viernes, 31 de marzo de 2023

1917, decreto de expulsión de Argentina del embajador alemán Karl von Luxburg.


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1918, LA INVASIÓN ALEMANA DE URUGUAY

Aunque el principal teatro de operaciones de la Primera Guerra Mundial fue Europa y América Latina se mantuvo en su mayor parte ajena al conflicto, es poco conocido un supuesto plan alemán para invadir Uruguay, lo que hubiera extendido la contienda hasta el Cono Sur. 

Durante los primeros años de la guerra Uruguay se mantuvo neutral, sin embargo durante 1917 las relaciones con Alemania se fueron enrareciendo debido al hundimiento de varios barcos con bandera uruguaya por parte de submarinos germanos. A mediados de septiembre de ese año, ante las sospechas de que las tripulaciones de los barcos alemanes refugiados en el puerto de Montevideo pudieran hundirlos, tropas uruguayas abordaron las naves. Semanas más tarde, a principios de octubre, por su defensa de la democracia y por estar en contra del autocratismo alemán, el gobierno uruguayo rompió relaciones con Alemania. 

En esa misma época se hizo tristemente célebre un personaje muy importante en esta historia, el conde Karl von Luxburg, embajador de Alemania en Argentina. El 10 de septiembre se conocieron unos telegramas de Luxburg en los que recomendaba que si eran hundidos barcos argentinos se hiciera sin dejar rastros. Esto provocó que el gobierno argentino decretara su expulsión del país. 

Meses más tarde, el 10 de enero de 1918, Daniel Muñoz, el embajador de Uruguay en Argentina, envió un mensaje al ministro Relaciones Exteriores de su país, Baltasar Brum, comunicándole que le había llegado información importante para el gobierno argentino. Según esta información, Luxburg había comprado hacía algún tiempo material de guerra por valor de varios millones de pesos con el que se podría equipar a 15.000 hombres. 

Proseguía Muñoz diciendo que este material era para los alemanes asentados en Brasil. Estos supuestos planes para armar a los colonos alemanes de Brasil los podríamos relacionar con dos hechos. Primero, la entrada a finales del pasado octubre de Brasil en la guerra tras el hundimiento de varios de sus barcos por submarinos alemanes. Y segundo, la publicación en la misma época de unos telegramas de Luxburg en los que se mencionaba un proyecto para la “reorganización del Sur de Brasil” y el empleo de una escuadra de submarinos para golpear a Brasil. 

A continuación Muñoz señalaba que ante la imposibilidad de tener éxito en Brasil, parece que Luxburg o sus agentes estarían dispuestos a destinar ese material de guerra a armar una huelga revolucionaria o a ayudar a los elementos adversos al presidente argentino Hipólito Yrigoyen, en el caso de que este contrariara la política alemana. Por último, Muñoz indicaba a Brum que podría informar a los argentinos de esto, “asegurando que la información es de origen muy serio”. 

Con el tiempo las sospechas sobre una supuesta conspiración alemana contra Brasil o Argentina se tornaron en sospechas sobre una invasión de Uruguay por parte de emigrados alemanes del sur de Brasil. Temeroso de esto el presidente uruguayo, Feliciano Viera, preguntó a su homólogo argentino sobre la actitud que tomaría en caso de una invasión alemana. 

El mismo Viera, en un discurso en la Asamblea General de Uruguay el 15 de febrero, hizo publica esta consulta a Yrigoyen. Viera dijo que “con motivo de abrigarse muy serias sospechas de que el Gobierno Alemán patrocinaba una insurrección de los colonos alemanes a objeto de producir un levantamiento en las provincias del Sur del Brasil, insinuándose a la vez que se pretendía llevar a cabo una invasión por el Norte de nuestro territorio, el Gobierno Uruguayo al poner este hecho en conocimiento del Presidente Yrigoyen, pidió se expresara cuál sería la actitud del Gobierno Argentino en el caso de que el Uruguay se dirigiera a él en demanda de materiales bélicos para armar las milicias que movilizase”. 

“El Presidente Yrigoyen hizo saber al representante de nuestro país en la Argentina que, en el caso de semejante atentado, el Gobierno Argentino pondría todo su concurso en defensa de la soberanía de la Nación Uruguaya, asumiendo las responsabilidades consiguientes”. Por su parte, Brum contaría años más tarde que la respuesta de Yrigoyen fue que accedería a vender armas a Uruguay y que además “su patria concurriría a rechazar el agravio con su sangre y sus riquezas”. 

Como es natural, el Ejecutivo uruguayo agradeció a Yrigoyen esta respuesta. Poco después, el día 22, la Cámara de Representantes también agradeció al presidente argentino el apoyo a Uruguay en caso de una invasión alemana. Un mes más tarde, el 25 de marzo, Yrigoyen dio las gracias por estas muestras de afecto y señaló los sentimientos de fraternidad entre ambas naciones. 

Finalmente no hubo ninguna invasión, sin embargo en marzo, cuando un sumergible alemán detuvo en alta mar a una misión militar uruguaya que se dirigía a Europa, a punto estuvo de estallar la guerra entre ambos países, aunque esa es otra historia.

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jueves, 23 de marzo de 2023

El hundimiento del navío argentino Toro por un submarino alemán según la declaración de su capitán (1917).

 






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BARCOS ARGENTINOS HUNDIDOS POR ALEMANIA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Es poco conocido que durante la Primera Guerra Mundial, y en el marco de la guerra submarina sin restricciones, Alemania hundió varios barcos argentinos, lo que provocó serios conflictos entre ambos países. Ya en 1916 dos barcos argentinos, el Argos y el Curramalán desaparecieron y aunque se sospechó que Alemania pudiera estar detrás, nunca se pudo probar. Aún hubo que esperar hasta 1917 para que se produjera el primer ataque alemán a un buque argentino. 

El 4 de abril de ese año, al suroeste de Inglaterra, cerca de las islas Scilly, un submarino de la Marina Imperial Alemana, el UC 30, cañoneó sin previo aviso al mercante argentino Monte Protegido, pese a que su bandera era perfectamente visible. Luego, tras la rendición de la tripulación, los alemanes abordaron el barco. Después, según el testimonio del capitán noruego del Monte Protegido, los alemanes le interrogaron y le comunicaron que aquellas aguas habían sido declaradas cerradas a la navegación desde el 1 de febrero, cosa que él desconocía. 

Seguidamente los alemanes se hicieron con parte de las provisiones del barco, con sus instrumentos de navegación y con su documentación para, a continuación, echar a pique el navío con dos bombas explosivas, siendo sus tripulantes abandonados en un bote y rescatados por los británicos al día siguiente. 

Tras recibirse la noticia en Argentina se produjeron protestas antigermanas y el Gobierno de Hipólito Yrigoyen ordenó que los barcos alemanes que se encontraran en aguas argentinas fueran puestos bajo vigilancia. Luego, días después, el Gobierno envió una enérgica nota de protesta a Alemania demandando una satisfacción y pidiendo una ceremonia pública de reparación. 

Poco más tarde los alemanes, ya que el Monte Protegido desconocía la prohibición de navegar por aquellas aguas, ofrecieron excusas e indemnizaciones y aceptaron saludar a la bandera argentina en la primera oportunidad que tuvieran. A esto respondió el Gobierno argentino aceptando la satisfacción, retirando la vigilancia de los barcos alemanes,  ratificando los sentimientos amistosos entre ambos países y dando por zanjado el asunto, algo que fue criticado por una parte de la opinión pública. 

Pero poco duraron estas muestras de amistad. El 6 de junio el submarino alemán U-64 hundió el mercante argentino Oriana cerca del puerto francés de Tolón. Según los testigos, los alemanes primero cañonearon el velero, luego lo abordaron y finalmente lo hundieron con explosivos, siendo su tripulación rescatada por un navío francés. 

Cuando los argentinos aún estaban estudiando el hundimiento del Oriana, su marina mercante recibió otro golpe. El día 22 de ese mes, al oeste del Estrecho de Gibraltar, el submarino alemán U-39 hundió el vapor Toro, el cual se dirigía desde Buenos Aires a Génova. Los tripulantes consiguieron llegar a Gibraltar y Tánger y allí declararon que el submarino disparó varios cañonazos de advertencia, el Toro se detuvo y los alemanes les dieron unos minutos para embarcar en los botes salvavidas, tras lo cual, cañonearon la nave y esta se hundió. 

Días después el Gobierno argentino envió a Berlín una protesta exigiendo reparaciones y exigiendo seguridad para las naves argentinas. La respuesta alemana llegó a finales de julio. Según ellos el Toro llevaba mercancías consideradas como contrabando de guerra, lo que justificaba su hundimiento, aunque dejaban la puerta abierta a entregar una indemnización en el caso de que se demostrara que jurídicamente no llevaban razón. Por último,  expresaron el deseo de que las relaciones entre ambos países continuaran siendo amistosas. 

Poco más tarde el representante de Argentina en Berlín, Luis Molina, señaló que los alemanes le habían trasmitido que en adelante los buques argentinos serían respetados. En cuanto al Toro, el Gobierno argentino se mostró en desacuerdo con que buques neutrales pudieran ser atacados e insistía en las reparaciones y seguridades requeridas. Luego, a finales de agosto, el representante alemán en Buenos Aires, el conde Karl von Luxburg, comunicó al Gobierno argentino que finalmente Alemania aceptaba abonar una indemnización. 

Días después, el 10 de septiembre, los estadounidenses, deseosos de que Argentina abandonara su neutralidad, entregaron a sus autoridades unos telegramas cifrados interceptados a los alemanes y enviados desde la Legación sueca en Buenos Aires por el Conde Luxburg. En uno de ellos Luxburg pedía que no se atacaran las naves argentinas Orán y Guazú y si no era posible, que fueran hundidas sin dejar rastro. En otro de los telegramas, Luxburg se refería al ministro Honorio Pueyrredón como asno. Y en un tercero, volvía a indicar la posibilidad de hundir barcos argentinos sin dejar rastro. 

Esto, como es natural, provocó el enfado argentino contra Alemania, pero también, en menor medida, contra Suecia. Al día siguiente el Gobierno argentino expulsó a Luxburg del país. Con posterioridad Alemania y Suecia condenaron aquellos telegramas, pero eso no evitó que las Cámaras votaran romper relaciones con el Reich, aunque esto no se implementó. Luego, entre rumores de que Argentina declararía la guerra, se produjeron importantes manifestaciones antigermanas, sin embargo el asunto se calmó hasta enero de 1918. 

El día 26 de ese mes, pese a las seguridades alemanas de no volver a atacar a un buque argentino, el submarino U-67 torpedeó cerca de Tolón el mercante Ministro Yriondo. Sus tripulantes fueron rescatados por un destructor francés y aunque se trató de remolcar el navío argentino, este terminó por hundirse horas después. A pesar de ello, este hundimiento tuvo menos repercusión que los anteriores y la investigación se demoró varios meses al sospecharse de que realmente la responsable había sido una mina. 

Las siguientes noticias que tenemos sobre el hundimiento de los barcos argentinos las encontramos tras el final de la guerra. En junio de 1920 leemos en prensa que Alemania había pagado la indemnización por el hundimiento del Monte Protegido. Luego, a finales de septiembre de 1921, en el puerto de Kiel y a bordo del acorazado alemán Hannover, tuvo lugar una ceremonia de desagravio por los hundimientos del Monte Protegido y del Toro en la que se izó la bandera argentina, dándose así por zanjado el asunto.

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sábado, 11 de marzo de 2023

Pedro de Alvarado en Ecuador según la Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú (1555) de Agustín de Zárate

 





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¿TLAXCALTECAS EN LA CONQUISTA DE ECUADOR?

Es sabido que durante la conquista de México los españoles utilizaron miles de guerreros tlaxcaltecas como tropas auxiliares, pero es poco conocido que cientos de estos indígenas pudieron ser llevados por Pedro de Alvarado en 1534 en una expedición al actual Ecuador, es decir, a más de 3.000 kilómetros de tu tierra natal. 

En 1532, Alvarado, uno de los conquistadores más famosos de México, Adelantado, Gobernador y Capitán General de Guatemala, obtuvo una capitulación para “descubrir, poblar y conquistar cualquier Isla que hay en la mar del Sur de la Nueva España”. Así, desde esa fecha comenzó a preparar esta expedición en el puerto de Iztapa, en el Pacífico guatemalteco. Para construir aquella armada, como sabemos por testimonios posteriores, se utilizó a los indios de la zona, los cuales trabajaron hasta la extenuación. 

Tras varios meses de dilación Alvarado trasladó sus naves al Puerto de la Posesión, el actual municipio nicaragüense de El Realejo, y por fin, a finales de enero de 1534, su armada zarpó. La expedición estaba compuesta por 12 naves, 140 marineros y 450 soldados españoles. Además, como el Adelantado le comunicó al rey, la expedición llevaba 200 esclavos negros. 

En cuanto a los indios, según la pesquisas hechas tiempo después, habrían sido en torno a 1.200, aunque otras fuentes dan cantidades superiores. Según los testigos, el Adelantado dio permiso a los hombres de a caballo para llevar dos o tres indios de servicio y los de a pie para llevar uno. Entre este contingente indígena se señala la presencia de hombres y mujeres, tanto libres como esclavos. 

Pero, ¿quiénes eran estos indígenas? Algunos historiadores han propuesto que eran tlaxcaltecas llegados desde Nueva España basándose, primero, en la participación de tropas tlaxcaltecas en la conquista española de América Central; segundo, en la presencia en la expedición de la mujer de Alvarado, hija de un noble tlaxcalteca, la cual pudo ir acompañada de gente de este pueblo; y tercero, en la presencia de personas de origen mexicano en el Perú del siglo XVI, las cuales podrían identificarse como antiguos miembros de la expedición de Alvarado. 

Sin embargo, como señala algún testigo, era un grupo heterogéneo compuesto por indios de varias procedencias. Así, además de los indígenas traídos desde la ciudad y del territorio de México, había mayas o xincas de Guatemala llegados a Nicaragua con Alvarado, nahuas de los alrededores de Puerto de la Posesión o lencas de San Miguel, villa esta que habría quedado despoblada al ser sus habitantes llevados a la fuerza en la expedición, aunque esto lo niegan algunos testigos. 

Volviendo a la expedición, Alvarado escribiría al rey que, tras navegar casi 400 leguas hacia poniente, las corrientes le arrastraron a la bahía de Caráquez, en Ecuador. Sin embargo, hay testimonios que afirman que el Adelantado, tras ser sabedor de las riquezas del Perú, planeó ir desde un principio a este territorio y que incluso había mandado a uno de sus hombres a reconocer la costa. Concretamente el objetivo de Alvarado era, según el cronista Pedro Cieza de León, Quito, lugar fuera de las posesiones de Francisco Pizarro y conocido por sus riquezas. 

Desde Caráquez Alvarado envió primero los barcos a Puerto Viejo y luego a Panamá y Nicaragua para traer más gente. Mientras, la expedición comenzó su caminó hacia Quito, utilizando a los indios como porteadores. Tras pasar por Jipijapa, cuenta Cieza de León que los españoles saquearon el que llamaron Pueblo del Oro, donde también tomaron muchos cautivos. De estos saqueos se quejarían Pizarro y Diego de Almagro en varias cartas al rey, ya que Alvarado perturbó la paz en aquel territorio. 

Más adelante, tras pasar por el Pueblo de las Golondrinas, llegaron al pueblo de Chonana. Allí, según testigos, Alvarado echó a los perros a un cacique e hizo quemar a varios indios. En este pueblo, cuenta Cieza de León que algunos de los indios traídos desde Nicaragua se comieron a infinidad de naturales de aquel territorio. Si esto fuera cierto, sería un indicio de que parte de aquellos indios eran tlaxcaltecas, pues hay noticias de que este pueblo practicaba la antropofagia. 

A continuación, mientras saqueaban y mataban, los exploradores de Alvarado descubrieron el río Daule y el camino para ir a Quito, aunque resultó que aquella ruta estaba repleta de ciénagas. En ese tiempo, mientras se buscaba otro camino, cuentan Alvarado y Cieza de León que la expedición fue azotada por una extraña enfermedad por la que los hombres morían en poco tiempo y el que sobrevivía, perdía el juicio. 

Más tarde, los exploradores de Alvarado llegaron a un pueblo y capturaron a unos indios que les sirvieron como guías, tras lo cual hicieron llamar al Adelantado. Cuando Alvarado se dirigía a reunirse con ellos el volcán Cotopaxi hizo erupción y comenzó a llover ceniza sobre la expedición, además, cuenta Cieza de León, que muchos indios de servicio murieron extenuados por las pesadas cargas que debían transportar. 

Tras reunirse Alvarado con su avanzadilla envió cuadrillas a explorar y una de ellas descubrió el pueblo de Chongo y un gran río. El Adelantado partió con algunos hombres para inspeccionarlo y dejó al resto al mando del licenciado Caldera. Estando en aquel río, Alvarado fue atacado por los naturales del lugar, pero estos huyeron al ver a los caballos. Después de cruzar río, el Adelantado envió a su hermano Diego a explorar. Este llegó a un pueblo llamado Ajo e hizo llamar a su hermano. Entretanto, el hambre era tanta en los grupos de Alvarado y Caldera que los hombres se comían los caballos, perros e incluso lagartijas. 

Mientras el Adelantado iba a reunirse con su hermano, este decidió proseguir su exploración y alcanzó los Andes. Allí, a pesar de la nieve, consiguió atravesarlos y llegar a un pueblo. Luego fue el turno de los grupos de Alvarado y de Caldera. En esos momentos cayó sobre ellos una ventisca de nieve y granizo de tal magnitud que tuvieron que abandonar casi todas las provisiones y el botín. El frío provocó que murieran algunos españoles, muchos esclavos negros y cientos de indios. Según Cieza de León muchos de los indígenas que sobrevivieron lo hicieron con amputaciones o ciegos. 

Por fin consiguió Alvarado llegar al pueblo de Pasa, donde la expedición descansó. Luego, tras siete meses de viaje, la expedición llegó al sur de Quito, al pueblo de Quisapincha. Cerca de allí hallaron el camino real de los incas y rastro de otros españoles. Entonces el Adelantado envió a su hermano a explorar, mientras él fue a Panzaleo, donde tuvo noticia de que el antiguo señor de Quito, Zopezopagua, se encontraba en Sigchos. Entonces Alvarado se decidió a capturarlo, pero en ese instante aparecieron mensajeros de Almagro. El Adelantado habló con ellos y estos le dijeron que aquellos territorios estaban dentro de los límites de la gobernación de Pizarro. 

Tiempo después Alvarado se presentó con su ejército en Riobamba, donde estaba Almagro. En esta acción y en las anteriores, las fuentes no mencionan la presencia tropas indígenas, lo que evidenciaría que no había guerreros tlaxcaltecas entre las fuerzas del Adelantado. 

Sea como fuere, cuando parecía que los españoles iban a trabar combate entre si por los derechos a aquel territorio, Almagro intentó convencer a Alvarado de que aquella región era parte de la gobernación de Pizarro. Entonces el Adelantado, para evitar un derramamiento de sangre, tomó la decisión retornar a Guatemala, vender su armada a Almagro y dejar a sus hombres con él. Entre estos hombres habría que incluir a los indios supervivientes de la expedición, la mayoría de los cuales se quedaron allí, siendo muy pocos los que regresaron con Alvarado. 

Las últimas noticias que tenemos sobre el Adelantado y los indios que había traído desde Nicaragua es que años más tarde, por llevarlos a Perú, fue condenado a una gran multa y a devolverlos a sus lugares de origen.

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sábado, 4 de marzo de 2023

1896, expedición a Cuba del vapor filibustero Three Friends.

 


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1898, EL PLAN ESPAÑOL PARA ATACAR TEXAS DESDE MÉXICO Y ASÍ SALVAR CUBA

Es poco conocido que en 1898, en vísperas de la Guerra Hispano-estadounidense y ya durante la misma, los españoles intentaron golpear a los Estados Unidos desde México para así salvar sus territorios de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. 

Las tensiones entre España y Estados Unidos surgieron debido a las injerencias norteamericanas en Cuba y a la ayuda que desde los puertos estadounidenses se enviaba a los insurrectos cubanos. De este modo, ya meses antes de que los estadounidenses declararan la guerra en abril, surgieron los primeros proyectos en España para atacar Estados Unidos. 

Así, encontramos en la prensa de la época referencias a una alianza con Francia y Rusia, a la utilización de corsarios contra el comercio de Estados Unidos o al desembarco de 200.000 soldados españoles en las costas estadounidenses. Planes todos estos de difícil realización e incluso fantásticos que siguieron apareciendo incluso después de que los Estados Unidos declararan la guerra a España. 

Sin embargo, más allá de los proyectos quiméricos aparecidos en prensa hubo otros planes más tangibles, como el que intentó llevar a cabo el marqués de Bendaña, embajador español en México. Por las cartas de Bendaña sabemos que, a pesar de la neutralidad mexicana, tenía instrucciones para crear “en la frontera complicaciones a los Estados Unidos”. 

Según Bendaña, Ramón Blanco, Capitán General de Cuba, le dio instrucciones para que “un cuerpo de españoles, unidos a fuerzas mexicanas de sus más intrépidos soldados, los llamados rurales, hicieran una sublevación en Texas, apoyando a los mexicanos que tan vejados se ven allí por sus conquistadores”. 

Paralelamente a las intrigas de Bendaña hay noticias de que un grupo de españoles estuvo a punto de invadir el territorio estadounidense. A finales de marzo las autoridades mexicanas supieron por los estadounidenses que un español de Cuba, Joaquín Martí, en comunicación con las autoridades españolas de La Habana, estaba preparando desde diciembre una tropa con la que invadir Texas. 

Según se publicó, Martí ya había reunido al menos 200 hombres en el rancho Las Tortillas, en Tamaulipas. Martí y su segundo, José García, fueron detenidos junto a varios de sus colaboradores en Ciudad Guerrero, Vallecillo y Monterrey, en los Estados de Tamaulipas y Nuevo León. Luego fueron enviados a Nuevo Laredo, donde permanecieron encarcelados varios meses. 

Se publicó, según las cartas encontradas a Martí, que el plan era que una vez comenzara la guerra entre Estados Unidos y España, una tropa de 400 jinetes, o 1000 según otras fuentes, se reuniría frente a San Ignacio, cruzaría el Río Bravo por el pueblo de Carrizo y desde allí atacarían Laredo y otras ciudades texanas. Un periódico estadounidense publicado en México, The Mexican Herald, llegó a divulgar de forma totalmente exagerada que los planes eran arrasar “los condados de Zapata, Starr y Webb, a lo largo de la frontera, e inaugurar un modo de guerra de guerrillas que significaba la matanza de cada hombre, mujer y niño estadounidense en su camino”. 

Durante las siguientes semanas aparecieron rumores sobre el reclutamiento de nuevos contingentes para atacar la frontera estadounidense. La preocupación por posibles ataques fue tal que las fuerzas mexicanas se vieron obligadas a patrullar la frontera. Sin embargo, esto no alivió al embajador estadounidense en México, Powell Clayton, que escribía con preocupación a Ignacio Mariscal, Secretario de Relaciones Exteriores de México. 

Pero este no fue el último plan español para atacar Estados Unidos. En abril, el terrible Valeriano Weyler, antiguo Capitán General de Cuba, propuso realizar un desembarco de 50.000 hombres en las costas estadounidenses. Por esas fechas vemos a Carlos de Borbón, pretendiente carlista al trono español, lamentarse de que no se hubiera desembarcado en Florida o bombardeado Nueva York. 

Más tarde, en mayo, el Capitán General de Cuba envió a México una Comisión integrada por varios militares para la compra de víveres, a los que se sumaron otros oficiales de alto rango semanas después, al parecer, con la verdadera misión de reorganizar la defensa naval de Cuba y hostilizar a los Estados Unidos en la frontera. 

Quizás fruto de estas intrigas, según se publicó, el capitán Luis Manene y el teniente Federico Muniategui habrían logrado alistar una tropa de 500 mexicanos y españoles para invadir Texas, aunque el plan fue desbaratado por las autoridades mexicanas, acabando así una de las últimas esperanzas de España de ganar la guerra.

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