En la Antigüedad tenemos varios ejemplos de mujeres que, como Tomiris o Artemisia, llevaron a cabo increíbles hazañas, sin embargo aún hay historias casi desconocidas de otras mujeres. Este es el caso de Feretima, la reina que hizo todo cuanto pudo, primero, para recuperar el trono de su hijo, y luego, tras la muerte de este, para vengarlo despiadadamente.
Todo comenzó en el tercer cuarto del siglo VI a. C. en la colonia griega de Cirene, en el norte de África. Esta ciudad era gobernada por Bato III el Cojo, quinto rey de la dinastía de los Batíadas. En aquella época, según cuentan Heródoto y Diodoro, debido a discordias civiles entre los cireneos se cambió el sistema político y se restó poder al rey.
Sin embargo, más tarde, hacia el año 518 el nuevo rey, Arcesilao III, hijo de Bato y de Feretima, se negó a acatar el nuevo sistema político y “por este motivo organizó una sublevación, pero fue derrotado y huyó a [la isla griega de] Samos, mientras que su madre lo hacía a Salamina de Chipre”.
En Salamina Feretima intentó que su rey, Eveltón, le proporcionara un ejército para recuperar Cirene, pero este la entretenía con regalos y se desentendía de sus peticiones, como señala Polieno. Finalmente, ante la insistencia de Feretima, Eveltón le regaló una rueca y lana y le dijo “que a las mujeres se las obsequiaba con objetos como aquellos, pero no con un ejército”.
Mientras tanto, Arcesilao reclutaba un ejército en Samos y cuando ya era numeroso, el destronado rey de Cirene se dirigió a Delfos para consultar al oráculo. Allí la Pitia le vaticinó, entre otras cosas, lo siguiente: “...mantente tranquilo a tu regreso a la patria. Y si encuentras el horno lleno de ánforas, no cuezas esas ánforas, (…) pues, de lo contrario, tú personalmente perderás la vida,...”.
Tras esto Arcesilao y su ejército fueron a Cirene y recuperaron la ciudad. A algunos cireneos los hizo prisioneros y los envió a Chipre para eliminarlos, pero el barco se desvió y nunca llegaron. Luego Arcesilao, obviando el vaticinio de la Pitia, quemó vivos a algunos enemigos que se habían refugiado en una torre. De inmediato, Arcesilao se dio cuenta de su error y para burlar el vaticinio, se fue a la ciudad de Barca, donde gobernaba su pariente Alacir, con cuya hija estaba casado.
Luego, según cuenta Heródoto, “mientras Arcesilao vivía en Barca tras haberse labrado su propia ruina, su madre Feretima, [a su regreso de Chipre], era la que en Cirene detentaba en su persona las prerrogativas de su hijo, pues dirigía los asuntos del Estado y, además tomaba parte en las sesiones del Consejo”.
A continuación, en un momento impreciso, quizás hacia el año 517, algunos barceos y algunos exiliados de Cirene asesinaron a Arcesilao y a su suegro en Barca. Cuando Feretima se enteró de esto se refugió en el vecino Egipto junto al sátrapa persa Ariandes, con quien su familia tenía buenas relaciones, ya que Arcesilao había hecho a Cirene tributaria del Rey Cambises. Allí Feretima pidió ayuda a Ariandes alegando que a su hijo lo habían matado por sus simpatías con los persas.
Pero no fue hasta cerca del año 512 cuando el sátrapa puso a disposición de Feretima todas sus tropas terrestres y navales para marchar contra los responsables del asesinato de Arcesilao, aunque Heródoto pensaba que la expedición fue para someter Libia.
Una vez que las tropas llegaron a Barca pusieron sitio a la ciudad. El asedio duró nueve meses, pero los persas solo consiguieron entrar en Barca gracias a una trampa. Entonces cuenta Heródoto que “los persas entregaron a Feretima a los barceos más implicados en el asesinato de su hijo, ésta los hizo empalar alrededor de la muralla [o los crucificó, según el historiador Heraclides]; y, por otra parte, a sus mujeres les hizo cortar los pechos y con ellos adornó, asimismo, toda la extensión del muro”.
Luego Feretima entregó la ciudad a los miembros de la familia de los Batíadas y a todos aquellos que no habían intervenido en el asesinato de su hijo. El resto de los barceos, por consejo de Feretima, fueron esclavizados. A continuación, el ejército persa se retiró y en el camino a Egipto intentó tomar Cirene sin éxito y fue atacado por los libios. Una vez llegaron a Egipto los barceos fueron enviados a la corte del rey Darío, el cual los deportó a la lejada Bactria, en Asia Central.
Heródoto finalmente termina su relato contando que Feretima, “nada más regresar desde Libia a Egipto después de haberse vengado de los barceos, murió atrozmente: cuando todavía estaba con vida, se vio llena de gusanos, porque no hay duda de que las venganzas demasiado crueles de los hombres resultan odiosas para los dioses”. Por su parte, Heráclides dice que Feretima murió “consumida por la podredumbre”.
Por último, otra versión, la proporcionada por el historiador Menecles, dice que Feretima se hizo cargo del gobierno tras la muerte de su hijo, luego entronizó a su nieto, Bato IV el Hermoso. A continuación envió a los enemigos de su hijo a Egipto y allí los mató. Más tarde recibió ayuda de los persas, quizás para reprimir una rebelión de los cireneos, algo que también parece señalar Polieno. Para finalizar, según Menecles, Feretima se retiró a Egipto y murió.
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