22 metros de altura. También apunta Ocaña que en el puerto de Pisco “llegó el agua hasta las mismas bodegas”, aunque más al sur se sintió más “pues llegó a cubrir la más alta casa y torre del pueblo de Arica”.
En Arequipa cuenta Ocaña que el temblor fue tan fuerte que la ciudad se derrumbó y que murieron muchos ciudadanos sepultados por las paredes de sus casas. Por su parte, en Nazca, dice Ocaña que “se abrieron en la tierra unas bocas por donde salió tanta agua y tan alta [...] que parecían montes de agua en el aire. Y todas las viñas e ingenios de azúcar que había se lo llevó todo el agua que de aquellas bocas salió; y quedaron lagunas muy grandes”. También menciona Ocaña a un pueblo de indios al que se lo tragó la tierra y a otros tres o cuatro que quedaron destruidos.
Termina Ocaña su relato diciendo que también las ciudades de Cuzco y Chuquisaca quedaron dañadas, y que todos los pueblos que hay en un radio de 300 leguas quedaron lastimados, salvo Lima, donde el temblor llegó con poca fuerza.
Por su parte, el cronista Martín de Murúa en su Historia General del Perú dice que tras el terrible temblor “la mar agitada y movida de las olas, salió con un ímpetu espantable de los límites ordinarios que en aquella costa tiene y, embistiendo con las casas, acabó de asolar lo que quedaba y aún con mayor daño que el pasado, porque, al retraerse a su lugar, se llevó tras sí todos los bienes...”.
También menciona Murúa a Arequipa y Camaná. En la primera ciudad “tembló la tierra con tanta furia y estruendo, que no quedó en aquella miserable ciudad edificio que no viniese abajo,...”. En cuanto a Camaná, dice que la mar “salió casi media legua, y arruinó infinitas heredades de viñas y olivares, sacándolas de raíz, llevándoselas a la mar”.
Tras Murúa hay que fijarse en el relato de Bernabé Cobo, cronista al que ya mencionamos. Según este, aquel temblor fue el más grande acaecido en aquel reino, llegando incluso a Cuzco, donde agitó los edificios. Cobo que se encontraba en Lima, dice que allí se sintió con fuerza pero que no causó daños. En cuando a Arequipa, azotada por un terremoto y las cenizas de un volcán en 1600, dice que el terremoto también se sintió con mucha fuerza, que agitó montes y edificios y levantó una espesa polvareda.
También dice Cobo que muchos pueblos de indios quedaron destruidos por toda la provincia, señalando que el de Pausa quedó totalmente arrasado. Igualmente narra como en muchas partes se abrió la tierra y brotaron manantiales, algunos de agua negra y hedionda. En la provincia de los Chichas dice Cobo que se derrumbó un pedazo de un cerro y sepultó parte de un pueblo. En el valle de Moquegua también se sintió con mucha fuerza el temblor, quedando arrasados varios pueblos, como Torata, Tumilaca y Carumas.
Por último, habla Cobo de tres tsunamis que penetraron más de una legua y media en algunos puntos, llegando a aislar El Callao de Lima durante un tiempo. La primera de estas olas rodeó Pisco, en Camaná lo arrasó todo y la tierra quedó cubierta de peces, y en el puerto de Ilo la ola también penetró “casi media legua el valle arriba” y destrozó una fragata.
Aunque sin duda, como hemos visto, la peor parte se la llevó Arica, ciudad que tuvo que ser reedificada en un lugar próximo. Un siglo después, el viajero francés Amédée-François Frézier recordaría en su diario como aquel tsunami destruyó Arica, cuyas ruinas aún eran visibles.
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