sábado, 25 de febrero de 2023

El nuevo presidente del Paraguay (Andrés Blay, Mercurio XXI Número 378 - 1921 febrero 10 )

 



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BLAY, UN ESPÍA PARAGUAYO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Es sabido que antes y durante la Segunda Guerra Mundial los tentáculos del espionaje nazi se extendieron por todas partes, sin embargo es poco conocido que un paraguayo, Andrés Blay Pigrau, formó parte de una amplia red de espionaje alemán que operaba en España y Sudamérica. 

Blay nació en 1892 en Asunción en el seno de una familia de inmigrantes catalanes. Más tarde el joven paraguayo se instaló en España. En 1912 Blay, estudiante de medicina, fue incorporado al Consulado General del Paraguay en Barcelona como canciller ad honorem, en 1920 ascendió a vicecónsul y en 1926 a cónsul. 

Durante la Guerra Civil Española encontramos a Blay ayudando a huir de Barcelona a prominentes fascistas, sin embargo, el paraguayo no se convirtió en agente alemán hasta 1942, algo que conocemos gracias a las investigaciones que el MI5 británico hizo sobre él. 

Según estas averiguaciones Blay se enemistó con importantes funcionarios de su país, por lo que tenía intención de viajar a Paraguay para solucionarlo y obtener instrucciones de su gobierno, aunque la difícil situación económica de la posguerra española y de la Segunda Guerra Mundial no le permitía sufragar aquel viaje. 

En aquella misma época, en abril de 1942, la mujer de Blay enfermó de tifus y el paraguayo solo pudo conseguir medicinas para su esposa de los alemanes. En el consulado alemán el paraguayo conoció a uno de sus trabajadores, Horst Müller, el cual le proporcionó las medicinas. Müller era en realidad un importante agente de la Abwehr, el servicio de inteligencia militar alemán, y el que se encargará de reclutar a Blay. 

En lo sucesivo, el agradecido Blay, comenzó a frecuentar a Müller y así pudo conocer al cónsul Friedrich Rüggeberg y a Gustav Fock, alias “Blanco”, ambos agentes de los servicios de inteligencia de Alemania. Tras varias conversaciones, Müller fue conocedor de las dificultades económicas que Blay tenía para viajar a Paraguay, por lo que le ayudó a conseguir el dinero y el pasaje para su viaje a través de agentes alemanes radicados en Lisboa. En ese instante, aunque Blay no fuera aún consciente, ya había sido reclutado por los alemanes para la sección naval de la Abwehr. 

Poco después, en junio, en una reunión Müller pidió a Blay que, durante su viaje a Asunción y al regreso del mismo, obtuviera información sobre la navegación en el puerto de Buenos Aires. Este interés alemán en aquel puerto lo podríamos relacionar con los planes que desarrolló en las mismas fechas el Jefe del Arma Submarina alemana, Karl Dönitz, para atacar a los mercantes que navegaran por el Río de la Plata. Aunque esto solo es una conjetura. 

Luego, en julio, Blay se trasladó a Madrid para conseguir los visados para su viaje. Allí mantuvo varias reuniones con el agente “Blanco”, el cual le informó sobre su misión en Sudamérica. Esta era la de obtener información sobre los barcos mercantes y de guerra que hubiera en el puerto de Buenos Aires, así como de su nacionalidad, tonelaje y carga, en especial si era carne o cereales con destino a países aliados. Y aunque Blay ponía excusas para no realizar esta misión, “Blanco” siguió dándole instrucciones y le enseñó el modo de codificar esa información para ser transmitida a Europa. 

Después, en agosto y septiembre, ya de regreso a Barcelona, Blay tuvo nuevas reuniones con Müller, en las que este le mostró sus instrucciones y le comunicó la intención alemana de utilizarlo como agente en Sudamérica en el caso de que Argentina rompiera relaciones con Alemania.  Por entonces, la inteligencia británica ya había interceptado varios mensajes alemanes que trataban sobre Blay, y en los que los agentes nazis se referían a él con los nombres en clave de “Médico” y “Valentín”. 

Luego, a finales de septiembre, Blay viajó a Bilbao para embarcar hacia Sudamérica. Allí un policía conocido como Santiago le entregó una carta que debía llevar a Buenos Aires, la cual cosió en sus pantalones. Además el policía le dio los nombres de dos agentes que trabajaban como correos para los alemanes y que eran parte de la tripulación del barco que debía llevarle a Sudamérica. 

Estos agentes eran Jesús Aguilar y Bernardino Solana, con los que Blay debía contactar durante la travesía utilizando una contraseña. Según creyeron posteriormente los británicos, estos agentes debían entregar al paraguayo dinero y sus instrucciones en forma de microfotografías. 

Blay embarcó a principios de octubre en el transatlántico Cabo de Buena Esperanza. Durante la travesía, a pesar de sus instrucciones, no habló con sus contactos. Poco después, a mediados de mes el transatlántico hizo escala en Port of Spain, en la isla de Trinidad. Allí los británicos le sometieron a una inspección aparentemente rutinaria, aunque no encontraron nada. 

Pero lo que Blay no sabía es que los británicos ya tenían información sobre él y que una fuente secreta le había señalado. Esta fuente quizás se tratara de Aguilar, reclutado por los británicos en algún momento de la guerra y que actuaba como doble agente. Así, Blay fue desembarcado y en un primer interrogatorio el día 25 afirmó que se dirigía a Paraguay por motivo de su cargo y por asuntos familiares. Pero esto no engañó a los británicos, que le detuvieron y le recluyeron en el campo de internamiento de St. James, a las afueras de Port of Spain. 

Allí, al ser registrado, los británicos encontraron escondida en sus pantalones la carta que le entregó Santiago. Esta misiva estaba escrita por el reconocido agente alemán Joaquín Baticón e iba dirigida a José Valles, trabajador del consulado español en Buenos Aires, agente alemán y persona muy cercana al general Friedrich Wolf, agregado militar alemán en Argentina y también espía. En esta carta Baticón indicaba a Valles que Blay era de absoluta confianza y le pedía que le ayudara durante su estancia en Buenos Aires. Además, Baticón mencionaba a otros dos agentes alemanes que operaban en Argentina, Manuel Pérez y Horacio Peña. 

A continuación, los británicos decidieron enviar a Blay a Inglaterra para que allí continuaran las pesquisas. En enero de 1943 el paraguayo llegó a Inglaterra y fue interrogado en Latchmere House, cuyo nombre en clave era Camp 020, lugar donde el MI5 investigaba a los agentes enemigos. Allí Blay acabó por confesar que era un agente alemán. Luego fue internado en Huntercombe, nombre en clave Camp 020R. 

Durante los siguientes meses Blay fue interrogado minuciosamente varias veces más. En dichos interrogatorios el paraguayo dio los nombres de otros agentes, algunos de los cuales, como Baticón, serían detenidos con posterioridad. En ese tiempo incluso el FBI se interesó por él y los británicos concluyeron que en su misión de espionaje el paraguayo no había sido instruido para realizar sabotajes. 

La información proporcionada por Blay durante los interrogatorios evidenció ser de gran importancia operativa y demostró por un lado la amplia extensión de la red de agentes alemanes en Sudamérica y por otro que el espionaje alemán utilizaba los servicios consulares y los navíos españoles para sus operaciones. 

Finalmente, tras acabar la guerra, Blay sería liberado en septiembre de 1945. Los ingleses le deportaron y le embarcaron rumbo a Buenos Aires. Pero aquí no acabó su historia. Durante los siguientes meses británicos y estadounidenses siguieron los pasos de Blay. 

Así, a mediados de octubre un miembro de la embajada de Estados Unidos en Argentina informó a su gobierno que cinco peligrosos agentes alemanes liberados por los británicos, entre los que se encontraba Blay, se dirigían a Buenos Aires y señalaba el riesgo de esta llegada. Blay arribó a Argentina el 23 de ese mes. De inmediato fue detenido por la policía argentina y deportado a Paraguay con posterioridad.

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viernes, 17 de febrero de 2023

1827, indulto a José Antonio Pincheira y sus secuaces

 


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La Batalla de las Lagunas de Epulafquen (1832): el final de los hermanos Pincheira

Durante su guerra de independencia y durante los primeros años del Chile independiente este país debió enfrentarse en el sur de su territorio a varias guerrillas. Uno de estos grupos fue el de los hermanos Pincheira, que no fueron vencidos hasta 1832 en las lagunas de Epulafquen, en la actual Argentina. 

Estas guerrillas, con famosos caudillos como Benavides, Picó o el cura Ferrebú, tuvieron su origen en las montoneras realistas que combatieron a los patriotas chilenos durante la Guerra a Muerte. Sin embargo, tras la imposibilidad de reconquista española, los guerrilleros realistas se fueron transformando en bandidos cuyo modo de vida era el robo de ganado y la toma de rehenes. 

Este fue el caso de los hermanos Pincheria: José Antonio, Santos, Pablo y Antonio. Durante casi 15 años estos hermanos formaron un grupo que pasó de unos pocos cientos a casi dos millares de hombres, en el que tenían cabida ladrones, desertores y antiguos realistas y que creció gracias a las alianzas con varios pueblos indígenas, sobre todo pehuenches. 

En ese tiempo los Pincheira asolaron el sur de Chile, así podemos encontrarlos en 1817 y 1819 atacando Chillán y en 1820 y 1822 San Carlos. En 1823, tras atacar Linares, Antonio murió en la huida y meses más tarde lo hacía otro de los hermanos, Santos. En 1824 los Pincheria devastaron varias zonas de las regiones de Ñuble y Maule, para luego refugiarse al este de los Andes. Meses más tarde, en noviembre de 1825, atacaron Parral y aniquilaron a un destacamento de dragones. 

Entre 1826 y 1828 los chilenos Barnachea, Borgoño y Bulnes, entre otros, dirigieron campañas a través de los Andes contra los Pincheira y otros caudillos que se encontraban en el territorio de Neuquén. Al mismo tiempo el gobierno intentaba acabar con ellos, primero ofreciendo un indulto a sus secuaces y luego a los propios Pincheira, pero aún así, el problema persistió. 

Más adelante, los Pincheira se vieron involucrados en luchas tribales en las pampas y en incursiones en provincias argentinas como la de Mendoza. El gobierno de este territorio firmó ese año un tratado con José Antonio en el cual le daban el grado de coronel y le entregaban el mando de las fuerzas del sur. Tiempo después, en 1830, los Pincheira estuvieron vinculados a la muerte del exgobernador mendocino Juan Corvalán. 

Luego, en 1831, los encontramos realizando una incursión a menos de 100 kilómetros al sureste de Santiago de Chile. Ese mismo año el general chileno Joaquín Prieto consiguió atraerse a varios de los hombres de los Pincheira e intentó negociar con José Antonio, pero sin éxito. Tras el ascenso de Prieto a la presidencia, su sobrino, Manuel Bulnes, continuó sus gestiones mientras reunía una división en Chillán. A continuación, en diciembre de 1831, Bulnes obtuvo información sobre los Pincheira gracias a la traición de algunos de los capitanes de estos. 

Ya en enero de 1832 Bulnes escribió que había conseguido engañar a los hermanos para atraerlos a un punto cercano al territorio chileno. Por fin el día 10 de ese mes la división de Bulnes, compuesta por casi 1.000 hombres, incluidos algunos milicianos e indios auxiliares, partió de Chillán hacia el este. El 13, una avanzadilla chilena capturó al más fiero de los hermanos Pincheira, Pablo, y a algunos de sus hombres en Roble Huacho, siendo luego ejecutados. 

De inmediato las fuerzas de Bulnes continuaron su marcha a toda prisa a través de las montañas y la madrugada del día 14 llegaron a las cercanías del campamento de José Antonio Pincheira, en un lugar llamado Coyamuelo, en la Lagunas de Epulafquen o Palanquín, donde había unos 350 hombres entre montoneros y lanceros pehuenches. 

Antes del amanecer los chilenos capturaron a una avanzadilla enemiga, aunque dos hombres consiguieron llegar al campamento y dar la voz de alarma. En ese momento, según cuenta el historiador Diego Barros, infiltrados de Bulnes soltaron a los caballos para imposibilitar la huida, consiguiendo solo los pehuenches subir a sus monturas. 

En medio de aquel desorden, los chilenos, divididos en tres columnas cargaron “con un ímpetu irresistible arrollando a los desordenados pelotones que encontraban a su paso”. En esas circunstancias muchos de los hombres de Pincheira se rindieron, mientras que él, apartado del tumulto y ante la incapacidad de organizar una defensa efectiva, reunió 50 hombres y huyó. Al mismo tiempo, la caballería chilena persiguió a los pehuenches, a los cuales masacraron, entre ellos a los caciques Neculman y Coleto. 

Otro grupo de montoneros se refugió en una montaña y para evitar ser alcanzados por los chilenos les lanzaban rocas por las laderas, aunque poco después, rodeados, no tuvieron más remedio que rendirse. Al acabar el día, las tropas de Bulnes no habían tenido ninguna baja. Por su parte Pincheira había perdido muchos hombres y otros tantos habían sido capturados o se habían pasado a los chilenos, los cuales se hicieron con los caballos, el ganado, las armas y las cautivas que encontraron en el campamento enemigo. 

A continuación, Bulnes, conocedor del peligro de dejar libre a Pincheira, envió hacia el norte un destacamento en su búsqueda, pero tras varios días de infructuosa persecución, tuvieron que regresar. Luego Bulnes envió otro destacamento que, con ayuda de antiguos montoneros e indios amigos, debía buscar a Pincheira en la frontera de Mendoza. Mientras, él partió hacia el sur en una campaña contra algunos pehuenches aún hostiles, tras lo cual regresó a Chile. 

Tiempo después, a Pincheira, ya en Mendoza, le habían llegado proposiciones de Bulnes para rendirse a cambio del perdón, y aunque no aceptó de momento, si lo hicieron algunos de sus hombres presa del desaliento. A continuación, en febrero, Pincheira, envió a un mensajero a Curicó para negociar las condiciones de su rendición, sin embargo, acosado por las tropas enviadas por Bulnes en su persecución, decidió entregarse. Finalmente, Pincheira llegó a Chillán el 11 de marzo y en virtud de lo negociado, se le perdonó y se le permitió residir en los alrededores de San Fabián de Alico durante el resto de su vida.

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martes, 7 de febrero de 2023

1827, Simón Bolívar envía a la corbeta Ceres a Venezuela para acabar con La Cosiata.

 



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1824, LA GRAN COLOMBIA DERROTA A ESPAÑA EN CUBA

En 1824, cuando la mayoría de la América española ya era independiente pero la amenaza de España aún existía, las naves patriotas intentaban golpear a los españoles en todos los mares y alejar así el peligro de sus costas. En este contexto la marina de la Gran Colombia llevó a cabo una audaz y poco conocida acción contra los españoles en aguas de Cuba, una de las últimas posesiones de España en el continente. 

Así, el 4 de abril, o el 5 según otras versiones, una pequeña flotilla de la armada colombiana proveniente de Puerto Cabello y comandada por el francés de Nueva Orleans Renato Beluche, compuesta por las corbetas Boyacá y Bolívar, avistó frente a la costa norte de Cuba a la corbeta española Ceres, la cual había participado en el combate de Puerto Cabello un año antes, donde los españoles vencieron a las fuerzas grancolombianas. 

Las naves colombianas avistaron a medio día a la Ceres y fueron en su persecución. Pese a que la Ceres navegaba a toda vela, a las 7 de la tarde fue alcanzada frente a La Habana. De un lado estaban la Boyacá, capitaneada por el escocés Thomas Brown, con unos 22 cañones y 140 hombres, y la Bolívar, comandada por Beluche, con el estadounidense John Clark como segundo capitán y con unos 23 cañones y 156 hombres. Del otro lado, la Ceres, capitaneada por el teniente de navío Martín María Espino, con unos 36 cañones y 326 hombres entre marinería e infantería. 

La Boyacá se aproximó lo suficiente a la Ceres como para descargar sus cañones y abrir fuego de fusilería. Seguidamente los españoles respondieron y, a continuación, la Bolívar se sumó al combate, el cual duró cerca de una hora, hasta que la Ceres, completamente destrozada, se rindió a la Bolívar. Según las informaciones de la época, el combate fue tan duro que la Ceres tuvo 30 muertos y 60 heridos, de los cuales morirían la mitad. Mientras, las naves colombianas no tuvieron muertos y solo algún herido, entre ellos Beluche. 

Por su parte, la prensa española contó que la Ceres, de solo 24 o 26 cañones, se encontraba frente a La Habana escoltando varios mercantes que habían salido de aquel puerto. Allí, la Boyacá, la Bolívar y un tercer navío, el bergantín Mosquito, la capturaron tras un combate de una hora. Además, según estas noticias, los colombianos consiguieron capturar varias naves mercantes, quizás 11, a pesar de que también estaban armadas. 

Sea como fuere, los colombianos, incapaces de conducir a Venezuela la maltrecha Ceres, emprendieron la huida hacia el norte, a aguas de Florida. De inmediato, las autoridades españolas de La Habana organizaron una flotilla para perseguirlos. Según las noticias que tenemos, esta escuadra estaba formada por la fragata Sabina, la corbeta María Isabel, la goleta Belona y una balandra. 

Sin embargo, las naves colombianas y su presa, o presas, lograron llegar el día 18 a Panzacola, la moderna Pensacola, en la Florida Occidental. Allí se refugiaron y los españoles tuvieron que retirarse. En Panzacola los colombianos llevaron a cabo las reparaciones pertinentes. Mientras, Beluche fue a Nueva York para conseguir nuevos tripulantes y dinero con el que pagar las reparaciones. También en Panzacola los colombianos desembarcaron a los marineros españoles, mientras que a los soldados de infantería y artillería los retuvieron a bordo. Más tarde, en verano, emprendieron el regreso a Puerto Cabello, llevando consigo a parte de los prisioneros, que después serían canjeados. 

Lo siguiente que sabemos es que la Ceres quedó incorporada a la marina de guerra  colombiana, a la que sirvió durante los siguientes años bajo el mando del norteamericano Joseph Swain. Así podemos ver a la Ceres en 1825 merodeando por aguas de Cuba, en 1826 Simón Bolívar la envió a Puerto Cabello para luchar contra la revolución encabezada por José Antonio Páez y en 1827 el Libertador pensó usarla para expedicionar sobre Puerto Rico. Por último, sabemos que en estas fechas Espino, el capitán de la Ceres durante el combate, fue juzgado y condenado por no haber hecho uso a tiempo del mayor alcance de su artillería.

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sábado, 4 de febrero de 2023

1945, declaración de Guerra de Argentina a Japón y Alemania

Decreto 6945/45 (27 de marzo de 1945) 

El presidente de la Nación Argentina, en acuerdo general de Ministros, decreta: 

Artículo 1: El gobierno de la Nación acepta la invitación que le ha sido formulada por las 20 Repúblicas americanas participantes de la Conferencia Interamericana sobre problemas de la Guerra y la Paz y se adhiere al Acta final de la misma. 

Artículo 2: A fin de identificar la política de la Nación con la común de las demás Repúblicas americanas y solidarizarse con ellos ante amenazas o actos de agresión de cualquier país a un estado Americano, declárase el estado de guerra entre la República Argentina por una parte y el Imperio del Japón por otra. 

Artículo 3: Declárase igualmente el estado de guerra entre la República Argentina y Alemania atento el carácter de esta última aliada del Japón. 

Artículo 4: Por los respectivos ministerios y secretarías del Estado se adoptarán de inmediato las medidas necesarias al Estado de beligerancia, así como las que requieran para poner término definitivamente a toda actividad de personal, firmas y empresas de cualquier nacionalidad que puedan atentar contra la seguridad del Estado o interferir en el esfuerzo bélico de las Naciones Unidas o amenazar la paz, el bienestar y la seguridad de las Naciones Americanas. 

Artículo 5: Comuníquese, etc. – FARRELL. – Juan D. Perón. – César Ameghino. – Alberto Teisaire. – Juan Pistarini. – Amaro Avalos. – Bartolomé de la Colina. -Julio C. Checchi.

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LOS BARCOS ARGENTINOS HUNDIDOS POR LA ALEMANIA NAZI

Durante la Segunda Guerra Mundial los distintos gobiernos argentinos apostaron, a diferencia de otros países americanos, por la neutralidad, sin embargo, los ataques de los submarinos de la Alemania nazi a varios barcos argentinos a punto estuvieron de acabar con dicha neutralidad. 

En plena Batalla de Francia, el mercante argentino Uruguay, que en un primer momento transportaba cereales a Bélgica, tras la invasión nazi de este país cambió su rumbo hacia Irlanda. El 27 de mayo de 1940, al oeste de España fue disparado y detenido por el submarino alemán U-37, el cual le solicitó la documentación. A continuación, un oficial alemán subió al Uruguay y dio a la tripulación un plazo de 20 minutos para abandonar el barco y subir a los botes. Luego se colocaron bombas en el barco y las detonaron, aunque en la prensa se hablaría de un ataque con torpedos. 

El Uruguay se hundió a unas 136 millas al oeste de las costas de Galicia. Parte de los náufragos fueron rescatados por un pesquero y llevados al puerto de La Coruña. Sin embargo, varios de los marinos no fueron localizados, por lo que las autoridades españolas organizaron su búsqueda. Poco después, el resto de los náufragos fueron rescatados por el vapor griego Anastasia. A continuación, todos marcharon a Barcelona donde embarcaron rumbo a Argentina. 

El 3 de junio aparecieron las primeras noticias sobre la reacción del Gobierno argentino, el cual pidió “satisfacción e indemnización al Reich”. Según la prensa, “el Embajador de la Argentina en Berlín ha presentado una nota de protesta en nombre de su Gobierno contra el torpedeamiento del vapor argentino Uruguay. Dicha nota está redactada en términos enérgicos y precisos. Ya ha sido comunicado por el ministro de Negocios Extranjeros, Cantilo, al embajador de Alemania en Buenos Aires”. 

Poco después, se publicaba que el incidente germano-argentino había quedado resuelto. Los alemanes argumentaron que su submarino sospechó que el barco se dirigía a un país enemigo, por lo que el Uruguay fue hundido. De este modo, se decía que el acto no debía ser considerado de beligerancia, por lo que el Gobierno argentino decidió no insistir en su reclamo, aunque con posterioridad se dieron nuevos pasos para esclarecer el ataque al Uruguay

Dos años más tarde, el 18 de abril de 1942, otro barco argentino sufrió un ataque. En este caso fue el buque cisterna Victoria. A unas 300 millas de la costa de Estados Unidos el U-201 torpedeó el Victoria, sin embargo, gracias a la ayuda de otros barcos, la tripulación fue rescatada y se pudo llevar el navío argentino a Nueva York. 

En los primeros momentos se pensó, incluso por parte de las autoridades argentinas, que el Victoria habría chocado con una mina, sin embargo, semanas más tarde, ya aceptada la tesis del ataque con torpedos, el Gobierno argentino protestó ante los gabinetes de Alemania e Italia. 

Las autoridades argentinas protestaron por el ataque y conferenciaron sobre el asunto con los representantes del Eje en el país, Erich Otto Meynen y Livio Carbaccio. Estos prometieron investigar las circunstancias que rodearon el ataque al Victoria

Poco después, el 17 de junio, el Ministerio de Negocios Extranjeros de Alemania entregaba una nota en la que se reconocía el ataque y expresaba su pesar por el error cometido y se ofrecía a entregar una indemnización. Esto en un principio pareció satisfacer al Gobierno sudamericano, pero solo unos días más tarde se produjo un tercer ataque contra un barco argentino. 

El 22 de junio el mercante Río Tercero, junto a cinco de sus tripulantes, fue hundido a unas 200 millas al sureste de Nueva York. El responsable del torpedeamiento fue el submarino U-202, también conocido como Innsbruck

De inmediato Argentina comenzó a investigar los hechos y protestó por lo ocurrido, llegando el asunto a las Cámaras, donde se generó un intenso debate. También se produjeron algunas protestas callejeras que reclamaban el fin de la neutralidad. Derivando algunas de estas protestas, como refleja la prensa, en altercados. 

Los alemanes alegaron que los colores argentinos no estaban lo suficientemente visibles en el Río Tercero, de ahí el error del ataque. Asimismo, ofrecían una indemnización por los daños causados. 

Por su parte, el Gobierno argentino manifestó que en adelante tomaría medidas para que en lo sucesivo su bandera fuera lo suficientemente visible, además, se prohibiría navegar por zonas peligrosas. 

Así, el 8 de julio la prensa publicaba que el Ministro argentino de Relaciones Exteriores, Enrique Ruiz Guiñazú, daba por zanjado el asunto. Sin embargo, el debate siguió muy vivo en la Cámara argentina, donde el diputado socialista Nicolás Repetto pidió que se requisaran los bienes del Eje en el país para poder cubrir los perjuicios sufridos por la marina argentina. 

A pesar de estos ataques y de las presiones internas y externas, el Gobierno argentino no rompería relaciones con los países del Eje hasta enero de 1944 y no declararía la guerra hasta marzo de 1945.

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