Durante el primer medio siglo de vida de las repúblicas hispanoamericanas surgieron decenas de proyectos para instaurar monarquías en aquellos países, alguno de los cuales llegó a materializarse. Entre estos proyectos, como veremos, existe un caso singular, el del infante Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza.
Sebastián nació en 1811 en Río de Janeiro, donde la familia real portuguesa se había refugiado a causa de la invasión napoleónica de Portugal. Fue hijo de los infantes Pedro Carlos de Borbón y María Teresa de Braganza, y bisnieto y nieto de varios reyes de España y Portugal, aunque él estaba a priori destinado a ser un segundón sin opción a reinar. Sin embargo, a lo largo de su vida pudo reinar tres veces en tres países distintos.
La primera oportunidad de reinar se le presentó a Sebastián en 1818, cuando aún era un niño. En esa época la Banda Oriental, el actual Uruguay, estaba ocupada por los portugueses. Esto llevó a una disputa con los patriotas del Río de la Plata y con España, que reclamaban aquel territorio. Para solucionar esto y contentar a todas las partes, los portugueses pensaron en coronar en los territorios del Río de la Plata a un infante hispanoportugués, Sebastián. Así se garantizaba la independencia de la región, pero siendo gobernada por un príncipe emparentado con las casas de Borbón y Braganza.
Para realizar este proyecto los portugueses movilizaron a su diplomacia y buscaron el apoyo de los agentes porteños en Río de Janeiro y en Europa con la intención de llevar este plan a Aquisgrán, donde las potencias europeas iban a celebrar un congreso en otoño, y conseguir que estas lo adoptaran. Sin embargo, el congreso no decidió nada al respecto.
Paralelamente los portugueses propusieron la entronización de Sebastián a Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el cual, al parecer, recibió la idea con entusiasmo, aunque creía que no era el momento oportuno. Poco después, en febrero de 1819, iguales proposiciones fueron hechas al exDirector Carlos María de Alvear, el cual, según los informes portugueses, también sería partidario de la entronización de Sebastián. Ya en mayo, los portugueses volvieron a proponer la coronación de Sebastián a Valentín Gómez, el enviado de las Provincias Unidas a Francia, sin embargo, durante los siguientes meses el proyecto pareció caer en el olvido.
Aunque meses después, a finales de ese año o principios de 1820 apareció en Francia un opúsculo titulado Las Provincias de la Plata erigidas en Monarquía. En este texto se abogaba por coronar a Sebastián en el Río de la Plata como único medio de restablecer la paz en la región y se apuntaba que su entronización era deseada por el gobierno de Buenos Aires. También se señalaba que, ante la imposibilidad española de reconquistar aquellos territorios, lo mejor sería verlos gobernados por un rey medio español.
A continuación, junto a este opúsculo, aparecía una supuesta nota dirigida en 1818 por el rey portugués Juan VI a los delegados del Congreso de Aquisgrán. En esta nota el monarca defendía la instauración de su nieto Sebastián como rey de las Provincias Unidas del Río de la Plata como la única forma que tenían los rioplatenses de recuperar Montevideo de manos lusitanas y de obtener el reconocimiento español a su independencia.
Tiempo después, en julio, encontramos las últimas noticias sobre el proyecto de entronizar a Sebastián en Buenos Aires. Se trata de una comunicación del portugués Carlos Federico Lecor, barón de la Laguna, a la corte de Río de Janeiro. En este escrito se dice que los porteños José Ignacio Grela y Gregorio Tagle, desde su refugio de Montevideo, solicitaban a Juan VI que el infante Sebastián se convirtiera en rey de las Provincias Unidas.
Años más tarde, en 1833, vuelve a aparecer el nombre de Sebastián, esta vez en el Estado Oriental del Uruguay. En noviembre de ese año el embajador de la Confederación Argentina en Londres, Manuel Moreno, envió a su gobierno una comunicación de la Legación mexicana en París en la que se mencionaba una propuesta uruguaya para coronar a Sebastián.
Según esta nota, tal iniciativa, fechada hacia finales de 1831 o principios 1832, “se transmitió de Montevideo al Gabinete de Madrid por el finado [Nicolás] Herrera y su partido, pidiendo encarecidamente al Infante D. Sebastián para Rey del Estado Oriental”. Aunque, según la misma nota, los españoles habrían rechazado la propuesta debido a la pequeñez de aquel territorio.
Semanas más tarde, a principios de 1834, se difundió la noticia de los supuestos planes orientales, lo que provocó un gran revuelo. Ante esta situación el ministro de Relaciones Exteriores oriental y cuñado de Herrera, Lucas Obes, escribió una nota en febrero negando cualquier intención de su gobierno de instaurar una monarquía en Uruguay y señalando el origen de esas intrigas en “los delirios de un particular difunto” o en “las equivocaciones posibles de un Ministro que no es infalible,...”. Años después, incluso el historiador uruguayo Andrés Lamas calificaría la comunicación de Moreno de patraña.
Lo siguiente que sabemos de Sebastián es que durante los siguientes años combatió junto a don Carlos en la guerra entre este y su sobrina, Isabel II, por el trono de España. A continuación, tras la derrota de los carlistas, Sebastián se exilió en el Reino de las Dos Sicilias, de donde su mujer era princesa. Allí pasó cerca de veinte años hasta que en 1859 reconoció a Isabel II y le juró obediencia, pudiendo así Sebastián regresar a España.
Tiempo después, en 1861, cuando las potencias europeas estaban decididas a intervenir en México y a instaurar una monarquía allí, surgió de nuevo el nombre de Sebastián. El antiguo carlista tuvo el apoyo de ciertos sectores absolutistas españoles. Así, en la prensa que defendía su candidatura, podemos ver elogios a la prudencia, valor y amor a las artes del infante hispanoportugués.
Según algunas noticias, luego desmentidas por ciertos periódicos, hacia septiembre u octubre de ese año, el gobierno español habría presentado a Napoleón III la candidatura de Sebastián para ser rey de México, pero esto extrañó al Emperador de los Franceses, el cual se sorprendió de que Isabel II prefiriera al infante antes que a su propia hermana, otra de las candidatas al trono mexicano. Este contratiempo hizo que el gobierno español se olvidara de la candidatura de Sebastián, aunque cierta prensa mantuvo viva su candidatura.
Fuera cierta o no la propuesta del gobierno español, el rumor llegó a los mexicanos. Así, Matías Romero, Encargado de Negocios de la república mexicana en Washington, comunicó en noviembre a William Seward, Secretario de Estado de Estados Unidos, que sabía de manera fidedigna que los planes del Gabinete de Madrid eran instaurar como rey de México a Sebastián. A esto respondió Seward que si eso fuera cierto propondría al presidente Lincoln enviar agentes a México para oponerse a los planes españoles.
Finalmente, el elegido para ocupar el trono de México fue el archiduque Maximiliano, trastocándose así la tercera y última oportunidad de Sebastián para ser rey.
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