Entre 1568 y 1648 tuvo lugar la Guerra de los Ochenta Años entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas de los Países Bajos. Tras los primeros años de esta guerra europea, los holandeses llevaron el conflicto al Nuevo Mundo, siendo el territorio español de la actual Venezuela uno de sus objetivos predilectos.
Ya en 1598 tenemos las primeras noticias de la presencia holandesa en las costas de Venezuela y de las Guayanas. En ese año cuatro barcos remontaron el río Orinoco en busca de oro hasta Santo Tomé de la Guayana. A partir de esas mismas fechas está constatada la presencia holandesa en la Punta de Araya, cerca de Cumaná, donde obtenían sal, muy importante para su economía y que ya no podían conseguir en la península ibérica debido a la guerra.
En un primer momento los españoles no tenían medios para enfrentarse a ellos. Luego pensaron en inundar las salinas o en construir fortificaciones. Finalmente optaron por crear una armada. Con ella en 1605 Luis Fajardo atacó a los holandeses de Araya en Ancón de Refriegas, donde también había flamencos e ingleses, y tras un duro combate apresó varias naves, quemó otras y ejecutó a los prisioneros.
A pesar de este duro golpe, entre 1606 y 1608 tenemos noticias de que el gobernador de la provincia de Venezuela, Sancho de Alquiza, hizo frente a contrabandistas holandeses. En esta época también se recuperó la idea de inundar las salinas de Araya e incluso se intentó despoblar Cumanagoto, en la provincia de Nueva Andalucía, para evitar que sus habitantes vendieran tabaco a los holandeses.
Poco después, en abril de 1609, los españoles y las Provincias Unidas firmaron una tregua por doce años. Durante este tiempo las incursiones holandesas en América, salvo alguna excepción, se detuvieron. Años más tarde, en 1621, tras no poderse prorrogar la tregua, los holandeses comenzaron una ofensiva a gran escala contra América. Así, durante los siguientes cuatro años los vemos asentándose o atacando lugares como las Guayanas, Salvador de Bahía, El Callao, Guayaquil, Nueva España o Puerto Rico. Como es natural, Venezuela no escapó a estos ataques.
Ya en septiembre de 1621 los holandeses volvieron a ser avistados en las inmediaciones de Araya. A partir de ese momento se produjeron varios enfrentamientos durante los siguientes meses, consiguiendo el gobernador Diego de Arroyo expulsarlos, comenzando a continuación a fortificar y a artillar el lugar.
A pesar de ello, a finales de noviembre de 1622 los holandeses regresaron a Araya. Los días 28 y 29 más de cuarenta naves enemigas cañonearon el fuerte improvisado de Araya, donde los españoles se habían atrincherado. El día 30 seiscientos holandeses desembarcaron y se aproximaron al fuerte, sin embargo, en las primeras escaramuzas los jefes enemigos cayeron y la tropa huyó hacia sus lanchas ante el fuego de los mosquetes españoles. A continuación, la artillería del fuerte abrió fuego contra los barcos holandeses, causándoles muchos daños.
Poco después el gobernador de Margarita envió una tropa de españoles e indios para reforzar la guarnición de Araya. A continuación, el 2 de diciembre los holandeses se ven reforzados por 16 nuevos barcos. Estos entonces exigieron a los españoles recuperar a sus muertos y a los prisioneros y la entrega del fuerte a cambio de no degollarlos. Diego de Arroyo rechazó estas exigencias y los holandeses no tuvieron más remedio que retirarse el día 8.
Sin embargo, la calma duró poco. El 13 de enero de 1623 llegó otra numerosa flota holandesa. Durante los siguientes dos días se produjo un intercambio de artillería. El 15 los holandeses se retiraron, aunque volvieron los siguientes días y realizaron dos desembarcos, pero fueron ahuyentados por los españoles.
Estas derrotas no detuvieron a los holandeses y en 1626, parte de la flota de Balduino Enrico, que solo unos meses antes había fracasado en la conquista de Puerto Rico, comenzó a hostilizar las costas venezolanas. El 22 de febrero tomaron e incendiaron el pueblo de Pampatar, en isla de Margarita. Luego los holandeses intentan atacar La Asunción, aunque la presencia de españoles y de flecheros indígenas les hicieron retirarse. De allí se dirigieron a las islas de Coche y Cubagua y a continuación a Mochima, donde incendiaron algunos poblados. Seguidamente fueron a Araya, donde tomaron sal y se enfrentaron a los españoles del fuerte, para luego retirarse. Pero esto no significó la calma para los españoles y durante ese año estuvieron preparándose para un posible ataque anglo-holandés a Cumaná y Araya que nunca se produjo.
Años después, en diciembre 1629, una flota de 19 naves holandesas, capitaneada por Adriaen Janszoon Pater y bajo los auspicios de la Compañía de las Indias Occidentales, remontó el río Orinoco hasta Santo Tomé. Sus habitantes, ante la imposibilidad de defenderla y temerosos de que los holandeses la ocuparan, incendiaron la pequeña ciudad. A pesar de ello, los invasores intentaron construir durante los siguientes días una fortaleza, sin embargo, el hostigamiento continuo de los lugareños les causaron numerosas bajas, por lo que reembarcaron y volvieron al mar, para luego ir a atacar Santa Marta, en Colombia.
Tiempo después, en 1631, el capitán Benito Arias Montano, tras realizar una gran matanza de enemigos, desalojó a los holandeses que explotaban la sal de isla La Tortuga desde hacía un tiempo. Más tarde, en agosto de 1633, Arias Montano, gobernador por entonces de Nueva Andalucía, con una tropa de más de 350 españoles e indios flecheros atacó un fuerte holandés construido en el río Unare, en el continente. Pese a la artillería enemiga y al ancho foso, los españoles tomaron el fuerte, mataron a muchos de sus ocupantes y capturaron a otros. A continuación, los holandeses y sus aliados indígenas contraatacaron, pero fueron rechazados. Finalmente, los españoles quemaron el fuerte y las edificaciones salineras. Poco después, en septiembre, Arias Montano debió expulsar nuevamente a los holandeses de La Tortuga, y pese a que inundó las salinas para evitar que regresaran, tuvo que volver a expulsarlos en 1634.
A mediados de ese año, tras los golpes de Araya, La Tortuga y Unare, los holandeses, necesitados de sal para su industria del salazón, pusieron sus ojos en las islas de Sotavento. A finales julio una flotilla comandada por el holandés Johannes van Walbeeck arribó a Curaçao, aunque allí debieron hacer frente a la tenaz resistencia de la pequeña guarnición española. Finalmente, tras varios combates, el capitán Lope López de Morla no tuvo más remedio que rendirse. De inmediato los holandeses comenzaron a fortificar su posición con la construcción de varios fuertes, tomando las islas vecinas de Bonaire y Aruba tiempo después.
Más tarde, a principios de 1637, los españoles expulsaron a los holandeses que se habían asentado en las islas de Trinidad y del Tabaco, la actual Tobago. En los siguientes meses vemos como las autoridades de Santo Tomé avisaron al rey de que los holandeses estaban penetrando en la región del Orinoco desde sus asentamientos de Esequibo y Berbice. Los españoles solicitaron ayuda ante una inminente invasión, la cual se produjo en julio. Ese mes, desde su base de Esequibo, los holandeses y sus aliados caribes, aprovechando que la ciudad de Santo Tomé estaba siendo trasladada, la asaltaron, saquearon e incendiaron como represalia por el ataque a Trinidad y Tabaco. Poco después, en octubre, los holandeses atacaron San José de Oruña, capital de Trinidad.
A continuación, ya en 1638, volvemos a encontrar al gobernador Arias Montano en La Tortuga. En mayo los españoles llegaron a la isla en una flotilla de piraguas, asaltaron el fuerte construido por los holandeses y degollaron a decenas de ellos, para, a continuación destruir todas las construcciones. Aún así, en marzo de 1639, Arias Montano debió volver a La Tortuga para alejar a los holandeses.
Durante los siguientes años tenemos referencias a nuevos ataques holandeses a Araya, Santo Tomé, Trinidad y Unare. Este último caso fue quizás el más grave. En agosto de 1640 los españoles liderados por Juan Orpín, junto a un contingente de indios cumanagotos, emboscaron a los holandeses y, tras masacrarlos, tomaron el fuerte que habían construido, mientras el resto de enemigos huyó en sus barcos. Luego, Orpín decidió cegar la salina para evitar el regreso de los holandeses.
Un año después los holandeses de Curaçao penetraron en el lago de Maracaibo y asaltaron varias poblaciones, entre ellas Gibraltar, para luego abandonar aquellas aguas. Como respuesta por este ataque, el gobernador de la provincia de Venezuela, Ruy Fernández de Fuenmayor, desembarcó en Bonaire en octubre de 1642 y tomó la isla tras la huida de los holandeses. A continuación, ante la imposibilidad de retener la conquista, incendió todo antes de regresar a su base. Como represalia por este ataque los holandeses atacaron Puerto Cabello en noviembre y Coro en diciembre.
Posteriormente hay algunas noticias sobre incursiones holandesas en La Guaira y en las salinas de Guaranao, aunque con la firma del Tratado de Paz de Münster entre españoles y holandeses en 1648 los ataques a Venezuela cesaron casi por completo.
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