Es poco conocido que en 1898, en vísperas de la Guerra Hispano-estadounidense y ya durante la misma, los españoles intentaron golpear a los Estados Unidos desde México para así salvar sus territorios de Cuba, Filipinas y Puerto Rico.
Las tensiones entre España y Estados Unidos surgieron debido a las injerencias norteamericanas en Cuba y a la ayuda que desde los puertos estadounidenses se enviaba a los insurrectos cubanos. De este modo, ya meses antes de que los estadounidenses declararan la guerra en abril, surgieron los primeros proyectos en España para atacar Estados Unidos.
Así, encontramos en la prensa de la época referencias a una alianza con Francia y Rusia, a la utilización de corsarios contra el comercio de Estados Unidos o al desembarco de 200.000 soldados españoles en las costas estadounidenses. Planes todos estos de difícil realización e incluso fantásticos que siguieron apareciendo incluso después de que los Estados Unidos declararan la guerra a España.
Sin embargo, más allá de los proyectos quiméricos aparecidos en prensa hubo otros planes más tangibles, como el que intentó llevar a cabo el marqués de Bendaña, embajador español en México. Por las cartas de Bendaña sabemos que, a pesar de la neutralidad mexicana, tenía instrucciones para crear “en la frontera complicaciones a los Estados Unidos”.
Según Bendaña, Ramón Blanco, Capitán General de Cuba, le dio instrucciones para que “un cuerpo de españoles, unidos a fuerzas mexicanas de sus más intrépidos soldados, los llamados rurales, hicieran una sublevación en Texas, apoyando a los mexicanos que tan vejados se ven allí por sus conquistadores”.
Paralelamente a las intrigas de Bendaña hay noticias de que un grupo de españoles estuvo a punto de invadir el territorio estadounidense. A finales de marzo las autoridades mexicanas supieron por los estadounidenses que un español de Cuba, Joaquín Martí, en comunicación con las autoridades españolas de La Habana, estaba preparando desde diciembre una tropa con la que invadir Texas.
Según se publicó, Martí ya había reunido al menos 200 hombres en el rancho Las Tortillas, en Tamaulipas. Martí y su segundo, José García, fueron detenidos junto a varios de sus colaboradores en Ciudad Guerrero, Vallecillo y Monterrey, en los Estados de Tamaulipas y Nuevo León. Luego fueron enviados a Nuevo Laredo, donde permanecieron encarcelados varios meses.
Se publicó, según las cartas encontradas a Martí, que el plan era que una vez comenzara la guerra entre Estados Unidos y España, una tropa de 400 jinetes, o 1000 según otras fuentes, se reuniría frente a San Ignacio, cruzaría el Río Bravo por el pueblo de Carrizo y desde allí atacarían Laredo y otras ciudades texanas. Un periódico estadounidense publicado en México, The Mexican Herald, llegó a divulgar de forma totalmente exagerada que los planes eran arrasar “los condados de Zapata, Starr y Webb, a lo largo de la frontera, e inaugurar un modo de guerra de guerrillas que significaba la matanza de cada hombre, mujer y niño estadounidense en su camino”.
Durante las siguientes semanas aparecieron rumores sobre el reclutamiento de nuevos contingentes para atacar la frontera estadounidense. La preocupación por posibles ataques fue tal que las fuerzas mexicanas se vieron obligadas a patrullar la frontera. Sin embargo, esto no alivió al embajador estadounidense en México, Powell Clayton, que escribía con preocupación a Ignacio Mariscal, Secretario de Relaciones Exteriores de México.
Pero este no fue el último plan español para atacar Estados Unidos. En abril, el terrible Valeriano Weyler, antiguo Capitán General de Cuba, propuso realizar un desembarco de 50.000 hombres en las costas estadounidenses. Por esas fechas vemos a Carlos de Borbón, pretendiente carlista al trono español, lamentarse de que no se hubiera desembarcado en Florida o bombardeado Nueva York.
Más tarde, en mayo, el Capitán General de Cuba envió a México una Comisión integrada por varios militares para la compra de víveres, a los que se sumaron otros oficiales de alto rango semanas después, al parecer, con la verdadera misión de reorganizar la defensa naval de Cuba y hostilizar a los Estados Unidos en la frontera.
Quizás fruto de estas intrigas, según se publicó, el capitán Luis Manene y el teniente Federico Muniategui habrían logrado alistar una tropa de 500 mexicanos y españoles para invadir Texas, aunque el plan fue desbaratado por las autoridades mexicanas, acabando así una de las últimas esperanzas de España de ganar la guerra.
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